Cuando la azafata se pone a rezar Miedos del

Prevaleció el consejo de sus asesores económicos, que le des- cribieron la condición impractica- ble del proyecto oficial y sus conse- cuencias en la economía.
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OPINIÓN | 27

| Domingo 24 De agosto De 2014

Cuando la azafata se pone a rezar

Jorge Fernández Díaz —LA NACION—

U

n amigo que estudió marxismo leninismo en la escuela Komsomol de Moscú, que por lo tanto era un ateo total y que jamás había sentido miedo a los aviones, estuvo a punto de revisar casi todas sus convicciones en pleno vuelo a Córdoba, cuando una aterradora tormenta sacudió violentamente la aeronave, tuvieron que suspender el servicio y descubrió la imagen más temida: oculta tras una cortina, la azafata rezaba angustiosamente un rosario. Cristina Kirchner fue por un momento esa misma azafata el martes último, cuando a través de la cadena nacional confesó estar muy nerviosa, y cuando se quebró en lágrimas durante un anuncio que tendría impacto político e institucional, y que precisaba llevar calma a la población y a los mercados. El episodio, que cayó como una bomba dentro de su propio gabinete, es por demás curioso, puesto que no se trató de un arrebato emocional inesperado en el transcurso de un acto con militancia y claque, sino de un mensaje cuidadosamente grabado en soledad y a puertas cerradas. El llanto y la alusión a los nervios, en consecuencia, podrían haberse borrado y vuelto a filmar, pero evidentemente fueron incluidos a propósito. Esta pequeña decisión de trastienda revela que a la Presidenta le interesó más el efecto “heroína de telenovela” que la prudencia y el temple balsámico de un estadista frente a un anuncio de semejante sensibilidad económica. Eligió filtrar su carácter melodramático, impulsivo y quizá temerario, contra la lógica necesidad de exorcizar serenamente una gran incertidumbre. La anécdota ilustra a su vez la verdad detrás de todas estas maniobras “nacionalistas”: una vez que la distracción condujo al Waterloo de Nueva York y la leche estaba derramada, primó la idea de sacar ventajas politiqueras antes que solucionar con discreción, rapidez y profesionalidad el pequeño gran desperfecto que el mismo gobierno había generado. Es así como de una sentencia por una suma irrisoria derivamos en esta situación de emergencia nacional y repercusión planetaria alrededor de un tema que parecía cerrado: la deuda externa argentina. Y que el kirchnerismo dejará abierto e inconcluso al marcharse a casa, no sin antes exprimirlo para su provecho narrativo y para correr a la oposición con la vaina. La apropiación indebida de la palabra “patria” con fines puramente electorales y por lo tanto antipatrióticos es una tosca jugada que los adversarios todavía no han sido capaces de desarticular. En ese contexto tampoco suena sincero el teatral llamado de la Presidenta a los dirigentes opositores. Proponer un cambio de jurisdicción tan polémico hubiera exigido una seria ronda de consultas y una búsqueda real de consensos con referentes y especialistas de cada partido. Pero como la verdadera misión no es la patria sino la supervivencia, Cristina les avisó por la tele, les tiró por la cabeza el paquete cerrado y pretende ahora sacarlo a lo guapo en el Parlamento, pasando por alto que su proyecto hegemónico ha muerto, que debe abandonar el sillón de Rivadavia en apenas 472 días y que no se le puede aplicar la metodología autocrática a un asunto clave para la estabilidad futura del país. No existe en la gestión kirchnerista el mínimo intento por democratizar esta transición. Es más, hasta el final del mandato se arroga el derecho de vapulear a todos y a cada uno de los dirigentes de la oposición parlamentaria. Lo hace casi a diario, con una feroz impunidad que ya ni llama la atención y desde las pantallas mismas del Estado, donde esos legisladores son tratados como imbéciles, siniestros y funcionales a los intereses foráneos, es decir: como traidores a la patria. Un ejemplo tétrico de estos días le ocurrió al líder socialista Hermes Binner, a quien el Poder Ejecutivo decidió desacreditar

con una lluvia de burlas e injurias sólo por haber aludido a la legendaria frase de Adam Smith “la mano invisible del mercado”. El poder de toda esta acción sistemática de verdugueo estatal se encuentra claramente reñida con la ética, aunque ya no sorprende ni molesta a casi nadie. Por el contrario, muchas víctimas de esas campañas diseñadas en la Jefatura de Gabinete se calzan la medalla con orgullo. Pero no por naturalizadas dejan de ser lo que son: deseos presidenciales de destrucción masiva que la televisión pública acata como órdenes irreductibles. Lejos de respetar a sus legítimos oponentes, la Presidenta manda todo el tiempo a destruirlos. Y cuando resistan en el recinto la aprobación de la nueva ley del canje los acusará de ser directamente empleados de los buitres, porque está en su naturaleza: ella comanda un movimiento nacional y los demás forman parte de la miserable partidocracia de los cipayos. A mi izquierda está la pared y a mi derecha, el desierto. Un dato relevante de estos días es la cantidad de funcionarios de primera línea, ya no simples peronistas sino insospechados kirchneristas de paladar negro, que le confiesan en voz baja al periodismo su franca desesperación por el inédito aislamiento de la jefa, la influencia absorbente y exclusiva de Axel Kicillof (cuyo mayor tema de preocupación en privado es la expansión territorial de sus dominios), y la cadena interminable de pifiadas y bandazos que el Gobierno viene produciendo en todas las áreas. Escuchar los desatinos y los malos presagios en boca de los incondicionales produce la misma sensación que oír el Padrenuestro de aquella azafata. A Cristina le gusta servirse de un grupo de izquierdistas de hojalata que ni siquiera estudiaron en Komsomol y que, para hacer méritos, siempre están prestos a acercarle teorías estrambóticas a modo de coartadas. El mecanismo funciona de esta manera: si un día los psicoanalistas se rebelaran contra el Gobierno y la Presidenta tuviera ganas de dividirlos y castigarlos por tamaña osadía, algún amanuense vendría con su bandeja de excusas y le ofrecería la experiencia estalinista, que consistió en combatir las ideas de

El gobierno que venía a resolver los problemas y a normalizar el país termina creando problemas nuevos y consagrando la anomalía y el esperpento Freud por individualistas y contrarrevolucionarias. A Cristina le regocijan esa clase de hallazgos ilustres, que incorpora al relato y al bullying mediático. Lástima que tanto interés histórico y tanto denuedo intelectual no sirvan para crear un paraíso social, sino apenas una modesta y rancia revolución santacruceña. Es así como el gobierno que venía a resolver los problemas y a normalizar el país termina creando problemas nuevos y originales, y consagrando la anomalía y el esperpento. La Argentina está en todos los diarios del mundo por un tifón que puede transformarse en un tsunami, tiene la segunda inflación más alta de la Tierra, posee un cepo cambiario que debería ser objeto de estudios antropológicos, y a pesar del auge de la soja, acaba de entrar en recesión preocupante. ¿Todas esas transgresiones son gratuitas? La Organización Mundial de Comercio falló esta semana contra nosotros por violar las reglas, un alegre deporte nacional: Japón, Estados Unidos y la Unión Europea opinan que deberían sancionarnos, ¿pero qué nos importan esas naciones irrelevantes si son parte del capitalismo terminal? Tocan a su fin para la patria verdadera, aquella que prescinde del marketing y de la vana semántica, las batallitas culturales, puesto que la crítica realidad impondrá más temprano que tarde la obligación de dar la gran batalla económica. Que consiste, según admiten hasta los más conspicuos kirchneristas, en desarmar las minas explosivas que dejaron plantadas e intentar que las esquirlas no dañen una vez más al pueblo.ß

ecuación por Nik

Miedos del Gobierno y rechazo opositor a la impunidad

Joaquín Morales Solá —LA NACION—

Viene de tapa

las palabras

Marca ACME Graciela Guadalupe “Van a comprar a ACME las trampas, las dinamitas y van a largar una campaña mediática.” (De Kicillof, sobre los fondos buitre.)

A

xel Kicillof es congruente con lo que predica. Puesto a elegir entre el coyote y el correcaminos, opta por este último. No se ve a sí mismo en una posición de debilidad (el coyote), saliendo a comprar dinamita marca ACME, empresa ficticia (como los fondos buitre) que forja productos peligrosos (como el juez Griesa), que nunca podrán derribar a un correcaminos como él. Lo dejó en claro cuando, tras el anuncio de Cristina de reabrir una vez más el canje de la deuda trocando la sede de pago, usó el clásico dibujo animado para graficar su desprecio por “esos tres gatos locos multimillonarios (los bonistas que no accedieron a los canjes anteriores) que pagan a los políticos para que hablen bien de ellos y quieren convencer a todos de que los malos de la película somos nosotros”. Quizá no seamos los más malos. Pero, por los dichos de Kicillof, como mínimo, somos los más cocoritos. ¿Qué otras cosas dijo el ministro tras anunciarse el envío al Congreso de la ley de “pago soberano local de la deuda exterior”? Dijo que los lobbystas de los buitres “vinieron y se tomaron el buque” porque son unos

“mercenarios”; que entre el 7 por ciento que no aceptó los canjes previos “hay buitres, parásitos y bacterias”, y que, “con tal de desacreditarnos van a decir que somos negros…” Menos mal que Kicillof no maneja la Cancillería. Ni Timerman, alicate en mano, se atrevería a tanto. Es cierto que Kicillof no es nuevo en esto del boxeo verbal. Ya había chicaneado a Obama por no ponerle límites a Griesa quien, a su entender, transformó en “una joda” el supuesto juicio del siglo, y opinado que eran “berretas” las operaciones de empresarios argentinos para evitar el default. Previamente, había dicho que se le cayó la careta al mediador Pollack y, cuando fue lo del blanqueo de capitales, que “a la Argentina no le faltan dólares porque tenemos 39.000 millones de reservas” (claro: el dato es de mayo de 2013. Hoy tendría que explicar por qué se perdieron 10.000 millones). ¿Y cómo no acordarse del asquito que le produce a Axel la seguridad jurídica, “un concepto horrible”, según expresó tras echar a empujones a los directivos de YPF el día en que se expropió esa empresa? Como el correcaminos, Kicillof se jacta de hacerles la vida imposible a los coyotes de turno, peleas que en la vieja serie animada terminan destruyéndolo todo. ¿Tendrá conciencia de ello nuestro correcaminos descorbatado? ß

Vale la pena detenerse en esa decisión política de la Presidenta. Antes de la refriega con los fondos especulativos, la economía venía mal, Cristina conservaba un lugar módico en las encuestas y se evaporaba cualquier ilusión de una sucesión consentida. “Patria o buitres” le dio no sólo una consigna para vivir el otoño de su poder, sino también una esperanza para los tiempos por venir, cuando ya no tenga poder. Una cosa es, no obstante, un sueño político; otra, la administración de sus consecuencias. La segunda decisión fue la del martes pasado, que ese mismo día envió al Congreso. El proyecto cambia el lugar de pago, que será Nación Fideicomisos en Buenos Aires en lugar del Bank of New York, en los Estados Unidos. La aceptación del cambio es supuestamente voluntaria para los bonistas. Pero, al mismo tiempo, removió al banco norteamericano como agente de pago. Ahora bien, ¿dónde cobrarían entonces los bonistas que no aceptaran el cambio? Si no fuera Buenos Aires, ¿dónde? ¿Será realmente voluntaria la decisión si los acreedores no tendrán opción? El envío al Congreso fue una decisión muy sugerente. En lo que va del año, la Presidenta anunció un acuerdo con Repsol por la confiscación de YPF por un valor total, cuando se terminen de pagar los bonos, de unos 13.000 millones de dólares. Tres mil millones más que los que pedía Repsol. Pactó con el Club de París el reconocimiento de una deuda por cerca de 10.000 millones de dólares, que no existió nunca. Aceptó pagar un 50 por ciento más de la deuda nominal por punitorios con la única condición de que no participara el Fondo Monetario. Hizo todo eso sin ninguna consulta con el Congreso. Nación Fideicomisos no tiene ni la estructura ni la experiencia para manejar los papeles y pagos de miles de bonistas diseminados por todo el mundo. ¿Qué llevó al Gobierno a ese acto desesperado? Nadie en el Ministerio de Economía quiere firmar el próximo vencimiento, el 30 de septiembre, para depositarlo en el Bank of New York. El pago del 30 de julio pasado, unos 540 millones de dólares, quedó en un limbo jurídico y financiero. Los bonistas no cobraron por decisión de Griesa, pero tampoco ese dinero volvió al Estado argentino. Un segundo pago en esas condiciones, y ya con el conocimiento previo, podría disparar denuncias penales contra los funcionarios. La segunda razón consiste en tratar de evitar el default generalizado. El trámite debería iniciarse cuando un 10 por ciento de los bonistas que aceptaron los canjes de 2005 y 2010 le pidieran al Bank of New York una asamblea, que podría realizarse por Internet. Si el 25% de los bonistas estuviera de acuerdo en reclamar el adelantamiento de todos los pagos acordados, que son pagaderos en décadas, el banco norteamericano deberá pedir al gobierno argentino el giro del dinero por el valor del total de la deuda. Eso sería imposible. A partir de ese momento, el banco declararía de hecho el default generalizado de la deuda argentina. Eso haría el Bank of New York, pero ¿qué hará Nación Fideicomisos? Lo que le ordene Axel Kicillof. Esa es la diferencia entre un lugar y otro. La Presidenta buscó un paraguas protector en la oposición. La primera novedad que leyeron los opositores es que en el proyecto hay párrafos duros y despreciativos contra el juez Griesa y la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos. Una jurisdicción judicial que decidió sobre la deuda argentina porque los gobiernos argentinos la eligieron. El artículo primero del proyecto declara, además, de “interés público” el manejo de la deuda. ¿No significaría eso que el Congreso avalaría todos las torpezas del Gobierno en el manejo del conflicto judicial con los holdouts? Desaciertos que incluyeron mantener el mismo estudio de abogados norteamericanos durante los últimos veinte años. Estos abogados sólo han sido presurosos y eficientes ante Griesa para desligarse de lo que hace el go-

bierno argentino. Son también los mismos abogados que asesoraron a Domingo Cavallo en el megacanje, que está siendo investigado por la justicia argentina. La oposición reaccionó de acuerdo a sus diferentes historias. El primero en manifestarse en contra fue Mauricio Macri, a pesar de que sus asesores de marketing le aconsejaban que no nadara contra la corriente del nacionalismo cristinista. Prevaleció el consejo de sus asesores económicos, que le describieron la condición impracticable del proyecto oficial y sus consecuencias en la economía. Macri ya había dicho, al principio de todo, que el Gobierno debía sentarse frente a Griesa, acatar la sentencia y negociar el pago. Eso sucedió antes de que Griesa nombrara al facilitador, Daniel Pollack, que abrió la posibilidad de acordar formas y tiempos más amplios de pagos. Luego, Macri apoyó una negociación a través de Pollack, que es la forma de negociar con Griesa. El radicalismo, que controla los principales bloques opositores del Congreso, también tomó una decisión rápida y de rechazo al proyecto. Más de cincuenta legisladores nacionales se reunieron en Córdoba para escuchar a Alfonso PratGay y a Martín Lousteau. Después de oírlos, decidieron decir que no. “Esa ley es inviable”, dijo el presidente del partido radical, Ernesto Sanz. A pesar de que existen sectores internos del radicalismo más cercanos a las teorías nacionalistas, se impuso la tesis, expresada sobre todo por Prat-Gay, de que la decisión de Cristina Kirchner no necesita la aprobación del Congreso. Preexisten facultades delegadas por el Parlamento al Poder Ejecutivo para la administración de la deuda. El radicalismo llegó a la certeza de que lo estaban metiendo en una ratonera. Debía bendecir los estropicios judiciales del Gobierno en Nueva York y, encima, hacerse cargo políticamente del default y de sus consecuencias. Sergio Massa debió zigzaguear entre obstáculos: quería diferenciarse del Gobierno, pero no podía dejar desairado a su principal asesor económico, Roberto Lavagna, que propuso, antes que el Gobierno, el cambio a Buenos Aires del lugar de pago a los bonistas. Lavagna había pensado en la Caja de Valores, que tiene más experiencia que

El Gobierno anda buscando acuerdos en el Congreso por primera vez en mucho tiempo. Busca ser más que un oficialismo en decadencia a cargo de la desgracia Nación Fideicomisos en el manejo de bonos. El proyecto de Massa, con el que trata de seducir al resto de la oposición, consiste en cambiar el lugar de pago para llevarlo a París o Basilea. Es la manera que encontró de tomar distancia del Gobierno sin apartarse de Lavagna. El proyecto de Massa tiene un problema, que consiste en que ningún banco francés o suizo aceptará ser agente de pago y convalidar un desacato al sistema judicial norteamericano. Casi todos los bancos europeos tienen sucursales en Nueva York. Radicales y macristas anticiparon que no participarán de la idea de Massa. ¿Y si se lo aceptara el oficialismo? El Gobierno anda buscando acuerdos en el Congreso, por primera vez en mucho tiempo. Busca, sobre todo, ser algo más que un oficialismo en decadencia a cargo de la desgracia. Los trabajadores perdieron casi el 7 por ciento del salario real en lo que va del año. La economía podría caer un 3 por ciento durante 2014. La actividad industrial se derrumbó un 3,2 por ciento entre enero y julio. A fin de año podría haber 200.000 desempleados más que en enero. La inflación de este año está prevista en un 39 por ciento, según analistas privados. Al default se le sumó una sanción de la Organización Mundial del Comercio por los zafarranchos de los últimos años con las importaciones. El próximo gobierno deberá vérselas con la cesación de pagos de la deuda y con la necesidad de normalizar las relaciones económicas internacionales. Igual que en 2003. Nada habrá quedado después de Cristina Kirchner. Los próximos tendrán que empezar de nuevo.ß