Bruno M. Mazzara Estereotipos y prejuicios Madrid: Acento Editorial, 1999 po o categoría social” (16). Tres variables se utilizan habitualmente para definir los estereotipos: (1) el grado en que es compartido por un grupo social y que, por tanto, forma parte de la cultura; (2) el grado en que se generaliza a todo el grupo objeto o se consideran excepciones; y (3) el grado en que es rígido e inamovible o es un fenómeno contingente cuya eliminación es planteable. En esta línea, se puede considera que el estereotipo es el núcleo cognitivo del prejuicio. Existen tres dimensiones muy relevantes en torno de estereotipos y prejuicios que pueden explicar los diferentes acercamientos sociológicos, así como las diferentes actitudes políticas, científicas e individuales con respecto a cómo abordar estereotipos y prejuicios: 1. Por un lado, considera que estereotipos y prejuicios son manifestaciones muy ligadas a los objetos sobre los que se aplican, por lo que siempre hay que referirse a estos términos en plural e investigar cada causa concreta. Por otro, considerar que estereotipos y prejuicios son manifestaciones de una misma naturaleza común: la común disposición negativa hacia el otro. 2. Por un lado, considerar que estereotipos y prejuicios no tienen una base de verdad, sino que se fuerzan los hechos y las interpretaciones. O bien, considerar que los estereotipos y los prejuicios se construyen sobre unas diferencias y características reales de los gruposobjeto, pero diferencias que son exageradas e incluso deformadas. Esta segunda postura sostiene que la solución se encuentra en ser conscientes de esas diferencias, en su justa medida, en que diferencia no significa relación de superioridad o inferioridad. 3. Por un lado, considerar que estereotipos y prejuicios son elementos explicativos suficientes. O bien, considerar que hay que tener en cuenta aspectos históricos, culturales, económicos, sociales o políticos para entender los procesos de discriminación.
Introducción. Dos fenómenos persistentes Estereotipos y prejuicios son términos cargados negativamente en nuestra sociedad. Aspiramos a ser individuos cuyo pensamiento está libre de estereotipos y prejuicios y se acerca a la objetividad. A su vez, es un tema crucial en diversas disciplinas, por dos motivos: (1) ¿es posible un conocimiento objetivo del mundo? y (2) ¿la existencia de estereotipos y prejuicios muestra algo de la naturaleza humana que debe tener consecuencias en el papel que ha de desempeñar la sociedad?
C1. Prejuicios y estereotipos en acción Da la impresión de que nuestra época de racionalidad tecnológica reduce el protagonismo de estereotipos y prejuicios. Sin embargo, se observa más bien que coexisten pero menos arrogantes, sujetos a una justificación racional. El término prejuicio se refiere a la existencia de un juicio que se establece antes de contar con experiencia sobre el objeto que se juzga o, al menos, antes de que la experiencia se haya interpretado objetivamente. Se usa en sentido de “juicio erróneo”, precisamente por proceder de un procedimiento incompleto de análisis de la realidad. En su acepción más específica, consideramos que los objetos de esos juicios erróneos son grupos sociales y que, además, los juicios tienen un carácter negativo. Prejuicio es, pues “la tendencia a considerar de modo injustificadamente desfavorable a un determinado grupo social” (12). Las personas no manejamos directamente la realidad sino imágenes cognitivas de ésta, construidas como simplificaciones que permiten interpretar los acontecimientos desde la coherencia con esas imágenes que denominamos estereotipos. En una acepción más específica, los estereotipos se refieren a grupos sociales y tienen una carga negativa, es decir, se trata de “un conjunto coherente y bastante rígido de crestereotiponcias negativas que un cierto grupo comparte respecto a otro gru-
Algunos ejemplos son:
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práctico y de humor, pero carecen de entusiasmo, siguen las reglas, son individualistas y competitivos; los italianos son fantasiosos y simpáticos, orientados hacia la comunidad particular (sobre todo la familia) más que al colectivo social, inconstantes y superficiales, espontáneos y sinceros, preocupados más por las apariencias que por la esencia; los franceses no soportan la autoridad, son narcisistas y arrogantes, tienen gran sentido estético, se interesan por la especulación teórica más que por la experiencia y manifiestan libremente sus emociones; los norteamericanos son informales y espontáneos, ingenuos y poco creativos, tienen gran competencia técnica, son conformistas y subordinados, interesados en los valores de la igualdad pero, al mismo tiempo, muy competitivos” (28-29). Los caracteres nacionales recuperan con claridad los debates sobre estereotipos y prejuicios. Es fácil asumir cierta base de verdad que permite realizar previsiones sobre el comportamiento de un individuo según su nacionalidad. Pero los grados de generalidad y rigidez deben permitir asumir la variabilidad individual y actualizar la imagen mediante la experiencia. 4. El antisemitismo.- Los judíos, como grupo, han sufrido el comportamiento negativo de otros grupos, de forma sistemática al menos desde el siglo IV. En la base de verdad del estereotipo se encuentra: (1) su profunda religiosidad define hasta los detalles de su vida cotidiana y marca diferencias con los otros; (2) concepción de minoría que les lleva a trabajar por cohesionarse y diferenciarse del resto; (3) “Durante mucho tiempo, las únicas actividades que se les consistieron fueron el comercio y el préstamo de dinero, actividades marginales y consideradas inferiores hasta la Edad Media, pero que les permitieron alcanzar una condición ventajosa a medida que las transformaciones de la estructura productiva mundial hicieron del intercambio de mercancía y de dinero el centro de la actividad económica” (34). Esta actividad ha terminado constituyendo el rasgo principal del estereotipo, apoyada fuertemente por la alta solidaridad intragrupo, por encima de los contextos nacionales y sociales y derivada finalmente en la idea del complot judío internacional, encaminado a ocupar los pues-
1. La cuestión femenina.- La ya histórica reivindicación de igualdad entre hombres y mujeres se encuentra todavía lejos de conseguirse en la práctica. Aunque en los países más avanzados al respecto la legislación ha conseguido ya esta meta, los estereotipos y prejuicios siguen manejándose en este ámbito. “Se considera a las mujeres más emotivas, amables, sensibles, dependientes, poco interesadas en la técnica, cuidadosas de su aspecto, naturalmente solícitas; los hombres, por el contrario, se perciben como agresivos, independientes, orientados al mundo y a la técnica, competitivos, seguros de sí mismos, poco emotivos” (22). Esto se observa en las noticias, en la publicidad, en el mundo laboral... Y son compartidos (aunque con desigual incidencia) tanto por hombres como por mujeres. 2. El prejuicio étnico-racial.- “Es el campo en el cual los prejuicios y los estereotipos se encuentran más extendidos” (23). Es muy llamativo e inequívoco constatar que “Se ha producido una progresiva y sensible reducción del prejuicio manifiesto y de la aversión explícita con respecto a las minorías étnicas, pero la hostilidad sobrevive de forma enmascarada y sutil, adaptada para convivir con los valores universalmente aceptados de tolerancia y de igualdad” (23).Un sinfín de sutilidades y de datos experimentales refuerzan esta observación. Así, por ejemplo, las actitudes ante la inmigración se escudan en aspectos económicos y de seguridad y se justifican con expresiones del tipo “yo no soy racista, pero...”. Se asume que los inmigrantes viven en condiciones de miseria no por sus escasas posibilidades económicas, sino por sus hábitos o su cultura, su naturaleza en definitiva, que subyace a su tendencia a delinquir. Se favorece, con ello una segregación efectiva. 3. Los caracteres nacionales.- Forman parte del saber popular y sirven para identificarse e identificar a los otros, según su nacionalidad. “El contenido de tales estereotipos es bien conocido: los alemanes son rígidos y obstinados, conformistas y respetuosos con la autoridad, amantes del orden y de la eficiencia, sensibles a las razones de la colectividad más que a las del individuo; los ingleses son reservados y controlados, formales, dotados de sentido
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tos de poder económico, político y cultural. 5. La marginalidad social.- Los estereotipos nos permiten responder con cierta agilidad ante individuos desconocidos pero de quienes tenemos una imagen de grupo: es abogado o joven de extrema derecha. Pero constituyen también la línea de discriminaciones sociales, aún sin una base de verdad. Por ejemplo: a. Edad: los jóvenes son vistos con una mezcolanza de aspectos tanto positivos como negativos, que llevan a generar procesos discriminatorios. “A diferencia de lo que sucedía en el pasado y sucede todavía en culturas diferentes, los ancianos son vistos en general de manera negativa, y el estereotipo que se les aplica comprende una serie de rasgos considerados opuestos al logro del éxito que caracteriza a nuestra sociedad actual” (38). Curiosamente, el prejuicio hacia los ancianos es considerarles demasiado sujetos a prejuicios que les lleva a concebirles como incompetentes. [Y: dado el valor positivo y protagonista del progreso tecnológico en vertiginoso avance, se discrimina al aciano por ser depositario, sobre todo, de experiencias, es decir, de pasado y poco adaptable a los cambios. La cultura o la sabiduría se valora por debajo de la adaptación a los cambios tecnológicos]. b. Minusvalías.- El minusválido físico se identifica con rasgos psicológicos de emotividad y dependencia, y son valorados con el mismo patrón de competencia con que se discrimina a los ancianos. El disminuido psíquico ha sufrido todo tipo de discriminaciones, aunque en algunas culturas y momentos históricos ha sido objeto incluso de veneración. “Pero en nuestra cultura occidental moderna, en la que prevalecen los valores de racionalidad, eficiencia y adhesión a las normas sociales compartidas, la presencia de personas que piensan y actúan según crite-
c.
rios diversos es vista como incómoda y amenazadora” (41). Homosexualidad y drogadicción.- Ambos comportamientos gozan y han gozado de aceptación en algunas culturas. Incluso se ha considerado muy positivo mantener relaciones sexuales con individuos del propio sexo así como alterar estados de conciencia con sustancias determinadas. pero mayoritariamente, hoy se consideran desviaciones morales que implican peligrosidad social y que sufren el castigo común no sólo de la acusación de perversión sino del SIDA. De hecho, los logros obtenidos por los homosexuales para ser reconocidos y aceptados se han anulado en parte debida a su asociación con el SIDA. De esta forma, homosexualidad y drogadicción se desprecian abiertamente, son estereotipos que frecuentemente no se ocultan.
C2. Las explicaciones En las explicaciones de estereotipos y prejuicios se recurre a muchos criterios. Uno de ellos es el de naturalidad o excepcionalidad. Una postura mantiene que los estereotipos y prejuicios son consustanciales a la naturaleza humana y hay que aprender a vivir con ellos. La otra postura sostiene que los estereotipos y los prejuicios pueden ser controlados y reducidos del mismo modo que han surgido. El segundo criterio genera dos formas de interpretar el origen: individual (las características físicas o psíquicas del individuo le llevan a considerar estereotipos, por lo que la solución pasa por actuar sobre los individuos, por ejemplo reeducándolos) o social (los estereotipos y los prejuicios surgen de interacciones sociales, de relaciones de poder, de pertenencia a grupos...). Ambos criterios generan cuatro combinaciones sobre las que pueden identificarse las distintas teorías explicativas. Considerar estereotipos y prejuicios como excepcionales tal vez justifique mejor actuar sobre ellos, pero también permite relajarse precisamente en su condición de excepcionalidad, así como alimentar la idea de que quienes generan o mantienen los estereotipos y prejuicios son “los demás”.
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contrario, como distante y poco generosa.” (53)
Considerarlos como naturales tiene el peligro de reforzar la idea de que son inevitables, pero estimula el estudio de su naturaleza y, por tanto, la posibilidad de actuar sobre ellos con medios que afecten a nivel político y social.
→ Pertenencia social. Las relaciones entre grupos y la propia imagen. En la explicación sociológica, se llama la atención hacia los procesos de formación de la identidad individual, a partir de la semejanza con su grupo y la diferencia con otros grupos. Algunas experiencias han mostrado el poder de estos conceptos. Cuando se han creado grupos artificiales, mediante una característica superflua pero clara, que les diferencia entre sí, se observan espontáneamente reacciones de hostilidad y de competición. Otros experimentos (Henri Tajfel) muestran que los individuos están dispuestos a centrarse en promover la diferencia entre su grupo y los demás más que otros criterios (como la ganancia común) aún cuando los grupos se forman artificialmente e, incluso, cuando no se conoce a ningún miembro de ningún grupo (ni el propio ni el ajeno). Los mecanismos para conseguir favoritismo hacia el propio grupo se centran en: ver lo positivo y no lo negativo, confirmar los hechos que interesan y refutar el resto o asignar al grupo los éxitos y al resto los fracasos. El grupo propio se percibe como más heterogéneo que los demás. “Desde esta perspectiva, los estereotipos y prejuicios no serían más que la manifestación en el lenguaje, en las imágenes, en las actitudes y el comportamiento del favoritismo por el grupo de pertenencia” (59). Asumir una base natural en los estereotipos no significa que éstos deban ser negativos.
→ El fundamento biológico de la hostilidad contra los diferentes. En la explicación naturalista o sociobiológica, la evolución ha propiciado individuos que compiten contra otros de su propia especie para conseguir objetivos (como la subsistencia) y que se alía con algunos para conseguirlo. De esta forma, la evolución ha llevado a que las personas tendamos a rechazar a “los otros” y aceptar a “los nuestros”. Del mismo modo, se sostiene una versión naturalista evolutiva que considera la cooperación como el elemento que mantiene la supervivencia de la especie. La curiosidad por lo nuevo, la simpatía por los otros, permiten ampliar las posibilidades de la especie para evolucionar. Parece que ambas tendencias coexisten, si bien aún aceptándolas sólo permiten asumir una base biológica para el fenómeno de los estereotipos y prejuicios, pero no explican en sus matices ni le dan carácter de inevitabilidad. → La necesidad psicológica de simplificar el mundo En la explicación psicológica, se llama la atención acerca de la importancia que tiene la formación de categorías en el individuo. Las categorías son comportamientos en una realidad simplificada, que manejamos para hacer visible nuestro comportamiento. Las categorías permiten tomar decisiones en tiempo real. Pero alcanzan el estado de estereotipo o prejuicio mediante la inclusión de aspectos superfluos (que no interesan para tomar decisiones de comportamiento) y terminan siendo precisamente los aspectos más relevantes para clasificar a las personas o los grupos. “Por ejemplo: es totalmente razonable esperar que un arquitecto sepa proyectar viviendas y conozca las matemáticas; es un poco menos cierto, aunque no del todo ilógico, esperar que, por su formación y su trabajo, tenga una mentalidad más pragmática y racional que romántica e idealista; se vuelve un elemento de estereotipo negativo o causa indebida de discriminación considerar por ello a esta persona, aún a despecho de pruebas en
→ Pertenencia sociocultural y hostilidad frente al otro Mantener la predisposición de las personas por sentirse pertenecientes a un grupo no implica la discriminación de los demás. “Sentirse parte de una comunidad significa dar y recibir constante confirmación del modelo cultural, dar sentido a lo que se hace, a la propia historia, a los proyectos de futuro, saberse parte de un sistema de reglas que se conocen bien y que nos hacen sentirnos más seguros. Como consecuencia de todo esto, existe una tendencia casi universal al etnocentrismo” (62). Los enemigos no son sólo aquellos que amenazan la supervivencia del grupo, sino también quienes ponen en duda su identidad o su misión o percepción del
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mundo. “La operación de identificar al diferente es tan útil para la definición de la identidad de grupo que la condición de enemigo generalmente está exagerada y, en algunos casos, inventada adrede con la función de consolidar la cohesión de aquél.” (62). “Respetar y defender la cultura propia se convierte en un valor en sí, y la lucha contra el enemigo llega a sentirse casi como un deber moral, como un fin que justificaría hasta la transgresión de otros valores, como los de la igualdad o el respeto a la persona.” (63).
“canaliza” su agresividad hacia otros elementos, generalmente grupos sociales débiles y minoritarios, que sirven como chivo expiatorio. Existen evidencias experimentales y estudios estadísticos. que permiten asociar frustraciones y penurias económicas con aumento de prejuicios contra minorías. Otra explicación psicoanalítica considera los prejuicios también como un proceso de “proyección”, donde los individuos ve en los demás aquello que consideran negativo y deben reprimir en sí mismos. 2. La personalidad autoritaria.- Los trabajos de Theodor Adorno con respecto al antisemitismo mostraron que las personas con mayor prejuicio contra los judíos tenían rasgos de personalidad comunes: “plena confianza en los valores tradicionales de la clase media, fuerte conformismo, una imagen negativa del ser humano con tendencia a ver por todas partes peligros y amenazas, comportamiento sumiso frente a la autoridad, hostilidad hacia los grupos externos, pero también ante todas las desviaciones y los marginados, excesiva preocupación por la sexualidad y una marcada rigidez mental que tiende a ver el mundo dividido en claras contraposiciones, con escasa tolerancia por cualquier tipo de ambigüedad, aceptación sin críticas de los estereotipos y, en definitiva, una percepción distorsionada de la realidad” (70). La explicación psicoanalítica indica que “El individuo débil se identifica con el poder y busca protección en cualquier forma de certeza; su hostilidad frente a los diferentes y su aceptación de los estereotipos negativos hacia ellos manifiesta esa necesidad de protección y un nivel casi patológico de insuficiencia personal” (70). Estos autores, aunque se centran en una explicación individual, defienden el papel de la cultura y de los procesos de socialización para la formación de estos individuos.
→ La construcción social del prejuicio Prejuicios y estereotipos pueden ser concebidos como sedimentos históricos de una comunidad, procesos de percepción y construcción de la realidad que van conformándose con el tiempo. Aquí ya no interesa el porqué sino el cómo. Así, por ejemplo, las categorías sociales no existen por sí mismas sino que se construyen como resultado de una percepción social que da sentido a diferenciar a los individuos dentro de grupos de iguales. ¿Por qué existe la categoría “homosexual”, por ejemplo, y no la categoría “gente alta”? Con ello, el lenguaje no sólo transmite estereotipos, sino que es la sede de su creación, bien por la comunicación interpersonal o por los medios de comunicación. Esta perspectiva adolece e la despreocupación por las causas de los prejuicios y estereotipos, conocimiento fundamental para la intervención. → Las causas excepcionales de estereotipos y prejuicios Cuando se considera que estereotipos y prejuicios surgen como accidente o excepción, automáticamente se sitúan en los otros, concibiendo al “nosotros” como racional y objetivo, libre de estas imperfecciones. Aquí se sitúa el llamado prejuicio racional: “Yo no soy racista, pero...”. Algunas concreciones son: 1. Las minorías como chivo expiatorio.Según una aproximación psicoanalista, los individuos que no pueden traducir la energía de su ilusión por conseguir un objetivo, sufren una frustración que se focaliza inicialmente hacia el obstáculo que impide la satisfacción del objetivo. Pero si no es posible descargar la energía (en forma de agresividad) sobre ese objetivo (por ejemplo, porque es demasiado poderoso), el individuo
→ Las condiciones de conflicto y de enfrentamiento Según la teoría del “conflicto real”, el estilo social de competición pronuncia la importancia de estereotipos y prejuicios. al comparara sociedades más o menos competitivas, se observa una presencia más o menos importante, respectivamente, de los prejuicios. De hecho, éstos se pronuncian
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se de tal modo que confirman las expectativas. Este efecto se ha estudiado mucho en educación escolar, comprobando que las expectativas y percepciones que los profesores tienen de sus alumnos propician que éstos terminen comportándose del modo esperado por el profesor, incluso con respecto a su rendimiento intelectual. Para provenir estos efectos, es necesario trabajar para relajar la rigidez, tanto de quienes ejercen el estereotipos como de quienes sufren sus consecuencias, entre otros aspectos, suministrando información real sobre los grupos, propiciando que el grupo estereotipador reconozca sus propias características y suministrando mecanismos alternativos.
entre poblaciones cuando surgen conflictos reales debidos a pugnas de cualquier origen. Según el modelo de “pérdida relativa”, las personas valoran su situación actual en función de tres referentes: su situación anterior, la situación ideal y la situación en la que se encuentran otros. Cuando la sensación de “pérdida relativa” se aplica a grupos (no están como antes, como deberían estar o como están otros), surgen antagonismos no sólo con respecto a los grupos que se consideran causantes o culpables o injustamente beneficiarios, sino también hacia grupos débiles.
C3. Las estrategias de defensa Sea cual fuere el modelo explicativo de prejuicios y estereotipos, abre puertas para la intervención en la comunidad, orientada a prevenir los efectos negativos. Aunque las teorías explicativas son muy dispares, permiten vías de actuación compartidas. Considerando además que el origen de los estereotipos y prejuicios puede ser variado, cobra fuerza la idea de considerar múltiples aproximaciones para solucionar en la práctica el problema de estereotipos y prejuicios. Ya hemos dicho que los estereotipos surgen de la tendencia a categorizar grupos. Estas categorías se definen con características concretas y pueden ser objeto de comprobación empírica. Para ello, los individuos establecen hipótesis y contrastan los datos. Sin embargo, este contraste no es objetivo. las personas tendemos a percibir y recordar mejor los hechos que confirman nuestras hipótesis y pasar por alto u olvidar el resto, que además no pueden entrelazarse con sentido con nada, pues no suelen contemplarse hipótesis alternativas. En un experimento con turistas israelíes que visitaban Egipto, se comprobó que los prejuicios se reducían sensiblemente al suministrar mecanismos interpretativos alternativos, principalmente mediante información y explicaciones sobre Egipto y la situación sobre sus habitantes. Otro de los mecanismos de estereotipos y prejuicios es el de la autorrealización de las profecías: las personas tendemos a comportarnos cumpliendo las expectativas que se poseen sobre nosotras. Ocurre, por ejemplo, con los roles sexuales o con las categorías de edad. Un efecto similar es el llamado “efecto Pigmalión”: nuestro comportamiento, generado por expectativas sobre algunas personas, favorece que éstas terminen comportándo-
→ Estrategias para la convivencia La convivencia de grupos diferentes puede ser posible como de hecho lo es y lo ha sido. Por eso es importante observar qué soluciones ha adoptado la sociedad para permitir la coexistencia de grupos sociales diferenciados, sin hostilidad. Básicamente han sido tres: 1. La asimilación: el grupo poderoso absorbe al minoritario, obligando a éste a renunciar a su identidad grupal y acogerse a la del otro. 2. La fusión: el encuentro de dos culturas y estilos de vida da como resultado una nueva cultura que toma sus componentes de las dos anteriores. la motivación es conseguir una síntesis final mejor valorada. 3. El pluralismo cultural: no hay sustitución de la diversidad, sino cultivo de la coexistencia de las diferencias, que contribuye a un enriquecimiento del patrimonio cultural del conjunto. Parece que esta tercera postura es la mejor valorada, pero también la más difícil de llevar a cabo, pues requiere un mayor esfuerzo institucional, para facilitar una estructura social que permita la coexistencia de formas muy diferentes de entender la relación individuo-sociedad, la vestimenta, la alimentación, los hábitos, la relación con el aparato productivo, etc. Pero esta solución plantea algunos riesgos: 1. El prejuicio diferencialista: de acuerdo, existe otra forma de ver el mundo, pero cada uno en su sitio, minimicemos las probabilidades de contacto.
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muestra los resultados esperados porque ignora las diferencias reales que existen entre grupos y la necesidad de los individuos (acorde con su identidad) de pertenecer a un grupo. En la práctica, este hábito puede generar en procesos de fusión que no se mantienen al sufrir la tendencia de la identificación social de los individuos, o en procesos de asimilación, donde el grupo mayoritario dicta los estándares morales y de rendimiento por los que se mide a todos los individuos. La escuela ha sido un campo de intensas experiencias que muestran lo anterior. La única solución efectiva parece ser educar en el respeto y en la tolerancia a las diferencias y a la identidad. Cada individuo se concibe a sí mismo y a su grupo de una forma diferente a como concibe y se conciben otros y esta circunstancia es la que se pretende hacer objeto de convivencia: el reconocimiento de la diversidad, convencidos de que son posibles muchas formas de ser y de ver el mundo. Este proceder tiene una ventaja añadida: cuando la interacción con un individuo de un grupo objeto de prejuicio ha generado satisfacciones, se suele interpretar como una excepción que confirma la regla; sin embargo, si el individuo no puede juzgarse como excepcional porque exhibe abiertamente su identidad de grupo, la conclusión que mantiene el prejuicio es inviable.
2. El relativismo excesivo: algunos comportamientos o creencias pueden entrar dentro del apartado de los gustos, hábitos o formas admisibles de percibir el entorno, pero otros comportamientos no deberían ser objeto de respeto, como los que en sí implican desigualdad, agresión física, sometimiento, falta de libertad, etc. [Y: la práctica tal vez mejor valorable es una mezcla entre síntesis y pluralidad. Por defecto sería esta última la prioritaria, el objetivo manifiesto, salvo en aquellos aspectos que atañen a los derechos fundamentales, en cuyo caso se acude a la síntesis, es decir, a adoptar lo mejor de cada cultura en contacto, lo que entra ya en aspectos de ética. Debe evitarse cualquier apropiación de la ética. Por el contrario, debe propiciarse una discusión y replanteamiento continuos de los conceptos éticos, accesibles a todos los miembros de todos los grupos sociales implicados en una situación de contacto o coexistencia.] En la práctica, observando no sólo los problemas étnicos, sino sexuales, de edad, etc., el proceso de convivencia más frecuente es la asimilación. Para proyectar una buena relación de convivencia, se suele pensar que basta con facilitar que los grupos compartan un mismo espacio, es decir, facilitar el contacto real. Esta actitud se basa en la creencia de que estereotipos y prejuicios surgen ante el desconocimiento, ante una información insuficiente sobre los demás. Al poner en contacto (eliminando barreras urbanísticas o legales, por ejemplo), se facilita el conocimiento mutuo. Sin embargo, esta estrategia ha llegado a ser contraproducente en la práctica en no pocas ocasiones. El contacto es importante, pero insuficiente. Es necesario: (1) suministrar procedimientos alternativos de interpretación, (2) favorecer que la interacción sea profunda y prolongada, (3) debe preverse la obtención de satisfacciones, (4) debe basare en la cooperación, (5) no deben existir discrepancias de poder que favorezcan una relación desigual ya de entrada, (6) y es indispensable el apoyo institucional y cultural. La mayoría de las iniciativas encaminadas a favorecer la coexistencia se han centrado en realizar un trato igualitario a todas las personas, unas mismas exigencias y una interacción que sigue el mismo patrón. Si bien esto implica un importantísimo adelanto con respecto al comportamiento de segregación, sin embargo no
Conclusión Tres factores generan y mantienen los estereotipos y prejuicios, de manera perfectamente integrada: (1) la necesidad cognitiva de simplificar el mundo en categorías; (2) la necesidad biológica, psicosocial y cultural de pertenecer a grupos y diferenciarse de otros; y (3) los acontecimientos históricos. Para intervenir en este contexto es indispensable, primero, actuar sobre las causas estructurales e institucionalizadas; y, acto seguido, actuar sobre los aspectos psicosociales.
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