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El Kremlin coquetea con Grecia y Chipre
¿QUÉ BUSCA PUTIN EN EL MEDITERRÁNEO? Las recientes visitas a Moscú del primer ministro griego, Alexis Tsipras, y del presidente chipriota, Nikos Anastasiadis, recuerdan que la Rusia de Vladimir Putin no sólo puede desestabilizar Europa utilizando el frente ucraniano. Los recientes gestos rusos de diálogo hacia países doloridos económicamente como Grecia o Chipre ponen de manifiesto que el Mare Nostrum es una región que no ha dejado de interesar al Kremlin. El mantenimiento y la extensión de la influencia políticoeconómica además de la búsqueda de oportunidades energéticas forman parte de los objetivos mediterráneos de Moscú. El trato privilegiado que recibió Alexis Tsipras por parte de Vladimir
Por Salvador Martínez (Berlin) enemos algunos problemas, pero cuanto antes podamos acabar con el impacto negativo en nuestras relaciones, mejor”. Quien manifestaba tan buena disposición con esas palabras hace unas semanas no era otro que Vlamidir Putin, el presidente de Rusia. En compañía de la canciller alemana Angela Merkel, el jefe de Estado trató de mostrar su lado más amable en la reciente celebración del Día de la Victoria, fiesta del 9 de mayo con la que se celebra en suelo ruso el triunfo de la Unión Soviética y los aliados sobre la Alemania nazi. “Estamos agradecidos a los pueblos del Reino Unido, Francia y Estados Unidos por su contribución en la victoria”, afirmó Putin tal y como manda el tradicional reparto de halagos en los festejos y muy a pesar de que las relaciones de su país con Occidente no atraviesan su mejor momento. Pese a que el conflicto ucraniano y sus consecuencias en las relaciones entre Occidente y el país de Putin hayan perdido peso en la escena mediática internacional, lo cierto es que Rusia sigue planteando no pocos desafíos a sus vecinos del oeste del Viejo Continente. Lo hace en Ucrania y, hasta cierto punto, también en el mar Mediterráneo. De hecho, han sido –y son– motivo de no pocas especulaciones y bastante preocupación que en Moscú se recibiera calurosa-
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mente el pasado mes de abril al primer ministro griego, Alexis Tsipras, y al presidente chipriota, Nikos Anastasiadis, dos líderes de naciones europeas necesitadas de especial atención. Tsipras y Anastasiadis plantearon con sus visitas que es posible salirse del marco de las dificultades impuestas como solución en los rescates que han precisado las economías de sus países. En mayor o menor medida, la idea que ambos dirigentes dejaron caer en Moscú es que Rusia también puede contribuir a que Grecia y Chipre salgan adelante. Y esto es música para los oídos del presidente ruso. “A Putin le encanta presentarse como una especie de Mesías que trata de salvar a los países pobres de la influencia europea y estadounidense”, dice a EL SIGLO Olaf Boehnke, director en la oficina berlinesa del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR, por sus siglas en inglés), un think tank europeísta. Según su análisis, de la última reunión de
Rusia añadiría al frente ucraniano otra variable en el Mediterráneo, donde también quiere ejercer su influencia
Tsipras con Putin, “no salió nada, y de hecho no se esperaba que el primer ministro heleno volviera a Grecia procedente de Moscú con un contrato de 1.000 millones de euros bajo el brazo”. Anastasiadis, sin embargo, sí que consiguió tras visitar a Putin una mejora de las condiciones del préstamo de 2.500 millones de euros que Rusia concedió a Chipre en 2011, un año antes de que la economía insular fuera rescatada. Zona de influencia rusa. Desde Moscú, las visitas de Tsipras y Anastasiadis han servido para manifestar el interés ruso en el Mediterráneo, algo soslayado en los últimos tiempos por la relevancia del conflicto ucraniano (ver EL SIGLO, nº1059). “Para Rusia el Mar Mediterráneo es importante y por eso quiere estar presente en la región”, recuerda al ser entrevistado por este semanario Theocharis Grigoriadis, profesor en la Universidad Libre de Berlin y experto en el mundo ruso. “El mar Mediterráneo conecta con el norte de África y los países árabes, donde Rusia quiere mantener su influencia y seguir compitiendo con Estados Unidos”, agrega. En la ribera sur del Mar Mediterráneo, desde que comenzara la Primavera Árabe, los numerosos cambios políticos registrados obligan a no perder presencia. Permanecer en contacto político y económico con los países de la región es algo clave para Moscú,
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que Putin está haciendo es tratar de dividir a los países europeos”, señala Boehnke, aludiendo a la tradicional buena relación de Atenas y Nicosia con Moscú. A su modo de ver, las recientes aproximaciones entre Rusia, Grecia y Chipre, también buscaban fisurar la política de sanciones económicas contra Moscú. “Para Moscú, Grecia es importante porque es un país de la UE que ha sido, por tradición, más amistoso hacia Rusia”, subraya
Las a ro imaciones de Rusia a recia C i re contribu en a la divisi n entre los aíses de la UE ir
Putin ha despertado los recelos de la diplomacia europea.
El ‘premier’ chipriota Anastasiadis volvió de Rusia con mejoras en la financiación de su préstamo con la superpotencia.
sobre todo, a la hora de hacer negocios. No hay que perder de vista, según señala Grigoriadis, que muchas de las armas que se producen en Rusia tienen sus compradores en Oriente Medio. Países como Egipto y Siria gozan de relaciones tradicionalmente buenas con Rusia. Por la comunicación fluida entre Moscú y Damasco, por ejemplo, el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, vistió Rusia hace unos días para ha-
blar con Putin sobre el conflicto civil que desgarra al país de Bashar Al-Asad. Según Grigoriadis, la relevancia de Grecia y Chipre para Rusia reside en su ubicación mediterránea. Pero tampoco conviene dejar de lado que ambos son países miembros de una Unión Europea que, a través de Angela Merkel, está lidiando con bastante mano dura frente a las pretensiones geopolíticas de Putin en el este de Ucrania. “Lo
Grigoriadis. Chipre, según él, “tiene menos relevancia política que Grecia, evidentemente”. Pero los vínculos chipriotas con el país de Putin son tales que, de hecho, los hay que sólo califican de “aliados” del pequeño país mediterráneo a Rusia y a China. Al menos así lo señalaba al diario estadounidense The New York Times el pasado mes de abril Harry Tzimitras, director del centro de investigación PRIO Cyprus Center. “Mucha gente en esta isla ve a Rusia como un salvador”, subrayaba este investigador. En favor de esta percepción juegan los muchos millones de euros que representan los adinerados ciudadanos rusos residentes en suelo chipriota. Éstos también resultan más que interesantes para un país cuyo presidente dice acerca de la relación con Rusia: “No puedo permitirme el lujo de elegir a mis amigos”. Esta lógica es la que explica la reciente ampliación de los acuerdos existente entre Chipre y el país de Putin que permiten presencia militar rusa en la isla del Mediterráneo. Precisamente en el Mare Nostrum se entrenaron la semana pasada barcos de guerra del Ejército ruso para “practicar defensa aérea y el análisis de la situación en el mar”, según han confirmado portavoces militares de Rusia. Con esto en mente, no extraña que el propio Anastasiadis sea de los que recuerden que su país se encuentra en el grupo de socios europeos “que tienen reservas” sobre la presente política sancionadora de nº 1112. 1–7 de junio de 2015
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Occidente frente a Rusia. Por su parte, Boehnke, el director de la oficina del ECFR en Berlín, señala que el “Gobierno griego ha estado jugando la carta del acercamiento a Rusia para amenazar a la Comisión Europea y los socios de la UE diciendo: ‘Si no me ayudáis frente a la crisis
financiera, entonces me iré a un país como Rusia para encontrar algo de apoyo’”. A su modo de ver, “ése es un juego estúpido y peligroso”. Vano es otro adjetivo que se podría añadir, porque “Grecia es un país mayormente influenciado por la Unión Europea y Estados Unidos”, según explica Grigoriadis,
Las sanciones a Rusia han tenido mucho que ver en la caída de su PIB un 1,9% en el primer trimestre del año.
Rusia, una economía bajo resi n La economía rusa lleva tiempo dolorida por la política de sanciones impuesta por Occidente, que ha encontrado en la canciller alemana Angela Merkel la lideresa con la que mejor plantar cara al comportamiento del país de Vladimir Putin en el este de Ucrania. Así, el PIB de Rusia, la quinta economía del mundo, cayó un 1,9% en el primer trimestre de este año. En Moscú aseguran que el país volverá a crecer económicamente en 2016, pero esto es algo de lo que se duda en instancias internacionales como el Banco Mundial. Según los cálculos de esta institución con sede en Washington, la economía rusa se contraerá un 3,5% este año. En el Viejo Con50
tinente, el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo sitúa la caída del PIB ruso en el presente ejercicio en un 4,5%. En este contexto, Olaf Boehnke, el director de la oficina en Berlín del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, dice que Rusia “no está en posición de ayudar con dinero a Grecia”. “Las sanciones contra Rusia están funcionando bastante bien, la economía está bajo presión”, añade este investigador. En vista de esa presión, Theocharis Grigoriadis, economista y profesor de la Universidad Libre de Berlín, no ve cómo Rusia podría ayudar a Grecia a la hora de resolver sus problemas económicos. “Las sanciones y los problemas de liquidez que presen-
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ta la economía rusa impiden que Rusia pueda ofrecer garantías al sistema bancario griego”, sostiene Grigoriadis. A corto plazo, Rusia sólo lo va a tener difícil económicamente si todo sigue igual. Porque, según Maxim Trudolyubov, editor de asuntos económicos del diario ruso Vedomosti, la clase política no tiene margen de maniobra. “La economía está entrando en depresión”, “el acceso a nuevas tecnologías está severamente restringido” y “las elites están atrapadas por las sanciones occidentales”, ha apuntado Trudolyubov. Para Putin y compañía, la clave que permitirá salir de esta situación no sólo está en el Kremlin. También se encuentra en el este de Ucrania.
el profesor de la Universidad Libre de Berlín. “La relación de Grecia con Rusia siempre fue una relación inestable y, por el momento, Rusia no tiene ni raíces políticas ni económicas en Grecia, además, tradicionalmente las élites helenas siempre han actuado en contra de cualquier acercamiento entre Atenas y Moscú”, añade. El ne ocio del as. Además de ser una zona que conecta Europa con los países en vías de desarrollo de la región del Mediterráneo, el Mare Nostrum también resulta geoestratégicamente interesante al presentar una “gran cantidad de recursos energéticos que asegura buena parte del crecimiento de la economía mundial”, de acuerdo con Pavel Shlykov, investigador en el Moscow Center, centro de investigaciones del Fondo Carnegie para la Paz Internacional, uno de los think tanks más prestigiosos a nivel mundial. En este sentido, han de resultar más que atractivos para Moscú los yacimientos de gas natural aún por explotar en aguas chipriotas. Gracias a Gazprom, la mayor compañía extractora de gas natural del planeta, Rusia “tiene una inmensa experiencia en cuestiones energéticas que podría explotar en aguas de Chipre”, destaca Boehnke. Grecia también puede darse por aludida cuando se habla del interés energético de Rusia en el mar Mediterráneo. Tanto es así que la prensa internacional se ha hecho eco de que Gazprom puede estar planteándose hacer inversiones millonarias en suelo heleno para ampliar el Turkish Stream, un gasoducto en proyecto. La cifra no confirmada alcanzaría, según los rumores, los 5.000 millones de euros, un montante nada desdeñable para las necesitadas arcas helenas. Aún así, Grigoriadis, el profesor de la Universidad Libre de Berlín, no ve ni siquiera que en un futuro puedan fortalecerse las relaciones grecorrusas. Porque “la élite política griega siempre tendrá que considerar muy mucho las consecuencias de generar cualquier tipo de turbulencias en la relación con la Unión Europea y Estados Unidos”. A día de hoy, y por mucho que pesen los excesos de las medidas asociadas a los rescates, para Grecia y Chipre, “no se pueden sustituir las ventajas de pertenecer a la Unión Europea por lo que Rusia pueda ofrecer”, concluye Boehnke. ●