Arte Palabra de artista 0508, obra de Pablo Siquier de 2005, adquirida ese mismo año por Malba
Días antes de inaugurar una muestra antológica en el Centro Cultural Recoleta, el pintor cuenta qué lo llevó a crear mundos complejos
Siquier, simple y barroco P
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Viernes 27 de enero de 2012
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ablo Siquier es un constructor de ideas. No dibuja objetos sino pensamientos. Logra mostrar la estructura de lo mental a través de un raro pasaje por la vacilación de lo sensible: parte de un dibujo digital complejo que realiza en la computadora y, a partir de su proyección en la pared o en el papel, realiza una copia en carbonilla. Vista de lejos, la obra se parece mucho a la que dibujó en la computadora, pero cuando la mirada se acerca se notan errores, vacilaciones, el temblor del trazo: se vuelve sensible. Se humaniza. El concepto encarna. Siquier es un poeta que inventa mundos sin historia, sin relato: pura estructura. Es un minimalista barroco. El oxímoron lo define: esa contradicción entre dos términos que conviven y se potencian. A mediados de febrero, Siquier realizará una muestra antológica en la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, en la que se verán cinco proyectos que recorren algunos de los momentos más significativos de su trayectoria. Habrá dos grandes murales de unos 75 m2 y una estructura en metal semejante a un laberinto que el espectador podrá cruzar. También una instalación en telgopor que recorrerá todo el perímetro (obra que rescata su primera muestra individual en Ruth Ben-
adn Siquier
zacar, en 1995, ya exhibida en el Reina Sofía, y se construirá por primera vez un proyecto de ambientación de 1987, compuesto por 10.000 maderas pintadas con 54 puntos de color cada una. Fiel a su estilo, será una muestra a la vez monumental y mínima. Discreta y enorme. Tan cerebral como sensible. –Si bien comenzaste a exponer en los años 80, se puede decir que pertenecés al grupo de artistas de los 90. –Comencé a mostrar mi obra de la mano de Jorge Glusberg y Laura Buccellato. En el ICI mostré en 1989, invitado por Laura, junto con Sergio Avello, Ernesto Ballesteros y Juan Paparella. También por esos años expuse con el Grupo de la X en el Museo Castagnino de Rosario. Y participé de una colectiva en Ruth Benzacar. –Sin embargo, junto con Jorge Macchi, son los dos únicos artistas importantes de esa década que no estuvieron en el grupo del Rojas. –Así es. Hay un equívoco en relación con el grupo del Rojas, del que yo no participé. Creo que el error surge porque Gumier Maier me incluyó en El Tao del Arte, que se exhibió en el Recoleta en 1997. También hubo obra mía cuando se mostró la colección Bruzzone en la galería del Rojas en 1999. –La obra de 1987, que recién podés producir y mostrar ahora, ¿tenía originalmente estas dimensiones?
Buenos Aires, 1961
Es uno de los artistas argentinos de mayor proyección internacional. Formado en la Escuela Prilidiano Pueyrredón y en el taller de Pablo Bobbio, desde 1991 realizó numerosas muestras individuales en galerías, museos (por ejemplo, en el Centro Reina Sofía, de Madrid), y bienales, como las de Porto Alegre y San Pablo. La muestra en el Centro Cultural Recoleta que se inaugura en febrero es su primera gran antológica en Buenos Aires.
RODR IGO NÉSP OLO
POR DANIEL MOLINA La Nacion
GENTILEZA MALBA
–Era así desde el principio. Más que en instalaciones, en esa época yo pensaba en ambientaciones. Me inspiraba en la música ambiental de Brian Eno. Con los cuadros me pasaba lo mismo. Pensaba en términos de lectura: el cuadro era como una página a ser leída de una manera retiniana, por los ojos y por el cerebro, y la ambientación era para ser percibida por el cuerpo. Se trataba de estar rodeado por colores como si fuera un olor o un sonido. Los cuadros eran más intelectuales y las ambientaciones, algo más sensuales. –Tu idea de ambientación hace pensar en una especie de discoteca abstracta, en la que la ambientación rima con las experiencias electrónicas y aleatorias de John Cage. –Más que con la obra de Cage, en los años 80 yo me sentía en contacto con el minimalismo musical de Steve Reich. La idea de repetición y la comprensión de que el error produce una forma nueva las tomé de Reich. Para completar el caldo de cultivo del que me alimenté, voy a agregar a Jean Dubufett. Su rescate del arte que no seguía los patrones establecidos fue muy inspirador para mí en esos años. –¿Qué sentís ahora que tu obra está en el subte y es vista por miles de personas cada día? –La repercusión que tiene el arte mural en un sitio de tránsito masivo es increíble. Mandé una obra a Miami y el fun-