Espectáculos
Página 2/Sección 4/LA NACION
2
3
Miércoles 23 de mayo de 2007
Hoy, en el Gran Rex
Anthony Braxton
Manhattan Transfer, cuatro voces en acción Charla con la cantante Cheryl Bentyne
El músico actuará en El Dorrego, con su actual trío ALFREDO SANCHEZ
Un jazzero que no hace jazz Entrevista con el saxofonista norteamericano, que se presenta hoy en el festival “No hago jazz, tampoco música clásica, hago mi música, que está entre el jazz y la música clásica, y entre la izquierda y la derecha”, dijo el saxofonista Anthony Braxton en su encuentro con LA NACION, ayer, a poco de arribar a Buenos Aires. Este artista, verdadero genio musical contemporáneo, se presentará hoy, a las 21.30, en el festival, con el Diamond Curtain Wall Trio (Taylor Ho Bynum en trompeta y trombón, y Mary Halvorson en guitarra). Es la primera visita de Braxton a Sudamérica y el segundo concierto con esta propuesta, que resulta integradora de sus dos proyectos anteriores, Ghost Trance Music y Falling River Music. Este músico, nacido en Chicago, en junio de 1945, es uno de los artistas más interesantes y controvertidos que surgieron del jazz posterior al bebop. El trompetista Dave Douglas definió, recientemente, sus conciertos como un “evento único” en materia de creatividad
“El Diamond Curtain Trio está basado en un programa interactivo y visual sobre el que desarrollamos nuestra música, que tiene dos fuertes componentes, la composición y la improvisación”, explicó Braxton y agregó que el programa fue desarrollado en la Wesleyan University, donde dirige su cátedra de creación musical. “El programa desarrollado nos permite avanzar sobre un proceso de interpretación basado en estructuras ya trabajadas y buscar un sonido particular con el que podamos expresar el momento y nuestra historia”, expresó este artista, que en el saxofón alto conjuga la cercanía del bop con la distancia de la música experimental, influido instrumentalmente por saxofonistas como Wayne Marsh, John Coltrane y Paul Desmond. –¿Cuán cerca del jazz lo deja la propuesta del Diamond Curtain Wall Trio? –No hago jazz, tampoco música clásica. Hago mi música, que está entre el jazz y la música clásica, la derecha y la izquierda, la democracia y el populismo. La música de Braxton tiene una forma fascinante pues descubre el universo creativo de un artista. Sus formas no son las habituales; su ar-
Agenda Hoy 16 Orquesta Horizontal - Colectivo de Compositores (Escenario Celeste). 16.30 Saxofónicos, con Santiago Fernández en barítono, Hernán Bruno en tenor, Lucas Delgado en alto y Griselda Sardas en alto y soprano (Espacio Verde). 17 Carlos Campos (Escenario Celeste). 18.30 Alejandra Martín, con Manuel Ochoa en piano, Juan Pablo Navarro en contrabajo y Luis Cerávolo en batería (Escenario Celeste). 19.30 Adriana Deffenti. La brasileña se presenta con Angelo Primon y Marcelo Corsetti (Escenario Verde). 20 Juan “Mono” Fontana, presenta Cribas (Escenario Celeste). 21.30 Anthony Braxton Diamond Curtain Wall Trio - Estados Unidos (Escenario Azul).
quitectura es tan variada que trasciende los géneros y su certeza es la de no detenerse. Figura importantísima dentro de la vanguardia, dejó atrás su proceso de relectura de standards para sumirse en su propio mundo de composición e improvisación. “Nuestro concierto tendrá un alto componente de improvisación surgido de las composiciones”, dijo el artista. Aunque la música carece de líneas prefijadas, la sencillez de sus trabajos tiene quizá más un enfoque estético que político, aunque faltaron en la entrevista sus definiciones. “Estados Unidos ya no es una superpotencia; piense que estamos en manos del estúpido de George Bush”, dijo el músico, un artista políticamente comprometido con un pensamiento progresista y antibélico. A lo largo de su carrera, el solo ocupa un lugar importante. Una suerte de expresión de su permanente deseo de libertad. “Somos improvisadores y nuestro concierto mostrará eso”, dijo el músico, un artista que tiene a la libertad y la falta de prejuicios como sus principales banderas creativas.
En El Dorrego, Dorrego y Zapiola, con entrada gratuita.
César Pradines Con la colaboración de: Carolina Alfonso
Quienes creen que la voz es el reflejo perfecto de un estado de ánimo llegarán fácilmente a la conclusión, después de escucharla, de que Cheryl Bentyne no duda en recurrir a la música como remedio ideal ante cualquier adversidad. “Perdóneme si esto suena como un cliché, pero como cantante me siento la persona más afortunada del mundo. La música mantiene vivo mi corazón y me ayuda a hacer que la vida sea más tranquila y placentera. Y le aseguro que lo mismo les pasa a mis compañeros”, dice Bentyne, al teléfono desde un resort del estado norteamericano de Georgia, donde ella y sus socios musicales desde hace tres décadas en The Manhattan Transfer están a punto de ofrecer el show previo a su segundo viaje a la Argentina. Aquí los espera hoy el escenario del Gran Rex. Bentyne es la integrante más joven del cuarteto, una verdadera institución en el mundo de la música popular norteamericana. Pero esa juventud es relativa, ya que se sumó a The Manhattan Transfer en 1979 para reemplazar a Lauren Massé, convaleciente de un accidente de tránsito casi fatal y resuelta desde entonces a seguir una carrera solista. Por lo tanto, Bentyne escribió con sus compañeros (Tim Hauser, Janis Siegel y Alan Paul) la mejor historia del cuarteto, cuyo repertorio se hizo con el tiempo más y más versátil, aunque siempre descansa en algunos clásicos de la canción popular norteamericana y sus extraordinarios arreglos vocales, además de llevar a lo más alto aquello que se conoce como vocalese: colocar palabras sobre melodías originalmente ejecutadas como solos instrumentales en temas de jazz. Vocalese es, también, el título del álbum que todos reconocen como el más logrado de toda la trayectoria de The Manhattan Transfer. “Creemos –dice, a propósito, Bentyne– que vamos a ofrecerle a la gente de Buenos Aires lo que seguramente quiere escuchar, lo que espera de nosotros, nuestros grandes éxitos. Y seguramente también haremos algunas cosas de nuestro disco dedicado a Brasil, de nuestro más reciente trabajo en estudio, Vibrate, y, por supuesto, de Vocalese.” Buena parte del programa que ofrecerá The Manhattan Transfer en su regreso a la Argentina luego de un recordado par de conciertos en 1998 está incluida, con nuevas versiones, en The Symphony Sessions, un álbum grabado y editado el año pasado en Estados Unidos. Allí, con acompañamiento orquestal, el cuarteto recrea sus clásicos: “Route 66”, “Embraceable You”, “A Nightingale Sang in Berkeley Square”, “Clouds”, “Birdland” y “The Offbeats of Avenues”, entre otros. Casi al mis-
mo tiempo se conoció en EE.UU. un CD doble con otra antología, The Definitive Pop Collection, con temas que, tal como sugiere Bentyne, tampoco faltarán esta noche: “Four Brothers”, “Boy from New York City”, “Ray’s Rockhouse”, “Operator” y “Gloria”. “Un repertorio como éste nos permite manejar nuestras voces como si estuvieran siempre frescas –añade Bentyne, la soprano del cuarteto–. Sin duda, los que cantan rock tienen más dificultades para sostenerse a lo largo de los años, porque están todo el tiempo empujando y empujando la voz hacia adelante. Nosotros hacemos lo opuesto: recurrimos a un tono más dulce y lo más suave posible, colocando las cuerdas correctamente, y así podemos llegar a las notas más altas sin problema.” El secreto de la longevidad del grupo, según ella, se debe al equilibrio entre los compromisos del conjunto y las carreras individuales. “Cada uno tiene familia, chicos y la conciencia de lo que significa tener una vida y una carrera propia. Ya no hacemos tantas giras como antes porque preferimos pasar más tiempo en casa. Cuanto más tiempo llevamos juntos mejor nos conocemos, cada uno sabe cuándo tiene que alentar al otro
PARA AGENDAR
■ Manhattan Transfer En su segunda visita a Buenos Aires. Teatro Gran Rex. Corrientes 857. Hoy, a las 21.30. Entradas desde 45 pesos.
o mantener silencio frente a él, qué actitud tomar. Todos nos respetamos y les damos mucho valor a nuestras carreras solistas, pero estar juntos nos hace muy bien.” Finalmente, Bentyne dice que espera tener tiempo en Buenos Aires para visitar tanguerías y plasmar en hechos su amor por Astor Piazzolla. “Muchos norteamericanos –dice– aman la música de Astor y son muchos más de los que cualquiera se imagina. Nadie, nadie de verdad toca de esa manera. No conozco ningún músico que pueda acercarse a lo que hizo. Y su música está siempre viva. Sé que hay un museo dedicado a Piazzolla en Buenos Aires y me gustaría visitarlo. Y a lo mejor le propongo a mis compañeros hacer algún vocalese con la música de Astor.”
Marcelo Stiletano
Umbrales de la canción MAURO ALFIERI
Gabriel Golman y Sebastían Holz
Bueno
✩✩✩ Umbral, espectáculo del cantante Sebastián Holz, con arreglos, dirección musical y piano de Gabriel Goldman. Con el cuarteto del cuerdas Tolkeyen (Lisandro Carrera y María José Camacho en violines, Ricardo Lanfiuti en viola y Mariana Levitin en cello. Invitado: Edgardo Didarle en contrabajo. Diseño de luces: Juliana Herrero. Producción general: Laura Braga y Juliana Herrero. Dirección: Gastón Cerana. Puesta y dirección general: Sebastián Holz. Próximas funciones: los miércoles de mayo, a las 21, en Velma Café.
Se abre el primer telón y los músicos arrancan con la introducción. Se abre el segundo y aparece el cantante, parado de espaldas al público. Comienza a interpretar el tema “Existir”. De a poco gira y camina hacia el proscenio. Pronuncia con buena dicción, clara y abierta. Su garganta da el sonido para cada vocal, para cada consonante. Umbral es un recital de canciones pero Sebastián Holz, con historia dentro de los musicales (Los miserables, Grease, Drácula) pondrá
un poco de aquello que supo cultivar en ese terreno artístico. Hasta se podría decir que su escuela de canto parece hecha dentro de ese perfil que convive con lo actoral. De ahí que lo que suma y resta en su actuación está vinculado directamente a ese lugar en el cual se ubica para cantar. Un ejemplo: Holz se tira en un sillón que está a un costado. La posición no es la más cómoda para encarar el estribillo de “Nada” con el caudal de aire necesario. No será ése el problema porque esa primera vuelta de estribillo es más actuada que cantada. Y como en la segunda se va a imponer la voz es lógico que Holz intente incorporarse un poco. Y eso es lo que hace. Hay que elogiar la prolijidad para cantar y el respeto que sabe tener por las melodías. Por otro lado, hay que decir que esa pulcritud de movimientos quizás sea lo que no le permite crecer en la interpretación. La pericia es más protagonista que la expresividad. Otra particularidad del espectáculo de Holz es el repertorio. Es difícil descubrir una mensaje a través de
los títulos elegidos. Parece, en principio, la selección de algunos favoritos del intérprete, sin algún criterio demasiado específico de selección. Por eso allí conviven desde clásicos tangueros (acá el tango es mayoría) como “Nada” o “El choclo” con la testimonial “Los niños del olvido”, de René Vargas Vera y Víctor Heredia, y con piezas muy bellas y poco conocidas (excepto para quienes conozcan los discos de cantantes como Caracol Paviotti) escritas por Alicia Crest y Roberto Calvo. Por el lado de la instrumentación, Gabriel Goldman encontró la manera de evitar el facilista efecto colchón con instrumentos de cuerdas, pero tampoco se fue al otro extremo de pretender convertir al variopinto cancionero en un programa de música de cámara. Por el contrario, a medida que pasan los temas, Goldman va ofreciendo distintas variantes y matices para cada pieza y en función del trabajo del cantante. La dupla cantante-arreglador funciona bien y, al parecer, tiene camino para seguir andando.
Mauro Apicella