INSTITUTO DIOCESANO DE CATEQUESIS
SAN PÍO X DIÓCESIS DE SAN LUIS
TEOLOGÍA I
APUNTES DE CÁTEDRA
UNIDAD
V
Jesucristo Salvador Vamos a exponer en la forma más completa posible dentro de los limites de nuestra obra, la Doctrina de la Iglesia en torno a la persona adorable de Cristo salvador. I El Verbo Encarnado “Creemos en un solo Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió de los cielos y se encarnó, por obra del Espíritu Santo, de María Virgen y se hizo hombre.” Cristo Verdadero Dios. “Hijo unigénito de Dios nacido del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero engendrado no hecho consustancial con el Padre, por quien fueron hechas todas las cosas.” Cristo Verdadero Hombre. “Que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió de los cielos y se encarnó, por obra del Espíritu Santo, de María Virgen y se hizo hombre.” II La Unión Hipostática de las dos naturalezas Doctrina de la Fe. El Concilio de Calcedonia, definió la siguiente doctrina de la fe, que por lo mismo es definitiva e irreformable. Siguiendo a los Santos Padres, todos a una vez enseñamos que ha de confesarse a un solo y El Mismo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, Perfecto en la Divinidad y perfecto en la Humanidad, VERDADERO DIOS YVERDADERO HOMBRE, DE ALMA RACIONAL Y DE CUERPO, CONSUSTANCIAL CON EL PADRE EN CUANTO A LA DIVINIDAD Y CONSUSTANCIAL CON NOSOTROS EN CUANTO A LA HUMANIDAD, semejante a nosotros en todo menos en el pecado. ENGENDRADO DEL PADRE ANTES DE LOS SIGLOS, ENGENDRADO POR MARÍA VIRGEN, MADRE DE DIOS, EN CUANTO A LA HUMANIDAD. Se ha de reconocer a un solo y mismo Cristo, Hijo Señor unigénito en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación, sin borrar de modo alguno la diferencia de naturaleza, su propiedad y concurriendo en una sola persona, no partido o dividido en dos personas, sino en un solo y el mismo Hijo Unigénito, Dios Verbo, Señor Jesucristo, como de antiguo a cerca de El nos enseñaron los profetas y el mismo Jesucristo y que nos ha trasmitido el Símbolo de los Padres. Consecuencias de la Unión Hipostática Cristo Hijo natural (no adoptivo) de Dios-Cristo, Verbo Encarnado, es Hijo natural de Dios, aun en cuanto hombre y de ninguna manera hijo adoptivo como los demás hombres. Visión Beatífica Permanente desde su Concepción, Aquel amorosísimo conocimiento que desde el primer momento de la Encarnación tuvo de nosotros el Redentor Divino, está por encima de todo el alcance escrutador de la mente humana, toda vez que en virtud de aquella visión beatífica de que gozó apenas acogido en el seno de la Madre Divina tiene siempre y continuamente presente a todos los miembros del cuerpo místico y los abraza con su amor salvífico.
Ciencia-Infinita, el Alma de Cristo conoció en el Verbo, desde su principio, todas las cosas que Dios conoce por su ciencia de visión, incluso el día del juicio final. Tuvo también la ciencia propia de los bienaventurados y no incurrió jamás en ningún error. “La enseñanza teológica distingue cuatros mundos intelectuales profundamente diversos, el mundo intelectual increado, de la ciencia divina, el mundo intelectual de las almas y de los ángeles glorificados, o sea, la visión beatífica, de ciertos santos favorecidos aquí en la tierra con ilustraciones superiores, de las almas del purgatorio o de los condenados, o sea la ciencia infusa, y el mundo intelectual humano, esto es la ciencia adquirida por medio de los sentidos, de la conciencia y de la razón. Jesús reunió en su adorable inmensidad estos cuatro mundos, los tres postreros en toda su perfección. Pero es cosa evidente que son muchas las almas que piensan demasiados flojamente en la ciencia está allí en la hostia o en el Niño de Belén. Lo que se echa todavía más en el olvido, o mejor dicho lo que por lo común se ignora, es que la ciencia beata, o sea la visión beatífica, se encontraba en Jesús niño y en Jesús moribundo en la cruz. Se ignora también muy comúnmente que Jesús gozó siempre de la ciencia angélica o infusa. Naturalmente nos formamos a Jesús a imagen nuestra, suponemos que su estado psicológico, o por lo menos su estado intelectual, era sobre poco más o menos, el mismo que el nuestro. Si no cabe duda, Jesús fue Verdaderamente Niño, Verdaderamente hombre como nosotros, pero era un Hombre-Dios, y de ahí que tuviese el alma, en su inteligencia, unos tesoros de visión beatífica y de ciencia angélica, en los cuales nos sentimos tentados de no pensar y aún, acaso de no creer. El inconveniente que se sigue de no reflexionar en su ciencia angélica o infusa es particularmente grave, pues sin ella no resultan ya comprensibles las afirmaciones de la tradición por ejemplo, sobre la inmensidad de sus sufrimientos morales y sobre la continuidad de sus merecimientos y de su oración. Es también grave el inconveniente que se origina de no enterarse de que en Jesús hubo una ciencia humana muchísima más perfecta que la nuestra ciertamente, pero con todo, semejante a ella, progresiva como la nuestra. Entonces queda sin comprenderse su infancia, no se comprende tampoco su sueño, sus virtudes adquiridas, sus admiraciones, sus entusiasmos. Muy deplorable son estas ignorancias o estos olvidos. Amemos la verdad, la verdad completa sobre Jesús especialmente sólo de esta suerte adquieren toda su amplitud la adoración, la admiración y el amor. Procuremos penetrar perfectamente los tesoros de la luz y de ciencia que ya sobre la tierra estaban escondidos en Jesús. Santidad Infinita Cristo-Hombre, es infinitamente santo con la santidad propia de Dios. Tuvo la plenitud de los dones del espíritu Santo, no estuvo sujeto a las pasiones desordenadas, ni pudo progresar en la virtud, no ofreció su sacrificio por si mismo, sino únicamente por nosotros. Impasibilidad absoluta-Cristo hombre, no solamente no ha conocido el pecado, sino que era intrínseca y absolutamente implacable aun antes de su resurrección, por ser personalmente el mismo Dios. Libertad-Cristo. Fue perfectamente libre, incluso en su pasión y muerte. Humanidad Adorable, la misma humanidad de Cristo debe ser adorada en adoración de latría, y esto directamente en cuanto unida a la divinidad, adoración única no doble. Este mismo culto de latría a
de darse también a Cristo en la Eucaristía y al Sagrado Corazón de Jesús, no debe prescindirse de la humanidad de Cristo ni siquiera en los grados más alto de la contemplación mística. Cristo es a la vez Verdadero Dios y Verdadero Hombre, bajo una sola personalidad divina la del Verbo Eterno, Hijo de Dios, subsiste en el la naturaleza divina, que le corresponde como Dios, y la naturaleza humana, que le corresponde como hombre. De acuerdo con este dogma fundamental del Concilio III de Constantinopla del año 680, definió como dogma de fe que en Cristo hay que distinguir dos operaciones naturales, la divina y la humana. Es una consecuencia necesaria de la existencia de Jesucristo de dos naturalezas integras y perfectas. A la naturaleza divina corresponde una operación divina y a la naturaleza humana corresponde una operación humana, de lo contrario habría que decir o que la naturaleza humana no tenia en El su propio ser y operación (de donde seria imperfecta, contra lo que enseña la fe) o que la operación divina y humana se habían fundido en una sola (herejía monofisita). Sin embargo, y en perfecta armonía con estos dogmas expresamente definidos por la Iglesia, en Cristo se dan también operaciones teándricas, o sea, propias del Dios-Hombre, pero no constituyen una tercera especie de operaciones naturales, sino una mera combinación de la divina y de la humana. El primero en emplear esta terminología de operación teándrica fue Dionisio Aeropagita. Y también esa expresión se presta fácilmente a una interpretación monofisita, como si en Cristo no hubiera más que una sola operación, contra lo definido por la Iglesia, puede tener un sentido verdadero que ha sido admitido por la tradición cristiana y católica. Según este sentido ortodoxo se llama operación teándrica de Jesucristo, aquella en que la operación se sirve de la operación natural humana como de instrumento para producir efectos que trasciendan la propia virtud de la naturaleza humana, como la gracia, los milagros, etc. No constituye por tanto, una tercera operación natural que correspondería a una tercera naturaleza de Jesucristo distinta de la divina y de la humana, sino que es una operación a la que ocurre en las dos naturalezas, haciendo la divina de causa principal y la humana de causa instrumental. Además de las dos operaciones naturales de Cristo, divina y humana y de la combinación entre ambas (operaciones teándricas) pueden distinguirse en El diversas operaciones procedentes de sus potencias vegetativas y sensitivas (tales como alimentarse, comer, crecer, respirar, ver, oír, imaginar, etc.) que aunque no son propiamente humanas, puesto que no dependen de la razón, sino de las potencias corporales, sin embargo, en Cristo todas estaban regidas de algún modo por la razón en este sentido eran mucho más humanas que en cualquier otro hombre. De acuerdo con las explicaciones que acabamos de dar y en el sentido de las mismas, podemos distinguir en Cristo, a pesar de la unidad de persona y de su doble naturaleza divina y humana, cuatros clases de operaciones distintas: A) Operaciones Divinas; Son las que pertenecen únicamente en cuanto Verbo Divino, Hijo de Dios, del Eterno Padre, tales como la creación del mundo, su conservación, providencia, etc. El principio de sus operaciones fue únicamente la naturaleza divina, común a toda la Trinidad, sin que la humanidad de Cristo concurriese a ella ni siquiera instrumentalmente. No pueden por lo tanto considerarse como operaciones teándricas, sino únicas y exclusivamente divinas. B) Operaciones humanas; Son las que proceden exclusivamente de la naturaleza humana de Cristo, como hablar, comer, beber, andar, etc. El principio que de estas operaciones era propiamente su naturaleza humana mediante sus propias facultades. Si bien puede atribuirse también al Verbo humano. Pero tampoco son propiamente hablando, operaciones teándricas, sino más bien operaciones humanas realizadas por Cristo.
C) Operaciones Teándricas; Son las que procedían de las dos naturalezas a la vez, actuando la naturaleza divina como causa principal y la naturaleza humana como causa instrumental para la producción de un efecto que trasciende la naturaleza humana, Por Ejemplo, la producción de la gracia, realización de un milagro) Estas son las acciones propiamente teándricas o divino humano que como ya hemos dicho, no constituyen otra tercera especie de operaciones sino una mera combinación de las otras dos. En estas operaciones interviene la Persona de Cristo como sujeto de atribución, la naturaleza divina como causa principal y la naturaleza humana como causa instrumental. Hay que notar, sin embargo que la acción divina en las operaciones teándricas no es propia y exclusiva del Verbo, sino común a toda la Trinidad, porque el principio principal que produce el efecto, es únicamente la naturaleza divina que es común a las tres divinas personas de la Santísima Trinidad. D) Operaciones Vegetativas y sensitivas; Es evidente que en Cristo se dieron , como en cualquier hombre normal, las operaciones de la vida vegetativa (alimentarse, crecer, etc.) y de la vida sensitiva (ver, oír, gustar, imaginar, apetecer, etc. ) que no son propiamente humana, puesto que no dependen de la razón, sino de las potencias corporales. Sin embargo, en Cristo esas operaciones fueron más humanas que en cualquier otro hombre porque como explica Santo Tomás, en Jesucristo hombre no hubo jamás un movimiento de su parte sensitiva que no estuviese regido u ordenado por la razón, e incluso sus operaciones naturales estaban sujetas de algún modo a sus voluntades, a saber, en cuanto era voluntad suya que su carne obrase y padeciese conforme a su propia naturaleza. Este es el Verdadero Cristo de nuestra Fe, tal como nos lo ha trasmitido la Sagrada Escritura y la Tradición Católica y el Magisterio infalible de la Iglesia a lo largo de veinte siglos. Un DiosHombre que sigue y seguirá actuando en el mundo perenemente con todas sus operaciones divinas, humanas y teándricas, en busca de las ovejas extraviadas para llevarlas a su redil, de los enfermos para sanarles y de los pecadores para convertirlos en justo. Un Dios que seguirá diciendo que el primero y más grande mandamiento es amar a Dios con todo el alma y con todas las fuerzas, y el segundo amar al prójimo como a nosotros mismos. Un dios que nada tiene que ver con un tal Jesús de Nazaret,, convertido por algunos pseudos teólogos modernos en un líder revolucionario, que vino al mundo únicamente para implantar la justicia social, si preocuparse de nuestros destinos eternos. El primer mandamiento ya no es amar a Dios sino servir al prójimo. La felicidad y el bienestar hay que buscarlos en este mundo, que el otro ya vendrá por si mismo sin que tengamos que hacer nada para merecer. Además, tratar de merecerlo, es una inmoralidad (Lutero) que deroga los méritos Cristo etc. Nos haríamos interminables si quisiéramos recoger las cosas que le hacen decir a Jesús de Nazaret, muy de acuerdo con la teología protestante, pero a cien años luz del dogma Católico. Por fortuna el que es y quiera mantenerse auténticamente católico tiene una norma infalible para no errar: seguir las orientaciones del Papa, mantenerse fiel contra viento y marea al Magisterio Oficial de la Iglesia Católica y Apostólica Romana. No olvidemos que la asistencia infalible del espíritu Santo esta vinculada al Papa y nunca sin El, como recordó insistentemente el Concilio Vaticano II y no a los teólogos o exegetas desvinculados de la Cátedra de Pedro. Quiera Dios que en el momento y hora dispuesto por la divina providencia nos sorprenda la muerte con las mismas palabras de nuestra Santa Teresa de Jesús; “en fin Señor soy hija de la Hija”