CUANDO OTRO SE HUMILLA Por Rogelio E. Pérez Díaz Usado con permiso Pienso que toda la rebeldía de los hombres ante el Dador de la vida se reduce a una palabra: AUTOSUFICIENCIA. Aunque es una palabra de la que a veces se abusa en nuestros días, se ha mutilado su significado: en realidad alguien no es autosuficiente, sino que se siente autosuficiente y, una cosa es lo que creamos ser y otra muy diferente lo que realmente somos. Pensamos que con nuestras propias fuerzas somos capaces de lograr cualquier cosa, cuando, realmente, por nosotros mismos, ni lo más elemental nos sale como una obra perfecta. Cuando nos falta algo, lejos de empeñarnos en fingir que lo tenemos, debemos, al menos, salir a buscarlo. Si su despensa está vacía y se sienta a ver la tele cómodamente para que el vecino crea que ha comido, puede suceder una cosa: su vecino, tal vez de saberlo podía haber proveído, pero usted lo “engañó” (en realidad fue usted el engañado). Lo que sí puede estar seguro que no va a ocurrir es que con fingirlo sacie su apetito. Mejor sería salir a la calle a buscar alimento o, si no tiene dinero, a trabajar para conseguirlo. Aunque, en realidad, hay algo más importante que buscar que alimento o dinero: ayuda. Piense que, definitivamente, usted es un incapaz. Si busca en la palabra de Dios el Salmo 8:4 “Digo: ¿qué es el hombre, para que tengas de el memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?”… ¡Ahí tiene una pregunta que responder! Y creo que es la clave de todo. Tenemos la inmensa suerte de que el Salmo no termina aquí, Dios mismo responde a la pregunta en 8:5-8, diciéndonos algo así como: “mira, hombre, yo te di un hijo (mi Hijo), a quién humillé hasta el punto de hacerlo menor que los ángeles para, ante tus ojos, colmarlo de gloria y honra y sujetar a él toda la creación, con grandes señales ante ti de su poder, para que creyeses en él, para que te humillases reconociendo cuán grande y poderoso es, a diferencia tuya que eres débil y falto de sabiduría. Tú puedes escoger entre seguir creyendo, ante cada situación, que por ti mismo puedes solucionarla o entregarte y confiar en él. De la primera manera, tu vida siempre va a ser un caos (ya lo has visto); de la segunda te será de bendición (ya lo verás).” Ciertamente, somos proclives a negarnos a ser humildes en la misma manera que nos agrada en demasía cuando es otro el que se humilla, aunque sea Jesucristo, el propio Dios. Debíamos hacer un giro de ciento ochenta grados en nuestro enfoque de la “capacidad” o dependencia que tenemos. Para ello, sólo termine de leer el Salmo 8, no con la mente, sino con el corazón, confesando (8:9): ¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán grande es tu nombre en toda la tierra! El autor es miembro de la agrupación paraeclesiástica cubana: Ministerio CRISTIANOS UNIDOS. ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.