Espectáculos
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Jueves 10 de abril de 2008
CINE
Un legado cinematográfico y musical El documental dirigido por Martin Scorsese sobre The Rolling Stones resulta una obra llamada a perdurar Muy buena
★★★★
Shine a Light (Estados Unidos/2008). Dirección: Martin Scorsese. Con Mick Jagger, Keith Richards, Charlie Watts y Ron Wood. Fotografía: Robert Richardson. Edición: David Tedeschi. Documental musical presentado por Distribution Company. Duración: 122 minutos. Apta para todo público.
IMPACTO
Glenn Close, otra de las estrellas que participan en la película
Una de amor con grandes actrices
No es la primera vez que un concierto de los Rolling Stones llega a la pantalla grande –entre los registros más recordados figuran Gimme Shelter (1970), de los míticos Albert y David Maysles, y Let’s Spend the Night Together (1983), de Hal Ashby–, pero más allá de los méritos artísticos o del valor histórico de esos y otros documentales, no hay dudas de que Shine a Light quedará para la posteridad como el gran legado cinematográfi-
co-musical de la legendaria banda británica. Cinéfilo y melómano de infatigable labor en la recuperación, conservación, reivindicación y difusión de la historia del cine y de la música (en este rubro concibió joyas como El último vals, sobre la despedida de The Band; varios trabajos sobre el blues como productor y/o director, y No Direction Home, sobre Bob Dylan), Martin Scorsese ha conseguido un documento audiovisual de enorme calidad técnica y artística, que consigue captar y transmitir en toda su dimensión la energía, el placer y las múltiples facetas de una banda tan veterana e incansable como él. Rodada en fílmico, con 17 cámaras, durante dos jornadas, y con el histórico y hermoso teatro Beacon de Manhattan como ámbito inmejorable, Shine a Light ofrece durante sus poco más de dos horas una veintena
de temas completos –divididos entre los clásicos de siempre y verdaderas rarezas, como “As Tears Go By”, que casi nunca tocaron en vivo y que popularizó Marianne Faithfull– que van desde el rock furioso hasta la balada desgarradora, pasando por el rhythm & blues, el blues a lo Muddy Waters (la hermosa “Champagne & Reefer”, con el gran Buddy Guy como invitado en voz y guitarra) y hasta el country (“Far Away Eyes”). Scorsese, que aparece en pantalla al comienzo y al final de la película como un ser tan neurótico, perfeccionista y obsesivo hasta lo risible que nada tiene que envidiarle a otro neoyorquino como Woody Allen, se rodeó para esta proeza cinematográfica y musical de un seleccionado integrado por varios de los mejores directores de fotografía del mundo (cada uno supervisó el trabajo de una cámara), como Robert Richardson (El aviador), que concibió
Un film sobre cómo hacer las paces con el pasado Buena
★★★
Pasión al atardecer (Evening, EE.UU./2007, color; hablada en inglés). Dirección: Lajos Koltai. Con Vanessa Redgrave, Claire Danes, Toni Collette, Patrick Wilson, Hugh Dancy, Natasha Richardson, Meryl Streep, Glenn Close, Eileen Atkins. Guión: Susan Minot y Michael Cunningham, sobre la novela de Minot. Fotografía: Gyula Pados. Música: Jan A. P. Kaczmarek. Edición: Allyson C. Johnson. Presentada por Impacto. 117 minutos. Sólo apta para mayores de 13 años.
Es uno de esos “films de amor” que añora una buena porción de la platea, preferentemente femenina, y que no suelen abundar en la cartelera. Una historia teñida de romántica melancolía, ya que brota de la conciencia de una mujer agonizante, en cuya febril memoria se reconstruye una experiencia de juventud: los días en que conoció –y dejó partir– al hombre que ahora considera el verdadero amor de su vida. El origen es una novela que tuvo gran eco crítico y popular cuando se publicó en 1998 y que la propia autora, Susan Minot, adaptó junto al laureado Michael Cunningham. Pero su fuerte no está tanto en el guión –que se centra en el universo femenino para hablar de las grandes decisiones que deben tomarse en la vida–, sino en el trabajo de un puñado de actrices que a fuerza de talento imponen consistencia a personajes no siempre definidos y ayudan a disimular las flaquezas de un libro que suele marearse entre cambios de época y apuntes anecdóticos. Con tan sólido soporte y con un lenguaje narrativo en el que prima la moderación, a Lajos Koltai (Sin destino) no le cuesta mucho mantener el interés de su relato, aunque éste se habría visto beneficiado con algo menos de compostura y algo más de ímpetu melodramático.
Dos tiempos En su delirio, Ann (la admirable Vanessa Redgrave) menciona a un antiguo amor, Harris, y confiesa
haber cometido una grave equivocación, lo que desconcierta tanto a sus dos hijas (Toni Collette y Natasha Richardson) como a la enfermera que pasa horas junto a su cama (Eileen Atkins). Mientras discuten si es beneficioso o perjudicial acompañar a la madre en esa suerte de arreglo de cuentas con un pasado que ellas desconocen, las hermanas dirimen algunas cuestiones que las han ido separando y reflexionan sobre el rumbo que han elegido para sus propias vidas. Hay paralelos entre este presente y el episodio que la enferma recuerda: también entonces se trataba de dos mujeres –dos amigas– con distintos puntos de vista respecto de cómo encarar el futuro. Una prefirió la seguridad y se casó sin amor, la otra lo sacrificó por la carrera artística que se había prometido, y todo sucedió en el trágico fin de semana en que una celebraba su boda y la otra descubría el amor y lo dejaba ir. El film va y vuelve entre esos dos momentos separados por cincuenta años: con fluidez unas veces, con bruscos quiebres otras. El sector del presente se desdibuja bastante mientras la evocación gana espacio e interés dramático. Sólo sobre el final, cuando la vieja amiga de la juventud (Meryl Streep) viene a despedirse de Ann, los dos tiempos hallan el modo de articularse y generan el momento más significativo y conmovedor del film. Si hay emoción, es gracias al aporte de las grandes actrices convocadas –Redgrave, Streep, Collette, Atkins, una fugaz Glenn Close– y no por el libro, que no derrocha originalidad ni hondura. Es correcto el aporte del sector masculino –Dancy, Wilson–, pero entre los grandes aciertos del casting sorprende bastante la elección de la pizpireta Claire Danes para asumir a la protagonista cuando joven: cuesta creer que con los años tanta vivacidad vaya a derivar en la elegancia serena de Vanessa Redgrave.
Fernando López
el proyecto en términos visuales; John Toll (La delgada línea roja); Andrew Lesnie (El señor de los anillos); Stuart Dryburgh (La lección de piano); Robert Elswit (Petróleo sangriento); Emmanuel Lubezki (El Nuevo Mundo), y Ellen Kuras (Eterno resplandor de una mente sin recuerdos). La película, que arranca con Scorsese y Mick Jagger discutiendo por teléfono desde distintos lugares del mundo la lista de temas a tocar y otros detalles de los conciertos y la película, muestra luego la trastienda del show (la potencia lumínica para la filmación fue tan grande que el director pide “no quemar vivo a Mick”) y, aunque prioriza claramente el show y la figura tan histriónica como seductora de Jagger, ofrece varias perlas del archivo, especialmente apariciones televisivas de los primeros años de la banda, que sirven para resumir parte de la historia y para demostrar que el grupo no ha perdido nada de la mística, la frescura y las búsquedas de sus inicios. En una entrevista de 1964, a dos años del debut, le preguntan a un por entonces joven e inocente Jagger si se siente feliz de la trayectoria de la banda, y dice que su sueño es “poder mantenerla al menos un año más”. En otra, ya de 1972, le consultan si va a poder seguir derrochando tanta energía y perder cinco kilos por show. Y el cantante, confiado, asegura que piensa “continuar más allá de los 60 años”. La confirmación definitiva de que entonces decía la verdad es la intensidad con la que afronta las dos horas del concierto. Algunos podrán cuestionar la elección de ciertos invitados (aparecen desde Jack White hasta Cristina Aguilera) o la inclusión como maestro de ceremonias de un muy cholulo Bill Clinton junto con su familia, que quedan bastante ridiculizados, pero a la hora de poder apreciar como nunca antes, con un sonido impecable y con una capacidad única para registrar todo tipo de detalles, la majestuosidad de los Stones en vivo, Shine a Light resulta una obra llamada a perdurar.
DISTRIBUTION COMPANY
Diego Batlle
Los Stones en escena, con Jack White como invitado
Cálido relato sobre la inutilidad de la guerra El director Edgardo Cabeza debuta en el largometraje con esta historia sobre dos combatientes de Malvinas Buena
★★★
Palabra por palabra (Argentina/2008). Dirección: Edgardo Cabeza. Con Erasmo Olivera, Katja Alemann, Alberto Raso Montes, Gregorio Rosello y otros. Guión: Edgardo Cabeza y Juan José Arhancet. Fotografía: Carlos Torlaschi. Música: José Luis Castiñeira de Dios. Presentada por Primer Plano Film Group. Hablada en español. Duración: 104 minutos. Calificación: sólo apta para mayores de 13 años.
Durante el desarrollo de la Guerra de las Malvinas la muerte fue el temor cotidiano para esos jóvenes soldados argentinos que nunca habían tenido en sus manos un arma, mientras la carencia de alimentos, el intenso frío y el zumbido de los aviones enemigos se convertían en un permanente terror. Pero no sólo el miedo se insertó en las
trincheras, sino que la amistad fue, para muchos de ellos, el consuelo frente a tantas penurias. Este film habla precisamente de la amistad entre Gurí y Caito, dos correntinos que fueron reclutados “para servir a la patria”. Ya en tierra malvinense, uno de ellos es gravemente herido, y su compañero busca desesperadamente refugio para cobijarse. La desesperación los hace irrumpir violentamente en una casa y amenazar a una mujer y a un niño que desconocen el idioma español. Separados ambos por él, hace que el soldado que intenta sin éxito salvar a su amigo vaya perdiendo el control y piense sólo en cumplir con la palabra empeñada de llevar de regreso a Corrientes a su amigo. Mientras tanto, Maggie, la mujer de la casa, trata de romper la incomunicación que los separa y se convierte en protectora de los dos soldados, y en tanto que el film recurre permanentemente a la
memoria y al imaginario, se van desarrollando escenas de la vida cotidiana de los jóvenes en su lejana provincia, entrelazados con otra guerra, la de Crimea, donde en 1854 los soldados británicos fueron diezmados por las fuerzas del zar Nicolás I de Rusia. Y aquí emerge Florence Nightingale, decana de las enfermeras del mundo, que es el nexo con la actualidad y su imaginario encuentro con la muerte. En éste, su primer largometraje, el director Edgardo Cabeza logró imponer calidez y ternura a este entrecruzamiento de historias que, aunque por momentos llaman a la confusión, poseen sin embargo una enorme dosis de emoción. Todo en este relato habla de la inutilidad de la guerra y de la amistad que nace entre el miedo y el deseo de que esas acciones bélicas lleguen a su punto final. Sus dos protagonistas saben que, en el horror de la contienda que invade al ser humano, sólo un arma
es capaz de sostener al combatiente: su memoria. Y el relato apela al recuerdo de la paz que invadía las existencias en su provincia natal. Erasmo Olivera, que hizo su debut en el cine en Las tumbas, recrea aquí con fervor al soldado que trata de salvar a su amigo, en tanto que Katja Alemann personifica a esa mujer que cobija a los dos combatientes y vuelve atrás en el tiempo como la enfermera Florence Nightingale. No menos acertada es la composición de Alberto Raso Montes y, en breves papeles se destacan las labores de Patricio Contreras y Edgardo Nieva. Palabra por palabra es, sin duda, un sentido homenaje a esos muchachos que combatieron en sitios lejanos y se detiene en la amistad y en la comprensión, elementos más que importantes en este film que vale por su sinceridad y su emoción.
Adolfo C. Martínez
Crítica surrealista a la sociedad escandinava El inadaptado tiene un humor cáustico y jubiloso Buena
★★★
El inadaptado (Den brysomme mannen, Noruega/2006). Dirección y guión: Jens Lien. Con Trond Fausa Aurvaag, Petronella Barker, Per Schaaning, Birgitte Larzsen y otros. Fotografía: Jens Jorgen Patterson. Presentada por Ifa Cinema. Hablada en noruego. Duración: 90 minutos. Calificación: sólo apta para mayores de 13 años.
Surrealista al extremo, El inadaptado busca en fórmulas oscuramente humorísticas una absurda crítica de la sociedad escandinava a través de Andreas, un hombre de 40 años que llega a una extraña ciudad sin saber cómo. Allí es recibido con un confortable departamento y con una oficina libre de estrés, en la que logra hacer amigos. Posteriormente, conocerá a una hermosa diseñadora de interiores e irá a vivir con ella, pero su vida juntos parece estar signada por la rutina y el sexo mecanizado. Pronto Andreas comienza a notar que algo no está bien y es incapaz de soportar una vida sin emociones y hace intentos de escapar de la ciudad, pero descubre que no hay forma de lograrlo. ¿Qué es todo esto en la vida del protagonista? ¿Un sueño? ¿Una pesadilla? ¿O
simplemente un alocado rompecabezas que no es fácil de armar? El director Jens Lien se propuso realizar una fábula fantástica, una parábola del consumismo y la obsesión por las apariencias en la sociedad moderna. Aunque quizás esto tampoco sea la realidad que muestra la pantalla, ya que el film propone una enorme variedad de lecturas que, por momentos, hacen que el espectador se sienta inmerso en un micromundo que se torna alocado y se acerca al disparate. Lo que hace especial a El inadaptado es la forma como expresa la idea de una sociedad sin emoción, ya que el protagonista no tiene a quién culpar más que a sí mismo, ya que todos son amigables con él y ello lo convierte en un ser vivo en un mundo muerto. El elenco brinda una enorme capacidad para corporizar a esos personajes envueltos en una enredada madeja –de todos ellos, vale la excelente actuación de Trond Fausa Aurvaag–, en tanto que los aspectos técnicos apoyan con indudable calidad esta historia que se dirige, sin duda, a un público que sepa apreciar una cinematografía distinta y descubrir una temática que puede ser entendida a varios niveles y que ostenta un cáustico y jubiloso humor.
Adolfo C. Martínez