INSTITUTO DIOCESANO DE CATEQUESIS
SAN PÍO X DIÓCESIS DE SAN LUIS
METODOLOGÍA
DE LA CATEQUESIS I
APUNTES DE CÁTEDRA
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INSTITUTO DIOCESANO DE CATEQUESIS
SAN PÍO X DIÓCESIS DE SAN LUIS
METODOLOGÍA
DE LA CA TEQUESIS I
UNIDAD I CONCEPTO DE CATEQUESIS
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CONCEPTO DE LA CATEQUESIS OBJETIVOS La fe es una semilla sobrenatural, “semilla de Dios” (Jn. 3,9), que Él siembra en nuestras almas en el Sacramento del Bautismo. Se nos da en forma de germen, de semilla, de embrión sobrenatural. Por su misma naturaleza está llamada a crecer y desarrollarse. Nuestro Señor en una de sus más bellas enseñanzas nos muestra el nacimiento y crecimiento de sus dones: ―Se le acercaron numerosas muchedumbres. El subiendo a una barca, se sentó, quedando las muchedumbres sobre la playa y El les dijo muchas cosas en parábolas: Salió un sembrador a sembrar, y de la simiente, parte cayó junto al camino, y viniendo las aves, las comieron. Otra cayó en un pedregal, donde no había tierra, y luego brotó, porque la tierra era poco profunda; pero levantándose el sol, la agostó, y como no tenía raíz, se secó. Otra cayó entre espinas, las cuales crecieron y la ahogaron, otra cayó sobre tierra buena y dio fruto, una ciento, otra setenta, otra treinta. El que tenga oídos, que oiga...‖ ―A quién oye la palabra del reino y no la entiende, viene el maligno y le arrebata lo que se había sembrado en su corazón: esto es lo sembrado junto al camino. Lo sembrado en terreno pedregoso es el que oye la palabra y desde luego la recibe con alegría; pero no tiene raíces en sí mismo, sino que es voluble, y en cuanto se levanta una tormenta o persecución a causa de la palabra, al instante se escandaliza. Lo sembrado entre espinas es el que oye la palabra;pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y quedan sin dar fruto. Lo sembrado en buena tierra es el que oye la palabra y la entiende, y da fruto, uno ciento, otro sesenta y otro treinta‖. La semilla de la fe, para crecer, necesita del mismo modo que cualquier otra semilla tierra adecuada en donde germinar, calor, agua, la acción del sol. Todas estas cosas constituyen en el hombre las disposiciones para crecer.
La Catequesis hace crecer el germen de la fe Sembrado por el Espíritu Santo. (C T 20)
El catequista interviene en esa tarea de hacer crecer el germen de la fe. Y son dichas para él, de un modo especial, las palabras de San Pablo: ―Yo planté, Apolo regó; pero quien dio el crecimiento fue Dios. Ni el que planta es algo ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. El que planta y el que riega son iguales; cada uno recibirá su recompensa conforme a su trabajo. Porque nosotros solo somos cooperadores de Dios, y vosotros sois arada de Dios, edificación de Dios‖ ( I Cor. 3, 6-9). Es decir, no es el catequista quien hace crecer la fe, sino es quien dispone las almas (riega, abona la tierra, cuida, desbroza) para el crecimiento que da solo el Señor. Todo ser viviente que no ha alcanzado todavía su pleno desenvolvimiento puede, en circunstancias normales crecer y desarrollarse para alcanzarlo. En el orden natural, nuestro organismo corporal crece por desarrollo propio, es decir, evolucionando con sus fuerzas naturales y acrecentándose por la incorporación de nuevos elementos de su mismo orden. Nuestra vida sobrenatural no puede crecer así. Nace por infusión divina y, por lo mismo, igualmente crece por nuevas infusiones divinas.
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Para poder disponer el crecimiento de la fe, es necesario conocer su naturaleza, puesto que si no podríamos tomar medidas que no fuesen adecuadas.
La fe es creer las verdades reveladas por Dios, por la autoridad del mismo Dios que se revela.
Esa fe debe crecer y desarrollarse en nuestras almas hasta alcanzar una intensidad extraordinaria y al crecer arrastra todo el organismo sobrenatural (gracia santificante y demás virtudes), así como al crecer un dedo, crecen simultáneamente los demás. Los Santos llegan a ―vivir de Fe‖ como dice el Apóstol San Pablo (Rom. 1,17).
La fe es un hábito y la cantidad de un hábito puede considerarse de dos modos: A. Por parte del objeto (las verdades reveladas, El Misterio de la Trinidad, la Encarnación, la Eucaristía). B. Por su participación en el sujeto (en el creyente).
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LAS VERDADES REVELADAS (EL OBJETO DE LA FE) PUEDEN CONSIDERARSE SEGÚN SU RAZÓN O MOTIVO FORMAL: LA AUTORIDAD DE DIOS QUE REVELA.
Y es aquí donde se da de algún modo crecimiento en la fe, purificando el motivo formal de ella. Si nos dijeran a nosotros ¿por qué creemos? Responderíamos porque nuestros padres nos educaron en la fe, por que en el colegio lo aprendí, por que veo que los otros creen... y estos motivos son lícitos y buenos. Dice Santo Tomás: ―En la Iglesia se admite que la fe de los simples se apoye sobre la de los mayores ya que no son capaces más que de una adhesión implícita; es así como los niños creen, no como un acto personal, sino por la fe de la Iglesia que le es comunicada‖ (III,,q.69, a.6, ad3). Y un autor contemporáneo comenta: ―Todos cuando vacilamos en nuestras adhesiones nos apoyamos en la fe de los otros, intentamos alcanzar a Dios uniéndonos a los mejores de entre nosotros‖ Y otro autor dice: Hay momentos en la existencia en que se cree sobre todo por la fe de los otros‖. Pero hay momentos en que debemos creer por que Dios lo ha revelado y nada más. Los ejemplos de fe que nos han dado los Santos nos sirven para apoyarnos nosotros en ellos. De allí la importancia que el catequista de testimonio de fe, profese en forma privada y pública, su fe, diga en todo su actuar CREO. Los catequizandos pueden así apoyarse en su fe. Pueden llegar, sin embargo crisis como en la adolescencia y todo lo que hasta entonces era valedero ponerse en duda, las formas religiosas, las reglas, las razones que nos guían, etc., y considerarse todo lo
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anterior como cosas insignificantes, inocentes, molestas. Estas son las ocasiones para hacer crecer la fe aprendiendo a creer sólo porque Dios lo ha revelado. Podríamos pensar en el siguiente diálogo: - ¿Por qué creer en la Santísima Trinidad? - Por que Dios así lo ha revelado. Es el mismo Dios quien hace patente al hombre las cosas divinas no vistas, o sea, su propio ser y obrar naturalmente ocultas al hombre. Y el hombre cree a Dios que se revela a sí mismo. Dice San Ambrosio: ¿A quién voy a creer, tratándose de Dios más que a Dios? Dios es todo en la fe porque termina en sí y agota todos los complementos del verbo creer. La presencia de Cristo en la Eucaristía consta expresamente en el Evangelio: ―Yo soy el Pan Vivo bajado del Cielo; si alguno come este Pan, vivirá para siempre, y el Pan que yo les daré es mi Carne, vida del mundo... En verdad, en verdad os digo que, si no coméis la Carne del Hijo del hombre y no bebéis su Sangre, no tendréis vida de vosotros. El que come mi Carne y bebe mi Sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré el último día‖ (Jn. 6,51-54). Ahora bien, si alguno dijera: -―Yo creeré en la presencia real de Cristo en la Eucaristía si se me demuestra tal presencia‖, daría a entender que no tiene la menor idea de lo que es y significa la Fe. Dicha presencia real es absolutamente indemostrable por la razón natural. Creemos en ella única y exclusivamente por que lo ha dicho Cristo (o sea, por la autoridad de Dios revelante), no por que podamos demostrarla. Si Cristo reveló esa verdad, nada puede ser más sensato y razonable que creerla, aunque no podamos demostrar su intrínseca verdad, que destruiría la misma fe en cuanto tal. Esto mismo hay que decir de todos y cada uno de los restantes dogmas que constituyen en su conjunto la fe divina. La razón humana puede y debe pedir garantías sobre el hecho de que Dios haya revelado efectivamente tal o cual verdad, para poderla creer. Para eso están los motivos de credibilidad que ponen de manifiesto la existencia de tal revelación. Pero una vez obtenida la certeza de la misma por esos motivos de credibilidad, la verdad revelada por Dios ha de ser creída exclusivamente por la autoridad del mismo Dios que la revela, no por que pueda demostrarse en sí misma (lo que equivaldría a destruirla como verdad de fe) o por que a nosotros nos parezca razonable creer aquello, en cuyo caso quedaría también destruida como verdad de fe, ya que el motivo de nuestra creencia sería entonces nuestro propio criterio y no la autoridad de Dios revelante, que constituye el único por que de la fe divina como virtud teologal infusa.
Creemos, no porque entendemos, sino por la autoridad de dios que se revela
Cuando hablamos de autoridad de Dios que revela entendemos la idea de autoridad no como dominio o potestad sino en el sentido de autoridad doctrinal, o intelectual, semejante a la del maestro que se ha conquistado un gran prestigio y crédito en sus palabras y enseñanzas. Significará lo que hace a Dios sumamente digno de ser creído o digno de toda fe.
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PERO LAS COSAS QUE SE NOS PROPONEN MATERIALMENTE PARA SER CREIDAS SON MUCHAS Y PUEDEN CONOCERSE MÁS O MENOS EXPLICITAMENTE
La Santísima Trinidad, la Encarnación, la Presencia Real del Señor en la Eucaristía, etc.
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Y según esto puede un hombre conocer y creer explícitamente más cosas que otro. Por eso es tan importante el conocimiento de la fe, conocer y aprender todo lo que Dios ha revelado. Debemos extender y aumentar el conocimiento de las verdades de la fe estudiando los dogmas católicos con todos los medios a nuestro alcance (catecismos explicados, obras de formación religiosa, conferencias y sermones, etc.), aumentando con ello nuestra cultura religiosa y extendiendo nuestros conocimientos a mayor número de verdades reveladas. Descubriendo los tesoros que Dios ha entregado a la Iglesia podemos encontrar más y más motivos para amarle y entregarnos a su servicio. “Quien conoce la verdad, ama con pasión”. En estos términos ardientes, fogosos, expresa Santa Ángela de Foligno una ley, a saber, que el amor es fruto del conocimiento. El desenvolvimiento de la caridad que constituye la vida cristiana está íntimamente ligado al de la fe que le suministra su luz y la misma fe tiene necesidad del alimento de la verdad dogmática para expansionarse. No puede la fe adherirse a Dios y penetrar en su objeto, que es el Misterio Divino, sino por la adhesión de la inteligencia a la fórmula dogmática, que nos manifiesta la verdad divina en lenguaje humano, cualquiera sea su docilidad para aceptar cuanto Dios ha revelado. Es preciso que el hábito o virtud sobrenatural de la fe conozca la verdad revelada para hacer un acto de fe en las condiciones habituales. Por eso el Apóstol San Pablo, después de indicar que la fe viene del oído añade: “¿Cómo han de creer si no se les predica?‖ (Rom.10,14). De este modo hace destacar como la fe tiene raíces en los sentidos, que al recoger la expresión de la verdad, le suministran su alimento. San Pío X, el Papa de la Doctrina Cristiana, Patrono de los Catequistas dice: “Si es cosa vana esperar cosecha en tierra que no se ha sembrado ¿cómo pueden esperarse generaciones adornadas de buenas obras si oportunamente no han sido instruidas en la doctrina cristiana?. De donde inferimos justamente que,si la fe languidece en nuestros días a punto de que en muchos sujetos parece casi muerta, se ha cumplido descuidadamente ,o se ha omitido del todo la obligación de enseñar las verdades contenidas en el Catecismo. (Encíclica “Acerbo Nimis”, sobre la enseñanza del Catecismo)
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LA FE SEGUN SU PARTICIPACION EN EL SUJETO TAMBIEN CRECE, POR QUE SE ENRAIZA.
El acto de fe procede del entendimiento que asiente a las verdades reveladas y de la voluntad que movida por Dios y por la libertad del hombre impone ese asentimiento a la inteligencia. En este sentido puede crecer la fe, por parte del entendimiento, por la mayor certeza y firmeza. Dice la Sagrada Escritura: ―No es Dios un hombre para que mienta‖ (Num 23,19).
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Y el mismo Cristo nos asegura terminantemente: ―El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán‖ (Lc. 21,33). El asentimiento de la fe debe ser cierto y firme porque como dice hermosamente Santo Tomás: ―Mucho más cierto puede estar el hombre de las cosas que le dice Dios, que no puede equivocarse, que las que ve con su propia razón, que puede caer en el error‖ (S.Th. II-II ,4,8,ad 2). El Símbolo Quicumque termina con estas palabras: ―Esta es la fe católica y si alguno no la creyera fiel y firmemente, no puede salvarse‖ (Dz.40). Esta certeza absoluta de fe no excluye, sin embargo, las dudas involuntarias o simples tentaciones contra la fe, que el creyente sufre o puede sufrir por varias causas: por no percibir toda la fuerza de los motivos divinos, por no participar plenamente de la luz sobrenatural, por divina permisión con el fin de purificar más y más su fe, etc. Pero en cuanto advierte que se levanta en su espíritu la sombra de una duda, debe el creyente reafirmar enérgicamente la certeza de su fe, apoyándose en la absoluta veracidad divina, motivo formal de la misma, en la que no cabe el error o el engaño, por muy misteriosas y recónditas que sean las verdades reveladas para nuestra simple y débil razón natural.
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POR PARTE DE LA VOLUNTAD, LA FE PUEDE SER MAYOR EN UNO QUE EN OTRO POR LA MAYOR PRONTITUD, DEVOCIÓN O CONFIANZA CON QUE IMPERA A LA INTELIGENCIA AQUEL ASENTIMIENTO.
En la Sagrada Escritura se habla con especial y gran frecuencia del aumento de fe. Nuestro Señor alaba la gran fe de la cananea (Mt. 15,28). Del centurión dice: ―No he encontrado tanta fe en Israel‖ (Lc.7,9). Reprochó a San Pedro como ―hombre de poca fe‖ (Mt.14,31). Los discípulos proclaman: ―Acrecienta nuestra fe‖ (Lc. 17,5) Un cristiano de fe, sin embargo, puede caer en pecado mortal. Y no pierde esa fe (solamente que sea un pecado de infidelidad) pero sí pierde, la gracia de Dios y la caridad. Esta fe se llama ―informe‖. Es una fe muerta, que sin embargo, ha excluido de ello la impureza del error y del pecado de la inteligencia, pero no de todo pecado. La fe informada o viva es la que va unida a la caridad y es perfeccionada por ella. La fe no puede consistir en la pasividad de una fe inerte y lánguida; para ser verdadera fe ha de ir acompañada, como dice el Tridentino, de actos de otras virtudes. En otras palabras: Fe viva y operante, corroborada por nuestra vida y obras; fe, en suma, que tenga un eco constante en nuestra conducta de cristianos. Así lo enseñó San Pablo en su Epístolas, especialmente en la dirigida a los fieles de Roma. Ya entonces no faltó quien falsificara la doctrina del Apóstol, entendiendo una fe fría y sin aliento vital, por que San Pablo insistía en la fuerza de la fe frente a las obras de la ley mosaica. Más tarde los protestantes hurgaron en San Pablo para presentarlo como primer patrón de la justificación por la sola fe sin obras. El Apóstol Santiago, saliendo al paso de las torcidas interpretaciones a la Carta a los Romanos, escribía hacia la mitad del Siglo I:
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―Que le aprovecha, hermanos míos, a uno decir: ‗Yo tengo fe‘, si no tiene obras? Si el hermano o la hermana están desnudos y carecen de alimento cotidiano, y algunos de vosotros le dijere: ‗Id en paz; que podáis calentaros y hartaros‘ pero no le diereis con qué satisfacer la necesidad de su cuerpo, ¿qué provecho le vendría? Así también la fe, si no tiene obras, es de suyo muerta... Pues como el cuerpo sin el espíritu es muerto, así también es muerta la fe sin las obras‖ (Sant. 2, 14-18; 2, 26) Estas palabras del Apóstol Santiago, a la vez que son defensa inconmovible de la verdad católica contra el protestantismo, constituyen para todos un importante tema de reflexión y consideración. La Iglesia necesita hombres con obras; hombres que encarnen en su vida hasta las últimas exigencias de esa fe que pregonan con los labios, sobran los teorizantes y faltan los convencidos de verdad. Por que el mundo se va cansando ya de tanta palabrería y de tantos programas, de tantos apóstoles de oratoria y de tantos profetas que no cuidan de confirmar con sus vidas lo que predican con sus labios o fustigan en los demás. Hoy más que nunca van sobrando los espíritus sentimentalistas, las almas de cuatro nociones generales y otros tantos ritos o devocioncitas mal entendidas y peor practicadas. Nos urgen espíritus recios, almas vigorosas, cristianos de auténtico temple, lo mismo dentro que fuera, en casa que en la calle. Como el árbol se conoce y valora por los frutos, así, la intensidad de influencia de nuestra fe no puede medirse más que por los frutos de vida cristiana con que respondamos a ella. No olvidemos las palabras de Jesús: ―No todo el que dice ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre‖. Y aquellas otras: ―Pues a todo el que me confesare delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre, que está en los cielos; pero a todo el que me negare delante de los hombres, yo le negaré también delante de mi Padre que está en los cielos‖ (Mt. 10,32-33) . POR QUE LA FE DEBE HACER QUE JUZGUEMOS TODAS LAS COSAS A TRAVÉS Y EN FUNCIÓN DE ESAS VERDADES. A través de las verdades de fe hemos de juzgar todo lo que pensamos, decimos, hacemos o evitamos en la vida. Debemos aprender a ver: A) a nosotros mismos, B) a los demás, amigos y extraños, C) los acontecimientos agradables y desagradables,
CON EL OJO SOBRENATURAL DE LA FE Dicen con mucha razón los teólogos que la fe puede ir en aumento tanto en extensión como en profundidad o intensidad. Esa fe se va ensanchando cuando poco a poco vamos aprendiendo las cosas que la Iglesia ha definido acerca de los misterios de la Trinidad, la Encarnación o la Eucaristía, o sobre los demás puntos de la doctrina cristiana. Así los teólogos conocen en sus detalles todo lo que ha sido definido por la Iglesia.
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Más no se sigue de ahí que su fe sea intensa y profunda como es extensa. Y, por el contrario, hay entre los simples fieles, santos que ignoran muchas cosas de la doctrina definida por la Iglesia, y sin embargo, han penetrado profundamente esos misterios de salud, tal como están enunciados en el Evangelio. San Benito José Labre, por ejemplo, no tuvo jamás ocasión de leer tratado alguno sobre la Encarnación y no obstante, vivía profundamente este misterio de la Eucaristía. Esta mayor profundidad e intensidad en la fe pedían los Apóstoles cuando suplicaban al Señor: ―Señor, aumenta nuestra fe‖ (Lc. 17,5). A lo que les respondió Jesús: ―Todo lo que con fe pidiereis en la oración, os será concedido‖(Mt. 21,22). La extensión de la fe, es decir, el conocimiento de las verdades de fe deben ser adecuado a los conocimientos científicos, culturales, personales, creciendo en la medida en que lo hacen nuestros conocimientos culturales. En esta vida hemos de juzgar de todas las cosas, guiándonos por la luz de la fe. A) ¿Será necesario recordar que debemos considerar a Dios a la luz de la fe? Por desgracia, sí; y más necesario de lo que se podría pensar. Pues muchas veces no lo consideramos sino a través de nuestros prejuicios, de nuestros sentimientos humanos y de nuestras minúsculas pasiones, contra el testimonio que de sí mismo da en la Sagrada Escritura. ¿No es cierto que muchas veces, aún en la oración, nos escuchamos a nosotros mismos, atribuyendo al Señor nuestras propias reflexiones, inspiradas más de una de ellas en el amor propio? En los malos momentos en que nos dejamos llevar de la presunción, ¿no nos acaece pensar que la Divina Misericordia es para nosotros, y la justicia para aquellos que no son de nuestro agrado? Y en las horas de decaimiento, por el contrario, ¿no nos sucede que a veces dudamos prácticamente del amor de Dios y de su infinita misericordia? Es verdad, con demasiada frecuencia desfiguramos la fisonomía espiritual de Dios, mirándola a través de nuestro egoísmo, echando en olvido la verdadera luz de la divina Revelación. Si nos guiamos por la fe, no veremos a Dios ya a través de los vaivenes de nuestro amor propio, sino reflejado en los misterios de la vida y pasión del Salvador, y en aquel otro misterio de la vida de la Iglesia, que todos los días se renueva en la Eucaristía. En tal caso, el ojo de la fe, se purifica más mediante la mortificación de los sentidos, de las pasiones desordenadas, del juicio propio de la propia voluntad. Sólo de esta manera irá cayendo poco a poco la venda de la soberbia, ese velo que nos impide contemplar las cosas divinas, o solo nos la deja ver entre sombras y dificultades. Muchas veces nos limitamos a considerar las verdades de la fe a la manera de quienes miran desde la plaza la vidriera de una catedral, que solo desde el interior es posible contemplar en su luz y ambiente propio. B) También a nosotros mismos hemos de contemplar a la luz de la fe Si únicamente lo hacemos alumbrados por la mortecina luz natural, nos acontece que descubrimos cualidades naturales, que exageramos un poco; más luego el contacto con la realidad y las pruebas nos hace comprender nuestra ilusión; y entonces fácilmente caemos en el desaliento.
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Si tomáramos por guía la antorcha de la fe, echaríamos de ver los tesoros sobrenaturales que el Señor ha depositado en nosotros por el Bautismo, y que cada día aumenta por la Comunión; comprenderíamos el valor de la gracia santificante, el de la Inhabitación en nuestras almas de la Santísima Trinidad; pensaríamos cual debe ser el fruto de una ferviente comunión y, a la luz del precepto del amor, veríamos con mayor claridad la excelsitud de nuestra vocación cristiana. También veríamos mejor los impedimentos con que tropieza en nosotros la vida de la gracia, la ligereza que nos hace olvidar que existe en nosotros un germen de vida eterna, al mismo tiempo que un necio orgullo totalmente contrario al espíritu de sabiduría. Iluminados por la fe, no tardaríamos en descubrir en nosotros dos cosas que nos importa mucho conocer: nuestro defecto dominante y la más destacada entre nuestras buenas inclinaciones: lo que más debemos combatir y lo que debemos fomentar más generosamente C) Más a quien menos consideramos con la mirada de la fe es a nuestro prójimo Lo contemplamos, en efecto, a la luz de nuestra razón deformada por los prejuicios, por el egoísmo, la soberbia, la envidia y las demás pasiones. De ahí se sigue que aprobemos en el prójimo aquello que humanamente nos resulte placentero y conforme a nuestros gustos y caprichos, lo que nos trae alguna utilidad y provecho. Por esta razón condenamos en él todo lo que se nos hace molesto, y a veces las cualidades que le hacen superior a nosotros y nos hacen sombra. ¡Cuántos juicios temerarios y despiadados, cuántas calumnias más o menos conscientes tienen su origen y explicación en esta mirada oscurecida por el amor propio y la soberbia! Si supiéramos contemplar al prójimo a la luz de la fe, con mirada espiritual y pura, cuánta ventaja sería para él y para nosotros mismos. En tal caso, en nuestros superiores no veríamos sino a representantes de Dios y les obedeceríamos sin criticarlos y con toda el alma, como si fuera Nuestro Señor mismo. En aquellos que naturalmente no nos resultan simpáticos veríamos almas rescatadas por la Sangre de Cristo, que forman parte de su Cuerpo Místico y que por ventura están más cerca que la nuestra, de su Divino Corazón. Nuestra mirada sobrenatural iría más allá del oscuro velo de la carne y de la sangre que nos impide ver las almas que están tan cerca de nosotros. No pocas veces nos acaece pasar largos años al lado de almas bellísimas sin que echemos de ver su hermosura. Mas es preciso verlas tal como son para amarlas sincera y profundamente; entonces nos aprovecharíamos de sus cualidades y ellas sacarían provecho de las nuestras. De la misma manera, si miráramos con espíritu de fe a las personas que naturalmente nos son agradables, muchas veces descubriríamos en ellas virtudes sobrenaturales que elevarían no poco nuestro natural afecto y lo harían más puro. Adivinaríamos así mismo los obstáculos con que tropiezan para alcanzar la perfección, y nos sería fácil darles, en toda caridad, un consejo, o recibirlo de ellas, para caminar más ligero por las vías del Señor. D) Y por fin, la luz de la fe, deberíamos guiar a través de todas las coyunturas de nuestra existencia Estos acontecimientos, felices o desdichados, con frecuencia nos limitamos a mirarlos exclusivamente bajo su aspecto sensible, como podría hacerlo un irracional o al menos a considerarlos con nuestra razón más o menos desformada. Rara vez lo contemplamos desde las alturas de lo sobrenatural, que nos haría ver, como dice San Pablo que ―para los que aman a Dios todas las cosas concurren a su mayor bien‖1, aún las contrariedades y los sucesos y hechos más dolorosos, hasta el pecado, según San Agustín, si lo sabemos aprovechar para humillarnos.
1 Rom. 8,28
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En las injusticias de los hombres descubriríamos muchas veces la justicia divina y un castigo por las faltas que nadie nos reprocha, al mismo tiempo que se nos echan en cara otras que no hemos cometido. Comprenderíamos igualmente las pruebas que Dios nos envía y cómo busca el Señor purificarnos con ellas.
Podemos entender así lo que nos dice Juan Pablo II en la CATECHESI TRADENDAE: “LA CATEQUESIS ES LA EDUCACION EN LA FE DE LOS NIÑOS, DE LOS JOVENES Y DE LOS ADULTOS”. (C.T. 18)
“LA CATEQUESIS COMPRENDE LA ENSEÑANZA DE LA DOCTRINA CRISTIANA, DADA DE MODO ORGANICO Y SISTEMATICO CON MIRAS A INICIARLOS EN LA PLENITUD DE LA VIDA CRISTIANA.” (C.T. 18)
Y en el Nº 20:
La finalidad especifica de la catequesis consiste en hacer crecer a nivel de conocimientos y de vida el germen de la fe sembrado por el Espíritu Santo con el primer anuncio y trasmitido eficazmente a través del Bautismo... Transformado por la acción de la gracia en nueva creatura, el cristiano se pone así a seguir a Cristo, y en la Iglesia aprende siempre a pensar mejor como El, a juzgar como El, a actuar de acuerdo con sus mandamientos, a esperar como El nos invita a ello. (C.T. 20)
LA FINALIDAD DE LA CATEQUESIS ES EL CRECIMIENTO DE LA FE
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Cada una de las clases supone alcanzar objetivos referidos a ese crecimiento que es de diversos modos:
Purificación del motivo de la fe: ¿Por qué crees? Por que Dios lo ha revelado. Crecimiento en extensión: ¿Qué crees? Creo en Dios Padre Todopoderoso..., en la Santa Iglesia Católica... Crecimiento en intensidad: ¿Cómo crees? Con mayor certeza, firmeza, prontitud, y confianza. Fe viva: ¿Crees hasta excluir todo pecado mortal de tu vida? Fe única a la gracia y a la caridad sobrenatural. Espíritu de Fe: ¿Juzgas todo con el ojo sobrenatural de la fe?
“El justo vive de la fe”
EL SUJETO DE LA CATEQUESIS Analizando la finalidad de la Catequesis y sus objetivos en cuanto al crecimiento de la fe, solamente podemos hacer una afirmación, que encabeza el parágrafo 35 de la CATECHESIS TRADENDAE: “Todos tienen necesidad de la catequesis”
―Desde la infancia hasta el umbral de la madurez, la catequesis se convierte, pues, en una escuela permanente de la fe y sigue de este modo las grandes etapas de la vida como faro que ilumina la ruta del niño, del adolescente y del joven‖(C.T. 39). Y sigue Juan Pablo II: ―Mi pensamiento se dirige después a los niños y jóvenes, cada vez más numerosos, nacidos y educados en un lugar no cristiano o al menos no practicantes, pero deseosos de conocer la fe cristiana. Se les deberá asegurar una catequesis adecuada, para que puedan crecer en la fe y vivirla progresivamente, a pesar de la falta de apoyo, acaso a pesar de la oposición que encuentren en su familia y en su ambiente‖ (Nª 42). ―Continuando con la serie de destinatarios de la catequesis, no puedo menos que poner de relieve el problema central de la catequesis de los adultos... El mundo en que los jóvenes están llamados a vivir y dar testimonio de la fe que la catequesis quiere ahondar y afianzar, está gobernado por los adultos. La fe de estos debería igualmente ser iluminada, estimulada o renovada sin cesar con el fin de penetrar las realidades temporales de las que ellos son responsables‖ (Nº43) ―Entre los adultos que tienen necesidad de la catequesis, nuestra preocupación pastoral y misionera se dirige a los que no han podido profundizar la doctrina cristiana que un día las circunstancias de la vida les hicieron encontrar; a los que en su infancia recibieron una catequesis proporcionada a esa edad, pero que luego se alejaron de toda práctica religiosa y
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se encuentran en la edad madura con conocimientos religiosos más bien infantiles; a los que se resienten de una catequesis sin dudas precoz, pero mal orientada o mal asimilada, a los que, aun habiendo nacido en países cristianos, nunca fueron educados en su fe‖ (Nº 44). ―Así pues, los adultos de cualquier edad, incluidas las personas de edad avanzada son destinatarios de la catequesis igual que los niños, los adolescentes y los jóvenes...‖ ―En la Iglesia de Jesucristo nadie debería sentirse dispensado de recibir la catequesis: pensemos incluso en los jóvenes seminaristas y religiosos, y en todos los que están destinados a las tareas de pastores y catequistas, los cuales desempeñarán mucho mejor ese ministerio si saben formarse humildemente en la escuela de la Iglesia, la gran catequista y a la vez la gran catequizada.‖ (Nº 45) NECESIDAD DE CONOCER AL SUJETO DE LA CATEQUESIS ¿Qué debe conocer el catequista para lograr el crecimiento de la fe en un niño, en un joven, en un adulto, en un anciano? Conocer la fe, la doctrina cristiana. Y conocer el sujeto de la catequesis Antes de sembrar, el campesino no sólo debe conocer la semilla, sino también la calidad de la tierra a la que se le confía la semilla, y un carpintero debe conocer las varias calidades de madera apreciada para ponerle palo a un azadón. Así también el catequista, a quien enseña debe conocer. Es un grave error creer, por ejemplo, que el niño es en todo semejante al adulto, y que sólo es más pequeño, más ignorante, más inexperto. Por ejemplo: Mirad a un niño con lente de aumento: lo veréis grande como un hombre; veréis que camina, salta, ríe pero de manera distinta de la de un adulto. El niño no aprende como nosotros, no puede hacer lo que nosotros hacemos, una cosa que nos gusta mucho, a él no le agrada y viceversa. Es preciso conocerle, saber cuáles son sus alcances, sus posibilidades para poderlos formar con inteligencia, adaptarlo a nuestra enseñanza y solicitar su colaboración. Lo mismo ocurre con todos los sujetos de la catequesis es necesario adecuar la enseñanza a cada uno de ellos. Hubo un pescador a quien gustaba mucho las frutillas, se fue al río y puso en el anzuelo una frutilla diciendo: me gustan a mí, le gustarán también a los peces. Viceversa, a los peces no les gustaban las frutillas pero sí a los gusanillos que el pescador no quería tocar. Y sucedió que los peces tomaron los gusanillos, se fueron, y el pescador se quedó con la boca seca. Poned en lugar del pescador al catequista, en lugar de los pececillos a los destinatarios de la catequesis y tendréis una idea de los que sucede cuando el catequista no se preocupa por conocer las características de sus catequizandos y adaptarse a ellos.
“El que tenga sed, que venga a Mí; de su interior brotarán torrentes de agua viva” (Jn. 7,47)
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SAN PÍO X DIÓCESIS DE SAN LUIS
METODOLOGÍA
DE LA CA TEQUESIS I
UNIDAD II PLANEAMIENTO DE LA UNIDAD DE APRENDIZAJE
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PLANEAMIENTO DE LA UNIDAD DE APRENDIZAJE Cuando el catequista entabla contacto con los catequizandos para dirigir el aprendizaje, debe tener bien claro que en su espíritu: 1. lo que pretende hacer 2. y, sobre todo, para qué hará esto o aquello: ―Refiere de tal manera – dice San Agustín – que tu discípulo oyendo crea, creyendo espere y esperando ame‖ (Tratado catequístico) En la misma forma cuando el catequizando se empeña en estudiar, en hacer sus tareas, debe conocer claramente lo que va a emprender y para que hará tal o cual esfuerzo. Sin la comprensión integral de los objetivos inmediatos que se han de alcanzar, no habría buena enseñanza ni buen aprendizaje. Lo que más pronto se pretende conseguir por medio de la catequesis es una modificación positiva del comportamiento del catequizando adecuada a su condición de hijo de Dios. Esa modificación puede comprender: 1. Nuevas formas de pensar (oyendo crea) 2. Nuevas actitudes (creyendo espere) 3. Nueva forma de actuar (esperando ame) Los objetivos inmediatos de la labor del catequista están subordinados a fines más amplios y remotos hasta llegar a las dos grandes finalidades de la catequesis: La enseñanza de la doctrina cristiana La iniciación de la vida cristiana2 En cualquier sector de la vida y de la actitud humana la rutina y la improvisación han sido y continúan siendo las principales enemigas de la eficiencia y de la perfección. En la enseñanza de la fe, en la que está en juego la formación cristiana de nuevas generaciones es necesario planear cuidadosamente el trabajo para poder proporcionar a los catequizandos que les son confiados una orientación segura que les lleve a través de un trabajo bien dosificado y con un ritmo adecuado, en una progresión metódica y constructiva a la plenitud de la vida cristiana a la que han sido llamados. El plan es un instrumento estrictamente personal de trabajo de cada catequista. Su valor reside en la elaboración personal de quien lo vaya a ejecutar, viviendo anticipadamente la acción que realizará. Para no perderse en las minucias de la ejecución, el catequista debe hacer la previsión cuidadosa y bien calculada: 1. 2. 3. 4.
De los resultados que deben alcanzar; De las materias que deberá dar; De los medios que podrá y deberá emplear; De las etapas que tendrá que recorrer, en compañía de los catequizandos para llegar a esos resultados.
2 JUAN PABLO II, Catequesi Tradendae, nº 18: ―La catequesis es la educación de la fe de los niños, de los jóvenes y de los adultos. Que comprende UNA ENSEÑANZA DE LA DOCTRINA CRISTIANA, dado de modo orgánico y sistemático, con miras a iniciarlos en la PLENITUD DE LA VIDA CRISTIANA‖.
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Objetivando esta previsión en un plan bien estructurado y coherente, tendrá siempre a mano una guía segura del camino que va a seguir y de las medidas que deberá tomar a su debido tiempo, relacionando todos los pormenores de su actuación con los objetivos prefijados, estará obrando con inteligencia en forma constructiva y segura, cada día, cada clase, marcará un paso definido hacia la conquista de las metas establecidas. El plan no es más que una pauta, un instrumento de referencia y de control y como tal, necesariamente abreviado, esquemático, frío y lacónico. Señala las metas, prevé el tiempo necesario para alcanzarlas, indica las etapas, la materia, todo ello con el mínimo indispensable de palabras sin devaneos literarios y sin rebuscadas consideraciones teóricas. No es más que un instrumento operacional. La realidad de la enseñanza está compuesta por diversas variables, muchas de las cuales son difíciles de precisar y más todavía de preveer con absoluta exactitud. Al elaborar su plan de enseñanza el catequista tendrá por fuerza que jugar con aproximaciones y conjeturas en lo que concierne a variables imprevisibles. Deberá, por lo tanto, contar siempre, en cierta medida con lo precario de los presupuestos y de las bases de su planificación. En estas condiciones, está claro que el plan de enseñanza jamás podrá tornarse un instrumento infalible y de absoluta precisión y eficacia. Nuestro plan de enseñanza puede y debe ser corregido y reajustado a la realidad siempre que su formulación primitiva no satisfaga más las condiciones inmediatas de nuestro trabajo.
PASOS DE LA PREPARACIÓN DE NUESTRO PLAN DE ENSEÑANZA
I.
ESTUDIAR MUY BIEN EL TEMA
Parecería una verdad de perogrullo, pero es necesario reafirmarlo, si no se estudia el tema que se quiere enseñar, no se puede planificar. Para estudiar un tema se puede tener un texto de base (Catecismo Católico, por ejemplo) que me indica lo fundamental, lo que debe quedar en los catequizandos, y libro de consulta, catecismo del mismo nivel y otros textos más elevados. Esta etapa es fundamental en la preparación, pero debe quedar oculta, en la raíz, fundamental en el árbol, pero oculta, porque nuestras clases no pueden ser exposiciones magistrales de todo lo que sabemos. El estudio del tema queda patente en que se ha seleccionado el contenido con eficacia, dejando lo fundamental esta etapa permite conocer ejemplos que plantean los distintos autores que luego van a ser utilizados. Por ejemplo vamos a enseñar el concepto de transubstanciación a un grupo de confirmación. Podemos leer: Catecismo preguntas 68-73 QUINET, Carnet de preparación de un catequista, T II, pág. 283-310 RUIZ SANCHEZ, FRANCISCO, Fundamentos y fines de la educación, pag. …
II.
CONOCER A QUIEN ME DIRIJO
¿A quien me dirijo? La necesidad de conocer a todo aquel que es sujeto de catequesis está dada por las exigencias de la catequesis misma. Debo tener en cuenta la edad, el sexo, intereses, formación anterior (formación general y formación cristiana) para que el crecimiento de la fe se realice de modo adecuado a las condiciones de cada uno.
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EL ALUMNO A) ES NECESARIO CONOCER AL NIÑO 1. ¿Qué debe conocer el maestro para enseñar el latín a un niño? Pues el latín, responderá un alemán. Al niño, responde el americano Stanley Hall. Y nosotros añadimos: debe conocer al uno y al otro: el latín pero también al niño. Y a la verdad, antes de sembrar, el campesino no sólo debe conocer la semilla, sino también la calidad de la tierra a la que se le confía la semilla. Y un carpintero debe conocer las varias cualidades de madera, pero jamás usará el cerezo, que es una madera apreciada, para poner palos a un azadón. Así también el catequista que enseña al niño, debe conocerlo. 2. Es un grave error creer que el niño es en todo semejante al adulto, y que sólo es más pequeño, más ignorante, más inexperto. Mirad a un niño con lente de aumento: lo veréis grande como un hombre; veréis que camina, salta, ríe pero de manera distinta a la de un adulto. El niño no aprende como nosotros, no puede hacer lo que nosotros hacemos; una cosa nos gusta mucho, a él no le agrada y viceversa. Es preciso conocerle, saber cuáles son sus alcances, sus posibilidades para poderlos formar con inteligencia, adaptarlo a nuestra enseñanza y solicitar su colaboración. 3. Hubo un pescador a quien gustaban mucho las frutillas, se fue al río y puso en el anzuelo una frutilla diciendo: me gustan a mí, les gustarán también a los peces. Viceversa, a los peces no les gustaban las frutillas pero si a los gusanillos que el pescador no quería tocar. Y sucedió que los peces tomaron los gusanillos, se fueron y el pescador se quedó con la boca seca... Poned en lugar del pescador al catequista, en lugar de los pececillos a los niños y tendréis una idea de lo que sucede cuando el catequista no se preocupa por conocer el gusto de sus alumnos y adaptarse a ellos. 4. Es preciso conocer a los niños no solo en general, sino uno por uno, porque entre ellos no hay ni siquiera dos que sean perfectamente iguales. Se dijo: “Cada niño es un inédito, una palabra de Dios que no se repite jamás”. Y hay que añadir: ―cada niño tiene diversas condiciones de sí mismo y por eso jamás se le conoce bastante y no se acaba nunca de conocerlo y estudiarlo‖. 5. ¿Cómo vive un niño de pocos meses? Se alimenta, llora y casi todo el resto del tiempo lo emplea en dormir. Un adulto duerme por cansancio, por fatiga. Pero ¿qué ha hecho este pequeño para estar siempre cansado? La razón es muy sencilla, está creciendo, desarrollándose y ésto lo cansa. Y cuando llegue a ser un niño mayorcito la fatiga será mayor porque al crecer se añade el saltar y moverse sin fin.
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El catequista para entender y comprender ciertas distracciones del niño, para no fatigarlo demasiado y para no pretender cosas que no puede dar, debe tener presente que el niño no solo tiene alma, sino también cuerpo que continuamente se cansa. 6.
Rousseau dejó escrito: ―El niño es bueno, es un ángel‖
Lutero, al contrario, dijo: ―Es una bestia‖.Más justamente Lamartine escribió: ―Es un ángel caído del cielo. Un ángel pero con las alas rotas, que volará alto hacia el bien, pero con fatiga, y solamente con alguien que lo ayude; que tiene bellas cualidades para desarrollar, pero también inclinaciones pecaminosas, sobre las cuales debemos tener los ojos abiertos. 7. Si el niño ha sido bautizado, además del cuerpo y del alma, hay en él otra realidad que hay que tener presente: la gracia depositada en el alma por el bautismo con las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad. Todas estas cosas que no vemos, pero que existen, ayudan desde el interior la obra del catequista. Pero alguno dice: los niños no pueden entender ciertas formulas, ciertos conceptos. Se responde: Por sí solos, con los únicos métodos naturales, no; pero con la ayuda de la gracia y de la fe, con la pedagogía sobrenatural, sí. 8. Conclusión: Es necesario conocer al niño y no solamente en general, sino uno por uno; cuidando no solo al alma sino también al cuerpo; no solo atendiendo a los elementos visibles sino a los invisibles y sobrenaturales. B) CÓMO CONOCER AL NIÑO 9. Nosotros también fuimos niños: muchas cosas las recordamos muy bien. Recordamos lo que nos agradaba, aterraba o aburría. Estar callados, sentados, encerrados por media hora, por ejemplo, era un tormento para nosotros; tres minutos de oración se nos hacía largo, como media hora; y, al contrario, medio día de juegos en la plaza, en los parques, se nos hacían minutos. Otro tanto sucederá a los niños de hoy. He aquí pues la primera manera para conocer al niño: inclinarnos sobre nosotros mismos, sobre el niño de ayer, para entender al niño de hoy. 10. La segunda manera hay que buscarla en los libros. Hay libros que estudian y describen al niño: textos de psicología, de pedagogía, etc. Muchos han sido escritos por personas que han pasado la vida en medio de niños. En estos el catequista podrá hallar muchas cosas que jamás hubiera encontrado. Hay otros libros que describen la juventud de los santos o de los hombres grandes. Aún estos en su lectura, pueden ser más útiles al catequista. 11. La tercera manera y la mejor es el niño mismo. El niño se presenta ante nuestra vista como un libro abierto, con sus acciones y parece decirnos: si quieres conocerme, léeme. Y se lee observándolo: su posición, sus gestos, la palabra, las acciones, los silencios obstinados, el llanto, los juegos predilectos, y los compañeros más frecuentados son otras tantas cosas que observadas atentamente, reflexionadas después, sirven para llevarnos a conocer los gustos, las tendencias, los caprichos, las cualidades y el temperamento de cada uno. Los mejores momentos para la observación son aquellos en que el niño no se siente observado: en el juego, en la calle, en un paseo, en los momentos de entusiasmo, en los días de tristeza, etc.
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12. Se lee también oyendo al niño. Hablando con nosotros, el niño hace dos cosas, se nos manifiesta y nos instruye. Nosotros en efecto, tenemos necesidad de aprender algunas cosas del mismo niño: su modo de expresarse, sus frases ingeniosas, sencillas, imaginativas, sus palabras infantiles. Son precisamente las que después debemos emplear si queremos hacernos entender por él y hacerlo atento. 13. Más la observación que hacemos del niño no es completa si no se extiende al ambiente en el que vive: la familia, el barrio, la escuela. El médico no observa solamente si los pulmones del enfermo se hallan en buen estado, sino que averigua que clase de aire respira. Algunos niños están dotados de buenas cualidades, pero en la casa respiran un aire viciado, corrompido por las blasfemias y las palabras que se dicen y los malos ejemplos que reciben. El catequista debe tener en cuenta estas cosas para su enseñanza. 14.
Quien quiera estudiar a fondo un niño debe acordarse de la Pirámide de Nicolás Pende.
Para conocer una pirámide de cuatro lados, es preciso examinar cada una de sus cuatro caras, y después la base. Eso lo sabemos ya nosotros. El niño, ha dicho Pende se parece a una pirámide posee una base, que es el conjunto de tendencias heredadas de sus padres, y cuatro caras que son en el cuerpo: la forma externa (aspecto morfológico), los humores internos (aspecto endocrinológico); en el alma (el aspecto moral); el aspecto intelectual. Conociendo a los padres y a la familia, se pueden conocer un poco las inclinaciones; estudiando el cuerpo, se puede determinar el temperamento; estudiando el alma, se mide la fortaleza de su facultad espiritual. Pero pocos son capaces de hacer este estudio que se hace complicado cuando se trata del estudio morfológico o endocrinológico y es más difícil y delicado cuando se pretende explorar secretos de familia. Nosotros nos contentamos con pocas nociones fáciles y prácticas, advirtiendo que nos referimos a una sola de las etapas de la vida del niño: infancia (5 años), niñez (de 6 a 12), adolescencia (de 13 a 15), juventud. Aquí hablamos del niño. C) CÓMO ES EL NIÑO 15. Es todo sentidos. Tiene ojos, manos, oídos, lengua, garganta, que quieren intensamente ver, hablar, oír, gustar. Los colores vivos los embelesan, y aun los sonidos y ciertos rumores o ruidos estridentes que a nosotros nos dan dolor de cabeza, para ellos son música estupenda. Y se preguntan a menudo: ¿Por qué ésto? ¿Por qué aquello? ¿Por qué no de ese otro modo? El buen catequista debe tener en cuenta esta gran sensibilidad; a los sentidos del niño debe dirigirse en modo particular; hágale ver y tocar, si se pueden objetos religiosos, bellas imágenes, enséñele cantos variados, dé satisfacción a su curiosidad, dejándolo preguntar, etc. 16. El niño es todo movimiento y juego. Plata viva. Si está quieto, si se halla parado como una momia, eso hace pensar que está enfermo, por que el niño sano experimenta una necesidad de moverse y agitarse que no se puede cohibir.
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Por lo tanto hay que aprovechar esa movilidad del niño en el catecismo; hacer mover con inteligencia y variedad a los niños. Hay catequistas que juegan a los diez mandamientos, siete sacramentos, cinco preceptos, siete dones del Espíritu Santo... con sus niños, identificando a cada uno de ellos con un mandamiento, con un sacramento, haciéndole mover y hablar. Otros hacen administrar un bautismo, una confirmación, representar una escena del Evangelio; los hacen levantar para una oración, para un canto, etc. Pero es juego, dirá alguno, no catecismo. Es un poquito de juego en verdad, pero en realidad, es cosa seria y sabia. El juego es la única cosa que el niño hace con empeño, lanzándose a ella con toda el alma, más que nosotros a las cosas serias. ¿Por qué entonces estará prohibido dar a las lecciones del catecismo el aspecto de juego si esto le atrae la simpatía? Hay catecismos que pretenden ser serios y son broma. Hay catecismos que parecen de broma y son los que dan mejores resultados. 17. El niño es todo corazón y sentimiento. ¡A veces ríe, a veces llora! Tiene tantos pequeños goces y tantos pequeños dolores, tiene un corazón que siente mucho y tiene la gran necesidad de ser amado. El catequista se guardará de ofender el sentimiento del niño; la ironía no debe emplearse con él; la represión y el castigo, si se emplea, jamás debe hacerse sin hacer sentir que se aplican para hacerle el bien, con amor y con disgusto de aplicarlos. Los grandes educadores, todos, han tenido ternura de madre para con los pequeños; Don Bosco, S. Felipe Neri, etc. El obispo Dupanloup amonestaba a los catequistas: ―Sed padres, sed madres”. 18. El niño es todo fantasía. Las imágenes vivas lo impresionan mucho, lo impelen a imitar en seguida lo que han visto y le hacen confundir a veces lo que ha sucedido con lo que solamente ha imaginado. Por eso es importante darles impresiones buenas y sustraerle a impresiones pecaminosas, tenerlo alejado de escenas pavorosas o inmorales, no contarles hechos horripilantes o extravagantes de espíritus que se aparecen o de personas arrebatadas por el diablo. 19. El niño tiene una memoria extraña. También nosotros adultos tenemos diversos modos de recordar, algunos se acuerdan de lo que han visto, otros de lo que han oído o dicho; algunos fijan bien las ideas, otros los hechos; este tiene una facilidad grande para retener números y fechas; el otro se acuerda solo de las cosas concretas. El niño tiene a veces la memoria como por intermitencia, una cosa la recuerda por un poco de tiempo, después la olvida, luego la vuelve a recordar. Se acuerda poco de las cosas. Cuando está mal alimentado o afligido por una enfermedad o es convaleciente. No recuerda la idea abstracta, pero si los objetos, los individuos, los sonidos... En el niño, la memoria, por lo ordinario, no es fiel porque une la imaginación y la invención. Se entiende por ésto que al hacer aprender de memoria una fórmula al niño, es necesario explicársela bien y asegurarse que la ha entendido, si no, nos exponemos a hacerlo aprender como un papagayo. Es bueno unir a una idea difícil un hecho o imagen viva; así será más fácil que la recuerde después. Es preciso volver a menudo sobre los conceptos principales del catecismo, si no se escaparán de la memoria. “Repetir sin cansarse y sin cansar”, es decir la misma cosa con trama diferente y modo distinto de manera que parezca nueva.
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20. El niño tiene una fe ingenua. ―Lo ha dicho la madre, el párroco, la maestra, luego es verdad‖. Cree fácilmente las cosas maravillosas, los milagros, los misterios. El catequista debe corresponder a esta fe ingenua, y plena del niño, respetando la verdad. Jamás contar como verdad lo que se ha inventado; no dar por cierto lo que es dudoso, no exagerar ni juzgar las acciones (no decir a un chiquito que ha dicho una mentira: examínate por que si no te confiesas vas al infierno); no interpretar en modo supersticioso o atrevido la intervención de Dios para no dar lugar a confusión: ―-¿Ves? Has jugado por dinero hoy que es viernes y por eso has perdido‖-, decía una madre a su hijo. Y el niño respondió enseguida: ―-Pero para mi compañero que me gano también era viernes-‖. ¡Lógica correcta! El catequista debe aprovechar la confianza que el niño tiene en él, para darle la confianza en la Iglesia y en Dios. El niño tiene delante de sí, estos tres escalones: el catequista, la iglesia, y Jesús. ―Esto me lo enseño el catequista, él aprendió de la Iglesia y la Iglesia de Jesús mismo‖. 21. El niño razona con fatiga. Es todavía esclavo de los sentidos, solamente por breves momentos puede elevarse a pensamientos abstractos. El que lo quiera conducir al pensamiento y reflexión, es necesario que no tenga afán; que le enseñe pocas cosas y siempre conduciéndolo a través de hechos, colores e imágenes. 22. El niño tiene una voluntad débil. Y también inestable y caprichosa. Además habituado como está a verse rodeado del cuidado de todos desde la infancia, tiende a considerarse a sí mismo como un sol pequeñito y a todos los otros como satélites; él en el centro, y los otros alrededor para obedecerle y servirle. Dulcemente pero con firmeza, es preciso ponerlo en su puesto: no en el de mando sino en el de obediencia y de docilidad. Conviene que no piense de poder plegar la voluntad del que le es superior; y al contrario debe él plegarse, en manera absoluta a los padres, al maestro, al catequista. Si esto no se obtiene de él desde el principio, hay poca esperanza de educarlo debidamente. Naturalmente, para tener éxito, es preciso presentarle las cosas por el aspecto simpático y tomando apoyándose en la persuasión, en el sentimiento y raras veces en el castigo. 23. El niño es algo muy grande. Se ha llamado por algunos el siglo presente ―El siglo del niño‖, por que nunca como ahora tanto se ha ocupado la humanidad de él. Se le enseña con libros, biblioteca, se le cuida con medidas preventivas, colonias, colegios, escuelas, hospitales, se le educa en escuelas de toda clase, la humanidad entera lo rodea, se inclina sobre su suerte. Pero el catequista debe avanzar más y ver en el niño un hijo de Dios, un hermano de los ángeles y recordar que el Señor pedirá cuenta estrecha de la manera como el niño ha sido tratado: “el que acoge a uno de estos pequeñitos, me acoge a mí”. El que no está persuadido y no muestra por el niño un respeto sobrenatural, no es digno de estar con él: está en peligro de perjudicar la obra de Dios.
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III.
FORMULAR LOS OBJETIVOS DE CADA REUNIÓN
A) ¿QUÉ QUIERO LOGRAR? ¿Cual es el objetivo inmediato? El tema de los objetivos para muchos maestros se ha transformado en un elemento didáctico perturbador y abrumador en la tarea docente. Sin embargo todo buen maestro, profesor o catequista en este caso especial implícita o explícitamente se ha fijado siempre sus propios objetivos en función del alumno sobre el cual debe ejercer su acción educativa. Convertirlo en eje de una planificación significa algo más que presentarlos prolijamente desarrollados en un papel. Lo que verdaderamente importa es que esos objetivos se tengan siempre presentes y orienten continuamente la acción del maestro-catequista frente a sus catequizandos. Lo mejor es proponerse unos: pocos y concretos, realizables y debidamente graduados. Ejemplo: Incentivar la lectura de textos de la Sagrada Escritura. Capacitarse en la búsqueda de citas bíblicas. Conocer los escritores del Nuevo Testamento . Identificar los distintos modos en que Dios se da a conocer, B) ¿CÓMO FORMULAR OBJETIVOS? Cuando el catequista actúa sistemáticamente durante un cierto periodo puede llevar al catequizando a formar hábitos virtuosos que permitan obrar la gracia transformadora, borrando o haciendo desaparecer los obstáculos. Lo primero e inmediato que se persigue es que cada catequizando actúe y actúe bien. Cada objetivo debe describir lo que el catequizando hará o realizará: Inferir la inmensidad, bondad y amor de Dios, Apreciar el amor de Dios por mi, Agradecer a Dios todos sus dones, Comprender la noción de transubstanciación, Adorar a Cristo presente bajo la apariencia de pan y vino, Descubrir el pecado en la propia vida como alejamiento de Dios.
IV.
SELECCIONAR LAS ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE
¿Qué actividades de aprendizaje van a realizar los niños para alcanzar esos objetivos? ¿Van a escuchar? ¿A responder? ¿Oralmente o por escrito? ¿Van a leer? ¿A narrar? ¿A relatar? ¿Ver una película? ¿Dibujar? ¿Repetir? ¿Analizar? ¿Relacionar? ¿Integrar? ¿En grupo o individualmente?
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Para seleccionar las actividades de aprendizaje hay que tener en cuenta que debo conducir a los catequizandos: de lo más fácil a lo más difícil de lo más simple a lo más complejo de lo más próximo e inmediato a lo más remoto e mediato de lo sensible a lo espiritual de la observación a la reflexión La definición debe representar siempre la culminación y término final del proceso de aprendizaje, no su punto inicial o de partida. Se debe partir de hechos reales y concretos para llegar desde allí a los datos de fe que queremos hacer conocer y amar. Toda experiencia vivida establece una base que puede y debe ser explorada para motivar nuevos aprendizajes. Tomamos ejemplos de una reunión que tiene como objetivo comprender la noción de transubstanciación. LA EUCARISTÍA Cualquiera de nosotros frente a una foto de hace tres, cinco o diez años, dice: Este soy yo. Se notan los años por la altura, la ropa, pero somos los mismos, reconocemos a nuestros padres, al que vimos cuando pequeños y quizá ahora puede estar muy anciano y muy cambiado... pero sabemos que es el mismo a pesar de los cambios. Cuando una señora le dice a otra: ¡que alto esta Juancito!. Le esta diciendo dos cosas: - que hay un Juancito que ella conoció y ahora ve que es el mismo - que ha cambiado y que ahora es más alto que antes. Vemos que hay un sujeto, yo, mi papá, Juancito y un cambio en él, sin que deje de ser el mismo. Hay una substancia y unos accidentes. Substancia es lo que permanece. Accidentes son los que cambian. Los accidentes del ser humano son: la estatura, el peso, el color. Los accidentes del pan son: el gusto el peso el color, etc. Los accidentes cambian sin cesar. Accidentalmente hemos cambiado mucho desde que nacimos, pero substancialmente somos los mismos. En la Eucaristía la substancia de pan desaparece, solo quedan los accidentes de pan. En la Eucaristía la substancia de vino desaparece, solo quedan los accidentes del vino. Como permanecen los accidentes del pan y del vino, nuestras manos pueden tocarlos, nuestros ojos verlos, nuestro olfato olerlo, pero en realidad no existe más la substancia de pan y de vino. En su lugar está la substancia de NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO sin sus apariencias, estatura, peso, etc., pero es de veras NUESTRO SEÑOR con su DIVINIDAD y HUMANIDAD. Este cambio que la Iglesia llama TRANSUBSTANCIACIÓN, conversión de una substancia en otra, se realiza en el momento de la consagración.
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La Palabra de Dios es Omnipotente: realiza todo lo que dice. La Eucaristía es FRUTO DEL PODER DE LA PALABRA OMNIPOTENTE DE DIOS. De la misma manera que Jesús convirtió el agua en vino, con solo querer que se convierta, y curó desde lejos al siervo del Centurión, y resucitó con solo decirlo a Lázaro, detuvo la tempestad y multiplico los panes diciendo: “Esto es mi cuerpo y esto es mi sangre” Convierte aquel pan y vino en su Cuerpo y su Sangre. No podemos hablar de la historia de cualquier país de Europa sin hablar de la Eucaristía. Hablar de la historia de Europa y no mencionar la Eucaristía es lo mismo que hablar de la historia de nuestra Patria y no mencionar la Junta de Mayo y el congreso de Tucumán. ¡Se vuelve inentendible!
Recuerde: La Eucaristía contiene real y substancialmente bajo las especies de PAN y de VINO el CUERPO la SANGRE, el ALMA y la DIVINIDAD de NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Jesús comparaba su Reino a las cosas más triviales: levadura de harina, yuyos en el trigal, una moneda perdida que hace barrer toda la casa para encontrarla, casa en construcción, préstamos y trampas administrativas, incidentes en el pastoreo, semilla que se convierte en un arbusto capaz de aposentar a las aves, flores silvestres, etc, etc. Antes de decir: ―Dad al César lo que es del César” les hace ver la moneda del tributo, y no solamente recuerda ese detalle. Para grabar la idea de la reprobación de un pueblo que no daba frutos, no le pareció derroche el milagro de la higuera maldecida. También el Antiguo Testamento está lleno de estas enseñanzas gráficas, como la del profeta que para anunciar la división de Israel, no titubeó en rasgar su túnica en doce pedazos. No pensemos por lo tanto que esto es sólo para jardín de infantes, Jesús tenía alumnos ―ya creciditos‖ y sin embargo les hacía mirar los lirios del campo, la moneda del tributo, la higuera milagrosamente secada.
V.
LA EVALUACIÓN EN LA CATEQUESIS
Toda tarea humana debe ser evaluada para que se puedan capitalizar los aciertos y corregir los errores. La catequesis no escapa a estas ―generales de la ley‖ y también debemos pensar en evaluarla. Sin embargo los criterios para evaluar un proceso catequístico no pueden ser los mismos que se utilizan para evaluar una materia del colegio porque abarca muchos aspectos que deben evaluarse en una forma que está más allá de los métodos comunes. Vayamos por pasos: si hay algo que evaluar, son precisamente, los objetivos que se señalan antes de encarar la tarea. En este punto vale la pena detenerse un momento, muchas veces observamos con preocupación que los objetivos están bien enunciados y apuntan a lograr el crecimiento en la fe, a un mayor conocimiento de Jesús, a preparar en actitudes litúrgicas y sin embargo, cuando se evalúan, solo se evalúan los conocimientos. ¿Qué es lo que ocurre? ¿Parece una contradicción?. No, no parece, es una contradicción. Por que si nuestros objetivos comprenden nuevas formas de actuar, nuevas actitudes, no podemos evaluar solo los conocimientos.
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No olvidemos que los conocimientos son un aspecto de la catequesis. El proceso catequístico que debemos acompañar debe tener en cuenta, en una forma equilibrada los conocimientos, la vida de la fe, las actitudes ante lo religioso, las formas de actuar. Tomemos un ejemplo: supongamos que un grupo d catequizandos de primer año del colegio secundario ha finalizado un tema catequístico de introducción a la Biblia. Para evaluar el proceso vivido se deben tener en cuenta todos los aspectos y objetivos propuestos. Podremos hacer una prueba objetiva, un examen, donde veremos si se han adquirido los conocimientos necesarios. También podemos darle una cita bíblica y observar si han adquirido la habilidad de ―buscar‖ en la Biblia. Ahora bien: ¿Cómo evaluar si ha incorporado la actitud de estar dispuesto y atento a La Palabra de Dios? ¿Quién puede decir si este catequizando está ―abierto‖ a la Palabra de Dios? Es precisamente, en este punto donde las evaluaciones catequísticas yerran su metodología, La evaluación de actitudes solo pueden venir de un seguimiento y acompañamiento espiritual, discreto y profundo muy personalizado, discreto y profundo, a la vez. Es importante dejar en claro que el gran objetivo -quizás el único- que tiene una evaluación es el reconocimiento de los errores, y tomar conciencia para reforzar los aciertos. Cualquiera que fuere el resultado de una evaluación debe conducir a un cambio. En el caso concreto de quienes se preguntan por la evaluación con ―nota‖ de la catequesis, conviene recomendar que se haga explícito que en esos casos sólo se evalúan los contenidos. La evaluación es una apreciación externa que debe llevar al dialogo con el catequizando. Dicho en un lenguaje muy cotidiano: ―con tus respuestas, tus actitudes y tu participación tu me estás mostrando ―esto‖ Lo que yo veo: ¿es así? Lo que yo percibo: ¿es lo que te está pasando en tu proceso de crecimiento en la fe? Así, el catequizando, sea niño, joven o adulto podrá responder a la evaluación que ha percibido el catequista y se producirá un diálogo enriquecedor. Esto quiere decir que se puede poner una nota (ya en esto nos referimos exclusivamente a la catequesis escolar) siempre y cuando la nota no sea un número frío y esté acompañado de ese dialogo mencionado.
“El que tenga sed, que venga a Mí; de su interior brotarán torrentes de agua viva” (Jn. 7,47)
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INSTITUTO DIOCESANO DE CATEQUESIS
SAN PÍO X DIÓCESIS DE SAN LUIS
METODOLOGÍA
DE LA CATEQUESIS I
UNIDAD III ELEMENTOS DE PSICOPEDAGOGÍA CATEQUÍSTICA
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ELEMENTOS DE PSICOPEDAGOGÍA CATEQUÍSTICA Algunos autores para estudiar Psicología Evolutiva describen los caracteres de cada uno de los años de vida, por ejemplo, hablan del niño de un año, dos años, tres años, cuatro años, cinco años, etc. Estas separaciones tan precisas son exclusivamente artificiales y por consiguiente erróneas. Por eso para estudiar el desarrollo del niño se verán sucesivamente las distintas fases, estadios o periodos por los que atraviesa. Estos estadios o fases no son algo totalmente separado uno de otro y se presentan irregularmente en el tiempo, es decir en algunos sujetos antes, en otros después. Por eso decimos que el concepto de fase no es estático, sino dinámico. Los límites son oscilantes. Todos los sujetos atraviesan por las distintas fases, aunque sea en un distinto momento, es por ello que no interesa tanto conocer el límite, es decir de tal edad a tal edad, como lo que la fase comporta esencialmente.
El ambiente puede facilitar una fase acortándola o dificultarla alargándola. El hombre es una unidad substancial cuerpo-alma, de modo que “es artificial concebir la vida y la actividad física del hombre separadas de la psíquica. El hombre tiene una individualidad y está dotado de funciones diversas que responden a fines diferentes. Cada fenómeno que se realiza en el hombre y que podemos observar a través de sus múltiples manifestaciones es siempre una señal de esta unidad de sus actividades físicas y orgánicas. La misma inteligencia y la misma voluntad, aún siendo actividades espirituales están condicionadas en su obrar a la integridad del sistema nervioso”. A medida que el niño va madurando físicamente, tiene la posibilidad de nuevos comportamientos. Sólo en una fase dada puede, por ejemplo, gatear, caminar, controlar sus esfínteres. Puede esta conducta aparecer casi espontáneamente con un mínimo de práctica, o puede requerir una estimulación especial del medio como cuando se aprende a hablar. Si el caminar es postergado artificialmente, por ejemplo, por una enfermedad prolongada que mantiene al niño en el lecho, se aprende luego a caminar con mucha mayor dificultad. Es decir que la maduración produce periodos particularmente adecuados para el cultivo de una función determinada, que en tal momento es muy vulnerable en caso de que se la descuide, por ejemplo, la demora en formar relaciones estrechas pasados los seis meses de vida, puede reducir la capacidad del bebé para establecer esos vínculos. Ud. podría responder en este momento estas preguntas: 1. ¿Cuál es la utilidad del estudio en fase de la psicología evolutiva? 2. ¿Qué relación hay entre medio ambiente y fase?
PRIMERA FASE: 0 - 1º AÑO DE VIDA
1.
Necesidades básicas del neo-nato:
a. El recién nacido tiene un alto umbral de percepción, para él no existe el mundo exterior y no distingue ningún objeto. Su recepción del mundo exterior es cenestésica, es decir, a través del sentido del equilibrio, de la postura, de la temperatura, de la vibración, del ritmo y del tono. El recién nacido no posee un verdadero conocimiento perceptivo.
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b. El niño presenta hambre de oxigeno, por que antes de nacer tiene una ración insuficiente y en la primera etapa de desarrollo necesita mucho oxigeno para la materia gris, además persiste la fisiología prenatal y debe poner en acción importantes mecanismos reflejos. c. El niño además, necesita ser alimentado, limpiado, dormir, movimientos libre y eliminar los residuos. 2.
tener momentos de
Modo de satisfacción
La sabiduría de Dios es infinita: ¿Por qué los padres deben querer a sus hijos? Por que sino se mueren. Hay una razón fisiológica. El cariño es tanto o más necesario que el alimento. Para poner en acción esos importantes mecanismos reflejos que normalizarán la respiración debe ser levantado, acariciado, permitírsele que succione. Al segundo mes, la vocalización y la sonrisa indican la independencia respiratoria. Las pequeñas palmadas en la cabeza además estimulan el sentido del tacto. Necesitando toda la superficie de la piel estímulo para que pueda adquirir conciencia de su cuerpo. Estimulación que se logra en el simple hecho de bañarlo. Se estimula su sentido cenestésico a través de los movimientos suaves, sostenerlo con firmeza y frecuentes cambios de posición. Cuando se lo mece. No basta satisfacer, no basta con que se lo hamaque, con que le hable. Es necesario el COMO, es necesaria la calidad: a. Suavidad: ¿por qué? Por que son los únicos estímulos que percibe y demuestra reacción de desagrado ante, por ejemplo, los ruidos fuertes y repentinos. b. Firmeza: Si los padres refunfuñan, si se muestran hostiles e impacientes, sus movimientos pueden ser bruscos y ásperos. Si se sienten ansiosos, sus movimientos pueden ser vacilantes, torpes e inciertos. Un manipuleo que carece de la tierna firmeza característica de un padre afectuoso y seguro parece desorientar y amedrentar al bebé. c. Persistencia y continuidad. Identidad de la experiencia: Una misma persona. Niños criados al pecho por sus madres durante los primeros tres meses, se comportaban y desarrollaban igual que la media de niños normales en la región en la que se hallaba el orfanato. Los lactantes fueron destetados a los tres meses. Se los confió al cuidado de una niñera que atendía a 10 niños, y a veces más. En lo que respecta a la parte material los cuidados que recibían eran perfectos: alimento, alojamiento, atención de higiene, etc. Pero al ocuparse la niñera al mismo tiempo de 10 niños, estos recibían solo un décima parte de las provisiones maternas afectivas. Una vez separados de su madre los niños pasaron por las siguientes conductas: Primer mes: Se vuelven llorones y exigentes y se aferran al observador. Segundo mes: Los lloros se transforman en chillidos. Hay pérdida de peso. establecimiento del desarrollo. Tercer mes: rechazo del contacto. Los niños permanecen la mayor parte del tiempo acostados boca abajo en la cuna. Continúa la pérdida de peso. Tendencia a contraer enfermedades. Se generaliza el retraso motor y hay rigidez en la expresión facial. Después del tercer mes: Se fija la rigidez del rostro. Los lloros cesan y son reemplazados por gemidos extraños. Cuando el bebe recibe lo que necesita y del modo que lo necesita forma la CONFIANZA BASICA.
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La adquisición de la confianza básica está indicada por la disposición a permitir que su madre se aleje sin experimentar indebida ansiedad o rabia, por que se ha convertido en certeza interior. El niño aprende, por supuesto de un modo no verbal, si el mundo es un lugar bueno o satisfactorio o una fuente de dolor, desdicha, frustración e incertidumbre. La satisfacción de las necesidades del bebé (de alimentación, higiene, sueño, abrigo, de respuesta, de contacto, de ser mimado y hamacado, de que se hable con él, de jugar, y tener juguetes) le dan la sensación de que el mundo es un lugar bueno, estable y agradable. Cuando sus necesidades no son satisfechas o lo son solo incompletamente, el mundo asume, en diversos grados un aspecto dominante de amenaza y frustración, el bebé adquiere una desconfianza básica El modo como los padres satisfacen sus necesidades puede originar un circulo benigno o vicioso. El bebé satisfecho en sus necesidades es a su vez satisfactorio y suscita creciente amor y atención; el bebé cuyas necesidades no son satisfechas se vuelve irritable, exigente e incita cada vez menos a ser amado. Satisfacer sus necesidades NO SIGNIFICA DARLES LO QUE EL QUIERE, CONSENTIR SUS CAPRICHOS. El niño no es siempre un buen juez respecto de lo que es inocuo y peligroso, los padres tienen que imponer límites a su contacto. Algunas cosas que le hacen bien producen dolor, como las inyecciones. La satisfacción de las necesidades del bebé, especialmente cuando ya ha crecido algo, no significa darle lo que él quiere. Una demora razonable para alimentarlo o para levantarlo después de dormir no le causará daño, aunque él se conduzca como si se acercara el fin del mundo. Solo le produce pánico una postergación demasiado prolongada y demasiado frecuente de la gratificación. El bebé no tiene ninguna perspectiva respecto del tiempo, a él le parece que la crisis es interminable, no puede hacer nada para remediarlo, y queda implantada así una diminuta semilla de desconfianza. Por supuesto eventualmente se lo atiende. De allí la importancia de la calidad de la atención que se le otorga. El bebé necesita que se lo trate de modo que exprese amor y confianza. En este caso podrá tolerar una buena cantidad de incomodidades normales. Es inevitable que haya torpezas, los flamantes padres tienen que adquirir experiencia
SEGUNDA FASE: PERIODO DEAMBULADOR 1º Año, 1 año ½ a 3 años ó 3 ½
La característica fundamental de la segunda fase reside en la ACTIVIDAD MOTRIZ . La deambulación y el prender cosas resultan para el niño muy importantes. Se le brinda el máximo placer de esta edad si se le deja satisfacer el ejercicio de la actividad muscular, es decir el ejercicio de las funciones de los músculos lisos y estirados. Este estadio por ese motivo podría ser llamado ESTADIO MUSCULAR. Suele ser llamado también ESTADIO DEL DEAMBULADOR, por que justamente lo que quiere el niño es andar. Las piernas del deambulador son cortas, en proporción a su tronco y a la cabeza, dándole el aspecto de ser más ancho en la base, impresión que refuerzan los abultados pañales que usa y que pronto dejarán lugar a los pantalones, más apropiado para su nuevo estado. En muchos momentos el deambulador está dejando de ser un bebé, acercándose a la niñez. Debe conquistar la AUTONOMIA. Por la autonomía va tomando conciencia de sí mismo en cuanto persona entre otras, quiere hacer cosas por su cuenta. Si no se le presentan condiciones favorables para la adquisición de la autonomía el resultado puede ser el desarrollo de sentimientos de vergüenza y duda. El deambulador demuestra su incipiente autonomía y su deseo de ampliarla en todos los campos: en el dominio de su cuerpo (al caminar, trotar, trepar y bajar de donde ha trepado, saltar, manipular cosas y en el control de los esfínteres); en el dominio de objetos (es típico que el deambulador quiera empujar su
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cochecito, en lugar de viajar en él, y quiera transportar de un lado a otro cosas de tamaño desproporcionado, es capaz de desarmar y también de volver a armar diversos juguetes); en las relaciones sociales aprende a hablar, interviene en juegos complicados, comienza a desobedecer órdenes y a desatender los pedidos y ofrecimiento de ayuda de los padres. En esta etapa se produce lo que se llama AMBIVALENCIA DEL CRECIMIENTO, es la vacilación del niño entre la independencia y la dependencia, conflicto que bajo diversas apariencias persiste hasta la edad adulta. Por ejemplo, al salir de paseo puede correr detrás de una paloma o introducirse en un zaguán atractivo, pero luego se detendrá bruscamente y retrocederá para arrojarse en brazos de la madre. Al intentar una nueva hazaña como la de saltar un escalón, hace una gran exhibición de audacia, pero se toma firmemente de la mano de un adulto. Recién está comenzando sus ensayos y pasará mucho tiempo antes de que logre algo parecido a la verdadera autonomía en el pensamiento y la acción. Como la AMBIVALENCIA ES DUAL, los padres, pese a mostrarse orgullosos y contentos con cada nuevo progreso del niño, también lamentan su alejamiento de la infancia y no están seguros de la medida en que pueden confiar en su aparente competencia, no sabiendo cuando deben dejarlo solo y cuando deben intervenir. El deambulador es un infatigable explorador e investigador de cosas y su entusiasmo y su curiosidad exceden en mucho a su prudencia. Esto se debe en parte a que sus conocimientos y sus capacidades perceptivas son todavía limitados y en parte se suele olvidar de sí mismo como objeto vulnerable, que puede ser herido. Puede estar tan absorto observando un automóvil que entra retrocediendo en el garaje, que no se da cuenta que él esta cerrándole el paso. Hay que conservar las sustancias y cosas peligrosas donde no puedan tentar al impulso inquisitivo del niño. Los lugares donde se las guarda deben ser estrictamente prohibidos con un NO, reforzando la advertencia, a veces con una palmada en la mano extendida. Habitualmente el tono de voz de los padres es suficiente. Tal vez sea necesario cierto número de reiteraciones, inclusive se lo puede apartar del lugar induciéndolo a iniciar otra actividad más constructiva. Las prohibiciones surgen más efectos dentro de un contexto de libertad, cuando el niño dispone de lugares donde puede ir, de cosas con las que puede jugar, de momentos y espacios para hacer ruido y desahogarse. Si no se le deja hacer pedazos los libros se le puede dar en cambio una colección de viejas revistas y guías telefónicas con la que podrá hacer lo que quiera. Es decir que es necesario ESTABLECER LIMITES. Estos límites de lo que puede hacer y no hacer y dónde, en qué circunstancia, deben ser FIRMES y CLAROS. El deambulador no puede comprender sutilezas ni tolerar ambigüedades y las orientaciones claras lo confortan y le dan seguridad. Las recomendaciones vacilantes lo invitan a poner a prueba los límites, a ver hasta dónde puede ir y que es lo que puede hacer impunemente, una conducta que es fuente de irritación tanto para el niño como el adulto. No hay mucho que ―razonar‖ con el deambulador. En realidad el ―razonamiento‖ puede ser para él mucho menos satisfactorio que una orden terminante. Un niño de edad preescolar, imprecando a un compañero, expresó la amenaza latente en gran parte del razonamiento adulto: -Te voy a pegar!-. -Te voy a cortar en pedacitos!-. -Te voy a... Te voy a... Te lo voy a explicar! Si bien una actitud clara de los padres evitará muchas resistencias a intentos de ―probar los límites‖ el anhelo de autonomía que experimenta el niño no le permitirá aceptar pasivamente todas las muestras de autoridad. A veces la respuesta conveniente es distraerlo, cambiando el tema o iniciando alguna actividad nueva y atractiva. Ante la rabieta es necesario mantener lo que se dijo.
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Una nena trata de salirse con la suya apelando a los berrinches. Se tira al suelo y llora. Si la ignoro y me voy de la habitación deja de llorar, viene al cuarto donde estoy se arroja al suelo y recomienza el llanto. Me voy a otra habitación y ella me sigue. Cuando descubre que no podrá obtener ninguna atención de ese modo, se me acerca, pone la cabeza en mi falda, y me abraza las piernas y pide que la mime. Los berrinches que no son retribuidos en término de enojo, de desolación o de rendición, tienden a calmarse más rápidamente. Si en una situación dada persiste la conducta de este tipo, el adulto debe conservar la calma; si es necesario, es posible llevar al niño pequeño y muy encolerizado, sacudiendo las piernas, sin causar daño a nadie. El adulto debe entonces respetar una relativa autonomía del deambulador haciendo concesiones teniendo en cuenta los diferentes ritmos. LA AUTORIDAD EN LA FAMILIA El establecimiento de límites necesarios para el crecimiento del deambulador, nos indican, un aspecto entre muchos, de la necesidad de la autoridad en la familia. ―Los tiempos nuevos‖, ―la diferencia generacional‖ , ―no crear traumas‖ han sido excusas que se han repetido para inhibir a los padres para mandar. Con la excusas de ser amigos del hijo -que no está mal- el padre se ha convertido en algunos casos en amigote, en compañero de patota, cosa que el hijo no necesita3. Como expresión de todo un ambiente disolvente de la autoridad, advertimos algo de los escritos de KAHLIL GIBRAN, cuyas obras se venden prácticamente en los kioscos. -―Tus hijos no son tus hijos‖ ¿Serán del lechero? ¿O son hijos de nadie? ¿O quiere que sean del Estado? -―No vienen de ti, sino a través de ti‖ Esto es considerar a los padres como meros medios, como es un caño o un colectivo. ¿Acaso los hijos no son carne de la carne y sangre de la sangre de sus padres? ¿O los padres no son el verdadero principio y origen de sus hijos? -―Aunque estén contigo no te pertenecen‖. O sea: dales de comer, de beber, de vestir, de estudiar, dales cariño y dales dinero, pero no te preocupes si se hacen ladrones, homosexuales, guerrilleros o drogadictos... Lo cual es como decir: debes ser ciego, sordo, manco y mudo en todo lo que se refiere a tus hijos... Si, pero los que en verdad no son ciegos, ni sordos, ni mancos, ni mudos son todas la pléyade de aprovechadores de la juventud: desde los mentalizadores que buscan seguidores obsecuentes, hasta los viejos verdes que lucran con la inmodestia, el erotismo la pornografía, para manipular y manosear a la juventud, pasando por activistas marxistas que la usan como carne de cañón, mientras son ellos los primeros en irse del país cuando las papas queman... -―Puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos‖. Nótese como habla del amor, pero anula el segundo aspecto del fin primario, es decir, educar cristianamente a los hijos.
3 Pbro. CARLOS M. BUELA, ―Modernos ataques contra la familia‖.
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-―Puedes esforzarte en ser como ellos, pero no procures hacerlos semejante a ti‖ O sea: pasen los padres el día jugando a los soldaditos, a las muñecas... pero no exijan a sus hijos que estudien, ni que trabajen, ni que sean ordenados, ni que sean limpios, ni que se sujeten a un horario, ni que asuman responsabilidades según sus posibilidades. Es decir: ¡Una educación liberadora ejemplar!‖
LOS FACTORES DEL DESARROLLO RELIGIOSO Los factores son de diversos géneros: sobrenaturales y naturales y estos últimos internos y externos. El niño en el Bautismo se hace hijo de Dios al recibir la vida sobrenatural. Posee pues, además de las facultades naturales, un organismo sobrenatural. Si bien esta vida permanece ignorada en los primeros años, está realmente presente y por lo mismo es necesario tenerla en cuenta continuamente. La acción de la gracia escapa a las leyes de la humana observación, pero está obrando a su modo en el desarrollo religioso. El factor externo determinante del desarrollo religioso es la familia El ambiente familiar es decisivo para el desarrollo armónico de la religiosidad infantil: El niño se forma una idea de las personas y de las realidades religiosas conforme al modelo de las figuras paternas. Partiendo de la imagen del padre, se forma una imagen de Dios. El afecto de la madre es un medio para simbolizar las relaciones afectivas relativas a la providencia y a los atributos de Dios. Las actitudes y relaciones del niño con sus padres, el sentimiento fundamental de alegría o de temor, de amor o repulsa hacia ellos, lo traspasa a su relación con Dios. Es decir, que también las relaciones afectivas, las actitudes religiosas fundamentales se modelan sobre las actitudes y relaciones del niño con sus padres. La fantasía juega un papel principal en la religiosidad del niño. No es capaz de formular conceptos y relacionarlos de manera lógica y coherente. Se mezclan fácilmente el contenido religioso y las verdades objetivas con los más variados elementos fabulosos. El niño es un ser impresionable que refleja activamente el medio en que vive. A los dos años, el niño es, de ordinario, un reflejo fiel de su ambiente: acepta plenamente su influencia, se conforma con él y se deja penetrar por él. El niño a esa edad es habitualmente ordenado, paciente, amable, benévolo, alegre o, por el contrario, desordenado, nervioso, arisco, egoísta, triste, según sea la actitud de su madre. Llora si ella llora y ríe cuando ella ríe. A los tres y cuatro años, a pesar de la apariencia de la personalidad, sigue pesando en el niño mucho la fuerza del ambiente. Opera sobre él por contagio y por presión, como antes. Aseguremos al niño un medio que lo eduque Enseñemos al niño a guardar silencio. A lo largo del día, pidámosle que se calle por unos instantes; que adopte una actitud de reposo y trate de oír los ruidos como si fueran ecos lejanos. Al niño le gusta esto cuando se le enseña: puede conseguirlo y experimenta gozo en dominarse. Pongamos al niño en un ambiente religioso Un ambiente religioso que dimane de la fe viva de los educadores, puede revelar al niño la presencia de Dios y hacer desarrollar en él el germen de la fe que en su alma depositó el Bautismo. Es un pequeño explotador ávido de conquistas
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Todo le interesa, todo le pone en movimiento y excita su curiosidad y especialmente, las cosas que se mueven y los seres que viven. Se fija, se detiene delante de ellos. Y pasa a otra cosa, tocando todo, asiendo cuanto se halla al alcance de su mano. Facilitemos al niño un plan de vida concreto y vivo Bueno es que disponga de un rincón de su exclusiva jurisdicción (los niños – o sus padres – bautizan de mil modos este pequeño territorio que desmembran gustosos de su territorio y confían al gobierno absoluto de sus hijos): cuarto de jugar, rincón de la sala, patio, alfombra, en los que él sea el amo, pueda hacer sus experimentos y hallar campo a las más variadas sensaciones mediante objetos de diversos colores y distintas formas. Tampoco se debe interrumpir sin razón proporcionada sus juegos. Cuando el niño ante un suceso determinado sienta como se esponja su alma y se hinche de deseo, hemos de acertar a sugerirle con una palabrita el nombre de Aquél a quien su corazón tiende sin saberlo. De esta forma, Dios llegará a ser el Término natural y habitual de sus deseos, de sus alegrías, de su vida entera.. El interés que el niño muestra por la naturaleza nos ofrece otro medio de revelarlo a Dios. Sepamos aprovechar su asombro ante la belleza de una flor, de un pajarillo, de la luz de un rayo de sol, para que de su gozo pase a la acción de gracias a Dios. Será suficiente una palabra salida de nuestro corazón, una breve jaculatoria sugerida al niño como: ¡―Gracias, Señor‖! ¡―Sea bendito, Señor, por estas flores tan hermosas‖! ¡―Señor, has creado cosas estupendas‖! ¡―Señor Tú eres grande y hermoso‖! ¡―Qué bueno eres, Señor‖! Por medio de las palabras religiosas introduzcamos al niño en el terreno de lo Sagrado En todas las ocasiones no usemos jamás con el niño un lenguaje pueril que menoscabará la grandeza de la religión. ¿Cómo podrá este pequeño hombrecito descubrir el carácter sagrado y extraordinario de lo sobrenatural, la grandeza y la trascendencia de Dios sin otro medio que las palabras de su léxico infantil? Busquemos, por el contrario, el acercarnos lo más posible al lenguaje de Dios tal y como nos lo han legado la Escritura y la Iglesia en su liturgia. Llamemos a Dios ―Dios‖, o ―el Señor‖ o ―Dios, nuestro Señor‖. En nuestras oraciones digamos: ―Señor‖ o ―Dios mío‖. Hablemos de ―Jesús‖ o de ―Jesús nuestro Señor‖ y no solamente del ―Buen Jesús‖ o del ―Dulce Jesús‖. Sobre todo no identifiquemos exclusivamente a Dios con ―Jesusito‖ ni el Evangelio ni la Liturgia nos dan esa expresión: emplean habitualmente el término ―Niño‖, que no excluye la idea de majestad como, en realidad, la excluye el diminutivo. La Iglesia puede ser llamada ―la casa de Dios‖ o ―la casa del Señor‖ o ―la casa de Jesús nuestro Señor‖; el altar, ―la mesa de Jesús, nuestro Señor‖. Una escena bíblica que le contemos puede decirse que se ha tomado del ―Libro de la Palabra de Dios‖. Para dar un consejo espiritual, bien se puede echar mano de las mismas palabras del Evangelio. En lugar de decir: ―el Buen Jesús ha dicho: sed amables con todo el mundo‖ por qué no decir, con un profundo tono de respeto y de alegría: -―El Señor ha dicho: amaos los unos a los otros, como Yo os he amado‖-, acompañando estas palabras de un gesto, de una expresión de rostro , y, si es preciso, la primera vez, de un breve comentario que ayude al niño a comprenderlas. Es el pequeño Rey de un mundo que su imaginación crea. El niño proyecta sobre el mundo –por medio de su imaginación- sus sentimientos, que son, como hemos visto, reflejo en gran parte del medio en que vive y fruto de su educación. De ahí que todas las sensaciones reales o imaginarias, se encuentran en el niño como transportadas a cierta tonalidad: si su medio ambiente, su historia y temperamento le predisponen a la alegría y a la confianza, todo a sus ojos será claro, maravilloso y como saturado de alegría. Si como por el contrario, se siente fracasado y vive con el temor, todo cobrará colores sombríos y un aspecto amenazador. El niño proyecta, por fin, sobre las cosas sus deseos. Esto le permite modelar a su gusto la realidad y, sobre todo, la idea de las personas que le rodean. Si un bastón pasa a ser tan fácilmente para el niño un caballo, es por que el niño aspira a ser grande y quiere experimentar la alegría de dominar una cabalgadura. Si le bastan a una niña cuatro baratijas para creer que lleva un tocado maravilloso es por que desea ser tan bella como la joven esposa a la que acaba de ver y admirar. Y si la muñeca tiene para ella tanto atractivo, es por que le hace la ilusión de que es madre. En resumen, se puede decir que, incapaz aún de conseguir que su
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deseo se plasme en realidad, el niño se desquita creando en sí mismo una ilusión que le satisface más que la misma realización de su deseo4 Ayudemos al niño a que tenga una idea fiel del mundo religioso A juzgar por ciertos detalles, podemos decir que la imaginación de un niño es una puerta abierta a lo sobrenatural. Conviene ayudarle a que esa puerta se abra sobre un mundo religioso auténtico. No son ideas abstractas las que el niño precisa; ni serán las explicaciones las que le introduzcan en el mundo de las realidades sobrenaturales. Lo lograrán ante todo las imágenes que vayan acompañadas de determinadas impresiones. Cuidemos con el mayor esmero la selección de las imágenes del mundo religioso. El niño debe entenderlas; deben serle gratas. Pero sobre todo, ésto, debe evocar el mundo sobrenatural con plena verdad, sin deformarlo. Pongamos algún ejemplo: Imágenes vivas: que el niño descubra, por ejemplo, la presencia invisible y espiritual de Dios al contemplar la actitud de sus padres cuando oran, al ver que levantamos nuestros ojos al cielo como si fuéramos al encuentro de una mirada invisible, al seguir el gesto de nuestros brazos cuando evocamos la presencia de Dios como la de un océano inmenso de grandeza, de luz y de bondad en el que nos hallamos sumergidos al oír el tono de respeto y de amor con que pronunciamos el nombre de Dios. Que el niño se de cuenta de la presencia del Señor al oír contar cómo Moisés oyó la voz de Dios que salía de una zarza ardiente o cómo el pequeño Samuel oyó asimismo, que Dios le llamaba por su nombre a distintas horas de la noche. Y que se le revele la grandeza del Niño Jesús en el portal de Belén viendo que sus educadores acompañan en su adoración a los Reyes Magos. La imagen de Dios: seamos exigentes en la calidad religiosa de las imágenes que presentamos a los niños. Que, en nuestro deseo de adaptarnos al espíritu infantil, no achiquemos en su pensamiento la imagen de Dios invisible y espiritual del Antiguo Testamento ni al Padre Celestial ―que ve lo secreto‖ , pero a quien no se puede ver aquí abajo. Ni reduzcamos la idea de Dios a la sola persona de Jesús. Lo sobrenatural y lo fantástico: más cuidemos de no crear en el mundo espiritual del niño una confusión entre lo ―sobrenatural‖ y lo ―fantástico‖ (cuento de hadas). Los episodios que les narremos, las figuras que les presentemos, las actividades que les propongamos han de seleccionarse de acuerdo con un criterio no de pintoresquismo, si no en función de su valor de evocación religiosa. Debe ayudar a que el niño se represente de un modo espiritual la presencia actual y viva de Dios y a que adopte espontáneamente ante El una actitud religiosa. Tampoco presentemos una narración religiosa de la misma manera y en idéntica atmósfera a aquella en que nos movemos cuando le contamos un cuento. Especialmente, cuando les narramos algún hecho milagroso, no debemos hacerlo de suerte que parezca un hecho de magia, pues en ese caso, el niño no creerá a Dios muy por encima de los hombres, pues el mismo cree tener y concede fácilmente a los demás ese poder mágico. Un milagro debe ser presentado – y toda narración religiosa lo mismo – como un milagro en el que Dios revela su grandeza o su amor. Seamos sobrios en la evocación de este género de hechos maravillosos; no los multipliquemos con exceso, pues de hacerlo así, podemos dar al niño una falsa idea de la acción de Dios en la vida. Démoslo como bocados de excepción, pues lo prodigioso – si es sobrio y auténtico – de ciertas manifestaciones de Dios tiene una fuerza especial para revelar al niño el misterio de una presencia divina. En un principio, el niño no es capaz de distinguir en una historia la parte de realidad de lo que en ella haya de invención y tampoco le importa gran cosa el que se le precise si tal cosa ―pasó‖ o si se es puramente imaginaria. No lo comprendería. Pero más adelante, por la seriedad con que los adultos que le 4 A fuerza de proyectar sobre el mundo d la realidad fantasías sin cuento que lo transforman en todos sus aspectos, el niño ha construido dentro de sí un mundo en el que sueño y realidad se confunden, Por más que viva junto a nosotros el niño forma parte de un mundo distinto en el que cada cosa, cada persona, se le muestran diferentes de lo que son para nosotros, Los goces que el niño se procura con ésta su vida imaginativa –sobre todo, en sus ratos de juego- son muchas veces ilusorios objetivamente, pero muy reales para él a juzgar por las satisfacciones de todo orden que experimenta, por las ocasiones que se le brindan para ejercitar su espíritu y su voluntad, por la seguridad que le dan sobre la tierra.
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rodean cuentan o escuchan las narraciones religiosas, por la manera de orientar los hechos, de sacar conclusiones para la vida del niño (y de los mayores), se puede, y aún es necesario, precisar los límites de ambos terrenos. Bien está el fantasear cuando se narra un cuento de hadas, pero nunca debe hacerse tal cosa al referir un hecho evangélico; la admiración religiosa es de un orden superior. Debe estar impregnada de respeto, de amor, de plegaria, de obediencia, de ofrenda de sí mismo. Nadie pedirá al niño que ame a Caperucita Roja ni que rece por Pulgarcito ni como lo haría él; no verá nunca que sus padres se pongan de rodillas delante de estos seres fantásticos. El niño comprobará esas diferencias aún cuando no tenga conciencia todavía, y las irá registrando de un modo, que más tarde, le basten para distinguir con naturalidad la realidad histórica de la pura ficción. Si se procede así en la Revelación del mundo sobrenatural, el niño no se forjará interiormente la idea de un mundo irreal, si no que descubrirá un mundo religioso en el que se verá sumergido con cuantos le rodean y que responderá, no tanto a la necesidad que siente de protegerse, mediante ilusiones, de la dureza de la realidad – necesidad pasajera de la que más adelante se reirá – cuando la sed de infinidad y de divinidad que en su alma puso, como germen, la gracia y que debe seguir manteniendo durante toda su vida ya que es la marca de su vocación, de hijo de Dios impresa en el fondo de su alma. Es un ser cuyo pensamiento otorga verdad absoluta a cuanto halla al paso La distinción entre la realidad y la ficción de que venimos hablando es tanto más necesaria cuanto que el niño otorga una fe total a cuanto se le afirma con seguridad. Esta credulidad acusa la marca de un espíritu hecho para la verdad y para lo absoluto. El niño de esta edad tiene necesidad de creer que todo es verdad. Piensa y afirma de modo absoluto, lo cual es una manera más de afirmarse en si mismo. Cada vez que un pensamiento, una imagen, una palabra se presentan a su espíritu, su movimiento – instintivo – es el de adherirse a ellos con toda energía. En todo ve una ocasión de decirse interiormente y de proclamar exteriormente: ―Es verdad‖,‖yo lo creo así‖. Encuentra en ello la satisfacción de apoyarse sin miedo en algo cierto, la de ejecutar el poder de su pensamiento emitiendo un juicio absoluto. Con mayor razón aún atribuye realidad y verdad a cuanto le asegura una persona mayor que le merezca plena confianza y a la que cree infalible. El niño se complace en repetir lo que ha oído a una persona mayor, y lo hace con aplomo que excluye toda posibilidad de duda. Y ese gozo le resulta aún mayor cuando lo que ha oído de labios de un adulto responde a sus más vivos deseos: a los de crecer, amar y, sobre todo, a su deseo de lo absoluto Respetemos siempre la verdad con el niño El educador debe ser de una lealtad total para con el niño. Jamás debe abusar de su credulidad. La confianza de un niño exige, de nuestra parte, una correspondencia leal. Una cosa es encantar su imaginación con historias y otra muy distinta dar, como verdaderas y serias, afirmaciones inexactas. A sus preguntas demos siempre respuestas verdaderas. Que, al hacerse mayor, no tenga por que renegar de la fe de su infancia, si no que, por el contrario, tenga que reconocer que desde sus primeros años sus educadores han dado a su alma el manjar que no defrauda: la auténtica Palabra de Dios. A este pequeño personaje ansioso por crecer LE HACE FALTA UNA RELIGIÓN QUE LE ENGRANDEZCA Aún más que su afán por explorar el mundo, lo que caracteriza al niño de tres y cuatro años es su actitud ante las personas mayores. Ante ellas sí que se manifiesta claramente su necesidad de afirmarse. El niño afirma a los adultos y quiere elevarse hasta su mismo nivel. Una verdadera sed de crecer le anima. El educador debe, por lo tanto, promover ese crecimiento del niño. Y, en el plano religioso, debe revelar a este ser tan ávido – por naturaleza y por gracia – de medrar, que Dios es grande y que desea verle crecer.
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Para sentirse grande, el niño necesita sentir la aprobación del adulto. No escatimemos al niño nuestro apoyo y nuestra animosa aprobación. Y a este hijo de Dios revelémosle la presencia amistosa del Señor que se interesa prácticamente por su vida y que aprueba cuanto de bueno hace. Finalmente, el deseo de sentirse igual a los mayores, hace que acepte y aún se someta gustoso a ciertas exigencias, reglas y prohibiciones del mundo de los adultos. Basándose en ese sentido de las convivencias y de la disciplina, tracemos para uso del niño un plan de costumbres y de reglas que le dé algo de la talla de las personas mayores. Y en su vida religiosa, invitémosle a hacer su vida más bella a los ojos de Dios imponiéndole ciertas exigencias propias de un joven cristiano. A este pequeño ser, ávido de ser amado LE HACE FALTA UNA RELIGIÓN QUE LE GANE EL CORAZÓN El niño de tres y cuatro años, poseído por su deseo de afirmarse y de conquistar el mundo, se pone en contacto con el que le rodea. Más ni su celo de explorador, ni su deseo de crecer, son suficientes para crear entre él y su medio una relación íntima y para integrarle profundamente en la vida social. Sólo el amor que le muestran los que le rodean y el que él atesora para con ellos pueden crear esa relación vital sin la que el niño seraí durante toda su vida un ser desplazado e insociable. Los padres y educadores de este niño han de velar por que esté rodeado de un justo cariño. Y, en su vida religiosa, cuidemos de anudar entre Dios y él lazos de carácter personal. Para conseguirlo, revelémosle el amor que Dios le tiene. En realidad, este niño que, aparentemente se muestra tan lleno de seguridad en sí mismo, vive de hecho agitado en lo más profundo y secreto de su espíritu. Sus relaciones con padres, hermanos y hermanas pueden ser, a veces, afectadas. Su inquietud le nace del temor de no ser amado. Evitemos, entonces, cuanto pueda hacerle dudar de nuestro cariño y, especialmente, evitemos en presentarle a Dios en imágenes amenazadoras. Este niño debe saberse y sentirse amado siempre por Dios. CUANDO EMPIEZA A DESCUBRIR A LOS DEMÁS, EMPIEZA EL NIÑO A SER CAPAZ DE EJERCITAR PARA CON ELLOS ACTOS VOLUNTARIOS DE BENEVOLENCIA. AYUDÉMOSLE ENTONCES EN ESA TAREA DE DESCUBRIR A LOS DEMÁS Y DE DAR GUSTO A LOS QUE LES RODEAN. TRATEMOS DE ORIENTAR SU RELIGIÓN HACIA UN AMOR ACTIVO A DIOS Y AL PRÓJIMO5.
TERCERA FASE: PERIODO LOCOMOTOR Cuatro y cinco años de edad
En esta etapa el niño es capaz de moverse, de dominarse, etc., pero comienza a saber y a informarse del mundo que lo circunda. Y como comienza a percibir la diferencia del mundo, en este período es cuando más se dan cuenta los niños de la diferencia de sexo. Es un PERÍODO LOCOMOTOR, por eso es muy importante no impedir esa actividad motora y saber responder a todas las preguntas, cosa que no suelen hacer los padres. Si los padres aceptan la nueva actividad del niño, si satisfacen su curiosidad, si no reaccionan con miedos o mentiras a las preguntas sobre el sexo o sobre el origen de la vida, si lo alientan en su esfuerzo de conocer y conquistar la realidad, el niño aumenta su capacidad y se hace emprendedor. La manipulación de sus genitales pasa. Integra positivamente su agresividad y adquiere INICIATIVA. 5 XAVIER LEFEBVRE, S.J. Y LUIS PERIN, S.J., ―El Niño ante Dios‖, Desclee de Brouwer, Bilbao, España, 1971.
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En caso contrario, el niño físicamente aparece como apocado, no es capaz de alcanzar los fines y el tacto de sus genitales continúa, se siente rechazado, interioriza la agresividad y se vuelve en culpabilidad. En el primer caso, cuando adultos, se tienen individuos ricos e iniciativa, que arrastran a otros tras sí. En el segundo caso se vuelven tímidos, esconden la agresividad, bloquean sus ideas y psíquicamente permanecen niños porque solo así les parece ser aceptados. En este periodo es necesario: alentar al niño haciéndole sentir deseos de ser grande, dejándolo participar en pequeñas actividades de los padres del mismo sexo, el niño en las cosas de papá, la niña en las cosas de mamá. No hay que castigarlos severamente a causa de su tacto en las partes pudendas de su cuerpo o de su curiosidad, sino orientar su actividad para desviar su interés, y hay que darle ocasión de expresar su hostilidad en los contactos cotidianos o en el juego. A los cinco años el niño adquiere su propia sexualidad, sea la femineidad, sea la masculinidad, puesto que no son las hormonas las que dan el carácter del sexo, sino la orientación psíquica. Las condiciones externas, o ambientales para que el niño se vuelva hombre y la niña mujer se puede sintetizar en tres categorías, son ellas: 1. Presencia física y espiritual de un padre y una madre en la familia. Faltando el padre, se ve como el niño no tiene la posibilidad de identificarse con éste. Crecen, pero psicológicamente indiferenciados. 2. Que el padre sea viril y la madre femenina. Cuando la madre es masculina, la niña no acepta la femineidad. Las niñas ven que el padre es despreciado por la madre y crecen con una actitud de desprecio hacia los hombres. 3. La existencia de un profundo y sincero ligamen de amor entre el padre y la madre. La niña viendo cómo el padre ama a la madre, se vuelve femenina y los niños masculinos, ―viriles‖. Así el amor entre los esposos es un alimento de los hijos.
PERIODO DE LA PRIMERA SOCIALIZACIÓN A partir de los 6 años
Cuando el niño ha superado las fases precedentes, es decir ha logrado la confianza básica, la autonomía, la iniciativa se inserta fácilmente en el grupo y colabora voluntariamente, ama la compañía de los coetáneos y del maestro, no tiene dificultad en dejar la familia, cumple bien y con alegría todas sus tareas y deberes. A los seis años el sujeto sale de la familia y toma contacto con otras personas en la escuela, si no ha recibido satisfacción normal en su desarrollo va a presentar una resistencia a apartarse de su medio ambiente, familia, etc., con llanto, con crisis afectivo-emotivas. No esta preparado para la vida escolar. Si no tiene esas aptitudes pre-existentes (confianza, autonomía, iniciativa): Se siente incapaz de hacer lo que los otros hacen. No le agrada estar en grupo y prefiere quedarse en la casa.
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Desarrolla como compensación el sentimiento de envidia o rivalidad para con sus compañeros. Esto agrava la situación del sujeto con el grupo, pues se siente rechazado y adopta como actitud de base la inferioridad o incapacidad. La actitud positiva es la PRODUCTIVIDAD. El niño deja la familia y encuentra nuevos modelos de identificación, la imagen del docente tiene que presentar una continuidad con la línea materna y paterna, una identidad educativa de fines. Este período se designa con diversos términos. Se los suele denominar años intermedios, años escolares y edad de la pandilla. Por la importancia que une la asociación con los pares, por eso se llama también de la primera socialización. La sociedad adulta y la de los niños de edad intermedia se confunden especialmente pero no se prestan mutuamente una a la otra. Los niños se apartan de los automóviles sin interrumpir su juego. El conductor del auto reduce la velocidad para no atropellarlos, pero sin observar lo que están haciendo. Los peatones adultos no se dan cuenta de que al caminar pasan en medio de un partido de fútbol que está en un momento culminante y los niños apenas hacen una pausa para dejar pasar a los invasores. El niño de seis años conserva muchos rasgos infantiles, como la afición a las tonterías y la tolerancia o el deseo de los mismos. Probablemente sólo sea un miembro marginal de la pandilla, que imita sus usos con toda seriedad literal y cumple las órdenes de los niños mayores, y hasta suele comentar con los adultos sus actividades y secretos. En lugar de mantenerse aparte suelen deambular por el entorno, mirando, escuchando, asimilando, imitando tenazmente y participando cuando se les permite, aceptando agradecidos cualquier papel y cualquier migaja de atención que se les otorgue. Los niños mayores tienen enorme autoridad y prestigio. En muchos aspectos incluso los niños que ya forman parte de la pandilla les parecen más maduros y mejores informados que los adultos. Probablemente la primera colación real consiste en compartir un secreto y en la formación de un vínculo con ―el mejor amigo‖, que puede cambiar de un día al otro y también inspirar el anuncio: - ―¿Sabes una cosa? Tengo cuatro mejores amigos. Lo que ocurre es que el desarrollo de la inteligencia posibilita la sociabilidad. En primer momento el sujeto tiene actividad relacional, está ligado al objeto. Todavía no puede inducir o deducir, si no solamente hace la operación de transducción, una especie de deslizamiento de un detalle a otro. La sociabilidad es entonces de tipo superficial la comunidad está basada en elementos externos. A los nueve años el niño es parco en las demostraciones de afecto, es un miembro activo de la pandilla y un experto conocedor de sus normas. Ha aprendido a soportar estoicamente los golpes y contrariedades cotidianas y si llora lo hace cuando no está presente la pandilla. En esta edad ya se ha completado virtualmente la transferencia de la adhesión y la lealtad de los adultos a la pandilla. Se da una genuina afiliación un grupo con miembros estables. Los padres a menudo, comprueban con pena que el niño antes cariñoso parece haber perdido su carácter afectuoso y confiado y se ha convertido en un extraño dentro de la familia. Suele mostrarse taciturno, malhumorado, es insolente. Utiliza el lenguaje especial y restringido de la pandilla. La sociabilidad en esta etapa es más verdadera por que el niño puede hacer un verdadero ligamento lógico, inducción o deducción, logra explicar el por qué de la solución de un problema, entonces las relaciones sociales se basan en aspectos de valor espiritual o intelectual. A los doce años, con algunas excepciones y variaciones, ha adquirido un aire seguro y desenvuelto, es controlado y competente, se burla de todo lo que considera infantil y se muestra enérgicamente independiente. Esto no ocurre en general con las niñas que ya han entrado en la pubertad. Los clubes y pandillas ya no dependerán tanto de la mera necesidad de pertenencia y del apego a sus ritos formales y se organizarán más en torno de actividades y funciones particulares.
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La afiliación a un grupo tiene dos fases: la pertenencia y la exclusión. A los niños de seis años les gusta simultáneamente compartir un secreto y definirlo como tal ocultándolo a alguna otra persona. Los niños de diez años sólo pueden experimentar sensaciones de nosotros, dejando afuera a ―ellos‖. El grupo le da al niño apoyo y seguridad, pero puede convertirse en una nueva servidumbre. Un niño de ocho años decía: ―Todo los de mi clase tiene erupciones menos yo‖. Este sometimiento entraña dos peligros: que impulse al niño a cometer actos insensatos o inmorales, aún en contra de su propia opinión. Y un peligro a largo plazo, de la posibilidad de ser incapaces de pensar y actuar y juzgar con independencia. La mayoría de los niños no corren este peligro porque están aprendiendo simultáneamente varios sistemas de normas. Algunos niños persistentemente rechazados por la pandilla se refugian en una identificación inapropiada con los adultos. El ―niño bueno‖ y la ―niña buena‖, que los adultos suelen considerar un modelo, están perdiendo parte de la niñez. Las normas de los padres y de las pandillas Aunque así no parezca los niños siguen asimilando los valores adultos. Un día polemizan contra los preceptos de los padres y al día siguiente los transmiten como si fueran sus propias convicciones. El hogar y la familia siguen siendo para él un importante refugio afectivo. El grupo de pares pasa parte de su tiempo dentro del hogar. Los sobrenombres que le da el grupo, aunque sean oprobiosos son índice de la pertenencia al grupo y la mayoría de los niños están orgullosos de sus sobrenombres, porque cualquier reconocimiento aunque sea burlón o despreciativo es preferible a ser ignorado: flaco, gordo, profesor, rengo. Pese a su insistencia a ser libres e independientes de los adultos a su impertinencia y rebeldía y a todo lo que tiene que criticar en los padres y sus costumbres no dejan súbitamente de querer a los padres. Hay pocas cosas más patéticas que el espectáculo de un padre o de una madre que intenta ser un compinche para el hijo o la hija. Abundan los pares que puedan cumplir el papel de compinches y el niño necesita a los padres como tales, es decir, como adultos y no como pseudo-niños. Los necesita para volverse a ellos cuando se siente alejado de la pandilla, mientras ésta sufre una de sus periódicas reorganizaciones, cuando está enfermo o cuando pasa por otros momentos críticos. El niño se jacta ante la pandilla de los méritos de sus padres. Cualquiera que sea el modo en que se realiza la identificación, el niño sigue necesitando control. Es así como espera obtener privilegios, o poder acostarse más tarde por ejemplo, a medida que madura, así también es capaz de aceptar crecientes responsabilidades. Debe colaborar en la medida de sus posibilidades: arreglar su cuarto a los seis años, haciéndose la cama, colgando la ropa, tendiendo la mesa, etc. Los padres deben permitir y facilitar los contactos del sujeto con los coetáneos, elegidos por el mismo. Aceptar que en muchas cosas los compañeros del niño cuenten para él más que los padres. Escucharlos en lo que dicen. Conservar su prestigio, consolidando la actitud de iniciativa en el niño. Aprovechar cada ocasión para compartir con los hijos responsabilidades, riesgos, trabajos. TOLERANCIA Y COMPRENSION. (El grupo de pares es el grupo de iguales, es decir de la misma edad). CARACTERÍSTICAS DE LA INTELIGENCIA EN EL NIÑO - ETAPAS 1. Desde los cuatro años y medio hasta los siete los niños comienzan a dar razones de sus creencias y acciones. Sin embargo solo un rasgo o una pequeña área pueden tocarse y verse a la vez. Se pide al niño que ordene bloques coloreados eligiendo: ―los que van juntos‖.
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Los colocará en fila según el color o la forma, pero nunca los hará de acuerdo a ambas clasificaciones simultáneamente. Tiene dificultad en tratar dos relaciones a la vez. Hace dos filas iguales de cuentas, si mueve una, cree que el número de cuentas ya no es igual, no puede considerar el número de cuentas y el largo de la fila. Creen que varían la cantidad de agua que se vierte en un vaso bajo y ancho a uno alto y estrecho. Si se aplasta o se divide en pedazos de unos cuantos centímetros de largo de una gran hoja cuadrada de papel y se pidió a algunas personas de diferentes edades que dibujaran el cuadrado más grande y el más pequeño que fuera posible en esa misma hoja. Los adultos y los niños de más de siete u ocho años dibujaron inmediatamente un cuadradito diminuto y otro siguiendo el borde del papel. Pero los niños de este período dibujaron primeramente cuadrados más pequeños o algo más grande que la muestra, procediendo luego por medio de sucesivos trazados (con frecuencia fallidos) a dibujar otros aún mayores o menores, siendo evidentemente incapaces de preveer el resultado final sin haber visto o hecho antes una serie de cuadrados. Por que la acción no estaba aún interiorizada, no podían conformar las acciones y operaciones mentales conducentes a dicho resultado. Los niños forman juicios en base a la percepción: una fila de cuentas es más o menos numerosa que otra según las unidades estén esparcidas o juntas. Los viajes tienen la misma duración si su punto terminal es el mismo, sin tomar en cuenta la verdadera extensión del viaje ni la hora de partida y de llegada. 2. Adoptan en forma sucesiva opiniones que si se comparecen estarían en contradicción unas con otras: Un niño puede decir que un lago ha sido excavado y llenado con agua procedente de grifos, en otra ocasión que se llenó de lluvia y puede suceder que repita la primera explicación. 3. Yuxtaponen sucesivas explicaciones sin relación entre sí de la causa de un hecho: - ¿Cómo puede volar un aeroplano? - El motor, las alas, la cola, etc. Enumera las partes del mismo porque para él las partes son intercambiables. 4. Invierten frecuentemente el orden de los hechos: - He perdido mi lapicera por que no escribo. - No me siento bien por que no voy a la escuela. 5. No comprenden cuando se les pide que expliquen y justifiquen. 6. Atribuyen vida y sentimiento a los objetos y creen que los fenómenos naturales son hechos y regulados por el hombre: -
Han perdido el tren. El niño pregunta: ¿Sabe el tren que no estamos en él?
Dice de las nubes: -
Es el maquinista que las hace mover.
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7. Su pensamiento sigue siendo inaccesible a la discusión, pero sujeto a la imitación inconsciente: -
¿Pensamos con nuestro cerebro? ¿Quién te lo dijo? Nadie ¿Donde aprendiste esa palabra? Siempre la supe
8. Es incapaz de ver relaciones entre relaciones: - ¿Tienes hermanos? - Sí dos, Pablo y Alberto. - ¿Tiene hermano Pablo? - No - Tú tienes dos hermanos. Por lo tanto: ¿Pablo tiene hermanos? - No 9. Presenta dificultades para establecer relaciones entre todo y sus partes. 10. El niño puede usar grande y pequeño sin confundirse, por que implica una sola comparación, en cambio, mayor y menor, solo tiene sentido en una secuencia (es mayor que... y menor que... hay más de dos términos) 11. Los niños en esta etapa no intervienen mucho en juegos de reglas, sin embargo tienen conciencia de que existen y las creen absolutas. - ¿Se juega siempre así? -Sí, siempre así. –Por que no se puede jugar de ninguna otra manera. 12. La maldad de una acción se juzga por las consecuencias de la acción y no por la intención: - Se juzga que es más reprochable romper once tazas debido a un accidente que una por torpeza al querer robar dulce. El daño se mide por la cantidad y no por la calidad o la adecuación a los des-valores. La culpa es tanto más grande cuanto mayor es el daño externo. 13. Se le deben ofrecer al niño en esta etapa posibilidades de clasificación y seriación con toda clase de objetos y figuras para separar o poner en orden, poniendo en juego material que ponga en juego un mayor número de sentidos, por ejemplo, el gusto, el olfato. Para clasificar frascos con sustancias que van de lo dulce a lo amargo o de lo agradable a lo desagradable. 14. Comienza un nuevo periodo el niño cuando puede mentalmente formar las clases y las series. Los niños observan los palitos y los colocan rápidamente en orden, sin hacer absolutamente ninguna medición. Lo que antes le llevaba algunos minutos ahora lo ejecuta en algunos segundos. Puede dibujar un cuadrado mayor o menor, sin necesidad de dibujar los miembros intermedios de la serie. Si se le pide que seleccione cuerpos agrupados los que ―van juntos‖, lo hace inmediatamente teniendo en cuenta varias características, clasificando por ejemplo de dos maneras a la vez: por el color y la forma. El niño puede trabajar en una jerarquía de clases, por ejemplo dividiendo los animales en carnívoros y no carnívoros y estos a su vez en otras subclases.
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Pueden usar clasificaciones dobles y triples: nombrar una flor amarilla que empieza con ―d‖. Un número par entre 10 y 20, el tercer niño de la segunda fila. Los niños en esta etapa gozan con la clasificación al estudiar ciencias naturales y clasificar colecciones de varias clases.
Sin embargo pese a los avances que han conseguido presentan limitaciones por su incapacidad para generalizar más allá de casos particulares: -
Pablo dice que vio un gatito comiéndose un perro grande. Eso es imposible por que el perro es grande y el gatito es pequeño.
El niño en este caso no tienen conciencia sino del caso particular al que se refiere su respuesta y es incapaz de expresar la ley general correspondiente: los gatitos no comen perros grandes. Fracasan en los problemas verbales: Edith es más rubia que Susana, Edith es más morena que Lily, ¿quien es más morena de las tres? Este problema es raramente resuelto antes de los doce años. Los niños hasta esa edad razonan de la siguiente manera: ―Edith y Susana son rubias, Edith y Lily son morenas, por lo tanto Lily es la más morena, Susana es la más rubia y Edith queda en el medio.‖ Es decir cuando se les piden que usen proposiciones verbales no son objetivos
5º ESTADIO: PUBERTAD Y ADOLESCENCIA
Si en todos los estadios es importante cómo se resuelve el estadio precedente, en es éste aún de mayor importancia. La situación emotiva de este periodo es muy crítica. El primer problema que se le presenta al sujeto es el de su inserción en la sociedad de los adultos. La pregunta que se les presenta es: ―¿Seré útil a la sociedad? ¿De qué modo?‖ El problema es complicado por el desarrollo de las glándulas sexuales, maduración orgánica que no encuentra muchas veces preparado el terreno psicológico. A menudo se pregunta: ―¿Qué soy yo? ¿Qué piensan de mí?‖ La necesidad característica de esta edad es la de ser ACEPTADO en
SOCIEDAD y
AGRADAR. Es una necesidad de IDENTIDAD PERSONAL Los jóvenes se desarrollan aceleradamente en los dos años anteriores a la pubertad. Después el ritmo de crecimiento se vuelve más lento. Uno de los rasgos típicos del desarrollo físico es la ASINCRONÍA es decir, los diversos órganos y subsistemas del cuerpo crecen con distintos ritmos; las extremidades y el cuello crecen más rápido
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que la cabeza y el tronco. La nariz y el mentón se hacen más prominentes. El adolescente joven en rápido crecimiento, parece a menudo no saber que hacer con sus brazos y piernas, sus nuevos impulsos e inquietudes lo toman por sorpresa y los varones tienen dificultades para controlar las variaciones de su voz. Sin embargo el crecimiento se experimenta como irritantemente lento, por rápido o prematuro que sea objetivamente, el varón suele acariciarse diariamente el bozo y el vello de las mejillas, preguntándose si ya ha llegado el momento de afeitarse. La joven suele medirse semanalmente previendo la época en que alcanzará algún ideal mágico. Tal vez se anticipa esperanzadamente a proveerse de pintura para los ojos, pestañas postizas, o bien se resiste a tomar nota de los cambios que ya se han producido en su cuerpo. Sea que la maduración tenga lugar con demasiada rapidez o con exagerada lentitud, puede ser motivo de una torturada auto-observación. Igualmente importante es el modo en que los cambios físicos y sus implicaciones psíquicas son reflejadas por el ambiente. Esto es algo que tiene lugar en todos los planos: al quedarle ajustada sus ropas el joven se da cuenta que ha crecido; las niñas advierten que el estilo del vestido no es el apropiado; los adultos gastan bromas al joven acerca del cambio de voz, de la frecuencia con que tiene que afeitarse, la joven se da cuenta de que los hombres la miran y a veces hasta le hacen proposiciones; el adolescente toma conciencia que ha dejado atrás a algunos compañeros o de que ha sido dejado atrás por otros, no solo físicamente, sino en términos de sus intereses; aparecen nuevos significados en lo que la gente dice y hace o simplemente en el aspecto, gusto, olor y los sonidos de las cosas. A las jóvenes les suele resultar intolerable ser miradas. A veces se agachan o encorvan para disimular su estatura o su busto. Suelen usar ropas voluminosas y extrañas para ocultar sus cuerpos. Pueden sufrir accesos de llantos aparentemente inmotivados. Con ardides de la memoria embellecen y justifican su propio papel en acontecimientos pasados y menoscaban el de los demás. El adolescente más joven se pasa horas delante del espejo, tratando desesperadamente de leer en sus rasgos el secreto de su identidad y de paso qué impresión les causa a otras personas. El adolescente mayor se pasa horas delante del espejo probando peinados, expresiones y posturas, preocupándose por un granito de su mentón, tratando de conseguir el máximo efecto. “Uno de los ejemplos más educadores de la vida y de la significación de una personalidad humana que la historia ha registrado es la vida de Cristo”. En Cristo encontrará solución a su problema, la paz que anhela su turbulento espíritu, el amor y amparo que pide su disimulada pero sentida impotencia y la vida que hará a la suya espléndida y fecunda. A. EL ADOLESCENTE Y SUS PADRES Algunos adolescentes no tienen durante el desarrollo prácticamente ningún conflicto con sus familias, manifiestan una temprana y cabal identificación con los valores de la familia. Sin embargo lo común, suele ser que el adolescente se aleje de su familia tanto espiritual como físicamente, hasta que el hogar parece ser un hotel, donde él come, duerme, deja caer las ropas para que se las recojan y las laven, lee la página deportiva o la sección de consejos sentimentales si es una joven, mira la televisión, hace y recibe llamadas telefónicas. Una parte sustancial del tiempo que el adolescente pasa con su familia estará marcada por sentimientos de indignación, tedio, resentimiento, desesperación. Por debajo de estos conflictos estarán las actitudes emparentadas de AMBIGÜEDAD Y AMBIVALENCIA. El adolescente más joven no estará seguro de si tiene que actuar como un niño o como un adulto. Tiende a repudiar todo lo que es de niño, pero no sin pesar.
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Solicita privilegios, pero las responsabilidades correspondientes le parecen muy pesadas. Si los padres ejercen control, les parecerán entrometidos y dominadores, si dejan que el joven decida por sí mismo, le parecerán negligentes y despreocupados. Un estudiante de segundo año en una composición había puesto: ―Los padres deben cerciorarse de que sus hijos hacen sus tareas escolares‖ y unos párrafos más abajo: “Los padres deben tratar a los varones de 15 años como personas grandes y no como niños”. Este dilema de los padres no significa que lo que hagan no tiene importancia. Sigue siendo la misión propia suya proveer orientación, señalar límites y proveer valores. Aunque el adolescente proteste y gruña, a veces siente un secreto alivio, cuando sus padres usan de su autoridad para decidir en un caso concreto. Además es muy probable que las protestas adolescentes estén más bien dirigidas a la propia incertidumbre. La seguridad del amor de los padres es algo muy valioso, así el adolescente tiene mayor libertad para aventurarse, para explorar, para ser él mismo, para encontrarse a sí mismo, para poner a prueba sus capacidades, elegir y sopesar diversas posibilidades cuando planea su futuro. Los padres deben permitir a su vez que el adolescente tome las decisiones que puedan estar a su alcance, para que se vaya formando progresivamente en la independencia adulta.
B.
FORMACIÓN RELIGIOSA DE JÓVENES6
EXTRACTOS DE ESCRITOS DE AUTORES VARIOS RESPECTO DE LA EDUCACIÓN RELIGIOSA E INTEGRAL DEL ADOLESCENTE ―La religión es la entrega consciente, libre de la propia persona a Dios. Por lo tanto hemos de hacer comprender al joven que él nada da ni puede dar a la religión, sino todo lo contrario, la religión es la que le da a él; que los mandamientos son propiamente don de Dios, y las imposiciones de la moral no son obstáculos, sino todo lo contrario, rompen los lazos que nos sujetan y no nos dejan volar a las alturas; que no son barreras sino apoyos, por que nos ayudan en nuestros pasos titubeantes.‖ (pág. 199). ―Hemos de despertar en los jóvenes este amor propio, recto, santo. ¿Quien puede ir por el mundo con la cabeza más erguida que el, que tiene conciencia de llevar en sí un tesoro más valioso que el mundo, un arma inmortal, y trabaja en la mayor de las empresas, como es forjar la semejanza de Dios en su propio ser?‖ (pág. 201). ―Sí, hay muchas virtudes naturales, aunque latentes en los jóvenes. Incumbe al educador aprovecharlas debidamente al tratar de levantar el edificio de la vida espiritual. No olvidemos que el mundo moral se manifiesta en el niño de diferente manera que en el hombre adulto. Tan solo así comprenderemos que tras la ―virtud‖ de muchos jóvenes puede esconderse la hipocresía, la falta de carácter, el afán de abrirse camino sea como fuere; y en cambio, que tras la ―maldad‖, la travesura, estrépito, el bullicio de otros estudiantes, late a veces un carácter precioso. En el mozalbete vivaracho se esconde muchas veces un alma más rica y forcejean capacidades más valiosas que en el muchacho demasiado silencioso y manso. Si se logra ganar aquellos jóvenes para la gracia, acaece muchas veces que está obra milagros en ellos‖ (pág. 210)
6 MONS. TIHAMER TOTH, Formación religiosa de jovenes, Fragmentos.
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―No comprendemos por que se ha de tildar a la piedad de timidez, de ánimo amargado. Sin embargo, vemos muchas veces -por desgracia-, que los llamados ―jóvenes piadosos‖ son tan buenos, que ya no son buenos para nada; se mueven en la vida práctica encogidos, se sienten casi seres de segundo orden y no parecen dar gloria a su educadora la Iglesia. La causa de tal hecho estriba en que se quiso edificar la vida sobrenatural sin basar el edificio sobre cimientos naturales. La recta educación espiritual ha de dar por resultado una piedad varonil, robusta, sana, y alegre, por que si no, solo damos alas a los jóvenes para perderse en las alturas, pero les cortamos los pies para que puedan caminar por la vida real. El que trabaja con toda seriedad para alcanzar el ideal cristiano tampoco carecerá del ideal humano. El cristiano perfecto ha de ser a la vez simpático y nuestro empeño ha de ser que descuelle no solamente en lo moral, sino que sea al mismo tiempo un carácter recto, delicadamente formado, agradable entre los suyos”( pág. 215) EL JOVEN CRISTO ―El que ha mirado profundamente una vez siquiera los ojos de Jesús, no podrá olvidarle jamás. La juventud es la época de los mayores contrastes; por el alma del adolescente pasan cada hora oleadas de sentimientos lo más encontrados. Hemos de proponer, pues, a los jóvenes el ejemplo del HOMBRE-DIOS, en quien los mayores antagonismos se fundían para producir la unidad más armónica. Así seguirán mirándole como el más alto ideal. Realmente, en la persona de Cristo los contrastes son sobrehumanos. Ora es el Rey envuelto en majestad inaccesible, ora es el pobre que no tiene donde reclinar su cabeza. Es juez cuyos labios dicen lo terribles apóstrofes de ―¡ay de vosotros!‖. Es pastor que corre en busca de la última de sus ovejas descarriada. Es omnisciente y su entendimiento todo lo penetra, y no obstante, su lenguaje es sencillo como el de un niño. Está lleno de majestad y dignidad como nadie en este mundo y, no obstante, es la humildad y obediencia personificada. Ve con antelación el rumbo de su vida, sabe que todos se conjuran contra El, y a pesar de ello, prosigue sin titubeos, imperturbablemente hacia su destino. Por que tiene un fin y debe alcanzarlo. ¡Imaginémonos con que encendido entusiasmo latirán los corazones de los jóvenes ya más crecido si se les presenta esta figura de Cristo, enérgica, varonil, y que fuerza sentirá aquel joven que en los momentos dichosos de la unión sacramental puede dialogar con este Cristo!‖ (pág. 219) La figura de Cristo no ha de ser una estampa que miramos de vez en cuando; Cristo no ha de ser un personaje histórico que hace 2000 años dijo y obró cosas maravillosas y después... murió. No. Cristo ha de vivir ahora entre los jóvenes y éstos han de tener la misma impresión que los antiguos discípulos que con atención reconcentrada escuchaban las palabras de su Maestro. La figura de Cristo no ha de entrar en la formula de los cuentos era y no era: sino que fue, es, y será. No omitamos, pues, una sola ocasión favorable para avivar en el corazón de los jóvenes el amor a Cristo. Como el artista, que por mucho que haya trabajado en su tema favorito, todavía encuentra rasgos que corregir, así hemos de mirar también nosotros la imagen de Cristo en las almas; siempre hay rasgos que hermosear o destacar.” (pág. 220-221)
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FORMACIÓN EN LA CASTIDAD7 Frente a la rebelión de los jóvenes ―La mayor dificultad con que tropezamos al querer guiar a la primera juventud sobre cuestiones sexuales es ésta: los jovencitos han sido instruidos sobre este punto por las personas menos adecuadas o por las peores intencionadas, mientras que las personas a quienes les correspondía ese sagrado deber guardaban un silencio criminal, o tomaban hacia el problema una actitud que nada tenía de humana ni de católica. No vale la pena perder el tiempo enumerando en detalles la larga lista de las personas poco indicadas. Desde el muchachito boca sucia, que repite en lenguaje arrabalero las cosas equivocadas que él aprendiera sobre el instinto sexual, hasta el educado profesor de universidad, que, indiferente en su postura puramente impersonal, recuerda a sus alumnos que ellos son animales, y que, por consiguiente, no deben quedar sorprendidos ante ciertos impulsos bestiales, ni sentirse escandalizados o turbados sin motivo ante los deslices sexuales del hombre bestia. Nosotros los católicos titubeamos antes de instruir a los jóvenes sobre asuntos sexuales; y en el interín, los enemigos de la juventud se han deleitado en inyectar un compuesto malsano de informaciones falsas, de suciedad, de provocación inmoral y de seducción sutilísima‖ (pág. 94) . Consultar en especial: BELLO, Manuel N.J, Función sexual, 8º ed. Bs.As., Ed. Paulinas, 197) TOTH, Tihamer, Energía y pureza, edición en preparación Pureza y hermosura , Ed. Difusión CHARMOT, Francisco, El amor humano, 3ª edición, Ed. Difusión BIOT, Rene, La educación del amor, 4ª ed. , Descleé de Brouwer, 1963
SEXTO ESTADIO: JUVENTUD 16 a 21 años
El que ha surgido de la búsqueda de identidad y de la insistencia en ella está ansioso y dispuesto a fundir su identidad con la de otros. Está preparado para LA INTIMIDAD, es decir la capacidad de entregarse a una unión concreta y desarrollar la fuerza ética necesaria para cumplir tales compromisos, aún cuando estos pueden exigir sacrificios significativos. ―Gute Ding Brauchen Zeit‖ –dice el proverbio alemán- “las cosas buenas necesitan tiempo”. Una oveja camina casi apenas nace, el niño necesita más de un año para hacerlo. El adolescente necesita tiempo para poseerse. Los que no se poseen no quieren ni pueden dar. Los jóvenes que se entregan prematuramente al sexo, renuncian sin saberlo desde el punto de vista natural, al gozo de su plenitud que se logra cuando el amor lo asume y dimensiona. Los que se unen prematuramente, antes de lograr un desarrollo madurativo, nunca logran un nivel de intimidad. Hay intercambio sexual por que no hay intimidad. Se sienten decepcionados y confundidos, su experiencia nunca iguala a las promesas de los episodios eróticos de los libros o de las películas. El tema no declarado de los debates sobre el sexo es la búsqueda de ―esa otra cosa‖ que está más allá. ―Esa otra cosa‖ que los adolescentes no encuentran en el sexo es la intimidad por que lo sexual es algo demasiado hermoso para que se lo busque indiscriminadamente, de manera casual. 7 LORD,
Daniel A, SJ, Formación en la castidad , Frente a la rebelión de los jóvenes
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La auténtica vida sexual se logrará sólo al alcanzar una madurez emocional y social estable. En realidad el primer amor es primordialmente de sí mismo, proyecta su idealismo romántico sobre cualquier persona que le ofrezca realmente o en su imaginación el menor estímulo. La auténtica vida sexual exige una total apertura y fusión íntima entre dos personas. Y el adolescente todavía inmaduro carece de la capacidad de abrirse libremente a otra persona, por que todavía no tiene conciencia de ser él mismo frente al mundo en general. No se puede abrir a otra persona, primero se debe dominar a sí mismo, verse objetivamente, no a través de la bruma de una imagen ideal. Si los estadios precedentes se han cumplido bien, el joven quiere dar, sea la propia intimidad, sea la propia actividad. La riqueza interior prevalece sobre la física, las relaciones heterosexuales se desarrollan en un nivel interior: discusiones, deseos, planes para el futuro, y la relación física se posterga con facilidad para un momento posterior. Se desarrolla la INTIMIDAD. Pero si la identificación personal no se ha constituido, se es incapaz de dar intimidad psíquica, dándose primacía al intercambio físico que sirve a modo de compensación. Se obtienen así las típicas relaciones ausentes de intimidad y continuamente variadas. En estas relaciones no se busca la persona, sino el sexo y sus placeres sensibles. Es el comportamiento clásico del ―Don Juan‖, que presenta una impotencia viril muy acentuada y compensada solamente sobre el plano físico. Desde el punto de vista psicológico este sujeto cuando adulto carece de ideas personales, establece y rompe vínculos sólo en busca de novedad. Las experiencias sexuales precoces, pre-matrimoniales amenazan gravemente el matrimonio, porque entre ambos no se alcanza a establecer más la intimidad psicológica y no se asegura a la descendencia todas las etapas (confianza, autonomía, iniciativa, etc.) de un desarrollo satisfactorio. LA COEDUCACIÓN DE LOS ADOLESCENTES Y EL PROBLEMA DE LOS “TEENAGERS”8 ―Hay que guardarse de dos extremos, lo mismo de un riguroso puritanismo maniqueo que de la reacción –las más de las veces resultante de éste- de divinizar con ingenuo optimismo a la naturaleza, negando todas las consecuencias del pecado original. Dentro del marco de una educación general naturalmente sana y armónica, fundada en recíproco respeto y confianza y penetrada de las abundantes energías cristianas de la vida de la gracia; además, iniciando a su tiempo en el significado y en la elevación de la comunidad de vida y de amor en el matrimonio y en la familia conforme al plan de la Providencia, como también en el llamamiento a una vida de virginidad consagrada a Dios, se logrará todavía que buena parte de los muchachos y muchachas de hoy, por convicción y dispuestos a asumir las propias responsabilidades, se preparen a ello utilizando las mejores energías y ayudas, incluso sacrificándose y renunciando voluntariamente a anticiparse y a malgastar antes de su madurez las energías sexuales del cuerpo y del alma. Desde luego para esto se requieren no menos clarividencia, fortaleza y altruismo que confianza y seguridad dentro de una familia bien constituida, como también en cuanto sea posible, una conveniente agrupación de los muchachos entre sí y de las muchachas por su parte. Faltando esto , no es difícil que se impongan avasalladores los efectos masivos de la sexualidad precoz ampliamente fomentada‖ (pág. 136-137).
Desde el punto de vista natural del desarrollo: ¿Qué sentido profundo tiene la castidad prematrimonial?
8 LODUCHOWSKI,
HEINZ, La coeducación de los adolescentes y el problema de los ―teenagers‖.
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SÉPTIMO ESTADIO: PERSONALIDAD MADURA
La personalidad madura no es patrimonio de todos los adultos, sin embargo es el tipo psicológico al que debe aspirar la educación. Si bien hay tantos modos de desarrollo como individuos se podrán señalar características universales e indispensables: 1.
Buenos cimientos pre-adultos
Los problemas infantiles han sido resueltos y se han curado las viejas heridas. Contar con buenos cimientos quiere decir que podrán persistir hasta la edad adulta las cualidades infantiles de frescura, entusiasmo e interés afectivo, que son valiosas para una persona durante toda su vida. 2.
Autodeterminación
―Cuando el perro percibe su comida, salvo que algo exterior a él lo impida lanzarse sobre ella, lo hace sin más tramite y obligadamente. No es libre de decir: estoy ofendido con mi dueño así que no voy a comer. O también: hay un perro amigo con el que voy a compartir esta comida. Es que en el animal, la operación del apetito sensitivo, desencadena de una manera NO LIBRE, sino necesaria, la acción consecuente de alcanzar un bien o de huir de un mal. El animal tiene un sentido interior que le advierte casi infaliblemente que tal objeto ―es bueno‖ o ―es malo‖, para él, biológicamente hablando. Pero el hombre no está sometido a esta necesidad. El hombre puede por facultad apetitiva superior, intelectual o espiritual, que es la voluntad, dominar los impulsos a fin de alcanzar bienes superiores a los meramente sensibles. RESISTIMOS LO QUE NOS REPUGNA, A FIN DE LOGRAR UN BIEN SUPERIOR O MORAL. No accedemos a todas las solicitaciones del instinto placentero por la misma razón. Es que en el hombre, animal y espíritu a la vez, el bien espiritual tiene primacía sobre el bien animal y éste puede el hombre, por su VOLUNTAD, sacrificarlo a aquel que es más grande‖9. El hombre llega a ser capaz de aceptar o rechazar las alternativas que se le presentan, dentro de ciertos límites llega a ser dueño de su destino. 3.
Adquisición de la sabiduría
Tiene una mayor discriminación respecto a lo que vale la pena saber. Tiene mayor conciencia de las lagunas de su conocimiento, de su ignorancia y de lo que necesita aprender. 4.
Se siente cómodo en la realidad
Acepta la realidad de las cosas, tales como éstas son, sin escapar a ellas ni sentirse abrumado por ellas. No le agrada todo lo que ve, pero no pretende que los cambios se produzcan de inmediato. Conoce sus debilidades y limitaciones y desea subsanarlas, sin embargo es capaz de tolerarlas, como tolera los defectos de la realidad exterior, y es capaz de reírse de sus propias manías. Tiende a vivir cómodamente con su cuerpo, sea éste fuerte o débil, agraciado o feo, sano o enfermo. Esto no quiere decir que lo descuide o no atienda sus males sino que lo hace con naturalidad, sin perder el tiempo en fútiles lamentos hipocondríacos.
9 PITHOD,
Abelardo, La personalidad total, Mendoza, UCA, 1977.
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5.
Relaciones sociales
En sus relaciones con los demás, el individuo maduro considera a las personas mismas y no reaccionará ante alguna imagen de ellas derivadas de sus propias necesidades y su propio carácter. Se aproxima a ellas por lo que ellas son y no por lo que reflejan de él mismo. No tendrá que buscar afecto. Por estar cómodo consigo mismo, por estar abierto a la experiencia, tener opiniones y entusiasmos, la gente querrá estar con él, compartir su placer de vivir. 6.
Soledad
Pese a todos sus intereses sociales y a su afición a las relaciones humanas, el individuo maduro no necesita tener siempre compañía. No sólo puede tolerar sino que necesita cierto grado de soledad para dedicarse a sus propios pensamientos y disfrutar de su propia compañía. En realidad esta capacidad para divertirse solo, para bastarse con sus propios recursos, contribuye a su vida social. Significa que tiene algo que ofrecerles a los demás. 7.
Tendencias hacia fines sociales y culturales relevantes
Toda vida es deficiente e inmadura a menos que esté dirigida hacia fuera, hacia fines sociales y culturalmente relevantes. Debe estar absorbida en causas y objetivos superiores al egoísmo y la voluntad propia. Esta entrega de la propia personalidad es condición de expansión del yo, mientras que si queda centrado en sí, más se limita, distorsiona y sufre. ―Más allá del interés egoísta, más allá del placer y del dolor, por encima de cualquier instinto por poderoso que sea, llega un día en que la persona se enfrenta con la decisión de adherir a los valores de abrirse al amor o encerrarse en su propia nada. El hombre de voluntad no es el que hace ―su voluntad‖ , es quien resulta capaz de poner toda la fuerza de este apetito en la conquista del Bien. Para ello debe poseer todo un ―organismo‖ de fuerzas, que los antiguos llamaban ―virtudes‖ (que quiere decir ―fuerza‖), a fin de que en el momento en que se enfrente con la opción fundamental sea capaz de amar‖10. 8.
Humor
Cualquiera que sea su temperamento, es probable que encuentre parte de su expresión en el humor. Goza del ingenio y es capaz de hacer sus aportes originales en sus observaciones sobre la comedia humana. ―La actitud apropiada para con la vida no es la de procurar el placer, sino el cultivo de un sentido Divino del humor dentro de las limitaciones humanas. Y ¿qué es ese humor? Se ha dicho que una persona tiene sentido del humor si puede ver el núcleo, el meollo, y que carece de ese sentido si ―no puede ver el núcleo‖. Pero Dios ha hecho el mundo de manera tal que El es el centro, el núcleo de todo lo que vemos. Lo material tiene por fin la revelación de lo espiritual; lo humano, ser la revelación de lo Divino y las pasajeras experiencias de los días, la revelación de la Eternidad. De acuerdo al plan original de Dios, el universo fue hecho transparente como un vitral: la montaña no habría de ser simplemente montaña, sino un símbolo del poder de Dios; el copo de nieve no era tan sólo un copo de nieve, sino una clave significativa de la pureza de Dios. De 10
PITHOD, Abelardo, La personalidad total, Mendoza, UCA, 1977.
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acuerdo a este planteo todo hombre habría de ser un poeta, un humorista, un ser dotado del sentido de los invisibles e infinitos valores que hay en cada cosa. Así, un hombre pierde su sentido del humor cuando no se ve el núcleo del universo, o sea, que todas las cosas son revelaciones, símbolos, motivos de recuerdos de Dios, del Ser que las hizo. Tomar las cosas seriamente como fines en sí mismas, es supervalorizarlas, es tratarlas con una solemnidad que no está garantizada ni es merecida. La triste desesperación del pagano oyó, en la placidez de una brisa del invierno el lloro del Infante. Los grandes de la tierra no oían ese llanto porque estaban ocupados con las preocupaciones de sí mismos. Hay solamente dos clases de personas que oyeron ese llanto: los pastores, que representan a aquellos que saben que no saben nada; y los sabios, a los que saben cuán poco es lo que los conocimientos enseñan. Las dos clases de peregrinos de corazón sencillo vieron al Infante y lo vieron con un Divino Sentido del Humor. Vieron a Dios a través de un hombre. Era la Palabra que se había convertido en Emanuel: Dios con nosotros. Y cuando el Infante creció en edad, gracia y sabiduría, fue a los caminos públicos y a los mercados y comenzó a enseñar a los hombres una nueva doctrina: la Doctrina del Sentido Divino del Humor. Toda podría ser resumida en estas palabras: ―Nada en este mundo ha de ser tomado seriamente, nada, excepto la salvación del alma. El mundo y las cosas que están en él, un día serán plegadas como las tiendas de los árabes; tu no estás aquí exclusivamente para esta vida‖. Oír a ese Ser fue un choque para los hombres que tomaban seriamente al mundo, oír al ―Dios-Hombre‖ exclamar con voz potente: ―¿De qué aprovecha el hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?‖ (Mat. 16, 26-27). Se negó a considerar a pescadores seriamente como pescadores, para El eran ―pescadores de hombres‖. Una vestidura de casamiento no era importante en sí misma, sino como símbolo de amor; el grano de mostaza era algo importante en cuanto presagiaba a la Iglesia; las hierbas y los lirios del campo eran expresiones de la Providencia Divina; las ovejas y las cabras una comparación de los justos y los malvados, los pobres... ¡0h!, los pobres eran El mismo. Y sin embargo, hoy en día subsisten las dos posibles visiones del mundo: la de los hedonistas, visión solemne, que consideran al mundo como lo único, que jamás tendrán, la del Divino Sentido del Humor, que permiten a un ser humano ―ver a través‖ de este mundo el otro mundo que tendrá después. Solamente las personas que creen en la realidad trascendente pueden pasar por esta vida con un seguro sentido del humor. El ateo, el agnóstico, el escéptico, el materialista, todos ellos tienen que considerarse seriamente, no tienen ningún punto espiritual ventajoso sobre el que pueden estar firmes, mirarse a sí mismos y comprobar cuán dignos de sonrisa son. Nada hay más ridículo que ser presuntuoso y, a menos que el autoconocimiento ponga límites, se crecerá más y más en el absurdo. Sin embargo, si nuestra autoexaltación pierde su volumen sin el reconocimiento de la Misericordia de Dios, quien es capaz de levantar al pecador, entonces se engendrará la desesperación: Dios es requerido necesariamente para la alegría. Hay solamente un pasaje en las Sagradas Escrituras en el que se dice que Dios haya reído: ―El que mora en el Cielo se ríe de sus amenazas, el Señor las desprecia‖ (Sal. 2,4). Nos hacemos merecedores de risa por nuestra incongruencias y afectaciones: un niño de doce años que se
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afeita, una niña de nueve que se viste como su madre, provocarán a risa por que están imaginando ser algo que no son. Así, cuando el materialista o el ateo se ubican como Dios, negando su dependencia de un Creador, repudiando su necesidad de un Salvador que perdone sus faltas y pecados, entonces se hacen tan ridículos que causan la risa de Dios mismo, y el orgullo del causante es lo que lo hace doblemente ridículo. Dos personas se pueden caer sobre el hielo, patinando, pero si una de ellas usa un sombrero de seda, será más divertida que la que viste sencillamente; la auto-exaltación humillada y la dignidad reducida nos divierten... e inclusive pueden divertir a Dios. Pero mientras Dios se ríe de los ateos, los santos y los que tienen un Divino Sentido del Humor, se ríen de sí mismos. Sucederá muy bien que en el Último Día, cuando el Señor venga a juzgar a los vivos y a los muertos, dará un don muy especial a aquellos que no tomaron al mundo con mucha seriedad y empeño, sino que consideraron todas las cosas materiales como otras tantas gradas o escalones para ascender al Cielo. A los que no se consideraron a sí o al mundo con exceso de seriedad, a los que tuvieron el Divino Sentido del Humor... a ellos hará ver Su sonrisa‖11.
“El que tenga sed, que venga a Mí; de su interior brotarán torrentes de agua viva” (Jn. 7,47)
11 Mons.
FULTON SHEEN, Eleva tu Corazón , pág. 53-66, Bs.As. Ed. Difusión, 1966 .
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INSTITUTO DIOCESANO DE CATEQUESIS
SAN PÍO X DIÓCESIS DE SAN LUIS
METODOLOGÍA
DE LA CATEQUESIS I
UNIDAD IV FORMAS DE ENSEÑANZA
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I. A.
FORMAS DE ENSEÑANZA
FORMA EXPOSITIVA
Consiste en que habla únicamente el profesor exponiendo la materia de un modo claro y preciso, guardando el orden lógico en el desarrollo y encadenamiento de las verdades, objeto de la lección, y saca las conclusiones pertinentes. Si la lección versa sobre hechos, el profesor narra; si sobre objetos, describe; si sobre doctrina, explica. El alumno no hace otra cosa que ESCUCHAR. Esta forma de enseñanza podrá ser muy útil y practicable en cursos universitarios o tratándose de alumnos adultos cuya inteligencia tiene un gran desarrollo y el deseo de aprender los hace dominar toda distracción; pero, por lo que respecta a los niños tiene gravísimos inconvenientes. El niño queda en completa inacción, la mayor parte de sus facultades sin ejercicio alguno; sólo el oído y la memoria tendrán campo de acción. Será imposible que el alumno pueda mantener la atención durante muy largo rato, violentando su propia naturaleza que pide variación y movimiento. Supone ciertos conocimientos previos y cierta disciplina de espíritu que los niños no son capaces de tener. Deja enteramente a obscuras al maestro respecto a si los alumnos han comprendido o no la explicación y tampoco podrá darse cuenta del aprovechamiento. B.
FORMA DIALOGADA
La forma dialógica, llamada también ―Socrática‖, es aquella en la que el maestro entabla un diálogo lleno de viveza con los alumnos, y por medio de interrogaciones hábilmente dispuestas y encadenadas los va encaminando hacia los nuevos conocimientos, que resultan como descubiertos por los mismos alumnos y les despierta gran interés. La forma dialógica mantiene al niño en constante actividad; lo hace ejercitar la imaginación, la memoria, la inteligencia; lo obliga, en cierto modo, a prestar una continua atención y permite al maestro apreciar el grado de comprensión y de aprovechamiento de su auditorio. Pero también tiene sus inconvenientes, por que consume una cantidad excesiva de tiempo; no es aplicable a todas las materias, sino sólo a aquellas que el niño puede descubrir por sí mismo ; requiere por parte del maestro una gran habilidad en la interrogación , lo que no se alcanza sino a costa de una prolongada práctica. C.
FORMA CATEQUÍSTICA
De las ventajas e inconvenientes de las dos formas precedentes ha nacido la forma catequística, mezcla oportuna y variada de las dos; en que se aprovechan las ventajas de ambas y se eliminan los inconvenientes. En la enseñanza religiosa hay verdades de orden sobrenatural que la inteligencia humana jamás habría podido descubrir por sí misma, hay hechos históricos que necesitan ser narrados para su conocimiento; todo esto exige la forma expositiva.
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Pero hay también verdades de orden natural al alcance de la razón; hay deducciones de sentido común de muchas verdades sobrenaturales; de hechos históricos se pueden sacar nociones ya doctrinales, ya morales; hay resoluciones prácticas que se desprenden lógicamente de la doctrina, todo lo cual permite emplear la forma dialógica. ¿Qué extensión se dará a la forma expositiva, cuando comenzará el diálogo, cuando hará el maestro una mezcla oportuna de ambas? Todo depende de mil circunstancias y proceder convenientemente. No hay más normas que el sentido práctico y la habilidad del maestro.
II.
JESUS, MAESTRO, MODELO DE CATEQUISTA
Los Evangelios indican claramente los momentos en que Jesús enseña. “Jesús hizo y enseñó” (Hechos 1,1) En estos dos verbos que introducen al Libro de los Hechos, San Lucas une y distingue a la vez dos dimensiones en la misión de Cristo. Jesús enseñó Ese es el testimonio que El da de sí mismo: Todos los días me sentaba en el Templo a enseñar. (Mt. 26,55) Esta es la observación llena de admiración que hacen los Evangelistas, maravillados de verlo enseñando en todo tiempo y lugar, y de una forma y con una autoridad desconocidas hasta entonces: De nuevo se fueron reuniendo junto a El las multitudes y de nuevo, según su costumbre, les enseñaba‖ (Mc.10,1). ―Y se asombraban de su enseñanza, pues enseñaba como quien tiene autoridad‖ ( Mc. 1,22). Eso mismo hacen notar sus enemigos, aunque solo sea para acusarlo y buscar un pretexto para condenarlo. ―Tiene alborotado al pueblo, enseñando por toda Judea, desde Galilea, donde empezó, hasta aquí‖ (Lc. 23,5). El que enseña así merece a título único el nombre de Maestro. ¡Cuántas veces se le da este título de Maestro a lo largo de todo el Nuevo Testamento y especialmente en los Evangelios! Son evidentemente los Doce, los otros discípulos y las muchedumbres que lo escuchan quienes le llaman MAESTRO con acento a la vez de admiración, de confianza y ternura. Incluso los Fariseos y los Saduceos, los Doctores de la Ley y los judíos en general, no le rehusan esta denominación : ―Maestro, quisiéramos ver una señal tuya‖ (Mt. 12,38). ―Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para alcanzar la vida eterna?‖ (Lc. 10,25.). Pero sobre todo Jesús mismo se llama Maestro en ocasiones particularmente solemnes y muy significativas:
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―Vosotros me llamáis Maestro y Señor y decís bien, por que de verdad lo soy‖ (Jn. 13,13). Y proclama la singularidad, el carácter único de su condición de Maestro: Uno solo es vuestro maestro: CRISTO (Mt. 23,8) Se comprende que, a lo largo de dos mil años, en todas las lenguas de la tierra, hombres de toda condición, raza y nación, le hayan dado con veneración este título repitiendo a su manera la exclamación de Nicodemo: ―Has venido como maestro de parte de Dios‖ (Jn. 3,2). En Catechesi Tradendae enseña el Papa Juan Pablo II: ―Esta imagen de Cristo que enseña, a la vez majestuosa y familiar, impresionante y tranquilizadora, imagen trazada por la pluma de los evangelistas y evocada después, con frecuencia, por la iconografía desde la época paleocristiana12 –tan atractiva es- deseo ahora evocarla en el umbral de estas reflexiones sobre la catequesis en el mundo actual. No olvido, haciendo esto, que la majestad de Cristo que enseña, la coherencia y la fuerza persuasivas únicas de su enseñanza, no se explican sino por que sus palabras, sus parábolas y razonamientos no pueden separarse nunca de su vida y de su mismo ser. En este sentido, la vida entera de Cristo fue una continua enseñanza: su silencio, sus milagros, sus gestos, su oración, su amor al hombre, su predilección por los pequeños y los pobres, la aceptación del sacrificio total en la Cruz por la salvación del mundo, su resurrección son la actuación de su palabra y el cumplimiento de la revelación. De suerte que para los cristianos el Crucifijo es una de las imágenes más sublimes y populares de Jesús que enseña. Estas consideraciones, que están en línea con las grandes tradiciones de la Iglesia, reafirman en nosotros el fervor hacia Cristo, el Maestro que revela a Dios a los hombres y al hombre a sí mismo; el Maestro que salva, santifica y guía, que está vivo, que habla, exige, que conmueve, que endereza, juzga, perdona, camina diariamente con nosotros en la historia; el Maestro que viene y que vendrá en la gloria‖13. A. Visto desde el ángulo de la pedagogía, la enseñanza de Nuestro Señor esta presidida por su inmensa capacidad de acomodarse al auditorio, sin que esto signifique en ningún momento una restricción local de sus enseñanzas, sino un vehículo feliz para llegar a todas las latitudes y una garantía del alcance universalmente humano de la doctrina. A pescadores, pastores y labradores les habla de las tareas de la pesca, de la mutación de las estaciones, de las ovejas y de los rediles, de la siembra y la cosecha, de vides, de árboles y pájaros. Los elementos que le proporcionan son aprovechados como base fecunda de sus enseñanzas. La mujer que congrega a sus vecinos por un fútil motivo, el mayordomo que granjea amigos con los bienes de su amo y los trabajadores que esperan en la plaza quien los contrate a jornal, son tipos arrancados de la experiencia social de su auditorio. Impelido siempre por esta norma de acomodación a los oyentes, Jesús como Maestro, ha empleado un lenguaje concreto para captar la sensibilidad del pueblo. No les habla del valor del hombre ni de la seguridad de la existencia sino que les dice sencillamente:
12 La representación de Cristo en actitud de enseñar aparece ya en las catacumbas romanas. Está usada profusamente en los mosaicos del arte romano-bizantino de los siglos III y IV. Constituirá un motivo artístico predominante en las imágenes de las grandes catedrales románicas y góticas de la Edad Media. 13 JUAN PABLO II, Catechesis Tradendae, Nº 79.
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―Mirad los lirios del campo; ellos no siembran, ni siegan, ni tienen granero; pero ni Salomón, con toda su gloria...‖ (Mt. 6,28). Al hablarles de la mortificación del amor propio les dice: ―Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, permanece solo; más si muere, lleva mucho fruto‖ (Jn. 12,24). B.
La misericordia de Dios está más vivamente pintada que con cualquier definición con la parábola del sembrador. Sus ejemplos están inspirados en la naturaleza circundante, que es el medio donde se desarrolla también la vida de sus oyentes.
Esta forma de contacto directo con la realidad comunica a sus palabras el mismo tono de frescura y popularidad que emana de la vida real. Todos sus oyentes han visto arrojar la semilla a los campos y recoger la cosecha en sazón. Jesús salta desde este pasaje cotidiano hasta las etapas de la siembra, siega, y cosecha divinas en el campo de la humanidad. La poda de las viñas, faena que todos los inviernos podía verse cada día en un país mediterráneo como Palestina, le sirve para sugerir ―las pruebas‖ que podan al hombre de hábitos viciosos, para que dé más fruto espiritual, y la segregación definitiva de aquellos otros hombres, que como sarmientos estériles, no dan fruto alguno; antes de acudir a definiciones generales, prefiere manejar los ejemplos. C.
Esta nota indeclinable de la concreción hace que las enseñanzas de nuestro Señor vengan expuestas en un lenguaje sencillo, exento de todo artificio.
El divino Maestro ha querido expresar las verdades más profundas y desatar el movimiento arrollador del Espíritu en el mundo mediante las palabras mas sencillas y conocidas. Pero en sus labios la palabra antes trivial y el hecho cotidiano cobran una grandeza nueva y se convierten en principios universales, fundamento de provecho insospechable. Y aún podríamos decir que este lenguaje sencillo, rigurosamente aliterario, es también en varias ocasiones popular. Jesucristo gustó de aprovechar frases y locuciones corrientes, que le permitieran empezar su discurso con la fórmula: ―Habeis oído que se dijo‖ (Mt. 5,21) que le conectaría inmediatamente con el locutorio. D.
Pero no hallamos la menor concesión demagógica en el poder con que su elocuencia subyuga las multitudes.
Jesús, que realiza a través de su Evangelio la inversión más profunda de criterios y valores que registra la historia, no es nunca un agitador que halague débilmente a las masas en busca de popularidad. Las alusiones a la experiencia cotidiana, tanto familiar como social, tiene siempre una última instancia espiritual, el Reino de Dios, que hace del suyo un mensaje específicamente religioso. E.
Su enseñanza tiene un sello poético.
Por el ritmo de sus discursos, se graban fácilmente en la memoria, y más aún, por el color, por la abundancia de las imágenes y las metáforas propias para iluminar los espíritus e introducirlos en el elevado dominio sobrenatural. Elige hermosas comparaciones: El mismo se compara a un esposo (Mt. 25, 1,13) El Reino de los Cielos, a una perla (Mt. 13, 45) A unas bodas (Mt. 22, 2-14) La gracia, a una fuente de aguas vivas (Jn. 4, 10)
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El mundo que espera la Buena Nueva, a un blanco trigal en sazón (Jn. 4, 35) Llama la atención sobre los lirios del campo, sobre los hermosos árboles donde las aves del cielo hacen sus nidos; contempla el brillo de la ciudad de Jerusalén y se conmueve . F.
La fuerza de la personalidad de Jesús se muestra a través de la nobleza, tenacidad, rectitud y heroismo de su actuación, que hacen de El la personalidad más decisiva y penetrante de la historia.
Así estaba dicho desde su infancia: ―Este ha sido puesto para la ruina y salvación de muchos‖ (Lc. 2, 64). Y El mismo no vacila en dividir la humanidad en dos grupos determinados con relación a su persona: ―Quien no está conmigo, está contra Mí‖ (Mt. 12, 30) ―El que crea en Mí, y fuere bautizado, se salvará;el que no, se condenará‖ (Mc. 16, 16). G.
Las frases citadas muestran hasta que punto la terrible instancia de esta opción es recogida en su trascendental gravedad por un estilo rotundo y vigoroso. Contiene el Evangelio muchas frases duras, que son el único ropaje adecuado a las ideas que se quieren expresar.
Recordemos la dirigida al joven que había sido llamado: ―Deja a los muertos que entierren a los muertos; tú sígueme‖ (Lc. 9, 60; Mt. 8, 22). Y estas otras: ―¿ Quiénes son mi madre y mis hermanos? Mi madre y mis hermanos son los que cumplen la voluntad de Dios ‖(Mt. 12, 48-50). ― Más fácil es que pase un camello por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de los Cielos‖(Mt. 19, 24). Y no vacila el Maestro de anatematizar a Pedro cuando este quiere disuadirle de aceptar la Pasión y la muerte. San Juan Crisóstomo había ya observado que cuando los preceptos enunciados resultan particularmente difíciles, Jesús recurre a giros fuertes para subrayar con énfasis el mandato y solicitar la voluntad, forzando a detener en ellos la atención: ―Si tu ojo te es ocasión de tropiezo, arráncatelo,pues mejor te es entrar con un ojo en el cielo que ser arrojado con los dos en la gehenna‖ (Mt. 5,29). No faltan tampoco las imprecaciones fuertes: ―Hipócritas, raza de víboras, generación mala y adúltera, sepulcros blanqueados‖ (Mt. 23, 27-33). Y otras que dejan vislumbrar la cólera del Cordero. En todo caso, el lenguaje viril y rotundo, traduce a maravilla lo arduo del mensaje, limpio de cualquier blandura y pasividad, ya que ―el Reino de los Cielos padece violencia y sólo es de los esforzados ‖
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Jesús ha empleado para sus enseñanzas la forma expositiva tanto como la dialogada. Los Evangelios nos han conservado largos discursos y series completas de parábolas destinadas a instruir a las multitudes. Sin embargo, parece que el Maestro de Galilea se expresó más a menudo con frases breves, en forma de sentencias aisladas. H.
La forma expositiva ofrece, junto a los discursos, un género enteramente diverso, la parábola.
Nos encontramos ante uno de los recursos didácticos más empleados por Jesús, aunque no sea ciertamente debido a su invención. Las parábolas evangélicas son narraciones destinadas a mentar un misterio, a indicarlo, a revelarlo parcialmente; descubren y velan. Iluminan y ocultan. Suministran elementos de meditación y nutren la fantasía con datos que están ahí ofrecidos como un trampolín, porque se saben que no interesan por sí mismos, sino por otra realidad a la que aluden. Las parábolas son una alusión simbólica al misterio. El contenido de las parábolas llamadas sinópticas es el misterio del Reino de Dios, que según la expresión evangélica, Jesús tiene que anunciar. Este es, por lo demás, el único sitio en que el Evangelio emplea el término Misterio. Por el orden simbólico a que pertenecen, emparentan con la poesía y conservan de ella el colorido, la expresividad de las imágenes y la localización indeterminada que les comunica un carácter universal. Por los factores anecdóticos que manejan, por la primitiva sencillez de su trama, por la enseñanza que cada una comporta y por la aplicación moral que la mayoría presenta, constituyen un recurso didáctico de primer orden, utilizado por Jesús con maestría incomparable. Así por la doble vía del presentimiento poético y la comprensión de situaciones, a la que Jesús data ahora de nuevo significado intencional, el pueblo común oye hablar por vez primera de un orden de cosas, de un régimen de vida espiritual que parece acercarse y cuya instauración empieza a desear ardientemente.
EL DIÁLOGO
Desde el punto de vista pedagógico, los diálogos tienen una superioridad sobre los discursos, pues, al presentarnos el interlocutor y otras circunstancias que encuadran la conversación, nos permiten conocer mejor la actitud de Jesús en función de las personas y apreciar los distintos procedimientos elegidos en cada caso.
EL DISCURSO
Por su carácter de lección colectiva carece de tales perspectivas, aunque supone una estructuración más cuidada, una elección de motivos más sistemática y hasta una atención notable a los detalles secundarios, como se advierte en muchas parábolas. El diálogo nos ofrece, al contrario, la espontaneidad de una réplica viva, la sabia ondulación del rodeo que aparentemente se distancia el tema, cuando en realidad va trabajando el ánimo del discípulo y acusa la superioridad incuestionable de Jesús, dispensando sus lecciones sobre toda clase de oyentes, mantiene siempre de manera asombrosa –para desesperación de sus enemigos, que desearían encontrarlo en falta –, la coherencia, dignidad y perfección de la doctrina.
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Muchas veces, la iniciativa del diálogo corresponde a Jesús. Sobre el brocal del pozo es El quien habla primero: ―Dame de beber ‖ (Jn. 4, 7-26). La interpelada, presa en el mundillo de su pueblo y sus costumbres traduce vivamente su asombro ―¿ Cómo ?¿ Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy mujer samaritana? ‖ Sobre esta respuesta, de suyo distanciadora, el Maestro, sin inmutarse, establece un punto de apoyo para aludir a otro plano : ―Si supieses el don de Dios y quién es el que te dice dame de beber, tú le hubieses rogado, y El te hubiera ofrecido agua viva‖. Ahora la mujer se desconcierta, presiente vagamente una mención de algo superior que ella no conoce bien y prefiere refugiarse en el sentido literal de las palabras: ―Señor, no tiene objeto alguno con que alcanzare el agua y el pozo es profundo; ¿ de dónde, pues, tienes el agua viva?‖ Pero la conversación estaba ya definitivamente encauzada por una vena fértil. Jesucristo convertirá, una vez más, el lenguaje sensible en vehículo de altas realidades. Sigue hablando de agua, como corresponde, con quien viene trabajosamente a sacarla de un pozo; pero debe ser de un agua distinta, pues tiene cualidades insospechadas: ― Todo el que bebe de esta agua, tendrá sed de nuevo; pero el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré convertiráse en él en fuente de agua que salte hasta la vida Eterna‖. Humanamente hablando, la mujer está ganada, pues se ha dejado conducir hasta trastocar la relación inicial; ahora es ella quien pide de beber, cierto que sin saber bien a ciencia cierta lo que pide: ― Señor, dame de esa agua, a fin de que no tenga sed ni venga aquí a sacar agua‖. El Divino Maestro llegado el momento de aprovechar tan buenas disposiciones, ofreciendo un signo que situará el tema del coloquio en una zona íntima y decisiva: ―Ve, llama a tu marido y vuelve acá ‖ Azoramiento, negación, esquivez por parte de la samaritana. ― Yo no tengo marido‖. La respuesta de Jesús se apoya una vez más en las palabras de la mujer: ― Bien has dicho que no tienes marido ‖ Y le revela a ella su propia historia. Jesús hiere y cura al mismo tiempo, porque la mujer no protesta, ni huye ni se defiende: ―¡ Señor veo que eres profeta ! ‖ Y el diálogo sigue hasta la revelación suprema: ― Sé que el Mesías vendrá; cuando aquél haya venido, nos anunciará todas las cosas ‖
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“¡ Yo Soy, que hablo contigo !” Jesús, que prohibía a los apóstoles y a los endemoniados publicar en Judea su mesiandad, otorga esta revelación a una mujer extranjera, como remate de un coloquio donde la iniciativa elevadora del Maestro, que no sólo enseña, sino convierte se ha conjugado de modo admirable con las espontáneas reacciones de la discípula, que a lo largo de esta inesperada lección ha llegado a trocar el rumbo de su vida.
III. CONDUCTA DE JESÚS CON LOS DISTINTOS CÍRCULOS DOCENTES
Jesucristo dispensa su mensaje de acuerdo con una graduada diferenciación de las personas a quienes se dirige. No es que el mensaje haya sufrido una elaboración progresiva en la conciencia de Jesús a lo largo de su vida -a los doce años atestiguó ya que tenia que ocuparse en las cosas de su Padre- , sino que su manifestación está sujeta a lo que llamaríamos una pedagogía diferenciadora. Los sujetos de esta educación pueden agruparse en dos categorías principales; 1. los discípulos, que perseveraron con El hasta llegar a recibir el depósito de la fe; 2. el pueblo, inconstante en sus reacciones, pero en el que apunta a menudo un principio de fe. Aún en la instrucción de los discípulos de uno a otro grupo sigue Jesús una marcha lenta y gradual. Son espíritus tardos para creer, que necesitan una larga educación religiosa antes de entregarse plenamente a Dios. Para alcanzar esta disponibilidad, Jesús les enseña a luchar contra la dureza de corazón, la apetencia de los primeros puestos, la incredulidad, el apego a la familia y a los bienes, la pusilanimidad, etc. Antes de llegar a las revelaciones supremas, que sólo comprenderán después de su muerte y resurrección, el Divino Maestro les proporciona estos ―años de aprendizaje‖, en los que dispone de un medio único e irrepetible, el contacto directo, familiar y cotidiano con el mismo Jesucristo: Estar con Jesús, conversar con el Hijo único del Padre, fue el privilegio de los Doce; privilegio único, que en la historia de la revelación les asigna un lugar aparte. Jesús ama a las muchedumbres y se compadece de ellas, hambrientos y sin jefes. La cura y alimenta milagrosamente. Les dedica los más largos y hermosos discursos, y se deja seguir y oprimir por las masas, que, a su vez, le escuchan días consecutivos, olvidadas de comer y beber. El entusiasmo que suscitó en las multitudes debía ser grande, pues varias veces le aclaman y quieren hacerle rey. ―Los pobres son evangelizados‖, dice a los emisarios de Juan, cuando quiere probar con hechos su mesiandad. Venía, pues, a anunciar al pueblo la Buena Nueva, y lo cumplía con abnegación y amor. De hecho, la popularidad de Jesús de Nazareth va creciendo en los tres años de predicación, sin que falten tampoco los niños en las manifestaciones de entusiasmo popular. Y sin embargo, Jesús predica, respecto del gran público, el método del secreto, especialmente mencionado por San Marcos. Esto significa que sólo parcialmente les revela el secreto del Reino de Dios. Por eso les habla en parábolas, que proporcionan solamente un conocimiento velado y por eso prohíbe a los beneficiados con los milagros que publiquen quién los curó; por eso, también, prohíbe severamente, a los tres apóstoles que la presenciaron, decir nada de la transfiguración: ―Hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los muertos‖.
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Quería suministrar a los hombres de buena voluntad elementos suficientes para que presintieran la inminencia del Reino de Dios, que insistentemente predicaba como muy cercano; para que pudieran orientarse hacia su Persona, descubriéndole poco a poco como el Mesías prometido, y para hacerlos sensibles, mediante la elevación de la doctrina y la maravilla de los milagros, a la visita divina en la plenitud de los tiempos. Jesús ha venido a traer la luz al mundo y quiere que a todos llegue su resplandor, así lo confiesa ante Pilatos: ―Yo para eso he venido, para dar testimonio de la verdad‖ (Jn,18,37) Si nos preguntamos por la razón de esta gradual develación del misterio, hemos de recaer en el plan general de la economía divina sobre la develación mesiánica. En esta revelación, Jesús sigue una doble vía: revelación directa y sin velo para los apóstoles; revelación en parábolas y veladas a los de fuera. Es la regla. De este modo evitaba, ante todo el peligro político, a saber: que las muchedumbres oprimidas redujeran el significado de Cristo al de un libertador político, sembrador de la rebelión contra el opresor romano. Desde otro punto de vista, tampoco quería ser confundido con algunos Mesías trascendentes de ciertos Apocalipsis, que habían de aparecer rodeados de prodigios fantasmagóricos, al estilo del que Satanás le sugería en el pináculo del templo: ―Si eres Hijo de Dios, arrójate desde esta altura, por que está escrito...‖ (Lc. 4, 9) O el que los judíos le pidieran momentos antes de expirar: ―Si eres el Mesías, baja de la Cruz y creeremos‖(Mc. 15, 32). Solo así, a través de esta divina enseñanza había de cumplirse el Misterioso designio de Dios sobre la salvación del género humano mediante los sufrimientos y la muerte de Jesús. El reino de Dios había de ser incoado y anunciado por Jesús, regado en su Sangre, acrecentado progresivamente por medio de la conquista interior de las almas, para alcanzar su plenitud solo en el más allá.
“El que tenga sed, que venga a Mí; de su interior brotarán torrentes de agua viva” (Jn. 7,47)
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INSTITUTO DIOCESANO DE CATEQUESIS
SAN PÍO X DIÓCESIS DE SAN LUIS
METODOLOGÍA
DE LA CATEQUESIS I
UNIDAD V ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE 1ª PARTE A.ACTIVIDADES DE OBSERVACIÓN DIRECTA B. ACTIVIDADES DE OBSERVACIÓN INDIRECTA
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ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE 1ª PARTE A. ACTIVIDADES DE OBSERVACIÓN DIRECTA
1.
OBSERVACIÓN DE LA NATURALEZA
A los niños, desde pequeños, se les debe enseñar a mirar las bellezas y maravillas del universo, no sólo en conjunto, sino en sus detalles, para que, por ellas, aprendan a conocer y amar a Dios, autor y dueño de todas las cosas de !a naturaleza. La hermosura de las flores, la utilidad de los animales, la grandiosidad del mar, el sol, la luna y las estrellas son intuiciones bellísimas para hacer comprender al niño el poder, la bondad y la providencia divina.
2.
OBSERVACIÓN DEL TEMPLO
La Encarnación del Hijo de Dios y su continuación en la Iglesia visible, justifican la utilización de material ilustrativo en la enseñanza religiosa. El mejor "material ilustrativo" sigue siendo siempre: la misma Iglesia visible: el testimonio vivo de la comunicad creyente, las celebraciones litúrgicas y, durante la clase misma de religión, la conducta del sacerdote o del catequista. En él, el misterio debe hacerse visible para el niño y cobrar forma concreta. La reverencia con que reza, la unción con que sepa hablar sobre el contenido de nuestra Santa Fe, la dignidad con que lee la Sagrada Escritura, el dominio de si mismo que conserva en toda circunstancia, la bondad y amabilidad y la estricta justicia que demuestra para con todos los alumnos, todo esto junto es el material ilustrativo mas auténtico y mas eficaz en la enseñanza religiosa. Además de la celebración litúrgica y la conducta personal esta también la visibilidad del edificio de la Iglesia. El traslado de la enseñanza religiosa desde la iglesia al aula ha puesto esa visibilidad y toda la atmósfera sagrada, en gran parte, fuera del alcance del catequista. Por eso es muy útil, que, de vez en cuando, hagamos con los alumnos de la clase una visita a la iglesia y a la sacristía. Dejad que los niños miren de cerca: los ornamentos, los libros litúrgicos, los cálices y la custodia. Mostradles el altar, señaladle el tabernáculo artísticamente trabajado, los candelabros; el crucifijo, los manteles y las reliquias, las imágenes alrededor del altar, etc. Ningún lugar más apropiado para dar clase sobre la Santa Eucaristía que frente al altar; sobre la Santa Penitencia, junto al confesionario; sobre el Bautismo, en el baptisterio. Hay tanto material ilustrativo en una iglesia que ésta puede ser un magnifico punto de partida para la enseñanza religiosa. Paseémonos con los niños en la iglesia, expliquémosles las pinturas, los textos, los vitrales, etc. ¡Ninguna lámina mural puede resultar más eficaz! El simbolismo del edificio de la iglesia, desde la Cruz sobre la torre hasta la pila bautismal, sí, aún la casa parroquial podemos relacionarla con nuestra explicación durante este paseo.
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3.
LA LITURGIA
¿Quién podrá negar que la liturgia presenta corno escena la doctrina católica? Las significativas ceremonias con que la iglesia acompaña el ejercicio del culto y la administración de los sacramentos son tan fáciles y naturales en su simbolismo, tan concretas y palpables en sus elementos, tan interesantes y atrayentes en su conjunto, tan eficaces para producir no sólo el respeto y la atención del niño, sino para conducirlo rápidamente a las elevadas esferas del espíritu, que sus cualidades pedagógicas deben ser ampliamente aprovechadas por el catequista.
El profesor. J. Jungmann nos hace notar: ―El hecho de que, durante siglos, los niños no gozaron de una enseñanza religiosa separada, y sin embargo llegaron a familiarizarse plenamente con los misterios cristianos, a través de la participación de la celebración litúrgica y de los numerosos símbolos y costumbres cristianas, de los cuales se hallaba impregnada la vida social‖14. Para el niño de hoy también la celebración litúrgica ha de ser la escuela del pensar y del vivir cristianos. Esto es de tan extrema importancia por que el niño, una vez que ha dejado la escuela, deberá nutrir su fe y su conocimiento de la fe sobre todo en las celebraciones litúrgicas, y precisamente en la Santa Misa dominical. Por lo mismo hemos de dedicar especial atención a la preparación de esta celebración. El Papa Pío XI ha insistido varias veces en esto: "Para instruir al pueblo en materia de fe, la celebración anual los Santos Misterios es enormemente más importante que todos los documentos, aún los principales, del Magisterio Eclesiástico'' 15. "La Liturgia no es escuela de éste o de aquel, sino la escuela de la Iglesia"16. Dice la Constitución Sacrosantum Concilium: "La Liturgia es la fuente primaria y necesaria en la que han de beber los fieles el espíritu verdaderamente cristiano"17. 4.
LA SAGRADA ESCRITURA. EL USO DE LA BIBLIA EN LA CATEQUESIS Partiendo de los aspectos fundamentales vamos a tratar de dar algunas normas: 1º 2º 3º
No presentemos a la Biblia corno un interesante libro de cuentos. Evitemos el peligro de desviarnos de algún modo de lo sagrado hacia lo profano. No olvidemos que la Biblia relata la historia del pueblo de Israel y en ella se manifiesta y se cumple la acción salvadora de Dios.
La Biblia no fue dada por Dios a los hombres como si se tratara de un interesante libro de cuentos. Si queremos relatos cautivantes, podemos leer "Pinocho" o "Pulgarcito". Los niños estarán pendientes de nuestras palabras.
14 15 16 17
J. JUNGMANN, S.J., Catequética, Ed. Herder, Barcelona, 1957, pág. 78 PIO XI, Encíclica Quas Primas, 1925. Papa Pío XI CONCILIO VATICANO II, Constitución Dogmática Sacrosantum Concilium, N° 14.
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Es notorio que en la enseñanza religiosa, en la escuela primaria, se hayan elegido preferentemente los relatos de la Sagrada Escritura que son inmediatos, dramáticos, conmovedores, interesantes, como por ejemplo, el diluvio, José y sus hermanos, David y Goliat, la destrucción de Jericó, Jonás en la Ballena, etc. La mayoría de las series de láminas murales ilustran, con preferencia, estas historias. La norma de elección es, pues, ante todo, el aspecto dramático e interesante. Existe aquí el gran peligro de que, a pesar de nuestras buenas intenciones, nos desviemos de algún modo de lo sagrado hacia lo profano. La historia que enseñamos de este modo es en realidad más profana que sagrada. A esto se añade que semejante uso de la Sagrada Escritura va generalmente acompañado de otro factor: la Biblia reducida a una doctrina moral. Las clases de Biblia están llenas de interesantes relatos de la Sagrada Escritura, de los rustes se extrae la moral que conviene a nuestro propósito. La confianza en Dios de José, el amor de Tobías por sus padres, son, sin duda, otros tantos ejemplos de virtud. Pero también aquí nos preguntamos: ¿Es esto el fin principal en el empleo de la Sagrada Escritura? El gran peligro de las Lecciones de Historia Sagrada es que describamos tan detalladamente los acontecimientos históricos y que acentuemos tanto el aspecto conmovedor e interesante de los acontecimientos que ya no dejemos ver lo esencial, que es Dios mismo. En resumen: 4º 5º 6º 7º
No reduzcamos la Biblia a una doctrina moralina. Evitemos la descripción detalladla de los acontecimientos para que dejemos ver lo esencial que es Dios mismo. Partamos de la lectura bíblica y extraigamos de ellas nuestras palabras. No olvidemos que la Antigua Alianza prefigura y anticipa la salvación, que nos es dada por Cristo.
El plan de Dios se cumple en la Antigua Alianza alrededor de algunas grandes figuras: ABRAHAM, MOISÉS, DAVID, LOS PROFETAS. A ellos debemos dedicar toda nuestra atención. La historia debe desarrollarse en torno a estas grandes figuras. Por lo tanto no es justo descuidar, por ejemplo, el periodo de los Profetas, cuando éste constituye la fase más importante de la historia de Israel. Del mismo modo, no es justo que, por ejemplo, en el Nuevo Testamento se deje sin tratar la vida de la iglesia naciente leyendo el libro de los Hechos de los Apóstoles. En la Historia de Israel debemos hacer ver el modo particularísimo que Dios utiliza para elaborar, cada vez, su salvación. Dios obra de una manera totalmente distinta con Abraham que, por ejemplo, con los judíos que salen de Egipto. Da su salvación de diferente modo cuando los judíos van por el desierto, que cuando por ejemplo, reina David, o durante el destierro. Lógicamente, no es necesario que expliquemos todas estas relaciones a los alumnos, pero nosotros mismos hemos de tener bien presente estas ideas para poder enseñar adecuadamente la ''Historia Sagrada" La importancia del Nuevo Testamento para nosotros, es actual y comúnmente aceptada. Pero algunos se preguntan si es realmente necesario que hagamos conocer a los niños también el Antiguo Testamento.
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La liturgia está totalmente impregnada de imágenes de Antiguo Testamento y también en la Liturgia de la Palabra el Antiguo Testamento tiene su lugar. Si aceptamos, que, a ejemplo de la Iglesia primitiva, el mejor modo de educar a los niños en la fe es hacerles participar en las celebraciones litúrgicas, concluiremos lógicamente que no podernos negar al niño el conocimiento del Antiguo Testamento. Al explicar el Santo Bautismo se podrían escribir sobre el pizarrón cuatro puntos. Por el Santo Bautismo somos hechos: 1. 2. 3. 4.
libres del pecado original hijos del Padre Celestial miembros de la Iglesia. herederos del Cielo.
Luego sigue la explicación de cada uno de los puntos. Finalmente éstos cuatro puntos son repetidos por los niños separadamente y luego por toda la clase. Recordarán de memoria estos puntos durante algunas semanas, pero ¿por qué no partirnos, al explicar el Bautismo, del Éxodo de los judíos de Egipto y de su paso por el Mar Rojo. Dejamos que los niños mismos cuenten primero la historia. Dibujamos sencillamente en el pizarrón los elementos más importantes: Egipto, el Faraón, los judíos, Moisés, el Mar Rojo, el camino a través del desierto, la Tierra Prometida. Hemos narrado con gran entusiasmo a los niños el dramático relato. Pero no podemos detenernos sólo en lo dramático. De pronto dibujamos junto a nuestro esquema una pila bautismal y preguntamos: ¿Por qué dibujo ahora una pila bautismal? Profundo silencio. Luego, poco a poco, los niños levantan las manos. Muy pronto ellos mismos encuentran la relación entre uno y otro. El segundo dibujo se va formando en el pizarrón paralelo al primero: demonio, hombres, Jesús, agua bautismal, camino de la vida, cielo (ver Fig. 7). Si debemos tratar el misterio de la Iglesia, el mismo tema del Éxodo de Egipto nos puede ser útil. La comitiva de los judíos, que después del paso del Mar Rojo, va con Moisés hacia la tierra prometida, es una concretísima prefiguración del Nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia, en camino hacia el Cielo. La experiencia ha demostrado que los niños de la escuela primaria recuerdan durante largo tiempo un determinado misterio hasta en sus particularidades, gracias a este paralelismo Más aún, un método semejante da a nuestra clase un sentido mucho más sagrado que nuestros propios relatos inventados y de esta manera los niños se van haciendo, en alguna medida, sensibles a los símbolos sagrados. ¿Por qué no enseñar el Misterio de la Eucaristía a partir del banquete Pascual de los judíos en el Éxodo? (Fig. 8). Así también podemos utilizar la vida de Jesús como tipología de su vida mística en la Iglesia. ¿Por qué no explicar el Sacramento de la Penitencia mediante la curación del leproso, y por que no presentar la virtud de la fe con el relato de la curación del ciego? La Inhabitación del Padre, Hijo y Espíritu Santo puede ser interpretada para el niño, de manera sumamente concreta y plena de sentido sagrado, mediante el impresionante relato de la consagración del templo por el rey Salomón, cuando Iahveh revela a través de una nube, que él mismo viene a habitar en medio de su pueblo.
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Dios ha querido dar a los judíos esta enseñanza intuitiva de la Historia Sagrada, para preparar lentamente sus espíritus al misterio del Nuevo Testamento, tan difícil de entender. ¿Por qué no habríamos de utilizar este autentico material ilustrativo que viene de Dios mismo, para introducir también el espíritu del niño en el misterio del Nuevo Testamento?
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B. ACTIVIDADES DE OBSERVACIÓN INDIRECTA 1.
EL DIBUJO El dibujo no es una ejercitación técnica, sino la expresión gráfica de una actitud de fe.
El dibujo debe poseer en la enseñanza religiosa un cierto carácter sagrado. Cuando el sacerdote o el catequista durante el curso de la clase trazan tranquila y reverentemente un dibujo sobre el pizarrón, diríamos casi que se trata de una ceremonia. El dibujo del catequista no es más que un pequeño accesorio de la enseñanza religiosa. No es siquiera un medio absolutamente indispensable. También es posible dar excelentes clases, sin dibujar jamás. Pero es bueno, sin embargo, que cada uno pruebe seriamente si este medio no puede brindarle buenos servicios. En este párrafo, hablamos solamente sobre el dibujo del sacerdote o del catequista. El dibujo como forma de expresión del niño, es tratado separadamente. a.
El fin del dibujo religioso Es un medio de presentar el tema de una manera vivaz; Encadena la fantasía y la atención de los niños durante la clase, Interesa a los niños activamente en la explicación. Es un apoyo para la memoria (síntesis y esquemas sencillos). Sirve como aclaración y explicación de conceptos abstractos. Los dibujos simbólicos hacen al niño sensible ante los símbolos. Un solo símbolo con un solo texto debajo, puede tener un efecto muy sugestivo. Un dibujo bien hecho sobre el pizarrón da a los niños la imagen exacta de la materia tratada, y previene fantasías erróneas en la mente de los alumnos. El dibujo fortalece la impresión de la palabra hablada.
b.
El dibujo religioso es signo
Así como cada palabra, cada ejemplo, cada gesto que es asumido en la enseñanza religiosa, también el dibujo recibe en ella la función de signo. El poder servir en el anuncio de la salvación plantea altas exigencias al dibujo. Si queremos saber lo que esto significa, no tenemos más que observar las paredes de las viejas catacumbas. ¡Con qué aprensión, con que profunda reverencia y sobriedad expresaron allí los primeros cristianos su fe y dieron forma al misterio! Sin duda el maestro de hoy dispone de un conocimiento mucho mayor de la perspectiva, de la armonía de los colores y de la disposición de los planos. Es una gran ventaja. Pero nuestra moderna técnica del dibujo: ¿está lo suficientemente cristianizada y purificada como para dar una explicación sagrada a una fe profunda? El gran peligro del dibujo en la clase de religión, está en que el dibujo se desvíe del ámbito de lo sagrado, hacia el campo de lo profano. Mediante algunos ejemplos queremos demostrar cuales son las exigencias que deben plantearse a nuestro dibujo religioso. Como deberá ser purificado para ser verdaderamente un signo sagrado.
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c.
Carácter sagrado del dibujo
Ante todo es de gran importancia el modo de realizar el dibujo religioso y el ambiente en que se lo realiza. Concretamente: no se trata, en la clase de religión, de hacer a toda prisa un dibujo sobre el pizarrón. Mucho menos aún de hacerlo en una esquinita del pizarrón, que está cubierto de divisiones y del cálculo del precio de 3 Kg. de carne dado el precio de medio kilo. Semejante dibujo está "fuera de lugar", y no se halla en el clima sagrado de la predicación de la fe; por lo mismo, no puede ser signo del misterio. Ya hemos visto que el dibujo religioso debe ser signo del misterio Esto significa que debe ser de tal naturaleza, que por sí mismo indique una realidad superior. Nuestro celo por querer ser ante todo claros y por querer explicarlo todo bien -actitud que se ha hecho algo así como una segunda naturaleza en la enseñanza de las materias profanas-, puede llevarnos a realizar dibujos que son en sí sumamente claros, pero que revelan poco del misterio. Entre éstos se hallan los dibujos que derivan del campo de la física. Por ejemplo, representar el Cuerpo Místico de Cristo con un dibujo de vasos comunicantes o de una central eléctrica. Tales dibujos son sumamente claros y evidentes, pero no alcanzan su fin. Puesto que el misterio es el encuentro entre Dios y el hombre en Cristo ¡es el encuentro más personal que pueda pensarse! Y nada más impersonal que un dibujo de vasos comunicantes o de interruptores eléctricos. Naturalmente la falla es mucho más profunda. Los ejemplos, de los cuales el dibujo no es más que figura visible, no sirven. Son ejemplos de cosas" no de ―personas‖ y por lo mismo ineptos para expresar la relación más personal, la que hay entre el hombre y Dios. Nos perdemos así en una especie de física sobrenatural y recaemos en el campo de lo profano. Un elocuente ejemplo de ésto es el dibujo N° 1. Carece de todo carácter personal y sagrado. Sin embargo da la impresión de ser sumamente claro. ¡Y lo es! Pero se trata de la claridad de la física o de las matemáticas, no de la fe ni del misterio sagrado. Para hacer dibujos "personales" no es siempre absolutamente necesario que representen figuras humanas. Si e! maestro no posee talento para el dibujo, puede dibujar, en vez de figuras humanas, símbolos, o solo la inicial del nombre o todo el nombre, por ejemplo, en vez de la figura humana de Cristo, puede dibujarse el monograma de Cristo; María se puede indicar con una ―M‖ mayúscula, etc. También debernos cuidarnos de los dibujos que si bien expresan una relación personal, lo hacen de manera no sagrada. Lo que con esto queremos decir, se evidencia en el dibujo N° 2 (Sacerdote enseñando). Si se carece de cierto talento, o quiere hacerse la figura de modo que los niños puedan copiarla fácilmente, nos parece menos apropiado refugiarse en las primitivas figuras lineales (ver dibujo N° 3: Caín y Abel y dibujo N° 4: Abraham, Sara, y Lot). Estos muñequitos son sumamente fáciles de dibujar, pero a nuestro parecen carecen de carácter sagrado. Nos dan una impresión profana. A menudo, llegan a tener algo cómico o ridículo. Ved, por el contrario un ejemplo de un dibujo sagrado de personas: (Dibujo 5 el fariseo y el publicano). d.
Sobriedad en el dibujo
El dibujo debe ser extremadamente sobrio. No recargar los detalles y accesorios, que desvían la atención de lo esencial en vez de atraerla. Pensemos en los sobreabundantes dibujos sobre el misterio de la creación. ¡El pizarrón se cubre mágicamente de una inagotable riqueza de flora y fauna! ¡Nada más maravilloso que esto para los niños! Quizás sea posible ilustrar el misterio con un dibujo tan turbulento; pero el anuncio de la fe corre el peligro de caer en el plano de una lección de botánica o de zoología. ¡Otra vez estamos en lo profano! Entonces, el dibujo debe atraer totalmente la atención de lo fundamental: aquí, la omnipotencia creadora de Dios.
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e.
Un conjunto significativo
El dibujo no solo debe carecer de una abundancia de cosas accidentales, sino que además debe ser significativo en su conjunto. No tiene sentido, por ejemplo, dibujar muy laboriosamente a Adán y Eva, que habiendo enterrado a su hijo Abel, fabrican una lápida. Es un detalle particular, que no merece todo un dibujo. Por lo general es deseable que no representemos tanto aquellos acontecimientos del Antiguo y del Nuevo Testamento que son conmovedores y sensacionales, como aquellos que son de importancia esencial para la comprensión de la Historia Sagrada. f.
¿Representaciones de Dios?
La pregunta acerca de si también a Dios lo podemos representar bajo figura humana, plantea un problema muy especial. Nos parece que aquí debemos hacer una distinción. A Jesucristo podemos representarlo siempre bajo figura humana. Ya que por nosotros se hizo hombre. No podemos representar bajo figura humana al Espíritu Santo. El Papa Benedicto XIV lo prohibió expresamente el 1 de octubre de 1745. Lo mejor que podemos hacer es atenemos a los símbolos bíblicos de la paloma y de las lenguas de fuego. ¿Y el Padre? Los primeros siglos del cristianismo nunca lo representaron bajo figura humana. Se lo figuraba con el símbolo de la mano que sale de entre las nubes, o el ojo que lo ve todo. Recién en la Edad Media el Padre comienza a ser representado bajo forma humana. Nosotros creemos que la representación del Padre bajo forma humana también puede tener valor catequístico, pero entonces deberá ser hecha con cierta "vaguedad", con contornos humanos no demasiado claros para el niño, en forma sensible: por otra parte no está presentado con detalles demasiados claros que sugerirían una encarnación del Padre. Existen también las representaciones del Padre Celestial como un anciano de largas barbas blancas, que no respetan suficientemente el misterio, y que sugieren una encarnación del Padre. Sin embargo esta representación del Padre Celestial no es, en sí, falsa, por cuanto tiene su origen en la descripción de Dios de la Sagrada Escritura (Daniel 7,9). No obstante nos parece generalmente más ventajoso no representar al Padre bajo figura humana, sino hacerlo en forma simbólica, por que lo que quizás resulte posible con láminas impresas, se hace extremadamente difícil de representar con tiza en el pizarrón.
¡MEJOR NADA, QUE ALGO PROFANO!
El dibujo N° 6 nos parece una solución aceptable para la representación sobre pizarrón. Ofrece algún apoyo a la imaginación del niño, y a la vez, los contornos humanos permanecen indefinidos. Por lo demás, la edad de los niños es de suma importancia en toda la cuestión. Todas aquellas imágenes de fantasía que son necesarias en jardines de infantes y en los grados inferiores, como apoyo para los conceptos, pueden ser dejadas de lado en las clases superiores, en la cual los alumnos ya son mucho más capaces del pensamiento simbólico. Incidentalmente hacernos notar aquí brevemente que muchas de las exigencias que plantearnos para los dibujos sobre el pizarrón pueden servir corno normas excelentes para el juicio de láminas religiosas que se quieran adquirir.
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g.
No demasiados dibujos Al decir '"demasiado" queremos decir: Ante todo que no debernos hacer aparecer sobre el pizarrón, en una clase, un dibujo tras otro. Cuatro o cinco dibujos, uno tras otro, en una clase son decididamente demasiados. Aunque sean todos un "modelo" de dibujos religiosos. Ponen al niño intranquilo y no dejan lugar para la asimilación, al sucederse con demasiada rapidez. "Demasiado" puede ser también significar que haya tres o cuatro dibujos a la vez sobre el pizarrón. En este caso, el niño pierde la visión de conjunto, y con ello, el sentido del misterio.
Hay un exceso de actividad por nuestra parte, y por ello todo corre el riesgo de recaer en un piano natural y profano de gran actividad. Quizás esto despierte de un modo especial la atención de los alumnos. ¿Pero se suscita también, en toda esta animación, una experiencia religiosa? El misterio pide tranquilidad y contemplación. La palabra ''demasiado" puede también referirse a un sólo dibujo. Este puede ser tan complicado que ―los árboles no permitan ver el bosque". h.
Los alumnos colaboran en el dibujo
Es muy importante el momento en que el dibujo aparece en el pizarrón. Aquel solo será plenamente eficaz si los niños dibujan con el maestro, es decir, siguen con viva atención la mano del maestro que dibuja. A veces el dibujo deberá aparecer en el pizarrón antes de la explicación. Aún entonces, es aconsejable dejar el dibujo incompleto y hacer que los niños mismos vayan agregando durante el curso de la clase los pequeños detalles. Otras veces es mejor hacer que el dibujo vaya surgiendo durante la explicación. La ''colaboración" de los niños puede ser aumentada mediante preguntas como ¿qué puedo todavía dibujar al final de este camino? O ¿A quién debo colocar ante el templo? etc. Además es mejor no dibujar en un plano chato, sino en tres dimensiones. Así se crea un cierto espacio, en el cual, con la introducción de personas se crea una cierta situación. El niño puede trasladarse mucho más fácilmente con su fantasía a este espacio, y tomar parte en la acción. ¿Puede aumentarse aún más el efecto haciendo copiar a los niños el dibujo en sus cuadernos? Cuando el dibujo se da como un breve resumen de la clase o de una serie de clases, es bueno que los alumnos también lo hagan. De este modo llegan a tener un libro de religión totalmente propio. Pero es distinto cuando el dibujo solo se utiliza como ilustración. Entonces, es mejor que la copia no se haga durante la clase sino después o durante la clase de dibujo. Copiar ssemejante dibujo durante la clase requiere demasiado tiempo, rompe la clase. Además no es aconsejable dejar que los niños copien sin más los dibujos del pizarrón. Es mejor que los niños hagan dibujos libres sobre el tema tratado, en sus cuadernos. Estos dibujos libres favorecen la expresión de los sentimientos internos del niño; revelan al educador el grado de desarrollo del niño y también intensamente el terna tratado. Tanto el copiar como el realizar dibujos libres en el cuaderno, procuran ocupación al niño en los momentos libres y en el tiempo de estudio personal. Además, estos cuadernos, al ser llevados a casa por los niños, favorecen grandemente la relación entre escuela y familia. i.
Dibujos simbólicos
¡Utilice en lo posible tiza de color para los dibujos religiosos! Un color es ya de por si mismo un símbolo, y tiene algo que decir al niño.
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Diablo, pecado, muerte, cruz, etc. se dibujan en morado. Para Dios, Cristo, Cielo, Sacramento, se utiliza tiza amarilla. Para el Espíritu Santo, el amor, el infierno, etc., el rojo. Además se puede acrecentar mucho el valor simbólico del dibujo mediante combinaciones de dibujos (ver dibujo Nº 7 y 8). Para los grados superiores, los dibujos estrictamente simbólicos nos parecen los más aptos para la enseñanza religiosa (ver dibujos 9,10.11). Respiran una atmósfera sagrada y no correr el riesgo de transformarse en profanos. Tienen por los demás la ventaja de que pueden dibujarse y copiarse muy fácilmente. Muy especialmente aconsejan utilizar tanto como sea posible los símbolos litúrgicos. Son los signos elegidos por Cristo y su Iglesia. Muchos catequistas, y sobre todo los Sacerdotes -quienes nunca han tenido un curso de dibujo sobre el pizarrón-, tienen cierto temor a dibujar. Carecen de coraje por miedo al fracaso. El único consejo que aquí podemos dar es: hacer la prueba. Aunque los niños se rían un poco, no importa. Se llama al pizarrón a uno de los que más se ríen: -"Bueno, Juan, yo no sé dibujar muy bien. Rápidamente, has tú el dibujo‖-. ¡La risa acabará pronto!
2.
LÁMINAS MURALES
Es necesario que el sacerdote y el catequista, después de haber deliberado en común, se procuren material ilustrativo para la enseñanza religiosa. Es lastimoso que en muchísimas escuelas el material ilustrativo para las materias profanas sea de lo mejor, mientras el material religioso es viejo y se lo halla en mal estado o falta en absoluto. Hay todavía demasiados directores de escuela que piensan que es "una lástima" gastar demasiado dinero para la enseñanza religiosa. Es tarea de sacerdotes y educadores la de estar al tanto del material nuevo en esta materia y la de hacer oportunas sugerencias a la dirección de la escuela.
DIVERSOS TIPOS DE LÁMINAS Láminas ilustrativas En este grupo incluimos ante todo las láminas bíblicas. Sirven como apoyo de la palabra y están hechas, en primer lugar, para dar un tono sagrado a los relatos. Su objeto no es en, ninguna instancia, aumentar los conocimientos. Láminas documentales Entre estas incluimos en, primer lugar, las láminas fotográficas sobre la Santa Misa, los Sacramentos, etc. Son ante todo láminas litúrgicas, que tienen por objeto hacer ver claramente un determinado momento de la ceremonia. Se incluyen aquí también todas las láminas que dan una visión de conjunto: Año Litúrgico, Historia Sagrada, Plano de Jerusalén, mapas, etc. Esto no tiene por objeto crear un clima sin instruir y ayudar la memoria. No podernos comprar el material ilustrativo para la enseñanza religiosa así no más ―a la buena de Dios". Ante todo debemos ponernos bien al tanto de rodo lo que existe.
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CARACTERÍSTICAS PROPIAS DE LAS LÁMINAS a.
La representación debe ser veraz
La imagen tiene una fuerza mayor que la palabra. No se debe esperar que la impresión suscitada por una imagen falsa se puede rectificar o que se puede hacer cambiar fácilmente el juicio de un niño mediante una explicación oral o un texto escrito. Por eso debemos ser exigentes en nuestra elección de láminas religiosas. Ya resulta tan difícil en nuestro tiempo iniciar al niño en el mundo espiritual, en el misterio del alma y de Dios, en el misterio de Cristo y su Iglesia: su fe está expuesta ya a tantos peligros que parece un delito añadir aún una imagen falsa a través de representaciones que les resultan tan atractivas. Se debería eliminar aquel pequeño Jesusito que distribuye la comunión; a aquel alado arcángel que en realidad nunca tuvo un copón en la mano. Sta. Teresita de Lisieux no se .apareció para mostrar la hostia a los niños y niñas que se acercan al altar ni tampoco San José aunque lleve una azucena en la mano. Si se quiere enseñar que los santos pueden ayudarnos a preparamos bien es otro el camino que se ha de elegir. ¿Y qué hace ese niño Jesús en ese tabernáculo semi-abierto? ¡Otra equivocación característica? Es Cristo resucitado el huésped de nuestras iglesias. ¿Y todos esos Jesús de 3 o 4 años que hacen compañía en la calle o en el juego a otros niños? Es el Cristo Glorioso, el que vela sobre estos niños, así como sobre las personas mayores. Con todo esto se dan falsas ideas a los niños y, a la vez, se satisface e! sentimentalismo de algunos adultos. b.
Carácter sagrado En relación con lo anteriormente dicho:
Queremos establecer como norma especial: que las láminas deben poseer un carácter sagrado; deben respirar una atmósfera sagrada. En la escena representada debe aclararse el misterio. Las láminas no deben ser, por lo tanto solamente ―lindas" o despertar únicamente una emoción artística, sino que deben hacer surgir una experiencia religiosa. En otras palabras: no deben respirar un espíritu profano. Es sin duda deseable que sean históricamente exactas, esto es, que traten de imitar los vestidos, los edificios, los interiores, los utensilios, etc., de un determinado período. Pero esto no es más que un substrato. Nos preguntamos ahora: ¿Debemos guiamos totalmente por el gusto de los niños? Respondemos que educar es: por una parte, adaptarse al niño; por otra, levantar al niño hacia un nivel más alto. No debemos mostrar a los niños láminas, infantiles, sentimentales, almibaradas, aunque las encuentren hermosísimas. El arte no siempre gusta inmediatamente a todos los niños; pero se trata aquí de educarlos. Si desde pequeños ponemos a los niños en contacto con verdaderos trabajos artísticos, con el tiempo los niños parecen ser precisamente muy sensibles ante estas representaciones. Tintes suaves, buena composición y pocos detalles, sobriedad y dignidad en el estilo, llegan finalmente a ser preferidos también por los niños.
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c.
Valor estético
También podernos tomar entonces como norma que las láminas religiosas tengan valor estético, que sean artísticas. Es una lástima que tan pocos verdaderos artistas produzcan algo en material de láminas religiosas. Ediciones Mikael y el Seminario de Paraná, en nuestra patria, ante la carencia de imágenes auténticamente sagradas, piadosas a la vez que viriles, pone a disposición del público argentino una serie de obras selectas de arte sacro de Europa y de nuestro acerbo cultural. Este loable esfuerzo intenta llenar un gran vacío, siendo especialmente útiles para ser empleados con motivo de bautismos, primeras comuniones, confirmaciones, etc. UTILIZACIÓN DE LAS LÁMINAS Las láminas sirven como apoyo de la palabra para cautivar la atención del niño. Si esto puede lograrse con la simple narración, no se utilicen láminas; ¡Mucho mejor! La palabra sola es siempre mucho más espiritual. Sea sobrio en el uso de las láminas. Si, por ejemplo, mostramos cuatro o cinco láminas en una clase sobrecargamos de imágenes al niño. Comenzamos con el relato y nos detenemos cuando llegamos a la escena que la lámina representa. Dejamos ahora la palabra al artista, a través de la lámina. Las láminas bíblicas no deben permanecer colgada durante todo el año en la clase como ornamentación de las paredes. No es necesario que los niños miren todo el día las imágenes religiosas. Cuando mostramos una lámina, ésta debe ser una sorpresa para toda la clase. Colgarnos la lámina con cierto respeto. En el primer momento no se dice nada. Nosotros mismos vamos a situamos al fondo de la clase, para admirar la lámina junto a los niños. Podemos dejar que uno de los niños explique un poco la lámina; después, quitamos la lámina; eventualmente, podemos volver a colgarla al final de la clase para rezar una oración o entonar un cántico ante ella. Éstas no son más que algunas sugerencias.
3.
TABLERO DE PAÑO O FRANELÓGRAFO
Otro medio con que cuenta la enseñanza religiosa es el tablero de paño. Consiste en un tablero en que se fija un paño gris o verde; sobre este se puede adherir inmediatamente toda suerte de figuras (que tienen por detrás un botón adhesivo de fieltro). Ventajas del tablero de paño sobre las láminas a. Sobre el tablero de paño se puede construir toda la escena, por ejemplo, primero la vista de la pequeña y simpática ciudad de Naím. Enseguida el cortejo fúnebre se pone en camino. Luego Jesús pasea con sus Apóstoles, por el camino. Después, Jesús toma el ataúd. Por último, el muchacho ha resucitado. Mientras vamos haciendo el relato, construimos esta escena. Por lo mismo, es mucho más dinámica y movida que las láminas comunes. La impresión que produce esta clase de láminas es también más intensa, por que los niños no la ven inmediatamente en su totalidad, como ocurre con las otras láminas. Además, el poder cambiar las figuras, las composiciones, la actitud, etc. da mucho mayor movimiento y más variación. b. Durante el repaso, los niños mismos pueden reconstruir la escena sobre el tablero del paño. Su propia fantasía se activa mucho más, ahora que ellos mismos pueden componer la escena a su modo.
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c. Fácilmente pueden combinarse entre sí figuras de escenas diferentes. d. Se pueden dar una excelente visión de conjunto y un resumen de un determinado tema. Los niños mismos pueden hacer figuras, pintarlas y recortarlas. Por detrás se les pega pequeños círculos de fieltro, para pegarlas en el paño o, de ser necesario, alrededor, del material impreso. Este material hecho por ellos mismos da mucha satisfacción a los niños.
4.
LAS PROYECCIONES
Los niños viven intensamente la película, y están muy activamente relacionados con los acontecimientos representados sobre la pantalla. Se trasladan totalmente a la situación, y no son espectadores neutrales, sino actores. Todos los sentimientos de tristeza, alegría, angustia, etc. vibran en su interior, porque se identifican con los actores. Lo que se puede decir respecto de una película, vale también en alguna medida respecto de las proyecciones con diapositivas. El niño no es pasivo, sino que vive la escena. La experiencia ha demostrado que en los niños -y en la mayoría de las veces también en los adultosla impresión visual penetra más profundamente que la impresión auditiva. Los niños recuerdan mucho más largamente lo que han visto, sobre todo, al tratarse de la imagen fija de la diapositiva, aún en los más pequeños detalles que lo que han oído. Además la imagen luminosa -en especial por los colores-, crea en la clase oscura más atmósfera y vida que la lámina o el relato. Frente a esta ventajas se presenta la desventaja de que la proyección de la diapositiva puede impresionar demasiado a los sentidos, cosa que no ocurre con la transmisión más espiritual hecha por medio de la palabra. a.
El lenguaje propio de las proyecciones
Las diapositivas tienen un lenguaje totalmente propio. La característica de la imagen proyectada es precisamente que habla y anuncia de un modo propio y particular. No puede explicarse con palabras lo que debe producir una imagen proyectada. Por eso no debernos hablar demasiado durante las proyecciones. Es la imagen misma la que debe hablar. A menudo la falla de los productores está en que presentan una cantidad demasiado grande de imágenes, que son demasiado poco sugestivas. La mayoría de las veces, las diapositivas son sólo material ilustrativo, hacen ver una vez más sobre la pantalla, lo que ya se dijo con la palabra. En realidad, las imágenes no traen aquí ninguna novedad, y no tienen un lenguaje propio. La falla de quienes proyectan está en que explican demasiado las imágenes. También podríamos decirlo así: las diapositivas son demasiado documentales y demasiado poco catequísticas. Sugieren demasiado poco el significado de los hechos. Se puede llegar a un lenguaje genuinamente catequístico por medio de: Secuencias de imágenes: las manos de Jesús parten el pan en la multiplicación de los panes. Se repite la imagen en la Ultima Cena. O el Pastor conduce sus ovejas al redil. Imagen siguiente: los fieles se dirigen a la Iglesia el domingo por la mañana. Primeros planos: por ejemplo la mano de Jesús sobre la cabeza de un niño.
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Imágenes sugestivas: presentar primero a María Magdalena a los pies de Jesús; después, María Magdalena, alegre y feliz camino de su casa después de su visita a Jesús. Sobriedad en la imagen: Cuantos menos detalles tanto mejor. De lo contrario, con demasiada facilidad los niños se pierden en lo accidental. En las clases inferiores es deseable un poco más de detalles. Concentración de la imagen: no es necesario que en el lavabo de la Misa, el sacerdote y el monaguillo salgan de cuerpo entero y muy apuestos. Toda la atención debe concentrarse en la acción. Los textos de las imágenes no deben explicar lo que ya se puede ver. Si la imagen muestra a María visitando a su prima Isabel, es redundante escribir debajo ''María visita a su prima Isabel". Pero la imagen se hace más sugestiva mediante el texto: "¡Mi alma glorifica al Señor!". Esto mismo vale también para lo que digamos. No necesitamos decir lo que ya se puede ver. Las proyecciones documentales, por ejemplo sobre Tierra Santa, son ante todo reportajes, y por lo mismo pueden representar muchos detalles. Éstas son ante todo ilustrativas. Sin embargo también una fotografía documental, por ejemplo de la escalera de piedra que conduce al monte de Los Olivos, puede ser muy sugestiva, según como haya sido tomada. b.
La proyección de diapositivas y películas: Criterios Fundamentales
Las proyecciones deben ser algo fuera de lo normal. No pueden ni deben hacerse demasiado frecuentes. Es muy deseable sobre todo en tiempos especiales del Ano Litúrgico (Adviento, Semana Santa, etc.) Las proyecciones no pueden ni deben verse corno sustitutos de un encuentro18 catequístico, sino más bien como resumen de una serie de ellos. No deben mostrarse demasiadas imágenes. Si mostramos la vida de Cristo, no tiene sentido presentar veintitrés milagros, uno tras otro. Es mucho mejor mostrar sólo unos pocos milagros. Demasiadas imágenes inquietan al niño, dan la impresión de ser un reportaje y tienen poco valor catequístico. Desgraciadamente, la mayoría de las proyecciones dan sólo dos o tres imágenes, a veces, una, de un determinado acontecimiento. Será mucho más fructífera si presentara una serie de imágenes sobre un solo milagro. De esta manera el hecho puede penetrar mucho más profundamente en los niños. Los niños deben participar activamente en la escena representada. Dejadlos señalar una u otra cosa y decir lo que les ha llamado particularmente la atención. De vez en cuando se puede rezar con toda la clase durante un instante, en voz alta o en silencio, o se puede entonar un cántico, ante una Imagen determinada. Lamentablemente en la actualidad abundan las films y los audiovisuales que no presentan la doctrina cristiana con fidelidad o lo hacen de un modo demasiado superficial o sensible, ya sea por la imagen, los guiones, o la música.
18 Llamamos Encuentro Catequístico‖, a la clase en la que se enseña el catecismo. El Papa Juan Pablo II al hablar de la finalidad última de la catequesis dice: ― La finalidad última de la catequesis no sólo es poner en contacto, si no en ―Comunión ― con el Misterio de Dios escondido a las generaciones pasadas y ahora revelado a los santos por medio de Jesucristo (Catechesi Tradendae, 1979).
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INSTITUTO DIOCESANO DE CATEQUESIS
SAN PÍO X DIÓCESIS DE SAN LUIS
METODOLOGÍA
DE LA CATEQUESIS I
UNIDAD V ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE 2ª PARTE
A. CÓMO FORMULAR Y RESPONDER PREGUNTAS B.
ACTIVIDADES PARA LA “EXPRESIÓN” DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA
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A. 1.
FORMULACIÓN DE PREGUNTAS
PREGUNTAS DEL SACERDOTE O DEL CATEQUISTA Debemos distinguir bien dos especies de preguntas: a. Preguntas de control, para ver si los niños han comprendido bien nuestra explicación. No debemos hacer demasiado a menudo estas preguntas. b. Preguntas para despertar el interés, para invitar al niño a pensar por sí mismo, a descubrir, a tomar una decisión y a aportar elementos para la elaboración de la lección: ―¿Quién ha visto alguna vez bautizar a un niño? ¿Qué es lo que te pareció mas hermoso, en la ceremonia?‖ ―¿Que responderías a una amiguita que te dice: ―en el salón comedor de tu tren, es mejor no rezar antes de comer, ¡resulta tan raro!‖?
Sobre todo al comienzo de la clase, cuando debe reunirse el material y despertarse el interés y también al final de la clase, en la aplicación, debe tratarse de llegar a un diálogo. Interrogar es una excelente forma de individualización. La explicación general del tema debe ser elaborada personalmente por cada niño, para poder responder a las preguntas. Al interrogar, puede uno adaptarse plenamente al carácter y a la inteligencia de cada niño. Interrogue de modo que el niño deba pensar y reflexionar. Las preguntas a las cuales los alumnos puedan dar una respuesta aprendida de memoria o responder con la formulación utilizada poco antes en la explicación, sólo son dirigidas a la memoria, y no obligan al niño a reelaborar el asunto. Por lo tanto, la pregunta debe acercarse al tema desde un punto de vista diferente del ya tratado en la explicación o en la respuestas del Catecismo. Las preguntas deben dirigirse a toda la clase, y no a un solo alumno, porque de lo contrario los demás no piensan. Pero, de vez en cuando, se puede insistir con más preguntas hechas a un mismo alumno. No pregunte solamente a los niños inteligentes y desenvueltos, también los tímidos deben participar en el coloquio. Pero poco a poco. No pregunte solamente a los niños que se sientan en los primeros bancos o a los que se sientan en los últimos. ¡Por supuesto que no debemos tener alumnos preferidos! No haga preguntas a las que se puede responder con un si o un no. Por que para contestarlas los alumnos no piensan sino que adivinan: cincuenta por ciento de posibilidades. Los niños que conocen la respuesta deben levantar la mano. No deben hablar antes de que les llegue el turno, ni hablar todos a la vez. Cuando un alumno comienza a dar la respuesta, todas las manos se bajan. Es más tranquilizador. La pregunta debe ser planteada breve y claramente, en términos adaptados al niño. Las preguntas formuladas de modo demasiado difícil, pueden acobardar al niño, que en realidad ha comprendido bien la lección pero no sabe responder. No haga preguntas engañosas a los niños, para hacerlos caer en la trampa; ni las haga en tono que sugiera una respuesta afirmativa, cuando debe ser negativa. La pregunta debe ser gramaticalmente correcta. Por lo tanto no del tipo:―-Jesús ha nacido,¿dónde?-‖ No haga preguntas inútiles, cuya respuesta es evidente: ―-¿Te gustaría ir al cielo?-‖ ―-¿Amas mucho a Jesús?-‖ No diga inmediatamente si la respuesta es exacta o errónea. Explore antes un poco la clase, y haga algunos sondeos. Recién entonces diga si la respuesta es correcta o no. También pueden escribirse las
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distintas respuestas sobre el pizarrón; las erróneas se van borrando, a medida que se van indicando los motivos. Las preguntas no deben plantearse de modo que ya pongamos la respuesta en boca de los niños. Trate de encontrar siempre, en toda respuesta, algo bueno; no rechace nunca una respuesta cien por ciento. Una maestra preguntó: ―- María, ¿Qué celebramos el día de Pascua?-. Respuesta: -―Que Jesús vino a la tierra‖-. La Maestra: ―- Bueno, María, la respuesta no está del todo bien; es por que te confundes con otra fiesta importante. ¿Cuál? Claro. Navidad. Pero ahora vamos a hablar un poco de Pascua‖-, etc. Ante todo, ¡Anímelos! Cuando la respuesta es errónea, nunca debemos mostrarnos enojados, irónicos o sarcásticos. Esto haría que el niño se encierre en sí mismo. Enseñe al niño a repetir en la respuesta el núcleo central de la pregunta. No haga demasiadas preguntas. También el anuncio directo debe tener su lugar. Deje que los niños se contesten, en lo posible, mutuamente las preguntas. Tampoco aquí debe decirse inmediatamente si la respuesta es correcta o no, sino que se debe dejar que otros alumnos den su juicio. Espere pacientemente la respuesta, y de tiempo a pensar. Hay niños llamados de ―reacción primaria‖ que comprenden inmediatamente la pregunta y responden enseguida. Los niños de ―reacción secundaria‖ no comprenden inmediatamente la pregunta. A veces es necesario plantearla dos o tres veces. Si se tiene un poco de paciencia, se recibe finalmente una respuesta igualmente correcta. 2.
PREGUNTAS DE LOS ALUMNOS
Una explicación clara del tema previene muchas preguntas superfluas. Cuando los alumnos no hacen ninguna pregunta, muy probablemente la clase no ha sido demasiado buena. No corte demasiado pronto las preguntas. El interés decae entonces rápidamente, y los niños se encierran en sí mismos. Sólo durante un relato o durante la exposición estricta, no deben permitirse las preguntas. Los niños deben asumir entonces la posición de escuchas. No debe permitirse que se hagan demasiadas preguntas. En esos casos, los niños miran demasiado al saber. Hacer preguntas no debe transformarse en un deporte; debe ser siempre una conversación. Cuando los niños hacen preguntas sin sentido, se continúa sin responder, como si nada hubiese preguntado. Se deben tomar en consideración las preguntas, hasta tanto se note que son realmente preguntas. Las preguntas de los niños deben tomarse siempre en serio, aunque sean tontas e insignificantes. Nunca debemos reírnos ante preguntas ridículas, como por ejemplo: -―Señorita ¿Qué se debe hacer para ser hermana? A través de las preguntas, debemos tratar de descubrir como ha sido nuestra enseñanza. Es preciso resolver las objeciones, antes de continuar con el tema. Las preguntas tratadas con seriedad estimulan a un mayor interés. A veces es bueno hacer que un alumno que ha planteado una pregunta, proponga él mismo la respuesta que le parece apropiada. Después, otro alumno podrá dar la respuesta.
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Sobre todo en la clase de doctrina moral se hacen muchas preguntas. Los niños buscan normas fijas para su conducta, y por eso les gusta hacer casuística (sobre todo en 5º y 6º grado). No debemos consentir demasiado en esto. Es necesario que seamos sumamente prudentes al responder ciertas preguntas, y sobre todo, que tratemos de descubrir por qué un determinado alumno hace precisamente esa pregunta. Una niña cuyo padre solía llegar a casa borracho, preguntó: -¿Emborracharse es pecado mortal?. El Sacerdote comenzó por responder: ―Cuando veis que las personas mayores hacen algo grave, no debéis decir enseguida: ése hombre ha cometido un pecado mortal. Eso sería mirar la parte exterior. Del interior de un hombre no sabéis, por lo general, mucho. Por lo tanto, tampoco debéis juzgarlo. Cuando veis a una persona ebria, es bien posible que sus amigos le hayan emborrachado. En ese caso, los amigos son mucho más culpables que él mismo. Cuando alguien toma deliberadamente demasiado, entonces es pecado grave‖. Ante tales preguntas se nos plantea siempre la gran dificultad de que, por una parte, queremos dar la norma justa para toda la clase, y por otra, no queremos herir a determinados niños. En 6º grado, puede ser útil un buzón de preguntas. A menudo los tímidos se atreven a plantear sus preguntas, a través de esta vía anónima. Se pueden entregar sin firma. De vez en cuando se puede dedicar una clase o parte de una clase a tratar esas preguntas. Las preguntas ―delicadas‖ ofrecen a veces una dificultad particular. A menudo, los niños buscan la explicación de palabras que han oído en algún lugar: ― -¿Qué es una partera?‖. ―-¿Casarse los sacerdotes?‖ Ante esas preguntas nunca debemos turbarnos. Al contestarlas debemos tener bien en cuenta cuatro puntos: 1.
Debemos decir siempre la verdad. No es necesario decir toda la verdad. Decir que a los niños los trae la cigüeña, no es verdad. Decir que Dios da el niño a la madre, es verdad parcial. Así también: ―Dios coloca el niño en una cunita viviente que ha preparado en la madre‖. Los niños no deben descubrir jamás que los hemos engañado.
2.
A veces podremos dar una respuesta muy apropiada, señalando solamente el significado religioso, sin explicar la acción física. En 5º grado, una niña preguntó: - ―¿Qué es exactamente la circuncisión?‖. El Sacerdote respondió: - ―Era para los judíos lo mismo que para nosotros el bautismo. Solo un judío circuncidado pertenecía al pueblo de Dios‖ etc.
3.
A veces puede ser necesario responder: “Ahora no puedo explicarles eso. Todavía sois demasiado jóvenes”. A un alumno determinado puede responderse: ―Ahora, difícilmente puedo contestarte. Interrumpiría la lección, pero después de clase, te lo explicaré tranquilamente.”
4.
Así se preguntan por ejemplo, detalles históricos, que realmente no conocemos, podemos contestar tranquilamente: “Realmente no lo sé. Lo estudiaré en casa, y la próxima vez le daré la respuesta.”.
A veces es bueno emplear una clase entera en la conversación. Los alumnos podrán tener entonces la iniciativa. Pero de vez en cuando debemos retomar nosotros las riendas, para dirigir bien el conjunto. Semejante conversación, en la cual los alumnos preguntan y se responden mutuamente, puede ser una forma muy divertida de repaso.
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B. 1.
ACTIVIDADES DE EXPRESIÓN DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA LA ORACIÓN
Como primera forma de la expresión religiosa, nombraremos la oración. La celebración catequística, como profesión comunitaria de fe, es en realidad una extensa forma de oración. Lógicamente no es posible con el actual programa hacer una celebración después de cada clase. Sin embargo, cada clase de religión puede y debe expresarse, en mayor o menor medida, en una cierta profesión de fe.
El fin de la enseñanza religiosa, es la nutrición de la fe. En la práctica, esto significa ante todo llevar al niño a la oración. Esta oración puede tener lugar bien durante la clase, bien al final de la misma. Si no hemos enseñado al niño a rezar verdaderamente, podremos dudar seriamente del valor de nuestra enseñanza religiosa.
a. Influencia del medio ambiente A menudo, los cuidados del Sacerdote y del catequista para formar en el niño una sana vida de oración, obtienen pocos resultados, por que no hay cooperación por parte de los padres. El niño depende muchísimo de ellos en su vivencia religiosa. Un niño es por naturaleza muy religioso. Puesto en condiciones favorables a su desarrollo psíquico, el niño nos revela que la oración es en él instintiva, - que por lo tanto, no es preciso enseñársela -, pero es muy diferente de la oración de las personas mayores. Pero así como en el desarrollo de sus facultades naturales, de su conducta moral, etc., también en la vida de oración del niño el medio ambiente ejercerá una gran influencia. Si la familia es religiosa, el Sacerdote y el catequista se hallan casi impotentes. Con más razón le corresponde la tarea de unir la instrucción religiosa y la educación religiosa. A esto se agrega que, aparte de la familia, también el resto del medio de vida no es a menudo muy favorable al desarrollo de la vida de oración. La vida, sobre todo en una gran ciudad, es ruidosa y agitada; radio, películas, televisión y otros medios de diversión llevan a los niños de una sensación a otra. Hay poco espacio para el silencio, la paz y la concentración que son tan necesarios a la oración. La juventud moderna es nerviosa y agitada, aún en la Iglesia. Los niños son negligentes y descuidados, también en su vida religiosa. b.
Tarea de los Sacerdotes y catequistas
1. Mediante reuniones para padres, periódicos, etc. debemos exhortar a los padres a preocuparse por la educación religiosa de sus hijos, y sobre todo por la educación en la oración. Podemos ayudarles con consejos sobre las diversas posibilidades y formas de la oración en familia, y las diversas clases de buenos libros para niños. De este modo sigue una sola línea en la educación religiosa, tanto en la escuela como en la casa, y disminuye el peligro de que el niño note una fractura entre lo que se enseña en la escuela y lo que sus padres hacen en casa. 2.
El modo de rezar del niño corresponde a la idea que tiene de Dios.
Educar en el niño una correcta imagen de Dios, es la primera tarea a realizar por Sacerdotes y catequistas, para llevar al niño a una buena oración. En su vida de oración no solo es importante que el
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niño sea subjetivamente conmovido, sino también que su oración tenga buen contenido objetivo. Por ello sí es necesario que la oración esté adaptada a la psicología del niño, también es preciso que sea dogmáticamente correcta. Solo podemos pensar que la oración será fructífera, cuando ambos elementos se hallan presentes. Al decir ―oración dogmáticamente correcta‖ no entendemos naturalmente, una oración con fórmulas tecnológicas indigeribles; pero sí, que el niño no se dirija por ejemplo a Dios, como alguien que lo amenaza; que no rece siempre al pequeño Jesús; que aprenda a dirigirse también al Padre: que no solo pida, sino que llegue también a la oración y acción de gracias. La primera condición para que el contenido de la oración sea bueno es que el niño posea una idea correcta de Dios. En este sentido, todas nuestras clases de religión son, indirectamente, pedagogía de la oración. 3. Puede ocurrir que un niño sienta aversión por lo religioso y por la oración, porque su familia es “a-religiosa”. Esta aversión puede surgir también por malas clases de religión, o por ejercicios de piedad mal dirigidos. Además semejante aversión puede nacer cuando el niño recibe, en su casa o en la escuela, una supernutrición religiosa. Si los padres son culpables en este aspecto, es nuestro deber señalarles las funestas consecuencias de semejantes abusos. Asimismo debemos cuidar que no se hagan, ni en la escuela, ni en la iglesia, practicas de piedad demasiado largas e inadecuadas. c.
Formas de oración
Oración espontánea Se puede dejar que los niños la hagan ellos mismos, en silencio. En las clases inferiores, se puede hacer que uno de los niños rece espontáneamente, en voz alta. El mismo Sacerdote o el catequista bien puede rezar en voz alta una oración espontánea. Los niños se unen silenciosamente a su oración, o repiten en voz alta cada frase. Para hacer esto se requiere un poco de preparación. Si hacemos esto regularmente, al final de la clase de religión, año tras año, los niños aprenden espontáneamente a rezar también con palabras propias, y no sólo con fórmulas aprendidas de memoria. Más fácilmente pasarán a la oración espontánea aun cuando estén solos, por ej. en la oración de la noche, en la iglesia, etc. La Oración con fórmulas Lo que acabamos de decir, no excluye que enseñemos también a los niños las oraciones vocales fijas (Padre Nuestro, Avemaría, actos de fe, esperanza y caridad, etc.). Pueden hacerse rezar en común, o por uno de los niños. A veces, el Sacerdote solo o el catequista pueden rezarlas en voz alta, lenta y reverentemente, en tono natural. ¡De ningún modo ha de permitirse que estas oraciones se reciten en ―un trueno‖! Las oraciones cotidianas deben repasarse regularmente. Es aconsejable explicar estas oraciones en sus partes, de modo que los alumnos aprendan a comprender mejor su sentido. Además, podemos dar a estas oraciones un relieve determinado, con relación a una fiesta o al tiempo del Año Litúrgico. Así en el domingo dedicado a las misiones, señalamos el ―venga a nos tu Reino‖ del Padre Nuestro; en Adviento el ―Madre de Dios‖ del Avemaría. Oraciones litúrgicas Son de especialísima importancia en la pedagogía de la oración. Presentan la ventaja de que: poseen una mayor objetividad, son dogmáticamente correctas, nunca sentimentales o infantiles, y poco a poco, hacen sentir a los niños el “estilo litúrgico”.
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Estas oraciones pueden acompañarse de sencillos gestos, que enseñan más aún al niño a descubrir su sentido. Las oraciones invariables de la Misa ofrecen excelente material de oración para el cierre de la clase de religión. Podemos terminar muy adecuadamente una clase con el rezo de una oración o un himno. Es aconsejable conservar el estilo litúrgico aún en la oración espontánea, mediante la elección de las palabras, el dirigir la oración al Padre, y cerrarla con la cláusula litúrgica: ―por Jesucristo, tu Hijo etc.‖
Es de notar que la Iglesia nunca ha aprobándolas fórmulas especialmente adaptadas para los niños. Desde el día en que decidió bautizar a los recién nacidos, hasta el día en que el Papa Pío X anticipaba la edad de la primera comunión, la Iglesia, al dirigirse a los niños, ha conservado siempre sus textos litúrgicos en su integridad, tal como habían sido redactados para los adultos. De este modo la oración litúrgica es siempre válida para todas las edades, y si se las enseñan a los niños en su periodo de sensibilidad al lenguaje, les servirá de apoyo y de “viático” para todo el curso de su existencia.
Enseñemos también a los niños, por ej., las oraciones litúrgicas para antes y después de las comidas. Con el tiempo, se rezarán también en familia. Debemos seguir también el tiempo del Año Litúrgico, si bien no es necesario que lo hagamos siempre con los textos litúrgicos. Así, por ejemplo, en las últimas semanas de la Cuaresma, podemos meditar, como oración, una de las estaciones del Vía Crucis. Oraciones de las Sagradas Escrituras Las Sagradas escrituras no sirven solo como enseñanza. Es también un libro de oración. Sobre todo los Salmos ofrecen abundante material para la oración, apropiado aún para los niños. ¿Por qué no empezar nuestras clases y terminarlas, rezando cada vez un fragmento distinto tomado de los Salmos? Una vez que se haya reunido una serie de oraciones tomadas de las Sagradas Escrituras, puede variarse cada vez y después de un tiempo volver a comenzar con el ciclo. Se da el texto del Salmo a cada niño, o se lo escribe en el pizarrón, o bien, se reza el Salmo en voz alta dejando que los niños nos acompañen voz alta o en silencio. Lógicamente los niños no comprenderán el sentido pleno de estas oraciones. ¡No importa! Basta con que experimenten la solemnidad de estos textos sagrados, y perciban así, en alguna medida, por la oración, la santidad de Dios. Damos aquí un ejemplo. El Salmo 137 es muy apropiado como acción de gracias: ―Quiero alabarte ¡oh Yahvéh!, con todo mi corazón, Por que escuchaste la palabra de mi boca. Te cantaré salmos entre los ángeles. Me prosternaré hacia tu santo templo, Y cantaré tu nombre, Por tu misericordia y tu fidelidad. Has hecho indeciblemente más De lo que habías prometido. Y cuando te invoqué, me oíste, ¡Grande es ciertamente la gloria de Yahvéh! Excelso Yahvéh, atiende al humilde. Cuando estoy en medio del peligro, preservas mi vida.
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Extiendes tu mano contra la ira de mis enemigos Y tu diestra me salva. Quiero alabarte ¡oh Yahvéh!, con todo mi corazón‖. Otra forma muy apropiada de oración, es la oración con antífonas. Esto puede hacerse por ejemplo con el salmo(136) 135, la letanía de los beneficios recibidos de Dios. Se eligen los versículos más hermosos (todo el Salmo es demasiado largo), y se los recita. Después de cada versículo, los alumnos pueden repetir la antífona: ―¡Alabad a Yhavéh, por que es bueno: por que es eterna su misericordia! Al que es el único en hacer grandes maravillas, Al que hizo sabiamente los cielos, Al que afirmó la tierra sobre las aguas, Al que hizo los grandes luminares, El sol, para dominar el día, La luna para dominar la noche Al que dividió en partes el Mar Rojo, Y llevó a Israel por medio de él, Y sumergió al Faraón y su ejército en el Mar Rojo. Al que condujo a su pueblo por el desierto, Y les dio las tierras en heredad. Que en nuestra humillación se acordó de nosotros, Y nos libró de nuestros enemigos. Que da aliento a todo lo que vive. Alabad al Dios del cielo‖. Es sumamente importante que durante la oración -como durante toda la clase- reine una gran tranquilidad, y que haya a veces momentos de absoluto silencio, para dejar que el texto penetre profundamente. Oraciones y celebraciones Como ya dijimos, la celebración catequística es una forma muy conveniente de oración. También es posible hacer, al final de la clase, una celebración en forma abreviada. Esta forma de oración consiste en una combinación de la oración litúrgica y la bíblica. El esquema de semejante de semejante celebración puede ser el siguiente: 1º Señalar el tema de la oración 2º Cánticos de apertura. 3º Lectura de las Sagradas Escrituras. 4º Silencio durante algunos instantes. 5º Rezo u oración en común. 6º Cánticos de clausura. Oración en forma de letanía El sacerdote o el catequista reza la invocación, en tanto los alumnos contestan cada vez lo mismo. Por Ejemplo: Catequista: Alumnos:
“Padre Celestial, que nos has dado a tu Hijo” “Te alabamos y te damos gracias”
A veces también se puede introducir alguna variante en las respuestas.
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Es muy formativo para los alumnos, el componer ellos mismos una letanía, por ejemplo, en honor del Espíritu Santo. Para ello, pueden recurrir al misal, a los Evangelios, al catecismo, etc. Algunos de los trabajos mejores, se pueden rezar parcialmente en voz alta. La letanía ofrece la ventaja de que da una breve síntesis del misterio tratado, y de que, por la repetición de las respuestas, la oración penetra más profundamente en el niño. Oración escrita Se narra un relato evangélico, por ejemplo, la curación del ciego. Luego se pregunta: -―Si vosotros hubierais sido ese ciego, ¿qué es lo que hubierais dicho a Jesús? Escribidlo‖. También puede hacerse componer una oración por toda la clase en común. Cada frase es juzgada y escrita sobre el pizarrón. Después, la oración es rezada por toda la clase. A veces, de esta forma, se componen oraciones muy valiosas. También es posible lograr que los niños compongan pequeños libros de oraciones propias, o que, por ejemplo, hagan en común la oraciones que se rezarán durante la Misa de los niños. Oración en forma de meditación Esta forma de oración comienza con la contemplación de una lámina que representa un hecho bíblico, por Ej. Moisés ante la zarza ardiente; la celebración del banquete pascual; la multiplicación de los panes; la curación de un ciego; etc. Es importante que las láminas utilizadas valgan tanto desde el punto de vista artístico como religioso. Primeramente se deja que los niños contemplen tranquilamente la lámina. Una vez que los alumnos han entrado suficientemente con su fantasía en la escena representada, se da una explicación sobria, en tono meditativo. Se trata de descubrir los sentimientos de las personas que se hallan representadas, qué palabras se dijeron, qué hechos realizaron. Se trata de que los alumnos se identifiquen casi con una de esas personas, y participen totalmente de la situación. A continuación, se relaciona el acontecimiento evangélico con el tiempo actual, por ej.: -―También nuestros ojos están ciegos. Jesús quiere curarnos. Nos da la luz de la fe‖. Por último, se hace que los alumnos den su respuesta, bajo forma de oración de acción de gracias, acto de contrición, súplicas, etc. Para esta oración, se indica cuidadosamente el tema. Se deja que los alumnos se recojan en silencio durante unos instantes. Al final, se resume su oración en una breve oración improvisada, que se reza en voz alta. Esta forma de oración se asemeja de alguna manera a la que se utiliza el Viernes Santo: el Sacerdote señala la intención de la oración; sigue un momento de silencio para la oración personal que coincide con la pausa del ―nos ponemos de rodillas‖. Después el Sacerdote resume en voz alta la oración personal de los fieles, en una breve fórmula. Indicaciones Prácticas 1.
No hablar demasiado de la oración; la regla de oro es aquí: hacer. Es ciertamente necesario que hagamos tomar a los alumnos una actitud reverente durante la oración. Si es posible lo hacemos estar de pie durante la oración. Si nosotros rezamos siempre con mucha reverencia, con los ojos cerrados (sin mirar continuamente en torno para ver si los alumnos rezan con devoción), con dignidad y recogimiento, con el tiempo esto producirá una impresión muy profunda en los alumnos.
2.
No se debe rezar demasiado en la escuela.
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Se puede rezar por la mañana, al comenzar, y al mediodía al terminar las demás veces, bastará con la señal de la cruz.
clases. Las
La oración de la mañana y de la noche no debe rezarse regularmente en la escuela. Pero es útil hacerlo de vez en cuando, para que los niños que no rezan en su casa, no olviden totalmente las fórmulas de estas oraciones. Tampoco debe rezarse la oración de la mañana al comienzo de la Misa. Los niños deben aprender a hacerlo en sus casas. 3.
Es muy deseable que las oraciones se varíen mucho. (El verbalismo en la oración de los niños, es a menudo consternarte). Se puede rezar un fragmento de un salmo, una oración improvisada, un cántico; a veces se comienza la clase con un instante de silencio, para que los niños recen al Espíritu Santo cada uno por su cuenta.
4.
Por la mañana, al comienzo de las clases, no debe comenzarse inmediatamente con la oración. Primero se deja que los niños se tranquilicen un poco, se crea un clima comentando algo del día que comienza, se dice algo sobre la intención de la oración, y luego, por fin, se pasa a la verdadera oración.
5.
Nunca se comienza a rezar sin que haya absoluto silencio en la clase y que los niños hayan adoptado una actitud reverente. Nunca se trate de conseguir silencio comenzando a rezar.
6.
El respeto por la oración puede despertarse señalando a los niños que nos ponemos en presencia de Dios, quien nos mira. Subrayamos sobre todo la actitud interior, que es exigida por una determinada oración (adoración, constricción, agradecimiento, etc.)
7.
No debemos hacer rezar a los niños, sino rezar con ellos.
8.
Nunca se debe hacer rezar nuevamente al niño como castigo. Los más pequeños se abren fácilmente a la oración de admiración y agradecimiento. Cuando son algo más grandes, la oración de súplica adquiere también importancia; a menudo piden cosas muy materiales. Por un lado debemos adaptarnos a su mentalidad, por otro lado también debemos tratar de hacer su oración más espiritual, y de relacionarla armónicamente con la oración de alabanza o de agradecimiento.
Oraciones tomadas del catecismo Muchas respuestas del catecismo se prestan a ser transformadas en oraciones. Si se deja hacer esto a los niños, a menudo la respuesta del catecismo adquirirá un valor mucho mayor para el niño. Oración a elección A menudo podemos dejar en manos de los niños la elección de la oración: ―¿Qué rezaremos ahora?‖ También se puede dejar que los niños determinen la intención de la oración, haciendo rezar a los niños regularmente en voz alta, utilizando un libro de oraciones. Oración cantada Sobre el canto como excelente forma de oración, El Padrenuestro y el Avemaría pueden ser cantado por los niños, sobre una melodía muy sencilla.
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C.
LA DRAMATIZACIÓN
Así como el niño, al escuchar un relato, es llevado por la acción, imaginándose continuamente qué habría hecho o dicho de ser tal o cual persona, del mismo modo, el niño expresa esos sentimientos y deseos en la dramatización, en la que él mismo se ha asignado un papel, o en la que el grupo le ha asignado un lugar. En esta dramatización el niño expresa y vive más intensamente su posición frente a aquellos valores, frente a Dios. Probablemente, ésta es la causa del fenómeno de que el drama haya sido, desde los tiempos más remotos, el medio preferido para la expresión religiosa del hombre 1.
Valor de la dramatización
Junto con la celebración catequística, la dramatización es una de las formas más importante de la expresión religiosa. En comparación con la expresión gráfica y plástica (dibujo, pintura, trabajos manuales, etc), la dramatización merece la preferencia, porque ofrece más posibilidades para la formación religiosa de toda la personalidad y presenta menos peligro de perderse en la materia. En ―Creative Dramatics‖, del Dr. Fortmann un articulo muy digno de ser leído, el autor señala las siguientes ventajas que ofrece la representación libre: 1.- Fantasía creadora y desarrollo de la experiencia. 2.- Expresión personal (¡que pocos son capaces de dar forma a lo que sienten!) 3.- Educación del trabajo en equipo. 4.- Influjo sobre la vida afectiva. 5.- Síntesis de la materia de estudio (historia, geografía, trabajo manual, lengua, música, etc.) 6.- Cambio de opiniones, 7.- Ejercitación del comportamiento ante situaciones nuevas. Demasiado tiempo hace que nuestra enseñanza religiosa lleva un carácter intelectualista. A principio de este siglo, en Inglaterra, se comenzó a hacer representar espontáneamente un relato bíblico por los niños. En la actuación espontánea, el niño no tiene entre manos un material muerto para modelar, sino su propio cuerpo viviente. Se introduce en la situación, se identifica con la persona que debe representar; al actuar, toda la afectividad del niño vibra con los valores religiosos que se expresan en las diversas situaciones de la dramatización. El niño se siente personalmente interesado en los misterios representados. “En su actuación el niño se encuentra con Dios”. No se alcanza de este modo la vida afectiva del niño, sino que también el conocimiento se enriquece. El niño comprende mejor y recuerda más tiempo lo que una vez ha representado. Muy justamente señala J Van Mierlo: ―Quien ha visto representar una vez un relato bíblico en un ambiente adecuado, ya no cree que la representación es un rompimiento con lo sagrado. Y lo que es más: junto a todas las ventajas que se han descubierto en la representación de relatos comunes, como por ej., enriquecimiento de la lengua, formación del carácter, desarrollo de la fantasía y de la libertad de movimiento, sobresalen dos, que son precisamente de especial importancia al tratarse de la Biblia la vivencia es más intensa, el recuerdo será más tenaz. Además, hay cosas que no pueden expresarse con palabras, pero que pueden representarse‖. Creemos que en la dramatización la vivencia es mas intensa, por que aquí la experiencia es más profunda que cuando se trata simplemente de escuchar o ver. La representación libre no sólo estimula el poder creativo del niño, sino que también ofrece una especial oportunidad para el desarrollo de la persona. Por una parte, en la dramatización se expresa
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con más fuerza la experiencia individual, pero por otra parte, ―en su actuación, el niño debe adaptarse a los demás y a su modo de sentir. Participa en la común experiencia de entusiasmo por cuanto Dios ha hecho. Individuo y comunidad reciben aquí el lugar que les corresponde‖ Directivas para la práctica 1. Para una buena dramatización es indispensable una buena enseñanza religiosa. Si nuestro anuncio de la fe es árido e intelectualista, no llega a la afectividad del niño, y en consecuencia, éste no sentirá ningún impulso hacia la verdadera expresión. 2. Si los niños no están acostumbrados, desde las clases inferiores a representar, no debemos comenzar de golpe en las clases superiores, sino poco a poco. Primero, hacemos representar libremente a los alumnos en algunas materias profanas (lenguaje, Historia; etc.) Es preferible no elegir escenas cómicas, por que de lo contrario lo cómico se relaciona demasiado con la dramatización. Será difícil crear después un clima sagrado en las dramatizaciones de la clase de religión. 3. Para las primeras veces, elíjase a los niños más tranquilos: la posibilidad de éxito será mayor. Con el tiempo les llegara el turno a todos los alumnos. No se elijan siempre a los mejores actores para los papeles principales. También los más tímidos deben tomar parte; la primera vez pueden hacer de acompañantes o de coro, la segunda, pueden decir una o dos frases, etc. 4. En lo posible se hace participar a toda la clase (como pueblo, como apóstoles, como ―columnas del Templo‖, por Ej. en el relato del publicano y del fariseo, etc). Los niños no deben ser, en lo posible, meros espectadores. 5. Por su sentido de lo social, el niño comprende que también el papel negativo debe ser representado para hacer posible el drama como drama, y se ofrece voluntariamente (¡no obligarlo jamás; antes, es mejor que el maestro mismo interprete el papel!). Intuitivamente comprende, aunque se identifique tanto con su papel, que la representación no es más que representación. No queda sobre él sombra alguna por que haya interpretado el papel de Simón el mago; además cada vez representamos relatos distintos, y en ellos el niño recibe cada vez un nuevo papel 6. La dramatización no debe transformarse en teatro. No debe tener nada teatral. Debe evitarse el espectáculo. Los niños deben representar entre ellos, porque les gusta, no para presentarse ante otros (padres, inspectores, huéspedes). Por eso, no es deseable que los niños aprendan de memoria los papeles. 7. Los varones, sobre todo, no se presentan tan fácilmente para la dramatización como las niñas. Por eso está terminantemente prohibido reírse de los demás. Si los niños comienzan a reírse, se espera tranquilamente un instante. Los niños se reintegraran rápidamente al drama. Aquí, mucho depende del tacto con que se lo dirija, y del ambiente que se sepa crear en la clase. Es indispensable un substrato de disciplina. Si la primera vez las cosas no salen bien, esto no es motivo para desistir. Se dejan pasar dos o tres semanas. Los niños mismos pedirán otra dramatización, y por lo mismo lo harán mucho mejor. 8. Es importante lograr en la clase una atmósfera abierta y espontánea. La mayoría de los sacerdotes y de los catequistas no se animan a empezar. No traspasan el umbral. Este umbral es un cierto temor indefinido ante el experimento. Quien ha comenzado una vez, continuará. Debemos tener más confianza en la espontaneidad del niño. Desgraciadamente un freno nos detiene: el respeto humano. El niño pequeño no conoce (todavía) este freno, no tiene temor a caer en ridículo, no se pregunta si los demás no pensarán que representación es tonta. Se entrega tal como es. Se siente más como si el mismo fuera el personaje que representa, que como representando a dicho personaje 9. La dramatización sólo debe ser una parte de nuestro método. Por eso no es aconsejable que se dramatice todas las veces. Si se abusa de ella, pronto se pierde su sentido sagrado y su encanto.
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10. Para evitar toda teatralidad, los objetos y los trajes deben ser extremadamente sobrios. Basta cualquier sugerencia. La fantasía de los niños suplantará lo demás. Disfrazarse es siempre algo especialmente divertido para los niños, y a menudo saben hacer mucho con medios muy primitivos. La regla grande debe servir como espada de Goliat, el borrador del pizarrón puede ser aceptado como la honda de David. Todas las sugerencias que los niños hagan deben ser bienvenidas, por que demuestran que la fantasía comienza a trabajar. Vale la pena pedirles que ellos mismos traigan algo, la próxima vez, para vestirse o para el decorado. A veces tienen ocurrencias originales, que ciertamente deben utilizarse. 11. Utilice toda la clase como escenario. Los niños que deben entrar más tarde en la representación, pueden estar ya preparados en el fondo. Así el conjunto permanece más tranquilo. 12. Por el carácter de improvisación, tranquilamente podemos dar indicaciones durante la representación, dictar eventualmente algunas frase cuando el niño se ha olvidado, o hacer alguna pregunta: ―¿Qué le dijo entonces ese leproso a Jesús?‖, etc. Es aconsejable que el catequista mismo desempeñe algún papel. De ese modo tendrá naturalmente entre sus manos, la dirección, la representación se hace con mayor seriedad, se puede indicar el tono y se evita más fácilmente que la dramatización fracase. Todo transcurrirá mejor si con anticipación indicamos también el espíritu y el sentido de la escena, señalamos los puntos más importantes, y determinamos netamente la sucesión de los hechos. Al leer el relato subrayamos las palabras y frases principales, o las repetimos. Explicamos un poco el carácter de determinadas personas, y hacemos que los niños mismos determinen la índole y la cantidad de los papeles, haciéndoles diversas preguntas, por ej.: ―¿Qué otra persona podría intervenir en esta escena?‖, etc. 13. Dios Padre no debe ser representado como un personaje. Una voz (preferentemente la del sacerdote o del catequista) interpreta el papel de Dios. También puede hacerse esto con la figura de Cristo, ya que muchos se oponen a que sea representada por un personaje. Pero si el ambiente es bueno en el grupo, uno de los niños puede representar la figura de Cristo. De lo contrario, nosotros mismos podemos tomar el papel. 14.
¿Cómo llevar a las clases superiores, poco a poco, hacia la representación espontánea?
* Se puede comenzar mostrando una lámina que represente un gesto típico: por Ej. Adán y Eva, profundamente agachados, de espaldas a Dios, después de la caída. Usted pregunta: -―¿En que actitud estarían antes delante de Dios? Erguidos, con dignidad. ¿Y ahora?‖. Inmediatamente hay niños que querrán demostrarlo. Deje que lo hagan desde sus bancos. Después, uno de ellos puede repetir por última vez para toda la clase: esto es ya expresión. * La vez siguiente se deja que uno de los niños relate un hecho ante toda la clase, o mejor aún: mencione usted un relato sumamente conocido: uno de los niños puede pasar al frente, a contarlo para todos. De esta manera se facilita la expresión. Y si en cada clase pasa alguno al frente, muy pronto resultará completamente natural. * Ha llegado el momento de la dramatización, (primero, en forma de pantomima). Mientras usted lee, un par de niños van representando lo que dice. Se aconseja no comenzar con un grupo demasiado grande. * Después hágalos representar sobre el texto literal del Evangelio. Algunos días antes les encomienda esta tarea, y les da un libro de los Evangelios para que puedan ensayarse. * Finalmente el último paso: el texto libre. Usted lee un pasaje de la Sagradas Escrituras, con la advertencia: -―Atended bien, porque enseguida...‖ Cuide de que los puntos principales del texto sean repetidos literalmente. Deje que los niños mismos los encuentren, y de ser necesario, escríbanlo en el pizarrón. Abra después una discusión: -―¿Qué clase de hombre era Zaqueo?; ¿Qué habría hecho?. De este
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modo usted activa su fantasía. De ser preciso, se hace anotar lo que el niño quisiera decir al interpretar el papel. Naturalmente, usted puede volver cada tanto a los primeros estadios. También éstos ofrecen ventajas especiales, y mantienen la variación. 15. Es bueno comenzar la representación, una vez terminada. Los niños mismos presentarán posibles complementos y correcciones. Después se puede hacer representar lo mismo por un grupo distinto de niños. Repeticiones ulteriores no son aconsejables, por que de lo contrario pronto desaparecería la espontaneidad, y la dramatización se convertiría en ―Teatro‖. 16. ¿Qué es lo que haremos representar? Escenas del Antiguo y Nuevo Testamento, sobre todo de la vida de Jesús y de los Hechos. Además, también aquí se puede aplicar la armonía entre ambos Testamentos: primero se representa el Banquete Pascual del Éxodo, después la Ultima Cena. O primero la resurrección del joven de Naím y después la administración del Santo Bautismo. También pueden ser representadas (en pantomima o no) situaciones de la vida de los niños, para ilustrar la vida moral cristiana. Al tratar los Sacramentos pueden hacerse representar todas las ceremonias ante la clase, mientras uno mismo dice las oraciones. 17. No siempre es necesario que los niños repitan el texto literal de la Sagrada Escritura. No pueden recordarlo todo. Ellos y los oyentes comprenden mucho mejor su propio lenguaje, y en el pueden expresarse mejor a sí mismos. Pero a veces conviene hacer decir, en los momentos más importantes, el texto literal de la Sagrada Escritura, que a menudo produce profunda impresión en los niños. Esto favorece también el surgimiento de un clima sagrado en la dramatización.
D.
EL CANTO
Antes de tratar las posibilidades gráficas y plásticas de expresión en la enseñanza religiosa, queremos consagrar nuestra atención al canto religioso. Está tan emparentado con la expresión corporal y verbal de la dramatización, que puede interesar de la misma manera a todas las personas del niño y suscitar la experiencia religiosa. No consideramos aquí la forma más libre de expresión de la improvisación infantil en música, por que ésta no es todavía tan común en la misma enseñanza de la música. Por la misma razón, no hablamos aquí del acompañamiento con instrumentos sencillos hechos por los niños mismos. Nos limitamos aquí al canto, que es para el niño la forma más natural de expresión, y que es, en la mayoría de los casos, la única posibilidad de expresión musical. Por esto, el canto es y será siempre de primordial importancia. Valor del canto religioso En todos los tiempos y en todos los pueblos, la música y el canto estuvieron estrechísimamente relacionados con la vivencia religiosa del hombre. Por su poder misterioso de suscitar la experiencia religiosa, facilita de manera especial el diálogo entre Dios y nosotros. Ya en el Antiguo Testamento vemos como el canto, y especialmente el canto comunitario (pensemos en los salmos) ocupa un lugar fundamental en la vida religiosa. Cristo mismo cantó en la Sinagoga de Nazareth, al entrar en la ciudad santa, y después de la Ultima Cena entonó el ― Gran Hallel‖. Los niños y jóvenes hebreos están tan entusiasmados por el Señor, que aún los severos fariseos no eran capaces de poner fin al canto de los niños. Conocemos la palabra de Cristo:
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―Os tocamos la flauta y no danzasteis, os cantamos lamentaciones y no llorasteis‖( Luc. 7,32). Teniendo presente la palabra de San Pablo: “La Palabra de Cristo habite en vosotros abundantemente, enseñándoos y exhortándoos unos a otros con toda sabiduría, con salmos, himnos, y cánticos espirituales, cantando y dando gracias a Dios en vuestros corazones‖( Col.3,16)., los primeros cristianos se reunían de madrugada para cantar himnos en honor al Señor resucitado. Desde los primeros tiempos de la Iglesia, el canto comunitario es un elemento importante en la Liturgia. Si nuestra catequesis desea iniciar de verdad al niño en la celebración litúrgica, deberá familiarizar a los alumnos con el canto litúrgico. Tanto el canto litúrgico como los cantos religiosos en general deberán tener, por lo tanto, un lugar importante en nuestra clases de religión. En efecto, son una forma de evangelización y oración. El canto como forma de evangelización El canto religioso es un medio excelente para hacer penetrar los valores religiosos en el hombre. La música posee en sí misma un excelente valor de evangelización. La razón de ello no reside solamente en el hecho de que el canto utiliza un lenguaje poético, que llega más al pueblo que las definiciones exactas y los argumentos claros, sino también en la repetición del canto. No se puede repetir una lección o un sermón, por hermoso que haya sido. El canto puede ser repetido siempre, y cada vez vuelve a ejercer su influencia, por lo cual poco a poco las verdades en él contenidas se van haciendo propiedad del que canta. Un buen cántico no aburre nunca, y se halla siempre en condiciones de suscitar nuestra experiencia religiosa. Cada vez que nos coloca ante las grandes verdades cristianas de la majestad de Dios, la redención de Cristo en su muerte y resurrección, la excelencia de la Santa Misa y la presencia adorable de Cristo, la grandeza de la Virgen y de los Santos de Dios. ¡Y que riqueza de verdades religiosas encierran los salmos! ¡De que modo admirable se canta en ellos la majestad y la omnipotencia de Dios, su justicia vengadora, su bondad condescendiente y su misericordia! La imagen del Mesías, el futuro Salvador y Siervo de Yahvéh se ilumina en visiones proféticas. El salmo cantado es un excelente medio de evangelización. El canto como oración El canto religioso está emparentado con la oración. Es sólo una forma más libre de oración, más libre por cuanto las más de las veces no representa una confrontación inmediata del hombre con Dios, sino que es una meditación lírica o musical de las cosas divinas, y esto en forma artística, de modo que no depende tanto de la preparación interior del participante como la oración ordinaria. Para nosotros todos, pero muy especialmente para el niño, el canto es una forma de oración excelentemente apropiada. En algunos aspectos, la oración cantada ofrece ventajas sobre la oración rezada. El canto es: * Una oración intensa. Todos conocemos el aserto: ―El que canta bien, ora dos veces‖. Todo lo que podamos decir de bueno y de bello acerca de la oración, lo incluye también el canto, pero a menudo en mayor grado. Cuando el canto religioso es verdaderamente vivo y vivido, conmueve todo nuestro ser, despierta experiencia religiosa que es aún más profunda e intensa que la oración rezada. Necesitamos cantar la alegría intensa, el deseo ferviente, la tristeza profunda, el amor apasionado. Esto vale también para todos nuestros sentimientos hacia Dios.
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* Una oración ordenada y concisa. La emoción interior y la descarga de nuestros sentimientos personales son frenados y mantenidos dentro de ciertos límites, dentro del ritmo, melodía y texto del cántico. * Una oración activa. El canto, que es interpretado comunitariamente por todos, es una forma elevada de la actividad personal del niño en la enseñanza religiosa. A los niños les gusta cantar, por que son alegres por naturaleza. Donde la atención y la devoción del niño se adormecen (pensemos también en la misa de los niños), allí el canto puede reavivar el interés. * Una oración comunitaria. El canto en común crea comunidad. Desde el tiempo de los Padres, las formas más conocidas del canto comunitario son: Los Himnos (y por lo tanto el cántico), las aclamaciones y las letanías. Así como se ha querido reconocer una especie de sacramentalidad a las prédicas, así también se la vio en el canto. Signo de unidad y creador de unidad. Como sea, el canto comunitario acompañó durante largo tiempo la comunión: precisamente aquel momento místico del Sacramento de la unidad por excelencia. El canto de iglesia, así como las demás partes de la música religiosa, son una participación comunitaria en la celebración; son una expresión de la comunidad de los fieles. Cantar juntos en torno al altar suscita la experiencia de comunidad, en una misma fe, en un mismo amor, en pensamientos y en obrar. Deberemos preparar la “participación activa” en la celebración litúrgica, enseñando, entre otras cosas a cantar en común. El canto, a la vez que es expresión religiosa de cada individuo separadamente, es a la vez creador de comunidad. El canto expresa la intimidad de cada uno y realiza la comunidad de todos. Sugerencias para la práctica 1.
El canto es para ser cantado, no para ser escuchado.
Como para todas las formas de expresión religiosa, repetimos aquí la advertencia: no es un “espectáculo. No debemos cantar con los niños para presentarnos en un concurso. Cantamos en la clase de religión porque nos gusta, porque queremos que nos oiga Dios, para apoyarnos mutuamente en la fe. Cuando hacemos realmente música (y eso es el canto) no nos dirigimos en primera instancia hacia el auditorio, hacia fuera, sino hacia adentro‖ 2. en general.
En la clase de religión debemos cultivar tanto el canto litúrgico como el canto religioso
* De los distintos cursos de música depende qué cantos podemos enseñar en cada clase. En esto, las opiniones pueden diferir. Lo importante es que en el fondo, el canto siga siendo para el niño algo agradable, y liberador. * Los niños deben estar en condiciones de cantar un par de Salmos. De este modo los descubrirán mejor que a través de nuestras explicaciones. (Para esto puede ser útil: ―72 Salmos para cantar‖, en recopilación y arreglo por el Pbro. Osvaldo Armando Catena. También se puede acceder a www.páginacatólica, Salmos Dominicales y Festivos: con partitura, letra y música) Algunas antífonas pueden ser utilizadas al comienzo de la clase. Respecto del canto en general en la enseñanza religiosa. 1. Debemos cuidarnos del sentimentalismo en la elección de los cánticos. No debemos hacer cantar textos indignos o erróneos a los niños. Esto no solo corrompe el gusto, sino que con el tiempo daña también la vida de fe.
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2. Debemos ensayar bien el canto. Comenzamos cantándolo íntegramente como modelo. No tiene sentido estudiar verso por verso. Cuando lo cantamos por segunda vez, ya algunos niños lo traerán con nosotros, y la tercera vez ya hay quienes lo han aprendido. No debemos comenzar con el ensayo sin antes haber explicado a los niños el sentido, el fin y la composición del canto. La letra debe ser aprendida al mismo tiempo que la melodía. 3. El canto requiere un ambiente recogido. Si no lo hay, es mejor no cantar. Faltará espontaneidad. Por otra parte debemos comprender que a menudo podemos crear mediante el canto un clima especial. 4. Algunos cantos deben ser cantados en determinado tiempo. Un canto de adviento debe ser cantado recién en el tiempo de Adviento, y no debe ser ensayado antes de ese tiempo. 5. Podemos iniciar la clase con un cántico, o terminarla con él. El canto puede reemplazar la oración. Hasta una oración improvisada puede desbordarse en un cántico. Después del canto, un momento de silencio. También el silencio puede ser una profunda experiencia religiosa. ¿Y por que no cantamos también un cántico religioso en algún momento de la jornada, entre medio de las materias profanas? 6. La letra de un canto puede ser muy bien un punto de partida, y hasta encerrar todo el tema de la clase de religión . 7. También podemos hacer dramatizar un cántico, con la participación de toda la clase. Por ej: un cántico en el que intervienen un narrador, el Ángel, María, un guía y toda la clase cantando el estribillo)
E.
DIBUJO Y PINTURA
En este párrafo consideramos el dibujo y la pintura no como medio didáctico al servicio del catequista, sino como “forma de expresión” del niño. Una vez que el niño ha comenzado, en la enseñanza religiosa, a asimilar un misterio con su mente y su corazón, el dibujo libre es un medio muy adecuado para individualizar el conocimiento de la fe, y de este modo interiorizarlo. Al dibujar, el niño trabaja intensamente sobre el misterio revelado y trata de expresarlo a su manera, y por lo mismo, de vivirlo más profundamente. Debemos enseñar con imágenes vivas, relatar muy concretamente y en el tono adecuado, hacer dramatizar lo relatado, etc. así el niño dispondrá de una rica fuente de inspiración para el dibujo libre. Se favorece mucho la expresión religiosa cuando ponemos continuamente al niño en contacto con lo bello y lo estéticamente valioso. Las láminas, las imágenes de la clase, los cuadros, deben ser artísticos. Este punto y el anterior se aplican naturalmente a la expresión plástica. El dibujo libre es desde todo punto de vista preferible a la copia, a la coloración de dibujos impresos, etc. cuando se trata de copiar puramente o de imitar sin ninguna originalidad, el niño no llega a la experiencia religiosa. Pero bien puede tener algún sentido del ilustrar un texto determinado dibujando alrededor de toda suerte de figuras decorativas. Déseles plena libertad a los niños en la realización de dibujos. Cuando les hayan tomado gusto lo harán por sí mismos.
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Es bueno estimularlos de vez en cuando, encargarles un dibujo, lo más general posible, tratando de influenciarlos lo menos posible. A menudo los niños elaboran en forma concreta temas abstractos: por ejemplo, los niños habiendo recibido por tema: domingo de alegría dibujan una niña que visita a una amiguita enferma; otros una niña dando de comer a un pájaro; un tercero: ayudando a mamá a secar los platos, etc. Sobre todo debemos estimular, inspirar, alentar, jamás debemos corregir los dibujos o declararlos erróneos. Si queremos que el niño progrese en sus dibujos de catecismo, no es buena pedagogía corregir los movimientos de su lápiz, sino intensificar la fuente de sus movimientos, hacerle pensar más en el tema. Nunca debemos desaprobar detalles accesorios. El milagro de la multiplicación de los panes: los hombres están sentados sobre sillas, muy transpirados, en medio del desierto... No haga dibujar demasiado a menudo durante la clase de religión, sino después, o en la clase de dibujo, o en momentos perdidos, antes y después de clase, y sobre todo en casa. Esto despierta el interés de los padres. Así como debemos cuidarnos en general de no sobrecargar al niño con lo religioso, así también sería totalmente erróneo dedicar toda la clase de dibujo a temas religiosos. Esto es más oportuno alrededor de las grandes fiestas. Debemos poner a los niños en contacto con las diversas posibilidades de expresión gráfica. Cada materia y cada técnica tiene sus propias posibilidades expresivas: por ejemplo el color es para representar un plano, el lápiz para el ritmo y la línea, etc. Bajo una buena dirección los niños adquieren rápidamente sensibilidad ante los diversos elementos figurativos: línea, plano, color forma, ritmo, contraste, etc.
F. RELATOS HECHOS POR LOS NIÑOS Si en la dramatización el niño tiene la posibilidad de expresarse verbalmente, ésta es mucho mayor si el niño mismo relata pasajes de la Sagrada Escritura o experiencias religiosas (por ejemplo, después de una celebración en la Iglesia). A menudo saben relatar muy concretamente y con una sencillez casi emocionante. Y cuando uno de los alumnos relata, toda la clase escucha siempre con especial atención.
G. COMPOSICIONES Es posible la expresión verbal escrita en forma de composición o poesía. La redacción de una composición sobre tema religioso no debe hacerse con demasiada frecuencia. Puede hacerse de vez en cuando, por ejemplo, después de una visita a una iglesia, después de haber presenciado un Bautismo, etc. Se puede invitar también a los niños a ilustrar su composición con pequeños dibujos.
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MUY IMPORTANTE ES RECORDAR LA FUNCIÓN SECUNDARIA DE LA EXPRESIÓN
Por más importante que sea la expresión infantil, no debe ocupar el primer puesto en la enseñanza religiosa. Su función es secundaria. El anuncio propiamente dicho es siempre lo esencial, si éste se hace bien, durante su curso los niños están también en intensa actividad. ¡Escuchar un relato atrayente es intensa actividad! Ahora se presenta a muchos educadores la tentación de conceder a la expresión libre un lugar más importante que el conveniente. La mayor parte de las clases de religión se dedican a dibujar, pintar, recortar, pegar, modelar, etc. “-¡Trabajan con tanto placer-”, “-los absorbe totalmente!-” dicen algunos catequistas. Pero esta no puede ser la única norma en la enseñanza religiosa. También es posible que hagamos dibujar, modelar, etc. demasiado a los niños de modo que quede muy poco espacio y tranquilidad para el trabajo del Espíritu Santo. Podríamos decir: la clase se transforma demasiado en “industria”. Es aconsejable que la expresión libre, -excepción hecha del canto, la dramatización y la recitacióntenga lugar fuera de la clase de religión. Haced hacer parte de estos trabajos en casa. De este modo, puede también despertar el interés de los padres por la formación religiosa que sus niños reciben en la escuela. Quizás, semejante dibujo o trabajo resulte alguna vez tema de conversación religiosa en la familia. Ya hemos señalado que el dar oportunidad al niño para la expresión religiosa, es una forma sumamente apropiada de individualizar, para cada niño por separado, la enseñanza religiosa general. Ya que así el niño puede elaborar, en forma estrictamente personal, lo que ha aprendido en la enseñanza dada en la clase.
PERO INDIVIDUALIZAR LA ENSEÑANZA RELIGIOSA ES, ANTE TODO, HACER POSIBLE A AQUELLOS QUE RECIBEN LA CATEQUESIS, EL ENCUENTRO CON EL ESPÍRITU SANTO. HACER POSIBLE QUE EL MAESTRO INTERIOR, EL ESPÍRITU SANTO, SEA ESCUCHADO.
En todo nuestro celo por la libre expresión religiosa, ¿somos suficientemente conscientes de esta primera condición?
“El que tenga sed, que venga a Mí; de su interior brotarán torrentes de agua viva” (Jn. 7,47)
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INSTITUTO DIOCESANO DE CATEQUESIS
SAN PÍO X DIÓCESIS DE SAN LUIS
METODOLOGÍA
DE LA CATEQUESIS I
UNIDAD VII ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE 3ª PARTE
LA EDUCACIÓN RELIGIOSA DE LOS DEFICIENTES MENTALES
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CATEQUESIS DIFERENCIAL A. CARACTERÍSTICAS LLEVA UN MENSAJE DE FE QUE SE DEBE TRANSMITIR • El discapacitado se reconoce en esa proclama. • Se construye sobre lo positivo del discapacitado 1.
SIMBÓLICA
EXPRESIÓN DE LA FE A TRAVÉS DEL SÍMBOLO. • Porque utiliza el símbolo • Porque sigue un camino simbólico. Es preciso buscar en la vida del deficiente unas experiencias naturales que correspondan al mensaje evangélico. Así es como basándose en el símbolo, hacemos que viva experiencias profundas que le afecten totalmente, aún en el plano biológico somático. El símbolo se inicia en los sentidos, el deficiente es impresionado por él. Y sin razonamientos ni deducciones lógicas va orientándose hacia realidades que lo trascienden. El símbolo hace que penetremos a través de un gesto, cosas, diálogo, ademán, en algo más profundo. • Cfr. C.I.C19 1145-1152 Símbolo • Signo, que obtiene de la realidad una aptitud para significar otra cosa. • Determina una aptitud en el alma. La aptitud que impone el objeto significado. Símbolo: Movimiento, mover con, ir, reconocerse en él. En el plano religioso debe hacer penetrar al alma en el corazón mismo del misterio Arquetipos: Agua, fuego, encuentro, vida Signo: Aquello que representa algo distinto de sí a una potencia del cognoscente. Se trata de realidades que significan algo, que de algún modo representan y anuncian otra realidad que se oculta tras el signo. Se dividen en: • naturales; • arbitrarios o convencionales; • consuetudinarios 2.
LITÚRGICA
Cuando el símbolo es recogido por la liturgia, el paso del nivel natural al teologal será más explícito. Cristo está presente. La liturgia realiza por su misma naturaleza la transición del ámbito humano y temporal al ámbito trascendente de la fe. E símbolo reúne todas las explicaciones, todo lo recordado y vivido hasta entonces.
19 C.I.C.: Significa: Catecismo de la Iglesia Católica. No hay que confundir con la sigla similar CIC (con las iniciales en latín)que significa: Codex Iudex Canonici, es decir, Código de Derecho Canónico.
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3.
DE RENACIMIENTO
Partiendo de la vida concreta de cada niño o adulto le irá ayudando a asumirla desde el punto de vista de a fe. Le permitirá incluso realizar esfuerzos y respuestas, en referencia al mensaje de Jesús. 4. DE RECONOCIMIENTO Reconocimiento en el mensaje para superar un conflicto. Jesús me habla a mi. 5. DE RECONCILIACIÓN • Con la vida, con el conflicto, • Le vamos a ayudar a superar el conflicto, no a sanar la enfermedad. 6.
DE RELACIÓN
Hay referencia directa a uno e indirectamente a otros. La relación con el catequista es muy importante. También con la sociedad, y en la Iglesia, a través de celebraciones litúrgicas. No es posible conseguir todas las relaciones. Cristo fracasó con Judas, con su mismo pueblo, con los fariseos, con el joven rico. Reconozco su terreno. Me encuentro con su problema. 7. CATEQUESIS PROGRESIVA Tiene en cuenta la unidad de la persona, todas sus dimensiones. A semejanza del crecimiento, hay que respetar las distintas etapas o pasos, so pena de romper algunos de sus aspectos o desarrollo. 8.
MÉTODO SIMBÓLICO a.
EVOCACIÓN DE LA EXPERIENCIA
El Señor asume con su vida, toda la naturaleza humana. Cualquier experiencia nuestra fue vivida, redimida por El, hasta las más recónditas y profundas. En esta etapa el mensaje está contenido como en semilla, todavía no explicitado. Ejemplos: • Trabajo en común; • Juego; • Historia; •
salida; observación de un juego; fotos, imágenes;
Partir de un tema anterior, conocido. b.
ESPIRITUALIZACIÓN DE LA EXPERIENCIA El ser humano es cuerpo y alma. Interiorización de la misma experiencia a nivel espiritual, interior. No paso a la tercera etapa sin ésta. Todavía el mensaje esta a nivel natural.
c.
SACRALIZACIÓN
El catequizando se descubre dentro de la Iglesia (de una comunidad de amor). No se siente solo con su problema. Etapa que no podemos quitar. El hombre pasa por este puente, necesita de los demás y los demás lo necesitan. Con un acto litúrgico: CRISTO EN EL CENTRO DEL MENSAJE.
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d.
EVANGELIZACIÓN DE LA EXPERIENCIA
La lectura DEL EVANGELIO, por ejemplo, con un Libro abierto, el mismo Evangelio, y un Cirio. Aunque el deficiente no puede leer, es un signo que le da valor. Finalmente alcanza el mensaje que lo identificará con Cristo. El catequista cierra el libro. Explica: ―Lo que dice Cristo me dice‖. Actúa como ministro del anuncio. e.
CATEQUESIS FAMILIAR
La familia es signo del amor de Dios, y de los hombres entre si. Fuente de paz y de seguridad, que el catequizando necesita en forma especial.
B. EL SANTO PADRE, JUAN PABLO II, HABLA A LOS DISCAPACITADOS "Tenéis un lugar en el corazón de Cristo Jesús que os dice: "Venid a mí y yo os aliviará... Encontraréis el descanso para vuestras almas" (Mt. 11,28-29). Con El, vosotros tenéis un lugar en el amor de Dios, el Padre, que hace de vosotros sus hijos, que os infunde su Espíritu, que os hará entrar un día en su luz plena. Tenéis un puesto escogido en la Iglesia, donde vuestra fe sencilla, vuestra oración, vuestra mirada, en busca de afecto, vuestro corazón generoso recuerda a los cristianos tos caminos esenciales para ir a Dios. Tenéis un puesto en la sociedad de los hombres, en la que gracias a Dios contáis con muchos amigos, muy unidos a vosotros, que os sostienen y os tienen en cuenta. Debéis permitir que se os dé mucho. Pero también vosotros nos dais mucho. Vuestra condición de enfermos nos hace tomar conciencia de la fragilidad de la vida humana, sus peligros y límites; nos hace tomar conciencia de que no se puede hacer todo lo que uno se propone; de que no se puede concluir todo lo que se ha comenzado. Lógicamente os alegráis por todas las cosas hermosas que habéis vivido y las cosas buenas que habéis hecho; también debéis dar gracias por todo esto. Pero ahora veis todo esto bajo una luz nueva y son nuevas las cosas que valoráis de forma diversa como lo hacíais antes. Ahora sabéis mejor lo que es realmente la vida y ese conocimiento y esa sabiduría de la vida, acrisolada y madurada en vuestro dolor, podéis transmitírnosla a nosotras mediante todo lo que nos decís, mediante todo lo que vivís actualmente y mediante el modo en que lo soportáis. El Papa os da las gracias por esa "predicación» que vosotros nos hacéis mediante el dolor que soportáis pacientemente. Esa predicación no la puedo sustituir pulpito alguno, ninguna escuela, ninguna lección. Las habitaciones de los enfermos prestan a un pueblo un servicio que no es menor que el de las aulas o las salas de conferencias. En estos años, he tenido la oportunidad de encontrar a muchas personas minusválidas e impedidas; peregrinos que han ido hasta Roma, grupos como el vuestro con quienes me he reunido en mis viajes pastorales, y muchos grupos especiales de niños minusválidos con ocasión de su primera comunión o confirmación. Me han gustado siempre estos encuentros, porque me han ofrecido la ocasión de conoceros más y comprender mejor vuestras luchas y logros, vuestras tristezas y alegrías. Estos encuentros me han hecho ver claramente que participáis de una forma muy afectiva en la vida de la comunidad, y de cómo no podéis ser relegados a un lugar marginal en la sociedad. También en la Iglesia tenéis que jugar un papel importante. Estáis llamados a participar plenamente en su vida y en su misión en el mundo entero.
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Cada uno de vosotros, por el bautismo, goza del don de la vida nueva en Cristo y de la dignidad de hijo adoptivo de nuestro Padre celeste. En el bautismo, habéis recibido también la participación en las funciones sacerdotales, proféticas y reales de nuestro Señor Jesucristo, y estáis llamados a ejercer vuestro papel en la construcción del cuerpo de Cristo, la Iglesia, y a promover el Reino de Dios en este mundo. Vuestra llamada personal a la santidad y al servicio de amor a los demás no está separada de vuestra vida diaria. Más bien vuestra paciente aceptación de las minusvalías y vuestra gozosa esperanza de cara a las dificultades son de un modo peculiar una proclamación del Evangelio, ya que dan un testimonio silencioso del poder salvador de Dios que actúa en vuestras vidas. "Esforzaos, pues " como dijo San Pablo. "Sed, imitadores de Dios y caminad en el amor, como Cristo nos amó" (Ef. 5, 7-2). Procurad aceptarlo iodo con espíritu de fe y a la luz de la cruz. Y que en la Eucaristía y la oración encontréis la fuerza necesaria para vencer todos los obstáculos que encontréis, el poder liberador del amor de Cristo que ha vencido al mundo. Queridos hermanos y hermanas en Cristo: os puedo asegurar que nunca estáis solos. Dios os ama y os ha dado un lugar especial en la iglesia. Y el Papa os ama también y os bendice de todo corazón. Y os invita a uniros a él cada día cuando celebra la Santa Eucaristía y cuando dice la Santa Misa ofreciendo al mismo Cristo como víctima del mundo entero. Vuestro puesto está junto a Cristo crucificado y afligido en la victoria de la Eucaristía. El Papa se siente también cercano a vuestras familias y seres queridos. Os colme Cristo. "Que El os dé su paz". C. TESTIGOS 1. ―Las personas cuyo estado psíquico es anormal perciben la verdadera intencionalidad de la comunidad de amor en la que se sienten acogidos, amados. Los niños inadaptados tienen más signos de la vida teologal al participar de estos signos a través del signo purificado de acuerdo a sus posibilidades de adherirse al Magisterio de la Iglesia a pesar de sus handicaps. Pueden estar mejor dispuestos a aceptar la Persona de Cristo y a responder a su invitación de compromiso con el Padre. La iglesia recoge, reúne, todos los testimonios capaces de conducir a los niños en su fe. Estos testimonios ayudan a los niños a superar las deformaciones que sus limitaciones producen en los signos de la fe. Esta vida en la iglesia da al niño inadaptado una seguridad auténtica y le permite encontrar la verdadera "Roca que salva". Ciertamente, el niño inadaptado vive la Salvación de una forma particularmente intensa. Por otra parte, nos ayuda a descubrir hasta qué punto los símbolos y el lenguaje de la Biblia salen al encuentro del hombre en lo más profundo de su psicología. En estas condiciones puede el niño deficiente mental llegar a "objetivar" su fe, a pesar de que su percepción de la religión sea intuitiva. Pese a que su pensamiento sea sincretista y prelógico, puede lograr al menos situar a Dios en lo que es. ¿Se desprenderá de ellos por completo? Tal vez no, pero ¿es que lo consiguen siempre los que no presentan las deficiencias de estos niños? De todas formas, el niño deficiente mental que cuenta con el apoyo de testimonios de fe plenamente adultos tiene la posibilidad de llevar una vida teologal menos sujeta a deformaciones. Si llega a tomar conciencia de que su vida cristiana consiste en formar parte del "rebaño " y en "vivir con Jesús ", se libera, por un
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camino simbólico, de muchas desviaciones y capta el mensaje en toda su "autenticidad". Si persiste en él una expresión religiosa, ésta ya no será infantil, aún cuando en muchas ocasiones sea todavía pobre y parecida al vocabulario del niño20. 2. Y qué alegría para nosotros el oír, aunque sólo una vez, tal palabra de un niño o joven muy deficiente que, como relámpago iluminará nuestro trabajo oscuro, dándonos la convicción que la acción divina camina secretamente en el alma del insuficiente mental. Pero con más frecuencia, nuestros esfuerzas se realizarán en las tinieblas, con sólo la fe. Es en esa noche oscura cuando es hermoso creer en la luz de Dios21. 3. Las personas con las cuales usted traba me hace pensar en una piedra que se llama una "geoda". La piedra por fuera es, por lo general malformada. Pero abriéndola, por dentro se encuentra una hermosura sin precio una creación muy especial de nuestro Dios. 4. «Tratando de establecer una síntesis viva entre su fe cristiana y su afán de justicia social, afirmó la primacía de la naturaleza humana sobre las necesidades materiales y las exigencias colectivas», el Grand Larousse nos presenta así al filósofo Emmanuel Mounier, padre del «personalismo» y fundador de la revista Esprit, muerto en 1950, a los 45 años. También él había sufrido la prueba: su hijita Francoise era una subnormal profunda. El 9 de marzo de 1938 Mounier se muestra pletórico de alegría: acaba de nacer su primogénita. El padre y la madre disfrutan con sus primeras sonrisas; a las pocas semanas ya los reconoce. Cuando cumple siete meses se produce el drama: una encefalitis. Francoise queda sumida para siempre en una misteriosa noche de la mente. —La prueba nos hirió en el corazón, ya que nos habíamos entregado en cuerpo y alma a la educación de una inteligencia despierta —me dijo Paulette Mounier. Nos preguntábamos: ¿qué sentido tiene este sufrimiento inmerecido? ¿Qué nos querrá decir Dios a través de él? Yo me había criado en un ambiente ateo, en el que se gritaba: "Abajo los curas". Y a los 20 años me convertí; y me convertí aún más después de la prueba. Nos obligó a profundizar en nuestra fe y nuestro amor. Esta fe se transparentó en las cartas que Emmanuel Mounier, movilizado en 1939, dirige a su mujer: «Hace un rato, mientras caminaba por la carretera, he intentado hacer cantar a mi corazón. No me costó mucho. Me bastó pensar que todo sufrimiento, unido al de Cristo, pierde su desesperación... ¿Qué sentido tendría todo esto si nuestra criatura no fuera más que un pedazo de carne deteriorada, un poco de vida accidentada, y no esa pequeña blanca hostia que nos supera a todos, un infinito de misterio y de amor que nos deslumbraría si lo viéramos cara, a cara?» Y continúa: «Si no hacemos mas que sufrir ( penar, resistir, aguantar) no podríamos soportarlo ... No pensemos en la enfermedad como algo que se nos sustrae, sino como algo que damos, para no disminuir el mérito de ese pequeño Cristo que está en medio de nosotros». Confiesa a un amigo que «siente una aguda y profunda tristeza, aunque ligera y transfigurada; y, a su alrededor, una adoración, no encuentro otra palabra. (...) Es una hostia viva entre nosotros, muda como la hostia y, como ella, resplandeciente. Si el delicado extremo del alma del niño bautizado se pone en contacto directo con la vida divina en el momento del bautismo, ¿cuál será el esplendor oculto en ese pequeño ser que no puede expresar nada a los hombre ..? Francoise, hijita mía, eres para mí la imagen de la fe22»
20 Eucharíste Paulus 21 Henri Bissonnier 22 Emmanuel Mounier 102
D.
IMPORTANCIA DE UNA CATEQUESIS PARA LOS NIÑOS LIMITADOS
Pensar que se pueda descuidar la evangelización de los "pobres" significaría traicionar la misión de la Iglesia. Entre los "pobres" tenemos a los limitados. Es posible evangelizarlos. Se pecaría contra la virtud teologal de la esperanza, haciendo lo contrario. Está probado por la experiencia, que el nivel de desarrollo mental de un niño no coincide con sus capacidades espirituales. El grado de capacidad religiosa no es proporcional a sus posibilidades intelectuales. Nos encontramos frente a un terreno humanamente pobre, pero en situación de producir auténticos frutos de santidad. Debemos, sin embargo, estudiar el camino que estos niños deberán recorrer si queremos conducirlos eficazmente hacia el Señor y abrirlos a una vida de fe auténtica.
E.
PERFIL DEL CATEQUISTA
En la catequesis especial, la transmisión del mensaje de Dios se realiza, especialmente, a través de signos. El catequista se convierte en un signo inmediato y concreto como instrumento de Dios. Por eso es necesario que el catequista sea: Persona de oración, con una profunda experiencia de Dios. Persona de esperanza en el amor de Dios, que va más allá de las posibilidades francamente limitadas que se vislumbran en el sujeto. Persona de testimonio, transmisora de la alegría de Cristo resucitado, optimista. Persona abierta a la comunicación: sencilla, humilde, con espíritu de servicio y de silencio interior para escuchar en profundidad a Dios y a sus hermanos. Persona que se sabe instrumento en las manos de Dios.
F. NOTAS PRÁCTICAS PARA EL CATEQUISTA
Una regla muy importante: no empecemos nunca a hablar cuando haya ruido (puertas que se abren, sillas que se mueven, conversaciones, etc.). La exposición será buena si interiormente el catequista la ha meditado y ha rezado. No nos olvidemos que la catequesis es la proclamación de la Palabra. El catequista es el portavoz de esta Palabra. No la puede proclamar como cualquier materia escolar, sino solamente en una actitud de testigo, lo que supone oración y unión con Cristo, testigo de Padre. Para hacerse entender, es indispensable hablar claro y lentamente, con palabras sencillas (recordemos que los limitados mentales tienen un vocabulario muy reducido). Es preferible emplear adjetivos y verbos más que nombres. Sepamos cambiar el tono de voz según lo que vamos diciendo. No temamos hacer una pausa de silencio antes de una frase o de una palabra importante para permitir un tiempo de meditación. No se puede hablar de modo impersonal. Cada auditor debe sentir que el mensaje transmitido le "concierne personalmente". Los limitados se distraen con facilidad; despertemos la atención hablando directamente al distraído, llamándolo por su nombre (positivamente).
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Seamos breves. No seamos esclavos del programa. Según el ambiente que reine, a veces hay que cambiar, repetir, etc... Con eso no se quiere decir que nuestra catequesis debe ser enteramente "ocasional". Al catequista se le pide ser inteligente y dotado de espíritu de iniciativa.
G.
FACTORES DEL DESARROLLO RELIGIOSO DEL LIMITADO MENTAL
Con el bautismo, el limitado mental llega a ser hijo de Dios, recibiendo la vida de la gracia. El posee, además de las facultades naturales más o menos comprometidas e insuficientes, también un organismo sobrenatural, realmente presente, el que se necesita tener en cuenta continuamente. La acción de la gracia escapa a las leyes de la observación humana, pero el desarrollo religioso llega a ser operante de cualquier modo. Desde el punto de vista cognoscitivo, el limitado mental puede poseer un pensamiento inductivo característico, o también solamente preconceptual. La imaginación tiene, a menudo, gran importancia. El desarrollo tendencial afectivo merece particular atención por la incidencia sobre toda la personalidad del insuficiente mental. Es importante darse cuenta de los niveles y de la intensidad de las necesidades psico-biológicas y espirituales. El siente la necesidad de ser alguien entre los otros; tiene necesidad de seguridad, de estimación, de pertenencia, de amor, de afecto. Tiende a establecer una relación personal de amistad con Dios. El factor externo determinante es la Familia o el grupo donde vive el menor y, en general, el ambiente que lo rodea. El menor se fabrica una idea de las personas y de la realidad religiosa sobre el modelo de las figuras de sus familiares o de las personas influyentes que lo rodean. Las actitudes religiosas fundamentales y las relaciones afectivas y comportamientos con Dios, se modelan sobre las actitudes y relaciones con sus padres y educadores. (El sentimiento fundamental de alegría y de miedo, de amor o rechazo hacia sus padres y educadores, se transmite en las relaciones con Dios). Nuestra misión será ver hasta dónde puede llegar cada uno en cuanto a la actuación de su fe, conforme a sus posibilidades, despertando en él la mentalidad de fe de que sea capaz.
H. GRANDES LEYES PEDAGÓGICAS RELATIVAS A LA EDUCABILIDAD RELIGIOSA DE LOS DEFICIENTES MENTALES
Lo único que se ha propuesto este trabajo es hacer reflexionar sobre la educabilidad religiosa del niño deficiente y sobre los diversos métodos pedagógicos, Por lo demás, la aplicación de los principios exige una puesta a punto do todos los instantes. Así, pues, nos limitaremos a presentar algunas grandes leyes que las experiencias realizadas y la encuesta puesta en marcha nos permiten formular. a) En el plano cognoscitivo La PRIMERA LEY relativa a la afirmación del mensaje a transmitir podría enunciarse así: La afirmación del misterio de fe debe revestir la forma de un poderoso testimonio. Esta ley está preñada de consecuencias. El niño deficiente hace del adulto un complemento de su personalidad. Por consiguiente, si el adulto no se presenta como testigo capaz de vivir para sí mismo el mensaje que transmite, debe en conciencia renunciar a su trabajo. Recordemos cómo subrayaba el abate
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Bissonnier la agudeza instintiva de los niños deficientes para descubrir actitudes eventualmente desleales entre sus catequistas. Testimonio poderoso, decimos, esto es, ligado a una autoridad que impone el respeto y el amor. Dicho de otra manera, el testimonio debe salir de un hombre o de una mujer que participan de lo sagrado de la trascendencia divina. La convicción personal y el respeto profundo del catequista por las cosas religiosas constituyen los medios más eficaces para reflejar ese vigor. La SEGUNDA LEY está íntimamente vinculada a la primera: Cultivar en el niño deficiente el sentido de lo sagrado, y desmaterializar el sentido de la inmanencia divina. Al niño deficiente puede afortunadamente cautivarle la grandeza de Dios. Por otra parte, puede sentir al mismo tiempo a un Dios cercano, pero este Dios revestirá muchas veces un aspecto antropomórfico más o menos Infantil. La capacidad de admirar la trascendencia de Dios en sus obras servirá de palanca de accionamiento para desmaterializar el sentido, necesario empero, de la inmanencia de Dios. Una vez más es preciso que la misma persona del catequista sea el signo de esa cosa sagrada que fascina y que impone respeto. La TERCERA LEY completa, en nuestra opinión, la relación al Dios trascendente: Cultivar en el niño deficiente sus posibilidades de admiración y de alabanza gratuita. El niño deficiente es capaz de una delicadeza desinteresada para con Dios. Pero el sentido teológico de su vida aparece a menudo parcialmente influido por la oración egocéntrica del adulto que lo ha instruido. La CUARTA LEY podría referirse a la participación y al compromiso personal, según la siguiente fórmula: El niño deficiente debe poder vivir su vida cristiana mediante una participación total, que pone a la totalidad de su persona en servicio de su Dios. «Instruir no basta—dice Jean Mouroux, hablando de la educación religiosa de todos los niños—: hay que vivir la palabra de Dios... Hace falta la oración del niño para que la luz y el impulso de la fe salten del Espíritu Santo... También será necesaria su participación litúrgica, porque ahí es donde se realiza en su plenitud la presencia de Cristo Salvador y sólo a través de las actitudes corporales toma cuerpo la fe... como el cristiano entra finalmente en el mundo de lo sagrado»23. Esta participación orante, que encuentra su plenitud en la acción litúrgica comunitaria, debe poder difundirse a través de la actividad cotidiana, a fin de convertirla en ofrenda cuasi litúrgica ―in laudem Deo‖(―para la Gloria de Dios‖) y echar así los cimientos de la santidad. Enunciaremos una QUINTA LEY que pone de relieve la forma simbólica de participación en los misterios: Hay que vitalizar al máximo los grandes símbolos cristianos, a fin de permitir al niño deficiente una participación cuasi «biológica» en los misterios de Dios. El símbolo no es algo reservado a los niños deficientes. Pero puede que éstos tengan más necesidad de llenarlo de su contenido arquetípico y de realizarlo por medio de gestos apropiados. Por otra parte, la necesidad de sintetizar los problemas vitales en función de una cultura más refinada les impresiona muy poco. Por eso han de vivir más tiempo en contacto con los elementos biológicos y por eso no hay que extrañarse de encontrar entre adolescentes de 18 años los temas simbólicos que sensibilizaban los niños de
23 JEAN MOUROUX, Du bapléme a l'acte de fot, París, 1953, pp. 25-26. 105
12 años. El padre, con todas sus formas simbólicas, la casa con todo lo que representa a la vez de maternal inmanente y de divino trascendente, el agua con su potencia de transformación y de regeneración, la mesa y el banquete, con todo su acompañamiento de amor y de hospitalidad: he aquí otras tantas imágenes privilegiadas que nuestros métodos pedagógicos tendrán que explotar en provecho y beneficio de la actualización de las potencias psicológicas, mermadas respecto del resto de los niños deficientes. Una SEXTA LEY se referiría al mínimo necesario de explicación y de memorización abstractas. El niño deficiente deberá aprender el mínimo que puede retener. El niño deficiente es capaz de un mínimo de razonamiento y de memorización abstracta. Habrá que proporcionarles explicaciones extraídas de la vida, de la experiencia del trabajo y de las relaciones sociales, así como de los elementos concretos representados y manipulados según sus intereses predominantes. Sus reducidas capacidades exigen recurrir a todo ello; estamos ante una condición sine qua non (―sin la cual no..‖.)de la floración de la personalidad. Esto puede arrastrarnos incluso a recurrir a los manuales, en tanto sean necesarios para meter el gusto del catecismo al niño que sabe leer. Puede ocurrir que el niño normal se aburra aprendiendo de memoria textos impresos, por el hecho mismo de encontrar esta técnica en todas las demás materias; pero el deficiente puede encontrar en ese ejercicio como una superioridad y un deleite, del mismo modo que experimentaría una gran satisfacción moldeando la pasta o dibujando el Evangelio. Por último, la enseñanza ocasional debe permitir la inserción de los misterios sagrados en la vida cotidiana. Tal sería la enunciación de la SÉPTIMA LEY. La importancia que le atribuimos es primordial. Está íntimamente vinculada a esa necesidad de asistencia especial que tantas veces hemos descubierto, en el transcurso de este trabajo, en el deficiente mental. b) En el plano apetitivo y moral Además de las leyes relativas al compromiso, a la personalización y al agrado, que hemos señalado como imprescindibles o esenciales al aprendizaje cognoscitivo, queremos exponer algunos principios más apropiados para fomentar la floración moral de la que hemos reconocido capaz al deficiente mental. La PRIMERA LEY se enuncia: Reducir el egocentrismo y el aspecto mágico de la oración. Este egocentrismo, menos trágico de lo que habría cabido esperar, se deja acompañar por una asombrosa delicadeza para con el prójimo y una sublime servicialidad para con Dios. Aun cuando esta delicadeza se explique por la necesidad egocéntrica del otro, habida cuenta de la insuficiencia personal, el niño deficiente cristiano está felizmente sometido a la influencia de la gracia. Estos elementos positivos de admiración, de adhesión a lo sagrado y de caridad fraterna son, creemos, medios ideales para frenar el egocentrismo del niño deficiente. Y la SEGUNDA LEY propone: Reducir al mínimo las prescripciones de una moral legalistas y referir la vida moral a su fundamento teológico. Los retrasados son sensibles a las prescripciones morales, aun cuando no puedan oponer resistencia al impulso contrario. Tanto más sensibles cuanto que se sienten culpables, y tanto más culpables cuanto que no tienen los recursos necesarios para poner su vida moral en diapasón con su intuición religiosa. Verdad es que ni temor será para ellos el principio de la sabiduría, y que no hay que minimizar este miedo al castigo. Por otra parte, ¿no habrá de insistirse más bien en sus capacidades de amor y de tratar de
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imitar la misericordia con que el Señor responde a sus faltas materiales? Los sacerdotes que se esfuerzan por llevar a Cristo hasta los niños deficientes han tenido ocasión de comprobar hasta qué punto tales faltas pueden constituir su cruz.
I.
UN MODELO DE ENCUENTRO CATEQUÍSTICO
Mensaje: DIOS NOS HA DADO TODO LO SUYO CONTENIDO DOCTRINAL Dios nos lo ha dado todo en su Hijo Jesucristo, porque "tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo unigénito" (Jn., 3, 16; Col., 1, 13-20). ACTITUD CRISTIANA Llevar al niño a descubrir que Jesús es el mejor regalo que Dios nos ha hecho.
DESARROLLO Partiendo de la experiencia de los niños, hacerles ver que ellos son lo más importante para sus padres. Procurar que todos tomen parte en el diálogo. -
Mamá tiene muchas cosas, ¿verdad? Guadalupe, dime tú algunas cosas que tiene mamá. Sí; tiene una casa, tiene libros. Y, ¿qué cosas tiene tu mamá, Pedro? Bien, mesas, sillas. También tiene vestidos, flores. Tiene un coche, etc. ¡Cuántas cosas tiene mamá! Pero, ¿qué es lo más importante para mamá? ¿Qué es lo que ella quiere más? ¿Sabéis qué es? ¡Eres tú, su hijo!. Mirad: si a mamá un día se le pierde un libro, pues no pasa nada. Pero si te pierdes tú, que eres su hijo, seguro que sale corriendo, a buscarte y no descansa hasta encontrarte y tenerte de nuevo con ella. ¡Tú eres lo más importante para mamá! ¡Tú eres lo que mamá quiere más! Pasar al plano sobrenatural, recordando las catequesis anteriores:
-
Dios nuestro Padre, también tiene muchas cosas que nos ha dado a nosotros. ¡A ver quién recuerda las cosas bonitas que Dios nos ha dado! Sí; nos ha dado: - las flores, - los árboles, - las estrellas, - el sol, - el agua, - las montañas.
-
¡Cuántas cosas bonitas nos ha dado Dios! Y, ¿por qué nos ha dado Dios todas esas cosas bonitas?
-
Sí; nos las ha dado porque nos quiere. Pero, ¿sabéis qué es lo más grande que tiene Dios? ¿Qué es
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lo que Dios quiere más? Yo os lo diré: Lo más grande que tiene Dios es Jesús, su Hijo. Jesús, su Hijo. Tratar de decirlo como quien descubre un misterio, con ilusión, con respeto, para que el niño se de cuenta de que el don del Hijo es de otro orden, es algo mucho más íntimo a nosotros que toda la creación: -
Vamos a repetir todos su nombre: Jesús. Pues ese Jesús, el Hijo de Dios, que es lo más grande que Dios tiene, nos lo ha dado a nosotros. Es Jesús nuestro amigo, Jesús que está siempre con nosotros. Es Jesús, a quien queremos y que nos llena de alegría y felicidad. Tratar de interiorizar y llevarles a la oración:
-
¿Verdad que se llena de alegría nuestro corazón al saber que Dios nos ha dado a su Hijo Jesús? ¡Qué contentos estamos porque tenemos a Jesús! Vamos a decir todos en nuestro corazón: "Señor Dios, gracias porque nos has dado a tu Hijo Jesús." Un momento de oración en silencio.
CELEBRACIÓN CANTO DE ENTRADA: Sal. 121: ¡Cómo me alegré cuando me dijeron Vamos a la Casa del Señor! ¡Alleluya, alleluya!. -
¡Qué contentos venimos aquí, a cantar: Gloria a ti, Señor!
MONICIÓN: -
Vamos a oír lo que nos dice la Palabra de Dios de cómo Dios nos ha hecho el regalo más grande y más bonito al darnos a su Hijo.
LECTURA: Jn., 3, 16: -
"Dios nos quiere tanto que nos da a su Hijo Jesús."
-
Breve explicación, resumen de la catequesis.
PRECES: - Contestamos cantando:
"Te damos gracias, Señor, te damos gracias."
Padre, porque nos das el sol. "Te damos gracias..." Padre, porque nos das las montañas. "Te damos gracias..." Padre, porque nos das los árboles y las flores. "Te damos gracias..." Padre, porque nos das a papá ya mamá. "Te damos gracias..." Padre, porque nos da el regalo más grande de todos: Jesús. "Te damos gracias..."
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CANTO DE SALIDA: Sal. 121 ACTIVIDAD Pintar algo muy bonito para Dios que nos ha dado su Hijo.
J. CUESTIONARIO PARA EL CATEQUISTA
1. 2. 3. 4.
¿Qué se entiende por catequesis diferencial? ¿Puede el deficiente mental realizar un acto de fe? ¿Cuál será el punto de partida de nuestras explicaciones? Lea CATIC. 1145 a 1155: a.
Enuncie algunos símbolos utilizados por Jesús referidos a: COSAS: ....................................................................................................... PALABRAS: ............................................................................................... ACCIONES: ................................................................................................
“El que tenga sed, que venga a Mí; de su interior brotarán torrentes de agua viva” (Jn. 7,47)
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INSTITUTO DIOCESANO DE CATEQUESIS
SAN PÍO X DIÓCESIS DE SAN LUIS
METODOLOGÍA
DE LA CATEQUESIS I
UNIDAD VII FORMACIÓN DEL CATEQUIZANDO EN LA VIDA DE ORACIÓN A. NECESIDAD DE LA FORMACIÓN EN LA VIDA DE ORACIÓN
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LA FORMACIÓN DEL NIÑO EN LA ORACIÓN24 A.
FUNDAMENTOS
Entre las cosas esenciales en la preparación de un niño a su primera comunión, está la de enseñarle a orar. Donde falta la oración, no puede haber verdadera comunión, esto es, unión íntima entre el niño y Jesús. Por otra parte, si el niño no siente gusto alguno en confiarse al Señor por la oración, si no sabe hablar con El, si no le pide nada, olvidará bien pronto cuanto le hemos dicho sobre El en las reuniones, y, sobre todo, cuanto ha prometido hacer por el Señor. Aunque las ideas sigan en su inteligencia, no vivirá como un amigo del Señor. Y la verdad es que rara vez se enseña a orar a un niño, incluso cuando se le va a preparar para su primera comunión. También es cierto que no todos los niños manifiestan iguales disposiciones para la oración: Hay, incluso, algunos que se muestran reacios a hacerla, sin que esto presuponga nada en contra de su adhesión a Dios. Sencillamente, no son piadosos. Pero otros muchos no lo son porque, tal vez, no se ha hecho nada por desarrollar en ellos el don de piedad. Veamos primeramente cómo la oración es necesaria si queremos llevar a un niño a la amistad personal con el Señor. Indicaremos después métodos de formación en la oración y, particularmente, en la oración personal. Esta primera parte —y es la razón de su extensión— desborda el campo propiamente dicho de una preparación a la comunión y se refiere a la educación en la oración entre los seis y diez años. Que no se descorazonen ante estas páginas los padres y los educadores. Si hemos multiplicado las sugerencias y los consejos ha sido por salir al paso de las dificultades que sabemos han de encontrar en su tarea y con la esperanza de que, entre tantos consejos, darán con alguno que se acomodará bien a su caso concreto y que les ayudará a hacer entrar a sus niños por el camino de la oración. 1.
La oración, camino para la amistad con el Señor
a1. En el estudio psicológico que de él hemos hecho, hemos visto que el niño de esta edad busca el contacto con las personas mayores. Su sensibilidad le predispone a favor de las relaciones amistosas, de las conversaciones a solas en las que poder desahogarse. Tiene, además, necesidad de calma, de silencio, de dominio de sí mismo para que su emotividad se aquiete, su conciencia se desarrolle y se domine su agitación. a2. La oración —y la oración personal de modo especial— será para el niño el momento de silencio para su encuentro con el Señor, y el camino que le lleve a la amistad con El, como la conversación le sirve de vehículo de aproximación a los adultos. b1 . No es posible que nazca o se conserve una amistad íntima y profunda sin contactos personales. La atracción hacia una persona crece cuando podemos hablar con ella y cuando, en su voz y en sus palabras, descubrimos su interés y su atracción hacia nosotros. b2 . Así que, mientras el niño no sea capaz de ponerse bajo la influencia del Señor en la oración, hemos de pensar que nos falta por conseguir uno de los objetivos esenciales en la preparación de su primera comunión. 24 XAVIER LEFEBVRE, S.J. – LUIS PERIN, S.J., La llamada del Señor – Preparación a la Primera Comunión, Confesión y Confirmación, pág. 101-123, 5ª Edición, Desclèe de Brouwer, 1972, Bilbao. Todo el contenido de la Unidad VII pertenece al libro citado.
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c. Además, ¿no debe mantenerse recogido algún tiempo con el Señor el niño después de sus comuniones? Sabemos la dificultad que encierra para un pequeño el mantenerse atento a una presencia interior. Es necesaria una preparación progresiva. d. Finalmente, debemos pensar en el hombre del mañana, para quien la oración ha de ser uno de los medios principales de conocer y poder cumplir la voluntad de Dios, y de rectificar cuando yerre. Si, desde ahora, despertamos en el niño el gusto por el recogimiento, por el silencio, y le habituamos a detenerse a pensar en un ideal, a ponerse en la presencia de Dios, le estamos preparando para que capte en sus actos y en su vida las llamadas del Señor. Nuestro papel, pues, se reduce a poner al niño no sólo en contacto, sino en comunión con Dios, a fin de que el Señor pueda actuar en su alma. Los niños que no sienten gusto por la comunión ni por el esfuerzo generoso o la vida cristiana, son, de ordinario, niños que no han aprendido a encontrar a Dios ni a vivir en unión con El. Al no saber orar, no es extraño que tampoco puedan amar. 2.
Cómo hacer orar a los niños
En el capítulo anterior hemos insistido en que una reunión religiosa debe desembocar en la plegaria y en que todas las ideas de la misma deben converger hacia ese fin. Ahora bien; el niño debe orar también fuera de esas reuniones. ¿Cómo ayudarle entonces? ¿Qué ideas y qué sentimientos podemos sugerirle cuando se ponga en presencia de Dios? ¿Qué formas debe revestir su plegaria? Precisemos una vez más las tres condiciones necesarias para que un niño se ponga a orar: a. La calma preparatoria, b. La postura corporal respetuosa, c. Y una actitud religiosa de alma. a.
La calma preparatoria
Antes de cualquier oración, los niños deben aprender a ponerse en calma. Nuestra amable firmeza y nuestro propio recogimiento les ayudará. Pidámosles, por ejemplo, que cierren los ojos, apoyen la cabeza entre las manos y piensen que Dios les está mirando; después, para que consigan dominar la vivacidad de sus cuerpos y de su imaginación, recomendémosles que escuchen el ruido como en la lejanía Al anterior nerviosismo sucederá la calma interior y exterior y su alma quedará liberada para la oración, «Toda oración, personal o colectiva, debe comenzar por unos momentos de silencio». b.
Una postura respetuosa
Conseguido el silencio, pidamos al niño que adopte una postura corporal respetuosa. La postura corporal es sumamente importante para poder orar. Hace caer en cuenta de que Dios está presente y, de esa forma, nos facilita el contacto con El. Pero el mismo homenaje de nuestro cuerpo es ya una oración en acto, pues el espíritu está preocupado de dominar el cuerpo y de mantenerlo en postura digna. Cuando un niño adopta una postura respetuosa, siente que pasa del terreno profano al religioso. La primera de estas posturas es la inmovilidad, si bien ciertos gestos de la oración aconsejarán —como más adelante veremos— comenzar de forma distinta. La oración personal permite mayor libertad en cuanto a la postura que la oración colectiva; a veces, incluso, la misma actitud de reposo ayudará más que ninguna otra a mantener fijo el pensamiento en Dios.
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c. Una actitud religiosa de alma Pero no basta una postura exterior; es preciso que el niño se ponga en una actitud religiosa de alma. Recordémosle para eso la presencia de Dios. Hagamos que fije su mirada en alguna imagen piadosa. Propongámosle una actitud interior o, mejor aún, evoquemos ante él algún episodio del Evangelio o de la Biblia en el que los protagonistas aparezcan en una actitud como la que queremos conseguir en él. Después de presentarle ese ejemplo, sugirámosle la forma de ponerse interiormente ante el Señor. Por ejemplo: «Adoremos a Jesús, como los Magos». «Hagámonos pequeños delante de Jesús, como el Centurión», etc. Nosotros mismos hemos de adoptar idéntica actitud y dejar luego al niño que ore por su cuenta, mientras nosotros oramos a su lado. De esta forma, el niño aprenderá a adorar a Dios como Moisés (Gen. 3, 6), o como los Ángeles (Is. 6, 2; Apoc. 5), a hacerse pequeño delante de El como el publicano del Templo, a escucharle como Abraham, Samuel o María de Betania, a ofrecerse a Dios como la Santísima Virgen y el mismo Jesús, etc. Compartirá los sentimientos de todas esas personas, empleará sus mismas palabras, orará en cuerpo y espíritu como ellos e insensiblemente, irá imitando sus vidas.
B.
LAS PRINCIPALES ACTITUDES DE ORACIÓN
Para que un niño consiga una actitud verdaderamente religiosa en su acción de gracias después de la comunión, tiene que haber aprendido cuáles son las principales actitudes religiosas que pueden hermosear su vida de amistad con el Señor. Las principales son: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.
Adoración, Alabanza, Acción de Gracias, Petición (de perdón o de otros favores), Ofrenda (a la que se reducen la actitud de Disponibilidad y la de Resolución), Confianza y Abandono, Contemplación y Acogida al Señor que llega a él.
Con nuestro ejemplo y el de los personajes de la Biblia enseñémosle estas formas de orar, variándolas según las circunstancias y los tiempos litúrgicos; tratemos de que poco a poco, vayan arraigando en su vida, valiéndonos de la oración que por la noche hace en casa o de las que ha de hacer en las reuniones de preparación a la comunión. 1.
La Oración de Adoración
Ante todo, es preciso enseñar al niño a ADORAR. Adorar es pensar en silencio que Dios está presente y pensar en su grandeza: «Dios es mayor que todas las cosas», y sentirse muy pequeño delante de Él. También es pensar en su inmensa bondad y arrojarse en sus brazos, sintiéndose débiles, pequeños y pecadores como en realidad somos. La actitud silenciosa de adoración es fundamental y nunca insistiremos demasiado en ella con los niños, y, sobre todo, con los que se disponen a recibir al Señor. Adorar, es asimismo, decir a Dios: «Señor, eres más hermoso, más fuerte, mejor que nadie». Es decirle que lo sabe todo, que tiene todos los atributos en grado infinito; en una palabra, decirle que es Santo, que equivale a decirle que es Dios. Adorar es hablarle muy bajito en el corazón, proclamar muy alto su gloria, cantarle como cantaban el Sanctus los ángeles del profeta Isaías o los de la noche de Navidad.
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2.
La Oración de Alabanza
La adoración hablada constituye la ALABANZA. Hay que enseñar al niño a que alabe con frecuencia a Dios: que alabe al Padre que nos ha creado, al Hijo que nos ha salvado, al Espíritu Santo que mora en nuestro corazón. La creación, los acontecimientos, los misterios del año litúrgico ofrecen al niño ocasiones continuas y nuevas de alabanza al Señor. Para prepararle a la misa, enseñémosle poco a poco a «dar gloria al Padre» uniendo su, alabanza —como lo hace el sacerdote en el altar— a la alabanza de Jesús en la última Cena, en la cruz y a la que continúa dirigiendo al Padre en el cielo. Al niño le encanta decirle a Dios que es grande, que es bueno; le gusta cantar su gloria. La alabanza es una de las formas de oración que más le agradan. Por lo demás, es una de las más excelentes, ya que está plenamente dirigida a Dios, obliga a salir de sí mismo y a pensar en Dios de forma desinteresada. 3.
La oración de acción de gracias
Otra actitud que debería ser habitual en el niño que ora es la de ACCIÓN DE GRACIAS. Puesto que todo es un don de Dios, una gracia de Dios, ¿por qué no enseñar al niño a vivir habitualmente en estado de acción de gracias? La Biblia y la Liturgia, esos dos grandes libros de la oración cristiana, están llenos de oraciones de esta clase. La misma misa —acto supremo de la oración del cristiano— es una «Eucaristía», es decir, una acción de gracias. En realidad, la oración de acción de gracias es una forma de oración muy parecida a la alabanza. En la Biblia, la acción de gracias tan pronto es una alabanza como una efusión de gratitud; y la Iglesia, en sus oraciones, «da gracias» a Dios por su grandeza (p e. en el Gloria y Prefacio de la Santa Misa) y por los beneficios que de Él recibe. Enseñemos, pues, al niño a «dar gracias a Dios », no sólo por sus dones, sino por todos sus atributos: «Dios mío, te doy gracias porque eres tan grande... tan hermoso... tan bueno... tan poderoso». Que el niño agradezca a Dios el haber creado el mundo y el habernos dado a su propio Hijo. Que dé gracias a Jesús nuestro Señor, por haberse hecho hombre, haber muerto y resucitado para salvarnos; por ser el Buen Pastor de su Iglesia y porque sigue presente entre nosotros bajo forma de hostia. Enseñémosle también a que dé gracias a Dios por la Virgen Santísima: por haberla hecho tan hermosa, tan buena, tan poderosa y Madre nuestra. Por los Santos —por su santo Patrono especialmente — y por los ángeles. Que agradezca a Dios la alegría de su bautismo y el don del Espíritu Santo, el perdón de la confesión, la vida de amistad a la que le invita, su propio cuerpo y alma, sus padres, hermanos y hermanas, sus amigos y el cariño que le tienen los que le rodean; todo, en fin, lo que Dios le da cada día y a cada instante. De día en día debe progresar el niño en su aprendizaje de gratitud. Es una oración, la de acción de gracias, especialmente apropiada para los niños pequeños, que son tan sensibles y entusiastas y para quienes cada día trae su carga de cosas y alegrías nuevas. Poco a poco debe acostumbrárseles a que unan su acción de gracias a la de Jesús, como el sacerdote lo hace en la Santa Misa. 4.
La Oración de Petición
a. La PETICIÓN no debe ocupar toda la oración del niño —como tampoco la nuestra, desde luego—. Su puesto es después de la oración de adoración, de alabanza y de acción de gracias. Pero puede también ella contribuir al desarrollo espiritual del corazón del niño. Enseñemos en primer lugar al niño a que, en sus peticiones, piense en otros; en Dios lo primero, como Jesús nos enseñó a hacerlo en el Padre Nuestro. El niño debe pedir que llegue el reino de Dios, que se
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cumpla en la tierra su voluntad, que todos los hombres le conozcan y le amen, cambien sus corazones y empiecen a ser amigos para que hagan conocer a todos su nombre y el de Jesús, nuestro Señor. Debe pensar en todos los que, próximos a él necesitan algún socorro del Señor: los que sufren, los enfermos, los prisioneros, los soldados en guerra, las personas que están tristes, las almas del purgatorio, los infieles, los pecadores... Cuando hable a Dios de lo que sus padres hacen, pedirá para ellos la salud, la alegría y, sobre todo, la fuerza que necesitan para amar a Dios y al prójimo y la gracia de que sean verdaderos amigos del Señor. Para sí mismo, el niño debe pedir la gracia de ser un verdadero amigo de Jesús, de serle fiel toda la vida, de decir siempre «sí» a Dios y de amar al prójimo como Dios le ama. b.
La oración de petición de perdón
Así como el niño debe aprender por la adoración, a hacerse pequeño ante Dios, reconociéndose simple criatura, así debe aprender también a humillarse y reconocerse ante El como pecador. La Iglesia se lo manda repetidas veces en la Santa Misa y especialmente cuando se acerca el momento de comulgar, invitándole a golpearse el pecho delante de Jesús. El niño ha llegado ya al uso de la razón y, por desgracia, a la edad en que puede pecar. Tiene, pues, necesidad del perdón de Dios. Debe aprender a PEDIR PERDÓN. Ocurre con frecuencia que ciertos educadores destacan exageradamente este aspecto de la culpabilidad en la oración de los niños. Ponen todo su empeño en que los niños hagan bien su examen. de conciencia, pero atendido sólo como una simple búsqueda de pecados. ¿No sería preferible, en general, que dedicarán más tiempo a la oración de adoración, de alabanza, de acción de gracias y de petición desinteresada? El examen de conciencia, juntamente con la petición de perdón a Dios, debe ser ciertamente una parte de la oración diaria del niño. Pero procuremos dar a ese examen un aspecto positivo, haciendo que el niño se vuelva más hacia Dios que hacia sí mismo, más hacia la bondad divina y al ideal que Dios le propone, que a su propia miseria, más hacia el futuro que hacia el pasado. Pidámosle que empiece por ponerse en silencio frente a la Cruz de Jesús. Que recuerde, entonces, el amor del Señor, su valor, su bondad, su obediencia. Para ayudarle, se le sugerirá, de vez en cuando, alguna escena de la Pasión. Y puesto así en presencia del Señor, que mire lo que ha hecho durante el día: lo que ha hecho bien para ofrecerlo y agradecérselo a Dios; lo que ha hecho mal, para dolerse de ello y pedir perdón. Al sentir su pequeñez frente a Dios y contemplar la tristeza de Jesús, brotará de su alma una oración de contrición sincera. Verá claro, sobre todo, lo que debe hacer para corregirse. Y pedirá a Jesús que le libere del mal que ha hecho y le dé un corazón mejor, que esté resuelto a amarle. El niño experimentará entonces la alegría de haber sido perdonado por el Señor y la confianza de que va a ayudarle. Al terminar su oración, el niño se sentirá de nuevo marchando junto a Jesús, dispuesto a decir «sí» a Dios y a ser más amable con sus prójimos. 5.
La oración de ofrenda, de disponibilidad y de resolución
a.
Oración de OFRENDA
Desde muy pequeño el niño debería aprender a hacer la oración de OFRENDA. Es para él algo muy fácil y agradable, pues cuando repara en todos los dones que Dios le hace en su creación y en su obra salvadora, el niño se siente instintivamente impulsado a darle algo en retorno. Sigue en esto el ejemplo de Jesús, que, en la última Cena, al tomar en sus manos el pan y el vino, y, con ellos, todos los dones de la tierra y a la Humanidad entera, dio gracias a su Padre ofreciéndole su Cuerpo y su Vida. Habituemos al niño a ofrecer a Dios cuanto haga, a ejemplo del Salvador. Al despertarse, debe presentarse a Dios y decirle: «Señor, te doy mi corazón y te doy todo este día para que sea un día hermoso». Después dirá a Dios el esfuerzo que ese día piensa hacer y pedirá a Jesús y a la Santísima Virgen que le
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ayuden a pasar un buen día. Concluirá su oración con la señal de la Cruz bien hecha. Al irse a acostar, procediendo en forma parecida, ofrecerá al Señor todo lo que haya hecho por El, las penas y las alegrías que el día le ha proporcionado. Pero expliquemos al niño que todas nuestras ofrendas personales son bien poca cosa comparadas con la ofrenda de Jesús, nuestro Señor. Animémosle a que vaya a la Santa Misa para, con el sacerdote, poder ofrecer al Padre por la salvación del mundo la magnífica ofrenda del Cuerpo y de la Sangre de Jesús y su hermoso «si» de la Cruz. Cuando, al ir a acostarse o durante el día, el niño ofrezca a Dios algún esfuerzo, debe presentárselo a Jesús para que El lo una a su Gran Ofrenda. El niño puede ofrecer también a Dios el trabajo, las penas y alegrías de las personas que le son queridas, uniéndolas a la ofrenda del Señor. Que aprenda a decir a Dios, por ejemplo: «Dios mío, te ofrezco los dolores que está pasando Don X, que ha sido operado, y los uno a los dolores de Jesús en la Cruz». «Te ofrezco el trabajo y el cansancio del Papa, unidos y trabajo y cansancio de Jesús en Nazaret (o en el camino del Calvario)». «Te ofrezco la alegría de mi hermanito que se ha curado, con la alegría de Jesús el día de Pascua»... El gesto de alzar los brazos en actitud de ofrenda, remedando a Jesús en el sacrificio de la Cruz y al sacerdote en la misa, debería llegar a ser en el niño un gesto habitual incluso cuando no orare. b.
Oración de DISPONIBILIDAD
Una especie de oración de ofrenda, singularmente apropiada al niño pequeño y que puede prepararle admirablemente para responder al llamamiento del Señor en la comunión, es la oración de DISPONIBILIDAD. El niño se presenta a Dios, dispuesto a hacer lo que El quiera o se ofrece a Jesús para imitarle y realizar cuanto El le mande: «Aquí estoy, Señor; para...». Es una acritud que cuadra muy bien con la espontaneidad infantil y con su imperiosa vitalidad. Y puesto que el niño ha llegado ya al uso de la razón y ha nacido en él la conciencia, dicha actitud debe ir precedida o seguida de la búsqueda interior de la voluntad de Dios. De esta forma, la oración de disponibilidad resulta una verdadera donación de sí mismo: corazón y voluntad. Por lo demás, repite la actitud de Cristo al llegar al mundo: «He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad» (Salmo. 40, 8; Heb. 10, 3; la de la Virgen en su Anunciación: «He aquí la Sclava del Señor» (Lc. 1, 38); la de las grandes figuras de la Biblia y la de los Santos que el niño recordará: «Aquí estoy» (Abraham: Gen. 22, 1; Moisés: Ex. 3, 4, etc.). c.
Oración de RESOLUCIÓN
Esta disponibilidad toma una forma concreta en la oración de RESOLUCIÓN. Para preparar al niño a su amistad con el Señor, debemos enseñarle a que haga propósitos en su oración, a que tome resoluciones que luego influyan efectivamente en su vida. Frente a la Cruz de Jesús o sintiendo a Dios presente en su corazón, el niño dirá: «Señor, ¿qué quieres que haga?» y, tras unos momentos de reflexión y de recogimiento, decidirá con el Señor un esfuerzo concreto: un «sí » a Dios de trabajar mejor, de ser más obediente, más complaciente... Después ofrecerá este esfuerzo a Jesús o —como lo hemos indicado antes— lo ofrecerá a Dios en unión con el «si» de Jesús y pedirá su ayuda. Las resoluciones del niño deben concretarse con alguna frecuencia en los medios necesarios para continuar siendo amigo del Señor: en la fidelidad o la oración de la mañana y de la noche, en la costumbre de contar al Señor todo cuanto le ha ocurrido durante el día. 6.
La oración de confianza, la de contemplación y acogida
a. La oración de CONFIANZA Y de ABANDONO es la que el niño hace cuando piensa que Dios es su Padre del cielo o que Jesús es su Salvador: Padre y Salvador infinitamente buenos y, a la vez, llenos de poder y de amor hacia él. Entonces se confía plenamente en sus manos y descansa, lleno de paz, en sus brazos. Hemos aludido ya a esta forma de oración al hablar de la adoración y creemos que es la más adecuada para la oración de la noche, cuando el niño se dispone a descansar, como más tarde lo veremos.
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b.
La oración de CONTEMPLACIÓN consiste en: Fijar el pensamiento o la mirada en una escena de la Biblia, en algún misterio de la vida de Jesús: “contemplar”, tras haber leído u oído dicha escena; Reflexionar después sobre lo que el Señor quiere hacernos comprender y nos pide en ella: “escuchar”; Finalmente, en responder al Señor lo que El espera de nosotros, viendo la forma de aplicar dicho misterio o escena a nuestra vida: “aplicar a la vida”, bien en forma de oración de petición: rogando al Señor que nos dé la gracia propia de dicho misterio, o bien en forma de disponibilidad activa con respecto al misterio contemplado.
Contemplar, escuchar, aplicarse la enseñanza de un misterio para sacar fruto de él es un método de oración muy provechoso sobre el que es preciso instruir a los niños. Les ayudará a hacer presente a Dios en su interior y a configurar sus vidas con la de Cristo. Buen número de las reuniones de preparación, deben llevar esta modalidad de suerte que vayan enseñando progresivamente al niño esta forma de orar. c. La oración de ACOGIDA, que se parece y completa la anterior, es la más apropiada cuando el Señor viene a traernos alguna de sus gracias: en Adviento, por ejemplo; en tiempo de Navidad o en Nochebuena frente al Portal de Belén; en Pascua frente a Cristo Resucitado y al cirio que le representa; en Pentecostés, ante el Espíritu Santo que nos visita siempre que recibimos un sacramento; en la consagración y comunión de la misa o, simplemente, cuando interiormente, nos ponemos en contacto con Dios. Es una oración que puede revestir las más variadas formas, según sea el aspecto bajo el que el Señor se presenta y según sea la finalidad de su venida. Mas siempre ha de tener: Una primera parte de contacto con el misterio: en Navidad p. e. «Jesús, has venido al mundo para salvarnos»; en Pascua: «Señor, has resucitado para traernos la Vida»; en Pentecostés: «Espíritu Santo, vienes para cambiar nuestro corazón y ponernos un corazón propio de hijos de Dios»... etc. La segunda parte consistirá en la aceptación del misterio, en sentirse bajo su influencia, en dejarse penetrar por él: en Navidad: «Señor, enséñanos e ilumina nuestro camino; queremos aprender a amar a Dios y a amarnos mutuamente»; en Pascua: «Señor, enciende en nuestras almas tu luz de Pascua, danos tu vida, concédenos la victoria sobre el mal»; en Pentecostés: «Espíritu Santo, cambia nuestros corazones, ilumínanos, guíanos, haznos semejantes a Jesús». La tercera parte de esta oración será un ofrecimiento activo al Señor para seguirle y trabajar con El en lo que fue motivo de su venida, en Navidad: «Aquí me tienes, Señor, para ser tu amigo»; en Pascua: «Aquí me tienes, Señor, para empezar una vida nueva; quiero luchar contra mis defectos, ir todos los días subiendo hacia Dios, como Tú...»; en Pentecostés: «Espíritu Santo, quiero escucharte, quiero decirte siempre «sí», quiero seguir tus buenas ideas...» Entre medio de estas tres partes esenciales de una oración de acogida pueden ir intercaladas otras actitudes, como por ej., la de adoración en el momento de ponerse el alma en contacto con el Señor, la alabanza o el agradecimiento al pensar en la gracia que el Señor nos trae, etc. De esta forma, conseguimos una oración muy rica en la que se dan todas las principales actitudes de oración y que pueden ayudar no poco al niño en sus acciones de gracias después de la comunión, como lo vamos a ver en seguida. 7.
La acción de gracias del niño después de la comunión
Se designa, de ordinario, con este nombre de acción de gracias, la oración personal que sigue a la comunión. Pero no tiene por qué reducirse a la mera oración de gratitud al Señor, sino que puede comprender otras actitudes religiosas. Depende de cuáles sean las circunstancias en las que el niño se halle, del tiempo litúrgico y hasta del mismo carácter que tenga la misa en la que el niño ha participado.
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La mejor manera de prepararle para esta acción de gracias es la de iniciarle en las distintas actitudes de oración que acabamos de exponer. Si, durante su preparación, el niño ha aprendido a adorar a Dios, a alabarle y darle gracias, a pedirle perdón y otros favores, a ofrecerse a El y a tomar resoluciones, a abandonarse en Dios y a contemplarle en sus misterios y a acogerle cuando llega a él, estará admirablemente dispuesto para cuando reciba al Señor y haya de estar un rato en oración después de comulgar. Con este mismo objeto, procuremos que, cuando el niño ore en su casa o en clase (si somos sus profesores), en las reuniones y en las visitas a la Iglesia, pueda orar unos minutos por su cuenta e indiquémosle las distintas actitudes que, en esos ratos, puede adoptar. 8.
La palabra-esquema “ARDOR”25
Desde luego, no existe una forma estereotipada de acción de gracias. Sólo a título, pues, de ejemplo damos aquí una palabra que puede ayudar al niño (o al educador del niño muy pequeño) a sostener su atención: es la palabra ARDOR, cada una de cuyas letras recuerda una de las actitudes de oración que el niño puede tomar ante el Señor que ha visitado su corazón: Adorarle, Reconocer el favor que le ha hecho, Desear sus beneficios, y pedírselos, Ofrecerse a El y Resolverse a hacer lo que al Señor le agrade. El ideal sería sin duda poder dejar solo con el Señor —siquiera durante unos minutos— al niño que ha comulgado, respetando así la libertad de su oración y la de la gracia; pero lo más corriente es que el niño no sepa ni qué hacer ni qué decir al Señor y se distraiga en seguida. Hay que ayudarle a que hable con Jesús que está dentro de él. Por lo demás, el orden de las letras de la palabra ARDOR coincide bastante exactamente con el orden lógico que debe seguir la oración de quien ha recibido al Señor: Lo primero que debe hacer es adorar al que ha llegado, pues se trata del Hijo de Dios en persona (¡y qué provechoso sería que el niño adorara a su Señor el mayor tiempo posible!). Después, reconociendo el beneficio de tal visita, el niño alaba y da gracias, cosa tan puesta en razón cuando se recibe a Alguien tan grande. Pero el Señor trae algo consigo y viene con un fin: trae su Vida para comunicárnosla y viene con deseo de cambiar nuestro corazón por el suyo y de ayudarnos a extender el amor por el mundo. Ante esas riquezas que Dios trae, lo normal es que deseemos y pidamos alguna gracia, tanto para nosotros como para otras personas. Otra de las razones de la venida del Señor es la de invitarnos a seguirle, a ser una sola cosa con El, amar a su Padre y a los hombres como El les ama. El niño puede ofrecerse a Jesús para ser su amigo y para cuanto el Señor espere de él. Y será conveniente que, concretando su ofrecimiento, se resuelva a prometer a Jesús alguna cosa para ese día o para esa semana. Pero advertimos que este método para la oración de acción de gracias después de la comunión no será muy satisfactorio con niños demasiado jóvenes o que sean incapaces aún de un recogimiento un tanto prolongado. Con tales niños hay que escoger otros métodos de oración más breves.
25 ARDOR es una sigla formada por las cinco iniciales de las palabras francesas: Adorer, Remercier, Demander, Offrir , Resolutio . Por curiosa coincidencia, la sigla ha resultado una palabra castellana y puede recordar perfectamente a nuestra niño las distintas actitudes de oración. De ahí que hayamos querido conservarla en la traducción, aunque modificando ligeramente el sentido de alguna de sus iniciales. Así, en lugar de Remercier hemos adoptado el verbo Reconocer, que, en una de sus acepciones, significa ―la obligación de confesar la gratitud que a alguien se le debe por sus beneficios‖, y el de Desear en lugar del verbo Demander, pues el deseo es una premisa obligada de cualquier petición. (N. del T.)
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9.
La acción de gracias comunitaria
A toda acción de gracias personal conviene que siga una acción de gracias comunitaria. La última letra de ARDOR nos puede recordar también que hemos de reconocer colectivamente para agradecer juntos el don de Dios, y se puede hacer por medio de una oración o un cántico colectivos. De esta forma, el niño irá penetrándose de que tanto la Santa Misa como la Comunión tienen un carácter comunitario. Y saldrá de la iglesia dispuesto a continuar su acción de gracias por medio de una vida parecida a la de Jesús: una vida llena de amor y de generosidad. Nada hay, por lo demás, en el esquema de oración ARDOR que impida dar a la oración una proyección más amplia que la de mera oración personal a Jesús: un sentido comunitario, por ejemplo, adorando, alabando, agradeciendo... en unión con todos cuantos en la tierra y en el cielo son amigos de Jesús; un sentido apostólico: adorando por los que no adoran, agradeciendo por los que no lo hacen, pidiendo por distintas necesidades apostólicas...; o una orientación hacia el Padre: adorando al Padre que vive, con Jesús, en nosotros; agradeciéndole en unión con la acción de gracias que su Hijo le da desde nuestro corazón. 10.
Los gestos en la oración
Sabemos de sobra que al niño le cuesta mucho retener su atención mientras ora. Fácilmente se va a los cerros de Ubeda26. Su cuerpo le está pidiendo moverse, correr. De ahí que su cuerpo deba interesarse también en la oración. En la oración de un niño, los gestos tienen una gran importancia, pues, cuando pone en actividad no sólo su espíritu sino también su cuerpo, el niño se eleva más fácilmente hasta Dios. Con los gestos comprende mejor el sentido de las palabras que pronuncia. Condenarle a una total inmovilidad mientras ora es violentar su naturaleza y frenar su expansión espiritual. El sacerdote sabe, por propia experiencia, cuánto le ayudan en su oración de la misa diaria los gestos que en ella ha de realizar. Hacer, pues, que el niño ore con gestos es comprender su modo de pensar y de vivir. Claro es que no se trata de unos gestos cualesquiera. Para que un gesto tenga contenido religioso, debe ser hecho en determinadas condiciones de ambiente de las que hemos hablado ya no poco. Recordémoslas, no obstante. El gesto debe prepararse en el silencio, en la presencia de Dios y en una actitud corporal respetuosa. La mejor manera de enseñar a un niño el sentido religioso que un gesto encierra, es la de hacérselo ver en algún personaje de la Biblia, en la Virgen, o en el Señor mismo. El niño se sentirá dichoso de poder imitar tales modelos y, poco a poco, el gesto surgirá espontáneamente en él cuando haga su oración. La libre elección de un gesto es para el niño un acto personal que le aficiona más a la oración. Hay gestos que gustan a todos los niños y que les ayudan siempre a orar: Inclinarse profundamente con los ojos cerrados, para adorar a Dios, e incluso, postrarse, a veces, en tierra; Levantar los brazos al cielo para alabarle, darle gracias o participar de su alegría (el «alleluia» de Pascua, por ejemplo); Bajar la cabeza en presencia de Dios y golpearse el pecho para pedir perdón; dirigir los brazos hacia Dios y volver hacia El sus manos en actitud de súplica, como el sacerdote en la colecta de la misa; Levantar los brazos hacia adelante en actitud de ofrenda, como el sacerdote en el Ofertorio; Presentarse al Señor, erguidos, con los brazos a lo largo del cuerpo y las palmas de las manos mirando hacia delante, en actitud de disponibilidad: «Aquí me tienes, Señor»;
26 Expresión que significa que la persona se distrae.
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Darse la mano y trenzar la cadena de la amistad con sus compañeros de cara al crucifijo, simbolizando la paz con todos ellos y la unión con todos los cristianos del mundo... Respecto de este último gesto y de la postración en tierra hemos de advertir que requieren un ambiente especialmente preparado: hemos de precisar bien que se trata de una oración hecha ante los ojos de Jesús y hemos de pedir a los niños que, por la forma de darse la mano, no estorben la oración de los demás compañeros
C.
1.
LA ORACIÓN COMUNITARIA
Las ventajas de la oración en común
La oración personal es necesaria al niño si ha de llegar a hacerse un hombre interior y si se han de crear entre él y Jesús lazos de verdadera amistad. Pero no conviene que sea ésa su sola forma de orar. El niño, a fuerza de orar en común, caerá en cuenta de que forma parte de una gran familia religiosa, la Iglesia, y de que es miembro asimismo de una comunidad familiar, escolar y parroquial. Debe amar la oración comunitaria, pues, si él es un amigo del Señor, lo son también sus padres, sus amigos, sus compañeros. Debe querer sentirse en su compañía cuando vaya a hablar con Dios. Entonces, la fe de los que le rodean, robustece su propia fe, pues el ambiente, más que las palabras, es lo que empuja al niño hacia Dios. Cuando ora en compañía de adultos o de otros compañeros que lo hacen con gran respeto, el niño se siente elevado por ellos; su silencio, calma y actitud le impresionan, le concentran y hacen más perfecta su oración. 2.
Dificultades de la oración
Sin embargo, la oración en común ofrece serias dificultades a esta edad. El niño que forma parte de un grupo, tiene con demasiada frecuencia la impresión de no ser más que uno en el conjunto, de que allí no juega ningún papel y se deja llevar sencillamente por los demás. Si no tenemos esto en cuenta, corremos el riesgo de que nuestro grupo sea un auditorio de niños que ejecutan mecánicamente unos ritos sin alma. La repetición de unas mismas oraciones acaba siendo un temible formalismo del que tantos ejemplos hallamos en escuelas y colegios y en el seno de muchas familias. No hay mejor sistema para que el niño se distraiga y pierda el gusto por la oración. 3.
Condiciones para una verdadera oración comunitaria
Para librar al niño de este formalismo, hay que llegar a que, dentro de la oración colectiva, el niño experimente de forma personal los sentimientos del grupo. Mas, no lo conseguiremos si no observamos ciertas condiciones o no sabemos respetar el ritmo particular de su oración. Recordemos una vez más -perdónesemos la insistencia, pero ¡es tan raro que se tomen estas precauciones!-, que, para orar, el niño —sobre todo si forma parte de un grupo—, necesita ponerse en calma mediante unos momentos de silencio y sentirse en la presencia de Dios. Incluso su cuerpo debe disponerse para orar. Debemos sugerirle la postura más conveniente, ponerle en actitud interior de oración, como quedó ya indicado. Si algún adulto está presente, debe adoptar idéntica actitud. Su recogimiento ayudará y arrastrará al niño. Un niño no puede estar atento a lo que reza si no se reza lentamente, con un ritmo que refleje el respeto de quien está delante de Dios. El niño necesita tiempo para captar el sentido de las palabras que pronuncia. Una oración «embalada» le produce la impresión de algo mecánico, de una ausencia total de respeto y de una prisa que le empuja a la distracción y aumenta en él el deseo de moverse. El tono de voz del que dirige el rezo le invita al recogimiento en el que hallará a Dios o le recuerda el ruido que le aleja de El. Un tono moderado, unas palabras que rezumen respeto, hacen comprender al niño que está hablando con Dios y fijan su atención, pues siente que se eleva hacia Dios.
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El niño participa más a gusto en la oración colectiva que se fragmenta de trecho en trecho para dar lugar a la oración personal. La oración personal entre oraciones colectivas obliga al niño a una actuación personal, al control de sí mismo y le prepara para la siguiente oración comunitaria.
D.
CONSEJOS A LOS PADRES RESPECTO DE LA ORACIÓN EN FAMILIA
No vamos a negar las muchas dificultades que tiene la oración en familia. Por eso, nos vamos a limitar a dar unos consejos, fruto de diversas experiencias familiares, a fin de que cada cual pueda aprovecharse de los que crea apropiados a su caso. Son consejos que se refieren a niños pequeños. 1.
Variar las oraciones
No es nada difícil el poder variar las oraciones y el modo mismo de orar cuando la familia se ha reunido para la oración de la noche. Cierto que en la oración familiar debe entrar alguna de las oraciones tradicionales del cristiano, como el Padrenuestro, el Ave María, el Acto de caridad..., y para los mayores, el Credo, el Acto de Contrición, los Actos de Fe y Esperanza, el Yo, pecador... Estas oraciones, repetidas - a diario las más importantes; periódicamente las demás: repartiéndolas p. e. entre los días de la semana-, deberían llegar a ser familiares y gratas al niño. Mas, por tratarse de oraciones que se recitarán toda la vida, y porque intentamos que no se hagan en ellas la rutina y el formalismo, deben ser objeto de un cuidado especial y ser dichas muy lentamente, explicadas a menudo y preparadas con alguna breve alusión que recuerde su sentido y disponga al niño a recitarlas bien. Esto es igualmente necesario con el Padrenuestro y el Ave María, así como con oraciones de cierta longitud, como el Credo o el Yo, pecador. Cada familia puede añadir a éstas algunas otras oraciones de su gusto, como el Acordaos, el Bendita sea tu pureza, etc. Aparte de estas oraciones fijas, debe haber otras que se varíen cada día, so pena de que el niño se desinterese de todas. Para esta parte movible, nos podemos servir de los salmos, de alguna de las oraciones de la misa (Gloria, Kyrie –Señor, ten piedad-, Sanctus –Santo- , Agnus – Cordero de Dios-...) de las oraciones de la misa del día, de la de los domingos o grandes fiestas. Cuando el niño esté preparándose para su primera comunión, escogeremos preferentemente la oración que el niño aprendió en clase o en la reunión. Pueden hacerse también oraciones espontáneas, a tenor de las distintas actitudes de oración de las que poco ha tratamos. El cántico religioso tiene una fuerza singular para crear ambiente de oración. Y el combinar cánticos y plegarias es un acertadísimo sistema para poder prolongar algo más el tiempo de oración. El empleo de discos puede ser en esto un precioso auxiliar. Y vale para el uso de éstos la misma advertencia: que tanto en la letra como en la melodía estén revestidos de un carácter sagrado. De otro modo se distorsionaría el auténtico ambiente de oración que se desea vivir. 2.
Unir la oración con la vida la oración espontánea
El niño no se sentirá metido vitalmente en la oración familiar si ve que en ella no se hace ninguna alusión a su vida, a la de sus padres o la del mundo que le rodea. Para eso es preciso que los padres sepan dar cada día un aspecto nuevo a la oración familiar: que den o hagan dar gracias a Dios por sus hijos y por las alegrías del día; que sugieran el ofrecer a Dios lo que han hecho bien o que pidan perdón por lo que han hecho mal; que imploren o hagan pedir las gracias que necesitan27 . Si en muchas familias y en muchos niños no hay una verdadera vida espiritual, se debe en gran parte a que los padres no hablan espontáneamente con Dios delante de sus hijos, no meten en la oración ni 27 Véase lo que se ha dicho en la sobre el aspecto positivo del examen de conciencia
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sus propias vidas ni las de los suyos. El niño debe ver la fe de sus padres en su modo de rezar, en la forma con que juzgan los hechos del día, en la oración que hacen a Dios cada noche. Es enorme la trascendencia que para la educación religiosa de un niño tiene la oración familiar; como nada hay que tanto turbe a los niños pequeños —a los muchachos sobre todo- como el no ver rezar a sus padres. 3.
Ensanchar el corazón del niño
Procuren los padres que la oración familiar recoja no sólo las preocupaciones familiares, sino las de la parroquia, las de la Iglesia y las del mundo entero, los sufrimientos, penas y alegrías de todos los hombres, las grandes intenciones de la Humanidad. Que el niño se dé cuenta de que un cristiano tiene que preocuparse de algo más que de su vida personal: de la pena y de la alegría de los demás. Los padres deben evocar en la oración casos concretos de alegría o de sufrimiento que hayan encontrado durante el día o qué hayan conocido por los periódicos, para que, unidos todos, pidan al Señor por esas intenciones. 4.
Dar un papel a cada uno
Cuando los hijos crecen —y cuando aún sean muy jóvenes— se puede dar a cada uno un papel dentro de la oración familiar. Después de los padres, los hijos deben poder elevar su voz para alabar a Dios, agradecerle sus beneficios, encomendarle sus intenciones, hablar, en suma, con nuestro Señor, como lo han hecho antes el padre y la madre. Uno puede encargarse de alabar a Dios, otro de la acción de gracias, un tercero, de las peticiones. Estos papeles se deben cambiar de vez en cuando, pero mientras los desempeñan, se les dará libertad para que escojan las oraciones que más les gusten. A algunos se les ocurra tal vez el leer un texto de su misal, una escena de la Biblia o un relato del Evangelio sobre el que, acto seguido, los padres y los demás hermanos reflexionarán y orarán. Otras veces los padres se reservarán el derecho de dirigir estas lecturas, explicándolas y haciéndolas base de una oración de contemplación. Siempre convendrá destinar cierto tiempo de silencio a la oración libre y personal de cada uno; en ese momento los niños pueden adoptar las actitudes de oración que han aprendido. 5.
Poner paz en los corazones delante del Señor
Cuando llega el momento de disponerse para la oración familiar, ocurre con frecuencia que padres e hijos están en un estado de ánimo que requiere cierto apaciguamiento: ha habido disgustos a lo largo del día, preocupaciones, miedos, trabajos que han salido bien o mal, castigos que ha habido que imponer, enfados que el niño sigue recordando. ¡Qué hermoso es que los padres se muestren, entonces, como un reflejo de la bondad paternal de Dios! Se han callado todos para hacer el examen del día. Entonces, los padres perdonan a todos, como lo ha hecho Dios. Unos y otros se reconcilian interiormente. Los padres sugieren algún esfuerzo común de caridad o indican a cada uno el que es más necesario para que haya en la familia un poco más de paz. Todos se confían a Dios para esa noche, se ponen en sus brazos y se duermen en la paz del Señor. Hay otras formas, sin duda, de hacer de la oración familiar una oración viva. Lo esencial en esto es que todos colaboren para animarla, mejorarla y renovarla cada día, de suerte que el de la oración sea el momento más deseado de la vida en familia, el rato en el que cada uno de los que la componen presenta espontáneamente a Dios lo que más aprecia o lo que más le preocupa. Entonces, la oración en familia es el tiempo fuerte en la formación religiosa del niño, la fuente diaria de gracia para todos, el tesoro inapreciable por el que los padres deben mirar y que deben esforzarse en conservar aun a costa de los mayores sacrificios.
“El que tenga sed, que venga a Mí; de su interior brotarán torrentes de agua viva” (Jn. 7,47)
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SAN PÍO X DIÓCESIS DE SAN LUIS
METODOLOGÍA
DE LA CATEQUESIS I
UNIDAD VIII FORMACIÓN DEL CATEQUIZANDO EN LA VIDA DE ORACIÓN B.
EL RETIRO ESPIRITUAL28
28 Las sugerencias acerca de las Pláticas del Retiro Espiritual para niños que se preparan a la recepción de los sacramentos de Iniciación aparecerán en un Apéndice especial para esta materia. Ahora sólo ofrecemos las consideraciones generales, fundamentales y necesarias, para la conformación del ámbito tan peculiar del este tipo de retiros espirituales.
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EL RETIRO ESPIRITUAL DE LA PRIMERA COMUNIÓN Las etapas ya descritas han ido llevando paso a paso al niño hasta la primera comunión. Se acerca el momento de recibir al Señor y de inaugurar la nueva vida de comulgante. El último paso en esa preparación debe ser un retiro espiritual.
A.
FINALIDAD DEL RETIRO
Guando vemos en la Biblia o en la vida de los santos que el Señor lleva a su pueblo o a alguno de sus amigos al silencio de la soledad, siempre es para prepararlo a nuevas efusiones de su gracia y, al mismo tiempo, para darles un conocimiento más claro de las exigencias de su amor. En efecto, el silencio es en donde el hombre, de cara a las grandezas de Dios, conoce verdaderamente sus flaquezas. Dios acude entonces en su ayuda y le ayuda a transformar su corazón, a recobrarse y a reescoger el camino y los medios que le permitan llegar a una intimidad más profunda con el Señor y responder a sus designios amorosos. Lo propio sucede con nuestro pequeño comulgante. El retiro trata de ponerle en contacto más estrecho con el Señor, a fin de que se prepare mejor al don que va a recibir y a la respuesta que debe dar al Señor. Procuremos que toda la familia del niño se asocie a este retiro. Damos por supuesto que los niños se hallan iniciados ya en el misterio y liturgia eucarísticos. De lo contrario, habría que incluir en el retiro esos temas. Pero nuestro consejo es iniciarlos con anterioridad para poder realizar un auténtico ―retiro espiritual‖ Tratándose de niños de poca edad, creemos suficientes uno o dos días completos de retiro. Desde luego, bastan si los niños no tienen aún ocho años y si han seguido las etapas descritas en el libro para su preparación. Pero, eso sí: el retiro ha de serlo de verdad: uno o dos días de silencio y de oración. Si dura dos días —es lo que desearíamos—- el primero se orientará hacia la venida inminente de Jesús al ...corazón, del niño, y el segundo a la fidelidad en su amistad con el Señor, después de haber comulgado. En la reunión preparatoria de la tarde en que comience el retiro y en la primera de la mañana siguiente, intentaremos poner al niño en las condiciones de |silencio y generosidad que se necesitan para hacer un retiro provechoso. La escena de Zaqueo descubrirá al niño en la segunda reunión el deseo que el Señor tiene de venir a él para transformar su corazón, así como la acogida jubilosa y generosa que es menester prepararle. La humildad y la fe del centurión crearán en el niño las disposiciones de respeto y confianza que debe abrigar respecto de la Hostia. La parábola de los invitados al festín y del vestido con que debían presentarse completará la preparación, invitándole a examinar si su corazón se halla bien dispuesto, y, sí no lo estuviera, a purificarlo por medio de la confesión, antes de acercarse a la mesa del Señor. Preparado así en el primer día del retiro, el niño se hallará en inmejorables condiciones para comprender la mirada que el Señor le dirige y la llamada a una amistad más personal, apoyándose en la escena del llamamiento de San Pedro: es la gran llamada de la primera comunión. Viendo después cómo cayó el gran amigo del Señor, San Pedro, el niño comprenderá que necesita de la oración para ser fiel a su promesa de amistad: por nuestra parte, le haremos ver las dificultades que va a encontrar y le hablaremos de los medios que el Señor pone a su disposición: oración, comunión, confesión, renovación diaria de la promesa del esfuerzo. El ejemplo de fidelidad de la Santísima Virgen se le presentará como un modelo atrayente y que le anime a confiar en ella Un solo pensamiento debe ocupar en el corazón del niño: el de disponerse a seguir con gozo y silencio al Señor que viene a él. Preparemos con él la Misa y la Comunión del día siguiente Tal vez pueda parecer a alguno que son excesivas cuatro reuniones en cada uno de los dos días del retiro; excesivas y un tanto utópicas. No entramos en la discusión; solamente afirmamos que cada cual debe adaptar el plan del retiro a sus propias posibilidades y a las necesidades de los niños a preparar. Es preferible,
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desde luego, no tocar todos los temas pero tratar los que se pueda con profundidad y tiempo suficiente, que no mariposear alrededor de todos. Y mejor, sin duda alguna, un día de verdadero retiro que dos o tres de un retiro sin silencio ni tensión espiritual.
B.
EL AMBIENTE DEL RETIRO
Si queremos que el Señor pueda transformar al niño hemos de poner a éste en condiciones de que da escuchar y hablar con Dios. 1.
Actitud del educador
La primera condición es un es un clima de silencio. Si esto falta, el niño no puede escuchar ni hablar con Dios. Son muchos los educadores que no consiguen crear este recogimiento de ambiente. Cierto es que el silencio es, en buena parte, un problema de autoridad y de método; pero conseguirlo en un retiro depende del estado de espíritu del educador. El niño debe ver al educador como la imagen del Señor, como un modelo de calma y de dominio de sí, de convicción interior y de amor de Dios. Debe presentir la presencia del Señor en quien le habla. La actitud religiosa de sus educadores impresiona fuertemente al niño y le empuja a imitarlo. Digamos, pues, que es preciso un modo de hablar tranquilo y recogido un ambiente de alegría contagiosa y de firme exigencia. Cuando el niño emprende actividades serias y dificultosas, su ritmo es lento; hay que darle, por tanto, tiempo para que se ponga en orden, y para que se calme. También debe sentirse comprendido en todos sus gestos, de suerte que cualquiera de sus salidas de tono no provoque de inmediato riñas o advertencias desagradables; por el contrario, procuremos dar a nuestras advertencias un tono estimulante que dé al niño la seguridad de que puede cumplirlas. Cuando haya que reprender a alguno de los niños, debemos hacerlo, a ser posible, en privado. Que nuestras palabras les animen, les ilustren y les recuerden el ideal, en vez de asustarles y de alejarles de nosotros. Sobre todo debemos orar personalmente por cada uno de los niños. 2.
La entrada de los niños
La mayor dificultad es la de que el número de niños sea muy elevado. Mas aun entonces no es imposible conseguir un ambiente de calma y de silencio si se atina en los primeros momentos. Nos permitimos indicar algunos de los medios que la experiencia nos ha revelado como eficaces en lo que se refiere a la entrada y silencio de los niños, así como a la preparación del local de nuestras reuniones. No los damos, desde luego, como un modelo que haya que imitar servilmente, sino a mero título de pequeñas industrias para la buena marcha de un retiro, sobre todo cuando son muchos los niños que participan en él. Ante todo, es importante que los niños no se encuentren como perdidos en la masa. Para evitarlo, se pueden dividir en equipos de cinco o seis, a cada uno de los cuales daremos un nombre concreto: grupo San Ignacio, grupo San Juan, etc. Al frente de cada equipo pondremos un responsable que sea un poco mayor que el resto de los niños que lo formen. Se han reunido ya alegremente frente a la sala de las reuniones. Les formamos en grupos, y, para que aprendan a reunirse, hacemos que a una señal de nuestro silbato se dispersen y, a otra, vuelvan a reunirse rápidamente. Si los niños son numerosos o poco habituados a prácticas religiosas, será conveniente que demos ya desde un principio las normas de disciplina, las advertencias sobre la manera de ir y venir dentro de la sala, la actitud que deben observar en la misma... Tratemos, sin embargo, de que en todo lo que tengan que cumplir se muevan por motivos de generosidad y de amor al Señor. 3.
E1 silencio
Para conseguir el silencio y poder comenzar las charlas en un ambiente de recogimiento, convendrán que, una vez reunidos, los niños se pongan en calma delante de la puerta de la sala. Se les dice que se
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recojan y que, para eliminar todo ruido interior, escuchen los ruidos como en la lejanía. En voz baja se llama al grupo que se ve más en silencio. Entran de puntillas en la sala, mientras van pensando: «Voy al encuentro del Señor». Si son pocos, se les puede ir llamando por su nombre. Cuando llegan a su sitio, empiezan a hacer lo que se les ha indicado: mirar, p. e., la imagen de la Virgen María o rezar el rosario despacio, sentados o de pie. Cuando alguno de los grupos está entrando con gran silencio, se puede decir con voz mesurada y recalcándolo bien: «Grupo San Juan; entráis muy bien con ese silencio» o «Pedro, vas muy bien al encuentro del Señor». Estas frases de estímulo se pueden repetir a lo largo de todo el retiro, como alabanza del grupo que se esté portando como es debido. 4.
El local
El marco influye notoriamente en la creación de una atmósfera de recogimiento. Los niños que entran en una sala bien preparada, tienen la impresión de que van a hacer alguna cosa importante. Sólo a título de ejemplo, indicamos la forma en que te puede preparar un local que ayude al recogimiento y a la generosidad de los niños. En el fondo de la sala colocamos un altar sobre el que haya una gran cruz en cuyo centro brille una hostia. Al pie de la cruz, una hermosa imagen del Señor Crucificado o resucitado o del Buen Pastor. Una luz encendida frente a la cruz y a la imagen del Señor. Sobre el altar, una copa en forma de cáliz y un platillo que haga las veces de patena y en el que hay unas cruces pequeñas o unas rodajas de papel en las que está escrita la palabra «sí». A un lado del altar, una estatua de la Virgen María, ante la que los niños puedan venir a arrodillarse libremente al final de sus trabajos; al otro lado, una pizarra en la que se ha dibujado una cruz de la que parten muchos rayos de luz. Si los niños no son muchos, se pueden escribir sus nombres entre rayo y rayo. Esto les ofrece la perspectiva de poder moverse, pues, cuando haya terminado la instrucción y si el silencio ha sido bueno, irán despacio y de puntillas a dibujar una pequeña cruz sobre su nombre respectivo. También podrán ir libremente hasta el altar cuando hayan hecho un esfuerzo, y retirar de la patena una rodajita de papel con el «sí» que llevan escrito. El ideal serla que cada niño tuviera su mesa individual, para que pudiera realizar su trabajo personal sin distraerse con el de los otros. Sobre la mesa del niño debe haber lapiceros de colores y, si parece bien, una estampa que le sirva de recordatorio para la observancia del silencio. En un ángulo de la mesa, un pequeño recipiente de cartón, como «patena» individual en la que pueda ir depositando las cruces o pequeñas rodajas de papel que simbolizan, sus esfuerzos. En el recipiente se puede colocar también de antemano un sobre en el que se ha metido una hostia de pan que el niño sacará cuando llegue el momento. Sobre el pupitre, una cuartilla blanca, y debajo de ella, un dibujo que el niño descubrirá y coloreará al final de la instrucción, si no se da a cada niño un cuadernillo especial para el retiro. Todos son pequeños detalles que, pese a serlo, tienen su importancia, y que cada uno puede mejorar con su propia o ajena experiencia; para el niño son, desde luego, de excepcional importancia. Otra manera de preparar el local es la de darle apariencia de Cenáculo. En el fondo de la sala se coloca una gran mesa cubierta con un mantel blanco, que representará la mesa de la Cena y el altar de la misa. Sobre la mesa, una gran cruz y dos cirios encendidos, una copa en forma de cáliz, un plato con pan. Bordeando toda la mesa, patenas que representan el lugar de los niños que han sido invitados a la mesa del Señor (si son pocos, cada patena puede asignarse a uno): sobre ellas irán depositando los símbolos de sus esfuerzos y las fórmulas de sus promesas. Esta mesa puede prepararse con cierta solemnidad y en presencia de los niños al comienzo del retiro. A un lado de la misma, una pizarra escolar que servirá para anotar algunas consignas, alguna oración o el resumen de alguna charla.
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C.
LAS CHARLAS
Todos los consejos que acabamos de dar no tienen otra finalidad que la de que los niños puedan aprovecharse mejor de las charlas de retiro. De ellas es de las que depende su fruto; poco será., pues, cuanto digamos sobre el empeño que hemos de poner en su preparación y en presentación. Hemos dicho ya cómo debe presentarse a niños de esta edad una charla de formación religiosa29. Sólo nos resta insistir en ciertos puntos que juzgamos del mayor interés para un retiro espiritual. Nuestra charla debe ser sencilla y no debe encerrar más que una sola idea. Nuestra presentación debe ser viva, pues una charla de un retiro no pretende solamente la instrucción del niño sino también, y sobre todo, inflamar su corazón y su voluntad, y suscitar en él a impulsos de una fe viva, el amor y la generosidad. Debe poner al niño en contacto con Dios; todo, por tanto, debe empujar al niño a orar. De ahí que sea conveniente que haya, unos momentos de silencio antes de comenzar la charla; que invitemos a los niños a que escuchen los ruidos corno en la lejanía, o que les dejemos escuchar durante unos minutos algún cántico religioso o algún salmo que se acomode al tema de la instrucción; hacerles, en suma, caer en cuenta de que están bajo la mirada de Dios. Y todo esto sin prisa de ninguna clase y con gran paz. Cuando hemos conseguido la calma completa, puede comenzar nuestra charla. El comienzo debe ser sugestivo. Parece más aconsejable que los niños no hablen ni antes ni después de la instrucción. El retiro es un tiempo de silencio del que el Señor se sirve para hablar al niño en su interior. El silencio actúa poco a poco en el niño y le pone en disposición de escuchar.
D.
LA ORACIÓN
Cuando la charla haya terminado, los niños deben encontrarse recogidos. Entonces se les recomienda que escojan la posición corporal que mejor les ayude a orar: de pie, arrodillados, sentados. Se les sugieren ciertas actitudes de oración y un tema derivado de la charla y orientado a la finalidad que la reunión persigue. Hecho esto, el educador deja a los niños a solas con el Señor y se pone a hacer oración junto a ellos. Esta oración personal del niño intenta conseguir que aprenda a orar solo y por un espacio de tiempo un tanto prolongado, para que sepa luego hablar íntimamente con el Señor en su acción de gracias de después de la comunión. A esta oración individual hemos de unir siempre una oración colectiva que haga caer en cuenta a los niños del carácter comunitario del sacramento al que se están preparando. Escojamos, con preferencia, oraciones sacadas de la misa y acomodadas al tema de nuestras charlas. Los cánticos ayudan indudablemente a esta actitud comunitaria de la oración. Pero el retiro no es el momento de aprender cánticos nuevos. El canto debe ser un medio para orar, no un motivo de disipación. Algunas veces puede recoger a los niños el oír simplemente un cántico en medio de su silencio. Como hemos dicho de las oraciones, procuremos escoger de entre los cánticos los que se piensen cantar en la misa de la primera comunión, siempre que sean cánticos sencillos que el niño pueda entender y que reflejen sus sentimientos.
E.
ACTIVIDADES DEL RETIRO
La idea esencial de la charla y la actitud religiosa en la que ha desembocado se fijarán más profundamente en el niño cuando, terminada la instrucción, pueda dedicarse a un trabajo inspirado en ella: dibujo 29INSTITUTO DIOCESANO DE CATEQUESIS SAN PIO X, Apuntes Metodología de la Catequesis I, Unidades II, V, VI, A y B.
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libre, por ejemplo, o —mejor aún— colorear o completar algún dibujo que se le haya dado, mientras va repitiendo en voz baja una palabra o una frase en la que se resume la charla que acaba de oír. Así, después de la instrucción de entrada sobre el silencio, el niño repetirá: «Jesús, Señor mío, quiero guardar el silencio. Las proyecciones exigen una especial preparación. No conduce a nada ir presentando al niño una serie de imágenes que, por su multiplicidad, le difuminarán la idea central de la charla. Nada se ha dejar a la improvisación, sino que todo debe estar preparado de antemano. Llegado el momento, se corren las cortinas sin hacer ruido, se apaga la luz y se proyecta sobre la pantalla o sobre la pared una imagen sobre la que haremos un breve comentario y frente a la que los niños pueden hacer una corta oración La observancia del silencio resultará menos difícil a los niños si no les condenamos a una total inmovilidad, sino que les permitimos que se muevan, que vengan y vayan con cierta libertad. Más aún si les concedemos alguna iniciativa en las ocupaciones que les sugerimos. Si, por ejemplo, el niño puede colorear su dibujo en la forma que más le guste mientras repite quedamente la ―palabra-resumen‖ de nuestra charla, se sentirá en reposo y calma. Y no le perjudicará el interrumpir su dibujo para ir a escribir una cruz junto a su nombre en la pizarra o a buscar una rodaja de papel que simbolice su esfuerzo, o ir a arrodillarse frenté a la Virgen para rezarle un Ave María, o ir a orar al patio o a una capilla próxima.
F.
LOS RECREOS
Si queremos que el niño esté verdaderamente recogido y contento en el retiro y que conserve un buen Recuerdo de los días que vivió con el Señor y en comunidad con sus compañeros, es preciso preparar a conciencia los juegos de su recreación. A los niños de esta edad les encanta que los adultos les hagan jugar y jueguen con ellos. Entonces llegan a querer apasionadamente a sus educadores, y el mensaje religioso que les transmiten llena más fácilmente a sus almas; la religión les parece más amable y más digna de aprecio cuando aman a quienes les hablan de Dios y cuando pueden compaginar religión y alegría. Por lo demás, los niños pequeños son capaces de una fuerte concentración de espíritu y de una gran generosidad, cuando se han podido entregar al juego enteramente después de un esfuerzo sobre sí mismos. Es lo que pretendemos conseguir con los recreos del retiro. Si el número de niños del retiro es elevado, se les puede dividir en bandos y ponerles brazaletes o bandas de distinto color que puedan llevar puestos todo el día. De esa forma, nos será fácil distinguir en la masa de niños a los distintos grupos y podremos advertirles, animarles y organizarles mejor. La impresión de disciplina que tal procedimiento causa en los niños, les agradará y ayudará a que entren en el retiro con todo su corazón.
NOTA IMPORTANTE sobre la forma de servirse de las charlas del retiro
Cada instrucción del retiro, como cada una de las reuniones del tiempo de preparación, contiene numerosas sugerencias. Muchas veces se verá que es imposible ó inoportuno el decir a los niños cuanto en ellas se indica; quizá, incluso, el exponer todos y cada uno de los temas. Cada cual verá lo que juzga más conveniente a las circunstancias en que se mueve y a los niños a quienes se dirige. Lo verdaderamente importante es tener siempre presente que la finalidad del retiro es la de poner a los niños en calma y en oración, para que el Señor pueda trabajar en el fondo de sus almas. Como hemos presentado en otras asignaturas de este curso fundamental de formación para los catequistas, ofrecemos un ―Apéndice‖ con el orden y las pláticas previstas para el Retiro Espiritual. Volvemos a reiterar que cada catequista debe trabajar de acuerdo a sus posibilidades
“El que tenga sed, que venga a Mí; de su interior brotarán torrentes de agua viva” (Jn. 7,47)
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METODOLOGÍA
DE LA CATEQUESIS I
UNIDAD VIII A. LA UTILIZACIÓN DE LA PIZARRA Y LOS TRABAJOS MANUALES B. LA IMPORTANCIA DEL USO DE LA MEMORIZACIÓN 129
A. TECNICA DE UTILIZACIÓN DEL PIZARRÓN EN CLASE Un pizarrón bien utilizado y aprovechado hábilmente, demuestra por si sólo, de manera palpable, la competencia didáctica del catequista y contribuye valiosamente para la disciplina mental y el aprovechamiento de los alumnos. Las siguientes normas prácticas, mencionadas a titulo de sugestiones, contribuirán a perfeccionar la técnica docente, y hacer la enseñanza más atractiva y productiva. 1. Antes de comenzar la clase se debe limpiar bien el pizarrón, eliminando los vestigios de su uso anterior. Pueden encargarse de esto los alumnos, estableciendo turnos. 2. Durante la lección también se debe mantener limpio el pizarrón, para que lo que se escriba en él resulte nítido. Usar la esponja (borrador), enseñar a los alumnos a borrar en sentido horizontal, y no en movimientos circulares ni en espiral, lo que siempre deja manchas que. perjudican la nitidez de lo que después se escribe. 3. Escribir siempre con letra legible y de tal tamaño que incluso los que se sientan al final de la sala consigan leerla sin dificultad. Conviene recordar a este propósito que: a.
la letra de imprenta es la más nítida y legible, siendo la mas recomendable y debiendo ser la preferida.
b.
también la letra cursiva común, vertical y redondeada, es satisfactoria, pero se debe evitar la grafía angulosa, apretada, desparramada o floreada en demasía.
c.
el trazado de las letras debe ser firme y desahogado, evitándose los rasgos finos, leves semi-apagados y sinuosos.
d.
la letra debe ser de tamaño regular, más bien grande que pequeña, evitándose la menuda y apretada, que exigirá gran esfuerzo visual de los alumnos para descifrarla;
e.
déjese el debido espacio entre palabras y respétese la línea horizontal, evitándose apelotonamientos y caídas de las últimas silabas al final de la línea;
f.
cuando son los alumnos los que escriben en la pizarra, insístase en la claridad de la letra, para evitar confusiones y dudas, que pueden acarrear discusiones estériles sobre la exactitud y corrección de lo que figura en el pizarrón.
4. Todo lo escrito en el pizarrón para que los alumnos lo lean o copien debe destacarse por su exactitud, corrección gramatical y ortografía. Por lo tanto al terminar de escribir: a.
releer rápidamente lo que está escrito, comprobando su exactitud y corrección;
b.
corregir inmediatamente las pequeñas equivocaciones encontradas y completar la acentuación;
c.
cuando un alumno está en la pizarra copiando un texto o realizando un ejercicio u operación, se debe vigilar atentamente la corrección y exactitud de lo que escribe;
5. La distribución de datos y el aprovechamiento de espacios del pizarrón debe obedecer a un buen criterio del buen orden, que de mayor claridad al asunto tratado y facilite la perfecta comprensión de sus relaciones por parte del alumno. Es necesario preparar, pues, la distribución de los datos en la pizarra, separando los esenciales de los que son meramente accesorios o accidentales. Se recomienda dividir el pizarrón en dos o más áreas, en cada una de las cua1es el catequista dispondrá en buen orden los datos que le parezcan valiosos, necesarios u oportunos. Esta división podrá
130
tomar las más variadas formas conforme a la naturaleza del asunto tratado los elementos que el catequista quiera resaltar. Algunos ejemplos:
A
B
a
b
c
d
a
b
c
a
b
c
d
Los esquemas que acabamos de realizar muestran las divisiones usadas más frecuentemente, pudiendo variar según las exigencias del tema y las preferencias de cada catequista. Cualquiera que sea el esquema de división que se adopte, siempre será aconsejable reservar un espacio secundario del pizarrón para explicaciones accesorias, analogías y alusiones de interés momentáneo, a fin de que tales elementos no sean colocados entre los elementos esenciales de la clase. Estos deben figurar aparte, en adecuado orden de sucesión, de manera que expresen claramente la secuencia o subordinación lógica que conservan entre si. Cuando los datos esenciales se agrupan en categorías distintas, o desempeñan función diferente en el esquema didáctico de la lección, deberían distribuirse en áreas diferentes, a fin de reforzar la comprensión de esa diversidad. Un pizarrón que rebosa de datos presentados confusa y desordenadamente, dificulta el aprendizaje de los alumnos y denota serias deficiencias en la técnica didáctica del catequista. 6. En ciertas clases, solo se deben conservar los datos escritos hasta que los alumnos los transcriban en sus cuadernos; deben luego ser borrados para dar lugar a nuevos elementos. En otras destinadas especialmente a ejercicios deberá borrarse con frecuencia, después de cada palabra, frase u operación realizada por el catequista o por los alumnos. 7. Los términos técnicos, símbolos, fechas y otras indicaciones, nombres propios de lugares y .personas así como el vocabulario fundamental, deben escribirse siempre en el pizarrón, con claridad y completos, evitando las abreviaturas. Tales elementos presentan especial dificultad para ser captados por los oyentes, adultos inclusive. 8. Las ilustraciones breves, comparaciones o pequeños gráficos, transcritos accidentalmente en el pizarrón para disipar una equivocación o responder una pregunta de los alumnos, pero que no forman parte del esqueleto central de la lección, se deben borrar en cuanto acabe su utilidad. El mal hábito de dejar el pizarrón repleto de palabras, dibujos o gráficos de interés pasajero u ocasional perjudica la nitidez y orden de los datos presentados. 9. El pizarrón se debe utilizar con buen criterio y economía de tiempo, obedeciendo siempre a propósitos didácticos. Los elementos de la lección que deben figurar normalmente en él son: a.
el tópico o tema que va a ser tratado;
131
b.
el resumen o sinopsis de los datos esenciales del tema tratado en el léxico fundamental o básico.
c.
los esquemas o representaciones gráficas que el catequista crea necesarios u oportunos para el perfecto esclarecimiento de los alumnos;
d.
Los términos técnicos, nombres propios, fechas y demás indicaciones numéricas. indispensables;
Separar lo esencial de lo accidental. No escribir todo lo que se dice en clase. Limitarse a lo esencial. Ser sustancioso. Usar un estilo conciso. 10. En las clases de explicación de un tema se recomienda trazar en el pizarrón el resumen de los datos esenciales a medida que el tema va siendo desarrollado oralmente por el catequista con la participación de los alumnos. 11. Por regla general, tratándose de estudiantes secundarios, tales resúmenes en el pizarrón son indispensables para mantener su atención y suministrarles el esquema de las anotaciones que deberán pasar a sus cuadernos. Tal práctica es ventajosa aún en la enseñanza superior. Los resúmenes del tema dado en clase se pueden hacer en plano horizontal (esto es, de izquierda a derecha), o en plano vertical (de arriba hacia abajo), como en los organigramas.
B.
TRABAJOS MANUALES
También tiene para los niños especial atracción la expresión tridimensional lograda mediante trabajos manuales. Más que la expresión gráfica en dibujos y trabajos de pintura, el trabajo manual ofrece al niño la posibilidad de vivir la situación representada en forma tridimensional, y de identificarse con las figuras. Es como si volviera a vivir la realidad. La figura que han modelado en barro, es casi, para ellos, una persona viva. Debemos tratar de despertar el interés del niño: a.
proveyendo el material apropiado y enseñando a manejar bien los instrumentos;
b.
cuidando de que la atención del niño no se desvíe de lo más importante: la vivencia religiosa;
c.
procurando a los niños una verdadera fuente de inspiración, por ej.: leyendo el relato bíblico, comentando un poco con ellos los aspectos importantes del acontecimiento, o haciéndoles dramatizar previamente un relato evangé1ico.
A veces se puede realizar un trabajo manual partiendo de una celebración catequística o de una obrita de teatro de tema religioso, una procesión, una celebración en la iglesia, etc. A menudo es precisamente en los acontecimientos en que la afectividad de los niños es alcanzada, de modo que llega fáci1mente a una expresión plástica. Se da una clase o se realiza una celebración, por ej., sobre la Pasión de Jesús o la Última Cena. Los niños tratan de expresar algo de este misterio en un trabajo de p1astilina; por el trabajo reviven otra vez este acontecimiento. Si bien viéndoles desde fuera sólo sus manos están ocupadas, su espíritu no está menos activo, tratando de dar forma a lo que llevan en sí mismos como experiencia religiosa.
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Los tanteos y la búsqueda del niño, para hallar, por ej., en arcilla, la forma correcta, hasta el crucifijo que el mismo niño ha hecho y ante el cual reza todas las noches; o el pesebre hechos por ellos mismos, ante el cual se canta y reza durante el tiempo de Navidad.
MATERIALES DISPONIBLES PARA LA EXPRESIÓN PLÁSTICA
Plastilina Material de modelado fácil de manejar. Se puede conseguir en todos los colores, no destiñe ni se hacen grumos. Ventajas: Esta es una ventaja que no ofrece la arcilla. La plastilina no se endurece y puede por lo tanto volver a ser utilizada; Desventajas: en un aula muy calurosa las figurillas se ablandan y se caen. Por lo tanto debe utilizarse alambre para hacerlas mas fuertes. También pueden hacerse figurillas de alambre con cabeza y menos de plastilina. Vestir lo demás con trozos de tela, etc. Arcilla Es un material mucho más noble que la plastilina. Trabajándola, el niño llegará más pronto a una expresión estéticamente bella. Sobre todo cuando la arcilla se cuece, resulta un material mucho más rugoso que la plastilina, pero por lo mismo más vivo y expresivo. Además la arcille cocida es dura como piedra. Esto es imposible de lograr con plastilina. Se alcanza un efecto especial cuando se colorean las figuras y se barnizan. Maquetas La maqueta ofrece innumerables posibilidades de expresión plástica. Sobre una gran mesa se representa, en un gran piso de arena, piedras, musgo, etc., una escena completa, por ej., del Vía Crucis. Se pueden hacer realizar toda clase de maquetas a los alumnos: la gruta de Belén, la casita de Nazareth, el palacio de Pilato, el templo, el monte de los Olivos, el Gólgota, etc. Pueden utilizarse cajitas, bloques de madera, con un poco de paja como techo, etc. Los niños pueden hacer las figuras humanas con papel, arcilla, plastilina, o solamente con trapitos, y la cabeza, las manos y el resto con corcho. Semejante trabajo no sólo es una inagotable fuente de inspiración, que ofrece innumerables posibilidades a la rica fantasía de los niños y los estimula fuertemente a la expresión espontánea, sino que tal maqueta es a la vez un medio de aprendizaje único, que puede utilizarse cada vez corno material visual en la enseñanza religiosa.
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B. 1.
EL USO DE LA MEMORIZACIÓN EN LA CATEQUESIS
IMPORTANCIA DE LA FIJACIÓN
El Santo Padre Juan Pablo II recogiendo las Iniciativas de los Obispos en el Sínodo de la Catequesis, en su Exhortación Apostólica “Catechesi Tradendae” se detiene a considerar un aspecto metodológico que considera de vital importancia: LA MEMORIZACIÓN. En general, en estos últimos años, la memorización en la catequesis ha sido muy vapuleada y dejada totalmente de lado. Muchos catequistas como reacción al ―memorismo‖, al hacer aprender y recitar de memoria un conjunto de fórmulas que no se entendían en absoluto, dejaron la memorización en el olvido. Pide el Santo Padre que se re-valore la memoria (el buen uso de la memoria) en la catequesis e incluso a través de esa re-valorización en la catequesis se extienda a otros ámbitos.
2.
CIVILIZACIÓN ORAL: IMPORTANCIA DE LA MEMORIZACIÓN Dice Juan Pablo II: ―Los comienzos de la catequesis cristiana, que coincidieron con una civilización
eminentemente oral, recurrieron muy ampliamente a la memorización‖. a.
¿Qué es una civilizaci6n oral?
En los medios en que todavía no está vigente la escritura, el pensamiento y la expresión se desenvuelven por cauces enteramente diferentes de los que nosotros estamos acostumbrados. Encontramos huellas claras .de esta civilización oral en los monumentos literarios antiguos: los Vedas, Homero, El Corán, El Talmud, la Chanson de Roland y el Poema del Myo Cyd. Numerosas tribus actualmente pueden considerarse también como civilización oral: los tuaregs en Africa, los tóga1os, abisimios y otros. Ha habido ―recitadores‖ en todos los pueblos: rapsodas griegos, brahamanes hindúes, poetas árabes, ―guslare‖ rusos, juglares de la Edad Media, ... hasta nuestros ―payadores‖. La memoria de estos recitadores es un prodigio y su fidelidad constituye un deber profesional. Constituyen una imprenta ―viva‖ y los depositarios del Tesoro (espiritual y moral) de la raza. Entre los Eslavos meridionales se atribuve a los ―guslares‖ una memoria sorprendente: 30.000, 40.000 y aún más de 100.000 esquemas rítmicos (frases acuñadas). Un investigador cuenta que hizo recitar 458 esquemas rítmicos a repitió el mismo guslar 7 meses y medio más tarde palabra por palabra y nueve meses más tarde las variantes fueron insignificantes. b.
El Pueblo Hebreo: pueblo de civilización oral.
Los rabíes hebreos recitaban los monumentos religiosos que tenían en su memoria. Era la enseñanza que habían recibido del mismo Señor: ―Escucha, Israel, El Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria; se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado‖ (Dt. 6,4-7).
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Israel conservaba el mensaje transmitido por los enviados divinos, guardando el recuerdo de los actos de Dios en la historia. En el Salmo 77 tenemos un ejemplo claro: un maestro exhorta a escuchar. Su tema será ―el pasado‖. Su estilo será de sentencias y enigmas, Es una enseñanza tradicional, pasada de padres a hijos: su tema principal son las grandes acciones históricas de Dios. La tradición es historia y memoria. La tradición es además una ―norma‖ impuesta por Dios, que se ha revelado en la historia y quiere que su revelación llegue a todas las generaciones por esta “memoria viva”. El resultado de esta memoria es una entrega confiada a Dios y la observancia de los mandatos. Luego introduce el segundo tema, de contraste: la rebeldía de infidelidad del pueblo. También este aspecto negativo de la historia debe enseñar a los hijos ―para que no imiten a sus padres‖. ―Escucha, pueblo mío, mi enseñanza, inclina el oído a las palabras de mi boca que voy a abrir mi boca a las sentencias, para que broten los enigmas del pasado. Lo que oímos y aprendimos, lo que nuestros padres nos contaron, no lo ocultaremos a sus hijos, lo contaremos a la futura generación: las alabanzas del Señor, su poder, las maravillas que realizó. Porque él estableció una norma para Jacob, dio una ley a Israel: El mandó a nuestros padres que lo enseñaran a sus hijos, para que lo supiera la generación siguiente y los hijos que nacieran después. Que surjan y lo cuenten a sus hijos, para que pongan en Dios su confianza y no olviden las acciones de Dios, sino que guarden, sus mandamientos; para que no imiten a sus padres, generación rebelde y pertinaz; generación de corazón inconstante, de espíritu infiel a Dios. (Salmo 77, 1- 6) Así no nos extraña que la Santísima Virgen haya prorrumpido delante de su prima Isabel un himno religioso en el cual hay once alusiones a versículos de la Sagrada Escritura de una belleza poética incomparable: el Magnificat. Y esta hazaña, que desconcierta a pensadores modernos haciéndoles dudar de la autenticidad del Evangelio de San Lucas la cumple hoy día una mujer merinah o tuareg. René Bazín, en la vida de Charles de Foucauld cuenta lo que dijo esta mujer tuareg como agradecimiento a una limosna de un oficial francés. La memorizaci6n de las enseñanzas sagradas es facilitada por la disposición de los recitados que uno puede comprobar experimentalmente: Recitativo 1º 1. No atesoréis para vosotros tesoros en la tierra. 2. Dónde el herrumbre y polilla los comen. Donde los ladrones cavan y roban. Recitativo 2º 1. Más atesorad para vosotros Tesoros en los cielos Donde el herrumbre y polilla no los comen Donde los ladrones no cavan y roban....
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Recitativo 1º 1.
2. 3. 4.
Quienquiera que oye estos discursos y los hace Es semejante a un hombre cuerdo Que edificó su casa sobre piedra. Y mirad la lluvia ha caído, Los torrentes se desataron... Y los vientos han soplado Y atropellaron contra la casa... Y la casa no fue volteada Porque estaba fundada sobre piedra.
Recitativo 2º 1.
2. 3. 4.
Quienquiera que oye estos Discursos y no los hace Es semejante a un hombre necio Que edificó su casa sobre arena. Y mirad la lluvia ha caído, Los torrentes se desataron... Y los vientos han soplado Y atropellaron contra la casa... Y la casa fue volteada Y su derrumbe fue tremendo.
Estos son recitativos sencillos conservados por el evangelista. Cualquiera ve que son fáciles de retener de memoria: lo único que cambian son unas cuantas palabras y las que no cambian son a modo de ―refranes‖ o frases hechas conocidas por los oyentes y usadas en la conversación. Cristo debió ser un maestro de estas composiciones orales, puesto que la gente exclama al oírlo: ―Verdaderamente jamás hombre alguno ha hablado como éste‖ Las palabras del Señor fueron guardadas con una fidelidad sin tacha por la Santa Iglesia. Leemos en la Constitución Dogmática ―Dei Verbum‖ nº 7: ―Dios quiso que lo que había revelado para salvación de todos los pueblos, se conservara para siempre íntegro y fuera transmitido a todas las edades. Por eso Cristo Nuestro Señor, Plenitud de la Revelación (cf. 2 Cor. 1,20; 3,16-4.6) mandó a los apóstoles a predicar a todo el mundo el Evangelio como fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta, comunicándole así los bienes divinos; el Evangelio prometido por los profetas, que El mismo cumplió y promulgó con su boca. Este mandato se cumplió fielmente, pues los apóstoles con su predicación, con sus ejemplos, sus instituciones, transmitieron de palabra lo que habían aprendido de las obras y palabras de Cristo y lo que el Espíritu Santo les enseñó; además los mismos apóstoles y otros de su generación pusieron por escrito el mensaje de la salvación inspirados por el Espíritu Santo‖.
3. LA MEMORIZACIÓN DE LA SAGRADA ESCRITURA COMO PRÁCTICA DE PERFECCIÓN
a.
Los maestros del monacato Los maestros del monacato imponían el aprendizaje de la Sagrada Escritura a sus discípulos. Dice San Pacomio en su Regla: ―Y nadie absolutamente en el monasterio debe dejar de aprender a leer y saber de memoria pasajes de la Escritura al menos el Nuevo Testamento y el Salterio.‖
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Era costumbre general memorizar largos pasajes y aun libros enteros de la Sagrada Escritura. De San Antonio Abad cuenta su biógrafo, San Atanasio, que: ―Estaba tan atento mientras leía la Sagrada Escritura que nada se le escapaba, sino que lo retenía todo, de este modo la memoria le servía de libro‖30. Lo que pretendían los monjes al esforzarse por almacenar páginas y páginas de la Sagrada Escritura no era sólo aprenderla de memoria, sino asimilarlas, para grabarlas - si vale la expresión-, en la propia naturaleza. En este ejercicio intervenía el hombre entero: el cuerpo: pues la boca pronunciaba continuamente el texto que se pretendía asimilar; la memoria: que lo retenía; la inteligencia: que se esforzaba por penetrar la profundidad de su significado; la voluntad: que se proponía llevarlo a la práctica. El hombre entero se apropiaba el pasaje bíblico. Y una vez lo poseía, no dejaba de repetirlo, de masticarlo, concentrando todas sus potencias y facultades en cada una de sus frases, sacando el jugo de cada una de sus palabras. Gracias a la ―meditatio‖, ( en castellano: meditación), plantaba, por decirlo así, la Sagrada Escritura en lo más hondo de su propio ser, a fin de que enraizara y diera abundantes frutos. En el resumido programa de vida monástica que San Macario dio a un joven solitario, no se olvidó de aconsejarle: ―Recita de memoria el Evangelio y las Escrituras que recuerdes‖. San Pacomio y sus monjes nos ofrecen un ejemplo excepcionalmente interesante de la práctica de la meditación. Cuéntase del santo fundador de la “koinonía” (en castellano: ―vida comunitaria‖) que, al principio de su vida monástica, ―se aplicaba a largas recitaciones de las Sagradas Escrituras‖. Habiendo permanecido fiel a esta costumbre, llegó a conocer la Biblia con tan rara perfección, que era éste ―uno de los dones que más admiraban en él sus monjes‖. Pero no se contentó Pacomio con gozar de esta gracia, sino que procuró que también sus discípulos la alcanzaran: quiso que aprendieran a leer y estudiaran de memoria al menos el Nuevo Testamento y el Salterio, y en sus reglamentos se insiste en que “rumien” casi continuamente los textos sagrados que se leen. ―Terminada le Reunión de los hermamos‖ —leemos, por ejemplo—, ―al dirigirse a sus celdas o al refectorio, recitarán todos algún pasaje de la Escritura‖. ―Durante el trabajo no hablaran de nada, sino que recitarán un pasaje de las Escrituras o guardarán silencio‖. ―Los panaderos mientras ejercen su oficio, cantarán alguna cosa de los Salmos o de las Escrituras‖. En fin, la Palabra de Dios debía ocupar el espíritu del monje en todo momento, conforme a la exhortación del Santo: ―Permanezcamos firmes e inalterables. Pongamos un freno, con la incesante ―rumiación‖ de la Palabra de Dios, a la efervescencia de los pensamientos que se agitan en nosotros como agua en ebullición. Mediante esta masticación, nos libraremos de la ley de le concupiscencia y podremos
30 SAN ATANASIO DE ALEJANDRÍA, Vita Antonii, 3.
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entregarnos a lo que agrada a Dios; nos preservaremos de las preocupaciones del mundo y del orgullo, que es una desastrosa locura y el peor de los males‖. Casiano, uno de los grandes maestros de espiritualidad dice: ―Debemos procurar aprender de memoria las divinas Escrituras y rumiarlas incesantemente. Esta meditación ininterrumpida nos reportará dos frutos principales. El primero será que, mientras la atención está ocupada en leer y estudiar, se halla libre de los lazos de los malos pensamientos. El segundo consiste en que, después de haber recorrido varias veces ciertos pasajes, nos esforzamos en aprenderlos de memoria; y cuando no habíamos podido comprenderlos antes por estar nuestro espíritu falto de libertad para ello, luego, libres de las distracciones que nos solicitaban, los repasamos en silencio, sobre todo durante la noche y los intuimos mas claramente tanto que a veces penetramos en sus sentidos más ocultos; y lo que durante la jornada no habíamos podido entender sino superficialmente, lo captamos de noche cuando nos hallemos sumidos en un sueño profundo‖. b.
Los sacramentos “memoria” de la pasión Todos los sacramentos tienen una triple relación: con el pasado, la Pasión de Cristo, de donde sacan su eficacia, con el presente, nos comunica la gracia y con el futuro, nos prepara para el cielo
En la Sagrada Eucaristía este triple aspecto tiene una densidad especial porque es el Sacramento por excelencia. Santo Tomás lo expresa en una frase que, en su pluma, es oración: ―¡ Oh Sagrado convite en el que se asimila a Cristo, se recuerda la memoria de su Pasión (signo rememorativo del pasado). el hombre rebosa de gracia ( signo demostrativo: el presente) y se nos da una prenda de la vida futura‖ (signo profético: el futuro) Detengámonos ahora, solamente en el aspecto de la ―memoria‖ de la Pasión. El Sacerdote en el Canon dice: ―Por eso Señor, nosotros tus siervos y todo tu pueblo santo, al celebrar este memorial de la Pasión gloriosa de Jesucristo, tu Hijo Nuestro Señor...‖ La Eucaristía es la memoria de la muerte de Jesús, pero es una memoria efectiva de lo recordado, no es una mera repetición de un hecho ya ocurrido sino su actualización. No es un mero recuerdo. Esta memoria tiene el poder de hacer presente la realidad recordada. Por eso la Iglesia en la Santa Misa habla con las palabras de Cristo y hace lo que hizo Cristo. A eso se refiere el Santo Padre cuando dice en el apartado de la Encíclica que estamos comentando: ¿Por qué no tratar de revalorizarla (la memoria) en la catequesis de manera inteligente y aún original, tanto más cuanto la celebración o ―memoria" de los grandes acontecimientos de la historia de la salvación exige que se tenga un conocimiento preciso?‖ (Catechesi Tradendae, nº 55,).
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4.
MEMORIZACIÓN DE FÓRMULAS DE FE Continúa el Santo Padre: ―Una cierta memorización de las palabras de Jesús, de pasajes bíblicos importantes, de los diez mandamientos, de fórmulas de profesión de fe, de textos litúrgicos, de algunas oraciones esenciales, de nociones claves de la doctrina.., lejos de ser contraria a la dignidad de los jóvenes cristianos, o de constituir un obstáculo para el diálogo personal con el Señor, es una verdadera necesidad, como lo han recordado con vigor los Padres sinodales. Hay que ser realistas. Estas flores, por así decir, de la fe y de la piedad no brotan en los espacios desérticos de una catequesis sin memoria. Lo esencial es que esos textos memorizados sean interiorizados y entendidos progresivamente en su profundidad, para que sean fuente de vida cristiana personal y comunitaria”.
Menciona el Santo Padre las fórmulas de profesión de fe, los Credos o Símbolos, ciertas fórmulas en las que, como en un compendio están recogidas las verdades substanciales de nuestra fe. La palabra griega ―symbolon‖ significa distintivo, marca, contraseña. Los que profesan el Símbolo se distinguen de los que no lo admiten. En la antigua Iglesia era como el ―signo de reconocimiento‖, el pasaporte, gracias al cual un cristiano en viaje probaba su identidad ante una comunidad extranjera. El conjunto de las verdades contenidas, pues, el ―símbolo‖ o ―distintivo‖ por el cual se diferencia a los que militan bajo el estandarte de Cristo, de los desertores, intrusos y falsos cristianos que adulteran la doctrina. No basta el contenido; es necesario expresarlo adecuadamente, para lo cual hay que tener en cuenta no sólo la adaptación a la psicología de los catequizandos, sino también la aptitud de la fórmula para encarnar la idea. Las fórmulas son muy útiles y necesarias. Las fórmulas permiten expresar con exactitud los pensamientos, son aptas para una recta exposición de la fe y, aprendidas de memoria, favorecen una “estab1e posesión de la verdad”. Finalmente hacen que entre los fieles cristianos pueda emplearse un modo común de hablar. No hay que olvidar que las fórmulas dogmáticas son una verdadera profesión de la doctrina católica, y que, por consiguiente, en cuanto tales, los fieles tienen que aceptarlas en el sentido con que las entendió y entiende la Iglesia. Se deben enseñar con esmero las fórmulas tradicionalmente empleadas para profesar la fe. La corrupción del lenguaje puede llegar a la corrupción de las ideas. Hoy día se advierte, en general, una especie de alergia o antipatía a las fórmulas (preguntas y respuestas de los catecismos tradicionales). Hemos leído en un cuaderno de catequesis, frases como éstas: ―se acabó el tiempo de las preguntas y de las respuestas‖... y ésta otra: ―La catequesis es el lugar en el cual el grupo cristiano crea su experiencia de fe e inventa un lenguaje nuevo para expresarla‖. Por temor a un lenguaje abstracto, no hay fórmulas precisas. Otras veces es la falta de preparación doctrinal lo que lleva a evitar las fórmulas. Y también —por qué no decirlo— el deseo de sentirse más libre... Leí esta frase (cito de memoria, pero el sentido es este) en un libro escrito por un célebre pastoralista: ―No me gustan las definiciones porque a uno le atan...‖ (¡¡!!)
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La pastoral no puede prescindir de la doctrina. Pablo VI nos pone en guardia contra el mal uso de las fórmulas: Es necesario también atenerse a una manera apropiada de hablar, para que no demos origen a falsas opiniones —lo que Dios no quiera— acerca de la fe en os altos misterios, al usar palabras inexactas... “La norma, pues, de hablar, que la Iglesia, con prolongado trabajo de siglos, no sin la ayuda del Espíritu Santo, ha establecido confirmándola con la autoridad de los Concilios y que con frecuencia se ha convertido en contraseña y bandera de la fe ortodoxa debe ser escrupulosamente observada, y nadie, por su propio arbitrio, o con pretexto de nueva ciencia, presuma cambiarla” (Encíclica ―Mysterium fidei‖ ). El Santo Papa Pío XII, en la Encíclica Humani Generis, ha dicho: ―Las nociones y los términos, que los doctores católicos, con general aprobación, han ido componiendo durante el espacio de varios siglos, para llegar a obtener alguna inteligencia del dogma, no se funda sin duda en cimientos deleznables. Se fundan realmente en principios y nociones deducidas del verdadero conocimiento de las cosas creadas; deducción realizada a la luz de la verdad revelada, que, por medio de la Iglesia, iluminaba, como una estrella, la mente humana. Por eso no hay que admirarse que algunas de estas nociones hayan sido, no sólo emplea das por los Concilios Ecuménicos, sino también aprobadas por ellos; de suerte que no es lícito apartarse de ellas. ―Abandonar, pues, o rechazar o privar de valor tantas y tan importantes nociones v expresiones, que hombres de ingenio y santidad no comunes, con esfuerzo multisecular, bajo la vigilancia del sagrado Magisterio y con la luz y guía del Espíritu Santo, han concebido, expresado y perfeccionado, para expresar las verdades de la fe, cada vez con mayor exactitud; y substituirlas con nociones hipotéticas y expresiones fluctuantes y vagas de una moderna filosofía que como la flor del campo hoy existe y mañana caerá, no sólo es suma imprudencia, sino que convierte el dogma en una caña agitada por el viento‖. Así se habla en la Eucaristía, de la Transubstanciación, y del Hijo de Dios se dice que es consubstancial al Padre y estos términos son muy precisos y deben ser conservado y recordados. Pablo VI en el Credo del Pueblo de Dios dice: ―Creemos en Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios. El es el Verbo Eterno, nacido del Padre antes de todos los siglos y consubstancial al Padre, u ―homoousios to Patri‖ (nº 11) Aquí el tema de la divinidad del Hijo es desarrollado con la afirmación de ―consubstancialidad‖ con el Padre. La afirmación se hace con la expresión técnica latina (consubstancial al Padre) reforzada por la expresión técnica griega ―homoousios to Patri‖. Este deliberado uso de una doble formulación indica los peligros que el Santo Padre veía de cambiar las palabras y caer en la herejía arriana. En la Encíclica ―Mvsterium Fidei‖ el Papa Pablo VI, se refiere al término transubstanciación: ―Mas para que nadie entienda erróneamente este modo de presencia, que sobrepasa las leyes de la naturaleza y constituye en su género el mayor de los milagros; es necesario que escuchemos la voz de la Iglesia docente y orante. Ahora bien, esta voz, que es un eco perenne de la voz de Cristo, nos asegura que Cristo no se hace presente en este Sacramento sino por la conversión de todas la substancia del pan en su Cuerpo y de toda la substancia del vino en su Sangre; conversión plenamente admirable y singular, que justamente y con propiedad llama la Iglesia católica transubstanciación‖.
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El Magisterio eclesiástico actual insiste en que el término debe ser conservado también hoy, pues su aptitud para expresar el misterio sigue en pie: ―Porque por esas fórmulas (las fórmulas con que el Concilio Tridentino propuso la fe del misterio Eucarístico), como por las demás de que se sirve la Iglesia para proponer los dogmas de fe, se expresan conceptos que no están ligados a una determinada fase de progreso científico, ni a una u otra escuela teológica, sino que manifiestan lo que la mente humana percibe de la realidad por la experiencia universal y necesaria, y lo expresan con adecuadas y determinadas palabras tomadas del lenguaje popular o del lenguaje culto‖. Cristo fue excelentísimo doctor que enseñaba imprimiendo la doctrina en los corazones de los oyentes, no con tinta sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne del corazón. La Iglesia, le Esposa fiel de Cristo debe seguir sus enseñanzas, grabando, si vale le expresión, en la propia naturaleza las enseñanzas del Señor. Juan Pablo II nos lo recuerde hoy: ―Estas flores de la fe y de la piedad no brotan en los espacios desérticos de una catequesis sin memoria‖ (C. T.55)
ES NECESARIO MEMORIZAR PASAJES DE LA SAGRADA ESCRITURA, Y MUCHAS NOCIONES Y TÉRMINOS QUE NOS PERMITEN ATENERNOS A UNA MANERA APROPIADA DE HABLAR DE LAS ALTOS MISTERIOS.
“El que tenga sed, que venga a Mí; de su interior brotarán torrentes de agua viva” (Jn. 7,47)
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INSTITUTO DIOCESANO DE CATEQUESIS
SAN PÍO X DIÓCESIS DE SAN LUIS
METODOLOGÍA
DE LA CATEQUESIS I
UNIDAD IX
CONTENIDO DE LA CATEQUESIS Y VIDA ESPIRITUAL DEL CATEQUISTA
31
31 El contenido de esta unidad está tomado de las principales alocuciones con motivo del jubileo de los catequistas, celebrado en el año santo de 2000, en Roma .
142
A.
CONFERENCIA DICTADA POR EL CARDENAL JOSEPH RATZINGER EN EL JUBILEO DE LOS CATEQUISTAS
La vida humana no se realiza por sí misma. Nuestra vida es una cuestión abierta, un proyecto incompleto, que es preciso seguir realizando. La pregunta fundamental de todo hombre es: ¿cómo se lleva a cabo este proyecto de realización del hombre? ¿Cómo se aprende el arte de vivir? ¿Cuál es el camino que lleva a la felicidad? Evangelizar quiere decir mostrar ese camino, enseñar el arte de vivir. Jesús dice al inicio de su vida pública: he venido para evangelizar a los pobres (cf. Lc 4, 18). Esto significa: yo tengo la respuesta a vuestra pregunta fundamental; yo os muestro el camino de la vida, el camino que lleva a la felicidad; más aún, yo soy ese camino. La pobreza más profunda es la incapacidad de alegría, el tedio de la vida considerada absurda y contradictoria. Esta pobreza se halla hoy muy extendida, con formas muy diversas, tanto en las sociedades materialmente ricas como en los países pobres. La incapacidad de alegría supone y produce la incapacidad de amar, produce la envidia, la avaricia.... todos los vicios que arruinan la vida de las personas y el mundo. Por eso, hace falta una nueva evangelización. Si se desconoce el arte de vivir, todo lo demás ya no funciona. Pero ese arte no es objeto de la ciencia; sólo lo puede comunicar quien tiene la vida, el que es el Evangelio en persona. 1.
ESTRUCTURA Y MÉTODO DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN a.
ESTRUCTURA
Antes de hablar de los contenidos fundamentales de la nueva evangelización quisiera explicar su estructura y el método adecuado. La Iglesia evangeliza siempre y nunca ha interrumpido el camino de la evangelización. Cada día celebra el misterio eucarístico, administra los sacramentos, anuncia la palabra de vida, y se compromete en favor de la justicia y la caridad. Y esta evangelización produce fruto: da luz y alegría; de el camino de la vida a numeroso personas. Muchos otros viven, a menudo sin saberlo, de la luz y del calor resplandeciente de esta evangelización permanente. Sin embargo, existe un proceso progresivo de descristianización y de pérdida de los valores humanos esenciales, que resulta preocupante. Gran parte de la humanidad de hoy no encuentra en la evangelización permanente de la Iglesia el Evangelio, es decir, la respuesta convincente a la pregunta: ¿cómo vivir? Por eso buscamos, además de la evangelización permanente, nunca interrumpida y que no se debe interrumpir nunca, una nueva evangelización, capaz de lograr que la escuche ese mundo que no tiene acceso a la evangelización "clásica". Todos necesitan el Evangelio. El Evangelio está destinado a todos y no sólo a un grupo determinado, y por eso debemos buscar nuevos caminos para llevar el Evangelio a todos. Sin embargo, aquí se oculta también una tentación: la tentación de la impaciencia, la tentación de buscar el gran éxito inmediato, los grandes números. Y este no es el método del reino de Dios. Para el reino de Dios, así como para la evangelización, instrumento y vehículo del reino de Dios, vale siempre la parábola del grano de mostaza (cf. Mc 4, 31-32). El reino de Dios vuelve a comenzar siempre bajo este signo. Nueva evangelización no puede querer decir atraer inmediatamente con nuevos métodos, más refinadas, a las grandes mesas que se han alejado de la Iglesia. No; no es esta la promesa de la nueva evangelización. Nueva evangelización significa no contentarse con el hecho de que del grano de mostaza haya crecido el gran árbol de la Iglesia universal, ni pensar que basta el hecho de que en sus ramas pueden anidar aves de todo tipo, sino actuar de nuevo valientemente, con la humildad del granito, dejando que Dios decida cuándo y cómo crecerá (cf. Mc 4, 26-29). Las grandes cosas comienzan siempre con un granito y los movimientos de masas son siempre efímeros. En su visión del proceso de la evolución, Teilhard de Chardin habla del "blanco de los orígenes": el inicio de las nuevas especies es invisible y está fuera del alcance de la investigación científica. Las fuentes se hallan ocultas; son demasiado pequeñas. En otras palabras, las grandes realidades tienen inicios humildes. Prescindamos ahora de si Teilhard tiene razón, y hasta qué punto, con sus teorías evolucionistas: la ley de los orígenes invisibles refleja una verdad presente precisamente en la acción de Dios en la historia.
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"No por ser grande te elegí; al contrario, eres el más pequeño de los pueblos; te elegí porque te amo...", dice Dios al pueblo de Israel en el Antiguo Testamento y así expresa la paradoja fundamental de la historia de la salvación: ciertamente, Dios no cuenta con grandes números; el poder exterior no es el signo de su presencia. Gran parte de los parábolas de Jesús Indican esta estructura de la acción divina y responden así a las preocupaciones de los discípulos, los cuales esperaban del Mesías éxitos y señales muy diferentes: éxitos del tipo que ofrece Satanás al Señor "Te daré todo esto, todos los reinos del mundo..." (cf. Mt 4, 9). Desde luego, san Pablo, al final de su vida, tuvo la impresión de que había llevado el Evangelio hasta los confines de la tierra, pero los cristianos eran pequeñas comunidades dispersas por el mundo, insignificantes según los criterios seculares. En realidad fueron la levadura que penetra en la masa y llevaron en su interior el futuro del mundo (cf. Mt 13, 33). Un antiguo proverbio reza: "Éxito no es un nombre de Dios". La nueva evangelización debe actuar como el grano de mostaza y no ha de pretender que surja inmediatamente el gran árbol. Nosotros vivimos con una excesiva seguridad por el gran árbol que ya existe o sentimos el afán de tener un árbol aún más grande, más vital. En cambio, debemos aceptar el misterio de que la Iglesia es al mismo tiempo un gran árbol y un granito. En la historia de la salvación siempre es simultáneamente Viernes Santo y Domingo de Pascua. b.
EL MÉTODO
De esta estructura de la nueva evangelización deriva también el método adecuado. Ciertamente, debemos usar de modo razonable los métodos modernos para lograr que se nos escuche; o, mejor, para hacer accesible y comprensible la voz del Señor. No buscamos que se nos escuche a nosotros; no queremos aumentar el poder y la extensión de nuestras instituciones; lo que queremos es servir al bien de las personas y de la humanidad, dando espacio a Aquel que es la Vida. Esta renuncia al propio yo, ofreciéndolo a Cristo para la salvación de los hombres, es la condición fundamental del verdadero compromiso en favor del Evangelio: "Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibía; si otro viene en su propio nombre, a ese lo recibiréis" (Jn 5, 43). Lo que distingue al anticristo es el hecho de que habla en su propio nombre. El signo del Hijo es su comunión con el Padre. El Hijo nos introduce en la comunión trinitaria, en el círculo del amor suyo, cuyas personas son "relaciones puras", el acto puro de entregarse y de acogerse. El designio trinitario, visible en el Hijo, que no habla en su nombre, muestra la forma de vida del verdadero evangelizador; más aún, evangelizar no es tanto una forma de hablar; es más bien una forma de vivir: vivir escuchando y ser portavoz del Padre. "No hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga" (Jn 16, 13), dice el Señor sobre el EspírituSanto. Esta forma cristológica y pneumatológica de la evangelización es al mismo tiempo una forma eclesiológica: el Señor, y el Espíritu construyen la Iglesia, se comunican en la Iglesia. El anuncio de Cristo, el anuncio del reino de Dios, supone la escucha de su voz en la voz de la Iglesia. No hablar en “nombre propio" significa hablar en la misión de la Iglesia. De esta ley de renuncia al propio yo se siguen consecuencias muy prácticas. Todos los métodos racionales y moralmente aceptables se deben estudiar; es un deber usar estas posibilidades de comunicación. Pero las palabras y todo el arte de la comunicación no pueden ganar a la persona humana hasta la profundidad a la que debe llegar el Evangelio. Hace pocos años leí la biografía de un óptimo sacerdote de nuestro siglo, don Dídimo, párroco de Bassano del Grappa. En sus apuntes se encuentran palabras de oro, fruto de una vida de oración y meditación. A propósito de lo que estamos tratando, dice don Dídimo, por ejemplo: "Jesús predicaba de día y oraba de noche". Con esta breve noticia quería decir: Jesús debía ganar de Dios a sus discípulos. Eso vale siempre. No podemos ganar nosotros a los hombres. Debemos obtenerlos de Dios para Dios. Todos los métodos son ineficaces si no están fundados en la oración. La palabra del anuncio siempre ha de estar impregnada una intensa vida de oración.
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Debemos dar un paso más. Jesús predicaba de día y oraba de noche, pero eso no es todo. Su vida entera, como demuestra de modo muy hermoso el evangelio de san Lucas, fue un camino hacia la cruz, una ascensión hacia Jerusalén. Jesús no redimió el mundo con palabras hermosas, sino con su sufrimiento y su muerte. Su pasión es fuente inagotable de vida para el mundo; la pasión da fuerza a su palabra. El Señor mismo, extendiendo y ampliando la parábola del grano de mostaza, formuló esta ley de fecundidad en parábola del grano de trigo que cae tierra y muere (cf. Jn 12, 24). También esta ley es válida hasta el fin del mundo y, juntamente con el misterio del grano de mostaza, es fundamental para la nueva evangelización. Toda la historia lo demuestra. Sería fácil demostrarlo en la historia del cristianismo. Aquí quisiera recordar solamente el inicio de la evangelización en la vida de san Pablo. El éxito de su misión no fue fruto de la retórica o de la prudencia pastoral; su fecundidad dependió de su sufrimiento, de su unión a la pasión de Cristo (cf. 1 Cor 2, 1-5; 2 Cor, 5, 7; 11; 10 s; 11, 30; Gal 4, 12-14). "No se dará otro signo que el signo del profeta Jonás" (Lc 1 29), dijo el Señor. El signo de Jonás es Cristo crucificado, son los testigos que completan "lo que falta a la pasión de Cristo" (Col 1, 24). En todas las épocas de la historia se han cumplido siempre las palabras de Tertuliano: la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos. San Agustín dice lo mismo de modo muy hermoso, interpretando el texto de san Juan donde la profecía del martirio de san Pedro y el mandato de apacentar, es decir, la institución de su primado, están íntimamente relacionados (cf. Jn 21, 16). San Agustín lo comenta así: "Apacienta mis ovejas, es decir, sufre por mis ovejas" (Sermón 32: PL 2, 640). Una madre no puede dar a luz un niño sin sufrir. Todo parto implica sufrimiento, es sufrimiento, y llegar a ser cristiano es un parto. Digámoslo una vez más con palabras del Señor: "El reino de Dios exige violencia" (M 11, l2; Lc 10, 16), pero la violencia de Dios es el sufrimiento, la cruz. No podemos dar vida a otros sin dar nuestra vida. El proceso de renuncia al propio yo, al que me he referido antes, es la forma concreta (expresada de muchas formas diversas) de dar la propia vida. Ya lo dijo el Salvador: "Quien pierda su vida por mi y por el Evangelio, la salvará" (Mc 8, 35).
2.
a.
LOS CONTENIDOS ESENCIALES DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
CONVERSIÓN
Por lo que atañe a los contenidos de la nueva evangelización conviene ante todo tener presente que el Antiguo Testamento y el Nuevo son inseparables. El contenido fundamental del Antiguo Testamento está resumido en el mensaje de san Juan Bautista: "Convertíos". No se puede llegar a Jesús sin el Bautista; no es posible llegar a Jesús sin responder a la llamada del Precursor; más aún, Jesús asumió el mensaje de Juan en la síntesis de su propia predicación: "Convertíos y creed en el Evangelio" (Mc 1, 15). La palabra griega para decir "convertirse" significa: cambiar de mentalidad, poner en tela de juicio el propio modo de vivir y el modo común de vivir, dejar entrar a Dios en los criterios de la propia vida, no juzgar ya simplemente según las opiniones corrientes. Por consiguiente, convertirse significa dejar de vivir como viven todos, dejar de obrar como obran todos, dejar de sentirse justificados en actos dudosos, ambiguos, malos, por el hecho de que los demás hacen lo mismo; comenzar a ver la propia vida con los ojos de Dios; por tanto, tratar de hacer el bien, aunque sea incómodo; no estar pendientes del juicio de la mayoría, de los demás, sino del juicio de Dios. En otras palabras, buscar un nuevo estilo de vida, una vida nueva. Todo esto no significa moralismo. Quien reduce el cristianismo a la moralidad pierde de vista la esencia del mensaje de Cristo: el don de una nueva amistad, el don de la comunión con Jesús y, por tanto, con Dios. Quien se convierte a Cristo no quiere tener autonomía moral, no pretende construir con sus fuerzas su propia bondad. "Conversión" (metánoia) significa precisamente lo contrario: salir de la autosuficiencia, descubrir y aceptar la propia indigencia, la necesidad de los demás y la necesidad de Dios, de su perdón, de su amistad. La vida sin conversión es autojustificación (yo no soy peor que los demás); la conversión es la
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humildad de entregarse al amor del Otro, amor que se transforma en medida y criterio de mi propia vida. Aquí debemos tener presente también el aspecto social de la conversión. Ciertamente, la conversión es ante todo un acto personalísimo, es personalización. Yo renuncio a "vivir como todos"; ya no me siento justificado por el hecho de que todos hacen lo mismo que yo, y encuentro ante Dios mi propio yo, mi responsabilidad personal. Pero la verdadera personalización es siempre también una socialización nueva y más profunda. El yo se abre de nuevo al tú, en toda su profundidad, y así nace un nuevo nosotros. Si el estilo de vida común en el mundo implica el peligro de la despersonalización, de vivir no mi propia vida sino la de todos los demás, en la conversión debe realizarse un nuevo nosotros del caminar común con Dios. Anunciando la conversión debemos ofrecer también una comunidad de vida, un espacio común del nuevo estilo de vida. No se puede evangelizar sólo con palabras. El Evangelio crea vida, crea comunidad de camino. Una conversión puramente individual no tiene consistencia. b.
EL REINO DE DIOS
En la llamada a la conversión está implícito, como su condición fundamental, el anuncio del Dios vivo. El teocentrismo es fundamental en el mensaje de Jesús y debe ser también el núcleo de la nueva evangelización. La palabra clave del anuncio de Jesús es: reino de Dios. Pero reino de Dios no es una cosa, una estructura social o política, una utopía. El reino de Dios es Dios. Reino de Dios quiere decir: Dios existe, Dios vive, Dios está presente y actúa en el mundo, en nuestra vida, en mi vida. Dios no es una "causa última" lejana. Dios no es el "gran arquitecto" del deísmo, que montó la máquina del mundo y así estaría fuera. Al contrario, Dios es la realidad más presente y decisiva en cada acto de mi vida, en cada momento de la historia. En su conferencia de despedida de su cátedra en la universidad de Münster, el teólogo Juan Bautista Metz dijo cosas que nadie se imaginaba oír de sus labios. Antes había enseñado antropocentrismo: el verdadero acontecimiento del cristianismo sería el giro antropológico, la secularización, el descubrimiento de la secularidad del mundo. Luego enseñó teología política, la índole política de la fe; la "memoria peligrosa"; y, finalmente, la teología narrativa. Después de este camino largo y difícil, hoy nos dice: si verdadero problema de nuestro tiempo es "la crisis de Dios", la ausencia de Dios, disfrazada de religiosidad vacía. La teología debe volver a ser realmente teo-logía, hablar de Dios y con Dios. Metz tiene razón. Lo "único necesario" (unum necessarium) para el hombre es Dios. Todo cambia dependiendo de si Dios existe o no existe. Por desgracia, también nosotros, los cristianos, vivimos a menudo como si Dios no existiera (si Deus non daretur). Vivimos según el eslogan: Dios no existe y, si existe, no influye. Por eso, la evangelización ante todo debe hablar de Dios, anunciar al único Dios verdadero: el Creador, el Santificador, el Juez (cf. Catecismo de la Iglesia católica). También aquí es preciso tener presente el aspecto práctico. No se puede dar a conocer a Dios únicamente con palabras. No se conoce a una persona cuando sólo se tienen do ella referencias de segunda mano. Anunciar a Dios es introducir en la relación con Dios: enseñar a orar. La oración es fe en acto. Y sólo en la experiencia de la vida también la evidencia de su existencia. Por eso son tan importantes las escuelas de oración, las comunidades de oración. Son complementarias la oración personal ("en tu propio aposento", solo en la presencia de Dios), la oración común "paralitúrgica" ("religiosidad popular") y la oración litúrgica. Sí, la liturgia es ante todo oración: su elemento específico consiste en que su sujeto primario no somos nosotros (como en la oración privada y en la religiosidad popular), sino Dios mismo. La liturgia es actio divina, Dios actúa y nosotros respondemos a la acción divina. Hablar de Dios y hablar con Dios deben ir siempre juntos. El anuncio de Dios lleva a la comunión con Dios en la comunión fraterna, fundada y vivificada por Cristo. Por eso la liturgia (los sacramentos) no es un tema adjunto al de la predicación del Dios vivo, sino la concretización de nuestra relación con Dios.
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En este contexto desearía hacer una observación general sobre la cuestión litúrgica. Con frecuencia nuestro modo de celebrar la liturgia es demasiado racionalista. La liturgia se convierte en enseñanza, cuyo criterio es que la entiendan. Eso a menudo tiene como consecuencia la banalización del misterio, el predominio de nuestras palabras, la repetición de una serie de palabras que parecen más inteligibles y más gratas a la gente. Pero esto es un error no sólo teológico, sino también psicológico y pastoral. La ola de esoterismo, la difusión de técnicas asiáticas de distensión y de autovaciamiento muestran que en nuestras liturgias falta algo. Precisamente en el mundo actual necesitamos el silencio, el misterio supraindividual, la belleza. La liturgia no es una invención del sacerdote celebrante o de un grupo de especialistas. La liturgia el rito se ha desarrollado en un proceso orgánico a lo largo de los siglos; encierra el fruto de la experiencia de fe de todas las generaciones. Aunque los participantes tal vez no comprendan todas sus fórmulas, perciben su significado profundo, la presencia del misterio, que trasciendo todas las palabras. El celebrante no es el centro de la acción litúrgica; no está delante del pueblo en su nombre propio, no habla de sí y por sí, sino “in persona Christi”. Lo que cuenta no son las cualidades personales del celebrante, sino sólo su fe, en la que se debe reflejar Cristo. "Conviene que él crezca y yo disminuya" (Jn 3, 30). c.
JESUCRISTO
Con esta reflexión el tema de Dios ya se ha extendido y concretado en el tema de Jesucristo. Sólo en Cristo y por Cristo el tema de Dios se hace realmente concreto: Cristo es el Emmanuel, el Dios con nosotros, la concretización del "Yo soy", la respuesta al deísmo. Hoy es muy fuerte la tentación de reducir a Jesucristo, el Hijo de Dios, sólo a un Jesús histórico, sólo a un hombre. No se niega necesariamente su divinidad, pero con ciertos métodos se destila de la Biblia un Jesús a nuestra medida, un Jesús posible y comprensible en los parámetros de nuestra historiografía. Pero este "Jesús histórico" es una elaboración, la imagen de sus autores y no la imagen del Dios vivo (cf. 2 Cor 4, 4 s; Col 1, 15). El Cristo de la fe no es un mito. El así llamado "Jesús histórico" es una figura mitológica, inventada por diversos intérpretes. Los doscientos años de historia, del "Jesús histórico" reflejan fielmente la historia de las filosofías y de las ideologías de este periodo. En los límites de esta conferencia me es imposible tratar los contenidos del anuncio del Salvador. Sólo quisiera aludir brevemente a dos aspectos importantes. El primero es el seguimiento de Cristo. Cristo se presenta como camino de mi vida. Seguimiento de Cristo no significa imitar al hombre Jesús. Ese intento fracasaría necesariamente; sería un anacronismo. El seguimiento de Cristo tiene una meta mucho más elevada: identificarse con Cristo, es decir, llegar a la unión con Dios. Esa palabra tal vez choque a los oídos del hombre moderno. Pero, en realidad todos tenemos sed de infinito, de una libertad infinita, de una felicidad ilimitada. Toda la historia de las revoluciones de los últimos dos siglos sólo se explica así. La droga sólo se explica así. El hombre no se contenta con soluciones que no lleguen a la divinización. Pero todos los caminos ofrecidos por la "serpiente" (cf. Gn 3, 5), es decir, la sabiduría mundana, fracasan. El único camino es la identificación con Cristo, realizable en la vida sacramental. Seguir a Cristo no es un asunto de moralidad, sino un tema "mistérico", un conjunto de acción divina y respuesta nuestra. Así, en el tema del seguimiento se encuentra presente el otro centro de la cristología, al que quería aludir: el misterio pascual, la cruz y la resurrección. De ordinario en las reconstrucciones del "Jesús histórico" el tema de la cruz carece de significado. En una interpretación "burguesa" se transforma en un accidente de por sí evitable, sin valor teológico; en una interpretación revolucionaria se convierte en la muerta heroica de un rebelde. La verdad es muy diferente. La cruz pertenece al misterio divino; es expresión de su amor hasta el extremo (cf. Jn 13, l). El seguimiento de Cristo es participación en su cruz, unirse a su amor, a la
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transformación de nuestra vida, que se convierte en nacimiento del hombre nuevo, creado según Dios (cf. Ef 4, 24). Quien omite la cruz, omite la esencia del cristianismo (cf. 1 Cor 2, 2). d.
LA VIDA ETERNA
Un último elemento central de toda verdadera evangelización es la vida eterna. Hoy, en la vida diaria, debemos anunciar con nueva fuerza nuestra fe. Aquí quisiera sólo aludir a un aspecto a menudo descuidado actualmente de la predicación de Jesús: el anuncio del reino de Dios es anuncio del Dios presente, del Dios que nos conoce, que nos escucha; del Dios que entra en la historia para hacer justicia. Por eso, esta predicación es anuncio del juicio, anuncio de nuestra responsabilidad. El hombre no puede hacer o dejar de hacer lo que le apetezca. Será juzgado. Debe rendir cuentas. Esta certeza vale tanto para los poderosos como para los sencillos. Si se respeta, se trazan los límites de todo poder de este mundo. Dios hace justicia, y en definitiva sólo él puede hacerla. Nosotros lograremos hacer justicia en la medida que seamos capaces de vivir en presencia de Dios y de comunicar al mundo la verdad del juicio. Así el artículo de fe del juicio, su fuerza de formación de las conciencias, es un contenido central del Evangelio y es realmente una buena nueva. Lo es para todos los que sufren por la injusticia del mundo y piden justicia. Así se comprende también la conexión entre el reino de Dios y los "pobres", los que sufren y todos los que viven las bienaventuranzas del sermón de la Montaña. Están protegidos por la certeza del juicio, por la certeza de que hay justicia. Este es el verdadero contenido del artículo del Credo sobre el juicio, sobre Dios juez: hay justicia. Las injusticias del mundo no son la última palabra de la historia. Hay justicia. Sólo quien no quiera que haya justicia puede oponerse a esta verdad. Si tomamos en serio el juicio y la grave responsabilidad que de él brota para nosotros, comprenderemos bien el otro aspecto de este anuncio, es decir, la redención, el hecho de que Jesús en la cruz asume nuestros pecados; que Dios mismo en la pasión de su Hijo se convierte en abogado de nosotros, pecadores, y así hace posible la penitencia, la esperanza al pecador arrepentido, esperanza expresada de modo admirable en las palabras de san Juan: "Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo" (Jn 3, 20). Ante Dios tranquilizaremos nuestra conciencia, independientemente de lo que nos reproche. La bondad de Dios es infinita, pero no la debemos reducir a un empalago sin verdad. Sólo creyendo en el justo juicio de Dios, sólo teniendo hambre y sed de justicia (cf. Mt 5, 6), abrimos nuestro corazón, nuestra vida, a la misericordia divina. No es verdad que la fe en la vida eterna quite importancia a la vida en la tierra. Al contrario, sólo si la medida de nuestra vida es la eternidad, también esta vida en la tierra es grande y su valor inmenso. Dios no es el rival de nuestra vida, sino el garante de nuestra grandeza. Así volvemos a nuestro punto de partida: Dios. Si consideramos bien el mensaje cristiano, no hablamos de un montón de cosas. El mensaje cristiano es en realidad muy sencillo: hablamos de Dios y del hombre, y así lo decimos todo. III. HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II32 Domingo 10 de diciembre de 2000
1. "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos" (Lc 3, 4). Con estas palabras se dirige hoy a nosotros Juan el Bautista. Su figura ascética encarna, en cierto sentido, el significado de este tiempo de espera y de preparación para la venida del Señor. En el desierto de Judá proclama que ya ha llegado el tiempo del cumplimiento de las promesas y el reino de Dios está cerca. Por eso, es preciso abandonar con urgencia las sendas del pecado y creer en el Evangelio (cf. Mc 1, 15). ¿Qué figura podía ser más adecuada que la de Juan Bautista para vuestro jubileo, amadísimos catequistas y profesores de religión católica? A todos vosotros, que habéis venido desde diversos países, en 32 El venerable Papa Juan Pablo II será beatificado el IIº Domingo de Pascua, ―in albis‖, celebración de la Divina Misericordia.
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representación de numerosas Iglesias particulares, dirijo mi afectuoso saludo. Agradezco al señor cardenal Darío Castrillón Hoyos, prefecto de la Congregación para el clero, y a vuestros dos representantes, las amables palabras que, al comienzo de esta celebración, me han dirigido en nombre de todos vosotros. 2. En el Bautista encontráis hoy los rasgos fundamentales de vuestro servicio eclesial. Al confrontaros con él, os sentís animados a realizar una verificación de la misión que la Iglesia os confía. ¿Quién es Juan Bautista? Es, ante todo, un creyente comprometido personalmente en un exigente camino espiritual, fundado en la escucha atenta y constante de la palabra de salvación. Además, testimonia un estilo de vida desprendido y pobre; demuestra gran valentía al proclamar a todos la voluntad de Dios, hasta sus últimas consecuencias. No cede a la tentación fácil de desempeñar un papel destacado, sino que, con humildad, se abaja a sí mismo para enaltecer a Jesús. Como Juan Bautista, también el catequista está llamado a indicar en Jesús al Mesías esperado, al Cristo. Tiene como misión invitar a fijar la mirada en Jesús y a seguirlo, porque sólo él es el Maestro, el Señor, el Salvador. Como el Precursor, el catequista no debe enaltecerse a sí mismo, sino a Cristo. Todo está orientado a él: a su venida, a su presencia y a su misterio. El catequista debe ser voz que remite a la Palabra, amigo que guía hacia el Esposo. Y, sin embargo, como Juan, también él es, en cierto sentido, indispensable, porque la experiencia de fe necesita siempre un mediador, que sea al mismo tiempo testigo. ¿Quién de nosotros no da gracias al Señor por un valioso catequista -sacerdote, religioso, religiosa o laico-, de quien se siente deudor por la primera exposición orgánica y comprometedora del misterio cristiano? 3. Vuestra labor, queridos catequistas y profesores de religión, es muy necesaria y exige vuestra fidelidad constante a Cristo y a la Iglesia. En efecto, todos los fieles tienen derecho a recibir de quienes, por oficio o por mandato, son responsables de la catequesis y de la predicación respuestas no subjetivas, sino conformes al Magisterio constante de la Iglesia y a la fe enseñada desde siempre autorizadamente por cuantos han sido constituidos maestros y vivida de modo ejemplar por los santos. A este propósito, quisiera recordar aquí la importante exhortación apostólica Quinque iam anni, que el siervo de Dios Papa Pablo VI dirigió al Episcopado católico cinco años después del concilio Vaticano II, es decir, hace treinta años, exactamente el 8 de diciembre de 1970. Él, el Papa, denunciaba la peligrosa tendencia a construir, partiendo de datos psicológicos y sociológicos, un cristianismo desligado de la Tradición ininterrumpida que le une a la fe de los Apóstoles (cf. L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 10 de enero de 1971, p. 2). Queridos hermanos, también a vosotros os corresponde colaborar con los obispos a fin de que el esfuerzo necesario para hacer que los hombres y las mujeres de nuestro tiempo comprendan el mensaje no traicione jamás la verdad y la continuidad de la doctrina de la fe (cf. ib., p. 3). Pero no basta el conocimiento intelectual de Cristo y de su Evangelio. En efecto, creer en él significa seguirlo. Por eso debemos ir a la escuela de los Apóstoles, de los confesores de la fe, de los santos y de las santas de todos los tiempos, que han contribuido a difundir y hacer amar el nombre de Cristo, mediante el testimonio de una vida entregada generosa y gozosamente por él y por los hermanos. 4. A este respecto, el pasaje evangélico de hoy nos invita a un esmerado examen de conciencia. San Lucas habla de "allanar los senderos", "elevar los valles", "abajar los montes y colinas", para que todo hombre vea la salvación de Dios (cf. Lc 3, 4-6). Esos "valles que deben elevarse" nos hacen pensar en la separación, que se constata en algunos, entre la fe que profesan y la vida que viven diariamente: el Concilio consideró esta separación como "uno de los errores más graves de nuestro tiempo" (Gaudium et spes, 43). Los "senderos que deben allanarse" evocan, además, la condición de algunos creyentes que, del patrimonio integral e inmutable de la fe, cortan elementos subjetivamente elegidos, tal vez a la luz de la mentalidad dominante, y se alejan del camino recto de la espiritualidad evangélica para tener como referencia vagos valores inspirados en un moralismo convencional e irenista. En realidad, aun viviendo en una sociedad multiétnica y multirreligiosa, el cristiano no puede menos de sentir la urgencia del mandato misionero que impulsó a san Pablo a exclamar: "¡Ay de mí si no anunciara el Evangelio!" (1 Co 9, 16). En todas las circunstancias, en todos los ambientes, favorables o desfavorables, hay que proponer con valentía el
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evangelio de Cristo, anuncio de felicidad para todas las personas, de cualquier edad, condición, cultura y nación. 5. La Iglesia, consciente de ello, en los últimos decenios ha puesto mayor empeño aún en la renovación de la catequesis según las enseñanzas y el espíritu del concilio Vaticano II. Basta mencionar aquí algunas importantes iniciativas eclesiales, entre las que figuran las Asambleas del Sínodo de los obispos, especialmente la de 1974 dedicada a la evangelización; y también los diversos documentos de la Santa Sede y de los Episcopados, editados durante estos decenios. Un lugar especial ocupa, naturalmente, el Catecismo de la Iglesia católica, publicado en 1992, al que siguió, hace tres años, una nueva redacción del Directorio general para la catequesis. Esta abundancia de acontecimientos y documentos testimonia la solicitud de la Iglesia que, al entrar en el tercer milenio, se siente impulsada por el Señor a comprometerse con renovado impulso en el anuncio del mensaje evangélico. 6. La misión catequística de la Iglesia tiene ante sí importantes objetivos. Los Episcopados están preparando los catecismos nacionales, que, a la luz del Catecismo de la Iglesia católica, presentarán la síntesis orgánica de la fe de modo adecuado a las "diferencias de culturas, de edades, de la vida espiritual, de situaciones sociales y eclesiales de aquellos a quienes se dirige la catequesis" (Catecismo de la Iglesia católica, n. 24). Un anhelo sube del corazón y se convierte en oración: que el mensaje cristiano, íntegro y universal, impregne todos los ámbitos y niveles de cultura y de responsabilidad social. Y que, en particular, según una gloriosa tradición, se traduzca en el lenguaje del arte y de la comunicación social, para que llegue a los ambientes humanos más diversos. En este momento solemne, con gran afecto os animo a vosotros, comprometidos en las diversas modalidades catequísticas: desde la catequesis parroquial, que, en cierto sentido, es levadura de todas las demás, hasta la catequesis familiar y la que se imparte en las escuelas católicas, en las asociaciones, en los movimientos y en las nuevas comunidades eclesiales. La experiencia enseña que la calidad de la acción catequística depende en gran medida de la presencia pastoralmente solícita y afectuosa de los sacerdotes. Queridos presbíteros, en particular vosotros, queridos párrocos, que no falte vuestra diligente laboriosidad en los itinerarios de iniciación cristiana y en la formación de los catequistas. Estad cerca de ellos, acompañadlos. Es un servicio muy importante que la Iglesia os pide. 7. "Siempre que rezo por vosotros, lo hago con gran alegría. Porque habéis sido colaboradores míos en la obra del Evangelio" (Flp 1, 4-5). Amadísimos hermanos y hermanas, de buen grado hago mías las palabras del apóstol san Pablo, que la liturgia de hoy vuelve a proponer, y os digo: vosotros, catequistas de todas las edades y condiciones, estáis siempre presentes en mis oraciones, y el recuerdo de vosotros, comprometidos en la difusión del Evangelio en todo el mundo y en todas las situaciones sociales, es para mí motivo de consuelo y esperanza. Junto con vosotros deseo hoy rendir homenaje a vuestros numerosos compañeros que han pagado con todo tipo de sufrimientos, y a menudo también con la vida, su fidelidad al Evangelio y a las comunidades a las que fueron enviados. Quiera Dios que su ejemplo sea estímulo y aliento para cada uno de vosotros. "Todos verán la salvación de Dios" (Lc 3, 6), así proclamaba en el desierto Juan el Bautista, anunciando la plenitud de los tiempos. Hagamos nuestro este grito de esperanza, celebrando el jubileo del bimilenario de la Encarnación. Ojalá que todos vean en Cristo la salvación de Dios. Para eso, deben encontrarlo, conocerlo y seguirlo. Queridos hermanos, esta es la misión de la Iglesia; esta es vuestra misión. El Papa os dice: ¡Id! Como el Bautista, preparad el camino del Señor que viene. Os guíe y asista María santísima, la Virgen del Adviento, la Estrella de la nueva evangelización. Sed dóciles, como ella, a la palabra divina, y que su Magníficat os impulse a la alabanza y a la valentía profética. Así, también gracias a vosotros, se realizarán las palabras del Evangelio: "Todos verán la salvación de Dios". ¡Alabado sea Jesucristo!
“El que tenga sed, que venga a Mí; de su interior brotarán torrentes de agua viva” (Jn. 7,47)
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