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INFORMACION GENERAL
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Domingo 13 de febrero de 2011
Sociedad | Iniciativa oficial para integrar el asentamiento a la ciudad
Adoquines por tierra Calles de tierra de la villa fueron mejoradas con empedrado
La cancha de fútbol Un lugar que sirve para mucho más que jugar a la pelota
Muros a todo color Tonos estridentes como en Caminito alegran las fachadas
FOTOS DE HERNAN ZENTENO
Villa 31, donde el color no tapa la pobreza Por primera vez un gobierno porteño realiza trabajos en el barrio de Retiro; los vecinos están contentos, pero faltan obras de fondo EL ESCENARIO
PABLO TOMINO LA NACION
Por ahora, proyectos y cosmética
La plaza tan ansiada Los niños de la villa 31 disfrutan de dos plazas con juegos infantiles recientemente inauguradas. Hubo un intento de ocuparlas con viviendas; los vecinos las defendieron a los tiros
LUIS MOREIRO LA NACION
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Los vivos colores de las fachadas de numerosas casitas remiten a las del mítico Caminito, mientras que tres cuadras de la calle N°9, la principal, antes de tierra, ahora se cubrió con adoquines. La villa 31, enclavada en uno de los terrenos más caros de la Capital, en Retiro, usurpados desde 1930, cambia su fisonomía. Sus habitantes disfrutan de las bondades de un nuevo escenario, que incluso tiene una cancha de fútbol de césped sintético y dos nuevas plazas con juegos para chicos, que fueron defendidas a los tiros –es literal– por los vecinos para que no fueran ocupadas con más casas. Así, según dicen las autoridades, el gobierno porteño dio un primer paso en el anhelo de integrar la villa a la ciudad. Y con un plan firme de convertir este sitio habitado por más de 26.000 personas en un polo de atracción para los turistas, como ocurre en otros sitios de la Capital y del mundo (ver aparte). “La villa 31 está organizada en cooperativas y la ciudad le da a cada una la materia prima para que trabajen en remodelarla. Dentro de los 10 millones de pesos que la ciudad invierte por año en el suministro de agua potable y la destapación de los sumideros, se agregó este plan que se está cumpliendo por etapas. Y ha tenido mucho éxito porque la gente se siente más escuchada. Así, la villa se abrirá a la ciudad”, dijo Diego Santilli, ministro de Ambiente y Espacio Público de la ciudad, que lleva adelante esta iniciativa, en un principio mirada de reojo por Maurico Macri, pero hoy utilizada por los máximos referentes de Pro como plataforma política. Mientras la villa 31 no detuvo su crecimiento ilegal en altura, en medio de improductivos debates sobre qué hacer con ella, entre leyes de la Legislatura para urbanizarla que no se pusieron en práctica y proyectos inconclusos, este plan “integrador” le ha dado un aire nuevo al barrio. Así lo cuentan los vecinos, durante una recorrida que hizo LA NACION por las principales calles que serpentean entre precarias moradas, la mayoría con servicio de DirecTV. “A mí Macri no me gusta, lo aclaro. Pero acá, esto que hicieron [señala la cancha de césped sintético] no tiene nombre. Mirá cómo juegan los pibes. Tal vez, así los vecinos no seamos tan resentidos como somos”, dijo Oscar Remolido, que vive en la esquina del final de la calle N° 5. “Nadie nos dio nada hasta hoy. ¡Por fin se acordaron de nosotros!”, dice Rubén Yáñez, paraguayo y padre de dos nenas. Con mano de obra de las propias cooperativas del barrio que son contratadas por la ciudad, varias casas ya se intercalan de rojo, verde, azul, naranja, violeta y amarillo. “Un oficial de construcción cobra
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$2800 por mes y un ayudante, $1200. Hay mucha demanda de trabajo. También se colocarán tendidos de desagües cloacales y de agua; por lo tanto, hay mucha expectativa de trabajo para todos los que vivimos en el barrio”, dijo Chacho Mendoza, un referente de manzana.
Servicios gratis Otra obra en marcha es la apertura de zanjas para la colocación de cloacas. En cuanto a proyectos inmediatos, se prevé la construcción de un espacio frente a la salida de la terminal de Retiro, destinado a puestos de artesanías y de degustación de comidas de Paraguay, Perú y Bolivia. Ese proyecto le demandará al gobierno porteño una erogación de $15 millones. “Así también se le dará al lugar un aire turístico. Si
uno piensa en un futuro, que las calles estarán empedradas, por qué no imaginar un circuito custodiado por la policía al que puedan llegar los turistas. Algunos hoy ya van a la villa 31 a sacar fotos”, dijo el funcionario. En el barrio se planea que las casas tengan un toldo característico y también se colocarán techos de tejas, principalmente para evitar que siga creciendo en altura. Como contraprestación de las mejoras, las autoridades porteñas aseguran que los habitantes deberán pagar los correspondientes servicios, como la energía, el gas y el ABL, algo que hoy no ocurre. Por ejemplo, si bien a la villa 31 la abastecen de luz las empresas Edenor y Edesur, el consumo –que es altísimo, porque no hay racionalización de la ener-
gía– lo pagan las arcas porteñas. Es llamativo que desde 2001 hasta hoy este predio de 15,25 hectáreas haya duplicado su población, con mayoría de extranjeros. Los distintos gobiernos –incluso el de Macri, con el anterior ministro Juan Pablo Piccardo– no lograron regular, ordenar y controlar su crecimiento, con edificaciones de hasta cinco pisos que ya sobrepasan la autopista Illia. Por eso, este proyecto despierta adhesiones y rechazo. Hay una realidad: la precariedad y el riesgo inminente en el que se encuentra la villa 31. La ilegalidad de las endebles edificaciones goza de plena vigencia y el cableado eléctrico de las casas es un verdadero peligro, que se hace a la intemperie con conexiones clandestinas.
“Sobre la base de la ley de urbanización de la villa 31, sancionada en 2009, se está trabajando en un proyecto serio con una mesa conformada también por el gobierno nacional, que es dueño de los terrenos. En las prioridades de acción están el agua corriente y las cloacas, antes que las fachadas. Pero Santilli quiso avanzar así, primero pintando las casas. Hay que apuntar a un cambio estructural”, protestó la legisladora Rocío Sánchez Andía (Coalición Cívica), presidenta de la Comisión de Vivienda de la Legislatura porteña y miembro de la mesa de diálogo.
Video. Avanzan los cambios en la Villa 31. videos.lanacion.com.ar/video19100-1
Los “tours de realidad” que muestran el lado oscuro de la Capital Recorrer las villas de la Capital con turistas es una experiencia que en Buenos Aires cobró notoriedad en 2005, cuando muchos viajeros del exterior hacían un tour guiado por la villa 20, en Villa Lugano, con “choripán” incluido. Allí, en las 28 manzanas encajadas entre los monobloques de Lugano y la avenida Escalada, se realizaban lo que se denominó “tours de realidad”, una tendencia de moda en muchos lugares del mundo que consiste en mostrar a los extranjeros el lado oscuro de ciudad: los suburbios y las zonas rojas. El ideólogo fue Martín Roisi, dueño de Tour Experience, y que cobraba unos 60
dólares por persona para hacer la recorrida por las calles de las villas. Dinero que en casi su totalidad quedaba para los habitantes del barrio, que acompañaban a los viajeros durante el trayecto para darles seguridad y hasta les vendían choripanes. Hoy, en la villa 31 ocurre algo similar: sociólogos, periodistas y economistas de otros países suelen pagar para recorrer en compañía de los vecinos este predio, donde habitan más de 26.000 personas. “Vienen de todas partes del mundo y hacen documentales de cómo se vive acá y muestran cuáles son las costumbres. También se ven turistas, pero que sacan fotos desde fuera
de la villa o desde la Terminal de Omnibus de Retiro. Nadie se anima a entrar a recorrerla solo”, dijo “Chacho” Mendoza, un referente de manzana. Además, en Buenos Aires hay excursiones que muestran cómo funcionan los piquetes, mientras que los guías que trabajan en el bus turístico porteño también explican en sus exposiciones el trabajo de los cartoneros o la situación de los sin techo que viven en alguna plaza. Años atrás había incluso una agencia que organizaba un recorrido por la zona roja de la ciudad, entonces instalada en El Rosedal, que se denominaba “Trava tour”
y que implicaba mostrar el mundo travesti de Buenos Aires. Esto ocurre, también, en otras ciudades del mundo: en Río de Janeiro, las agencias se disputan las excursiones a la Rocinha, su favela más grande y famosa. Guardias de seguridad y traductores acompañan a cada tour, que en general se realizan durante la noche. La industria se ha desarrollado tanto, que dentro de la favela funcionan colonias de artesanos que viven de la venta de suvenires a extranjeros. Otro punto donde sucede esto es en Sudáfrica, donde se organizan excursiones a barrios marginales. Las tragedias nacionales también venden.
Tal vez a contramano de lo que esperaban seguidores y detractores, el gobierno de Mauricio Macri acaba de confirmarles a todos los porteños que la villa 31, la famosa villa 31 de Retiro, está allí para quedarse. Para quedarse para siempre. Convengamos que un gobierno que habla de urbanización suena mucho más contemplativo y solidario que aquel que propugnaba la erradicación. De hecho, tampoco hay que olvidar que una ley votada por la Legislatura en 2009 obliga al gobierno a urbanizar la villa 31. Hoy, los intrincados vericuetos de esa ciudad oculta dentro de otra lucen muros multicolores, un incipiente adoquinado, el embrión de una red cloacal, doce espacios verdes y una creciente presencia del gobierno porteño que tiene mucho de asistencialista, pero también de velada apetencia electoral. Se trabaja, en un año de elecciones, para mejorar la calidad de las 26.000 almas que allí viven y para que los hasta ahora considerados intrusos pasen a revistar en la categoría de vecinos. El problema –como casi siempre ocurre– es que las buenas intenciones y los proyectos políticos no siempre vienen acompañados del orden, la planificación y el sentido común. Diego Santilli, ministro de Ambiente y Espacio Público porteño, se entusiasma con la pintura de los muros, con adecuar un terreno para hacer funcionar una feria de artesanías y comidas, y sueña con la llegada del bus turístico a ese punto de la Capital. Santilli, es cierto y justo reconocerlo, empezó por hacer algo. El problema es que dio el puntapié inicial por la cosmética. Es difícil –por no decir imposible– encontrar en el gobierno porteño respuestas a interrogantes clave. Todos aceptan que el hecho no menor de urbanizar conlleva tanto para gobernantes como para moradores derechos y obligaciones. ¿Los vecinos de la villa 31 comenzarán a pagar alumbrado, barrido y limpieza? Sí. Pero no se sabe cuándo. ¿A los vecinos de la villa 31 les colocarán medidores para que empiecen a pagar el consumo de electricidad? Sí. Pero no se sabe cuándo. ¿Quién regularizará el caótico e irregular sistema de construcción de la villa? ¿El gobierno porteño autorizará y aceptará edificios de hasta cinco pisos que fueron levantados fuera de toda norma de seguridad? Hoy nadie da respuestas a la cuestión central, que es la tenencia de la tierra, la parcelización y la escrituración, tema que deben resolver el Estado nacional (dueño de los terrenos) y la ciudad. Una cancha de fútbol sirve como centro de contención que puede alejar a los chicos de la droga o la delincuencia. La iluminación sirve para desalentar y prevenir delitos. El Gobierno detrás de cooperativas de vecinos puede ser un eficiente agente multiplicador del trabajo. El desafío es planificar, pero también cumplir. Porque a la mesa evaluadora de octubre van todos los porteños.