16 | ADN CULTURA | Viernes 29 de agosto de 2014 Orly Benzacar y su hija Mora codirigen la galería fundada por Ruth Benzacar DIEGO SPIVACOW / AFV
Ruth Benzacar
Del sueño a la estrategia Tres generaciones aportaron los signos de su época a la galería argentina más reconocida en el mundo
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Arte. Tomar la posta Nueva era. Las galerías intentan adaptarse a los crecientes desafíos del mercado en tiempos de cambios a nivel mundial, que incluyen una apretada agenda de ferias y nuevas formas de acercarse a los coleccionistas. Las estrategias son similares en Buenos Aires, París o Nueva York Celina Chatruc | la nacion
C
oleccionistas y subastadores que devienen galeristas. Artistas que crean sus propios espacios de exhibición. Galeristas que optan por espacios más grandes donde los artistas puedan “realizar su visión” y cambian el centro de la ciudad por barrios periféricos, concentran sus fichas en las ferias internacionales o se asocian con sus pares para defender valores en común. Ferias y galerías virtuales; proyectos sin sede propia que se sostienen tejiendo redes. Algo está cambiando en la escena del arte en todo el mundo, cada vez más rápido (ver página 18). Como ocurre con las propias
obras, los límites se vuelven difusos, las disciplinas se cruzan y nadie sabe dónde quedará parado cuando pase la tormenta. “Estoy lidiando con la realidad de un mundo que se nos viene encima a una velocidad mucho mayor que la que enfrentaba mi abuela”, observa Mora Bacal, tercera generación al frente de Ruth Benzacar. Uno de los cuatro testimonios reunidos para intentar develar el secreto de las principales galerías porteñas que sobrevivieron a lo largo de varias décadas, a pesar de las crisis made in Argentina. C @cchatruc
Buenos Aires El circuito está en proceso de descentralización, con la mudanza de varias galerías a grandes galpones en Villa Crespo y La Boca. Surgen espacios de exhibición alternativos como Móvil, sin sede propia ni fines comerciales (chela.org.ar)
París Un vernissage por mes ya no basta para atraer clientes. Frente a la multiplicación de ferias, las galerías buscan alternativas: shows, libros, café, espacios más amplios y programas especiales para coleccionistas extranjeros
Nueva York En la competitiva capital mundial del arte, donde puede encontrarse de todo, jóvenes ambiciosos y atractivos con buenos contactos encuentran la forma de insertarse: venden en sus casas, a domicilio e incluso en la playa
o imagino mi vida sin arte”, dice Orly, mientras abre los brazos y mira las obras que cuelgan en su oficina en Florida 1000. Tenía apenas nueve años cuando su madre comenzó a vender cuadros en su casa de la calle Valle, en Caballito. En 2015 se cumplirán cinco décadas desde que Ruth Benzacar inició esa aventura que la coronaría como una de las principales marchands de la Argentina. Las reuniones que convertían su hogar en un centro cultural continuaron en el departamento de Talcahuano 1216, donde se sellaría para siempre el vínculo de Ruth con el arte contemporáneo. Y, desde el retorno de la democracia, en este mítico subsuelo donde muy pronto se cerrará otro ciclo. Siempre a tono con las nuevas tendencias, la galería porteña más reconocida a nivel internacional tiene previsto iniciar la próxima temporada en un enorme galpón de Villa Crespo, donde sus artistas podrán realizar instalaciones en gran formato. “Mi mamá pertenecía a esa generación de soñadores, de existencialistas... No son comparables esas cabezas con las nuestras y mucho menos con las de ellos”, comenta Orly, y señala a su hija Mora, codirectora de Ruth Benzacar, sentada a su lado. Bióloga, ella vivía en Suiza con su marido y sus dos hijos cuando Ruth, que integraba el comité de la feria madrileña ARCO, le ofreció durante una visita a Europa que comenzara a trabajar en la galería. “Sentí una actitud muy generosa de su parte –recuerda–. Estaba muy feliz y de entrada me puso a la par. Yo no era la pasante que se sienta y observa, sino que tomaba decisiones. Cuando se incorporó Mora entendí lo que le había pasado: es bueno que este proyecto, que no deja nunca de ser un gran desafío, tenga una continuidad. Porque te estimula de otra manera, sentís que estás trabajando hacia adelante.” Lo que siguió fue una década en la que la madre, hasta su muerte en el año 2000, aportaba su experiencia y su don para las relaciones públicas mientras la hija ocupaba un rol más pragmático, relacionado con la organización de las muestras y la logística interna. “Mamá era muy carismática –observa Orly–, y en ese momento la actividad tenía un componente social activo mucho mayor que ahora, que está muy mediado por la computadora. La cena, el cóctel... Todo ese despliegue a mí no me divierte tanto como le divertía a ella. Y siento que con este cambio generacional de vuelta hay complementariedad. Porque con Mora no somos iguales.” “Creo que esa misma diferencia de practicidad se aplica también a las necesidades del mundo de hoy”, coincide Mora, que en 2011 coordinó la participación de la galería en VIP Art Fair, la primera feria de arte virtual. “El proyecto de mi abuela como galerista, en su momento, era un sueño, un delirio –agrega–. Hoy, el mundo del arte es pura estrategia. Y con eso me toca lidiar a mí. Orly está en el medio, en la transición de hacer de un sueño una realidad un poco más práctica y que funcione, y yo estoy lidiando con la realidad de un mundo que se nos viene encima a una velocidad mucho mayor que la que enfrentaba mi abuela.” C