Cultura
Página 22/LA NACION
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Domingo 18 de marzo de 2007
El documento de Benedicto XVI: cómo impacta en la Iglesia argentina
“No es un retorno a la época preconciliar” Monseñor Delgado, arzobispo de San Juan, dijo que muchas de las recomendaciones del Papa ya se aplican en la acción pastoral Por Mariano de Vedia De la Redacción de LA NACION Las misas con guitarras, el saludo de la paz y las celebraciones litúrgicas en la lengua y el estilo de cada pueblo gozan de buena salud y no corren riesgo de extinción. Lo que el Papa quiere, se indicó, es preservar la unidad y no desvirtuar el sentido universal del mensaje de la Iglesia. Así lo expresaron a LA NACION obispos y sacerdotes consultados para explicar el alcance del último documento del papa Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis, en el que ratifica la imposibilidad de comulgar de los divorciados vueltos a casar y pide favorecer el uso del latín en algunas partes de la misa (no en las homilías y lecturas) y valorar adecuadamente el canto gregoriano. “El plan de Dios no es para complicarle la vida al hombre, sino para ayudarlo a descubrir el camino de la máxima felicidad”, dijo a LA NACION el arzobispo de San Juan, monseñor Alfonso Delgado, que preside la Comisión de Liturgia del Episcopado. Y explicó que el mensaje del Papa no contiene ni un retorno a la época preconciliar ni nada que implique alejar a los fieles de la Iglesia. “Hay expresiones estéticas que tienen valor en sí mismas más allá del idioma. Uno no imagina que los Rolling Stones, por ejemplo, canten en las giras en el idioma del país que visitan. También los conjuntos de tango recorren el mundo y hablan hasta en lunfardo, sin traducir las canciones. Todos aprecian y disfrutan del valor estético, más allá de entender las palabras de cada tema”, expresó, en tanto, el obispo de Gualeguaychú, monseñor Jorge Lozano. A pesar de tener procedencias y misiones pastorales distintas –Lozano acompañó a los familiares de Cromagnon y ahora convive en Gualeguaychú con el reclamo por las papeleras uruguayas; mientras que Delgado, formado en el Opus Dei, tiene a su cargo el estudio de los temas litúrgicos en el Episcopado–, ambos obispos coincidieron en que el documento requiere varias lecturas, por su profundidad y riqueza. Y advirtieron que el texto es fruto de la reflexión de toda la Iglesia, expresada en el Sínodo de Obispos de 2005. “En una decisión sin precedente, Benedicto XVI publicó inmediatamente las recomendaciones y propuestas de los padres sinodales, que se pueden bajar por Internet”, precisó Delgado. También el rector del seminario metropolitano de Buenos Aires, padre Daniel Fernández, aclaró que las indicaciones del Papa para favorecer el uso del latín no implican un retorno al antiguo rito tridentino, que es la liturgia defendida por los seguidores del ex arzobispo Marcel Lefébvre. “Son dos cosas distintas. Una es el uso del misal anterior al Concilio Vaticano II, que está en latín y responde al rito tridentino, y otra es la misa según
el misal actual, que tiene una traducción en latín”, explicó Fernández. Las diferencias fueron marcadas en el Concilio Vaticano II, que permitió el uso extendido de distintas lenguas en la misa, le dio mayor unidad a la liturgia e incorporó nuevas plegarias eucarísticas, como la oración de los fieles. Todo esto se mantendrá. Respecto de la formación de los futuros sacerdotes, que según el Papa deben prepararse “desde el seminario para comprender y celebrar la misa en latín”, el padre Fernández dijo que en los seminarios argentinos no habría necesidad de hacer cambios. “Los seminaristas salen capacitados para comprender e interpretar los textos litúrgicos latinos adecuadamente”, dijo el rector.
Recuperar las raíces cristianas, la prioridad del pontífice alemán En abril cumplirá dos años de mandato Por Elisabetta Piqué Corresponsal en Italia
El saludo de la paz “Muchas de las recomendaciones del Papa ya se aplican y otras hay que potenciarlas, como la recuperación del sentido de algunas partes de la misa, sin que ello implique grandes modificaciones”, dijo el arzobispo Delgado. Se refirió, por ejemplo, al saludo de la paz, cuyo significado a veces se desvirtúa cuando los fieles empiezan a desplazarse por el templo para saludar efusivamente a un amigo. “El gesto litúrgico apunta a saludar al hermano que está a mi lado, sea quien sea y aunque no lo conozca. Es un paso de conversión que expresa un gesto del corazón, no un acto protocolar. Después de la misa habrá tiempo para saludar a los amigos”, explicó. “El Papa rescata en su mensaje las diversas tendencias y tradiciones tan loables y expresa que se valore adecuadamente el canto gregoriano, como lo han pedido los obispos en el Sínodo”, expresó Lozano. Agregó que mucha gente concurre hoy a los monasterios para escuchar canto gregoriano, lo que no implica que su uso se vaya a extender a todas las celebraciones. “Los divorciados vueltos a casar siguen siendo tan católicos como el Papa y los obispos. No pueden comulgar porque tienen un obstáculo que no les permite llegar a la plenitud de unión con Jesús. Pero si ponen el esfuerzo en Dios, mantienen la vida de oración, Dios no los va a dejar de lado”, sostuvo el arzobispo Delgado. Tras mostrarse comprensivo con las personas que se encuentran en esa situación, Delgado señaló que el propio documento instruye a los tribunales eclesiásticos a que actúen con prontitud para pronunciarse cuando “existan dudas legítimas sobre la validez del matrimonio sacramental contraído”. Al señalar que “el plan de Dios ayuda a descubrir el camino de la máxima felicidad en este mundo y en la vida eterna”, el arzobispo de San Juan señaló: “Si uno quiere ir a contramano puede hacerlo, pero no llegará a la verdadera felicidad”. Con la colaboración de Silvina Premat
AP
Benedicto XVI, ayer, en la Basílica de San Pedro
La polémica por el latín ROMA (De nuestra corresponsal).– En su exhortación apostólica, Benedicto XVI deja en claro su profundo apego a las tradiciones llamando a un mayor uso del latín y de los cantos gregorianos en las misas, algo que muchos consideran una vuelta al pasado. Más allá de que es un dato biográfico la afinidad personal de Ratzinger con el tradicionalismo católico preconciliar, lo que preocupa ahora es la inminente publicación de un motu proprio que liberalizará el uso de la misa “tridentina”, es decir, la misa preconciliar en latín. Según algunas fuentes a raíz de este documento –que debería publicarse antes de Pascua–, ya no se necesitará más la autorización de un obispo para celebrar misa en latín.
Se trata de una decisión que determinará un gesto de reconciliación hacia los sectores ultraconservadores lefebvrianos (separados de Roma), pero que para algunos sectores progresistas de la Iglesia podría significar un paso hacia atrás y caer como una bomba. Lo paradójico es que en los ámbitos ultraconservadores –que impulsaron la candidatura de Ratzinger– tampoco están contentos, porque creen que Benedicto XVI no es suficientemente drástico. Para ellos, por ejemplo, es demasiado “tibio” afirmar que “sería bueno” usar el latín en las celebraciones que tienen lugar en los encuentros internacionales (tal como escribió el Papa en la exhortación), sino que hace falta tomar medidas más radicales.
ROMA.– El 16 de abril próximo Joseph Ratzinger cumplirá 80 años. Tres días después, el 19, cumplirá dos años como papa. Se trata de dos fechas importantes que, sobre todo a la luz de la última exhortación apostólica Sacramentum Caritatis (Sacramento del Amor), que hizo pública el martes último, llevan a preguntarse hacia dónde va el pontificado de Benedicto XVI. Más allá de las evidentes diferencias de estilo y carácter entre él y su mediático y carismático predecesor, algunos expertos perciben cierta perplejidad. Aunque sin duda el pontificado de Benedicto XVI muestra signos de continuidad –muchos lo consideran un papa “de transición”– y una de sus prioridades es combatir el relativismo, en estos dos años parece haberse concentrado en que los católicos se reconecten con las verdaderas raíces de su fe cristiana, mostrándose quizá pasivo frente a otras cuestiones que enfrenta la Iglesia. “Las 130 páginas de la exhortación apostólica representan ese programa de gobierno que Benedicto XVI no ha presentado después de su elección”, opinó Marco Politi, vaticanista de La Repubblica. “En sus intenciones está el proyecto de educar al catolicismo contemporáneo para que redescubra la belleza, el misterio y la esencialidad de la celebración eucarística; el proyecto de formar un clero al servicio de la liturgia, sin protagonismos e improvisaciones, en síntesis, es un programa de rigurosa espiritualidad”, escribió. Para este experto, “espiritualidad y rigor no alcanzan, y Ratzinger renuncia a enfrentar situaciones de crisis, que desde hace tiempo esperan solución”. En el segundo documento de tipo doctrinal del papa alemán –resultado de las conclusiones a las que llegaron más de 250 obispos durante el Sínodo de octubre de 2005 sobre la Eucaristía–, Benedicto XVI confirmó su negativa a la comunión para los divorciados católicos vueltos a casar (a menos que la pareja viva sin tener relaciones sexuales) y el carácter obligatorio del celibato sacerdotal; descartó así la ordenación de hombres casados de “virtud probada” (viri probati), que para muchos hubiera sido una forma valiente
de responder al problema de la escasez de sacerdotes en el mundo. Varios observadores destacan que, contrariamente a la imagen de Joseph Ratzinger como duro custodio de la ortodoxia en la Congregación de la Doctrina de la Fe, dispuesto como un tanque a pisar a sus opositores, nada de eso se ha visto desde su elección pontificia. Al contrario, el tímido y amable pontífice alemán, que siendo cardenal había hablado de la necesidad de una profunda reforma de la Curia, no emergió como un hombre de decisiones rápidas y gobierno fuerte. Si bien muchos pensaban que al no ser joven iba a tomar decisiones deprisa, la lentitud en los cambios ha sido una constante, sin contar que muchos prelados se han resistido a sus deseos de recambio.
El valor de la diplomacia Benedicto XVI ha optado por rodearse en el Vaticano por gente de extrema confianza, como su número dos, el cardenal Tarcisio Bertone, un secretario de Estado, en su momento criticado por carecer de experiencia diplomática. Si bien pretendió quitarle protagonismo al papado –“desearía que fuera menos visible en el escenario internacional y más concentrado en Dios”– Ratzinger se dio cuenta de que ello es imposible. “Esto quedó demostrado con el traspié de Ratisbona (cuando pronunció un discurso que ofendió a los musulmanes), que sólo pudo ocurrir porque Ratzinger pensó que podía gobernar con menos diplomacia vaticana... Pero que finalmente fue salvado por la diplomacia”, estimó un observador. Adaptándose a su nuevo rol, Benedicto XVI dio como papa pasos que jamás hubiera dado como cardenal: rezó en una mezquita de Estambul para sanar las heridas que había abierto sin querer con el mundo musulmán. “En la exhortación apostólica Benedicto XVI dice que los sacerdotes no deben ponerse a sí mismos o sus opiniones en primer plano, y eso es justamente lo mismo que piensa sobre el papado”, explicó una fuente vaticana. “Benedicto XVI –agregó– combate el hecho de que se metió en los zapatos de cuatro papas que fueron grandes figuras de la historia (Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II) y que le dieron al papado un rol protagónico. Hoy advierte que ya no puede volver atrás.”