10 EL PREGONERO
NOVIEMBRE 10, 2016
COMUNIDAD
Restaurando la dignidad humana Rafael Roncal El Pregonero
E
sta es la inacabada y sempiterna historia de nuevos peregrinos que llegan a una nueva tierra en busca de libertad y oportunidades para sus familias e hijos. Personas que luchan por la vida de sus hijos y que “es nuestra responsabilidad atenderles y cuidarles como todo ser humano merece ser atendido”, con dignidad. “Eso es lo que hacemos en la parroquia del Sagrado Corazón, en McAllen, Texas, donde la comunidad, en general, unida ha dicho sí a la dignidad humana, a la familia, a las familias que sabemos están aquí y que necesitan nuestra ayuda”, destacó la hermana Norma Pimentel, MJ, gestora de ese gran esfuerzo, apoyada por una legión de voluntarios. Esa es la gran labor humanitaria que Caridades Católicas del Valle de Río Grande realiza, a través del Respite Center, en el Sagrado Corazón, en McAllen. Y que, durante la convención anual de la Asociación Nacional de Publicaciones Hispanas, tuvimos la gracia de visitar y conocer de primera mano el cuidado humanitario que brinda, sin costo alguno. La hermana Pimentel explicó que el Respite Center –“donde todos somos una comunidad”– es una respuesta directa a la crisis humanitaria del verano de 2014, cuando un ingente número de inmigrantes cruzaron la frontera México-EEUU sin tener un lugar adecuado donde reposar y pernoctar. Hoy la situación es muy difícil y está peor que en el 2014 –expresó la hermana Pimentel–. Tenemos una crisis exacerbada por los coyotes que utilizan y reclutan a los migrantes para hacer sus negocios, y usan cualquier medio para sacarles de su ambiente, porque saben que allí están sufriendo y quieren salir. “A ello se suma el miedo de que ya no van a poder venir porque piensan sucederá algo que se los impedirá, lo que les obliga a salir, por eso están aquí.” Hace poco, agregó, recibí una llamada de los jefes de inmigración para acercarme al puente fronterizo por donde entraron, en un solo día, 250 personas. Sin contar los que cruzan el río –a quienes confunden con personas de mal vivir– que son muchísimos más y vienen de una situación desesperada. Más del 50 por ciento de las personas que reciben ayuda, en el Respite Center, son madres con dos, tres o cuatro hijos por eso es que se ven a tantos niños. A la fecha han ayudado a más de 47.000 personas. Es verdad que Estados Unidos necesita resguardar sus fronteras –precisó la hermana–. Y creo que la patrulla fronteriza está cumpliendo ese trabajo a cabalidad y que hace lo máximo por asegurar que nuestro país este protegido. Al país ingresan dos grupos de personas: familias enteras, por un lado; y personas que buscan hacer daño, por el otro. En esa realidad, las familias son víctimas,
FOTOS/RAFAEL RONCAL
A los inmigrantes que llegan al centro se les provee productos de aseo y ropa. Al fondo se observan las donaciones que recibe Respite Center.
La hermana Norma Pimentel, quien encabeza el Respite Center de Caridades Católicas del Valle de Río Grande, TX, recibe con aplausos a los inmigrantes recién llegados al centro.
son personas que luchan por la vida de sus hijos y es nuestra responsabilidad atenderles y cuidarles. Desde el primer día que llegué al Sagrado Corazón –recordó la hermana Pimentel– abrimos nuestras puertas para organizar la respuesta humana y evitar el relajo que provocó la ayuda bien intencionada del pueblo al dar de comer a los que llegaban a las estaciones de buses. Entonces le pedí al párroco que nos prestara su salón parroquial por unos días a lo que él accedió –añadió–. Mas, no esperábamos que esto continuaría. Cuando abrimos las puertas del Sagrado Corazón, en junio de 2014, la respuesta de la gente que quería ayudar fue increíblemente rápida y muy positiva. La misma noche del primer día, en el ínterin de las 6 de la tarde y la medianoche, llegaron 200 personas a las que recibieron y ayudaron con ropa, zapatos, utensilios de higiene y comida. De esa manera se fueron organizando para que la respuesta fuera buena y se diera a las personas la atención que necesitaban. Retrospectivamente, señaló que cuando un trabajador del gobierno vino a ver lo hacían y al ver a tantos voluntarios ayudando a los recién llegados con blusas, pantalones y productos de higiene, le preguntó: “Hermana: ¿que está haciendo aquí?” A lo que ella, viendo a todo el mundo ayudando, le respondió: “Restaurando la dignidad humana. Eso es lo que estamos haciendo”.
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La mayoría de los que llegan a McCallen, Texas, vienen de Honduras, Guatemala y El Salvador. Y de muchas otras partes del mundo, cerca de 72 países, como Rumania, Haití, Brasil, Cuba, China, Perú y de muchas otras partes. Creo que él no se esperaba esa respuesta –indicó–. Creo que venía a decirnos: “Están haciendo esto mal y no se debe hacer así”. Creo que venía a corregirme porque se dio media vuelta al escuchar mi respuesta, pero regresó para decirme: “Hermana, si yo tuviera una varita mágica que haría esa varita mágica por usted?” Regaderas, le respondí, porque no tenemos regaderas, el salón solo tiene sanitarios. Esa misma noche tuvieron 8 regaderas portátiles en el patio y otras 8 la siguiente semana. Así se estableció la operación y la ciudad se abrió totalmente a su disponibilidad. Esa persona, con la que se han hecho muy buenos amigos, le dijo: “Lo que necesite hermana… Estamos a su disposición”. El alcalde Jim Darling le dijo: “Hermana Norma: hasta el último día que usted tenga las puertas abiertas para ayudar a las personas yo estaré allí a su lado con todo mi apoyo, cuente con nosotros al 100 por ciento”. De hecho, “ahorita estamos viendo cómo expandir todo, antes teníamos carpas extendidas en todo el estacionamiento porque era demasiada la demanda de ayuda de las personas necesitadas” –argumentó–. Teníamos una clínica móvil y muchas otras cosas que disminuimos porque el número de personas que llegaban disminuyó. Ahora, tendrán que ampliar todo de nuevo porque el número de los que llegan es muy alto y se esperan números increíbles, tanto que van a ver qué es lo que pasará y cómo van a responder. Lo bueno es que ya saben cómo manejar el movimiento de personas, lo que no saben es si va a durar un mes o más. Los que son recibidos en la parroquia del Sagrado Corazón, que ya traen boletos, luego que inmigración les deja en libertad, se les ayuda llamando a su familia o se busca a alguien que les auspicie a llegar a cualquier lugar de Estados Unidos. La hermana y los voluntarios van a las estaciones de buses a invitar a las familias y sus niños a venir al centro para que se puedan asear, descansar, comer y orientarles para que sepan adónde ir y cómo funciona su boleto. Si su salida no es inmediatamente se quedan en las carpas y en cuanto están listos les llevan a la
FOTOS/RAFAEL RONCAL
Un voluntario de Respite Center, en Texas, analiza el caso de inmigración de una familia que ingresó por la frontera.
Es una costumbre que los inmigrantes que llegan al centro sean recibidos con aplausos.
estación de buses para que se embarquen a su destino final. Hay muchos niños que viajan sin sus padres, pero no vienen solos, vienen con alguien que no es ni su papá ni su mamá – refirió–. Y como no vienen con sus padres, inmigración les separa porque tiene la responsabilidad de protegerles, de asegurarse que no son traficados. Han separado una abuela de su nieta porque no es su madre. A los niños les ponen en casas, les procesan y después lla-
man a su familiar, a su mamá o al papá, de dónde viene ese niño y qué van a hacer por él. A los niños nunca se les ve solos. En la parroquia del Sagrado Corazón solo llegan familias, niños con su papá o mamá. La probabilidad de que esa gente regularice su situación migratoria es poca. Solo si logran conseguir ayuda legal, de abogados o alguien que les represente, sus probabilidades de permanecer en el país son altas, pero si no tienen un abogado que les represente en la corte sus posibilidades se
reducen a cero. Sin embargo, hay voluntarios y organizaciones en Estados Unidos que han creado un movimiento para dar ayuda legal a esas personas, a las familias y niños. Es muy importante, pero no suficiente. La mayoría de los que llegan a McCallen, Texas, vienen de Honduras, Guatemala y El Salvador. Y de muchas otras partes del mundo, cerca de 72 países, como Rumania, Haití, Brasil, Cuba, China, Perú y de muchas otras partes. En una conferencia sobre seguridad y defensa nacional, a la que fue invitada la hermana Norma Pimentel como oradora para hablar lo que hace y por qué, una funcionaria de alto nivel gubernamental le dijo: “Tú me has hecho cuestionar para qué trabajo y por qué trabajo que no es hacer cualquier cosa, sino tener un propósito y saber hacer las cosas por las que Dios nos tiene en este mundo”. No debemos hacer las cosas solo por hacer –explica la hermana–. Y si, realmente, no estamos ayudando a la humanidad a ser mejor, entonces debemos cuestionarnos lo que estamos haciendo a sabiendas que podemos ayudarnos a entender cuál es nuestro propósito en la vida y porque estamos ayudando. A propósito del diálogo que sostuvo con el papa Francisco, a través de una videoconferencia antes de su visita a EEUU, en el 2015, la hermana Pimentel dijo que fue lo más extraordinario que le pudo pasar en la vida: “El hecho de que él supiera y reconociera la labor que estamos haciendo aquí con los voluntarios que se unen conmigo, día a día, a entregar su vida, su tiempo y su amor para recibir incondicionalmente a las familias migrantes, fue un reconocimiento al esfuerzo que ponemos para ayudar al prójimo. Eso fue bonito”. Que el Santo Padre sepa y conozca de nosotros y quiera aplaudir la labor que estamos haciendo, que me llamara y me dijera “quiero hablar contigo”, fue algo inimaginable, algo hermoso y no lo esperaba, me hizo sentir algo muy bello – señaló emocionada–. Creo que nunca más voy a sentir algo igual a lo que sentí en ese momento. Lo que hacemos para restaurar la dignidad humana a las familias migrantes es ser próvida –dijo abundando en mayores explicaciones– porque la vida es desde que se concibe el ser humano hasta el momento que Dios le llama a la vida eterna. El momento que vivimos es muy importante, las familias migrantes son seres humanos y necesitan también ese cuidado, esa atención –remarcó–. Así como defendemos la vida desde el momento de la concepción hay que hacerlo todos los días con los que están acá. Nos segamos cuando nos enfocamos en solo un aspecto de la vida –añadió–. Cuando decimos próvida pensamos que solo es en el momento de dar a luz al ser humano, cuando en realidad próvida significa estar a favor de la vida en todos sus niveles que incluye, también, la defensa de los inmigrantes. Es la defensa de esas personas quebradas, pero honorables, que llegan destrozados después haber caminado días y haber pasado por tanto y sufrir tanto – subrayó–. Por eso cuando llegan acá les recibimos con aplausos como señal de bienvenida, mientras en sus rostros vemos el sufrimiento que han pasado y que nos hacen reconocer que son seres humanos.