En invierno y con el cielo como techo

y familias, en Parque Chacabuco,. Parque Avellaneda, Barracas y Cha- carita ... los menores criados al cordón de la vereda y su posible reinserción escolar.
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CIUDAD

I

Domingo 8 de julio de 2012

TRISTE POSTAL URBANA s DIFERENCIAS ENTRE CIFRAS DEL GOBIERNO Y DE LAS ONG

En invierno y con el cielo como techo Centenares de personas duermen a la intemperie en la ciudad; un drama que sobrepasa los esfuerzos oficiales y de los voluntarios CYNTHIA PALACIOS LA NACION Si la calle suele ser un terreno hostil, qué decir de dormir a la intemperie. Cada noche, la ciudad es escenario de imágenes terribles: el sueño helado de los que viven en la calle. A pesar de los programas oficiales y los esfuerzos de voluntarios y organizaciones civiles, cientos de personas pasan sus días –y sus noches– en la vía pública. El último recuento oficial es del 17 de noviembre del año pasado, cuando el Programa Buenos Aires Presente (BAP) contabilizó 876 personas en situación de calle. Sin embargo, cualquiera que transite por el gélido territorio de la noche porteña sentirá que son más. Las inmediaciones del Congreso Nacional, la entrada de la Biblioteca del Congreso, la recova de la avenida Alem, la Catedral y los umbrales del Cabildo son algunos de los puntos críticos donde cada noche se ven personas durmiendo. Algunos son lugares históricos de los que duermen en la ciudad congelada, pero también se ve gente durmiendo en rincones donde antes no lo hacían. Según explicaron desde el Ministerio de Desarrollo Social porteño, la cifra fue disminuyendo, ya que en 2010 había 1287 personas en la calle; en 2009 eran 1356 y en 2007 se encontraban en esa situación 1029 personas. Si bien las organizaciones sociales contabilizan más gente en esta situación crítica que la que denuncian los números oficiales, advierten que la cifra real no estaría tan lejos y consideran que como se trata de un rastreo puntual depende de la realidad que se haya vivido ese día. Algunas entidades, como la ONG Médicos del Mundo, destacó que el censo oficial no contabiliza a los menores de edad ni a las personas que no tienen techo pero se refugian en los paradores o reciben algún subsidio transitorio para alquilar un lugar. Por eso el resultado de la encuesta es sólo aproximación que no refleja la magnitud del problema. Hoy están bajo techo. Mañana quién sabe. Para asistir a las personas que viven en la calle, el gobierno porteño lanzó el Plan Prevención Frío 2012, que aumentó este año a 2271 el número de plazas. El plan, que se extenderá hasta el 31 de agosto, cuenta con unidades móviles del programa Buenos Aires Presente (BAP), que recorren la ciudad. El programa tiene una operatoria ordinaria de 40 equipos móviles que asisten a los que están en la calle y los invitan a pasar la noche en los paradores. En estos momentos hay unas 1400 plazas ocupadas por día, en promedio, en los paradores. Anteayer, una de las noches más frías del año, un centenar más de personas aceptaron refugiarse en un parador. Es decir, un 10% más. Este año se acondicionaron cuatro polideportivos para albergar a mujeres con chicos, hombres solos y familias, en Parque Chacabuco, Parque Avellaneda, Barracas y Chacarita, donde los que llegan reciben atención profesional, elementos de higiene, ropa y comida caliente, cama y ducha. Los que prefieren quedarse en la calle, reciben kits con medias de algodón, guantes, gorros y cuellos de polar, frazadas y viandas. En la línea gratuita 108 se puede solicitar la asistencia del BAP. Esta línea recibe un promedio de 600 llamadas por día, que crecen a un ritmo sostenido por la enorme difusión que recibe a través de las redes sociales. Anteayer recibieron cerca de 60 pedidos de auxilio más de los habituales.

La entrada de la Biblioteca del Congreso de la Nación, refugio de personas que sin más abrigo que una frazada combaten las temperaturas bajo cero de la madrugada

OPINION

El artesanal trabajo de ayudar MANUEL LOZANO PARA LA NACION

El Cabildo de noche muestra su cara más dolorosa

En una de las puertas del anexo del Senado

En las inmediaciones del Congreso se instala cada vez más gente FOTOS DE IGNACIO COLO Y MARCELO GOMEZ

Sueños y nueve perros, su único equipaje Julio vive en la recova de Paseo Colón; cuando el frío lastima, se aferra a sus animales y sus ganas de construirse una casa LEONARDO TARIFEÑO LA NACION No se acuerda cuándo fue la primera vez que durmió en la calle. O a lo mejor no se quiere acordar. Dice que fue hace cinco años, “por Constitución”, y que antes vivía en Berazategui. Según dice, se quedó sin nada ni nadie por “problemas familiares”. Desde entonces, de día deambula sin rumbo fijo. Y de noche, hace ya dos años, descansa y duerme rodeado de cartones, bolsas, ropa vieja, y nueve perros, en la esquina de Estados Unidos y Paseo Colón. El origen de su miseria le resulta innombrable, y es difícil saber si un drama como el suyo de veras tiene nombre. Y si lo tiene, es algo que ni siquiera él mismo se atreve a pronunciar. El juego del olvido empieza por él y sigue con sus vecinos, quienes le dicen “Pedro”, cuando en realidad se llama Julio. La tarde que apareció con el primer perro que se encontró (Pedro), para la gente del barrio resultó más fácil recordar el nombre del bicho que el suyo verdadero y, por eso, en algún momento, bautizaron a ambos con la misma identidad. Como si el toque de humor hiciera más digerible una vergüenza que afecta a todo el que convive con el shock de

abandono que la historia de Pedro muestra por sí sola. Curiosamente, a Pedro-Julio la confusión le encanta, por alguna razón lo enorgullece. “Estos perros son mi familia”, explica, y se permite la única sonrisa que se le verá en un buen rato de charla. ¿Los animales son mejores que las personas? Pedro no duda de la respuesta. Los perros lo cuidan, lo abrigan, lo respetan. Su cariño incondicional le demuestra que, aunque la sociedad lo olvide, de todas maneras, él merece cuidado, abrigo, respeto y afecto. Y que por eso mismo es un tipo como cualquier otro, al que una “familia” lo espera cuando el frío de la noche comienza a apretar. En la calle, el frío se mete entre la ropa, congela las mejillas, afecta el ánimo y estimula el mal humor. Tirado sobre un colchón viejo y roto, cubierto por mantas agujereadas y un gorro que lo tapa hasta las cejas, Pedro enciende una pequeña radio portátil. En un ratito, su Boca juega la final de la Copa Libertadores. “La radio me la regaló una vecina –cuenta–. En general, la gente es buena, ayuda mucho. Hay de todo, claro, pero la mayoría de las personas son muy solidarias. Algunos del barrio dicen que conmigo no tienen problemas,

MARCELO GOMEZ

Julio y sus perros, en la esquina de Paseo Colón y Estados Unidos pero con los perros sí. Me amenazan con matarlos. Por eso yo los tengo que cuidar. Porque si les hacen algo a ellos, ¿yo qué hago?” Sobre el colchón están Pedro y los perros Ramón, José y Yolanda. A los pies, hay otros tres, y uno más al costado. La cuenta da siete. “Sofía está en el parque Lezama, viene al rato, con ella ya son ocho. Y el noveno, mirá, está acá”, dice, y por

un segundo saca la frazada. El más friolento de todos los perros está allí, enroscado dentro de la ¿cama?, unido en cuerpo y alma con el hombre con el que comparte su destino. En esta esquina de Buenos Aires, el frío no lo puede todo. La sonrisa de Pedro dice aquello que sus palabras no quieren nombrar. Pedro no tiene trabajo, casa, familia

humana o dinero para comer, pero se las arregló para que cada uno de los nueve perros tenga su platito. Dos veterinarios los asisten: uno vacuna a los animales, otro trae comida, entre ambos consiguieron correas y algún bozal. Mientras espera la hora del partido, este “sin techo” amable y resignado busca una emisora que ponga “música melódica”, su preferida. Recuerda que durante años trabajó en la industria de la pesca, hasta que un día le anunciaron que ya no contaban con él. Ahora, su rutina está muy definida: los lunes va a comer a una iglesia, los miércoles a otra donde se puede bañar, los viernes a un comedor en el que a veces lo toman como ayudante de cocina. Un bono de $ 200 que le entrega el Gobierno le sirve para comprar lo (muy) mínimo indispensable. Y mientras aguanta como puede, hace sus planes. “Lo que yo quisiera es material, porque mi papá, que murió hace una semana, me dejó un terreno. Si tuviera cómo conseguir material, podría hacerme una casita... ¡para tener más perros!”, señala. Y por la seguridad con la que lo dice, deja claro que ni siquiera allí donde las cosas no tienen nombre se pierde el derecho a soñar.

El déficit habitacional es uno de los grandes problemas de nuestro país y conlleva a la agudización de problemáticas como el hacinamiento, la violencia y la falta de acceso a un trabajo digno, lo que trae por consecuencia mayor inequidad social. Desde la Fundación SI (www.fundacionsi.org.ar) junto a 2000 voluntarios recorremos diariamente las calles de Buenos Aires, el Gran Buenos Aires, Mar del Plata, Rosario, Córdoba, Tucumán y Posadas, acompañando a quienes duermen a la intemperie con abrigo y comida caliente. Este año hemos relevado más de 1400 personas en esta ciudad, 80 en Mar del Plata, 70 en Rosario y 115 en Córdoba. Cifras que nos preocupan y nos duelen, y que aumentan si se suman todas aquellas personas que se encuentran en paradores o reciben el subsidio habitacional, que si bien hoy no están durmiendo en la calle, lo volverán a estar dentro de unos meses cuando el beneficio se termine. Es por ello que es sumamente necesario comenzar a trabajar a largo plazo, no pensando solamente en soluciones transitorias frente a la emergencia, sino abordando la problemática desde todas las aristas posibles. Por esta razón, las recorridas de Fundación SI se realizan en forma diaria, buscando crear un vínculo que nos permita abordar cada una de las historias, colmadas de dolor, marginación, abuso y violencia. Desde la generación de esa confianza y afecto intentamos trabajar en los problemas sanitarios, las adicciones, los embarazos que se gestan en la calle, los menores criados al cordón de la vereda y su posible reinserción escolar y laboral. Es un trabajo artesanal, de persona a persona, de igual a igual. Y en esta profundización de nuestro trabajo, el nombre de “recorridas por el frío” irá perdiendo vigencia, porque continuaremos trabajando junto a quienes duermen a la intemperie durante todo el año sin importar lo que indique el termómetro. No es un camino sencillo, pero estamos convencidos de que es un trabajo que vale la pena y cada una de las personas que hoy ya se encuentran trabajando o estudiando nos lo confirman día a día. Y en este camino hacia una sociedad más inclusiva tenemos que ir todos, cada uno desde su lugar, los funcionarios públicos, las empresas, las organizaciones y los vecinos; la complementación y el trabajo en equipo serán claves para la obtención de los resultados buscados. Quizá no todos puedan reinsertarse, quizá sólo algunos lo logren, pero en cada ser humano que vuelve a tener una vida digna estará el logro del tiempo compartido y la enorme alegría de una sociedad que decidió levantar la mirada.

El autor es creador de la Fundación SI y fue director de Red Solidaria