ESPAÑA Y EL PACÍFICO: UN BREVE REPASO A LAS EXPEDICIONES ESPAÑOLAS DE LOS SIGLOS XVI AL XVIII POR ANA VERDE CASANOVA Museo de América. Madrid
BIBLID: [0571-3692 (2002) 33-50] RESUMEN: Las páginas que siguen constituyen una breve síntesis de los viajes de exploración del Pacífico por parte de expediciones españolas. Se intentará mostrar cual ha sido la trascendencia de éstos, desde el punto de vista de los descubrimientos y de los vestigios que pueden leerse en la geografía actual, producto de este contacto. PALABRAS CLAVE: Descubrimientos geográficos. Viajes de exploración. Pacífico. ABSTRACT: The following text constitutes a short synthesis of the exploration trips made by Spanish expeditions to the Pacific. It pretends to show which has been its relevance, both from the point of view of discoveries, and also of the traces that can be read in present day Geography which may be related to these contacts. KEY WORDS: Geographical discoveries. Explorations trips. Pacific.
El descubrimiento del océano Pacifico, cuya dimensión ocupa la tercera parte de la tierra, es consecuencia del de América por Colón en 1492 y de la llegada, en 1493, de Vasco de Gama a la India tras doblar el cabo de la Buena Esperanza. A partir de este momento se abre el inicio de una serie de exploraciones geográficas a manos de navegantes españoles, durante los siglos XVI, XVII y XVIII, que permitirán en pocos años el desarrollo de la náutica, de la cartografía y establecer la configuración real de globo terráqueo con el descubrimiento de nuevos mares y tierras. Sin embargo, la huella material de España en el Pacífico en la actualidad no se corresponde con la empresa desarrollada por la corona española, ni con los empeños de aquellos marinos integrantes de los viajes de exploración, que se adentraron en este mar en busca de nuevas tierras y rutas de navegación. Asociacion Española de Orientalistas, XXXVIII (2002) 33-50
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Descubierto y bautizado por hombres al servicio de Castilla, sus aguas fueron surcadas en exclusividad, durante casi cien años, por navíos españoles procedentes de la metrópoli primero y posteriormente de los virreinatos americanos, estableciendo nuevas derrotas y descubriendo tierras e islas desconocidas hasta el momento. Con el paso de los años comerciantes holandeses (Compañía Holandesa de las Indias Orientales) y corsarios ingleses (Cavendish, Drake...) entrarán en el escenario, pero no será hasta el siglo XVIII cuando se abra la era de exploración a los países europeos, y entren marinos y expediciones españolas en competencia con las de Byron, Wallis, Bouganinville, Cook o La Pérouse. El investigador australiano Oskar Spate ha creado el término de “lago español” para definirlo, término acertado pues efectivamente sus aguas bañaron tierras que por el Tratado de Tordesillas eran dominio de España, aunque en raras excepciones se tomara posesión efectiva de ellas al rebasar la empresa las capacidades a la corona, que tenía que encarar otros frentes en Europa y América que paulatinamente la llevaron a su propio declive. La exploración del Pacífico llevó al descubrimiento del archipiélago filipino y de gran parte de las islas que componen el continente oceánico. Todos los archipiélagos que componen Micronesia (Marianas, Carolinas, Palaos, Gilbert y Marshall), varios grupos de la Melanesia (Santa Cruz, Salomón, Almirantazgo y Nuevas Hébridas) y algunos de la Polinesia (Tuamotou, Line, Cook, Marquesas y Ellice), así como el avistamiento de Nueva Guinea, Hawaii1 y Australia, se deben a España. A españoles también se deben las primeras descripciones de sus tierras y habitantes, las primeras colonizaciones y la introducción de la lengua y la religión. Las islas de la Especiería serán el propulsor económico de estos viajes, así como del reconocimiento de África, Asia oriental y América y del dominio de la náutica del océano Índico, Atlántico y Pacífico (M. Cuesta, 1988). El comercio oriental de productos exóticos (maderas, marfíl, sándalo, piedras preciosas, sedas, laca, goma arábiga, cochinilla...) utilizados en las artes suntuarias, tintorería o medicina, y de las especias (clavo, nuez moscada, canela, pimienta o jengibre), fue impulsado y sustentado por las narraciones fabulosas de Marco Polo. Este comercio estaba en manos de mercaderes venecianos y genoveses, que comerciaban con los puertos de Alejandría y Constantinopla, y se vio amenazado en 1453 con la caída del Imperio Bizantino en manos de los turcos, al establecerse un monopolio árabe sobre el mismo. Dado que estos productos venían de Cipango (Japón), Cathay (China) y de las llamadas islas de la Especiería o Molucas, su búsqueda fue el germen que impulso las exploraciones con el fin 1
Aunque el descubrimiento de las Hawaii ha sido asignado a Cook, parece ser que el primero que las avisto fue Alvaro de Saavedra en 1527. Véase Fernández Shaw (1971) y Landín Carrasco y otros (1991: 405-434) el “Descubrimiento de las islas Hawai “en Descubrimientos españoles en los mares del Sur. Asociacion Española de Orientalistas, XXXVIII (2002) 33-50
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de descubrir su situación real y la apertura de una nueva ruta por el oeste, siguiendo las teorías cartográficas de Ptolomeo. Este móvil encubría también otro político y expansionista comenzado a desarrollar por Portugal, que llevaría a un enfrentamiento de intereses y al otorgamiento de las bulas papales, con la finalidad de establecer los límites de las áreas de expansión e influencia de cada corona y que para España supondrá la formación de un gran imperio en “el que nunca se ponía el sol”. Pero dado que la Bula Intercoetera, otorgada por el papa Alejandro VI en 1493, no sólo no resuelve el conflicto sino que lo agrava, ambas coronas firman el Tratado de Tordesillas (1494), en el que la delimitación de la zona de demarcación se establece de polo a polo a 370 leguas al oeste de las islas Azores y de Cabo Verde, sin establecerse el límite del antimeridiano 2, dado el escaso conocimiento que se tenía todavía del mundo y de la imposibilidad de su medición. Pero, como manifiesta Landín Carrasco (1991: 100) “la necesidad de fijar su establecimiento no surgirá hasta que se perciba que el mundo es más grande de lo que se creía y que Colón había llegado a una tierra que no era Asia, aunque los medios técnicos y científicos de la época tampoco lo permitieran”. Este tratado dará la fundamentación para que Vasco Nuñez de Balboa, colonizador del Nuevo Mundo, una vez que atisbe por primera vez el 25 de septiembre de 1513 el océano Pacífico, que denomina Mar del Sur, tome posesión de él y de sus tierras por descubrir en nombre de la corona española. Así, conocida su existencia aunque desconocida su dimensión, hay que buscar el paso que permita su navegación en busca de las Molucas, y esta es la misión que se le encarga al navegante lusitano Magallanes, dándose así inicio a los viajes de descubrimiento. El 28 de noviembre de 1520, Magallanes, a quién acompañaba Juan Sebastián Elcano, se adentra por primera vez en aguas del Pacífico, nombre con el que le bautiza debido a la tranquilidad de sus aguas, tras atravesar el estrecho que lleva su nombre, aunque esta tranquilidad fue objeto de numerosas calamidades consecuencia de las corrientes marinas, los vientos alisios, el calor sofocante, la falta de alimentos, el escorbuto y el agua contaminada. A partir de este momento “otro nuevo mundo” se abre al viejo, tras avistar el 4 de junio de 1521 las primeras islas, aunque deshabitadas, que denominan islas Infortunadas o Desventuradas (posiblemente del grupo Tuamotú), para llegar posteriormente, tras pasar por alguna de las Fénix y no sin afrontar nuevas penalidades, a divisar nuevas islas que las denominan islas de Los Ladrones porque tuvieron enfrentamientos con los isleños tras el robo de un bote, o también de las Velas Latinas, por el tipo de embarcaciones que tenían (las actuales Guam y Rota, de las Carolinas Meridionales). Descubren también algunas islas del archipiélago de 2 Aunque este tratado no se llegó a aplicar nunca en su antimeridiano, su vigencia se prolongó hasta 1750.
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las Filipinas que denominaron de San Lázaro, como la isla de San Lorenzo (Samar, del grupo de las Bisayas), y en una de cuyas islas, Mactán, Magallanes encontró la muerte y en otra, Cebú, varios de los expedicionarios. De allí tomaron rumbo sur hacía las Molucas llegando a Tidore y tras asumir Elcano el mando de los dos barcos que quedaban, iniciaron el camino de retorno con las bodegas cargadas de especias. Elcano regreso en la Victoria por el Índico, a través del cabo de la Buena Esperanza, llegando a Sevilla el 8 de septiembre de 1522, con sólo 16 hombres, tras haber realizado el primer viaje de circunnavegación. La Trinidad al mando de Gonzalo Gómez de Espinosa intento el retorno por el Pacífico llegando a subir a 42º de latitud pero un temporal los llevó de regreso a las Molucas donde fue hecho prisionero por los portugueses en la isla de Ternate, regresando posteriormente a Lisboa. No obstante, descubrieron las islas San Juan y San Antonio (probablemente de las Carolinas occidentales o Palaos) y tocaron en las llamadas de los Ladrones. Esta expedición va a brindar también, de manos de los cronistas de la misma Antonio de Pigaffeta y a Ginés de Maffra, las primeras descripciones de los naturales de las Carolinas, los Chamorros, y de algunos de los habitantes de Filipinas. Encontrado el paso del sudoeste, se organiza una segunda expedición a las islas de la Especiería con la finalidad no sólo de promover el tráfico de las especias sino también de afirmar la presencia y derechos de la corona castellana en aquellas islas. García Jofre de Loaísa, es nombrado capitán general de la misma y gobernador de las islas del Moluco, y va acompañado de Juan Sebastián Elcano y Andrés de Urdaneta, que posibilitará posteriormente el tornaviaje de Filipinas a México. Aunque integrada por siete naves, que salen del puerto de La Coruña el 24 de agosto de 1525, sólo cuatro consiguieron cruzar el estrecho de Magallanes casi un año más tarde, sólo dos lograron atravesarlo, sólo una llegó a las Molucas y ninguna logró regresar. Loaísa y Elcano murieron antes de llegar a las islas de la especiería y la expedición quedó al mando de Toribio Alonso de Salazar. En su recorrido navegaron entre las islas Marshall y las Marianas y descubrieron la costa oriental de la isla Mindanao en las Filipinas, de donde pasaron a Talao (del archipiélago de Talaud, al noreste de las Célebes) para llegar finalmente a la isla de Gilolo del grupo de las Molucas. Las otras dos naves que atravesaron el estrecho Magallanes sufrieron suertes diferentes. El navío llamado Santiago subió por la costa americana del Pacífico hasta México, siendo la primera que desde la metrópoli alcanzaba el hemisferio norte. Mientras que la San Lesmes, al mando de Antonio de Solís, fue la primera que realizó el paso por el estrecho de Hornos y una vez en el Pacífico se perdió 3. 3 Véase Robert Langdon (1975), investigador australiano que ha reconstruido el naufragio de este viaje en las costas de Nueva Zelanda, mientras que Fernández Shaw plantea (2000) su posible llegada a la costa sur de Australia.
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A partir de este momento y hasta el siglo XVIII, las expediciones se organizan y salen de puertos americanos del virreinato de la Nueva España primero y posteriormente del Perú, retornando también a los mismos una vez encontrado el paso del tornaviaje. Álvaro de Saavedra, tras la solicitud de Carlos V a Hernán Cortés del envío de una expedición de socorro de la anterior, zarpa de Zihuatanejo (México) el 31 de octubre de 1527, estableciendo el derrotero de este a oeste en el Pacífico central. Aunque parte de la expedición se perdió en las islas de los Ladrones, la nao la Florida alcanzo las Filipinas y llegó a Molucas, y tras enfrentamientos con los portugueses por su soberanía, inició el retorno con el barco lleno de especias. En los dos intentos infructuosos que hizo en busca del tornaviaje reconoció la costa oeste de Nueva Guinea y descubrió la isla de los Reyes (del grupo de las Faraulep), y otras de los archipiélagos del Almirantazgo, Marshall y Carolinas. Saavedra murió durante la travesía y la Florida regreso en 1529 a través del Índico 4. El siguiente protagonista será Hernando de Grijalva, –navegante que había explorado el noroeste de La Nueva España y las islas Revillagigedo–, enviado por Hernán Cortes al Perú en auxilio de Pizarro en 1535. A su regreso Grijalva decide adentrarse en el Pacífico, no sin disensión con sus tripulantes, lo que posiblemente le costó la muerte ya que parece ser murió asesinado por sus marineros, llegando a algunas de las actuales islas Gilbert y de allí a aguas de Nueva Guinea-Papua, donde descubrieron diferentes islas. El final de esta expedición fue trágico pues el barco naufragó y sus tripulantes fueron hechos prisioneros por nativos melanesios, a los que describen “como caníbales de pelo rizado”, quedando sólo dos supervivientes que aportaran informaciones y datos que sin duda serían importantes para expediciones posteriores a la zona. El virrey D. Antonio de Mendoza organiza una tercera expedición al mando de Ruy López de Villalobos, que zarpó de México en 1542 y en su recorrido, pasó por las islas de Revillagigedo, Marshall, Carolinas y Palaos llegando a Mindanao. En su deseo de descubrir el tornaviaje a México envió a la nave San Juan, que acometió la misión dos veces al frente de Bernardo de la Torre primero y de Iñigo Ortíz de Retes después, pero ambas fracasaron. No obstante, en el primer intento se descubrieron islas del grupo de Volcano y Benin (Japón), y en el segundo Ortíz de Retes recorrió la costa norte de Nueva Guinea, avistada anteriormente por Álvaro de Saavedra y Grijalva, y tomó posesión de ella dándole dicha denominación por la similitud de sus habitantes con los africanos. Pero el viaje de regreso volvió a fracasar al ser empujadas por 4 Este mismo año se firma el Tratado de Zaragoza, por el que las Molucas son vendidas a Portugal, pensando Carlos V que tal vez no cayeran en su demarcación. Por otra parte la amplitud de los descubrimiento quitó también interés e importancia a las islas de le Especiería.
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los vientos las naves que sobrevivieron, arribando contra su voluntad también en esta ocasión a las Molucas Si en todas estas expediciones españolas, además del afán descubridor de nuevas tierras que proporcionen especias u otras riquezas está implícita la búsqueda de la ruta que permita atravesar el Pacífico de oeste a este, la de Villalobos introduce un nuevo elemento, el evangelizador, al embarcar ocho sacerdotes y religiosos en ella, afán que se verá hecho realidad en la siguiente que tiene como misión la colonización de las Filipinas, así como encontrar el viaje de regreso. Por otra parte, los reveses sufridos por las anteriores se verán compensados con esta, que consigue el tornaviaje a México desde el oriente, permitiendo el desarrollo del comercio español con el lejano oriente. La llamada Nao de Acapulco o Galeón de Manila, saldrá desde México a comienzos de año, vía Guam, regresando con los monzones del verano. Miguel López de Legazpi, al que acompaña el cosmógrafo Juan de Urdaneta, superviviente de la expedición de Loaísa, sale de México en 1564. Tras pasar por islas que denominaron de los Barbudos, Placeres, de Pájaros, los Corrales y Jardines (del grupo micronesio de las Marshall) llegaron a las islas de los Ladrones (Guam), cuyo nombre fue cambiado en 1668 por el jesuita Diego Luís de Sanvitores encargado de su colonización, por el de Marianas, en honor de Doña Mariana de Austria, que donó fondos privados para la evangelización y mantenimiento del archipiélago, constituyendo la isla de Guam un punto de parada necesario para el Galeón de Manila. Tras recorrer y reconocer las principales islas de Filipinas, Legazpi fundó, no sin lucha con los nativos, dos colonias, una en Cebú y otra en Luzón, Manila, que posteriormente será declarada capital de la Gobernación y Capitanía General de las Filipinas dependiente del virreinato de la Nueva España, constituyendo su límite occidental. El futuro de esta gobernación dependía del encuentro del tornaviaje, que finalmente fue hallado tras ascender a 40º latitud y de allí rumbo a las costas de California, arribando en el puerto de Acapulco el 8 de octubre de 1565. Pero si a Legazpi se le asigna la conquista y colonización de Filipinas y a Urdaneta el camino de regreso, hay que mencionar que Alonso de Orellano, que iba al frente de una de las naves de la expedición que se separó del resto desde el inicio, se les adelantó en ambas empresas, ya que llegó una semana antes a las Filipinas y arribó dos meses antes a las costas mexicanas, aunque su única gloria fue la acusación de deserción y desobediencia. Una vez conseguidos estos objetivos en el Pacífico septentrional la mirada se dirige al sur del ecuador terrestre. A ello no es ajeno el desarrollo de los viajes comerciales de la ahora Compañía Holandesa de las Indias Orientales, que había comprado sus derechos a Portugal, y la cada mayor presencia de barcos piratas ingleses que amenazan las costas y Asociacion Española de Orientalistas, XXXVIII (2002) 33-50
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puertos americanos. A lo anterior, hay que sumar el resurgimiento de mitos medievales relativos a la tierra mítica de Ophir de donde obtenía sus riquezas el rey Salomón, o de teorías como la de la existencia de la Terra Australis Incognita, creencia que mantenía la existencia de una enorme masa de tierra que permitiera contrabalancear el hemisferio norte, para lograr así la estabilidad del globo, y que fue reavivada por los cronistas Pedro Sarmiento de Gamboa y Cieza de León, fundamentándose en los relatos de los incas relativos a la existencia de grandes islas en el Mar del Sur repletas de riquezas. Este cambio de ruta llevará también un cambio de virreinato, correspondiendo a partir de ahora al de Perú la organización de los viajes y a sus puertos la salida de los mismos. La primera expedición organizada en busca de la terra australis corre a cargo de Alvaro de Mendaña, que acompañado de Sarmiento de Gamboa sale del Callao el 16 de noviembre de 1567. Un cambio en el rumbo hacia el noroeste les llevó, tras pasar por el atolón de Pukapuka, al que Magallanes había denominado isla Infortunada, y por Tuamotu, a la isla que llaman Nombre de Jesús (del grupo de las Ellice) y, a la que denominan Santa Isabel en la tomaron tierra e iniciaron la exploración y descubrimiento de las llamadas islas Salomón en Melanesia, a pesar de no haber encontrado ninguna riqueza en ellas. Los enfrentamientos con los indígenas y la situación de los barcos les llevó, no sin desacuerdos, a iniciar el camino de regreso pasando por el archipiélago de las Marshall y Gilbert para ascender a las costas de California, y descender por toda la costa pacífica americana hasta el Perú. Sarmiento de Gamboa culpó del fracaso de la expedición, por haber cambiado la derrota, a Mendaña. Es factible pensar que de lo contrario hubiesen llegado a islas de la Sociedad, descubiertas posteriormente por Cook y a Australia. Sin embargo, su mayor logro fue el descubrimiento y exploración de las islas Salomón durante seis meses. Con una capitulación de la corona y el título de Adelantado y gobernador de las tierras e islas que descubriese Mendaña regresa en 1595, dispuesto a colonizar las islas Salomón, acompañado de su mujer Isabel de Barreto, sus cuñados, soldados, mujeres, niños y esclavos, y, el piloto portugués Pedro Fernández de Quirós. En este viaje no las pudieron encontrar de nuevo 5, pero llegó a las que bautizó como Las Marquesas de Mendoza en honor de la esposa del virrey que había patrocinado la empresa. En esta expedición se obtienen los primeros datos etnográficos 5 Según Landín Carrasco (1991) por no haber sido bien tomados los datos relativos a la longitud, como consecuencia de la falta de adecuados aparatos de medición. En del Busto Duthurburu (1973: 663) encontramos una información manifiestamente distinta al manifestar sobre el piloto mayor de la expedición que “Se desconoce la fecha del fallecimiento de Hernán Gallego, constando sólo que por entonces se llevó a la tumba la verdadera derrota de las islas Salomón, pues (….) .deseoso de conocer sólo él con exactitud la ubicación del Río de Oro, falseo los datos que en 1568 entrego a Alvaro de Mendaña”.
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sobre naturales de la polinesia cuyos habitantes son descritos por primera vez por Fernández de Quirós como “casi blancos y de muy gentil talle... los cuerpos y rostros son todos muy labrados con un color azul, y dibujados algunos pescados y otras labores... los cabellos como mujeres muy crecidos y sueltos y con ellos mismos dadas vueltas..... eran muchos rubios y había lindos muchachos, que cierto para gente bárbara y desnuda era gusto verlos...”( Landín Carrasco y Luis Sánchez Masiá, 1991: 601). Otros descubrimientos de esta expedición son las islas de San Bernardo, al norte del archipiélago Cook, y la de Santa Cruz en las Nuevas Hébridas, que hoy se conoce como Ndeni, y, aunque decidieron poblarla los enfrentamientos con los nativos se lo impidieron. Muerto Mendaña pasó sus títulos, transmisibles a sus herederos por cédula real, a su esposa. Pero la expedición ha de regresar a Manila, donde Isabel de Barreto fue denominada reina de Saba, como gobernadora de las islas Salomón 6. La colonización y evangelización de las islas Salomón así como el descubrimiento de la tierra austral generará una tercera expedición, a cuyo frente irá en esta ocasión Pedro Fernández de Quirós, compañero de Mendaña en el anterior viaje, que sale del Callao en 21 de diciembre de 1605, junto con Luís Váez de Torres. Se dirigen al sudoeste manteniendo el rumbo en los 20º latitud, y tras descubrir varias islas de la polinesia, del archipiélago de las Tuamotu (Ducie, Henderson, Marutea y Hao), la isla que denominan de los Peces, nombre que más tarde se cambia por el de Carolina, la isla de Gente Hermosa ( hoy Rakahanga en la parte septentrional del grupo Cook), y Nuestra Señora del Socorro, (hoy Taumako del grupo Duff), el primero de mayo entran en una bahía, que tras ser inspeccionada por Torres, recibe el nombre de San Felipe y Santiago, en las Nuevas Hébridas (hoy república de Vanuatú). Allí toman tierra en nombre del rey de España y Quirós le asigna el nombre de Austrialia del Espíritu Santo ( la isla conserva hoy todavía el apelativo de Santo), en recuerdo de la monarquía reinante, mientras que a la colonia que comienza a establecer la denomina Nueva Jerusalén. Enloquecido con su descubrimiento este personaje casi novelesco y lleno de delirios místico-geográficos, pensó que había descubierto un continente y regresó 7. Desaparecido Quirós, Váez de Torres recorre la costa del Espíritu Santo comprobando que se trataba de una isla y no de un continente. A continuación pone rumbo 21º sur, siguiendo las ordenes selladas del virrey en el que se les ordenaba buscasen tierra por debajo de los 20º y si 6 Investigadores australianos asignan a Lope de Vega, almirante de la nave Santa Isabel, que formaba parte de esta expedición y que se perdió, la llegada a las costas australianas. Véase Fernández Shaw (2000). 7 Los memoriales o informes de Quirós fueron traducidos a varios idiomas, y fueron utilizados por Cook y Tasman para acometer sus viajes. Respecto al nombre de Australia véase el memorial nº 8 (archivo de Simancas).
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no la encontraban, regresaran. Se adentra en la península de York, bordeándola hasta llegar al cabo del mismo nombre, desde donde fueron los primeros en atisbar el extremo septentrional de Australia 8. Posteriormente recorre la costa de Nueva Guinea a lo largo del golfo de Papua, reivindicada para España por Iñigo Ortíz de Retes en 1545, y tras recorrer la costa sur de Nueva Guinea y descubrir numerosas islas, cruza el estrecho que lleva su nombre, visita alguna isla del grupo de las Molucas para dirigirse posteriormente a Manila. En carta escrita desde Manila por Váez de Torres a Felipe III, explicando la partida de Quirós y el abandono del resto dela expedición, publicada por Justo Zaragoza (1878:20-21) encontramos las primeras descripciones de los habitantes: “Toda esta tierra de la Nueva Guinea esta poblada de yndios no muy blancos, desnudos, avnque bien tapadas las verguenças con cascaras de arboles a manera de lienço muy pintado; pelean con dardos y rrodelas y algunas maças de piedra con mucha plumaria muy galana”. Avanzadas trescientas leguas de costa las islas “están pobladas por gente negra muy corpulenta, desnudos, (…) tienen por armas unas lanças muy gruesas y largas muchas flechas y maças” (en cursiva en el original) de piedra muy disformes”, y al llegar a la parte occidental de Papua, “esta tierra esta poblada de jente negra diferente a toda la demás, es jente mas bien adornada, tanvien vsan flechas y dardos, y vnos escudos muy grandes y vnos montantes de cañallenos de cal que despide de si, con que a pelear siegan a los contrarios; finalmente fuimos corriendo (....) hallando siempre esta jente..” A Diego Pardo y Tovar, cronista y cartógrafo de la expedición debemos la realización de los primeros mapas de las bahías de San Lorenzo y Puerto de Monterrey, Arlanza, San Felipe y los puertos y bahía de San Buenaventura, así como las primeras descripciones de sus pobladores: Pero lo que nos parece muy importante de destacar es la existencia de cuatro dibujos, que se conservan en el archivo de Simancas, referidos a los naturales de la “tierra de San Buenaventura”, de la “bahía de San Lorenzo” y de la “bahía de San Pedro de Arlanza”, y de “Felipe y Santiago”, adjudicadas a Pardo y Tovar aunque no están firmadas, que son sin duda las primeras representaciones iconográficas de los melanesios. A finales del XVII y sobre todo en XVIII España perderá el monopolio sobre las aguas del Pacífico, que serán surcadas por barcos de otras potencias europeas y sus islas tomadas en nombre de otros países, estableciendo Silvia Hilton (1988) un interesante análisis de los hechos que llevan a que el Nuevo Mundo se vaya empequeñeciendo por momentos. Sin embargo, España se debe defender de estas incursiones que amenazan 8 El geógrafo escocés Alexander Dalrymple incluyó en un mapa de 1767, al paso por el que navegó Váez de Torres con el nombre de “estrecho de Torres”. Véase también Justo Zaragoza (1878).
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incluso a las costas y puertos americanos, por lo que se desarrollan nuevas expediciones que en este caso pueden ser definidas como de reconocimiento, de gran importancia tanto por sus ejecutores como por los resultados que alcanzan. Manuel Amat, virrey del Perú (1761-76), enviará cuatro expediciones, una con destino a las isla de Pascua y tres a la Polinesia, con la finalidad de ubicarlas en el mapa, reconocerlas y fundar colonias en estas islas cercanas, para evitar que pasen a ser posesión de otros países y poder proteger así las costas americanas. Por otra parte, la isla Davis o David, llamada por los españoles de San Carlos, en honor a Carlos III, y en la actualidad de Pascua o Rapa Nui, era confundida en las cartas de navegación con Tahití, avistada por Quirós en 1605, y llamada Otheyte por sus naturales o Rey Jorge por los ingleses. Era necesario pues, ratificar su exacta situación geográfica, examinar sus características, estudiar su habitabilidad, así como indagar los intentos de penetración por parte de otros países, con la finalidad de intentar su colonización y evangelización. El primero de estos viajes a la isla de Pascua tiene lugar en 1770, al mando de Gónzalez de Haedo, junto con el capitán Antonio Domonte y los tenientes Cayetano de Lángara y Hemeterio Heceta, siguiendo, según Mellén Costa (1988:113) una derrota establecida con el estudio de más de cincuenta cartas marinas de diferentes naciones, que diferían en cuanto la longitud en que estaba situada la isla no así en cuanto a su latitud, situada entre 27º y 28º. El día 20 tomaron posesión de ella tras fondear en una bahía llamada de González, –que La Peérouse denominaria en 1786 como Baie des Espagnols–, y en la actualidad de la tortuga o Hanga Ho’onu. Juan Hervé y Francisco Aguera, tras ser recorrida y examinada, levantaron los primeros planos que existen de ella y González de Haedo, en su diario, describió a sus habitantes, junto con su economía, costumbres, religión e ídolos He moái y tras denominarla de San Carlos toman posesión de ella en nombre de la corona española. Cumplida su misión, inician la búsqueda de la isla de Luján, demarcada por el piloto Silvestre Luján en 1767 como Nueva, que no encuentran por lo que se dirigen a la de Chiloé y de allí, tras avistar las de Juan Fernández, al puerto del Callao a donde llegan el 28 de marzo de 1771 9. Los resultados positivos obtenidos en el viaje llevan a ordenar su poblamiento y evangelización, pero la fundación de esta colonia se verá postergada ante las noticias de la presencia de Cook en Tahití por lo que se hace necesario un viaje de reconocimiento con la misma finalidad de cartografiarla, conocer sus condiciones de habitabilidad y averiguar la presencia de algún destacamento inglés. 9 El grupo de islas de Juan Fernández, frente a las costas de Chile fueron descubiertas por el mismo en 1574, y, las de los Galápagos, frente a las costas de Ecuador, fueron avistadas por primera vez por fray Tomás de Berlanga en 1535 y las llamo islas Encantadas.
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Esta misión será encargada Domingo de Bonaechea, al que acompañan Tomás Gayangos y de Juan Hervé como segundo piloto. La expedición sale del puerto del Callao el 26 de septiembre de 1772 en la fragata llamada El Águila. Sus instrucciones son claras “el fin de esta expedición es atraer nuevas almas a la religión cristiana y nuevos vasallos al Rey” (Landín Carrasco (1991: 731), por lo que se dan órdenes estrictas sobre el respetuoso trato que se debe dar a los naturales y evitar cualquier acto sangriento, órdenes que tuvieron su efecto ya que el propio Cook al referirse en su Diario al trato dado por los españoles manifiesta que “… parece que han hecho grandes esfuerzos en congraciarse con sus habitantes quienes siempre les mencionaban con las mayores expresiones de estima y consideración” (Palau, 1989 122). Durante este viaje reconocen la isla de San Simón y San Judas, “habitada por morenos que empuñan largas varas y llevan taparrabo” (actual Tauere), San Quintín (Haraiki), Todos los Santos (Anaa), San Cristobal (Mehetia), en la que intercambian por primera vez con los indígenas y adquieren noticias de sus costumbres, la denominada Amat (Tahití) y la de Santo Domingo (Moorea). Pero el resultado sin duda más importante de esta expedición son los diarios elaborados por Bonaechea, Benarcasi y el franciscano José Amich, que elabora también un vocabulario, cuyo estudio y comparación con los de Bouganville y Cook son encomendados por Amat a Cayetano Langara, Siguiendo los consejos de este último de fundar un establecimiento para el control de la isla con misioneros y soldados, el virrey envía en 1774 otra expedición, de nuevo al mando de Bonaechea. Van también dos misioneros y los dos supervivientes indígenas de los cuatro que habían traído en el anterior viaje y que servirán de interpretes, junto con Máximo Rodríguez, que aprendió el idioma en el primer viaje. Para unificar descripciones y completarlas llevan un cuestionario con mas de 100 preguntas. En Tahití fondean en el puerto llamado de Santa Cruz donde, bien recibidos por los indígenas, construyen una casa y toman posesión de la soberanía de Tahití y sus tierras el 1 de enero de 1775, colocándose en dicho acto una cruz que será quitada en 1777 por Cook. Reconocen Tres Hermanos (Teturoa), Hermosa Domingo (Oajine), Pelada (Tupuaemanu), Princesa (Raiatea), San Pedro (Porapora), San Antonio (Maurua), de Pájaros (Maiao), Hermosa (Hahine), de la Princesa (Raiatea), San Pedro (Borabora), San Antonio (Maupiti) y Santa Rosa (Raivavae, del grupo de las Tubuai o Australes). Tras la muerte de Boenechea, la expedición regresa a Lima dejando a los dos franciscanos, al intérprete Máximo Rodríguez y al grumete José Paez, hasta el regreso de la fragata el Águila al mando de Cayetano Lángara en 1775, y tras la decisión de los misioneros de marcharse la isla es abandonada definitivamente y su abandono va a suponer el abandono de otros proyectos de establecimiento español. Asociacion Española de Orientalistas, XXXVIII (2002) 33-50
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El resultado global de estos viajes es el reconocimiento de veintiuna islas, de las que diez se les pueden asignar como descubrimientos, puesto que algunas de estas islas de la polinesia meridional habían sido descubiertas por Fernández de Quirós, Wallis, Bouganville y Cook. Sin embargo, la escasa difusión de estas expediciones, ya que los diarios no fueron publicados hasta mucho más tarde, ha conllevado que estos descubrimientos hayan permanecido en el olvido o hayan sido atribuidos a otros viajeros europeos. El Diario de Máximo Rodríguez, del que hay varias copias y que fue traducido al inglés, constituye el palabras de Mellen (1992:32) “el mejor de su época sobre la isla y población de Tahití”. Con el viaje de Mourelle de la Rua (1780-81) se acaban los viajes de descubrimientos españoles. Su objetivo es llegar a la Nueva España para entregar una documentación del gobernador de las Filipinas al virrey, en una época del año que no convenía para la navegación en esta zona, por la ausencia de vientos favorables, a lo que hay que sumar que la fragata no contaba con los pertrechos ni víveres necesarios para dicho viaje. En este sentido se enmarca en la búsqueda de una nueva derrota para el Galeón de Manila al sur de la isla de Mindanao, es decir por debajo del Ecuador, aunque constituye el último viaje de descubrimiento español en el Pacífico al avistar y tomar contacto por primera vez con algunas con algunas de las islas del grupo de las Ellice o Tuvalu y de las Tonga. Por ello y en cierto sentido sus descubrimientos podrían ser calificados de fortuitos si no fuera por sus dotes de experto marino. Del archipiélago de las Carolinas, a donde le llevaron vientos adversos, pone rumbo sudeste llegando a las llamadas Mil Islas, del grupo de las Ninigo en el archipiélago Bismarck, que les causan gran admiración por estar habitadas pese a su reducido tamaño, lo que deducen por los fuegos que ven desde el barco. Descubre los islotes que llama de los Monjes y los Ermitaños, nombre que perdura en la actualidad, y por islas del archipiélago del Almirantazgo, que denomina de Basco en honor del gobernador de Filipinas, siendo recibidos por canoas de los lugareños a los que dan comida y que define como similares a los negros de Guinea “pues en pelo, color, labios y ojos les son perfectamente semejantes” (Mourelle, 1978:281). Tras pasar por las islas de San Matias y Nueva Irlanda llegan a las Vavao, del grupo Tonga, en las que permanece durante dieciséis días y que bautiza como de Don Martín de Mayorga, por el virrey de la Nueva España. En su derrotero atiba islas del grupo Horn o Wallis y descubre la llamada Gran Cocal, hoy Niutao del grupo Ellice. Resultado de su viaje será también la elaboración de mapas, tablas con el establecimiento de latitudes y longitudes y el Diario de su viaje abundante en descripciones etnográficas. No queremos terminar este recorrido por las expediciones de descubrimiento del Pacífico, sin hacer una breve mención a la Expedición de Malaespina (1789-1793), que hay que insertar dentro de las expediciones científicas que caracterizaron el XVIII español promovidas por Carlos III, Asociacion Española de Orientalistas, XXXVIII (2002) 33-50
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y que siguió el modelo de las de Cook o Láperouse. Sus objetivos eran geográficos, hidrográficos, políticos, históricos y científicos relativos tanto al continente americano, desde la Patagonia hasta Alaska, como a las posesiones españolas, inglesas y portuguesas del Pacífico, y el reconocimiento y elaboración de cartas, planos, dibujos y noticias de todo tipo, entre las que se encontraban las botánicas o etnográficas (costumbres, lengua, religión...) de las Filipinas, de la Bahía de Dusky en Nueva Zelanda, de puerto Jackson y Bahía Botánica en Australia y de las Vavao. De gran interés son los dibujos realizados por Felipe Bouzá, Ravenet y Brambila, dibujantes de la expedición, de sus habitantes y vistas 10. Las páginas anteriores constituyen una breve síntesis de los viajes de exploración y descubrimiento del Pacífico por parte de expediciones españolas, cuyo interés, número y resultados rebasa los límites de este artículo. Viajes por otra parte más amplios numéricamente, ya que no han sido tratados los de exploración de las costas pacíficas de América, tanto del hemisferio norte como del sur, ni los organizados desde las Filipinas en relación con el Galeón de Manila. La historia del Pacífico esta unida a España por el Tratado de Tordesillas, tratado que permitió que durante cien años éste fuera un mar español, período en el que se descubrieron la mayoría de los archipiélagos que componen Oceanía y del sudeste asiático, y que se sucedieran casi otros doscientos años viajes de exploración, descubrimiento, busca de nuevas derrotas, reivindicación, colonización y estudio. Pero muchos de los autores, móviles y resultados de estas expediciones han permanecido en el olvido, para la historia de los descubrimientos y de los diferentes archipiélagos que componen el territorio de Oceanía hasta época relativamente reciente, en que estos estudios han sido revitalizados para la ciencia, al salir a la luz numerosos documentos enterrados en los archivos por parte de investigadores españoles y anglosajones y por las propias instituciones. Del olvido de estas gestas y sus resultados hay que culpar a los acontecimientos históricos, que impidieron la divulgación de cartas de navegación, mapas, crónicas, diarios y dibujos, por cambios de intereses, caída en desgracia de sus autores o por la paulatina pérdida del protagonismo en los mares consecuencia de la gradual decadencia en que se va viendo sumida España a partir del reinado de Felipe II. También a los acontecimientos políticos, al intentar evitar que las informaciones adquiridas pasaran a otras potencias europeas y frenar así los avances de penetración, aunque el espionaje tenía también sus canales de obtención de cartas marinas y derrotas, en el apresamiento de barcos. La dificultad de establecer correctas mediciones de longitud y latitud, el desconocimiento de corrientes marinas y vientos, la pérdida de naves y la cantidad de islas e islotes que constituyen la tierra del continente oceánico 10
Sobre los pintores de esta expedición véase Sotos Serrano (1982). Asociacion Española de Orientalistas, XXXVIII (2002) 33-50
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y sudeste asiático, influyó en que en ocasiones islas descubiertas en siguientes viajes no se volvieran a encontrar, aunque los errores o desviaciones permitieran el hallazgo de otras nuevas. A pesar de ello se puede manifestar que todas las expediciones contribuyeron al conocimiento de las características del mar Pacífico, de sus tierras y accidentes geográficos y a su denominación, que pasó a formar parte de los mapas de la época. Esta generalmente atendía siguiendo a Justo Zaragoza (1878:50), al aspecto particular o a las cualidades intrínsecas de las islas descubiertas o avistadas; a las características físicas de sus habitantes, aptitudes o acogimiento que recibían; y al almanaque, al imponerse el nombre del santo del día. Pero con el paso del tiempo estas denominaciones son causa de abundantes confusiones por la gran variedad de nombres reemplazados en los mapas por coetáneos o posteriores viajeros europeos, lo que ha implicado no sólo el cambio de su nombre en los mapas y su traducción a otros idiomas, sino también un oscurantismo al implicar el reemplazo de la denominación a su vez el del descubridor, produciéndose de este modo errores de adjudicación del mismo descubrimiento a otros protagonistas o países. La gran variedad de nombres existentes referidos a la misma isla o accidente geográfico, a los que hay que agregar el actual nombre indígena, genera en la actualidad dificultades de reconocimiento a la hora de intentar su identificación. En este sentido han ido encaminados los trabajos de Landín Carrasco (1984, 1991). Se puede decir que en la actualidad, muy poco queda de la huella de España en la geografía de Pacífico que recuerde estos descubrimientos. Sólo se conserva una mínima parte de la toponimia original española, de lo que son ejemplo nombres de archipiélagos; Filipinas, Marianas, Carolinas, Marquesas, Salomón, Juan Fernández o Galápagos; de islas como de Nueva Guinea, Guadalcanal, Santa Cruz, Isabel, Pascua y Australia, así como algún toponimo geográfico como el Estrecho de Torres o Bahía Dudosa (Doubtful Sand). Por otra parte, si la presencia de España en el Pacífico fue activa y pionera desde el siglo XVI al XVIII, una colonización efectiva sólo se dio en las Filipinas. En menor grado en las Marianas, evangelizada por los jesuitas en 1668. El resto de la Micronesia, Carolinas, Palaos y Marshall, quedaron sin colonizar, aunque en 1886 se fundó en la isla de Ponapé una pequeña colonia llamada Santiago de la Ascensión, localidad que hasta hoy se conoce con el nombre de Colonia.
BIBLIOGRAFÍA BUSTO DUTHURBURU, José del (1973) (ed.): Historia Marítima del Perú, Tomo III, vol 2, ed. Ausonia, Perú. Asociacion Española de Orientalistas, XXXVIII (2002) 33-50
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Figura 1: Mapa del Pacífico. Fuente: Islas de los Mares del Sur (2000).
Figura 2: Batea o umete de piedra negra regalado por el jefe Tu de Tahití a Máximo Rodríguez (Expedición de Bonaechea (1774-75) como regalo para el rey de España. Museo Nacional de Antropología (Madrid). Nº Inv. 1260. Asociacion Española de Orientalistas, XXXVIII (2002) 33-50
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Figura 3: Pectoral o máscara de duelo recogida por Máximo Rodríguez, (Expedición de Bonaechea (1974-75), en Tahití y descrita en el diario de Máximo Rodríguez. Museo de América de Madrid. Nº Inv. 13801.
Figura 4: “Mujeres mariscando:Ysla de Babao”. Tinta aguada coloreada de Felipe Bouza, pintor de la expedición de Malaspina (17891793). Museo de América Madrid. Nº Inv. 2359. Asociacion Española de Orientalistas, XXXVIII (2002) 33-50