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Además, ellos, como pastores de experiencia, serían los más aptos de encontrar un establo, un pesebre y un bebé recién nacido y envuelto en pañales.
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ÁNGELES EN BELÉN Por Julian Lloret Usado con permiso Fui escogido ser el vocero de una delegación enorme de ángeles, enviados con un sólo propósito: Anunciar el nacimiento del Mesías. Alabar a nuestro Dios soberano por su amor y gracia para con ustedes los terrestres, una raza azotada por el pecado y sin esperanza. Esa noche que salimos del cielo sabíamos que el momento se acercaba para María, y que los profetas habían declarado el lugar: Belén, ciudad de David. Sin embargo, fue curioso enterarnos que íbamos a anunciar ese evento maravilloso, no a los líderes de Israel, sino a un puño de pastores en las montañas cerca de Belén .¿No les parece extraño? ¡Pastores! Hombres que por su oficio no podían poner pie en el templo. Hombres clasificados con publícanos, leprosos y gentiles. ¿Por qué? Porque no se lavaban ni se purificaban como buen judío. Aún más extraño fue saber que el Hijo de Dios iba a nacer en una cueva hecha establo y rodeado por animales. A la hora fijada llegamos donde los pastores: unos dormían mientras otros velaban desde una torre de piedras de unos tres por tres metros. En esa torre mantenían una fogata y a veces tocaban flauta. Con la luz de la fogata y la música suave las ovejas se calmaban y se quedaban cerca de la torre. Cuando mi voz rompió el silencio de esa noche tranquila y los pastores vieron el esplendor de mi presencia, quedaron paralizados de temor. Es normal en los terrestres y no nos molesta ahora. Con gozo les dije: (todos leen Lc 2:10-12). Cuando terminé aparecieron multitudes de mis compañeros envueltos en luz brillantísima. De esa manera los humildes pastores fueron los primeros en oir las nuevas de gran gozo: ¡Ha nacido el Salvador, Jesús, Emanuel, Dios con nosotros! Admiro a los pastores; rápidamente se movilizaron. Noté que las ovejas no se espantaron con la luz y las alabanzas de los ángeles; e iban a quedar unas horas sin protección humana, pero, ¿Tendrían ellas otra protección no conocida antes? Yo lo creo. Mientras los pastores apresuraban los pasos hacia Belén, yo comenzaba a entender mejor los planes de mi Dios. Déjenme comentar con más detalle, porque revela cuán bueno es Dios. Esos pastores no eran de los que pastoreaban en las colinas más lejos de Belén. Vigilaban cerca de Belén, y las ovejas de su rebaño eran las apartadas y perfectas: las escogidas para los próximos sacrificios en el templo de Jerusalén. Por eso, la caminata a Belén fue corta para los pastores. También ellos trabajaban de noche en el campo, apartados de las luces y distracciones de Belén ahora lleno de centenares de viajeros por causa del censo. Ni me pregunten del censo, mucho menos lo de los impuestos: una molestia para todos. Mi punto es que en la oscuridad de esa noche los pastores apreciarían más que otros el mensaje y la luz resplandeciente que nos rodeaba. Además, ellos, como pastores de experiencia, serían los más aptos de encontrar un establo, un pesebre y un bebé recién nacido y envuelto en pañales. ¿Creen ustedes que los orgullosos líderes de Israel hubieren hecho semejante búsqueda? ¡Ni modo! Y de último: esa cueva algo protegida del viento y frío, con una pequeña fogata en la entrada y llena de animales domésticos sería un lugar caliente, cómodo, y privado en Belén, tan lleno de viajeros esa noche.

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Jamás olvidaré la escena. Piénsenlo bien. Entre animales, algunos destinados a ser sacrificados luego en el templo; allí nació el Salvador, El Hijo de Dios, quien sería el último sacrificio, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Demos gracias a Dios por los pastores. Fueron a Belén comprometidos por lo que habían oído de nosotros, los ángeles. Estaban convencidos que el Mesías-Salvador-Jesús había nacido y su fe no quedó en vano. Hallaron a José, María y el niño tal como nosotros les habíamos notificado. Cayeron de rodillas sin hablar por unos momentos; maravillados y con gratitud en su corazón por lo que veían con sus propios ojos. A esa hora otros vecinos curiosos se habían acercado y los pastores no podían callarse más. Contaron, a saber cuantas veces, todo lo que sucedió en el campo, y ahora frente al establo. El gozo de ellos fue contagioso y todos se maravillaban y las nuevas corrían por toda la ciudad. Cuando se calmaban las emociones los pastores recordaban que sus ovejas estaban solas, y por eso se despidieron y volvían a su rebaño, pero no sin varias paradas en el regreso, porque contaron a todos de sus experiencias, y con lujo de detalle. Ninguno de ellos quiso dormir, y hasta el amanecer contaban y recontaban los eventos de esa noche milagrosa. María oyó y vio toda esa noche en Belén tan lejos de su hogar, y en los años venideros volvería a contemplar sus experiencias extraordinarias de los últimos nueve meses. Pero esa noche las guardaba sin hablar mucho mientras cuidaba a su hijo tierno y tan dependiente de ella. A veces fue difícil creer que él fuera el Mesías, Salvador, y Dios presente en cuerpo humano. El futuro de su Hijo no era muy claro esa noche, pero por fe confiaba en su Dios. Aunque sabía que muchos no iban a creer en su Hijo, se fortalecía recordando que centenares de los vecinos serían testigos irrefutables de su nacimiento milagroso. Nosotros los ángeles tenemos gran ventaja porque estamos al día de asuntos celestiales que ustedes no saben, y recordamos la historia larguisima del universo. Pero quiero animarles porque ustedes los terrestres tienen un libro único e inspirado por Dios: la Santa Biblia. Y su Biblia registra tantas señales del amor de Dios para con la raza humana, cosa difícil para mi apreciar, como ustedes deben apreciarlo. Nosotros no experimentamos perdón de pecado y redención. No oramos ni estudiamos la Biblia. Vivimos en la presencia de Dios, pero de una manera sobrenatural Dios, El Espíritu Santo vive en cada creyente. ¿Qué no ha hecho el Dios de gracia para rescatar esta raza humana perdida y en gran parte ingrata? Piensen en la información amplia que ustedes tienen en su Biblia sobre el nacimiento del Salvador: El anuncio a Eva y Adán en Edén después de su desobediencia (Gn 3:15). Las profecías del Antiguo Testamento: De una virgen, en Belén, Juan Bautista, voz en el desierto. El nacimiento de Jesús que Dios programó de una manera tan perfecta. Sobre todo, el amor que sacrificó a su Hijo para salvarnos. Su Biblia dice: “al que no conoció pecado, por ustedes (Dios) lo hizo pecado, para que ustedes fuesen hechos justicia de Dios en él” (2 Co 5:21). Dos tristezas tenemos nosotros los ángeles en el cielo; porque son las mismas que trajo lágrimas a los ojos de Jesús: 1) los terribles daños causados por el pecado, y 2) los hombres que rechazan el regalo de salvación; el perdón y la vida eterna.

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