Espectáculos
Página 4/Sección 4/LA NACION
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Sábado 21 de febrero de 2009
TEATRO (Platea infantil)
Opinión
Por Ruth Mehl
Por Ernesto Schoo
El encanto de los cuentos clásicos
Los objetos también actúan
Diego Veronesi y Silvana Espada hablan de su grupo Ensamble, de teatro infantil, que ya cumplió siete años Silvana Espada, productora ejecutiva del grupo Ensamble, y Diego Veronesi, autor y director de sus obras son contundentes a la hora de definir su modo de trabajo. “Sabemos que los adultos traen a sus niños a nuestras funciones porque los cuentos tradicionales les resultan conocidos, pero también sabemos que regresan a ver el mismo programa u otras obras nuestras porque les gustó lo que encontraron. Queremos que todos disfruten y se vayan contentos. Por eso, cuidamos tanto la historia como la forma de contarla.” Los títulos de sus obras atestiguan esta postura: La hermosa Bella Durmiente, El cuento de la Cenicienta, Pinocho, el musical, Simbad, un viaje musical, Barbie, la princesa Rapunzel, Esmeralda y el jorobado, La princesa de las hadas y el talismán sagrado. Ambos analizan con sencilla sinceridad su proyecto y la forma como ha evolucionado. “Antes de empezar a presentarnos –cuenta Silvana–, hicimos una suerte de investigación personal y vimos muchos espectáculos para niños. Aprendimos mucho de esta experiencia, no solamente para ver lo que realmente pasa en el escenario, sino para conocer mejor esa platea tan difícil. Y creo que así evitamos algunas fallas.” Silvana reconoce que han crecido mucho desde que comenzaron. “Siempre dentro
de nuestro estilo. Por ejemplo, la música que hace Damián Mahler es excelente y no está copiando la de ninguna película. Los padres aprecian estas cosas. En actuación, es bueno que los intérpretes tengan una rigurosa dirección de actores. Tenemos el tiempo muy medido y sincronizado, y eso hace que la dinámica del relato sea siempre como un relojito y cautive a los chicos. La iluminación es muy importante, gran responsable de la magia.” La productora también reconoce que han evolucionado con el vestuario. “Insistimos en el brillo, porque eso es parte de lo que evocan estas historias, aunque nos estamos atreviendo con algunas más oscuras y un final abierto.”
Los espectadores Cuentan que tienen un público fiel, que les deja mensajes, a veces con críticas muy elogiosas, y a veces con observaciones muy precisas y acertadas que siempre tienen en cuenta. También guardan sus e-mails y les comunican todas sus novedades. “La volanteada es otro contacto importante –dice Silvana–. Salimos a la calle Corrientes perfectamente caracterizados y dialogamos con los chicos. A la salida, ellos se acercan con más confianza a comentarnos algo.” Con respecto a las caracterizaciones, Veronesi agrega:
Me quedé pensando en el último párrafo de la columna del sábado pasado: el don, atribuido a John Gielgud como un rasgo genético de su familia de grandes artistas de teatro, de hacer que “un manto también actuara”. Hay actores, en efecto, que transmiten su energía hasta a la ropa y a los objetos que usan en escena. Y recordé dos interpretaciones en las que pude apreciar esa virtud inusual. Más de treinta años atrás, Jorge Luz hacía, en La Jamonería de Vieytes –un restaurante con tablado teatral, en Reconquista al 800–, una parodia genial de La dama de las camelias. Cuando Margarita le escribía a Armando la carta de despedida, fingiendo que lo hace por la mejor situación que le ofrece el conde de Varville (y no a instancias del cretino del padre de Armando), Jorge manipulaba una exagerada pluma de ganso, con la que simulaba trazar una florida caligrafía sobre una inmensa hoja de papel. En su mano, la pluma asumió, inesperadamente, vida propia. Tremolaba, Hay actores flameaba, ondulaba; de pronto se alzaba como que transuna llama, o se abatía como una flor ajada, miten su según los sentimientos del personaje. El energía a las movimiento de ese objeto –bello en sí cosas mismo, si se quiere, pero nada más– alcanzaba una expresividad casi terrorífica. Mientras el actor desgranaba las frases de la carta, el espectador, hipnotizado, no podía apartar la mirada de esa danza que dependía, evidentemente, de las oscilaciones de la mano de Luz. Pero ¿quién es capaz de semejante hazaña? ¿Quién puede insuflar vida real a un objeto inanimado? Tan sólo un gran actor, dotado de una carga de energía poderosa y de –sobre todo– un instinto, una intuición de lo que adquiere en escena el carácter de irresistible. Más: de inevitable.
“Aunque para cada espectáculo estudio las fuentes, me leo las versiones más originales que encuentro, y ahí me sorprendí con aspectos muy oscuros y cruentos que nunca se cuentan; tuve que prestar atención también a las versiones de Disney, para utilizar algún detalle que para los chicos fuera importante. “¡Es tremendo! –exclama–. Pero si no lo hago, lo reclaman: los colores de los vestidos de las princesas; algo que lleva el hada; algunos nombres; hasta cuando son dibujitos, siempre tiene que ir algún detalle que los conecte!” Ambos insisten en cuidar lo que llaman respeto al escenario. “A pesar de que el lugar físico para actuar es pequeño, queremos que se vea lo mejor posible, que el ritmo no se pierda y que se conserve la cuarta pared. Para los actores –aclara Diego–, es muy tentador improvisar a partir de las ocurrencias de los niños. Pero yo les pido que respeten el texto, que se hagan responsables de entregar la historia completa, tal como se ensayó.” El grupo Ensamble ha realizado alrededor de 864 presentaciones, para un total de 37.000 espectadores. Actualmente presenta El cuento de la Cenicienta, al que hoy se agrega el reestreno de La hermosa Bella Durmiente en The Cavern, sito en el Paseo La Plaza, Corrientes 1660, los sábados y domingos.
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(Piedra libre) De papel. El conjunto Ad Oc presenta el espectáculo de títeres de papel Sobre la mesa, Galileo. En el Centro Cultural Rojas, Sala Biblioteca, Av. Corrientes 2038. Hoy y los sábados siguientes, a las 19.30. $ 15.
reservas de localidades. El mismo grupo presenta Roperos S.S.A, en Humboldt 1591. De miércoles a domingo, a las 18. Entrada: 18 pesos, excepto los miércoles, 12. Informes: 47719295 y 4786-0280.
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Teatro. La arena y el agua, de Héctor Presa, con el grupo La Galera Encantada, sube a escena en el Larreta, Vuelta de Obligado 2155. En días de lluvia, se hace en la sala, con entrada por Mendoza 2250. El museo no hace
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N Títeres. Se acaba de reestrenar Un hipo desafinado, una historia de animalitos por los títeres El Nudo. En el Centro Cultural de la Cooperación, Sala Tuñón, Corrientes 1543. Sábados y domingos, a las 16.30. $ 15.
El elenco cuida el vestuario y la escenografía para fascinar a los más chicos
(Breves)
Demora en la aprobación de los planos
El teatro Argentino, al borde del naufragio
Dos reestrenos Hoy, a las 21, se repone Sombras en la mente, dirigida por Miguel Kot, escrita e interpretada por Luis Agustoni. En El Ojo, Juan D. Perón 2115 (4953-1181), $ 25. Además, se reestrena Cuatro hermanos, de Cristian Scotton, con dirección de Pedro Antony. Sábados, a las 23, en la Ciudad Cultural Konex, Sarmiento 3131 (4864-3200), $ 25.
La idea original era reabrirlo en abril del año próximo
Un hombre y sus sueños Quedan sólo dos sábados para ver Leterno, el unipersonal de Mariano Bassi (Fuerzabruta y De la Guarda), dirigido por Cristian Palacios. Sábados, a las 23, en Belisario, Corrientes 1624 (4373-3465), $ 20. Pablo Iemma, como Erdosain,junto a Hernán Vázquez, Cecilia Kruchoski y Gustavo Pardi
La desesperación de seres oscuros Los siete locos vuelve a ser captada por el teatro, pero en un montaje con altibajos Buena
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Mariano Bassi, en Leterno
Falleció Julio Martel El cantor Julio Martel, quien integró con Carlos Dante una de las duplas más exitosas de la orquesta de Alfredo De Angelis, durante la década del 40, murió anteayer, a los 85 años. Nació el 14 de mayo de 1923, en Baigorrita, provincia de Buenos Aires. En la década del 40 (hasta 1950) integró la orquesta de De Angelis. Temas como “Pregonera”, “Pastora” y “Remolino” se hicieron conocidos en su voz. También pasó por el cine con esta típica, El cantor del pueblo, de 1948 y, de ese mismo año, El ídolo del tango. Cuando dejó la orquesta comenzó a actuar como solista en Chile, Uruguay y Colombia. En 1956 debutó en Radio Belgrano con su propia orquesta dirigida por el violinista Américo Podestá y, en 1959, después de una gira por el exterior, que incluyó una larga estada en Colombia, decidió dejar el canto.
Sandro de alta Ayer, Sandro fue dado de alta del Instituto del Diagnóstico, un día después del dramático pedido realizado por su esposa, respecto a la necesidad cada vez más urgente de un trasplante cardiopulmonar.
Recordé otro ejemplo, el de doña Lola Membrives, maravillosa actriz. Era una obra de los hermanos Alvarez Quintero, si no me equivoco, Ventolera. La historia de una viuda madura y rica, todavía de buen ver, que pasa revista a los candidatos que la asedian. Ella estaba sentada junto a su festejante, tocada con una espléndida mantilla de encaje, que le velaba parte de la frente. Pues bien, Lola inventó (ella misma dirigía sus espectáculos) un tic del personaje, que de vez en cuando soplaba hacia arriba para despejarse el entrecejo. El casi imperceptible movimiento, la mínima ondulación del encaje, al reiterarse producía un efecto cómico que parecía espontáneo y estaba, en realidad, rigurosamente cronometrado por una actriz que también “lograba que los mantos actuaran”.
Los siete locos, de Roberto Arlt. Adaptación y dirección general: Omar Aita. Intérpretes: Pablo Iemma, Julio Ordano, Coni Marino, Andrea Juliá, Marcelo Sánchez, Darío Levy, Enrique Papatino, Hernán Vázquez, Gustavo Pardi, Federico Aimetta, Claudia Pereira y Cecilia Kruchoski. Escenografía: Carlos Di Pasquo. Luces: Soledad Ianni. Vestuario: César Drago. Maquillaje y peinados: Camila Aita. Música: Martina Vior. Asistente de dirección: Anabel Ferreyra. En el Centro Cultural de la Cooperación. 80 minutos.
Sumergirse en la narrativa de Roberto Arlt siempre tuvo un especial atractivo entre los directores y dramaturgistas argentinos. Las razones son obvias. El escritor imponía teatralidad a sus novelas y la confección de sus personajes es tan minuciosa, tan exacta y preciosista que no resulta difícil verlos corporeizados. No es casual que la primera representación teatral de un texto de Arlt fue en el Teatro del Pueblo y sobre un capítulo de Los siete locos, “El humillado”, que dirigió Leónidas Barletta. Esta novela de desesperados, humillados y opresores, de conspiraciones, revoluciones, salvaciones y trampas fue objeto de estudio en numerosas oportunidades durante los últimos treinta años. En 1980, en El Picadero, se hizo una recordada versión; remozada y también inspirada en El lanzallamas, dirigida por Javier Margulis y Rubens Correa, en
1997, en el Cervantes. También hubo fragmentos en esa joyita que fue Por amor al Arlt, en el Alvear, dirigida por Ismael Hase, y Ricardo Bartís hizo una de sus obras maestras basada en estas dos novelas: la inolvidable El pecado que no se puede nombrar. Esta nueva propuesta de Omar Aita, que cuenta con un elenco de actores de probado talento, intenta resumir ese inmenso universo arltiano tan difícil de condensar. Y ése es el mayor peligro a la hora de llevar a escena una novela tan expresiva, reflexiva y filosófica como Los siete locos. Aquí es poco lo que queda fuera, pero toda esa información, esa cantidad de personajes y situaciones hacen que la adaptación sea una suerte de ayudamemoria de la novela, pero representado. En muchos tramos de la obra, la dramaturgia se ve forzada y hay cierta debilidad estructural. El entramado que constituyen el espacio, el tiempo y la acción está desajustado y, por lo tanto, el ritmo es débil y el resultado es un montaje quebrado.
Salir al toro No es sencillo el desafío en el que se metió Aita, sobre todo si se tiene en cuenta que el protagonista de la obra se “bajó” del proyecto dos semanas antes de estrenar (que feo). El director fue hábil a la hora de armar el elenco y puso especial atención en los vínculos y en el trazado de una puesta en escena articulada que, aunque presenta
los desajustes señalados anteriormente, puede llegar a cobrar forma en el transcurso de las funciones. Pablo Iemma (quien hace unos años hizo una espléndida composición en El petiso orejudo) es quien ha tenido que salir “al toro” para encarnar al ya célebre Remo Erdosain, aquel que lleva la desdicha en su alma, que busca coraje y salidas, y que se queda acorralado como un ratón frente a todas esas aparentes salidas que son entradas a perdiciones peores. Pero es un papel muy complejo como para preparar en tan poco tiempo. A Iemma aún le falta encontrarle el alma y el peso corporal a su criatura, por fuera de sus decires. Le falta locura y ese color sombrío con el que uno imagina a Erdosain. Es sostenido por los reflejos y la excelencia de Julio Ordano, y los magníficos trabajos de Coni Marino, Marcelo Sánchez (en una composición espléndida de Ergueta), Enrique Papatino, Gustavo Pardi y Andrea Juliá. Es destacable el vestuario de época de César Drago y la oscura música compuesta por Martina Vior. Entretanto, la iluminación de Soledad Ianni es sencilla, pero precisa y sustancial a la hora de delimitar espacios, en un trabajo conjunto (o por lo menos así se ve) con el escenógrafo Carlos Di Pasquo. Con mucho más ensayo, Los siete locos hubiera sido una propuesta mucho más interesante.
Pablo Gorlero
El 23 de mayo del año pasado, Carlos Rottemberg, dueño de la mayor cantidad de salas teatrales del país, contó a LA NACION la idea de reconstruir el teatro Argentino en el terreno ubicado en Bartolomé Mitre al 1400. El plan original era sumar un nuevo espacio de 600 a 700 butacas donde, hasta mayo de 1973, funcionó la sala en la que se había estrenado Hair y donde no pudo subir a escena Jesucristo Superstar, porque fue incendiado. La idea de Rottemberg era abrir el Argentino en abril del año próximo para festejar sus 35 años de estar ligado a la actividad teatral. “Lo único que voy a pedir al gobierno porteño es que me acompañe con esto”, dijo en su oportunidad. Nueve meses después de aquella presentación formal ante el gobierno con los respectivos planos del edificio, no tuvo respuesta alguna. “Aunque desde el primer día cuento con el apoyo de Hernán Lombardi [ministro de Cultura de la ciudad], ya sé que para abril del año próximo no llego”, cuenta desde Mar del Plata. Por eso, está pensando en hacer algo allí. De hecho, esta semana ya tuvo una reunión con el intendente de la ciudad, Gustavo Pulti, porque tiene dos o tres ideas de resolución
rápida para construir una nueva sala allí. Y, de hecho, ayer mantuvo otro encuentro con el funcionario de Cultura y Turismo de aquella ciudad. Por ahora, lo cierto es que no habrá reapertura del Argentino para abril del año próximo porque construir un edificio de 16.000 m2 en tan poco tiempo es imposible. Esto, más allá de arruinarle el festejo a Rottemberg, Buenos Aires está perdiendo la posibilidad de sumar una nueva sala teatral de envergadura por falta de sintonía entre las distintas áreas de gobierno. Hechos de este tipo no son nuevos. Sea para lograr que las salas independientes tengan su habilitación (tema todavía pendiente) o para lograr un mayor presupuesto para el sector, los responsables de Cultura de la actual gestión y de las anteriores suele hacer declaraciones en sintonía con las demandas del sector. Pero la cosa siempre termina empantanándose en otras reparticiones del gobierno como si faltara una decisión política de fondo para ayudar con hechos concretos a la actividad teatral que este gobierno –como anteriores– considera vital.
Alejandro Cruz
Por estos días, Rottemberg evalúa la construcción de otra sala en Mar del Plata MAURO RIZZI