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Ministrando gracia. En cualquier día podemos pronunciar millares de palabras, ¿pero cuántas realmente honran a Dios por servir a nuestro prójimo?
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PREFIRIENDOSE EL UNO AL OTRO Contribución

En el tema de amor fraternal, un hermoso versículo es Romanos 12:10: “Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra prefiriéndoos los unos a los otros.” ¿Cómo expresamos este amor ferviente a los hermanos? ¡Dando preferencia al otro! Y existen muchas maneras para hacerlo. ¿No se siente encantado el padre al ver a un hijo siendo de bendición para sus otros niños? Es así con el Padre Celestial. 1. Ministrando gracia. En cualquier día podemos pronunciar millares de palabras, ¿pero cuántas realmente honran a Dios por servir a nuestro prójimo? El mandato es que, en amor, hablemos para administrar gracia a nuestros oyentes (Ef. 4:29). Mientras caminamos por el campus, por nuestra vecindad, en el trabajo, en la casa, tengamos presente el propósito de bendecir o edificar al otro de alguna manera, para animarle o alegrarle o enderezarle. Él sea tan importante para el reino de Dios que nosotros. En todo hemos de buscar el bien del vecino. 2. Cumpliendo promesas. A veces qué tentación experimentamos de darnos preferencia a nosotros mismos para servirnos. Si nos comprometemos con alguien y luego encontramos otra oportunidad que nos agrada más, ¿no sufrimos la tentación de obviar al primero para seguir al segundo? Siempre podemos explicar después al primero, “No pude cumplir porque tuve que ir con el otro”. Tal perversión de la honestidad no agrada a Dios. Como dijo alguien, “¡No hay ‘pero’ que valga!” Una buena lección de la Biblia respecto a esto de cumplir promesas sería lo del copero en Génesis 40, el cual falló a José y lo dejó en la cárcel. Y más significante aun es la admonición directa de Dios que cuando hacemos un voto ante él, debemos cumplirlo. 3. Respetando la propiedad del otro. Algo curioso acerca de esto es la ley de los bueyes y los corderos en Deuteronomio 22. Dice que si encontramos un animal desviado del vecino vagando en nuestro terreno, es nuestro deber cuidarlo hasta que podamos entregarlo al vecino. Seguramente el principio aquí es amor, que lo del hermano nos importa. Entonces ¿si aceptamos algo prestado, lo guardamos hasta que el otro venga por él? (Y pensamos que posiblemente él vaya a olvidar del préstamo.) ¿No hemos de asegurarnos de recordarlo para devolverlo al dueño? Así demostramos que somos santos (apartados) y deseamos agradar al Señor y a los hermanos. En una multitud de ocasiones, el Señor nos va a enseñar oportunidades para vivir una vida de amor fraternal y “así cumplir la ley de Cristo.”

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