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Una hipótesis inquietante, pero fascinante
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La Argentina sin el campo
Supongamos por un momento que el país no tiene campos cultivables. No dispone de superficies sembrables, no tiene el clima adecuado, no produce ni lo que consume su población. Ni hablar de exportar. ¿Cómo sería este país? Si este escenario fuera realidad, ¿cómo se reemplazaría los US$ 35 a 40 mil millones anuales que proveen la venta de estos productos? Hay que indagar con qué se reemplazaría. Tal vez la minería podría tener un gran desarrollo que aporte divisas genuinas. Pero hay que ver cómo encaja el
perfil de un país minero con nuestra realidad. Lo que se llama la “industria del conocimiento” (en especial software) ya está aportando 8% de las actuales exportaciones. ¿Hasta dónde podría crecer? Algunas actividades que están en la vanguardia tecnológica, como la biotecnología, o la industria farmacéutica, podrían ser nuevas estrellas del firmamento exportador. El turismo internacional podría ser una fuente importante de divisas.
Por Leandro Africano Mercado invitó a diversos especialistas a imaginar la Argentina sin la economía agropecuaria. Con miradas diversas y hasta antagónicas se pensaron diversos escenarios para pensar cuál es verdadero potencial del país si no pudiera o quisiese depender de la producción agropecuaria. Según la última entrega del Monitor de las Exportaciones, herramienta que elabora mensualmente la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional (AAICI), en los primeros 10 meses del año las exportaciones subieron 3% y superan los US$ 50.000 millones, gracias al impulso de los combustibles y a pesar de la sequía que paralizó al complejo sojero. El análisis detallado de este informe permite entender el motivo real para pensar una Argentina paralela: las exportaciones de fibra de algodón se multiplicaron por 15 y las de lanas sucias crecieron 75%; aumentaron las exportaciones de productos agroindustriales, como leche en polvo (+73%), queso (+62%), jugos de uva (+61%) y yerba mate (+32%), a pesar de la baja del 15% en la venta de aceites. La venta de utilitarios subió 23%, principalmente por compras provenientes de Brasil; el hierro y el acero subieron 82% sus ventas, mientras que los productos de papel y cartón lo hicieron al 31%. Se destaca también un crecimiento del 11% en las ventas externas de medicamentos y los carburantes aumentaron su facturación en 102% y explicaron el crecimiento mensual de las exportaciones de combustible y energía. En este escenario planteado por los datos, el puntapié inicial lo da el profesor del IAE Business School y doctor en dirección de empresas, Eduardo Fracchia. “La idea de cambiar la esencia de la economía argentina para no depender del campo se pensó seriamente en la década del 70 y fue en esos momentos en que hubo chances. Había básicamente manufacturas industriales en diferentes rubros con muchas oportunidades de expansión como autopartes, los tubos de acero sin costura, la fabricación de maquinaria y la industria petroquímica. Ahora deberíamos pensar en una economía de servicios del conocimiento y software”. “Hoy, el objetivo propuesto por el mismo ministro de Producción, Dante Sica, es triplicar las exportaciones en 12 o 15 años, es decir pasar de 60 a 180 mil millones de dólares.
“Ese volumen cambiaría la matriz de la economía nacional. Solo queda definir qué sectores serán los que exporten más. Sabemos que no podemos exportar mano de obra de barata, sino que tenemos que ir más a sectores de nicho con mano de obra cara y de perfil científico tecnológico, como por ejemplo lo que hace el INVAP. Y así aparecen sectores como la bioeconomía o fabricación de maquinaria industrial para el agro y por supuesto la energía. Además hay que pensar que las empresas deben pensarse más en el mercado externo que en el interno: hoy sobre casi 800 mil Pymes solo exportan regularmente 9.000”, sentencia Fracchia.
Dimensiones del aporte del agro Javier Cao, responsable de equipo de sectores de la consultora ABECEB toma la posta y aporta una respuesta a esta compleja cuestión. “Para comenzar a responder esta pregunta, comencemos por cuantificar un poco el aporte del sector. Si incluimos la fabricación de alimentos y bebidas, veremos que representa 15,3% del PIB. En cuanto al empleo privado registrado, el peso relativo es del 11,2%. Pero hay otra variable en la cual el agro tiene un rol preponderante: las exportaciones”. “Del total de bienes exportados en 2017, un 60% (US$ 35.000 millones) corresponde a commodities agropecuarios o alimentos. Este aporte resulta fundamental porque permite obtener las divisas requeridas por otros sectores de la economía que resultan importadores netos. De hecho, históricamente la economía Argentina ha estado sujeta a ciclos económicos debido a una restricción externa (falta de divisas), que en muchos casos recrudecía ante malas campañas agrícolas”. “Esto nos permite tomar un punto de parti-
da para responder la pregunta inicial. ¿Qué sería de la Argentina sin el campo? Hay dos opciones. Una es resignarse a una reducción importante de los salarios en dólares para equilibrar las cuentas externas. Más allá del potencial de desarrollo industrial exportador de largo plazo, este escenario tendría un impacto inicial negativo sobre las condiciones de vida de la población. La otra es pensar una Argentina en la que el agro es reemplazado por otros sectores con potencial exportador, que sustenten la demanda de divisas para apuntalar las necesidades de la industria”. “En último caso ¿qué sectores podrían impulsar el crecimiento con ventas orientadas al mercado externo? En primer lugar, hay que pensar en los recursos naturales que actualmente están sub-aprovechados en Argentina: los hidrocarburos y la minería. En lo que respecta al sector petrolero, basta una comparación: Vaca Muerta, que no tiene nada que envidiar a los yacimientos de shale de EEUU en cuanto a condiciones geológicas, equivale a 6 veces el área de Eagle Ford, cuya producción de petróleo más que duplica el total extraído en Argentina. En una proyección optimista como la del Ministerio de Energía, Argentina podría producir hasta 400 millones de m3 diarios de gas y 1,5 millones de barriles diarios de crudo. A precios actuales, implica un incremento de US$ 30.000 millones en la producción, que deberá buscar destinos externos”. “En cuanto a la minería, si planteáramos un escenario optimista en que todos los proyectos avanzados pueden desarrollarse exitosamente, las exportaciones podrían pasar de US$ 3.900 millones a US$ 6.400 millones, donde el crecimiento es explicado fundamentalmente por dos minerales: el litio y el cobre. En el primer caso, el potencial de producción de los proyectos en curso es de 388 mil toneladas (hoy se producen 55 mil), lo que transformaría al país en el primer productor mundial”. “Ambos sectores podrían a su vez tener un fuerte impacto en lo que respecta a la generación de empleo local. Si se logra desarrollar una industria minera y petrolera de tamaño considerable, sería posible generar un entramado industrial que abastezca a estos sectores no solo en cuanto a los servicios principales, sino incluso con fabricación de maquinaria especializada, tal como se avanzó en su momento en el caso de la maquinaria agrícola. A su vez, la existencia de gas barato podría impulsar el crecimiento de in-
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PORTADA | dustrias transformadoras como la siderurgia o la petroquímica, que en los últimos años se han estancado debido a la falta de insumos”. “La segunda opción para Argentina es explorar su otra ventaja comparativa: una mano de obra relativamente calificada que permitiría desarrollar tanto una industria de servicios exportadores (por caso, el software o industria de la biotecnología. Esta posibilidad es atractiva dado que estos sectores están asociados a mejoras tecnológicas y aumentos de la productividad continuos, y no dependen de la explotación de recursos no renovables. Sin embargo, también es más compleja. Impulsar el crecimiento en esos rubros requeriría de una política industrial activa que fomente transversalmente una mayor inversión en investigación y desarrollo por parte del sector privado; así como la radicación de empresas líderes (en los segmentos que requieren mayor escala) y el surgimiento de pymes innovadoras”. “De una forma o de otra, lo cierto es que esta pregunta sirve para entender que Argentina tiene muchos más recursos para aprovechar que solamente la producción de alimentos. Y que pueden ser aprovechados no para “reemplazar” la producción agropecuaria como en este caso hipotético, sino para adicionarse a ella, lo que permitiría impulsar el crecimiento en el mediano plazo”.
Sin dependencia rural exclusiva Aníbal Carmona, presidente de la Cámara Argentina de la Industria del Software, CES-
SI suma su punto de vista al debate: “Hoy es realmente impensable e inimaginable una Argentina sin todos sus sectores productivos actuales, en particular el campo, que justamente es uno de los grandes motores del crecimiento y el desarrollo del país, y el alimento del que dependen millones de personas en el mundo. Lo que si se debe pensar, es que no se puede depender solamente del campo, y que mientras este sector hace su gran aporte a la Argentina, el resto de los sectores deben agudizar su ingenio para realizar su contribución. Y uno de los sectores claves para generar mayor prosperidad es indudablemente la industria argentina del software.” “Un país que incorpore la transformación digital a sus políticas, es un país que se compromete a la reinvención y a un cambio cultural que afecta positivamente a todos los procesos, hábitos y comportamientos de personas y organizaciones, ya que, gracias
a las tecnologías digitales, mejoran su capacidad de hacer frente a los desafíos. Aquellas economías que han apostado a las nuevas tecnologías y a la economía digital son las que más han prosperado y así lo demuestra el World Economic Forum, afirmando una relación directa entre inversión en digitalización, aumento de PIB y descenso de la desocupación”. “En la vida de todas las personas el software pasó de estar presente a ser omnipresente, se encuentra en todos y cada uno de los diferentes ámbitos en que incursionamos. Vivimos en un contexto inmersivo y disruptivo de transformación digital, en donde la tecnología atraviesa, complementa y modifica los sectores productivos, generando un verdadero impacto y crecimiento en los negocios. Si bien siempre visualizamos que lo innovador y tecnológico son la regla del futuro, podemos asegurarnos que traer el futuro al hoy es incorporar el software a nuestra cotidianeidad”. La realidad actual es que tanto el software, como la inteligencia artificial, la robótica, la nube, la impresión 3D, la realidad virtual, IoT, el big data, potencian profesiones desde la medicina, la ingeniería, la ciencia, la arquitectura, la educación, y muchas otras. “Según el informe realizado por FIEL a pedido de CESSI “La Economía de la Industria Argentina del Software”, la dinámica de creación de empleos y empresas en la industria es superior a todos los sectores de la economía con solo 4,7% de informalidad, y con salarios 40% superiores a la media. Esto indica que es un sector que brinda grandes oportunidades y beneficios a todos aquellos que se interesen
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Activos y desafíos del sector fabril Tomás Canosa, Jefe del Departamento PyMI y Desarrollo Regional de la Unión Industrial Argentina (UIA) aportó su visión. “La industria manufacturera habla a diario con el sector del agro, de la construcción y de los servicios. Por lo tanto, el modelo de desarrollo de Argentina no puedo pensarse sin contemplar los activos y potenciales que tenemos en las diversas actividades. Una Argentina sin la construcción o el agro, por ejemplo, impactaría negativamente en la producción industrial. Sin embargo, el ejercicio propuesto para esta nota sirve para refrescar algunos datos sobre la importancia de la industria manufacturera que a veces no tenemos muy presentes”. Por un lado, la industria sigue siendo una activi-
dad indispensable para generar empleo de calidad. En la industria manufacturera los salarios son 25% mayores al del promedio de la economía. Según un análisis de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC realizado por el Centro de Estudios de la UIA, el 80% de los trabajadores industriales que dejan las fábricas consiguen un empleo en la informalidad o con menor salario que el que percibían en la industria. Por el otro lado, a pesar de la delicada coyuntura y los desafíos para incrementar las exportaciones, en Argentina el 86% de las compañías que vendieron al exterior en 2017 son industriales, según la información del Ministerio de Producción y Trabajo”.
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PORTADA | por descubrir lo enriquecedor de la industria”. “Además, el sector destaca la superación en la participación en el comercio mundial con un 0,46% a todos los sectores de la economía argentina salvo, justamente productos agrícolas y alimentos. También, el estudio afirma que los gastos tributarios realizados en la industria del software en Argentina equivalen a sólo 3,79% del total de los fondos dirigidos a regímenes de promoción y 0,76% de los gastos tributarios totales de Argentina, y que el costo fiscal neto de la promoción respecto de los efectos positivos sobre actividad, empleo y ventas al sector externo, lo compensan más que holgadamente”. “Sin embargo, para que un país enfocado en fortalecerse y descubrir la transversalidad del software en los diferentes ámbitos sea posible, es necesario contar con talento informático capacitado. Ningún país, ni ninguna economía podrían funcionar sin el talento, que es la nueva escasa moneda, el único y verdadero capital para que la sociedad crezca sin fronteras”. “Creemos que a futuro la industria del software salvará los años de sequía, ya que lo único que puede afectar esta industria es no asignar presupuesto a la educación pública o no invertir fuertemente en I+D+i, ya que es la industria que más oportunidades ofrece a la sociedad en la provisión de los genuinos dólares que ofrece la exportación de sus bienes digitales y servicios asociados. Hoy, la industria es un sector pujante para el país, con la capacidad de generar empleo de calidad a nivel federal, e insertar a los jóvenes y a la industria argentina en el mundo”.
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Para pensar en la agro dependencia Andres Pallaro, director del Observatorio del Futuro de la Universidad Siglo XXI señala que “parece lejano e imposible. Privarnos de nuestra principal riqueza, el campo y sus derivados. Pero vale el ejercicio, sabiendo que hace décadas nos debemos escenarios estratégicos sostenibles para achicar esta dependencia. Y más aun, cuando crecen las manifestaciones de un planeta estresado por la acción de las personas, como sequías, inundaciones, tsunamis y destrucción de ecosistemas. Pensar Argentina sin el flujo de fondos y productos que el campo genera debería ser un ejercicio de prospectiva al máximo nivel. Aunque sabemos que el corto plazo nos devora”.
En su explicación Pallaro expone: “Podríamos, en este ejercicio, plantear algunas hipótesis, verosímiles si Argentina se embarcara en una verdadera revolución productiva soportada en acuerdo estratégico entre los actores políticos, económicos y sociales. Por ejemplo, la Argentina de los servicios basados en conocimiento (SBC). Supone encontrar el multiplicador óptimo para una dinámica en marcha y que tiene al software en su epicentro. Sumando a servicios de ingeniería, arquitectura, financieros y otros que integran la categoría, constituye el segundo grupo exportador del país, con US$ 7 mil millones en 2017. Tenemos condiciones (talentos, empresas, casos de éxito, tipo de cambio competitivo ahora, etc.) para expandir esta industria de alta demanda en el mundo y fuerte generación de empleos, propios de la disrupción digital (directos e indirectos)”. “Las industrias culturales y creativas constituyen otra hipótesis de una nueva Argentina productiva. Hoy ya superando el 4% del PBI y generando más de 400 mil empleos, este amplio sector de la economía podría multiplicarse, a través de incentivos adecuados para potenciar las ventajas competitivas y nuestros talentos reconocidos en el mundo. Contenidos, productos artísticos, videos juegos (95% ya se exporta), cine, publicidad, servicios creativos, son algunas manifestaciones de esta industria que promete mucho empleo en mundo cruzado por inteligencia artificial”. “La naturaleza, aun privados de cosechas de alimentos, podría seguir generando externa-
lidades en Argentina del futuro. Minería, pesca y energías renovables, a través de compañías que hayan evolucionado sus modelos de negocios, ampliado la escala a través de adecuados incentivos del Estado y dotadas de procesos limpios y respetuosos del ambiente, podrían impactar en PBI, exportaciones y empleos. Nuestra amplia y diversa geografía habilitan proyecciones muy generosas”. “Salud, educación y turismo, enormes sectores enriquecidos por nuevas modalidades y servicios para el cuidado, el bienestar y el aprendizaje de personas, familias y grupos, tienen amplias posibilidades de convertir a la Argentina en referente de impacto mundial. Ya sea recibiendo visitantes / clientes a tasas crecientes o bien produciendo y exportando productos y servicios propios de estas economías de servicios que no paran de crecer apalancadas por nuevos dispositivos tecnológicos (Edtech, healthtech, etc.) y nuevas demandas en el mundo. En estos cruces de disciplinas específicas con la tecnología y la ciencia, aparecen además grandes perlas que ya prometen en Argentina, como la biotecnología, hoy sector en clara evolución a partir de esfuerzos sistémicos que se están haciendo, especialmente desde la Cámara argentina de Biotecnología”. “Nada de esto sería fácil. Nos obligaría a superar debates estancados (como el futuro del régimen promocional para industria electrónica en Tierra del Fuego), pero los imposibles lo son hasta que el liderazgo en circunstancias propicias, los derriban”.
La hora de la Industria 4.0 El managing director de la consultora de negocios Boston Consulting Group, Rodrigo Rivera, tiene sus fundamentos para pensar una Argentina diferente: “Es difícil imaginarse a nuestro país sin el campo. Actualmente producimos por año 130 millones toneladas de granos, 5 millones de toneladas de carne y 10 mil millones de litros de leche. Esto nos lleva a que una parte importante de nuestro PBI (casi 9%) sea fruto de esta producción y mayor aun es el peso del campo (manufactura de origen agropecuaria y productos primarios) en nuestras exportaciones (60%). Reemplazar esta producción requeriría un esfuerzo colosal y no garantizado. Dentro de las áreas que podrían ayudar están la Industria 4.0 para aumentar productividad en la industria
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PORTADA | manufacturera, y también impulsar el desarrollo de la economía digital del país”. “La industria ha atravesado diversas revoluciones en la historia, comenzando por el motor a vapor, que impulsó la primera gran revolución industrial en el siglo XIX, la electricidad en el siglo XX y la computarización en gran escala en los años 70. Hoy la industria atraviesa una cuarta revolución basada en las tecnologías digitales: robótica, Internet de las Cosas, manufactura aditiva y realidad aumentada, entre otras. Los países cuyas industrias puedan implementar estas tecnologías verán impactos positivos en su productividad y en la competitividad de sus economías, haciendo sus procesos más eficientes y flexibles, generando nuevos negocios y favoreciendo la creación de nuevos puestos de trabajo privado”. “En base a una encuesta que realizamos en Boston Consulting Group junto con el Ministerio de Producción a las empresas manufactureras argentinas más grandes, sabemos que a pesar de que el 76% de las empresas
encuestadas discuten en la alta gerencia sobre tecnologías de Industria 4.0, solo el 27% afirma que está implementando medidas concretas. Argentina debería acelerar aún más el desarrollo de estas tecnologías para mejorar su productividad manufacturera
y cubrir parte de la economía que dejaría como vacío la falta del campo. El principal desafío que estas empresas ven para implementar tecnologías digitales y acelerar su transformación es la falta de personal capacitado”. “En servicios digitales, por primera vez en la historia tenemos la posibilidad de conectarnos con cualquier persona en el mundo de manera instantánea y con un costo marginal cercano a cero. Esto crea una red de conexiones con un potencial inimaginable, el cual se acelera cada año y lo vemos en la cantidad de información compartida (desde 2005 el tráfico de data ha crecido 50 veces). Nuestra sociedad, instituciones, reglas y economía fueron creadas cuando esta red no existía y por ende, múltiples roles eran clave para garantizar intercambios de todo tipo: compra/venta, información, servicios, alquileres y educación entre otros. Con la existencia de esta red, roles que en un momento fueron clave podrían dejar de serlo y nuevos roles comienzan a aparecer, lo mismo con sectores completos de la economía”.
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Más allá del agro Desde la investigación y la mirada de la consultora internacional de negocios y auditora KPMG, sería una obviedad decir que el país es un exportador neto de productos primarios y que, de éstos, los agrícolas son los que sobresalen en la canasta exportadora local. Solo para entender la importancia que estos productos tienen en el mix de ventas al exterior, y su relevancia como generadores de divisas para las arcas del BCRA, basta con observar las estadísticas de comercio de los últimos años, que también funcionan como un reflejo de la historia exportadora argentina. “En 2017, por ejemplo, los productos primarios, sin tener en cuenta los combustibles y energéticos, representaron el 25% de las exportaciones totales de mercancías, en tanto que las manufacturas de origen agropecuario (MOA), o la rama que procesa de manera industrial los anteriores insumos (aceites, harinas, carnes procesadas, etc.), se quedó con el 40%. Esto significa que alrededor del 65% de nuestras exportaciones son o dependen de alguna manera de los commodities que producimos localmente. Desde la mirada de la consultora el problema de los commodities es que al ser homogéneos, es decir escasamente diferenciables, sus precios responden al equilibrio entre la oferta y la demanda internacional, las que además pueden verse alteradas por eventos ajenos a la política económica
o comercial de un país, como son los factores climáticos. Un país que dependa fuertemente de estos productos, encontrará atado su crecimiento a la volatilidad de los mismos, y esto es un poco de lo que ha ocurrido históricamente con la Argentina.
Según KPMG para que un país pueda despegarse de esta volatilidad y comenzar a especializarse en la producción y exportación de otros productos y servicios resulta crucial la inversión en investigación y desarrollo y, entre otros factores, el crecimiento del nivel educativo promedio de sus habitantes. El análisis de la evolución de la participación de las exportaciones a lo largo de un determinado período permite entrever qué productos y servicios pueden estar pidiendo pista en la canasta de exportación y, por ende, qué sectores deberían ser los destinatarios de las políticas que busquen fomentarlas para que desembarquen con mayor peso en los mercados externos. A grandes rasgos, las estadísticas de exportación muestran que en materia de servicios el turismo personal, los servicios profesionales y de consultoría y los servicios informáticos –estos últimos conocidos también como servicios basados en conocimiento (SBC)–, están quedándose en el último tiempo con la mayor parte de los dólares por servicios exportados al año. De hecho, en 2017 entre las tres categorías sumaron un total de US$ 8.000 millones exportados, lo que significó alrededor del 56% del total de las exportaciones de servicios de ese año, siendo el turismo personal el más importante.
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PORTADA | “Es importante que Argentina tenga un rol fuerte en los sectores de la economía que más se desarrollarán por esta trasformación digital y se posicione como un proveedor de servicios digitales para el resto del mundo. Estos sectores económicos que nutren a la transformación digital son hoy ya claves para la economía global: 50% de todos los servicios son habilitados por tecnología de información y comunicación (ICT). Ejemplos incluyen desarrollo de software, desarrollo de contenidos digitales, plataformas de contenidos. “Afortunadamente Argentina seguirá teniendo su campo, pero independientemente de esto, tanto el pasaje a una Industria 4.0 como el impulso de la economía digital en el país son dos caminos que hoy debemos tener presente e impulsarlos tanto desde el sector público como del privado”.
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¿Qué hacer si no hay riqueza agropecuaria? José Martínez de Hoz, socio del estudio de derecho MHR especializado en las áreas de energía, fusiones y adquisiciones, mercado de capitales, derecho bancario, financiero, corporativo, tributario, regulatorio, infraestructura y arbitrajes y litigios internacionales aportó su punto de vista. “Hemos vivido en un país acostumbrado a decirse a sí mismo que estamos bendecidos por toda clase de recursos naturales, lo cual es cierto. La Argentina creció hasta ser una de las principales economías del mundo antes de la Segunda Guerra Mundial gracias principalmente a su sector agropecuario y las exportaciones de ese origen. Cuántas veces habremos escuchado “con una buena cosecha” salimos de la crisis”. “¿Qué hubiera ocurrido sin esos recursos? Sin duda sería un país diferente, y el desafío hubiera sido desarrollar otros recursos naturales, servicios, industrias y tecnología. La Argentina tiene un vasto mar continental con riqueza ictícola que hasta ahora ha desarrollado en forma desordenada y sin cuidar apropiadamente la sustentabilidad del recurso. Tiene una actividad minera que tampoco ha desplegado plenamente debido a la inestabilidad macroeconómica y a la falta de reglas de juego fiscales creíbles y sostenidas en el largo plazo por las autoridades”. Hoy está a la vista que la Argentina tiene una
formidable cantidad de recursos de hidrocarburos no convencionales conocidos como shale oil, shale gas y tight gas, cuyo desarrollo se ha focalizado en la formación conocida como Vaca Muerta en Neuquén. La Argentina es el segundo país a nivel mundial en cantidad de recursos de gas no convencional y cuarto en volumen de shale oil; y la calidad de la productividad de Vaca Muerta es internacionalmente reconocida encontrándose en actividad las mayores empresas nacionales e internacionales”. “La producción de hidrocarburos no convencional representa una porción ya muy significativa de la totalidad de la producción nacional de hidrocarburos; casi 35 % de la producción total de gas natural del país y casi 15 % de la producción de petróleo con una tendencia fuertemente creciente en el mediano plazo que podría duplicarse en los próximos 5 a 8 años y generar exportaciones por US$ 15 mil millones al año. Pero hacen falta miles de millones de dólares para llegar a un pleno desarrollo de esos recursos y construir la infraestructura de transporte y de exportación para aprovechar una demanda que justifique esa tremenda inversión pues el mercado interno “nos queda chico”. “Además, la Argentina compite con otros países por lo recursos financieros disponibles que son necesarios para desarrollar las inversiones, y solo cuando reúna las condiciones adecuadas, logrará atraer la inversión extranjera y crear un mercado de capitales doméstico de envergadura del cual carece principalmente por sus tasas de inflación históricamente muy altas, inestabilidad cambia-
ria e interferencia estatal, cuando no confiscación de los recursos previsionales”.
Una crisis como la de 2001, pero permanente Gabriel Basaluzzo, director de la Licenciatura en Finanzas de la Universidad de San Andrés elaboró su propuesta sobre el desafío de imaginar este nuevo país. “Pensar en una Argentina sin industria agropecuaria y su agroindustria asociada de manera permanente es prácticamente dejar de pensar en la Argentina como la conocemos. Para darnos una idea de la dimensión de lo que estamos hablando, según un estudio de 2016 de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina –y confirmable con datos de INDEC–, el peso de la agroindustria es de aproximadamente 15% del PIB, da empleo a aproximadamente 2,7 millones de personas (17% del empleo total), y contribuye al 70% de las exportaciones del país y al 13% de los ingresos totales del Estado en concepto de recaudación tributaria. Es decir que la desaparición de la agroindustria como sector productivo nos hundiría en una crisis como la de 2001, pero con carácter permanente, ya que a se destruiría 15% del producto y 17% del empleo de manera directa, a lo que debería agregársele la reducción de Gasto Público producto de la caída de la recaudación (el que representa aproximadamente un 45% del PIB), lo que significaría –de mínima– otra caída de casi 6 punto porcentuales de PBI. El empobrecimiento del país en un contexto así sería prácticamente inimaginable, sobre todo porque a diferencia de la crisis de 2001, que tenía una naturaleza mayormente contractual y monetaria, ésta sería de carácter estructural y permanente. Sería devastador sobre las economías regionales, que dependen primariamente del campo, y también sobre el sector industrial local, que en buena medida depende de transferencias que el Estado le aporta desde el campo. Si la economía cruje cuando al campo le va mal un par de años, imaginemos si de golpe dejara de existir. El impacto sería aún peor del que habría si nunca hubiera habido agroindustria en la Argentina, por cuanto en este último caso el desarrollo se habría dado en el marco de una economía de capacidades mucho más
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PORTADA | reducidas. Un país sin un sector agropecuario rentable y competitivo, no habría encarado proyectos de desarrollo industrial a mediados del siglo XX apoyado en los subsidios cruzados que el campo podía proveer, no habría promovido un Estado de Bienestar como política de estado, no habría posiblemente atraído flujos migratorios ni de Europa ni de países vecinos, y se hubiera limitado a ser una región de tránsito hacia zonas más ricas. Pensar en un escenario donde el campo desaparece de golpe nos deja con una composición demográfica, productiva y hasta política (consideremos cuantas provincias tienen poder en base a su aporte económico desde lo agropecuario) a contramano de la que se construyó durante dos siglos. Es como si de la noche a la mañana amaneciéramos en Afganistán. En el corto plazo, se produciría un flujo migratorio generalizado a otras regiones y un empobrecimiento generalizado, con destrucción de infraestructura, capital humano y deterioro sustancial de la industria de servicios. Una Argentina sin campo no da para sostener a 45 millones de personas. Como en 2001 se produciría un flujo migratorio de todos los sectores a otros países, en busca de las oportunidades que una economía sumamente empobrecida ya no podría otorgar. Pero un flujo permanente de una magnitud mucho mayor, lo que afectaría las pocas economías de escala que hoy podrían existir. Una economía basada en el consumo interno ya no sería posiblemente una opción estratégica viable. Con el tiempo, la nueva sociedad no tendría más remedio que buscar una estrategia de apertura, como es el caso de Chile, y enfocar su estrategia de largo plazo en incrementar la productividad de los sectores residuales: minería, pesca, energía y recursos renovables, algunas industrias que puedan apalancarse en los recursos naturales que nos queden, y servicios (principalmente el turismo). A falta del sector competitivo por excelencia, la eficiencia económica de una Argentina post campo debería provenir de una fuerte desregulación de sectores, de convertirse en una economía de muy bajo costo de producción y con un Estado muy pequeño; sin lugar para proteccionismos de ningún tipo. Posiblemente en ella no haya ya clase media (ya que el Estado no podría sostenerla) y su pirámide poblacional esté envejecida por la migración de los jóvenes en busca de oportunidades.
Nuevos horizontes en la planificación El economista Guillermo Anlló, responsable regional para América latina y el Caribe del Programa de Política Científica, Tecnológica y de Innovación de la UNESCO, sumó su voz al debate. “Cuando uno realiza una planificación estratégica, lo que es deseable que toda área de gobierno haga, debe formular escenarios de riesgo. Éstos ayudan a planificar estratégicamente el futuro. En estos ejercicios, se suelen listar posibles sucesos a los que se les asigna una probabilidad de ocurrencia, a la vez que se los califica en relación al impacto sobre la realidad si los mismos ocurrieran”. “Una vez detectados, lo que se debe hacer es evaluar las posibles acciones para minimizar la posibilidad de que ocurra, por un lado, y planificar acciones de mitigación de los impactos, si fuera que este ocurre”. “Imaginemos que el cambio climático avanza con tal velocidad que modifica el régimen de lluvias y desertifica los suelos argentinos. Ante semejante desgracia –Dios dejaría de ser argentino– el escenario que se abre es ciertamente desolador. Si bien es un suceso de baja probabilidad –al menos de manera repentina–, también es cierto que las acciones por minimizar su ocurrencia, lamentablemente, no dependen de nosotros solamente”. “Por otro lado, el impacto tendría consecuencias terribles. Por lo tanto, habría que trabajar sobre la mitigación, que en este caso implicaría depender menos del campo para el crecimiento y desarrollo”. “La dependencia del campo y limitaciones al crecimiento en Argentina se viene discutiendo desde hace más de un siglo. Por caso, la etapa desarrollista apoyada en el impulso a la industria durante la segunda mitad del Siglo XX fue un intento en ese sentido, el cual
derivó, entre otras cosas, en la trampa de los países de crecimiento medio. Es importante remarcar que, con la revolución tecno–productiva de las últimas décadas, el “campo” argentino del Siglo XXI presenta nuevas y variadas oportunidades no suficientemente exploradas”. “Hoy, las alternativas desarrollistas se presentan de la mano de las nuevas tecnologías y su convergencia. En este sentido, la opción pareciera ser los servicios basados en conocimiento (SBC); intensivos en capital humano de medio/alto nivel de calificación. En algunos casos puede ser un profesional en finanzas, en otros casos puede ser un creativo que hace un videojuego, en otros un biotecnólogo aislando una molécula; en todos los casos, recursos humanos de calificación relativamente alta –mayores salarios asociados a mayor formación educativa. Argentina exporta hoy más de US$ 6 mil millones de SBC, lo que es el 10% de las exportaciones de bienes, significativo, pero insuficiente para compensar al 80% que perderíamos ante la salida del campo, lo que plantea que hay mucho por recorrer para que sean una opción real de reemplazo.
Qué sería del futuro si no hubiera pasado Para refrescar la mirada se sumó al debate al autor Marcelo Manucci, doctor en Ciencias de la Comunicación, psicólogo con formación de post-grado en terapia sistémica y neurociencias cognitivas. Desde su mirada, “la actualidad es una sucesión de acontecimientos emergentes e irreversibles que transforman la línea recta del tiempo en complejas bifurcaciones. Muchas veces enfrentamos momentos de inflexión en los cuales, los prolijos relatos acerca del futuro se fragmentan en múltiples estados posibles. Estamos en un momento histórico de bifurcaciones que señala una instancia de cambios en la actividad económica, mercado o sector y marca el límite entre un orden relativamente previsible y nuevo orden desconocido. Hacia el pasado, la historia es conocida, hacia adelante la historia comienza a construirse en las decisiones del presente”. “El ejercicio de pensar un país sin su matriz productiva histórica, es un desafío cultural más que productivo. El campo ha sido la estructura económica del desarrollo nacional desde los primeros años del siglo pasado. También ha sido la base estructural de la con-
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en una línea recta de un calendario absoluto sin perturbaciones está condenando el futuro al pasado. Estos planes se transforman en una trampa porque se intentan controlar los sucesos emergentes en base a las experiencias del pasado. Cuando el horizonte de posibilidades es pequeño, la rutina y el futuro se confunden y las disrupciones cotidianas del contexto terminan condenando el futuro a decisiones deterministas y comportamientos reactivos”.
formación cosmopolita de nuestra sociedad a partir de las generaciones de inmigrantes que se afincaron en distintas regiones”. “Podemos hacer cálculos, analizar tendencias y proyectar la dinámica de determinados sectores a desarrollar. Pero el desafío cultural se basa en la pregunta ¿cómo pensar el futuro sin el pasado? Sin contar con la base estructural económica que sostuvo al país por más de un siglo, ¿hacia dónde proyectar el futuro? El desafío cultural está basado en la posibilidad de trazar un país a partir de nuevos horizontes. En mi experiencia de trabajo en desarrollo social lo que he investigado es que las sociedades no sufren por su pasado, sufren porque sostienen su pasado para darle sentido a su presente. ¿Qué sería de los líderes sin su pasado? ¿Qué sería de la educación sin el pasado?” “Siguiendo este ejercicio, podríamos, por primera vez, invertir la concepción convencional de planificación y pensaríamos el futuro desde el futuro. Proyectar un horizonte, no proyectar solo estadísticas sino una inspiración colectiva que permita transformar nuestras condiciones. ¿Quién podría liderar ese futuro? Alguno de los referentes sociales actuales, ¿podría ser un referente de ese nuevo horizonte de país? En la medida que líderes y los políticos no puedan desatarse del pasado no podrán invitar a un nuevo futuro a la sociedad”. “El futuro es una decisión que sintetiza la dimensión de una aspiración colectiva. El futuro no es una escala de tiempo. Solemos manejar el futuro como una fecha en el calendario. En este marco, la versión clásica del futuro como una proyección lineal de lo conocido a lo desconocido, ha condenado al tiempo a una concepción tan irreal como riesgosa. La visión que supone la extensión
Diego Pasjalidis, director de la carrera de Ingeniería Industrial en UADE se animó a imaginar lo impensado. “Como si fuera una película de ciencia ficción, imaginar a nuestro país sin campos cultivables o con un clima adverso –incluso para producir los alimentos esenciales para abastecer a nuestra población– es un ejercicio que nos obliga a enfrentar una verdadera crisis que, como tal, encierra grandes oportunidades”. “Perder la “vaca lechera” y las industrias relacionadas a este sector no solo impactará en la balanza comercial por la caída en ingresos por exportación y el aumento en la importación de alimentos, sino que cambiará la realidad de varias ciudades, trasladando el poder a nuevos sectores y, por ende, requiriendo repensar el rol que tendrá el país ante la nueva realidad”. “En este escenario, Argentina podría requerir de una estrategia basada en cuatro pilares en donde contamos con real potencial competitivo: innovación tecnológica, turismo, educación, y diseño. La innovación tecnológica fomentará el desarrollo industrial para así competir a escala mundial con eficiencia, sustituir importaciones y de esta forma equilibrar la nueva composición de la balanza de pagos. Los sectores estratégicos incluirán la biotecnología, bioinformática, desarrollo de software y desarrollo de productos de alta tecnología y baja escala, en donde nuestro país viene demostrando su expertise y cuenta con el potencial para expandirse aún más”. “Por otra parte, nuestra geografía y diversidad cultural se convierten en un factor clave para atraer más visitantes e inversiones extranjeras con las que la industria turística también movilizará sectores relacionados como la hotelería y gastronomía, fomentando emprendimientos y desarrollo de turis-
mos “de nicho” como, por ejemplo, el relacionado a salud y estética”. “Un capítulo aparte se lo lleva la actividad educativa en donde contamos con una ventaja comparativa construida lo largo de nuestra historia, por lo que potenciar la atracción de estudiantes no solo abrirá fuentes de ingresos directos sino que contribuirá al desarrollo de otros servicios relacionados con la actividad”. “Finalmente, la industria del diseño, en la que hemos demostrado estar a la altura de los más altos estándares en desarrollo de productos, arte, e incluso el desarrollo de emprendimientos asociados a manufactura aditiva o producción de artículos de moda. Estos cuatro pilares demandarán ajustes estructurales fuertes. El Estado deberá crear instrumentos y fomentar el desarrollo de ecosistemas para desarrollar emprendimientos alineados con la nueva estrategia país, e incluso las políticas educativas deberán promover e incentivar especialmente aquellas profesiones que agreguen valor a los sectores estratégicos”. “Las crisis son bendiciones con mal maquillaje. Ya no existirá la dicotomía campo vs industria. Ya, a la fuerza, estaremos todos alineados. Las nuevas semillas serán las ideas, el terreno fértil será el nuevo ecosistema, y los potenciadores serán indudablemente la innovación (como recurso infinito) y la tecnología (como palanca de desarrollo)”. “Si países como Japón, Israel, y Holanda (para mencionar solo algunos) pudieron superar sus limitaciones o desafíos para convertirse en referentes mundiales, estoy seguro que en el nuestro contamos con las capacidades para poder hacerlo. ¿Debemos esperar una crisis para unirnos en una estrategia común? Dejo abierto al debate”. M
Mercado Diciembre 2018
El día en el que el campo se detuvo