MAYO 28, 2015
EL PREGONERO 3
REFLEXIONES
COLUMNA DEL EDITOR
Beato Óscar Arnulfo Romero –mártir que supo guiar, defender y proteger a su rebaño–
C
iudad del Vaticano (VIS).– El Santo Padre envío una carta al monseñor José Luis Escobar Alas, presidente de la Conferencia Episcopal de El Salvador y arzobispo de San Salvador, con motivo de la beatificación de monseñor Óscar Arnulfo Romero Galdámez, arzobispo de esa arquidiócesis y mártir, asesinado por odio a la fe el 24 de marzo de 1980. La misa de beatificación se celebró en la Plaza del Divino Salvador del Mundo en San Salvador. Texto íntegro de la carta: “La beatificación de monseñor Óscar Arnulfo Romero Galdámez, que fue Pastor de esa querida Arquidiócesis, es motivo de gran alegría para los salvadoreños y para cuantos gozamos con el ejemplo de los mejores hijos de la Iglesia. Monseñor Romero, que construyó la paz con la fuerza del amor, dio testimonio de la fe con su vida entregada hasta el extremo. El Señor nunca abandona a su pueblo en las dificultades, y se muestra siempre solícito con sus necesidades. Él ve la opresión, oye los gritos de dolor de sus hijos, y acude en su ayuda para librarlos de la opresión y llevarlos a una nueva tierra, fértil y espaciosa, que ‘mana leche y miel’. Igual que un día eligió a Moisés para que, en su nombre, guiara a su pueblo, sigue suscitando pastores según su corazón, que apacienten con ciencia y prudencia su rebaño. En ese hermoso país centroamericano, bañado por el Océano Pacífico, el Señor concedió a su Iglesia un obispo celoso que, amando a Dios y sirviendo a los hermanos, se convirtió en imagen de Cristo Buen Pastor. En tiempos de difícil convivencia, monseñor Romero supo guiar, defender y proteger a su rebaño, permaneciendo fiel al Evangelio y en comunión con toda la Iglesia. Su ministerio se distinguió por una particular atención a los más pobres y marginados. Y en el momento de su muerte, mientras celebraba el Santo Sacrificio del amor y de la reconciliación, recibió la gracia de identificarse plenamente con aquel que dio la vida por sus ovejas. En este día de fiesta para la nación salvadoreña, y también para los países hermanos latinoamericanos, damos gracias a Dios porque concedió al obispo mártir la capacidad de ver y oír el sufrimiento de su pueblo, y fue moldeando su corazón para que, en su nombre, lo orientara e iluminara, hasta hacer de su obrar un ejercicio pleno de caridad cristiana. La voz del nuevo beato sigue resonando hoy para
Papa Francisco recordarnos que la Iglesia, convocación de hermanos entorno a su Señor, es familia de Dios, en la que no puede haber ninguna división. La fe en Jesucristo, cuando se entiende bien y se asume hasta sus últimas consecuencias genera comunidades artífices de paz y de solidaridad. A esto es a lo que está llamada hoy la Iglesia en El Salvador, en América y en el mundo entero: a ser rica en misericordia, a convertirse en levadura de reconciliación para la sociedad. Monseñor Romero nos invita a la cordura y a la reflexión, al respeto a la vida y a la concordia. Es necesario renunciar a ‘la violencia de la espada, la del odio’, y vivir ‘la violencia del amor, la que dejó a Cristo clavado en una cruz, la que se hace cada uno para vencer sus egoísmos y para que no haya desigualdades tan crueles entre nosotros’. Él supo ver y experimentó en su propia carne ‘el egoísmo que se esconde en quienes no quieren ceder de lo suyo para que alcance a los demás’. Y, con corazón de padre, se preocupó de ‘las mayorías pobres’, pidiendo a los poderosos que convirtiesen ‘las armas en hoces para el trabajo’. Quienes tengan a monseñor Romero como amigo en la fe, quienes lo invoquen como protector e intercesor, quienes admiren su figura, encuentren en él fuerza y ánimo para construir el Reino de Dios, para comprometerse por un orden social más equitativo y digno. Es momento favorable para una verdadera y propia reconciliación nacional ante los desafíos que hoy se afrontan. El Papa participa de sus esperanzas, se une a sus oraciones para que florezca la semilla del martirio y se afiancen por los verdaderos senderos a los hijos e hijas de esa nación, que se precia de llevar el nombre del divino Salvador del mundo. Querido hermano, te pido, por favor, que reces y hagas rezar por mí, a la vez que imparto la Bendición Apostólica a todos los que se unen de diversas maneras a la celebración del nuevo beato”.
“Monseñor Romero nos invita a la cordura y a la reflexión, al respeto a la vida y a la concordia”.
Miren a sus ancestros
L
a organización Estabilización de la Población culpó a los inmigrantes indocumentados por la falta de agua en California. En una masiva campaña afirman que ese estado está sufriendo las consecuencias de la sequía pero “con 10 millones más de habitantes que en otra crisis similar ocurrida en los noventa”. Esa nefasta campaña usa a un niño que se pregunta: “¿Si los californianos están teniendo menos niños por qué no hay suficiente agua? Huelgan comentarios. A propósito de ese prurito anti-inmigrante, en 1995, en una ceremonia de naturalización la entonces fiscal general de la nación Janet Reno, hija de inmigrantes daneses, conminó a los anti-inmigrantes a mirar el rostro de sus padres: “Sepan y miren la cara de sus padres (o ancestros) cuando llegaron a este país antes de hacer comentarios sobre presuntos daños que la inmigración está inflingiendo a nuestra nación”. La ministra de Justicia recordó que sus padres emigraron a Estados Unidos procedentes de Dinamarca y que jamás olvidará el día que les acompañó a naturalizarse. Al celebrar la diversidad multicultural de EEUU, reflejada en el rostro de los recién naturalizados, Reno precisó que “la naturalización es el mejor camino para alcanzar el ‘sueño americano’ y el tomar juramento a la bandera les da el derecho de participar en la democracia norteamericana”. Ergo a votar – el mayor privilegio de la ciudadanía– y a participar en la toma de decisiones sobre el destino de nuestra nación. Lo propio también podríamos recordarles a los que aplauden la decisión de la Corte de Apelaciones de New Orleans de mantener la suspensión temporal del alivio migratario decretado en noviembre por el presidente Obama. El citado fallo judicial rechazó la moción presentada por el Gobierno para dejar sin efecto la suspensión temporal – ordenada por un juez federal de Texas– de favorecer a los padres de ciudadanos estadounidenses y residentes legales permanentes (DAPA) y la expansión de la acción diferida a los que llegaron en la infancia (DACA). En el 2014, el flujo de los niños migrantes que viajan solos en la frontera sur concitó la atención nacional de la prensa. En ese contexto, el obispo de Brooklyn, Nicholas DiMarzio, refirió la historia de su abuelo quien, en 1913,
Rafael Roncal a los 15 años emigró solo a EEUU: “Él estaba orgulloso de haber viajado las primeras veinte millas descalzo para cuidar el nuevo par de zapatos que su padre, un zapatero, hizo para él. Cuando llegó a Compobasso tomó el tren a Napoles y con solo una declaración jurada abordó un barco a EEUU, donde la inmigración era abierta e ilimitada hasta que, en 1922, se dieron cambios draconianos para detener el flujo migratorio del sur y este de Europa. Mi abuelo llegó a Newark donde empezó trabajando en una fábrica de muñecas. En su primer invierno, como no tenía dinero para comprarse un abrigo, usaba papel periódico debajo de su ropa para abrigarse. Las penurias de nuestros ancestros inmigrantes son, desafortunadamente, desconocidas hoy por mucha gente. Si todos conociéramos sus historias, creo que mucha gente tendría un diferente y mejor entendimiento de la migración regular o irregular de nuestros días”. La presencia de niños migrantes que viajan solos ha sido siempre parte del flujo migratorio y de refugiados del país. Y nunca fue tan publicitado como en los meses pasados: el 85 por ciento de esos niños vienen a reunirse con sus padres o parientes quienes esperan ansiosos su llegada. Mas, nuestro anquilosado sistema migratorio no permite una ordenada reunificación familiar lo que hace imperativo una urgente reforma migratoria integral. La decisión de la corte de New Orleans echó más leña al fuego al posicionar a la migración como un tema de campaña para las eleciones presidenciales de 2016. Resta, pues, hacer un llamado a las familias inmigrantes para que sigan reuniendo documentos y preparándose para el momento en que se haga justicia y autorice el inicio del registro para acogerse a los beneficios del alivio migratorio. Lo importante –claman muchos– es no ser un espectador pasivo “porque mi familia vota”.
AGOSTO 20, 2015
EL PREGONERO 3
REFLEXIONES
COLUMNA DEL EDITOR
Trabajo. Familia. Educación
El trabajo es sagrado* –y da dignidad a una familia–
L
a fiesta y el trabajo forman parte del designio creador de Dios. El trabajo, se dice comúnmente, es necesario para mantener a la familia, para crecer a los hijos, para asegurar a los seres queridos una vida digna. De una persona seria, honesta, lo más bello que se puede decir: ‘Es un trabajador’, es uno que trabaja, es uno que en la comunidad no vive a expensas de los otros. Vi que hay hoy aquí muchos argentinos, y diré como decimos nosotros: ‘no vive de arriba’. Y de hecho, el trabajo, en sus mil formas, a partir del trabajo en el hogar, cuida también el bien común. Y ¿dónde se aprende este estilo de vida laborioso? Primero se aprende en familia. La familia educa al trabajo con el ejemplo de los padres: el papá y la mamá que trabajan por el bien de la familia y de la sociedad. En el Evangelio, la Sagrada Familia de Nazaret aparece como una familia de trabajadores, y Jesús mismo es llamado ‘hijo del carpintero’ (Mt 13, 55) o incluso ‘el carpintero’ (Mc 6, 3). Y san Pablo no dejará de advertir a los cristianos: ‘El que no quiera trabajar, que no coma’ (2 Ts 3,10). Es una bella receta para adelgazar esta: no trabajas, no comes. El apóstol se refiere explícitamente al falso espiritualismo de algunos que, de hecho, viven a expensas de sus hermanos y hermanas ‘sin hacer nada’ (2 Ts 3, 11). El compromiso del trabajo y la vida del espíritu, en la concepción cristiana, no están en absoluto en oposición entre ellas. ¡Es importante entender bien esto! Oración y trabajo pueden y deben estar juntos en armonía, como enseña san Benito. La falta de trabajo daña también al espíritu, como la falta de oración daña también la actividad práctica. Trabajar –repito, en mil modos– es propio de la persona humana. Exprime su dignidad de ser creado a imagen de Dios. Por eso se dice que el trabajo es sagrado, el trabajo es sagrado. Y por eso la gestión de la ocupación es una gran responsabilidad humana y social, que no puede ser dejada en las manos de pocos o descargado sobre un ‘mercado’ divinizado. Causar una pérdida en puestos de trabajo significa causar un grave daño social. Yo me entristezco cuando veo que no hay trabajo, que hay gente sin trabajo, que no encuentra trabajo y que no tiene la dignidad de llevar el pan a casa y me alegro tanto cuando veo que los gobernantes ponen tanto esfuerzo –trabajo– para encontrar puestos de trabajo, para buscar que todos tengan un trabajo. El trabajo es sagrado, el trabajo da dignidad a una familia y debemos rezar para que no falte el trabajo a ninguna familia. Por lo tanto, también el trabajo, como la fiesta, forma parte del designio de Dios Creador. En el libro del Génesis, el tema de la tierra como casa-jardín, confiada al cuidado y al trabajo del hombre (2,8.15), es anticipado con un pasaje muy conmovedor: ‘Cuando el Señor Dios hizo la tierra y el cielo, aún no había ningún arbusto del campo sobre la tierra ni había brotado ninguna hierba, porque el Señor Dios no había hecho llover sobre la tierra. Tampoco había ningún hombre para cultivar el suelo, pero un manantial surgía de la tierra y regaba toda la superficie del suelo’. (2, 4b6a). No es romanticismo, es revelación de Dios; y nosotros tenemos la responsabilidad de compren-
Papa Francisco derla y asimilarla hasta el final. La encíclica ‘Laudato si’, que propone una ecología integral, contiene también este mensaje: la belleza de la Tierra y la dignidad del trabajo están hechas para estar unidas. La tierra se convierte en bella cuando es trabajada por el hombre, van juntas. Cuando el trabajo se separa de la alianza de Dios con el hombre y la mujer, cuando se separa de sus cualidades espirituales, cuando es rehén sólo de la lógica de la ganancia y desprecia los afectos de la vida, la degradación del alma contamina todo: también el aire, el agua, la hierba, la comida. La vida civil se corrompe y el hábitat se descompone. Y las consecuencias golpean sobre todo a los más pobres y a las familias más pobres. La moderna organización del trabajo muestra a veces una peligrosa tendencia a considerar la familia un gravamen, un peso, una pasividad para la productividad del trabajo. Pero preguntémonos: ¿qué productividad? ¿Y para quién? La llamada ‘ciudad inteligente’ es indudablemente rica de servicios y de organizaciones: pero, por ejemplo, es frecuentemente hostil a los niños y a los ancianos. A veces quien proyecta está interesado a la gestión de fuerza–trabajo individual, para ensamblar y utilizar o descartar según la conveniencia económica. La familia es un gran lugar de prueba. Cuando la organización del trabajo la tiene como rehén, o incluso le obstaculiza el camino, entonces estamos seguros de que la sociedad humana ha comenzado a trabajar ¡en contra de sí misma! Las familias cristianas reciben de esta coyuntura un gran desafío y una gran misión. Ellas ponen en juego los fundamentos de la creación de Dios: la identidad y el vínculo del hombre y de la mujer, la generación de los hijos, el trabajo que hace doméstica la tierra y habitable el mundo. La pérdida de estos fundamentos es un asunto muy serio, y en la casa común ¡hay ya demasiadas grietas! La tarea no es fácil. A veces puede parecer a las asociaciones de las familias que son como David frente a Goliat… pero ¡sabemos cómo terminó ese desafío! Se necesitan fe y astucia. Que Dios nos conceda acoger con alegría y esperanza su llamada, en este momento difícil de nuestra historia. La llamada al trabajo para dar dignidad a sí mismo y a la propia familia. (Radio Vaticano) * En su catequesis dedicada al trabajo, el Papa advirtió que si el trabajo está dirigido sólo por la lógica de la ganancia y desprecia los afectos de la vida, la sociedad y el entorno se corrompen. Pidió a gobernantes y líderes sociales que se esfuercen por crear puestos de trabajos para todos.
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l trabajo es una actividad humana a la que dedicamos gran parte de nuestras vidas. Por eso decimos que vivimos del trabajo que, además, nos permite acceder a los recursos que necesitamos para mantener y formar nuestras familias. El trabajo, amén de ser una fuente de recursos a través del cual nos ‘hacemos’, es algo más que un acto de voluntad para subsistir: es un medio que tenemos para modificar y perfeccionar nuestro propio ser, hasta el extremo de que podemos realizarnos o desrealizarnos mediante el trabajo, que cuando es creador, cuando contribuimos con nuestras facultades más elevadas, nuestra autorealización es más completa. Mas, el trabajo adquiere sus máximas dimensiones humanas cuando lo ponemos al servicio de nuestros semejantes para contribuir a su liberación o perfeccionamiento, cuando adoptamos una actitud solidaria hacia los demás. Somos seresque-decidimos sobre el fruto de nuestro trabajo que es parte de nosotros mismos. De la propia naturaleza del trabajo nace la motivación de formar familias, comunidades y empresas. He ahí la grandeza y la dignidad del trabajo, razón demás para no negar a nadie la oportunidad de acceder a un trabajo digno y equitativo, un derecho sagrado e inalienable. Asimismo, ser parte activa de la sociedad implica tener sentido de pertenencia a una comunidad, sintiéndonos orgullosos de nuestros orígenes y valores familiares, común denominador que identificamos en todo inmigrante que se integra a una sociedad a través de la ciudadanía lo que le confiere el derecho al voto, amén de mayores oportunidades. Ejemplos como el del trabajador agrícola César Chávez, quien mostró que para triunfar y conseguir la libertad es importante trabajar en comunidad, y no individualmente, tomando responsabilidades por nuestras propias vidas, naturalizándonos para ejercer el voto y velar por los justos intereses de nuestras familias. Los que no lo hacen viven el día sin compromiso alguno privando a los suyos la oportunidad de brindarles un mejor futuro. Las posturas anti inmigrantes que son un rechazo a la diversidad, piedra angular de nuestra sociedad, son otras motivaciones para ser más in-
Rafael Roncal clusivos y participar comunalmente si queremos tener éxito y ser escuchados. Sin olvidar que la mejor manera de ser libres, es asegurando la libertad de los demás. La mejor manera de asegurar nuestra fe, es compartiéndola. Y la mejor manera de asegurar nuestra esperanza, es creando esperanza para los demás. El ejemplo familiar, donde todos participen y nadie se quede fuera, da a los jóvenes sentido de pertenencia y la conciencia de quiénes son y de dónde vienen, lo que les permitirá luego forjar su propio destino. En ese contexto, la educación es la piedra de toque de nuestro desarrollo. Sin una población educada, poco o nada podremos hacer para responder con éxito a los retos que nos plantea un mundo globalizado y cada vez más competitivo. La educación de nuestros jóvenes es un tema no solo de competitividad y desarrollo, sino también de seguridad nacional. Por eso, cada inicio del año escolar es una buena oportunidad para reafirmar nuestro compromiso con la educación de nuestros hijos con la premisa de que el mañana es hoy: la cosecha de mañana será el resultado de lo que hoy sembremos. Tenemos, pues, la responsabilidad de motivar a nuestros estudiantes a que continúen sus estudios y sopesen las consecuencias negativas de abandonar las aulas en un mundo terriblemente competitivo donde de nada sirve ser una mayoría no educada. El gran cambio vendrá cuando nuestros jóvenes se mantengan en las aulas, concluyan sus estudios secundarios y persigan con ahínco la educación superior para no perder el tren de la historia. Cierto es que la pobreza afecta a muchos de nuestros niños; mas, ello debe ser un acicate para redoblar nuestros esfuerzos de motivar a nuestros chicos. La confianza y el entusiasmo son necesarios para encarar de manera enteriza la tarea de motivar en ellos el deseo de aspirar a mayores logros en sus vidas.
OCTUBRE 15, 2015
EL PREGONERO 3
REFLEXIONES
COLUMNA DEL EDITOR
El que cae o se equivoca –debe ser comprendido y amado–
E
l drama de la soledad, el amor entre el hombre y la mujer, y la familia son los temas a los que se refirió el papa Francisco en su homilía con la que dio inicio al reciente Sínodo de los Obispos sobre ‘La vocación y misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo’. Sobre la soledad habló del dominio que ejercía Adán sobre las demás criaturas demostrando su “indiscutible e incomparable superioridad, pero aun así se sentía solo, porque –no encontraba ninguno como él que lo ayudase–. El Papa recordó a los muchos hombres afligidos por este drama: “Ancianos abandonados incluso por sus seres queridos y sus propios hijos; los viudos y viudas; tantos hombres y mujeres dejados por su propia esposa y por su propio marido; tantas personas que de hecho se sienten solas, no comprendidas y no escuchadas; los emigrantes y los refugiados que huyen de la guerra y la persecución; y tantos jóvenes víctimas de la cultura del consumo, del usar y tirar, y de la cultura del descarte”. Hoy se vive la paradoja de un mundo globalizado en el que vemos tantas casas de lujo y edificios de gran altura, pero cada vez menos calor de hogar y de familia; muchos proyectos ambiciosos, pero poco tiempo para vivir lo que se ha logrado. Hoy vivimos en cierto sentido la misma experiencia de Adán: tanto poder acompañado de tanta soledad y vulnerabilidad; y la familia es su imagen. Cada vez menos seriedad en llevar adelante una relación sólida y fecunda de amor: en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en las buenas y en la mala suerte. El amor duradero, fiel, recto, estable, fértil es cada vez más objeto de burla y considerado como algo anticuado. De este amor entre el hombre y la mujer recordó cómo Dios se entristeció al ver la soledad de Adán y creó a alguien como él que le ayudase: “Nada hace más feliz al hombre que un corazón que se asemeje a él, que le corresponda, que le ame y que acabe con la soledad y el sentirse solo. Muestran también que Dios no ha creado el ser humano para vivir en la tristeza o para estar solo, sino para la felicidad, para compartir su camino con otra persona que es su complemento; para vivir la extraordinaria experiencia del amor: es decir de amar y ser amado; y para ver su amor fecundo en los hijos. Este es el sueño de Dios para su criatura predilecta: verla realizada en la unión de amor entre hombre y mujer; feliz en el camino común, fecunda en la donación reciproca”. “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”, dijo el Papa al mencionar el tema de la familia. Es una exhortación a los creyentes a superar toda forma de individualismo y de legalismo, que esconde un mezquino egoísmo y el miedo de aceptar el significado auténtico de la pareja y de la sexualidad humana en el plan de Dios. De hecho, sólo a la luz de la locura de la gratuidad del amor pascual de
Papa Francisco Jesús será comprensible la locura de la gratuidad de un amor conyugal único y usque ad mortem. Para Dios, el matrimonio no es una utopía de adolescente, sino un sueño sin el cual su criatura estará destinada a la soledad. En efecto el miedo de unirse a este proyecto paraliza el corazón humano. Paradójicamente también el hombre de hoy ‘que con frecuencia ridiculiza este plan’ permanece atraído y fascinado por todo amor auténtico, por todo amor sólido, por todo amor fecundo, por todo amor fiel y perpetuo. Lo vemos ir tras los amores temporales, pero sueña el amor auténtico; corre tras los placeres de la carne, pero desea la entrega total. En este contexto social y matrimonial bastante difícil, la Iglesia está llamada a vivir su misión en la fidelidad a su Maestro como voz que grita en el desierto, para defender el amor fiel y animar a las numerosas familias que viven su matrimonio como un espacio en el cual se manifiestan el amor divino; para defender la sacralidad de la vida, de toda vida; para defender la unidad y la indisolubilidad del vínculo conyugal como signo de la gracia de Dios y de la capacidad del hombre de amar en serio. Vivir su misión, en la verdad que no cambia según las modas pasajeras o las opiniones dominantes. La verdad que protege al hombre y a la humanidad de las tentaciones de autoreferencialidad y de transformar el amor fecundo en egoísmo estéril, la unión fiel en vínculo temporal. Y vivir su misión en la caridad que no señala con el dedo para juzgar a los demás, sino que –fiel a su naturaleza como madre– se siente en el deber de buscar y curar a las parejas heridas con el aceite de la acogida y de la misericordia; de ser –hospital de campo–, con las puertas abiertas para acoge a quien llama pidiendo ayuda y apoyo. Francisco recordó las palabras de san Juan Pablo II cuando afirmó que “el error y el mal deben ser condenados y combatidos constantemente; pero el hombre que cae o se equivoca debe ser comprendido y amado”. Nosotros debemos amar nuestro tiempo y ayudar al hombre de nuestro tiempo. Y la Iglesia debe buscarle, acogerle y acompañarle, porque una Iglesia con las puertas cerradas se traiciona a sí misma y a su misión, y en vez de ser puente se convierte en barrera: el santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avergüenza de llamarles hermanos.
Liderazgo de la misericordia
P
ocas veces nos detenemos a ‘ver’ que el ‘liderazgo de la misericordia’ se expresa de manera prístina en los héroes anónimos que cumplen las labores o funciones más modestas, quienes en el cumplimiento de su trabajo agregan a diario un valor agregado ajeno a sus obligaciones: el servicio al prójimo. Es el caso, como muchos otros en diferentes contextos, de los empleados de limpieza de oficinas y hospitales, quienes amén de cumplir con sus tareas hacen a los visitantes la vida más fácil cuando les orientan y dirigen en los laberintos en los que se adentran. Los porteros de edificios que –en días festivos– están pendientes que los jóvenes lleguen a salvo a sus hogares. El transeúnte que se toma su tiempo en dar direcciones a un desorientado turista. Los que cada mañana sirven una agradable taza de café o el desayuno a los que aman. Aquel que al término del día se preocupa por saber cómo les fue a sus hijos en la escuela o a los demás en su centro de trabajo. Estos y otros hechos de vida que cada uno de nosotros tenemos en mente son imágenes que tienen el poder de enseñarnos a ‘ver’, a caer en la cuenta, lo que ignorábamos o nos negábamos a aceptar. En esas imágenes, la idea del sacrificio y el heroísmo es cara y sello de la moneda que llamamos ‘liderazgo de la misericordia’. Y que nos dice lo insustituible que somos y cómo hasta la actividad más ‘insignificante’ atesora el prolífico germen de la salvación de otros que, gracias al ejemplo, tiene el poder de replicarse en la vida de los que nos rodean. No es nada descabellado afirmar que el mundo se sostiene gracias al poder y la fuerza de la misericordia de los justos, los héroes anónimos, que se confunden con los hombres co-
Rafael Roncal munes. Justos que dan cobijo, calor y esperanza con la generosidad –sin esperar nada a cambio–de sus ‘pequeñas’ acciones que palian y morigeran el sufrimiento y el drama de los que aspiran a tener una vida mejor. Lo curioso, y he allí lo vital, es que ninguno de esos héroes anónimos que ‘sostienen el mundo’ sabe que lo es. No es, pues, la autoproclama de llamarse justo – la autorreferencialidad– lo que hace real el ‘liderazgo de la misericordia’. Son más bien las acciones humildes de las personas anónimas: el que cede el paso a un peatón, el que no pierde la compostura frente a la agresividad de otros, el que hace su trabajo con prolijidad, el que tiene palabras de aliento para los demás, el que nos ofrece una sonrisa. Esas son las pequeñas ‘grandes’ acciones que sostienen el mundo y hacen placentero nuestro entorno. Con la plena conciencia de que la familia es el seno de la formación de ese ponderado ‘liderazgo de la misericordia’. Ergo: ¡El futuro de la humanidad se fragua en la familia! De allí la urgencia de promover esos valores en nuestros hogares en aras de crear ‘defensas naturales’ contra los peligros y males de la ‘autoreferencialidad’, colaborando cordialmente con las personas de buena voluntad que busquen y promuevan la unidad de las familias inmigrantes que hoy viven el cruel drama de la pobreza, la persecución y el exilio.