Espectáculos
Página 8/LA NACION
2
3
Miércoles 4 de agosto de 2010
CLASICA
Virtuosismo en el más alto nivel El pianista Horacio Lavandera ofreció un recital con obras imprescindibles de autores nacionales Excelente ((((( Recital del pianista Horacio Lavandera. Obras de autores nacionales del pasado y contemporáneos. ND/Ateneo.
La presentación de obras para piano de compositores argentinos contemporáneos en versiones del pianista Horacio Lavandera constituyó uno de los acontecimiento más destacados de la actual temporada musical, tanto por la elección de las obras como por la maravillosa demostración de virtuosismo del intérprete. Y en este sentido causó deleite la posibilidad de escuchar un ramillete de creadores, todos ellos representativos de dos siglos de música nacional, desde la Huella y Gato del ilustre Julián Aguirre, o la Milonga del volatinero, de Alberto Williams, presentadas con refinamiento, sencillez y admirables recursos técnicos. Pero además, en páginas de mayor significación pianística, al máximo de las posibilidades del teclado y de endemoniadas dificultades de ejecución, se escucharon tres obras de Alberto Ginastera que constituyen tres miradas de su estilo y de la evolución de su lenguaje a partir del Rondó sobre temas populares infantiles, Op. 19, escritas en 1917. También estuvieron las siempre gratas Danzas argentinas, Op. 2, de 1939, de formas y atmósferas que parecen una mirada a nuestro mundo gauchesco que el pianista supo cristalizar a través de una riquísima variedad de matices y una dinámica arrolladora y subyugante. Al encarar la imponente y compleja Sonata Nº 1, composición que le fue encargada a Ginastera en los Estados Unidos y dada a conocer en el Festival de Música
HERNAN ZENTENO
Lavandera presentó en este concierto su último CD, Compositores argentinos
Contemporánea de Pittsburgh, el concertista la presentó con deslumbrante limpieza en la articulación, potencia y ritmo interno sabiamente regulados y, por sobre todo, con los contrastes entre pasajes líricos y desbordantes. Sin embargo, aún más ilustrativa y aleccionadora quizás haya sido la ocasión de poder apreciar lenguajes contemporáneos de algunos de nuestros más destacados compositores que aún se encuentran en pleno desarrollo de su evolución, a partir de Fabián Panisello (1963)
con su Doble estudio Nº 6, enorme en su grado de dificultad, que no obstante Lavandera ofreció con su pasmosa claridad de digitación. A renglón seguido se escuchó la impresionante Toccata Newén, de Esteban Benzecry (1970), uno de nuestros compositores más activos y consagrados a nivel mundial, quien en casi todas sus contribuciones no pretendió hacer etnomusicología, sino la sabia utilización de raíces, ritmos y mitologías ancestrales como fuentes de inspiración, y a partir de ese clima poder desa-
rrollar con la mayor libertad un lenguaje propio. Algo así como una especie de música desde un folklore imaginario, construida a partir de elementos rítmicos, melódicos y armónicos que sugieren una idea de raíces populares, iniciada con una alusión mecanicista a efectos de sugerir energía a partir de la traducción del vocablo en lengua mapuche newén. La entrega de Lavandera, bien demostrativa de su pleno conocimiento de la composición –fue quien la estrenó y la dio a conocer en el exterior–, impresionó además por la portentosa demostración de perfección en el dominio del teclado de que hace gala el músico argentino. Levante, de Osvaldo Golijov, otro de los creadores consagrados en el exterior –tanto que es inédito el caso de un connacional al que el Metropolitan de Nueva York le organizó un festival dedicado a su obra–, es presentada por Lavandera de manera brillante, como también el aporte de Gabriel Senanes con sus tres páginas que conforman el Triciclo, creado en 2005: “Listo el pollo”, “Pato al agua” y “Mi longa codita”, esta última una graciosa manera de anunciar el ritmo predominante de la milonga y que termina por prevalecer y contribuir a que Lavandera sea imponente. Por fin la idea entre nostálgica e imprescindible de incluir a Carlos Gardel con su hermoso tema “Mi Buenos Aires querido” y a Astor Piazzolla con su “Retrato de Alfredo Gobbi” permitió una vez más escuchar y valorar a un pianista ecléctico, infalible y siempre acertado en estilo. El júbilo cerró una enaltecida noche de música para piano de creadores genuinamente nacionales.
Juan Carlos Montero
Recital de la pianista Silvia Dabul
Obras contemporáneas en el CETC La intérprete eligió un repertorio dedicado a Michael Gielen y a George Crumb Desde hoy, y hasta el viernes, a las 20.30, la pianista mendocina Silvia Dabul se presentará en el Centro de Experimentación del Teatro Colón (CETC), con un programa que estará integrado por obras de Michael Gielen y George Crumb. En la primera parte del concierto, Dabul interpretará la Klavierstück in sieben Sätzen (recycling der glocken) de Gielen –pieza para piano, piano preparado, cuencos tibetanos y cinta–, acompañada por Lucas Urdampilleta en electrónica y Stefan Litwin en piano en cinta. En la segunda par-
PARA AGENDAR
Concierto de Silvia Dabul, la pianista interpretará obras contemporáneas. Centro de Experimentación del Teatro Colón (CETC), Libertad 621. Hoy, mañana y pasado mañana, a las 20.30. Entradas: $ 20.
te, la pianista ofrecerá Makrokosmos Volume II: Doce piezas de fantasía según el Zodíaco, de Crumb. La pianista personalmente define la vivencia de este concierto explican-
do que “si bien están muy distantes estéticamente, las obras de Gielen y Crumb tienen en común el hecho de configurar estructuras completamente cerradas. Cada una de ellas constituye un mundo que se alimenta de sus propios residuos y tradiciones. Por ellas transita un intérprete extremadamente solitario. Acompañado, como en un cuento de James, por una legión de fantasmas”. Dabul grabó, entre otros, la obra completa de Kim Helweg y el CD Parajes, canciones de compositores argentinos sobre textos de su autoría.
La pianista mendocina Silvia Dabul
FABIAN MARELLI
El pianista brindó una verdadera clase magistral de interpretación chopiniana
Nelson Goerner y un concierto maravilloso Excelente ((((( Recital de Nelson Goerner (piano). Programa: Polonesa Op. 44; Nocturno en Si mayor Op. 62 Nº 1; Berceuse Op. 57, y Sonata para piano Nº 2 Op. 35, de Chopin; Estudios sinfónicos Op. 13, de Schumann. Mozarteum Argentino. Teatro Colón.
El nombre de Nelson Goerner y su historia pudieron más que el frío polar que reinaba en la ciudad. Y la vista del Colón colmado dio la pauta de que nadie se equivocó en sus cálculos, ya que, como era de prever, el recital que ofreció anteanoche para el Mozarteum fue absolutamente maravilloso. En sintonía con el bicentenario de los nacimientos de Chopin y de Schumann, a cada uno le dedicó una parte del concierto. En la primera, haciendo gala de una variedad interpretativa admirable, ofreció cuatro obras muy disímiles de Chopin. En la segunda, con una consistencia deslumbrante, abordó la ciclópea tarea de tocar los Estudios sinfónicos, de Schumann. Chopin fue un compositor revolucionario, de infinitas potencialidades y alcances. En una sucesión muy bien escogida, Goerner presentó cuatro obras que pueden conformar un retrato de las muchas perspectivas de Chopin. Pero además, y en esto estriba su aporte individual, Nelson encaró cada una de esas obras con una lectura pertinente, convincente y apropiada. La Polonesa en Fa sostenido menor no fue espectacular, sino que fue leída con solidez y poesía. Para cada una de sus tres secciones, Goerner acudió a diferentes toques y diferentes enfoques. Para el Nocturno en Si mayor (que no era el que estaba consignado en el programa de mano), sin jamás dejar de cantar, se abocó a resaltar, con naturalidad, las exquisitas y sorprendentes armonías con las que Chopin alteró cualquier supuesto. En la Berceuse, con balanceos sosteni-
dos, Nelson arrulló al público y lo envolvió con cantos de factura exquisita. Por último, con la Sonata Nº 2 sacó a relucir todas las tragedias y todos los encantos. Puestos a elegir uno sólo de todos los momentos, habría que enmarcar y poner en el museo la segunda sección de la “Marcha fúnebre”, un pasaje nocturnal tocado con la mayor delicadeza. En síntesis, Goerner dictó una verdadera clase magistral de interpretación chopiniana, contemplando, con rigor, los contenidos y perfiles de cada obra, y evadiendo el lugar común de interpretar a Chopin siempre con una única y acotada vara.
Schumann también En la segunda parte, sólido y seguro, Goerner se abocó a pasear toda su sapiencia y sus convicciones por los Estudios sinfónicos, una obra de una construcción compleja que va mucho más allá de la técnica de las variaciones. En efecto, Schumann trató de otorgar a cada una de ellas, una textura y una vestimenta de imaginaria orquestación que requiere del pianista distintos toques y búsquedas sonoras. Atento e imaginativo, Nelson entregó un verdadero muestrario de sonoridades. Si bien los estruendos y las urgencias aparecieron donde eran necesarios, si de escoger un momento sublime el asunto se tratare, habría que rescatar para el recuerdo a la cuarta de las variaciones póstumas, expresiva, íntima y conmovedora. Después de los muchísimos aplausos, Goerner regaló, término absolutamente pertinente, el Preludio Op. 32 Nº 5, de Rachmaninov, y, como un tornado arrasador, el Estudio en Do sostenido menor Op. 10 Nº 4, de Chopin. Con la emoción en el alma, volver al intenso frío polar de Buenos Aires fue más tolerable.
Pablo Kohan