Iglesias del Nuevo Testamento
Cristo murió: No tuvo que morir porque no había pecado (Hebreos 4:15). Murió en lugar de los pecadores perdidos. Aunque era el Señor de todo, se convirtió en la Víctima del castigo que el hombre merecía. A través de la muerte venció a Satanás y libró a los creyentes del temor de la muerte. Su muerte era real así como Su liberación de la muerte es real.
4 La Iglesia del Cristo Resucitado: Filipos
Cristo murió en una manera degradante y dolorosa: Murió por crucifixión, la manera más vergonzosa por la cual uno podía morir. Solamente los esclavos y los peores criminales eran sometidos a ese castigo. La crucifixión era una muerte dolorosa, vergonzosa y detestable (Deuteronomio 21:22-23; Gálatas 3:13).
EL SEÑOR DEL CRISTIANO Cristo murió, pero no permaneció muerto. Fue sepultado, pero el sepulcro no lo retuvo. Fue humillado, pero Su gloria irradió con más brillantez que antes. ¡Jesús resucitó de la muerte! Dios le dio un nombre que es sobre todo nombre. Los judíos consideraban que el nombre de Jehová era el nombre supremo. Para ellos, Pablo estaba diciendo que, en la resurrección, Dios dio a Jesús el nombre de Jehová: ¡Su propio indecible nombre! Así es. Hay otra interpretación. Algunos consideran que «Jesús» es el nombre que está ahora sobre todo. Su nombre, Jesús (que significa Salvador), es el nombre victorioso por el cual los hombres son librados de sus pecados. Es apropiado que Jesús tenga un nombre digno de Su posición. ¿Dónde está? Dios lo elevó a las excelsas alturas. Está ahora sentado a la diestra del trono de Dios (Marcos 16:19; Romanos 8:34; Hebreos 1:3; 12:2). El que se sienta en el lugar más alto tiene el derecho de llevar el nombre más alto. La misma declaración de Su nombre lleva la autoridad. Todos los seres creados con el don de la inteligencia reconocerán y adorarán Su bendito nombre. ¿Quién se inclinará ante Él al declararse Su nombre? (1) Todos los seres celestiales: los ángeles y toda la hueste celestial lo adorarán. (2) Todos los seres de la tierra: los seres humanos le confesarán. (3) Todos los seres debajo de la tierra: los condenados en el infierno lo reconocerán. ¿Por qué se inclinarán ante el nombre de Jesús? Dios el Padre será glorificado. Ese es el fin de toda la obra creadora y redentora de Dios. El Padre lo envió y le señaló Su obra. El Padre habló por medio de Él, lo resucitó de los muertos y lo exaltó. El Padre será glorificado en Su entronización y adoración. Jesucristo, el que murió por los pecadores, ha resucitado y está activo en el mundo. Los cristianos lo conocen personalmente en una experiencia de gracia. Pueden también vivir en comunión personal con Él, al vivir Él Su vida por medio de ellos día por día. La vida normal del creyente es una vida de comunión continua con el Señor Jesucristo viviente.
Filipenses 2:1-11 1
“ Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna 2 misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una 3 misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada 4 uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual 5 también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros 6 este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios 7 como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a 8 los hombres; y estando en la condición de hombre, se 9 humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo 10 nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en 11 los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”
La Lección en Resumen Cada iglesia debe creer y confesar que el Cristo resucitado es Señor de todo. «Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos» (1 Pedro 1:3).
El apóstol Pablo llevó el evangelio a la ciudad de Filipos en su segundo viaje misionero. Años después, estando el apóstol en prisión en Roma, escribió una carta a los filipenses, recordándoles que el Cristo resucitado es Señor de todo, y que ellos debían seguir Su ejemplo en todo. Sólo el cristianismo basa su fe en el hecho de que su Fundador en realidad murió, fue sepultado y resucitó de la muerte en una resurrección corporal. La resurrección de Jesucristo es el corazón del evangelio.
EL INCENTIVO DEL CRISTIANO La consolación en Cristo: Se encuentra una gran consolación, ayuda y aliento en la relación personal con el Cristo viviente. Esta seguridad es un estímulo que despierta el espíritu del creyente y lo hace alentar a sus hermanos en el Señor. Ahí está la distinción entre un cristiano que se regocija en la seguridad y uno que se preocupa por la ansiedad. Uno disfruta la «consolación en Cristo»; el otro, no. Tal incentivo es la herencia del que cree en Jesús. Usted también puede vivir gozosamente en la suficiencia que Dios le ha provisto en Jesucristo. El consuelo de amor: El apóstol Juan escribió maravillado: «Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios…» (1 Juan 3:1). Nosotros también podemos maravillarnos de Su amor manifestado en Cristo. Hay un poder persuasivo en el amor de Dios. No es suficiente saber que Jesús me amó tanto que fue a la cruz por mí hace siglos. Es maravilloso que me ame hoy tanto como en ese entonces. El amor de Cristo para conmigo me da un incentivo para la acción cada día. La resurrección significa que Cristo está vivo, amándome y viviendo Su vida por medio de mí. ¡Ese es un milagro! La comunión del Espíritu: La comunión sugiere una participación mutua. La «comunión del Espíritu» puede ser una de dos experiencias: (1) Puede referirse a nuestra comunión con el Espíritu Santo día por día en nuestros tiempos de adoración privada. (2) Puede referirse al compañerismo común entre los creyentes basado en la unidad producida por el Espíritu. Cristo, el Salvador viviente, es la clave para cualquier área de la «comunión del Espíritu». El Espíritu Santo vino en respuesta a Su petición al Padre (Juan 14:16). Vino como Compañero para los creyentes así como Jesús era su Compañero durante Su ministerio terrenal (Juan 14:17-18). Es el Espíritu de Cristo (Romanos 8:9; 1 Pedro 1:11). La comunión está relacionada con la resurrección de Jesucristo. El afecto entrañable y la misericordia: La misericordia tierna y la compasión sincera marcan a los que están vitalmente relacionados con Jesucristo. Tal afecto es un reflejo del amor que el Cristo viviente tiene para con nosotros. Él ama a otros por medio de nosotros. El «si» de Pablo al comienzo del versículo no sugiere duda. Debería ser más bien traducido «ya que». Hay consolación en Cristo, consuelo en Su amor, comunión en Su Espíritu y afecto de amor que surge del creyente. Ese es el motivo de todo el servicio cristiano.
EL CARGO DEL CRISTIANO La unidad: La armonía debe marcar a los que viven bajo el dominio del Cristo viviente. Con los corazones palpitando como uno, ministran como si tuvieran una sola mente y un solo espíritu entre ellos. Eso se espera, si cada uno tiene al Espíritu Santo y vive entregado al Señor Jesús. El gran deseo es que Jesús sea supremo, amado y honrado sobre todo. En tal atmósfera habrá amor, armonía y unidad de propósitos. La humildad: El buscar el beneficio personal o actuar con ambición mezquina no tiene lugar en la vida cristiana. Cada cristiano debe considerar a otros más importantes que sí mismo. La unidad nunca vendrá donde cada uno se interesa de sus propias preferencias egoístas. Jesús es el ejemplo supremo de la humildad verdadera. Se humilló por nuestra causa y se hizo «obediente hasta la muerte, y muerte de cruz». Desea que los creyentes vivan con el mismo espíritu que Él manifestó: un espíritu de entrega por causa de otros. La amabilidad: El creyente debe interesarse por el bienestar de los demás. Esto está relacionado al mandato: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mateo 19:19). Tal actitud en el creyente depende de una relación vital con el Cristo viviente. Cristo así vive Su vida en nosotros, ama a otros a través de nosotros y sirve a otros por medio de nosotros. El cristiano, entonces, llega a ser la personificación del Espíritu de Dios.
EL EJEMPLO DEL CRISTIANO Cristo era en forma de Dios: El término «forma» significa más aquí que la apariencia externa; representa la misma esencia de la naturaleza de Dios. Jesús era «la imagen del Dios invisible» (Colosenses 1:15) y «la imagen misma de su sustancia» (Hebreos 1:3). Cristo era igual a Dios: Todo el universo reconocía que Cristo, en Su estado preencarnado, era igual a Dios el Padre. «…el Verbo era Dios» (Juan 1:1). Cristo estaba seguro de eso. Dijo: «Yo y el Padre uno somos» (Juan 10:30). Cristo se despojó a Sí mismo: Se despojó a Sí mismo de las prerrogativas divinas, de Su gloria divina y del uso de Sus atributos divinos. (No se despojó de la naturaleza divina, pues era Dios aunque estaba en carne humana). Cambió de la semejanza de Dios y tomó la semejanza de los hombres, dejando las evidencias de Su naturaleza divina y tomando la identidad de la humanidad pecadora. ¡Qué milagro de amor y gracia! Cristo tomó la forma de siervo: El que era la misma esencia de la deidad, tomó la misma esencia de la servidumbre. El Amo soberano de todo vino a ser el Siervo humilde de todos. Dios dijo de Él: «He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento…» (Isaías 42:1). Cristo fue hecho semejante a los hombres: He ahí el Amo convertido en Siervo, el Creador convertido en Criatura. Porque los pecadores son carne y sangre, Jesús también tomó la misma naturaleza para poder librarlos (Hebreos 2:14-17). Su humanidad era tan real como Su deidad.