Daniel Barenboim fue ovacionado en La Scala

heavy metal, ella fue la gran revela- ción de la noche. Su talento vocal hasta pareció dejar en segundo plano a la veterana mezzo- soprano alemana Waltraud ...
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Espectáculos

Página 2/LA NACION

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Jueves 9 de diciembre de 2010

CLASICA La valquiria: la ópera de Wagner abrió la temporada del teatro milanés

Tecnología Cassiers, el régisseur, no ahorró ideas high tech para su puesta, que para muchos fue fría y demasiado ambiciosa

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AFP

Daniel Barenboim fue ovacionado en La Scala Continuación de la Pág. 1, Col. 5 que por primera vez quedó marcado no sólo por las protestas que hubo afuera del teatro –un clásico–, sino también por las que hubo puertas adentro, algo sin precedentes. Antes de tomar la batuta para darle una interpretación extraordinaria a La valquiria de Richard Wagner –la segunda de las cuatro óperas que constituyen la tetralogía El anillo del nibelungo (junto a El oro del Rin, Sigfrido y El ocaso de los dioses)–, fue el mismo Daniel Barenboim, la gran estrella de la noche, quien hizo un fuerte llamado contra los drásticos recortes que está sufriendo el mundo de la cultura no sólo en Italia, sino también en el resto de Europa (ver aparte). Fue sólo el comienzo de otra noche triunfal para el gran maestro argentino israelí, doblemente ovacionado:

como magistral director musical de Wagner y como ilustre vocero del descontento que reina en ámbitos artísticos del Viejo Continente. Al cabo de las más de cinco horas que dura La valquiria, Baremboim fue el más aplaudido de todos. Amante de Wagner –a quien hace poco defendió en una disertación en Berlín por su genialidad musical, más allá de sus conocidas posiciones antisemitas–, el director, de 68 años, dirigió La valquiria de memoria. Sin partituras a la vista, sólo con una botellita de agua y una toalla blanca con la que cada tanto se secaba el sudor de la frente. No por nada cuando, pasadas las diez y media de la noche, bajó el legendario telón de terciopelo rojo sobre unos de los escenarios más importantes del mundo, hubo largos quince minutos de aplausos. Entonces, también cayeron decenas de claveles desde el

gallinero, entusiasta ante una representación original, que logró hipnotizar a las 2000 damas enjoyadas y caballeros de smoking que pagaron 2000 euros cada uno para estar presentes en una noche de gala, imperdible para los verdaderos VIP. Durante el cuarto de hora de aplausos finales, las aclamaciones fueron todas para Barenboim, que conquistó a todos los críticos, de forma unánime, con una Valquiria intensa, llena de ritmo y pasión. En una noche triunfal, más allá de las protestas, todo el mundo también coincidió en alabar a la soprano sueca Nina Stemme. En su debut en La Scala como la impetuosa valquiria Brunilde, que también llamó la atención por sus botas de tacones altos estilo heavy metal, ella fue la gran revelación de la noche. Su talento vocal hasta pareció dejar

en segundo plano a la veterana mezzosoprano alemana Waltraud Meier, que para muchos expertos interpretó a Siglinda con mucha menos fuerza vocal que en ocasiones anteriores. La medio soprano rusa Ekaterina Gubanova (Fricka), el bajo ucraino Vitalij Kowaljov (Wotan) y el tenor neozelandés Simon O’Neill (Sigmund, hermano y amante incestuoso de Siglinda) también se llevaron aplausos.

Sombras El montaje de La valquiria –un psicodrama de lo más complejo, que se basa en fuentes mitológicas y épicas germánicas y escandinavas–, en cambio, no convenció a los críticos. Puesto a punto por el director belga Guy Cassiers, fue considerado frío, demasiado ambicioso e inútilmente high tech. Tal como había sucedido en una función que hubo el sábado pasa-

do para el público menor de treinta años (la denominada “prima del acné”, frente a la “prima del botox”, de anteanoche), en efecto, la tecnología falló. En el segundo acto, un bosque formado por agujas gigantes quedó iluminado a medias… Pero entre los ricos y famosos de la platea fueron pocos los que se dieron cuenta de esa falla técnica. Las polémicas sobre la puesta en escena de Cassiers, que incluyó tecnología virtual e ilusiones ópticas creadas a partir de juegos de luces y sombras, ya habían estallado la semana pasada. “Se apostó por los efectos visuales, descuidándose la actuación. En ese sentido nos han dejado solos, hemos tenido que inventarnos cada uno nuestro personaje y su relación con los otros”, se había quejado en una conferencia de prensa Meier (Siglinda).

“Experimento con todas las formas de arte: prosa, música, mimo, danza… Y, por supuesto, con las nuevas tecnologías. Forman parte de nuestro tiempo, de nuestra historia. Un teatro total, justo como quería Wagner. Y es eso lo que trato de recrear”, se había defendido Cassiers, de 50 años. Este no ocultó anteanoche su satisfacción: a diferencia de lo ocurrido en muchas otras inauguraciones de La Scala (como la del año pasado, con la Carmen de Emma Dante), no fue abucheado, lo cual es todo un logro... Lo cierto es que la noche de San Ambrosio, el patrón de Milán, terminó estupendamente con una cena de gala en los salones de la Societá dei Giardini. Allí, Baremboim volvió a ser ovacionado. Y hubo foi gras, ravioles a la crema con trufas y ríos de prosecco. Para que no se note la crisis.

Choques en la puerta del teatro La policía enfrentó a manifestantes que protestaban por los recortes a la cultura MILAN (De nuestra corresponsal).– “Estoy muy feliz de dirigir una vez más en La Scala. Es un honor haber sido designado «maestro scaligero», pero en nombre de mis colegas que tocan, cantan, bailan y trabajan no sólo en este magnífico teatro, sino en todos los teatros de Italia, quiero decirles que estoy muy preocupado por el futuro de la cultura en Italia y en Europa.” Antes de que se apagaran las luces y comenzara el espectáculo más esperado del año para los melómanos, Daniel Barenboim lanzó anteanoche un fuerte mensaje en contra de los severos recortes contra la cultura dispuestos por el gobierno de Silvio Berlusconi (que fue el gran ausente de la gran noche de gala milanesa). Dirigiéndose al público que lo escuchaba en un silencio sepulcral, Barenboim recordó el artículo 9° de la Constitución de Italia. “La República promueve el desarrollo de la cultura y la investigación científica. Tutela el paisaje y el patrimonio artístico de la Nación”, leyó el gran maestro, provocando una ovación en el teatro. Desde el palco real, Barenboim también fue aplaudido por el presidente, Giorgio Napolitano, y la alcaldesa de esta ciudad, Letizia Moratti, enfundada en un Armani negro y blanco.

Hubo una decena de personas heridas EFE

Acto seguido, como todos los años durante la noche de inauguración de la temporada –que tiene lugar el 7 de diciembre, fiesta de San Ambrosio, patrono de Milán–, la orquesta tocó el himno. El momento era de gran emotividad. Desde el gallinero alguien gritó: “¡Viva el presidente!”. El grito reflejaba toda la tensión que se vivió poco antes fuera del teatro –donde hubo insultos y pancartas en contra del premier Berlusconi–, pero también escenas de guerrilla urbana

como nunca antes se habían visto en ocasión de la “prima”. Los drásticos recortes a la cultura, la tensión por las protestas estudiantiles y el descontento generalizado por una crisis económica y política agudas hicieron crecer exponencialmente tanto a los manifestantes como a los policías, armados para la ocasión con palos, cascos y escudos. En una noche desde siempre mediática, nadie pudo evitar que hubiera choques, gases lacrimógenos y heridos.

Lo mejor de la ópera en DVD

La traviata, al alcance de la mano La obra de Verdi se vio, anteanoche, en un cine de Mar del Plata, con entrada libre Con Renée Fleming, como Violeta, y Joseph Calleja, como Alfredo, el público marplatense disfrutó anteanoche de la proyección de La traviata, en la sala Cinema de Los Gallegos Shopping. Se trata de la puesta de la ópera de Verdi que se realizó, el año pasado, en el Covent Garden londinense, con régie de Richard Eyre y dirección musical de Antonio Pappano. La proyección acompañó el lanzamiento de la colección Lo mejor de la ópera en DVD, opcional de LA NACION. La primera entrega fue La bohème; el martes 14 llegará el segundo título, Carmen, por la Metropolitan Opera House, de Nueva York, dirigida por James Levine y las voces de José Carreras y Agnes Baltsa.

Mar del Plata disfrutó de la ópera de Verdi