El gran vicio de la extrañeza

13 oct. 2007 - ro escribió guiones de historieta y pu- blicó cuentos y novelas, entre ellas ... casilla como escritor de ciencia ficción debido a que sus primeros ...
108KB Größe 9 Downloads 40 vistas
DEJEN TODO EN MIS MANOS POR MARIO LEVRERO MONDADORI 121 PÁGINAS $ 28

NARRATIVA LATINOAMERICANA

El gran vicio de la extrañeza S

i en el Río de la Plata ha habido siempre lugar para la rareza, en el margen izquierdo el concentrado parece mayor. Tal vez aquella posición ventajosa que Borges otorgaba a la literatura argentina y otras literaturas no centrales, se extreme en el Uruguay: al margen del margen, los orientales serían más libres para usar la tradición con irreverencia; y de la mano de la irreverencia van la innovación y la originalidad: no otra cosa es lo raro. Como sea, el pequeño país es pródigo en rarezas: allí están, para confirmarlo, Felisberto Hernández o Marosa di Giorgio; y, también, Mario Levrero. Los raros se convierten en objetos de culto. Aunque no demasiado frecuentado en este margen del Plata, Levrero tiene sus devotos, fieles lectores que habiendo degustado el sabor de su literatura, buscan reincidir y defienden su sabor por sobre otros sabores. Para los no iniciados, Dejen todo en mis manos es un comienzo inmejorable. Novela corta o nouvelle que se deja leer y que da ganas de seguir leyendo, puede ser el principio de un vicio. Ante todo, Dejen todo en mis manos es un libro divertido. Un lenguaje llano, transparente y coloquial, volunta-

Mario Levrero ARCHIVO

riamente alejado de cualquier pretensión “literaria”, sumerje al lector en la cotidianidad de un escritor que pelea por publicar una novela porque tiene hambre. La necesidad económica está puesta en primer plano. Si hay algo que encanta de esta narración, es que en ella los goces de la literatura están al mismo nivel que las necesidades más básicas o cotidianas: comer, tener sexo, dormir, saborear un buen café…, y contar con el dinero para poder hacer todo eso. Para publicar la novela y cobrar sus dinerillos, nuestro protagonista y narrador recibe una insólita propuesta de su editor: localizar a Juan Pérez, un misterioso autor que envió un manuscrito desde Penurias, un pueblo del interior, sin

indicar el remitente, cuya publicación la editorial considera un éxito seguro. El manuscrito tiene cautivados a unos misteriosos suecos, encarnación tal vez de los misterios de la globalización o de los ojos ávidos del mercado por vender espejitos latinoamericanos. Prueba del amor y de la deuda de Levrero con el policial, la novela no es otra cosa que la investigación del protagonista en busca de Juan Pérez, una pesquisa cuyo único enigma es la identidad del autor. Juan Pérez es, digamos, Mongo Pirulete, el misterio de un autor que puede ser cualquiera, según especula el narrador-investigador: cree que es hombre pero tiene letra de mujer, puede ser marica, lesbiana, la prostituta del pueblo, la maestra jubilada, el fotógrafo raro, el milico ciego. Publicada por primera vez en 1996, Dejen todo en mis manos –que se publica por primera vez de este lado del Río de la Plata– tiene la gracia de la liviandad, pero es un libro que piensa: bullen en él las ideas, preguntas y teorías; la liviandad se opone a lo grave, no a lo reflexivo. Cruzando el policial con Los tres chiflados, y el psicoanálisis con el dibujo animado y con el cómic, tiene la virtud de llevar complejas cuestiones téoricas

al plano de la anécdota y de la construcción. Con gracia levreriana, la novela reflexiona sobre qué es un autor, se pregunta por el género de la escritura, discute acerca del éxito y el valor, piensa en las condiciones materiales en que los textos se producen, en las relaciones entre literatura y mercado, entre literatura y memoria, literatura y experiencia, literatura y autobiografía, pone a prueba la autonomía de la literatura. Los narradores en primera persona que atraviesan buena parte de la obra de Levrero viven en un mundo que bien podría ser el suyo, el del hombre que se ganó la vida inventando crucigramas, dirigió una revista de juegos, fue fotógrafo, tuvo una librería de viejo, coordinó talleres literarios y frecuentó seudónimos. Fallecido en 2004, Levrero escribió guiones de historieta y publicó cuentos y novelas, entre ellas la “trilogía involuntaria” que forman La ciudad, París y El lugar. Involuntario es también el malentendido que lo encasilla como escritor de ciencia ficción debido a que sus primeros textos fueron publicados en revistas o colecciones del género. Patricia Somoza © LA NACION

Sábado 13 de octubre de 2007 I adn I 19