Los héroes de la Ilíada La Ilíada es indudablemente una de las bases fundamentales de la literatura occidental. En sus cantos refiere tragedias y actos heroicos y retrata mediante sus personajes a los antiguos griegos, presentándonos una sociedad de carácter primitivo cuyos hombres no llegan a ser nada más que individuos infantiles y egocéntricos, de carácter volátil, e incapaces, con contadas excepciones, de una reflexión profunda. Tomando como punto de partida la invasión a Ilión (Troya), nos damos cuenta de que el motivo de tal guerra es principalmente pasional. Paris no tiene reparos en tomar a Helena, esposa de Menelao, y llevársela consigo a su patria ni afrentar a éste luego negándose a devolverla. Tampoco Menelao repara en el tiempo, recursos y vidas que se invierten al declarar la guerra y sitiar la ciudad. Así, luego de nueve años de constante lucha y enemistad, los teucros y aqueos llegan a un punto de imposible retorno y también de improbable victoria de ninguna de las partes. Aquí otra disputa empuja al ejército aqueo al límite. Agamenón y Aquiles se enzarzan en una pelea sobre posesiones, nada menos, que saca a relucir las faltas más graves del rey y el caudillo. Así que Aquiles, tan fuerte y poderoso en el campo de batalla, corre a refugiarse en las faldas de su madre, la diosa Tetis, cuando la discusión no termina bien para él, haciendo gala de una inmadurez soberbia y pidiendo venganza a los dioses. Agamenón por otro lado, empuja a su ejército a la lucha, despreciando la falta que le harán el valor y la fuerza de su guerrero más poderoso. Enrique Saínz comenta lo siguiente en su introducción a la Ilíada: Vistas en detalle las cóleras de Aquiles (…), sobre las que gira todo el desenvolvimiento de la acción, sirven de ejemplo para decirnos hasta qué punto podía el hombre sumergirse dentro de sí mismo. Y nos damos cuenta de que se trata de conflictos en cierto sentido infantiles (…) Aquiles disfrutaba de una total autonomía militar, pero es al mismo tiempo inmaduro. (Homero, 1979, p.14) Incluso los caracteres de los dioses están colmados de rasgos egoístas, orgullosos y rencorosos. Si bien son suyas las manos que mueven las cuerdas de los hombres en la tierra, ellos mismos pasan el tiempo enemistándose unos con otros y creando guerras para satisfacer alguna rivalidad. De manera que Zeus favorece a los troyanos a causa de los ruegos de Tetis, entrando en conflicto con su esposa, Hera, y su hija, Atenea, quienes toman el bando de los argivos. Jenófanes expone en su obra Fragmentos y Testimonios, traducción M. H. Liberani, 1964: “Homero y Hesíodo han atribuido a los dioses todo cuanto es motivo de vergüenza y censura entre los hombres: robar, cometer adulterio y engañarse recíprocamente” (p.53). Saínz añade que: “las pasiones promueven ardientemente las decisiones de los dioses y los

hombres y son un rasgo determinante, complementario de la personalidad de los héroes” (Homero, 1979, p.14). Pero incluso en esta composición épica, como siguiendo ejemplo del antiguo humanismo griego, podemos encontrar un héroe con el que ciertamente simpatizamos, que presenta cualidades humildes, que no persigue gloria ni fama y que lucha en defensa de su familia y de su pueblo. En Héctor se compaginan la mayoría de los valores presentes en la Ilíada. En su personaje vemos un personaje con un interior sensible, como se presenta en el canto dedicado al Coloquio de Héctor y Andrómaca. Es así que encontramos en la Ilíada una representación de los valores ideales de la época (condiciones físicas, valor y origen), reflejados en unos personajes ingenuos e irreflexivos. Ya sean deidades o humanos, su atención gira en torno a cuestiones materiales y sus valores son inculcados de acuerdo a la tradición, libres de cualidad reflexiva. Sin embargo, también están representados ciertos atributos con los que empatiza el lector en el personaje de Héctor y otros que no han sido abordados en este ensayo, lo que demuestra el carácter universal y trascendental de la obra a pesar de todo.