Espectáculos
Página 4/LA NACION
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Sábado 7 de noviembre de 2009
TEATRO De Broadway a Corrientes
Un gran actor para un gran texto Walter Santa Ana realiza una magnífica composición en la obra de Beckett que dirige Juan Carlos Gené Excelente (((((
ARCHIVO
La actriz y cantante Susan Ferrer
Susan Ferrer vuelve con un nuevo homenaje Es un music hall que aborda distintos géneros En los años 70, hasta mediados de los 80, Susan Ferrer fue una de las figuras recurrentes de la comedia musical argentina, con obras emblemáticas como Hair, Jesucristo Superstar, Amor sin barreras y El Hombre de la Mancha, entre otras. Hace cinco años decidió que, si no la convocaban haría su propio espectáculo y, junto a Rony Keselman, como director; su marido Miguel Core, como productor; y tres jóvenes artistas, entre ellas, AnaPARA AGENDAR hí, su hija, armó De BroadCasting, el musical way a de musicales, donCorrientes, de interpretaban el show. De canciones de coS. Ferrer y R. nocidas obras. Keselman. Ese music hall Multiespacio estuvo en cartel Los Angeles, casi cinco años, Corrientes hasta que sus ha1764. Viernes y sábados, cedores decidiea las 21.30. ron hacer uno $ 50. nuevo. Hoy estrenan De Broadway a Corrientes, el show, en el Multiespacio Los Angeles. Ellos son la misma Susan Ferrer, Anahí Core y Jano Herrera. El libro y la dirección está compartido entre Susan y Rony Keselman y los arreglos musicales son de Joseph Chaparro. “Nuestra intención es unir los lazos entre las emblemáticas y artísticas avenidas Corrientes y Broadway. Es un viaje a través de canciones históricas que perduran en nuestra memoria”, explica Susan Ferrer. En este nuevo music hall interpretarán canciones de comedias musicales, pero también tangos y boleros.
(En escena) Ciencia ficción en el Abasto Los sábados, a las 23, sube a escena Fuera de órbita, el ataque de los meteoritos, una comedia de ciencia ficción de José Luis Calandrón. Con denise Shocrón, Peter Panthy, Jorgelina Bracco y Laura Faienza. En el Teatro de la Fábula, Agüero 444 (4862-6439). De 20 a 25 pesos.
Obra de Gorostiza, en Belgrano Los sábados, a las 19, se presenta A qué jugamos, dirigida por Juan Pablo Cancian, en el Orfeo, Luis M. Campos 1375, “4”.
Se necesita a un gran intérprete como Walter Santa Ana para poder personificar a este sobreviviente que creó Beckett en Krapp, la última cinta magnética
Krapp, la última cinta magnética, por Samuel Beckett. Intérprete: Walter Santa Ana. Traducción, voz que introduce y dirección: Juan Carlos Gené. Música: Luis María Serra. Escenografía y vestuario: Carlos Di Pasquo. Luces: Miguel Morales. Voz que canta: Livia Fernán. Textos de la introducción: S. Beckett. Duración: 60 minutos. Sala Cunill Cabanellas del San Martín.
Krapp está tan estropeado que puede tener cualquier edad, entre los ochenta y la muerte. De sus bolsillos y de los cajones de su dilapidado escritorio, colmado de libros y papeles, brotan los objetos más heterogéneos: trozos de piolín, peras de goma, un rollo sin terminar de papel higiénico, fragmentos de utensilios irreconocibles, facturas, bananas, cintas de grabadora. La grabadora –un mamotreto de museo– señorea sobre el escritorio, mientras Krapp busca, fatigosamente, el carrete número cinco que estaría en la caja número tres. En la búsqueda, va descartando y arrojando al voleo todas aquellas cosas que, al parecer, ha ido acumulando sin ton ni son, por desidia o porque pensó que eventualmente las necesitaría. Encuentra por fin la cinta esquiva y comienza a escucharla. La grabó cuando tenía treinta y nueve años. ¿Por qué precisamente esa cinta, ese tiempo, esas circunstancias? Beckett no lo revela: el contrapunto entre el Krapp que fue y la ruina que hoy vemos (y oímos, porque este hombre es una ruina parlante), prueba la dolorosa realidad de la decadencia física y el término inexorable, que a todos nos aguardan. Pero en ese sumergirse en el mar insondable de la memoria
parecería haber, para él, una forma de felicidad: evoca con indudable placer a las mujeres que lo amaron, Effie, Fanny y otras; recuerda días de sol, paseos por el campo, una canción nostálgica que el viento traía de lejos, personas que le importaron y otras que no. Tras oír su voz fresca de entonces, empuñará el micrófono y, con su graznido actual, grabará comentarios sobre lo que acaba de escuchar. Es evidente que, de a poco, Krapp se va confundiendo con la sombra que lo envuelve, rescatado parcialmente de ella tan sólo por el único charco de luz, arrojado por la lámpara sobre ese escritorio que es la figura de su existencia atroz. Hasta que la sombra lo devora. Pero queda el eco de aquella canción, como una ráfaga de esperanza. Únicamente Shakespeare y Chejov, cada uno a su modo, se arriesgaron a semejante requisitoria contra la mera rutina de vivir; de sobrevivirse, mejor dicho. Beckett se les pone a la par, con el lenguaje de nuestro tiempo. Este es un formidable edificio verbal y se necesita un gran actor para sostenerlo, con la voz no ya como un solo instrumento, sino como una orquesta completa. Y ese gran actor es Walter Santa Ana, con una máscara impresionante, un asombroso dominio corporal, la destreza vocal y la comprensión profunda de la alquimia que se opera, en este texto asombroso, entre la poesía del horror y la poesía del humor. Claro que hay aquí también un director de altísima calidad –Gené, maestro de maestros– y la atención minuciosa, característica del San Martín, puesta en todos los detalles.
Ernesto Schoo
GENT. CARLOS FLYNN
(Platea infantil)
Por Ruth Mehl
La historia universal del querido Papá Noel El Museo Viajero presenta un nuevo trabajo en el que las buenas ideas quedan apenas bosquejadas
(Piedra libre)
Regular ((
Un regalo muuuy especial. De Raquel Prestigiácomo y Fabián Uccello. Dirección: Hugo Grosso. Música: Jorge Rabito. Escenografía: Miguel Nigro. Coreografía: Cecilia Estévez. Con: Malena Faletti, Melina Saavedra, Norberto Benavídez y Esteban Lerman. Museo Saavedra, C. Larralde 6309. Domingos, a las 19. Entrada: $ 18.
El Museo Viajero, el proyecto dirigido por Fabián Uccello, cruza por primera vez las fronteras nacionales para introducir un tema universal. En éste, su último estreno, se aborda el extenso recorrido geográfico y cultural de Papá Noel, siempre de la mano de Gutiérrez, el o la inefable ayudante del director del museo ficticio, que otorga un toque de humor mediante su mirada ingenua, emparentada con la desprejuiciada lógica infantil. Así parte la historia de esta obra, de la generosidad de Nicolás, el obispo de Mira, quien se hizo popular en el siglo IV repartiendo regalos a los pobres. De allí en más se cruzan hilos de tradiciones diversas, algunas de las cuales son recogidas en el relato teatral: Sinterclaas, en Holanda; Father Christmas, en Inglaterra;
N Una mañana musical. El grupo
5 En Cantando sube a escena en el ciclo dominical del Momusi su acostumbrada diversidad sonora. En el 25 de Mayo, Triunvirato 4444, mañana, a las 11. Entrada libre (se entregan dos horas antes). Poética multimedia. Daniela Fiorentino protagoniza los relatos de Cuentos animados entre imágenes proyectadas de particular belleza. Pan y Arte, Boedo 876, los domingos, a las 18. Entrada: 18 pesos.
N
La actuación del elenco es ágil y graciosa
Père Noël en Francia... Hasta llegar a los aportes más recientes desde los medios, como la ilustración de la revista neoyorquina Harper’s, en 1863, y la publicidad de Coca-Cola de 1931, que terminan de acuñar la imagen del anciano de blanca barba y atuendo rojo. La obra simplifica la trama planteando la evolución del personaje prácticamente como una carrera de postas que lo hace cambiar de nombre de un país al otro. Podría considerarse necesaria esta simplificación para facilitar un juego teatral de transformacio-
nes lúdicas. Pero la puesta de Hugo Grosso, aun con una actuación ágil, se mantiene apegada a un esquema de relato ilustrado. En el relato no se ahonda, por ejemplo, en el relegamiento de la celebración de los Reyes Magos, al mencionarse la sustitución de su protagonismo en nuestro país sólo como producto de la llegada de la popular gaseosa en 1950. Tal vez un interesante punto de partida para desarrollar una obra sobre mestizajes y choques culturales, que en este caso queda apenas bosquejado.
N Arte en el museo. Quinquela y los
barcos, dirigida por Osvaldo Tesser, y luego visita guiada y taller de plástica. En el Museo Sívori, Infanta Isabel 555, el domingo, a las 16. Entrada libre. N Despedida. Cantata de Pedro y la guerra, de María Inés Falconi y dirigida por Carlos de Urquiza, una de las apuestas más audaces de la temporada de los chicos. UPB, Campos Salles 2145: hoy, a las 21 y mañana, a las 18.30. $ 20.
Opinión Por Ernesto Schoo
De géneros, públicos y groserías Cuando los turistas visitamos las ruinas de los grandes teatros romanos, desde España hasta Turquía, solemos imaginar la representación de una majestuosa tragedia clásica, con personajes ilustres y parlamentos sublimes. Pero, de haber vivido en los años postreros del imperio romano, lo más seguro –afirma Denis Feeney en una reseña publicada en octubre en el Times Literary Supplement– es que fuésemos al teatro a ver mimos o pantomimas, géneros considerados
“Las personas serias se oponían a los excesos de la pantomima” menores en esa época, e inmensamente populares. Feeney está comentando dos libros sobre el tema, que acaban de aparecer en Gran Bretaña: New directions in ancient pantomime (Edith Hall y Rosie Wyles, editoras) y Demons and dancers, por Ruth Webb. Un dato curioso: la acepción moderna de esos dos términos, mimo y pantomima, ha invertido su significado original, que en la antigüedad era el opuesto. Se llamaba “mimo” a una representación colectiva –actores de ambos sexos, sin máscaras–, por lo general basada sobre las antiguas y groseras farsas griegas, con los temas habituales del marido sometido y la esposa colérica. “Pantomima” era entonces lo que hoy llamamos unipersonal, un actor, a la vez atleta, bailarín y acróbata, que por sí solo (acompañado por un cantante y una pequeña orquesta) interpretaba todos los papeles de una trama, transformándose ante el público de héroe invencible en viuda temblorosa, a la manera de los actores japoneses del kabuki. * * * Desde el punto de vista físico, la pantomima era una profesión de exigencia desmedida, una verdadera proeza de expresión corporal. Sus cultores eran adorados por el público, como ocurre hoy con las estrellas del rock, y con sus mismos caprichos. El género floreció especialmente bajo el reinado de Augusto, el primer emperador, y sus representantes máximos fueron Pílades de Cilicia y sobre todo Batilo, de Alejandría, cuyas contorsiones obscenas hacían delirar a las multitudes. Por supuesto, las personas serias se oponían a estos excesos, ya fueran los sobrevivientes de la era republicana, o los flamantes cristianos. En el libro de Hall y Wyles, la erudita Yvette Hunt propone una visión política del género: a los fines de Augusto y sus sucesores, les convenía fomentar una forma de espectáculo fácil de transportar y recibido con idéntico entusiasmo en todo el imperio, desde Córdoba, en España, hasta Turquía. Sin embargo, se comentaba que el público de Occidente era mucho más vulgar que el sofisticado y exigente espectador de Cesarea, o de Antioquía.