Siempre con los más grandes Varias voces en la voz de Rickie Lee ...

29 jun. 2009 - (batería, contrabajo, teclados, guita- rras eléctrica y acústica). El tiempo ha pasado, pero hay mu- cho oficio en las cuerdas de esta can- tante.
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Espectáculos

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Lunes 29 de junio de 2009

MUSICA

Calidad y cohesión, dos atributos de los germanos La Orquesta de Berlín tocó para Festivales Musicales Muy bueno (((( Concierto de la Orquesta de Cámara de Berlín. Directora y concertino: Katrin Scholz. Programa: Concerto grosso Op. 6 Nº 9, de Georg Friedrich Händel; Concierto para violín VII a:1, de Franz Joseph Haydn; Suite de Abdelazer, de Henry Purcell, y Pequeña serenata nocturna K. 525, de Wolfgang Amadeus Mozart. Festivales Musicales de Buenos Aires. El martes último, en el Auditorio de Belgrano.

FABIAN MARELLI

La compositora, pianista y guitarrista alternó nuevas y viejas canciones

Varias voces en la voz de Rickie Lee Jones La cantante norteamericana subió por primera vez a un escenario porteño y repasó su carrera compositiva Muy bueno (((( Recital de la cantante, compositora, pianista y guitarrista Rickie Lee Jones. Con Rob Wasserman (contrabajo), Don Jeffington (batería) y Chris Joyner (teclados). Solista invitada para abrir el show: Graciela Cosceri. El jueves último, en el Teatro Gran Rex.

Rickie Lee Jones terminó su último bis y saludó por segunda vez al público. En el medio de la platea, un norteamericano que está instalado en Buenos Aires hace un tiempo decía: “¿No va a cantar «Chuck E’s in Love»?” También dijo que prefería escuchar a esta cantante en un lugar pequeño y no en un teatro como el Gran Rex, que tiene capacidad para 3500 personas. Sin embargo, pareció haber quedado muy satisfecho con el recital. En varios momentos la cantante le había arrancado fuertes aplausos.

Es que la señora Jones no vino subida a un par de éxitos cosechados a lo largo de su historia que, como a otros, le permitiría seguir en la ruta de la nostalgia a pesar de que sus épocas de gloria hayan pasado hace tiempo. No. Ella interpretó con intensidad piezas de varios discos: eligió títulos del primero, de los siguientes, de su más reciente publicación (The Sermon on Exposition Boulevard), que lanzó a principios de 2007, y un par de interesantes canciones que incluirá en su próximo CD. Porque, evidentemente, tiene cosas para contar. Hay que prestarles atención a temas como Rehab, una extraña mixtura entre un swing jazzero al que en vez de plantarle un scat le puso una declamación con rimas de rap que habla de adicciones (de varias clases de adicciones, no sólo las convencionales). Rickie Lee Jones se dispersó un poco tratando de solucionar problemas técnicos con una de sus guitarras y luego

se sentó/escondió detrás del piano que ubicaron al fondo del escenario. Algunos apenas la podían ver. Pero también es cierto que el recital fue todo voz, levemente vestida por la instrumentación que lleva consigo cuando sale de viaje (batería, contrabajo, teclados, guitarras eléctrica y acústica). El tiempo ha pasado, pero hay mucho oficio en las cuerdas de esta cantante. Mantiene esa voz aniñada de sus comienzos, que es su sello característico. Aunque ese color es punto de partida para otras voces que construyen canciones casi como algunos actores crean personajes. Su recital comenzó con composiciones que podrían resumirse en un par de acordes (como esas de su ex Tom Waits, que suenan melancólicas y no desentonarían como decorado de un relato de Raymond Carver). Con el paso de los minutos fue alternando géneros del folklore norteamericano, que incluye al country, al blues y

al jazz-canción. Se escucharon sobresalientes versiones de temas como “Coolsville” (no estaba originalmente en su lista) o de un standard, “Bye Bye Blackbird”, en los bises. También hubo algunos chistes (“Esta es la historia de mi ex novio”, dijo de “Scary chinese movie”), temas para levantar el pulso del recital (“Satellites” y “Falling up”) y pasajes intimistas como la balada “On Saturday Afternoon in 1963”, al piano, o “Last Chance Texaco”, que comenzó sola con su guitarra y esa voz que sigue pareciendo aniñada, aunque la hayan tallado los años. Fueron muchas voces en una sola voz. Antes, a modo de grupo soporte y muy a tono con la propuesta de Jones, la producción convocó a Graciela Cosceri, quien luego de cantar un puñado de canciones fue saludada con una ovación.

El tercer concierto del ciclo Purcell, Händel, Haydn y Mendelssohn en sus respectivos aniversarios permitió escuchar nuevamente, después de muchos años desde sus actuaciones en 1956 y en 1958, a la prestigiosa orquesta de cámara berlinesa fundada en 1945 por Helmut Koch, en la zona este del Berlín. Fue su director de aquellas lejanas presentaciones el músico Hans von Benda y, como ahora, los programas se conformaron con autores prácticamente similares, detalle que habla de una formidable devoción y especialización a través del tiempo. Si bien el conjunto está integrado mayoritariamente por músicos jóvenes, de cada una de las versiones ofrecidas emanó la evidencia de una rigurosa formación académica que prioriza la asimilación de conceptos humanísticos, culturales y musicales, a los inherentes al dominio técnico de la ejecución. Entonces, desde el punto de vista del acierto estilístico, el programa fue, en este sentido, noblemente veraz. Desde luego que Katrin Scholz como solista del concierto de Haydn demostró las dotes de una violinista virtuosa.

Sin embargo, el aspecto más positivo fue cómo el conjunto y, lógicamente, la dúctil y lúcida directora, remarcaron las sutiles diferencias sonoras y de densidades existentes entre Händel y Purcell, y entre Haydn y Mozart. También fue un motivo de placer auditivo escuchar la calidad del sonido y monolítica cohesión de grupo de la zona grave, conformado por los violonchelos, violas y contrabajo, este último a cargo de un maestro impecable como Rolf Hoff Baltzersen. Fue en los violines el sector que dejó escuchar pasajes con leves inseguridades de ejecución, pero que no llegaron a perturbar el gozo estético que provocaron las páginas elegidas, delicadas, elegantes e inspiradas para este programa. Claro está que escuchar la hermosa suite de la música incidental que Purcell –otro creador que, con Mozart, integra el cenáculo de los más notables– compuso para la obra escénica Abdelazer o la venganza del moro, de la novelista Aphra Behn, fue motivo de gratitud. Por último, luego de la Pequeña serenata nocturna, de Mozart, prodigio de síntesis y de pericia formal, se sumaron dos obras fuera de programa, vertidas con esa distensión propia de quienes ya han pasado el trance de actuar frente a un público desconocido: Paladio de Karl Jenkins, composición impactante por su lograda atmósfera de misterio y las siempre gratas Antiguas danzas y melodías para laúd, transcriptas por Ottorino Respighi, boloñés, renovador y cosmopolita.

Juan Carlos Montero

GABRIELA VALLE

Mauro Apicella

El grupo de cámara que dirige Katrin Scholz está mayormente integrado por jóvenes talentosos

RADIO (Protagonistas)

Por Alicia Petti

Siempre con los más grandes De versátil trayectoria, la locutora Leonor Ferrara cuenta medio siglo en el aire Pertenece a una raza de locutoras con tono de voz diferente, con inteligencia, versatilidad, sentido del humor, que, además de su labor específica, realizaba imitaciones de personajes. Con 47 años de trayectoria, trabajó esencialmente en los años dorados de la radio y en casi todas las emisoras, junto con Larrea, Mareco (fue esposa de ambos), Fontana, Juan Carlos Mesa, Nelson Castro, Blackie, Percivale, Jacobson, entre muchos otros. Leonor Ferrara se desempeñó en programas con distintos formatos, adaptándose a cada uno de ellos, y en los últimos años condujo sus propios ciclos en FM Urquiza, dedicados al cine. –Llevás casi 50 años de carrera junto con los grandes de la radio. –Heredé de mi padre, Alberto Ferrara [un hombre muy ligado a este medio], el amor y la pasión por la radio. Pisé diferentes estudios apenas comencé a caminar. Me recibí en el Iser en 1961, junto con Héctor Larrea, nos pusimos de novios y, en 1964, nos casamos. Tenía 20 años cuando rendí mi primera prueba en Splendid, frente a Aníbal Cufré. Y luego siguieron las suplencias y los reemplazos, generalmente de Rina Morán y de Beba Vignola, incluso en el Fontana Show, de Rivadavia. Fue en ese dial en el que hacía la mañana con Fontana y, en 1973, comencé por las tardes con Pinocheando por Rivadavia, con Juan Carlos Mareco. Ya separada de Larrea, surgió el romance con Mareco… El amor se terminó y, en 1975, entré a trabajar con Juan Carlos Mesa en Tenis de Mesa. –Sos de una generación de locutoras que no sólo leían la tanda. –Así es. Mesa te ponía el libreto sobre el escritorio y había que caracterizar un nene, una vieja, una italiana, una gallega, todo tipo de personajes. Con Fontana, igual. Y todo a primera vista, sin ensayos. Los dos eran terriblemente disciplinados y exigían mucho, pero eso nos daba un gran protagonismo. Con Juan Carlos Mesa estuvimos en Mitre y, después, pasamos a hacer La máquina de contar, producido por Fernando Marín en Belgrano, desde 1977 hasta 1983. Continué en Sábados para armar, con Andrés Percivale, un ciclo con alternativas de fin de

SOLEDAD AZNAREZ

“Hoy improvisan como si estuvieran en una mesa de café”, observa Ferrara, preocupada

semana, que con su experiencia y sus viajes Andrés lo fue virando a un divertimento musical. –Seguiste entre periodísticos y ciclos de espectáculos. –Trabajando en Continental hice La gallina verde, con Magdalena Ruiz Guiñazú, un ciclo inolvidable con destacados columnistas. Siguió La realidad, con Dionisia Fontán, Horacio De Dios y Raúl Calviño, y La tarde de Knitax, con Ernesto Schoo. Los domingos, en Las doce horas de la radio, empecé a trabajar con gente ligada al deporte y al espectáculo, como en Mitre, cámara, acción, con Jorge Jacobson y Emilio Ariño. Con ese programa, después pasamos a Del Plata. También destaco que fui productora de Mesa de noticias, en Canal 7. Con Mesa, nos queremos muchísimo; ir a trabajar con él era una fiesta. Luego seguí en radio Belgrano, porque yo creía mucho en la figura de Alfonsín. Conduje programas más que interesantes, como La historia de los golpes de Estado en la Argentina y La historia de la radio. Y en 1988, inicié mi labor en FM Horizonte, con la musicalización de Santiago Pont Lezica. Allí, en una entrevista, Jesús Quinteros me dijo: “Tú con una idea, cinco discos, un libro o

lo que quieras, le haces vivir al oyente lo que desees”. En 1992, comencé en Puntos de vista, con Nelson Castro, un periodista con el que aprendí mucho y con el que fue un placer trabajar, durante tres años. Seguí con Silvio Huberman y, además, adonde podía, hacía mi programa. Siempre fui cinéfila de alma y conduje varios programas. Mis últimos trabajos fueron en FM Urquiza, donde permanecí diez años en el aire. Hoy mi sueño es trabajar con Víctor Hugo. Lo admiro por el uso del lenguaje, el manejo de los silencios y el ritmo radial. –¿Qué diferencia ves entre las locutoras de tu generación y las actuales? –No puedo escuchar la radio porque me duele el estómago. Me doy cuenta todo el tiempo qué pasa en el estudio; observo, en general, la falta de vocabulario y para eso es muy útil la lectura. Creo que las chicas de hoy han retrocedido con respecto a nosotras. Antes nos sacaban el carnet si decíamos alguna mala palabra. El lenguaje de la calle no es el de la radio. Y lo que critico es que no tengan respeto por el oficio. Improvisan como si estuvieran en una mesa de café. Me preocupa el futuro de mi profesión.