2
|
espectáculos
Nº10
| Martes 17 de junio de 2014
Martes 17 de junio
Nº10 “México ´70” Última entrega Válido exclusivamente en el territorio de la República Argentina, excepto en Salta, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, Jujuy, Chaco, Balcarce, Chascomús, Santa Rosa, Olavarría, Azul, Bolivar y Bahía Blanca.
Atrapados por el policial
Los films de suspenso más taquilleros
taquilla. El éxito de Muerte en Buenos Aires demuestra el renovado impulso dado al género en nuestro
país por el Oscar a El secreto de sus ojos, un gran momento que prolonga la tradición cinéfila local
b El secreto de sus ojos (2009): 2.460.000 espectadores. Fue la película argentina más vista de los últimos 40 años y ganó el Oscar a mejor película extranjera.
Viene de tapa
“Una es artística: la estructura del policial –en cualquiera de sus variantes intragenéricas: inglesa, hardboiled, negra al estilo latinoamericano y hasta nórdica a lo Stieg Larsson– evoca siempre la forma en que vivimos, inmersos en un misterio cuyas claves tratamos de descular a diario”. La segunda explicación es más sociológica: “Como habitantes de ciudades enormes, impersonales y violentas, que a su vez son expresión de un sistema económico tremendamente injusto, apelamos al policial porque ningún otro género nos permite interrogarnos mejor sobre el mundo que nos tocó vivir”.
b Nueve reinas (2000): 1.500.000 espectadores Éxito de público y crítica, se filmaron remakes en los EE.UU. y en la India. b Séptimo (2013): 957.146 espectadores Coproducción argentinoespañola dirigida por Patxi Amezcua, con Ricardo Darín y Belén Rueda. b Tesis sobre un homicidio (2013): 1.023.410 espectadores Otro éxito con el sello Darín, aquí acompañado por Calu Rivero.
Ahora, la remake de un clásico Seguramente será uno de los títulos más comentados de 2015, sobre todo por ser una nueva versión de un clásico del género: Santiago Mitre, director de El estudiante, dirigirá La patota, remake del film de Daniel Tinayre que protagonizó Mirtha Legrand en 1960. El proyecto será una coproducción entre la Argentina y Brasil (acaba de ganar el concurso del Fondo de Cooperación Incaa-Ancine) y será protagonizado por Dolores Fonzi y Esteban Lamothe. Miguel Cohan, quien dirigió los policiales Sin retorno (2010) y la reciente Betibú, con Mercedes Morán y Daniel Fanego –fue uno de los éxitos de taquilla de este año, con 271.353 espectadores–, cree que para hacer una buena película de suspenso hay que trastrocar un poco los estándares. “Si bien el policial es un género con reglas muy férreas que no sólo afectan el relato, sino también la experiencia del espectador, si la película no fuerza estas reglas, si no las subvierte en algún punto, el relato se hace demasiado previsible y acartonado”, explica. Otro elemento fundamental son los protagonistas. En ese sentido, Cohan piensa que “los elencos atractivos ayudan, y mucho, a promocionar una película, a convencer al público para que pague una entrada. Pero si los actores no están bien elegidos en función de los personajes que les toca encarnar y sus interpretaciones no convencen, ese impulso que producen antes del estreno se agota rápidamente con un mal boca a boca”. Para el director, la popularidad del policial entre el público local “quizá tenga que ver con la promesa de una trama potente que nos atrapa desde un principio y no nos suelta hasta el final. O quizá con cierta identificación que puede tener el espectador argentino con personajes atrapados por fuerzas que no pueden controlar”. Y concluye: “Lo cierto es que en este país, como en el resto del mundo, la mayor parte del público quiere entretenerse, y un buen policial puede ser tremendamente entretenido”. Para Hernán Goldfrid, director de
b Betibú (2014): 271.353 espectadores. Adaptación de la novela policial de Claudia Piñeiro. b Muerte en Buenos Aires (2014): 409.158 espectadores
Betibú, de Miguel Cohan, otro título que convocó al público durante este año Tesis sobre un homicidio, que llevó el año último más de un millón de espectadores a las salas locales, el público disfruta del cine de género en general. “El cine usa el género como excusa, como puerta de entrada para que el espectador ingrese a un mundo en donde rápidamente pueda emparentarse, identificarse, sentirse afín a los personajes y lo que les pasa.” Pero para el caso específico del policial, agrega Goldfrid: “La reaparición frecuente de este tipo de películas dentro del cine argentino logró generar esta empatía con el espectador en las que se siente uno más de los personajes. Creo que ésa es una de las claves”. Verónica Cura es una de las productoras con más trayectoria del cine nacional y estuvo a cargo, por ejemplo, de la producción de La mujer sin cabeza, de Lucrecia Martel. Por estos días tiene en cartel otro “producto” propio, seguramente la sorpresa de taquilla del año: Muerte en Buenos Aires, en la que el inspector Chávez (el mexicano Demián Bichir) y “El Ganso” (Chino Darín) están a cargo de la investigación de un crimen en la alta sociedad porteña de los años 80. Para explicar su éxito, Cura hace memoria y recuerda a Alfred Hitchcock: “El género policial, y sobre todo el suspenso, permite que el espectador participe del juego; el espectador está activo y disfruta de las suposiciones, hace sus apuestas, sigue las pistas e intenta descubrir al culpable”. Además, “si se identifica con los protagonistas, goza y padece con el perseguidor y el perseguido”. Sobre el caso particular de Muerte en Buenos Aires, analiza que su impacto en la cartelera puede deberse a una combinación de factores: “La maravillosa interpretación de los actores, el atractivo de los años ochenta, la música, el suspenso, la inesperada subtrama pasional y, en general, lo exótico de la propuesta”. ß
Clásicos, de Tinayre a Campanella El policial argentino tiene una historia larga y muy rica que arrancó en la década del 30, con la innegable influencia del cine norteamericano, particularmente de los criterios formales de las películas producidas por la Warner. En esos inicios, hay dos largometrajes muy importantes: Monte criollo (1936), ópera prima de Arturo S. Mom y primera aparición notoria en el cine local de los bajos fondos, el humo, el alcohol, las rubias fatales y los personajes al margen de la ley, en una historia ambientada en una casa de baile y juego clandestino, y Fuera de la ley (1937), film de Manuel Romero inspirado claramente en Scarface, de Howard Hawks, y en algunos tramos de la historia de Al Capone, con un extraordinario trabajo de fotografía del alemán Gerhard Huttula. En 1946, Daniel Tinayre, figura importante para el género, filmaría Vidas marcadas, una opaca remake de Monte criollo. Tres años más tarde, en 1949, Hugo Fregonese aplicaría al detalle la tipología marca Warner: en Apenas un delincuente, la cámara sale a la calle para descubrir la ciudad –una decisión también inspirada en el neorrealismo italiano–, aparecen los fundidos para contar el paso del tiempo y una fuerte impronta moral impregna todo (el protagonista, encarnado por Jorge Salcedo, muere en un tiroteo besando una cruz). El éxito masivo de ese tipo de cine coincide con el auge de la novela policial en la Argentina, a través de las colecciones de las editoriales Emecé y Tor. La bestia debe morir, de Nicholas Blake –primera novela seleccionada por Jorge Luis Borges para su colección El Séptimo Círculo– fue adaptada en 1952 por Román Viñoly Barreto. Más tarde, también sería llevada al cine por el francés Claude Chabrol y por el británico Paul Annett (con Peter Cushing como protagonista). Pero fue Carlos Hugo Christensen el encargado de producir una trilogía esencial, apoyada sobre todo en los climas y la estilización de la imagen, que lo consagraría como el maestro del noir argentino: La muerte camina en la lluvia (1948), historia de un asesino múltiple basada en una novela de Stanislas-André Steeman que también llevaría al cine Henri-Georges Clouzot;
Nueve reinas, uno de los clásicos modernos de Fabián Bielinski Si muero antes de despertar (1952), inquietante historia de un secuestrador de niñas, y No abras nunca esa puerta (1952), film que contiene dos episodios independientes –“Alguien al teléfono” y “El pájaro cantor”– basados en relatos del neoyorquino William Irish. En esa misma época, Tinayre se despacharía con una serie de policiales completamente atípicos, alejados del realismo y cruzados con la comedia, el melodrama y las historias de espías –Pasaporte a Río (1948), Danza del fuego (1949) y La vendedora de fantasías (1950)–. Recién en la década del 80, luego de varios años en los que no se produjeron películas interesantes del género, el cine policial reaparecería con fuerza de la mano de Adolfo Aristarain con La parte del león (1978) y Últimos días de la víctima (1982), dos películas filmadas en el agobiante ambiente de censura de la última dictadura y cuyo valor se multiplicó con el
Game of Thrones, pura infidelidad
su despedida de anteanoche sumó 9,3 millones de espectadores sólo en los Estados Unidos, una cifra impresionante, aunque no haya conseguido superar los primeros envíos de esta temporada, la más vista de toda la serie.
tV. La serie cerró anteanoche su cuarta temporada, cada vez más lejos de las novelas de George R.R. Martin que le dieron origen Natalia Trzenko LA NACION
“Es el mejor final de temporada que hicimos hasta ahora.” Para muchos, la declaración de David Benioff y D.B. Weiss, los creadores de la serie Game of Thrones, a la revista Entertainment Weekly quedó justificada anteanoche con el episodio “The Children”, que cerró el cuarto año de la exitosa ficción de HBO. Para otros, en cambio, el capítulo ratificó la distancia que los productores y guionistas están tomando de las novelas originales, dejando afuera situaciones y personajes fundamentales para el desarrollo de la historia por venir.
Lo cierto es que, más allá de lo que los fanáticos de la novela extrañaron en la despedida de la temporada, lo que se vio en pantalla –aunque sostuvo el nivel de producción y valores estéticos de la serie– en términos narrativos careció del impacto de otros episodios decisivos de la saga creada por George R.R. Martin. Con el afán de cubrir el amplio terreno que la historia abarca, muchas de las escenas resultaron apresuradas, trámites narrativos sin la intensidad dramática que la temporada prometía en sus primeros episodios. Esos que la convirtieron en la serie más vista de la historia de HBO –superando a la madre nodriza de la TV premium, Los Soprano– y que en
paso del tiempo, y Noches sin lunas ni soles (1984), de José Martínez Suárez –primero recibida con tibieza por la crítica y también revalorizada más tarde–, con una inquietante escena de interrogatorio que, de algún modo, aludía a las oscuras metodologías policiales durante el gobierno de facto. Más cerca, Fabián Bielinski, con las celebradas Nueve reinas (2000) y El aura (2005), y Juan José Campanella, con la taquillera y ganadora del Oscar El secreto de sus ojos (2009) –que combina trama jurídico-policial con épica romántica y trasfondo político–, renovarían el impulso del género apelando a un carta ganadora, la presencia de la mayor estrella del cine argentino contemporáneo, Ricardo Darín, casualmente el papá del Chino, uno de los protagonistas de Muerte en Buenos Aires, la película que nos puso otra vez a hablar del género. ß Alejandro Lingenti
Llegó la caballería: Stannis Baratheon y Ser Davos
hBO
Matar al padre Los pasajes más decepcionantes –el anémico encuentro entre Jon Snow y Mance Ryder, la llegada de Stannis Baratheon y la penitencia de la madre de dragones a sus ya crecidos y letales vástagos– tuvieron por suerte un correlato en las escenas de algunos de los más interesantes personajes de esta temporada y la serie en general. Unos personajes que dejaron de ser “los niños” del título, los hijos de unos padres despiadados, ausentes, equivocados, para pasar a ser otra cosa. Eso sucedió con Arya Stark, la pequeña vengadora que eligió romper los lazos con su pasado, desconocer la salvación enviada por su madre en la figura de la honorable Brienne of Tarth, que protagonizó una de las peleas de espada más entretenidas de toda la serie junto al formidable y nada honorable The Hound.
El viaje de Arya, literal y simbólico, abrirá una compleja y fascinante línea del relato en la temporada que viene, lo mismo que el destierro de Tyrion Lannister, el corazón batiente de la historia. Condenado a muerte por su propia familia y resignado a su suerte por la traición de su amante, el personaje al que el actor Peter Dinklage consigue dotar de humanidad y sensibilidad hasta en la situaciones más extraordinarias, finalmente dejará el tortuoso manto protector de su padre y sus hermanos de la manera más definitiva posible. Sin metáforas y con tracción a puro resentimiento, Tyrion, liberado por su hermano Jamie –que no se decide entre la redención y su complicado vínculo con su gemela Cersei–, se vengó de la mujer que amaba y asesinó a su padre luego de un diálogo de antología, que terminó con el hombre más rico de los siete reinos de la manera menos digna posible. El final de una era y el comienzo de otra que Game of Thrones deberá desarrollar, más allá de las novelas, en las próximas dos temporadas que ya tiene aseguradas. ß