Espectáculos
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CINE
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Lunes 27 de julio de 2009
TEATRO Swing Time, desde mañana, en el Maipo
Rodaje: There Be Dragons
Roland Joffé filma Madrid en San Telmo Continuación de la Pág. 1, Col. 1 Como coproductor argentino del film aparece el santafecino Luis Zanger, de la Universidad del Litoral, cuyos antecedentes en el cine local se remontan a 1966, cuando codirigió el documental Hachero nomás, junto con Patricio Coll y Jorge Goldenberg, y en 1968 como asistente de Juan José Jusid en Tute cabrero. En la película, con guión del mismo Joffé, un joven periodista que vive en Londres, interpretado por Dougray Scott (el villano de Misión: Imposible II), decide ir a ver a su padre moribundo a España para reconciliarse con él. El joven, casualmente, investiga a uno de los viejos amigos de su padre, un sacerdote fallecido que está por ser cano-
nizado. Es entonces cuando descubre la complicada relación entre los dos hombres desde su niñez. La trama pasa por la Guerra Civil Española, y la travesía del futuro santo –en 1937– a través de los Pirineos hasta el sur de Francia (en el sitio oficial del Opus Dei se informa que su participación en el film se limitó a facilitar el acceso a su archivo a la producción). Para el papel de Escrivá de Balaguer fueron propuestos sucesivamente Colin Farrell, el mexicano Diego Luna, el madrileño Willy Toledo y el argentino Juan Diego Botto. Pero finalmente quedó en manos de Charlie Cox, recordado por su participación en Stardust, el misterio de la estrella y la última versión de El mercader de Venecia, con Al Pacino.
FOTOS MARCELO GOMEZ
La obra tuvo su génesis entre las clases de danza que dicta la coreógrafa y musicales como Hairspray y El joven Frankenstein
Es la hora del regreso de las chapitas Continuación de la Pág. 1, Col. 6
El rodaje de la película que protagoniza Dougray Scott durará tres meses
TV Estreno
Dollhouse, una serie con muchas vidas Comienza mañana, a las 22, por la señal FX
convocó a Giménez, Fernando Dente, Sebastián Codega, Deborah Turza y Darío Petruzio. Cinco, sedujo a Inés Saavedra para que dirigiera a los actores. Seis, imaginó las coreografías. Siete, halló la música perfecta con Marcelo Kotliar, Gerardo Gardelín, Nicolás Di Lorenzo y Fernando Villanueva. Ocho, amalgamó los siete pasos anteriores en una puesta y la llamó Swing Time. Desde mañana, subirá a escena los martes, a las 21. Este musical “no language”, contado con el cuerpo y la canción, tuvo su génesis entre las clases de danza que dicta Chapeaurouge en el Instituto Coreográfico Argentino, fundado por su mamá, Hairspray y El joven Frankenstein. “Lo confieso. Es muy difícil hacer una reposición. Más aún cuando esos pasos están muy plasmados en la retina de la gente. Eso me pasó con Cabaret, que la gente ya conocía del cine. Poder crear algo nuevo y diferente, donde vuela tu imaginación, es mágico”, dice la realizadora. La varita de Gustavo Carrizo, coach de famosos en “Bailando por un sueño”, también le dio vida a Swing Time, la historia de amor escrita por un periodista. “Busqué darle una línea dramática, es decir, contar algo, sin texto. Y esta obra tiene una complejidad, porque intervienen dos planos”, cuenta el coreógrafo de Rent y La rotativa del Maipo.
Bailarines y percusionistas Borrón y cuenta nueva. Así viven Echo y sus compañeros. Sin recuerdos ni sentimientos propios hasta que, a través de un avanzado sistema que nadie sabe que existe, se le otorga la vida, la personalidad y las habilidades de otra persona. Muñecos huecos listos para ser rellenados con la historia que haga falta para luego vaciarlos de nuevo. ¿Qué hay detrás de la agencia que provee a estos seres aparentemente perfectos? ¿Quiénes son estas tábulas rasas que resuelven todo problema que se les presenta? Ese es el misterio que pone en marcha Dollhouse, la serie que se estrenará mañana, a las 22, por la señal de TV paga FX. Aunque la literatura y el cine de ciencia ficción imaginaron muchas veces escenarios parecidos en esta oportunidad se trata de combinar elementos de ese género con el drama, una mezcla de tonos que Joss Whedon, el creador de esta serie ya había intentado en Buffy, la cazavampiros. Aquella ficción rompía con todas las reglas de los programas de acción con toques sobrenaturales al sumar historias de amor, de familia y hasta conflictos de identidad sexual en un paquete atractivo y aparentemente superficial. En este caso, Whedon apunta al mismo objetivo, aunque sus personajes, por su misma característica, no tengan la
El género del tap (o zapateo americano) nació en las cubiertas de los barcos que transportaban los esclavos africanos desde su tierra hacia América, en los breves descansos de sus cadenas. “Es más que un baile. El cuerpo es también músico: el encargado de la percusión. Es un género de inmensa energía”, festeja Chapeaurouge, quien buscaba desde hace mucho tiempo dirigir un musical con el bri-
La fórmula Elizabeth de Chapeaurouge, Carrizo y Christian Giménez, el equipo creativo del espectáculo Swing Time
JULIAN BONGIOVANNI
llo que plasmó en Jazz, Swing, Time, en 2003, producida por Alejandro Romay, con Sandra Guida, Elena Roger y Diego Reinhold. “El tap tiene infinitas combinaciones, según cómo ubiques tu pie, la intensidad. Y, a su vez, es elegante y enérgico”, dice la coreógrafa. Con 18 artistas, Chapeaurouge promete un final con tres cuadros al hilo, en una “cachetada” al público. A su vez, en el elenco también parPARA AGENDAR
Swingtime, espectáculo rotagonizado por Christian Giménez, Fernando Dente, Sebastián Codega, Deborah Turza y Darío Petruzio.. Teatro Maipo, los martes, a las 21. Entradas desde 35 pesos.
ticipan Cecilia Estévez, Ariel Pastocchi, Mara Moyano, Jorgelina Maglio, Juan José Marco, Milagros Michael, Esteban Provenzano, Federico Salles, Agustín Maccagno, Cecilia Sullivan, Nadia Saval, Jésica Abouchain y Jonatan Robles.
Más chasquidos Por su parte, Caravan, the jazz musical, ideado por Diego Romay, con dirección de Omar Pacheco, también tiene en el tap un punto fuerte. Gustavo Wons es el director de coreografía y Rodrigo Cristófaro, uno de los grandes maestros de zapateo americano, quien hizo el diseño de tap. “El tap es percusión y es potencia. Me encanta usarlo como lectura y como lenguaje. Un desafío es hacer que los bailarines puedan contar algo con sus pies”, dice Cristófaro.
Un rosarino con luz de estrella Eliza Dushku como la operaria Echo
profundidad de aquéllos. En el papel de Echo, la agente que comienza a llevarse algo de cada vida que interpreta, aparece Eliza Dushku, una actriz con más atributos físicos que capacidades expresivas. Claro que a medida que avance la historia tanto ella como sus atléticos compañeros tendrán muchas oportunidades de demostrar los diferentes personaje que son capaces de encarnar mientras a su alrededor se construye un misterio que mantendrá a los espectadores atrapados hasta el final de la temporada.
Christian Giménez no lo podía creer. En su primera audición en Buenos Aires, el rosarino obtuvo un papel en la obra de Eleonora Cassano. Era enero de 1997. “Lo primero que hice fue llamar a mi mamá desde una cabina de la avenida Corrientes. Tocaba el cielo con las manos. Yo había venido a probar suerte y, mientras, a trabajar en un bar o en McDonald’s”, dice el artista que luego trabajó en David, el rey y en las versiones argentina y mexicana de Chicago. En Jazz, swing, tap, conoció a Chapeaurouge y, desde entonces, trabaja-
ron juntos en Cabaret, Houdini y Peter Pan y, ahora, en Swing Time. “Este musical es distinto a otros, donde hay un protagonista destacado y el resto es elenco. Acá el ensamble está en un primerísimo plano. Que yo lleve la historia adelante no significa que se les quite importancia a otros personajes que estén zapateando”, opina. El año pasado, Giménez también tocó el cielo con las manos y llamó a su mamá en Rosario para darle la buena nueva, esta vez, desde su celular. Había entrado a El fantasma de la ópera (interpreta a Monsieur
Reyer) y el año próximo estará al frente de Chicago, que postergó su estreno para 2010. “Tenés que tener fe en vos mismo. Saber qué querés hacer y proponértelo…y entrenar mucho. No existe la competencia. Es mentira. Cada vez más chicos estudian comedia musical, pero la única competencia es con uno mismo. Y nunca hay que ser mezquino con el público. Cuando subo al escenario no pienso «tengo que bailar», sino «tengo que llegar a esa gente que pagó una entrada, conmoverlos»”, confiesa.
El estilo clásico que está de moda El tap y el swing hoy tienen un papel destacado en la escena porteña. Guillermo Francella, Omar Calicchio y todo el elenco lo bailan en El joven Frankenstein, como también lo hace Adrián Suar en El año que viene a la misma hora, según los pasos que le enseñó uno de los grandes profesores de ese estilo: Rodrigo Cristófaro. En el Velma Café, los artistas de The Generation of Swing rememoran los años 30, 40 y 50 de Hollywood e incluyen un número de tap “por lo vistoso, difícil y gratificante que es para la gente”, cuenta el saxofonista Pablo Cymer, músico de ese show. Pero si de “taperas viejas” se trata, como ella se define a sí misma, alguien que bien sabe “ablandar la chapa” es Mónica Póvoli, que presenta Song & Tap, en Molière junto con otra grande del género, Bebe Labougle. La coreógrafa propone un homenaje a las comedias clásicas, a Ella Fitzgerald, Frank Sinatra, Fred Astaire, Ginger Rogers y Cyd Charisse. “El tap es sumamente creativo y alegre, y como uno es también su propio instrumento musical, nunca se termina de aprender”, opina. La Argentina tuvo y tiene grandes maestros de tap, y cómo olvidarlos: Alberto Agüero, Liber Scall, Tony Clayton, Liliana Jurovietzky... y sigue la lista.