La reinvención argentina

28 jun. 2013 - se vio Toni, un film de Jean Renoir, de. 1935. ... que resulte escandaloso en el film, pero algunos ... un libro de memorias, Io, BB e l'altro 68,.
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Viernes 28 de junio de 2013 | adn cultura | 3

CróniCas de la selva

La reinvención argentina Hubo tiempos en que nuestro país era sinónimo de América, como lo recuerdan una joya fílmica y las peripecias vitales de un afamado casanova Hugo Beccacece | para la nacion

“L

o único importante en la Argentina son las distancias.” La ocurrencia de Manuel Mujica Lainez tiene mucho de cierto y no sólo para las distancias dentro de la Argentina, sino incluso para las que la separan del resto del mundo. Ese aislamiento promete la paz a los que escapan de la historia trágica de otros países, pero también a quienes huyen de sus propias historias y buscan reinventarse una vida en un lugar desconocido. Es la meta imaginaria, que los habitantes de los países centrales consideraron, durante casi todo el siglo XX, una utopía. El lunes pasado, en el ciclo “Rebeldes, solitarios y malditos” que se proyecta en la Sala Leopoldo Lugones, se vio Toni, un film de Jean Renoir, de 1935. Está basado en un hecho real. A la Provenza llegaban por esos años los inmigrantes italianos y españoles en busca de trabajo. Trataban de adaptarse a la nueva tierra, de asimilarse a otras costumbres, mientras cantaban las canciones de los pueblos que habían dejado atrás. Entre esos recién llegados está Toni, un italiano, y su mujer, Marie. Toni se convierte en el amante de la española Josefa, una mujer provocadora, casada con Albert, el capataz de Toni. El trío termina con la muerte de los dos hombres y con Josefa en cárcel. Cuando los protagonistas tratan de fugarse de la realidad sin esperanza en la que se hallan sumergidos, piensan en cruzar el océano para llegar, naturalmente, a la Argentina. No dicen América, dicen la Argentina, como quien dice el Paraíso, un espacio en el que es fácil volver a empezar porque quizá se lo imaginan sin leyes.

El escritor y cineasta Marcel Pagnol, autor de las piezas Topaze y Marius, fue el productor de Toni. Había nacido en el sur de Francia. Hacia finales de la década de 1920, cuando ya era un autor de teatro rico y famoso, se entusiasmó con el cine sonoro y levantó sus propios estudios en los alrededores de Marsella. En 1934, filmó Angèle, una película basada en la novela Un de Baumugnes, de Jean Giono, sobre una joven campesina que, seducida,

se prostituye y termina por redimirse. A Pagnol le gustaban los temas y los tratamientos crudos, pero sabía que los finales felices y edificantes tenían éxito de público. El final de Angèle le permitió darle a Renoir toda la libertad que éste quería para hacer Toni sin ninguna concesión. Ningún actor de Toni fue maquillado. Muchos de los papeles fueron interpretados por lugareños que hablaban en dialecto. Las mujeres eran atractivas, no los hombres. La audacia de algunas escenas hizo que la censura interviniera. Aun así, el público burgués toleró con dificultad la obra. Hoy, no hay nada que resulte escandaloso en el film, pero algunos pasajes son de una modernidad y belleza sorprendentes, como la carrera final de Toni por el puente y las vías del ferrocarril, que fue retomada décadas después por otros cineastas con actores de más glamour. Se dice que Luchino Visconti fue asistente de la película, aunque no figure en los créditos. Parece más bien que presenció la filmación y, de un modo ocasional, ayudó en algunos momentos; de todos modos, tomó buena nota de lo que vio para Obsesión, La tierra tiembla y Rocco y sus hermanos (donde también hay inmigrantes, aunque no sueñen con venir a la Argentina). Fue el modelo de playboy durante un decenio, entre 1964 y 1974. Era el rey de las noches de Saint-Tropez en su juventud y murió allí, imprevistamente, hace cuatro días, a los 69 años. También él fue un inmigrante italiano en la Argentina; por cierto, nada pobre y muy distinto del que hubiera sido Toni, el personaje de Renoir. Gigi Rizzi llegó al país en busca de una vida nueva, alejada de los escenarios en que había alcanzado la fama en las tapas de las revistas. ¿Quién no tenía presente en aquel tiempo una de sus fotos del verano de 1968? A los pies descalzos de Gigi (un muchacho delgado de cara llamativa, torso desnudo y jeans ajustados), está Brigitte Bardot, tendida sobre un muelle de SaintTropez, sumisa y satisfecha como una fiera que ha tenido lo suyo. BB era por entonces la mujer más hermosa del mundo y Gigi,

como productor de Toni, le dio a Jean renoir la oportunidad de filmar con total libertad, incluyendo escenas que eran audaces para la época Marcel Pagnol cineasTa y escriTor

el bon vivant italiano, figura del jet set de los años sesenta, vino a la argentina a redimirse, con éxito, de sus juveniles excesos europeos gigi rizzi

playboy y acTor

el hombre más envidiado. Ella tenía 34 años; él, 24. Estuvieron juntos tres meses. Ese lapso bastó para darle al italiano un renombre internacional. Era el modelo de playboy, a pesar de que no tenía mucho dinero. Con un grupo de amigos, un año antes, en 1967, había abierto en Milán la primera discoteca de Italia, la Number One. Tuvo un éxito inmediato, y eso lo llevó a abrir otra del mismo nombre en Roma, en 1969. Todo se vino abajo cuando en 1972 la policía encontró cocaína en los baños. Gigi era muy fotogénico y los directores de cine quisieron aprovechar la celebridad de ese rostro. Sólo trabajó en cinco films. Uno de ellos, Roma bene, de Carlo Lizzani, muestra la rutina de cafés, yachts y grandes residencias de quienes imitaban la dolce vita, pero diez años más tarde. A mediados de la década de 1970, Gigi llegó a la Argentina y se compró un campo. Tuvo que talar árboles para poder cultivar maíz, soja y porotos. Se convirtió en Luigi Rizzi. ¿Quién podía asociar a Luigi con Gigi? Se casó con una argentina, Dolores Mayol, tuvo hijos y nietos. Escribió un libro de memorias, Io, BB e l’altro 68, donde cuenta la vida de la juventud dorada en Saint-Tropez; por cierto era un 68 muy distinto del que vivían los muchachos que arrancaban los adoquines de las ciudades europeas para hacer la revolución. Según Rizzi, las dos, la juventud de Saint-Tropez y la de París, eran revolucionarias, cada una a su modo. El mismo Gigi dejó dicho lo que significó su campo de la Argentina para él: “Me puse con todo en ese agujero del culo del mundo para no ser banal, vacío, infantil. Aquí Gigi Rizzi es simplemente el señor Rizzi y no huele por la mañana a whisky y Chanel. Aquí nadie te regala nada y si aprendes a hacer de agricultor, es mérito de tu trabajo y de tus sacrificios”. Hay ciertas figuras que encarnan los espejismos de placer, rebeldía y desparpajo de una generación; parecen tenerlo todo con facilidad, hasta que les llega el momento de la redención. Algunos de esos íconos eligieron redimirse dentro de estas fronteras… trabajando. Curioso destino geográfico y espiritual. C