FIESTA DE LA TRANSFIGURACIÓN COMENTARIO A LAS LECTURAS P. JORGE PETERSON, OCSO
Transfiguración del Señor. Mosaico. Monasterio de Dafni, Grecia s.XI
PRIMERA LECTURA: Dn 7, 9-10, 13-14 SEGUNDA LECTURA: 2 Pe 1,16-19 EVANGELIO: Mt 17, 1-9 Hoy el Evangelio relata un hito especial en la vida de Jesús: La Transfiguración. Es bueno ubicarlo en el lugar particular que tiene en los Evangelios. Jesús estaba en camino hacia Jerusalén; esto significaba que estaba llegando la hora decisiva "del poder de las tinieblas". Respondiendo a la pregunta de Jesús, Pedro profesó su fe en Jesús como Mesías. Luego Jesús anunció lo que esto significaría: su Pasión y Muerte. Sabemos que Pedro reaccionó fuertemente contra esto; el camino de la Cruz no podía ser. Pero de Jesús recibió el reto de su vida. "¡Retírate, Satanás! Piensas como los hombres, no como Dios." En el texto Jesús continúa: "El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue su cruz y me siga." El camino de la Pascua de Jesús es el camino de todo cristiano. El va delante y nos muestra el camino. Siempre nos acompaña en los momentos de pruebas y tentaciones. "Seis días más tarde", Jesús llevó a los tres discípulos más íntimos y subió a la montaña para orar. La montaña representa el lugar de la cercanía con Dios y del encuentro íntimo con Él; es lugar de la oración, donde estar ante la presencia del Señor. Jesús tenía una atracción a las montañas o cerros, como algunas personas hoy. Tenemos necesidad de apartarnos en un espacio de silencio - de subir a la montaña - para reencontrarnos con nosotros mismos y percibir mejor la voz del Señor. Es muy sano estar a solas consigo mismo; para orientar la propia vida hacia lo esencial. Es importante discernir lo sano de lo que hace daño a uno mismo. Durante su oración, Jesús se transfiguró: su rostro brillaba como el sol, y una luz de adentro hizo que sus vestiduras resplandecieran con una blancura increíble. Moisés y Elías aparecieron; esto significaba que el camino de Jesús era el cumplimiento de la revelación del Antiguo Testamento. La misma lucha para promover el Reino de Dios de Moisés y de los profetas encontró su culmen en la Pasión de Jesús. S. Lucas dice que hablaron de ésta. La Transfiguración era un anticipo de la Resurrección. Siempre que Jesús anunció su sufrimiento, terminó "al tercer día resucitaré". El Tabor es una Revelación, una Epifanía, de la Gloria que iba a revelarse en la Resurrección. Para nosotros, cristianos, la última palabra no es sufrimiento o muerte, sino vida y gloria. Pedro estaba cautivado por este resplandor que le raptó y dijo: "qué bien se está aquí". Quiso quedarse para siempre. A veces en el camino espiritual tenemos consuelos; nos ayudan a seguir adelante. Pero hay que bajar de la montaña, para seguir orando, sirviendo, y haciendo bien a otros. Al final desde la nube, la voz del Padre resuena claramente. "Este es mi Hijo amado, mi predilecto." Estas palabras fueron un inmenso consuelo para Jesús. No se puede imaginar cómo llenaron su ser, esta unión con el Padre. Lo confirmaron en su camino. También nosotros escuchamos estas palabras, cada uno personalmente. "Tú eres mi hijo/hija muy amado." El Padre nos mira complacido; somos sus hijos amados, especialmente cuando escuchamos a su Hijo, y lo seguimos fielmente. Después los discípulos quedaron con "Jesús solo"; Él permanece con nosotros siempre, no solamente cuando todo es consuelo. Sobre todo, está presente en tiempos difíciles, aunque no lo sentimos. Caminemos en fe. Esto es el camino más seguro. Él es la única voz que se debe escuchar, la única a quien es preciso seguir. Él que subiendo hacia Jerusalén dará la vida y un día "transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo". Cuando tenemos consuelos, debemos dar gracias por ellos. Al mismo tiempo sabemos que son hitos pasajeros en el camino. Busquemos a Dios de los consuelos, no precisamente los consuelos de Dios.