El mamboretá, un insecto que pierde la cabeza por amor

zuli junto a arte prehistórico y pisci- nas con agua de diques construidos por el ser humano. “Esto es algo fuera de lo común en la prehistoria, lo que nos hizo ...
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Ciencia/Salud

Página 10/LA NACION

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Lunes 6 de octubre de 2008

Disquisiciones sobre el comportamiento sexual

El mamboretá, un insecto que pierde la cabeza por amor La hembra lo devora antes, durante o después del apareamiento, pero se resiste Por Susana Gallardo Para LA NACION ARCHIVO

El macho de la mantis religiosa suele ser devorado por la hembra durante la copulación o después de ella. Pero, según una investigadora de la UBA, no es cómplice, sino que se esfuerza para evitar ser “almorzado”. El mántido macho –el mamboretá o “tatadiós”– es capaz de perder la cabeza por amor. En efecto, la hembra puede devorarlo ya sea antes, durante o después del apareamiento. El primer bocado es la cabeza y, muchas veces, el macho decapitado puede seguir copulando. Frente al canibalismo de estos insectos, los biólogos han barajado dos explicaciones: o el macho es cómplice de su verdugo –prefiere inmolarse en pos de perpetuar sus genes– o, por el contrario, en una contienda silenciosa, busca salir airoso, con su cabeza puesta. La disyuntiva es entre complicidad o conflicto. Pero la hipótesis de conflicto es la que parece contar con evidencias más sólidas. “No hay complicidad, sino conflicto –asegura la doctora Lorena Pompilio, investigadora del Conicet y de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEyN) de la UBA–. A la hembra le conviene comerse al macho, y a éste le conviene sobrevivir”, aclara, a partir de experimentos realizados en su laboratorio de la Ciudad Universitaria. La hembra devora al macho en aproximadamente un 40% de los casos, dependiendo de cuan hambrienta esté. “Si todos los machos se dejaran consumir en forma pasiva, uno debería pensar que hay para ellos algún beneficio, traducido en un incremento en su éxito reproductivo”, conjetura Pompilio, que es psicóloga y doctora en Biología por la Universidad de Oxford. Hay unas dos mil especies de mántidos, cuyos parientes más cercanos son las cucarachas. Son insectos voraces y muy buenos cazadores: algunas especies llegan a comer pájaros e, incluso, pequeñas ratas. Sus patas anteriores, que mantienen recogidas ante la cabeza como si rezaran, están provistas de fuertes espinas para sujetar las presas.

Al lapislázuli de las rocas interiores se le atribuían poderes curativos

Stonehenge podría haber sido... un spa Es una teoría de dos arqueólogos ingleses

FOTOS DE CEPRO-EXACTAS

El mamboretá o “tatadiós”, cuyo comportamiento sexual echa luz sobre los de otras especies

Pompilio diseñó una serie de experimentos para averiguar si el macho va ciegamente a la muerte o si aplica alguna estrategia de salvación. En uno de ellos (realizado con el biólogo Fabián Gabelli, profesor en la Facultad de Psicología de la UBA, y Esteban Avigliano, estudiante de biología de la FCEyN), el macho es colocado en un pequeño recinto frente a dos hembras, una de ellas más hambrienta que la otra. ¿Cómo sabe el macho cuál es la que está hambrienta? El mejor indicador es mostrarle una hembra mientras almuerza una presa versus una hembra sin su plato. Previamente, ambas habían sido privadas de alimento. El macho prefería a la hembra que se alimentaba, que estaba menos hambrienta que la otra. Pero, “para controlar que el macho no fuera a la hembra sólo por la presa, tuvimos que agregar al grupo un macho que también estuviera ingiriendo alimento”, comenta Pompilio. Si el macho elige siempre la hembra que se alimenta, ello sugiere que evita ser canibalizado. “Con el estudio de estos mecanismos –señala–, uno puede llegar a conclusiones de tipo evolutivo. En

Lorena Pompilio

este caso, por ejemplo, se puede apoyar la hipótesis de conflicto.” La investigadora demostró que el macho es sensible a la observación de una hembra que ingiere una presa; ahora bien, ¿es capaz de evitar a la hembra que mostró intención de atacarlo? “Si el macho es sensible a esos indicadores, podemos decir que esos mecanismos de evitación del canibalismo se seleccionaron a lo largo de la evolución; es decir, tuvieron más descendencia los individuos más selectivos a la hora de elegir una hembra para aparearse”, señala. El experimento muestra que los machos cuidan de no acercarse de-

masiado a la hembra que no ha ingerido alimento y se quedan más del doble del tiempo junto a la otra hembra. Además, en más de un 60% de los casos, los machos eligen copular con la hembra a la que han observado comer. En resumen, la evolución parece haber actuado sobre los comportamientos de estos insectos, de manera que el que salvó su cabeza fue el que más descendencia tuvo. Para Pompilio, los comportamientos sexuales de las especies tienen un componente en común, producto de la historia evolutiva que compartimos. “El conflicto entre sexos no es exclusivo de los mántidos, sino que existe cuando machos y hembras maximizan su éxito reproductivo de manera diferente. Por ejemplo, en mamíferos, las hembras maximizan su éxito reproductivo si eligen un macho que provea buenos genes y cuidado a las crías. Pero el macho maximiza su éxito al aparearse con la mayor cantidad posible de hembras. Machos y hembras buscan cosas diferentes, y allí surge el conflicto”, aventura. Centro de Divulgación Científica, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, UBA

NUEVA YORK (The New York Times).– Luego de analizar los hallazgos de una excavación realizada a comienzos de este año, dos arqueólogos británicos sugieren una solución al misterio sobre el objetivo de la construcción de Stonehenge. Afirman que podría haber sido un spa. Los arqueólogos Timothy Darvill y Geoffrey Wainwright realizaron la primera investigación en más de 40 años sobre el círculo interior de Stonehenge, donde sus constructores colocaron hace más de 4000 años un círculo doble de rocas de lapislázuli. Esas rocas azules provenían de Carn Menyn, un lugar en las montañas ubicadas a más de 220 kilómetros de Stonehenge; es decir, una siete veces más que la distancia con el origen de las rocas más famosas de Stonehenge, dispuestas como pilares fuera del círculo interior. ¿Por qué los antiguos constructores caminaron tanto para conseguir las piedras azules? Según comentan los dos arqueólogos en el artículo publicado en la revista Smithsonian, al lapislázuli de Carn Menyn se le atribuían propiedades curativas características. La creencia popular en esos poderes del lapislázuli de Stonehenge aparece también en un poema de Layamon del siglo XIII.

Agenda Cuidados paliativos ■ Mañana, a las 18.30, se realiza en Bonpland 2287 el encuentro “Alivio del dolor: un derecho humano”, auspiciado por Pallium.

Si se demuestra la teoría, Stonehenge pudo haber sido básicamente una “franquicia” del spa original en Carn Menyn. De hecho, allí los arqueólogos también hallaron evidencias de círculos similares construidos con lapislázuli junto a arte prehistórico y piscinas con agua de diques construidos por el ser humano. “Esto es algo fuera de lo común en la prehistoria, lo que nos hizo intuir que estábamos tras una pista importante con estos hallazgos”, dijo el doctor Wainwright, presidente de la Sociedad de Anticuarios de Londres. A partir de los hallazgos de la excavación, el equipo estimó que las primeras rocas de lapislázuli de Stonehenge se colocaron entre 2400 y 2200 antes de Cristo. Esa fecha coincide con los datos de un esqueleto descubierto en el lugar: el Arqueto de Amesbury, un hombre enfermo y lastimado que había viajado a Stonehenge desde Suiza o los Alpes alemanes. Los arqueólogos sostienen que la coincidencia de fechas refuerza la nueva teoría, aunque admiten que otros científicos aún no están tan convencidos de que Stonehenge haya sido un destino curativo.

John Tierney