DOMINGO 9 DE MARZO DE 2014 LA
RELIGION73
TRIBUNA
DESDE MI TORRE JAVIER SALAZAR SANCHÍS
Don Álvaro, recuerdos M
onseñor Álvaro del Portillo nació en Madrid (España), el 11 de marzo de 1914 (el próximo martes celebraremos el centenario de su nacimiento, por ese motivo a las 19.30 tendremos en mi Parroquia de los Santos Justo y Pastor una Eucaristía). Tercero de ocho hermanos de una familia de honda raigambre cristiana. Era Doctor Ingeniero de Caminos, Doctor en Filosofía y Letras y en Derecho Canónico. En 1935 se incorporó al Opus Dei, fundado por Josemaría Escrivá el 2 de octubre de 1928. Fue invitado a participar en un retiro “En ese retiro, el Padre dio una meditación sobre el amor a Dios y el amor a la Virgen y me quedé hecho fosfatina”, comentaba D. Álvaro. Ese domingo le explicaron por primera vez, a grandes rasgos, en qué consistía la Obra, y aquel mismo día decidió incorporarse al Opus Dei. Era el 7 de julio de 1935. “Evidentemente se trató de una llamada divina, porque nunca me había pasado por la cabeza, ni siquiera de lejos, aquella idea (…): yo pensaba sólo que sería ingeniero y formaría una familia”.Vivió con fidelidad plena la vocación al Opus Dei, mediante la santificación del trabajo profesional y el cumplimiento de los deberes ordinarios, y desarrolló una amplísima actividad apostólica entre sus compañeros de estudio y con los colegas de trabajo. Don Álvaro viajó a Roma por primera vez en 1943, por encargo de San Josemaría. Acudió a la ciudad eterna para presentar personalmente ante la Santa Sede la instancia de solicitud del nihil obstat necesario para que el Obispo de Madrid aprobara la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y Opus Dei. Eran los tiempos de la II Guerra Mundial. El 25 de junio de 1944 fue ordenado sacerdote. Desde entonces se dedicó enteramente al ministerio pastoral, en servicio de los miembros del Opus Dei y de todas las almas, sirviendo a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida. Durante el Concilio Vaticano II Don Álvaro fue nombrado Secretario de la comisión “De disciplina cleri et populi christiani”, y perito de otras dos. Tantos esfuerzos tuvieron su premio cuando el 7 de diciembre, en la última sesión plenaria, el decreto Presbyterorum Ordinis fue aprobado con 2.390 votos favorables sobre un total de 2.394. El día siguiente, PabloVI clausuraba el ConcilioVaticano II, tras promulgar 4 Constituciones, 8 Decretos y 4 Declaraciones.Terminaba una etapa de trabajos y discusiones y se abría otra llena de expectativas e ilusiones. El 15 de septiembre de 1975 fue elegido primer sucesor de San Josemaría. El 28 de noviembre de 1982, al erigir la Obra en Prelatura personal, el Santo Padre Juan Pablo II le nombró Prelado del Opus Dei, y el 6 de enero de 1991 le confirió la ordenación episcopal. En la madrugada del 23 de marzo de 1994, pocas horas después de regresar de una peregrinación a Tierra Santa,
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donde había seguido con intensa piedad los pasos terrenos de Jesús, desde Nazaret al Santo Sepulcro, el Señor llamó a sí a este siervo bueno y fiel. La mañana precedente había celebrado su última Misa en la iglesia del Cenáculo en Jerusalén. El mismo día 23 de marzo, el Santo Padre Juan Pablo II acudió a rezar ante sus restos mortales. El 27 de septiembre en Madrid será beatificado. Hasta aquí los datos, ahora mis recuerdos. En 1981 yo estudiaba Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid y con otros miles de universitarios participé en Roma en el Congreso Universitario UNIV durante la Semana Santa. Eran reuniones de carácter familiar, en el Cortile di San Damaso o en el Aula Pablo VI, en las que el Santo Padre disfrutaba de un momento de des-
canso y estudiantes de los cinco continentes escuchaban con devoción la palabra del Vicario de Cristo. Durante esos días tuve la suerte de participar en tres tertulias de familia (el Opus Dei es familia, porque tenemos el mismo espíritu sobrenatural, teniendo libertad en todo lo humano) con Don Álvaro. Recuerdo su predicación sencilla e incisiva, su afabilidad y su sonrisa. Buscaba mover a las almas hacia el Amor de Dios confiando en la acción de la gracia. Su entrega al cumplimiento de la misión recibida, siguiendo las enseñanzas de San Josemaría, hundía sus raíces en un hondo sentido de la filiación divina, fruto de la acción del Espíritu Santo, que le llevaba a buscar la identificación con Cristo en un abandono confiado a la voluntad
de Dios Padre, constantemente alimentado por la oración, la Eucaristía y una tierna devoción a la SantísimaVirgen. Su amor a la Iglesia se manifestaba por su profunda comunión con el Papa y los Obispos. Su caridad con todos, la solicitud infatigable por sus hijas e hijos en el Opus Dei, la humildad, la prudencia y la fortaleza, la alegría y la sencillez, el olvido de sí y el ardiente afán de ganar almas para Cristo, reflejado también en el lema episcopal –regnare Christum volumus!–, junto con la bondad, la serenidad y el buen humor que irradiaba su persona, son rasgos que componen el retrato de su alma. En esos días, no podía ser de otraforma,noshablódeCristo,María y el Papa, los amores que compendian toda la fe católica. Nos ha-
bló de nuestra entrega a Nuestro Señor Jesucristo.“Jesucristo nos necesita para que seamos apóstoles suyos”. “Si Dios os llama no le digas que no” (13 de abril de 1981). “Nosotros estamos llamados para ser santos. ¡Vamos a decirle que sí! ¡Dios nos necesita!”. “Si Dios llama todo es fácil, no hay peros que valgan” (17 de abril).“Dios cuando nos ha elegido sabía de qué barro éramos y nos ha escogido, a pesar de mis defectos me ha elegido, pero hay que luchar” (18 de abril). “No te olvides que al Señor se va y se vuelve por María. Acude a Ella para darle gracias, cuando todo te vaya bien, y para pedirle, porque lo obtiene todo y nos da todo, porque es Madre de Dios y Madre nuestra” (18 de abril). “Tenéis que rezar por el Papa, el vice Cristo, el Dulce Cristo sobre la tierra” (13 de abril). Fueron días importantes en mi vida, dos años después entraba en el seminario de Toledo. El 28 de marzo de 1984 recibía una carta de Don Álvaro en respuesta a la mía por su cumpleaños. En ella, entre otras cosas, me dice: ¨ Me ha dado mucha alegría lo que me contáis de vuestra vida en el Seminario: estudio intenso, trato continuo con el Señor y con su Madre Santísima –Domine, ut videam!, Domina ut sit!–, preparándoos así para ser buenos instrumentos en vuestra vocación sacerdotal¨. El 16 de noviembre de 1988 recibía una carta de Don Álvaro para felicitarme por mi próxima ordenación sacerdotal, el 18 de diciembre. Me pedía que no dejara de enviarle mi bendición sacerdotal y que trasmitiera, ¨por favor¨, su mejor felicitación a mi familia y que ante mis propósitos antes de la Ordenación me los bendecía de corazón. ¨Por parte del Señor y de la SantísimaVirgen no te faltará la gracia: esfuérzate por corresponder.Yo te encomiendo con afecto para que cada día sea mayor tu amor a Dios y la eficacia de tu servicio a las almas” Estuve, ya siendo sacerdote en Illescas, en la Beatificación de San Josemaría, junto a mis padres. La beatificación de San Josemaría fue otro gran acontecimiento en la vida de Mons. Álvaro del Portillo. Con profunda gratitud a Dios, el 17 de mayo de 1992, escuchó la fórmula de beatificación de labios del Papa Juan Pablo II. Al día siguiente, por concesión del Santo Padre, celebró la Santa Misa de acción de gracias en la misma plaza de San Pedro, con la participación de centenares de miles de peregrinos. Terminada la ceremonia, visiblemente emocionado, pudo felicitar al Papa que festejaba en ese día su 72º cumpleaños, y agradecerle su deferencia con el nuevo Beato y con el Opus Dei. El próximo martes día 11, y para agradecer tanto como le debemos sus hijos a Don Álvaro, en la Parroquia Santos Justo y Pastor de Toledo, a las 19.30, se celebrará una Eucaristía por este Pastor bueno y fiel que el próximo 27 de septiembre será beatificado en Madrid.