frida y el señor lin - OTSIERA

El señor Lin vendía frutas y verduras en la tienda de la esquina. También tenía zumos y huevos. Y helados en verano. Por todas partes había carteles con las ...
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FRIDA Y EL SEÑOR LIN

© Equipo de Didáctica de CETR (www.otsiera.com)

FRIDA Y EL SEÑOR LIN El señor Lin vendía frutas y verduras en la tienda de la esquina. También tenía zumos y huevos. Y helados en verano. Por todas partes había carteles con las ofertas del día. Pero el cartel que más llamaba la atención de Frida no era ninguno de esos con números, de colores fosforescentes. Cada vez que entraba en la tienda sus ojos quedaban clavados en un letrero que colgaba detrás la caja, y ese no cambiaba. Tenía escritas unas enigmáticas letras chinas muy negras, sobre una tela blanca muy tensada. ¿Qué debía significar? El señor Lin ya se había dado cuenta de la mirada interesada de Frida, fijándose una y otra vez en el mensaje. Pero había demasiada clientela, no podía entretenerse charlando. Hasta que un día Frida bajó muy temprano con la lista. La tienda todavía estaba vacía. Cuando se acercó a la caja con el cesto lleno, sus ojos se pararon, una vez más, en la extraña caligrafía. – ¿Te gusta? -le preguntó el señor Lin, cuando acabó la cuenta. – Sí, pero ¿qué dicen esas letras tan difíciles, señor Lin? – No son letras exactamente. En chino usamos hanzis, símbolos que representan ideas. – ¿Ideas? – Como lo oyes. Cada símbolo, más o menos, es una palabra diferente. Así es como se escribe el chino. – Ahhh... –soltó Frida. Pero lo que de verdad pensaba era: “qué lío!”– Ahhh... ¿y qué pone aquí? – Dice así: “Maestro Kong pescaba con anzuelo y no con red”. Frida no sabía qué cara poner. ¿Qué quería decir aquello? ¿”Maestro Kong pescaba con anzuelo y no con red”? ¿Quizás era un chiste chino o una adivinanza? Miró al señor Lin para ver si ponía cara de bromear, pero no. El señor Lin la miraba como esperando que dijera algo. – ¿Y qué quiere decir esto, señor Lin? -fue todo lo que se le ocurrió. -¿Quién es Maestro Kong? – Maestro Kong era un sabio de la antigüedad. Y lo que significa el mensaje... ¡lo tiene que descifrar cada cual! Ya le parecía a Frida… ¡era una adivinanza! “No exactamente”, -le aclaró el señor Lin. No exactamente letras, no exactamente adivinanza... ¡hablaba muy raro el señor Lin! Aquel día el tendero quería explicarle a Frida algo del Maestro Kong. Pasó al otro lado del mostrador y la invitó a sentarse sobre unas cajas, tal como había hecho él. – “Fu-zi”, es “maestro”, en chino: Kong Fu-zi. Esas palabras suyas nos hablan de rén . Pero tú no has oído hablar nunca de rén, ¿verdad? Frida negó con la cabeza. – Rén es aquello que hace que seamos personas, y no árboles o caracoles. Con rén somos seres humanos; sin rén no lo somos. Rén se tiene que ganar poco a poco... Mmmm... –hizo rascándose la cabeza– Por ejemplo..., saber que sabes lo que sabes: ¡eso es rén!, dijo el maestro Kong. – Pero, ¿qué es rén? – Y saber que no sabes lo que no sabes, eso también es rén. – ¡No lo entiendo, señor Lin! -se quejó Frida.

El señor Lin continuó hablando, como si no la hubiera oído. Dijo que el maestro Kong estaba admirado de ver cómo todo seguía su curso y las cosas se complementaban: las estrellas se trasladaban con armonía, la noche se alternaba con el día. Cada año, la primavera sucedía al invierno. El verano precedía al otoño. Los pájaros conocían el itinerario de sus viajes. Los mares acogían el agua de los ríos. En cambio, entre los humanos había muchas guerras e injusticias. ¡Se hacían daño los unos a los otros! – ¿A qué se debe esto? –se preguntaba Kong–. Está claro que para ser persona humana de verdad no basta con nacer, hay que aprender. Si no se aprende, todo son problemas y nunca podremos ser felices. No es nada fácil, se necesita crecer por dentro, ¡hay que hacer crecer rén! Estaba muy convencido de esto. Había trabajado en palacio, había viajado y conocido a mucha gente. Había visto que el rey creía saber ser rey, y que los gobernadores pensaban que sabían gobernar, pero, en verdad, ¡todo iba del revés! Por eso se dedicó a enseñar cómo cultivar rén. – ¡Es muy importante que todo el mundo sepa que hay que cultivar rén! –pensaba. – Pero ¿qué es rén, señor Lin? ¿Y qué tiene que ver con la pesca y con el anzuelo? – Te daré una pista-. Se levantó, cogió un pincel y una libreta del mostrador, y escribió algo. Era un hanzi. En aquel momento entró una clienta con prisas. – Buenos días, enseguida estoy con usted” –la saludó el señor Lin, mientras daba el papel a Frida. – Así se escribe rén. Fíjate, tiene dos partes: una es el símbolo de la persona, la otra es el signo dos. ¿Ves la pista? – Usted dirá. ¿En qué puedo servirla? –preguntó a la señora que había entrado. Y aquí acabó la conversación con Frida. El hanzi era muy bonito, pero la pista... un poco oscura, ¿verdad? Frida tenía que subir la compra a casa y marcharse corriendo a la escuela. Guardó la hoja de papel del señor Lin en su carpeta y en cuanto se encontró con su amiga Clara, se la enseñó.

– Quiere decir rén, ¿sabes? Es una cosa muy importante que se aprende en China –explicó Frida. – Si fuera tan importante también lo aprenderíamos aquí, ¿no te parece? –le respondió Clara. Pronto aparecieron Jeniffer, Romina, y también Pablo. Y Marcos con Udhava. Pablo enseguida copió el hanzi y no dejaba de mirarlo del derecho y del revés. Comentaban lo que les había contado Frida del señor Lin. – Quizás lo aprendemos, pero con otras palabras –dijo Jeniffer. Y Marcos, que nunca tenía prisa por aprender, pensó que no hacía falta obsesionarse. Si entraba para examen, ¡ya se lo encontrarían un día u otro! Señor Lin por aquí y rén por allá, siguieron hablando hasta llegar al aula. Y la maestra, que oyó algo de lo que decían, preguntó a Frida si podía explicarlo a toda la clase. Frida les habló del cartel y de pescar con anzuelo o con red, y también de lo de los pájaros, los mares y las estaciones, y de aprender rén. Samir levantó enseguida la mano. – ¿Sabes algo de esto, Samir? – De rén no, pero lo de los pájaros que viajan, y los mares y las estrellas en armonía todo eso sí que me lo han explicado. Lo dice el Corán, y también habla de quienes saben y de quienes no saben. – Muy interesante, ¿no os parece? –dijo la maestra, antes de pasarle la palabra a Udhava que también quería hablar. Udhava explicó que él sabía una historia un poco parecida, porque hablaba de un sabio que le decía a un rey que era importante mirar la luna, y el sol, y el viento, y más cosas. Y Romina añadió que ella sabía que había peces que no había que pescar, pero no estaba segura si tenía algo que ver con lo de la red y el anzuelo. – Os propongo una cosa –dijo la maestra–. Me parece que entre toda la clase podríamos reunir más historias y pistas para poder investigar esto de rén. Os propongo que lo penséis un poco y que también preguntéis en casa; y el próximo día vemos todo lo qué tenemos y a ver si aclaramos algo, ¿qué os parece? Estuvieron de acuerdo. En cuanto llegaron a casa, Samir preguntó por los viajes de las estrellas, y Romina por los peces y las redes de pescar... Todos tenían ganas de encontrar la solución a rén y al enigma de Maestro Kong. El abuelo de Samir, la madre de Romina, la familia de Marcos, la de Clara, Jennifer, Pablo, la abuela de Eloy... ¡Seguro que el señor Lin no se imaginaba que aquella tarde medio barrio hablaba de rén! ¡Tantas conversaciones como nuevos enigmas! Al día siguiente la clase era toda agitación. Todos tenían algo que aportar, incluso el abuelo de Samir se había ofrecido a ir a la escuela a contarles algo. – ¿Sabéis qué haremos? –dijo la maestra-. Me parece que necesitaremos unos cuántos días para poder investigar a fondo todo lo que traéis. Os propongo que cada cual escriba lo que ha pensado y lo que le han explicado. Lo reunimos todo y procuro ordenarlo para que podamos ir paso a paso. También invitaremos al abuelo de Samir. ¡Al final, quizás sí que sabremos algo más sobre rén! Y así lo hicieron. Pasaron muchas semanas reuniendo pistas y explorándolas: todas las que encontraréis en esta carpeta. Y al final decidieron visitar al señor Lin y explicarle lo que habían pensado sobre cultivar rén y crecer por dentro. O sea que… si alguien más quiere lanzarse a investigar, ¡aquí encontrará con qué empezar! Y todo lo que podáis añadir de cosecha propia, ¡bienvenido sea!