Turisteando por el Maipo

nos detenemos en una sala que, a modo de museo, exhibe maquinaria anti- gua. ... En resumen: un paseo con gusto a poco por la viña más antigua de Chile. ... una hora de Santiago, todavía quedan varios metros para llegar a las insta-.
1MB Größe 8 Downloads 75 vistas
wjopt!}!43

Turisteando (por el Maipo)

Quisimos ver cómo tratan las viñas a sus vistantes. Los tours, mal que mal, son la única manera que tiene la gente de conocer una viña. Fuimos a las cuatro bodegas más grandes del valle del Maipo. Pagamos nuestra entrada y esto fue lo que vimos. Qps!Dsjtu˜cbm!Gsfeft

Santa Carolina A sólo diez minutos de plaza Italia, a la altura del metro Rodrigo de Araya, se encuentra la bodega principal de Santa Carolina, una de las viñas más tradicionales del país. El hecho de que esté en plena ciudad es –pensando en un tour– una ventaja, aunque también un punto en contra: no hay viñedos, parte importante del cuento. Por eso, o tal vez porque es es el primer año que ofrecen el servicio, la demanda es bajísima. Tanto es así que soy el único visitante un sábado a las 10 de la mañana. Más tarde, me cuenta la guía, vendrán tres o cuatro más. El tour se inicia apreciando una bella casa colonial que –me explican– data de 1877 y fue en principio hogar de Luis Pereyra Cotapos, el fundador de la bodega. El mismo que la bautizó como Santa Carolina, en honor a su esposa Carolina Iñiguez. El recorrido sigue por el acogedor jardín de la propiedad y en un rincón de él me espera heladito un sauvignon blanc Estrella de Oro, el primer vino a degustar. La guía me explica en detalle cada uno de los pasos de cata y atiende sin problemas todas las consultas que le hago respecto a este vino de Rapel. Llega el turno descender a las bodegas. Aquí, el recorrido considera conocer las típicas cubas de acero inoxidable, otras de raulí (madera que se usaba antiguamente) y, por último, la impresionante bodega de guarda. Hecha a base de cal y canto y declarada monumento

upvst!qps!wj—bt!efm!Nbjqp!}!44

En la bodega de Alto Jahuel de Santa Rita, el tour pone mucho énfasis en explicar el proceso de elaboración del vino. Sólo al final, en la bodega de guarda, se descorchan las botellas.0

nacional en 1973, este subterráneo es responsable desde hace más de un siglo de brindar las condiciones óptimas para el reposo de los vinos de Santa Carolina. Más tarde, en uno de los frescos salones que alguna vez fueron bodegas y que hoy se arriendan para eventos y matrimonios, llega el turno del segundo vino: un estupendo cabernet sauvignon de 2006 de la línea Reserva de Familia. Tras esta copa, llegamos a una bien abastecida tienda, lo que indica que el recorrido ha llegado a su fin. Aquí se pueden comprar a buen precio vinos de Santa Carolina y otras marcas del grupo como Casablanca; también pagar degustaciones por copa y así probar antes de llevarse algo. En resumen: un tour dedicado, sencillo y sin pretensiones. Duración: 45 minutos. Valor: $ 7.000, incluye botella de 375 cc de regalo. De lunes a sábado. Reservas al 450 3137. Cousiño Macul Miércoles por la mañana y una veintena de turistas extranjeros ha llegado hasta Quilín con Tobalaba para conocer la viña que sus guías de viaje recomiendan visitar. Casi la mitad son brasileños y el resto se completa con norteamericanos, británicos, una pareja de mexicanos, un par de chilenos y un francés. Sobre la mesa de recepción, hay varias copas servidas con un vino de un color naranjo pálido, que comienzan a ser tomadas por los visitantes sin recibir explicación alguna (más tarde, en la mitad del tour y con las copas vacías, sabremos que era Gris Cabernet Sauvignon, un rosé de la línea varietal). El recorrido se inicia luego de que la anfitriona, una chilena que se esfuerza en neutralizar su acento, aclare que el guía bilingüe se ha enfermado, así que el tour será sólo en español. Además, otra aclaración, de manera excepcional están preparando un evento en la bodega, por lo que haremos el camino en el sentido inverso del que siempre se hace. Todos ponemos cara de “el orden

}

de los factores no altera el producto” y comienza el descenso hacia el sótano. Mientras ello sucede la guía va contando la historia de la empresa. La bodega de Macul, construida en 1870, es famosa por sus siete metros de profundidad y sus sistema de ventilación pasiva que le garantizan una temperatura y humedad constantes a los vinos. Por sus años, a la construcción le sobran historias: reales (como cuando se inundó con vino tras un terremoto) o de ficción (“¿conocen la historia del diablo de la bodega de al lado? Ya. Esta es igual pero con un brujo”, dice la guía). Bajo el techo del lugar no sólo descansan barricas, también lo hacen algunas botellas. Las más antiguas, que datan de 1927, son guardadas en una pieza especial sólo como reliquias. Otra bóveda contiene vinos de la década del 50 en adelante. De ellos sí se espera buen estado y son parte de la reserva privada de la famila Cousiño. Damos un salto a lo moderno cuando llegamos al lugar donde se vinifica Lota, el vino ícono de la viña. Aquí, los flashes de los turistas rebotan en las sofisticadas cubas de acero inoxidable, ahora vacías y esperando la próxima vendimia. Mientras tanto, la guía cuenta someramente el proceso de vinificación. Antes que el recorrido se acabe nos detenemos en una sala que, a modo de museo, exhibe maquinaria antigua. Bombas, encorchadoras, y una serie de utencilios viejos de los cuales la guía se vale para explicarnos cómo se hacía el vino antes. El camino se acaba donde empezamos y en el mesón ahora hay ahora un cabernet sauvignon Antiguas Reservas. No hay indicaciones de cómo catar, sencillamente cada visitante toma copa. Luego, el mismo lugar se habilita como tienda y varios compran Antiguas Reservas por cajas. También, uno que otro Finis Terrae. No hay lista de precio a la vista ni vitrinas con botellas, por lo que pregunto si es que tienen otras líneas. La respuesta es

É

_Vinos&más | Diciembre 2008_

{

wjopt!}!45 afirmativa y más de alguno se entusiasma con un Doña Isidora o un Don Matías. Todos, por cierto, a precios más económicos que en el comercio. En resumen: un paseo con gusto a poco por la viña más antigua de Chile. Valor: $ 5.000, incluye copa de regalo. De lunes a sábado. Reservas al 351 4135. Concha y Toro Como pan caliente se venden los tours en la viña más grande de Chile. Los fines de semana, grupos de 30 personas salen uno tras otro con una diferencia de apenas diez minutos. Son los buenos resultados que ha traído el Centro Turístico del Vino de Pirque, nombre con el que bautizaron al conjunto de instalaciones inauguradas en 2005 en esta comuna ubicada a 27 km. del centro de Santiago. Pirque es cuna de la viña y lugar donde la empresa acualmente vinifica 11.7 millones de litros al año, mantiene viñedos y conserva la antigua mansión de veraneo de don Melchor de Concha y Toro. Para recibir y ordenar este constante afluente de público, local y foráneo, hay abundante personal de la empresa por todas partes. Ningún detalle queda al azar, como si se tratara del más prolijo parque de diversiones. Tras pagar nuestra entrada es preciso pegarse en la ropa un autoadhesivo naranjo con el logo de la viña. Eso indica que hemos contratado un tour y que algunos metros más allá uno de los tantos guías nos va a recibir. Antes de iniciar el paseo, somos invitados a una sala a ver un video institucional, que es algo así como un curso express sobre Concha y Toro en tono grandilocuente. De ahí comienza el paseo al aire libre por el bello parque y la casa patronal, una construcción de cuatro mil metros cuadrados y 22 piezas que combina arquitectura francesa con el estilo chileno de casa de campo. Luego bajamos a conocer los viñedos, y la chica que nos guía explica en breve el manejo de la vid y nos invita a apreciar de cerca las parras. Llega el momento de ir a una terraza a disfrutar una primera copa. Se trata de Amelia, el chardonnay estrella de la bodega. “¿Aromas a qué le sienten?”, pregunta la guía, luego de lo cual se escuchan algunos “a vainilla”, “duraznos” o incluso “a leche”, dice un aventurado. Vaciadas las copas, el camino continúa hacia las bodegas. En una de ellas hay sólo barricas de Don Melchor –el vino ícono de Concha y Toro– y mientras la guía introduce el mito de Casillero del Diablo, un chileno que se la sabe de memoria se entretiene calculando cuanto dinero hay contando las barricas de Melchor que hay en la sala. No alcanza a terminar, cuando la luz se apaga y una tétrica voz en off cuenta la historia del diablo. Todos parecen entretenerse. Tras ello, se abren las puertas de la bodega más mítica de Chile. Flashes al por mayor y de vuelta a la segunda degustación. Es el turno de un cabernet sauvignon Marqués de Casa Concha, lo suficientemente sabroso como para abrir el apetito a las puertas del Wine Bar y la tienda de vinos. El primero, como su nombre lo dice, es un bar de vinos en donde se pueden comprar degustaciones por copas y también comer algunas tablas. La tienda contigua al bar es un verdadero mini supermercado de Concha y Toro, dónde están a la venta todos sus vinos (además algunos de otras viñas del grupo como Cono Sur o Almaviva) y una impresionante cantidad de suovenirs. Ojo, los vinos pueden costar lo mismo que en su supermercado de siempre. En resumen: un tour pop y masivo, por la viña más importante de Chile. Duracion: una hora. Valor: $ 7.000, incluye copa de regalo. De lunes a domingo. Reservas al 476 5000.

{

Concha y Toro, en la bodega de Pirque, posee el tour más masivo y con la puesta en escena más desarrollada.

}

É

wjopt!}!47 Santa Rita En la entrada de la planta principal de viña Santa Rita, en Alto Jahuel, a una hora de Santiago, todavía quedan varios metros para llegar a las instalaciones mismas. Falta pasar por un camino rodeado por viñedos, que tiene a la Cordillera de Los Andes como telón de fondo. Cruzarlo ayuda a ponerse a tono con la visita. El campo se muestra en toda su magnitud. Se ve, se siente, se huele. Ante él, las personas y autos juegan un rol insignificante. Una vez en la planta seguirá marcando su presencia, ya que los viñedos flanquean todas las construcciones. Estas son: una bodega de vinificación bastante grande, con capacidad de 19 millones de litros; la magnífica casa patronal, de más de 200 años, famosa por la historia de los 120 soldados de O’Higgins que aquí se refugiaron, hoy convertida en el restorán Doña Paula; un museo de arte andino, con muestras permanentes e itinerantes; y una cafetería. Cerca de este conjunto está el hotel Casa Real, pero es sólo para huéspedes y no está considerado en la visita. Es martes en la mañana, llego antes de la hora programada para el tour por lo que me entretengo un rato en el museo que –según me explican– contiene cerca de dos mil piezas de arte de Chile precolombino y postconquista. Me sigue sobrando tiempo así que paseo por el lugar. Me doy cuenta de que todo es bastante libre: puedo andar por los viñedos o ir a la preciosa terraza de la casa patronal, sentarme en uno de los cómodos sillones y mirar

el jardín. El tiempo pasa lento aquí. Llega el momento del tour y veo que se plantea distinto al de las otras viñas. Claro, también hay maquinaria de museo, una bodega de más de 100 años de cal y canto, historia de Chile y nombres ilustres, pero es mucho más que eso. Es más técnico, porque hay un interés real por explicar en detalle –y con evidencias– el camino que recorre la uva desde el viñedo hasta la copa. Y se siente más real porque está todo en funcionamiento: hay trabajadores en movimiento, olor a fermentación, sonido de botellas y hasta nos toca presenciar (a mí y las cuatro italianos que han tomado el tour) una simulación de accidente laboral. Las dos degustaciones (un sauvignon blanc y un cabernet sauvignon de la etiqueta Medalla Real) se hacen al final del recorrido, en el subterráneo de la casa. Quién nos ha guiado en el paseo, una chica bien preparada y simpática, nos invita a terminar la última copa en los jardines de la casa o, bien, conocer la tienda que en el mismo subterráneo ofrece vinos de Santa Rita, Carmen (de propiedad de la bodega) y una que otra rareza. Después de pasar por la tienda, no hay apuros. Se puede almorzar en el Doña Paula y pasar la tarde entera difrutando de su terraza y jardines. En resumen: el mejor de los cuatro. Duración: 45 minutos. Valor: $ 8.000, incluye copa de regalo. De martes a domingo. Reservas al 362 2575.

{

Las cubas de raulí que se usaban antiguamente en Santa Carolina para fermentar los vinos.

}