Turismo
Domingo 28 de septiembre de 2008
LA NACION/Sección 5/Página 9
El mundo en primera persona Por Gabriel Puma Goity Para LA NACION
Insospechado encanto de una milanesa salteña El actor rescata la amabilidad de una pobladora de Chicoana en una noche de apetito feroz, chicos inquietos y restaurantes cerrados Me gustaría rescatar la diferencia entre estar y conocer. Uno a menudo cree que conoce muchas provincias, muchos países, y en realidad no conoce nada. Sólo estuvo allí. Por ejemplo, yo he viajado a Salta en varias oportunidades, como actor o para jugar al rugby. Sin embargo, cuando conocí a mi mujer, que es de allá, le dije que conocía Salta, y ella me hizo notar que en realidad sólo conocía los hoteles en los que había estado y las canchas de rugby. El verano pasado fui de veraneo y me di cuenta de que definitivamente no la conocía. Nos habían invitado a un castillo en un valle de paisajes des-
VIAJAR CON CHICOS Por Encarnación Ezcurra
Escaleras para escalar C
uando nos alojamos en una cabaña, nos sentimos la familia Ingalls. Todo es chiquito y práctico, rústico y amable. Las cosas son lindas y funcionan. La vida parece más simple viviendo unos días en una cabaña. Excepto por la escalera. Parece una cuestión lógica: si hay dos habitaciones arriba, una con cama matrimonial y otra con, digamos, dos cuchetas, lo más probable que es que, tarde o temprano, se alojen niños. Sería muy extraño que se haya construido así para que no vayan niños. A menos que esa disposición de camas sea exclusivamente para el caso que se presente una cuadrilla del Ejército o jóvenes de juerga o adolescentes en viaje de estudios. Si no, ¿por qué alguien construiría una escalera de casi 90 grados (sí, las he visto perpendiculares al piso) sin baranda? ¿O por qué escalones chiquitos y resbaladizos? No estamos hablando de uno o dos casos, cualquier familia lo sabe. Las escaleras empinadas y peligrosas crecen como plaga en las cabañas turísticas. Viajando con bebes que gatean, dan sus primeros pasos o simplemente todavía no practican alpinismo, hemos interpelado a decenas de cabañeros en todas partes del país. Si el interrogado es empleado, nos acompaña en el sentimiento de desazón y se encoge de hombros. Si es el dueño, ofrece otro punto de vista, que parece tan lógico como el nuestro: el del costo de obra y del espacio que insume una escalera apta para esos pequeños clientes. Clientes, por otra parte, que de todas maneras siguen hospedándose; que no se quejan demasiado, al menos en un idioma comprensible para la mayoría de los adultos, y que todavía no han ocasionado daños graves, ni en ellos ni en la infraestructura. Toquemos madera, ya que abunda en las cabañas. Realmente no es eso lo que contestan, sino que salen del paso con una frase cordial. Pero no se me ocurre otra razón que resista que un arquitecto, un constructor, los obreros que levantaron la obra y el mismo dueño aprueben adefesios que demandan las habilidades de un acróbata del Cirque du Soleil. Hice la prueba un verano en Mar de la Pampas y fui a ver cuanta cabaña me permitieron: más de la mitad tenía escaleras que ponían en serio riesgo la integridad de sus habitantes menos diestros, sean niños o ancianos. No digo que las cabañas estén fabricadas como la casa de los suicidas de Alejandro Casona, porque en otros asuntos por lo general tienen una astucia y sensatez admirables para conjugar lo funcional con lo estético: mesas ratonas multiuso, mostradores sin ángulos amenazantes, adornos sencillos y con estilo, sillones cama idóneos en sus dos objetivos, baños estrechos pero inapelables, y hasta cocinas-kitchenette que uno recortaría y se llevaría a su casa. También tienen buena calefacción, agua con suficiente presión y calidad encomiable de servicio. Por todo eso, a pesar de las escaleras, uno se sigue tentando con ir a una cabaña aunque ésta esté enclavada en medio de la urbe o que uno se convierta en el paisaje que observa el vecino desde su ventana y viceversa. Mejor si no es así, claro. Mejor si además de las comodidades descriptas, uno logra la intimidad que la cabaña sugería cuando la vio en Internet.
lumbrantes, una suerte de pedacito de cielo que está a sólo 50 km de Salta capital. Recuerdo que salimos muy tarde con mi mujer y mis cuatro hijos. Nos habían advertido que fuéramos comidos, porque los restaurantes cierran temprano. Antes de llegar al valle, paramos en el pueblo de Chicoana en busca de algo para cenar. Era un domingo de noche, y con los chicos con apetito, un partido complicado. Paramos en un restaurante, el único en todo el pueblo, y estaba cerrado. Por lo demás, la milanesa más cercana estaba a unos 40 km. Entonces me asomé y vi que del interior del local salía una
persona. Era una señora y me explicó que el restaurante estaba cerrado y que a esa hora ya no trabajaban. Pero cuando miró hacia el auto advirtió que estábamos con los chicos y dijo: “Deben tener hambre, no se preocupen, lo vamos a abrir. Eso sí, lo único que les puedo ofrecer son milanesas con papas fritas”. No sé si Salta se destaca por las milanesas, pero para mí y toda la familia fueron las más ricas del mundo. Y las comimos en Salta. Ese gesto no lo olvido, y no lo quiero olvidar. Lo que antes era muy común, gente que es sensible y te da una mano en un momento difícil, lo encontré en Chicoana.
Lamentablemente ya no me acuerdo de su nombre, pero le agradezco muchísimo la amabilidad que tuvo hacia nosotros. Me encantan los viajes, aunque no me seducen tanto los paisajes como la gente. El paisaje puede ser hermoso, pero si no está acompañado de gente, no me dice nada. Por eso, Salta me emociona profundamente, y más allá de sus maravillas, recursos y posibilidades, rescato a su gente, que seguramente debe ser igual en otras provincias cercanas. Ese tipo de gestos me hace sentir que realmente vale la pena educar a mis hijos y decirles que el camino es ése, y aunque parezca que ahora todo
es lo mismo, el bien existe. Lamentablemente, en la actualidad parece que todo es robo, violación y estafa. Parece que nos matan en cada baldosa, pero entre esos balazos hay muchísima gente que sigue haciendo el bien, y sería muy positivo que ese tipo de noticias tuvieran más prensa , que hoy por hoy son una gran noticia. El autor es actor. Actualmente participa con la voz en off en Infocaos, espectáculo de humor del grupo Los Rissotos, en el Teatro La Comedia (4815-5665), y se presenta en Gorda, los miércoles y jueves, a las 20.30; los viernes y sábados, a las 20 y a las 22, y los domingos, a las 20.30, en el Paseo La Plaza.