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espectáculos
Nº 18
| Lunes 2 de diciembre de 2013
LUNES 2 de DICIEMBRE
DATOS DISTRIBUCIÓN
Nº 19
Distribuidor: ..................................................................................................................................... Línea: ....................................................................................................................................................... Vendedor: .......................................................................................................................................... Paquete: ...............................................................................................................................................
PróximA ENTREGA LUNES 9 de DICIEMBRE Válido exclusivamente en el territorio de la República Argentina, excepto en Jujuy, Rosario, Santa Rosa y Concepción del Uruguay.
El gran actor de la contracultura alejandro urdapilleta. Murió ayer un verdadero ícono del movimiento cultural de la primavera
democrática; pasó por los grandes teatros de la ciudad, donde recibió todos los premios posibles
fue otra clase de actuación en la que los tres (Rita Cortese, Tina Serrano y él) estaban sencillamente espectaculares. En 1991 fue cuando Gasalla lo invitó a su programa. Así fue como este gran creador de la escena local pasó, poco a poco, de los sótanos de la cultura emergente a la pantalla chica, a la esencia misma de la escena oficial y al cine. Colmo de ciertos colmos, le tocó reemplazar a Alfredo Alcón, quien había dejado el ensayo de Rey Lear. En aquella oportunidad, el mismo Jorge Lavelli, director del montaje, lo convocó a él. El tema dio bastante que hablar. Ya antes, por su trabajo en Mein Kampf (una farsa) se lo había comparado con Alcón. “Ésas son pelotudeces totales. ¿Sucesor de Alcón? ¿Qué quiere decir eso? Son cosas de cuñada, de señora de barrio. Todos los actores son importantes: hay algunos que han hecho cagadas toda la vida y de repente se destapan haciendo un trabajo que te caés de culo. Esto no es una carrera con galones, en la que empezás en la Vucetich y terminás en el Vaticano sentado con la toga papal. No tiene nada que ver, es un trabajo muy interior, personal. Cada uno tiene su camino, y somos todos distintos”, dijo. Justamente, Alcón, en estos días, se sabe que no está bien de salud. Lo de trabajo personal él se lo tomó a pecho. A veces, entraba en largos silencios, depresiones, tra-
Viene de tapa
Alejandro Urdapilleta, seguramente sin buscarlo, fue bandera de aquellos sótanos con olor a humedad y frescura renovadora que él llenó de magia con ese registro de lo desbocado, de esa exageración llevada un nivel de verdad que calaba en el espectador y generaba algo cercano al fanatismo, algo que parecía superar al registro de lo teatral. Como dice Alejandra Flechner en el recuadro, él fue el Gran Monstruo de la actuación. Y uno, como público, no esperaba otra cosa que ser devorado, triturado, arrasado por su energía, por esa personal manera de decir los textos, por esa expresión hambrienta de sentidos. Se anotó a estudiar teatro a los 16 años. La manera de resolverlo fue fácil: fue a la Asociación Argentina de Actores, pidió un listado y se anotó con el primer profesor que figuraba. Obviamente, comenzaba con A. A los 22 largó el curso, largó el colegio y se mando a hacer su experiencia en Europa. En Londres, y esto él lo contaba con ciertos lujos de detalles que no podrían ser reproducidos en este diario, fue ayudante de mayordomo en la residencia del embajador italiano. No sabía italiano. No sabía inglés. No sabía poner la mesa. Ergo, lo echaron. Terminó en Ibiza. Y esa gira mágica y misteriosa alguna vez concluyó. Entonces, se volvió. En un curso con Augusto Fernandes vio por primera vez a Batato Barea. En la inauguración de Cemento, lo encaró y lo invitó para que viera el ensayo de una obra suya. Batato le dijo: “De ninguna manera, yo odio el teatro”. Urda le dijo: “Yo también”. Se hicieron amigos. Más que eso: compinches, compañeros de ruta, hermanos (o hermanas), y junto a Humberto Tortonese actuaron en maravillosos antros como el Parakultural, el Rojas, Medio Mundo Varieté, Babilonia. En esos espacios compartían escena con gente como Los Melli, Gambas al Ajillo, Fernando Noy y siguen los nombres. La última función que hicieron los tres (Batato, Urda y Torto) fue en la vieja estación de tren de Montevideo. El espectáculo se llamaba La carancha. Urda había nacido en Montevideo donde su padre, un coronel del ejército, estaba exiliado por haber participado en el levantamiento contra la primera presidencia de Perón. En medio de la rigidez militar, él contaba que de chico lo obligaban a ver Buenas tardes, mucho gusto y Café con Canela, Hablaba como ella, caminaba como ella, cocinaba como ella. Pero eso fue hace tiempo, mucho.
“Reivindico la locura del artista. No le veo la gracia al actor que quiere ser muy profesional”
Mein Kampf, su primer trabajo en la sala Martín Coronado
Primera despedida A los pocos días de aquella función de La carancha, ¿tres, cuatro?, murió Batato. Quizás como forma de exorcizar a esa pérdida, con Tortonese montaron La moribunda. Se ve que como ese trabajo no quería terminar lo hicieron una vez y otra vez y tantas, tantísimas veces. Al mismo tiempo, en la sala más pequeña del Teatro San Martín protagonizó Almuerzo en casa de Ludwig W., de Bernhard, con dirección del gran Roberto Villanueva. Aquello
fOTOs miguel aceVedO riú y archiVO
En La moribunda, Almuerzo en casa de Ludwig W. y junto a Batato Barea y Humberto Tortonese
tamientos, fobias. Se sabía poco de él o nada. Al charlar con él daba cuenta siempre de esas búsquedas intensas, profundas y complejas en las que se le iba el cuerpo. Su último trabajo en teatro fue en 2007 cuando hizo Atendiendo al Sr. Sloane, con dirección de Claudio Tolcachir. De hecho, esa vez ya fueron pocas funciones. O menos de las pensadas, de lo previsto. “Reivindico la locura del artista. A ese actor que quiere ser muy profesional, que quiere ser famoso al modo hollywoodense, no le veo ninguna gracia. No me parece nada divertido salir en TV Guía. El artista debe tener una dosis de locura que debe respetar y alimentar”, dijo, y acoto: él lo tenía. “Soy un vago total que no puedo salir de mi casa. Igual, creo que estoy más cerca de la huida que del anclaje”, dijo otra vez. En verdad, parece ser que lo suyo fue el andar, el huir permanentemente, una extraña combinación de la quietud y el movimiento hambriento. Por eso, quizás, la marca que dejó. Por eso, tal vez, su partida sea como el cierre de una época. Como un fin. Como un monstruo que, al llamarse al silencio, nos deja a todos mudos. Sus restos son velados en Córdoba 5080 y serán sepultados hoy, en el Jardín del Sol, en Pilar.ß
Flechner y Urda, en Adiós...
“Se nos fue el Gran Monstruo argentino” La actriz Alejandra Flechner recuerda a su compañero de ruta Alejandra Flechner, “la Negra Flechner”, conoció a Urda en los camarines del Parakultural. “Eso debe de haber sido, ponele, en el 87, ni lo recuerdo ahora mismo”, cuenta en un charla cortada violentamente por emociones y carcajadas nerviosas, duras, mezcladas. “Yo nunca vi cosas igual en un escenario. Yo he visto actores extranjeros de fama y todo ese rollo, vi mucho; pero un actor como él, nunca. Alejandro era de otro mundo, era una especie de genio al que el mundo le dolía de una manera tremenda”, suelta esa compañera de ruta de tiempos en los cuales ella formaba parte de Gambas al Ajillo y él, el gran Urda, compartía escenario con Tortonese y Batato. En pleno desbarranco argentino de diciembre de 2001, filmaron juntos Adiós, querida Luna. “Terminábamos de filmar y con Ale cruzábamos la ciudad en medio de cacerolas y humo de goma de coches. Eran momentos bellos y difíciles. Igual, nos divertimos un montón. Él siempre se divertía actuando. El mundo de la ficción era lo suyo. Y cuando no estaba arriba de un escenario, se la pasaba escribiendo. De hecho, fijate vos que en cualquier escuela de teatro se hacen sus monólogos”, apunta. Y sigue: “Alejandro quería ser el mejor, pero fuera del sistema, siempre. Nunca creyó en ningún valor de esos que creemos todos o que cree la mayoría de la gente. Él podría haber ocupado el lugar del gran actor argentino amén, pero nunca, nunca, le interesó. Tampoco le interesó ni la fama ni el dinero ni el pertenecer a ningún sistema prefabricado de algo. En ese punto, siempre se movió con mucha inteligencia y con todos sus padecimientos. Igual.... no sé; no quiero decirte nada demasiado estúpido. Estoy aturdida...”. Entonces toma aire o recupera imágenes y se larga: “Él era un monstruo. Era el monstruo seductor. El monstruo ante el cual te quedás paralizado y querés que te coma. El monstruo que te genera ganas de que te devore; eso era él, te lo juro. No conozco a nadie que no haya quedado rendido frente a su magnetismo. Se nos fue el monstruo. Eso. El Gran Monstruo argentino. Eso”.ß
televisión
La justicia en camiseta santos y pecadores, televisión por la justicia . ★★★★
muy
buena. creadores: Bernarda Llorente y Claudio Villarruel. autor: Guillermo Sal-
merón. elenco: Pablo Rago, Valentina Bassi, Juan Leyrado, Fabián Vena, Romina Gaetani, María Onetto, Darío Grandinetti, Lorenzo Quinteros. producción: Gonzalo Otálora. dirección: Rodolfo Cela. canal: Canal 9. horario: miércoles, a las 23.
E
n una línea similar a sus antecesoras, las series de unitarios Televisión por la identidad y Televisión por la inclusión, este ciclo muestra diversos aspectos del funcionamiento de la Justicia en la Argentina, mediante anécdotas que revelan al conocimiento público facetas de éste, que muestran graves fisuras del sistema. La bienvenida particularidad que tiene esta serie es que en ella se afianza la práctica de brindar un mensaje esclarecedor sobre cuestiones de interés social, pero con una envoltura más acorde con criterios de eficacia televisiva que con una prédica mora-
lizante. Las historias se vehiculizan mediante relatos de diversos géneros que concitan interés y resultan amenos y divertidos, cuando no realmente atrapantes. En este sentido, el episodio “El juez fiaca”, que protagonizaron Juan Leyrado y Fabián Vena, es un ejemplo inmejorable de que para brindar un contenido con mensaje social no es necesario envolverlo en una aureola de seriedad protocolar. Al contrario, el humor –no aportamos nada nuevo al sostener esto– puede ser más crítico e ilustrativo que un tratamiento en tono de tragedia. Las vicisitudes que tienen lugar en
el juzgado del magistrado al que interpreta Leyrado parecen propias de las acciones de un personaje de Diego Capusotto. La risa que generan son similares a las que producen los mismos al representar, en clave grotesca, una realidad que a veces se tiñe de absurdo más de lo conveniente. En el caso de la anécdota de este juez, la exageración propia del género, luego de divertir, cuando la carcajada decanta, permite ver una realidad de privilegios y faltas de controles al accionar de los miembros del Poder Judicial, que genera el campo propicio para que algunos se dediquen a otras cosas ajenas a las obligaciones propias de su función, mientras quienes necesitan que se les provea justicia se hunden en la desesperación. Cabe agregar que las interpretaciones de ambos protagonistas (Leyrado y Vena) de este episodio muestran a actores excepcio-
Juan Leyrado compone a un juez al que no le gusta trabajar nales en talento, oficio y formación. Otras historias de la serie no responden al género de la comedia, pero igualmente dan en la tecla de los recursos para brindar un relato atractivo. El del policía arrepentido, que interpreta Pablo Rago (“Se
presume inocente”), muestra una anécdota de gatillo fácil en la que no hay un tratamiento maniqueo del tema. Por su parte, la historia de “Entre muros”, con Romina Gaetani, que aborda el tema del abuso infantil, muestra un excelente trabajo
On TV
de investigación acerca del manejo técnico que se utiliza cuando en un caso hay involucrados menores. En general, la serie presenta una calidad de realización que expone el muy buen nivel alcanzado en el país.ß Ricardo Marín