¿Libres de esclavitud? Artículo escrito por: Rolando López Claro que Dios pudo, en su omnipotencia, crear a un hombre perfecto incapaz de pecar. ¿Pero habría sido este un hombre verdadero? ¿No es acaso la libertad el más preciado de todos los dones, aún cuando en su nombre se hayan cometido tantos crímenes? El hombre, creado perfecto, tuvo en el momento de caer la libertad de elegir entre dos modelos de vida, una de comunión con el Padre en su presencia, y otra de oposición, que vino a resultar en vivir separado de Él, y eligió la segunda. Y cómo el precio del pecado es muerte (Génesis 2:17), muerte eterna y para siempre fuera de la presencia de Dios; a partir del justo momento en que el hombre peca empieza un proceso hereditario de descomposición de su naturaleza, que lo conduce a perder la perfección original.
Es a partir de este momento, que la libertad, como ideal de perfección, comienza a ser una quimera para la humanidad, porque la naturaleza corrupta del hombre lo lleva a ser lo malo dominado por el pecado. Al respecto el apóstol Pablo nos dice en su carta a los Romanos 7:18-20: …en mí, esto es, en mi carne, no habita el bien, porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que está en mí. Y en el vv. 24: ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?
Al entregar la ley mosaica a los judíos, Dios les ordena hacer holocaustos por el pecado, para lo cual se sacrificaban de forma ritual becerros, corderos y otros animales. Pagaban con ellos por los pecados del sacerdote, de la comunidad, de un gobernante, o de un miembro del pueblo. Pero obviamente, ninguna de las ofrendas que estaban al alcance del hombre podría pagar el rescate de todos los hombres, por lo que habían de ofrecerse estos sacrificios una y otra vez.
Esta situación se mantuvo durante el período que abarca el Antiguo Testamento, tiempo necesario para preparar la llegada del Mesías.
Por tanto, es la venida de
Jesucristo el momento que marca la hora de nuestra independencia, pues él nos libertó de manera definitiva y para siempre, al ofrecerse en sacrificio como manifestación de la justicia de Dios, fue llevado al matadero como cordero (Isaías 53:7), y ofrecido como sacrificio de expiación, para justificación gratuita de todos nosotros, la cual se recibe por la fe en su sangre (Romanos 3.24-25).
Así, hacer a Jesucristo el centro de nuestras vidas, aceptándolo como nuestro salvador personal, se convierte en el mayor y más completo acto de libertad que puede hacer cualquier persona. Por eso, para usted que tiene sed de justicia, hoy puede resultar un día como otro cualquiera, sin embargo, entregando su vida a Jesús tiene la opción de convertirlo en el día más importante de su vida. Una propuesta interesante, ¿no cree? ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.