Una pintora inolvidable

15 sept. 2007 - ro Brest, por su parte, la calificaba como una pintora “abstracta-intuitiva”, que po- día ubicarse entre “los artistas más valio- sos hacia 1960, no ...
112KB Größe 14 Downloads 106 vistas
ARTE | VIDAS El legado de los artistas más importantes de nuestro tiempo

Una pintora inolvidable Sarah Grilo fue una de las protagonistas de la abstracción lírica o sensible; integró el prestigioso grupo Artistas Modernos de la Argentina en los años 50 POR JORGE LÓPEZ ANAYA Para La Nacion SARAH GRILO Nació en Buenos Aires, en 1919. Estudió en el taller de Vicente Puig y realizó su primera exposición individual en Madrid, en 1949

E

n Madrid, ciudad en la que residía, murió Sarah Grilo, una artista argentina que gozó desde muy temprano de notoria estimación en América Latina y España. En Buenos Aires, el interés por su pintura se acrecentó en los últimos años. Así lo demostraron las exposiciones colectivas y las ferias de arte contemporáneo de Buenos Aires y Madrid, en las que participó con obras recientes. Tan recientes, que a sus 88 años seguía trabajando con entusiasmo en sus pinturas plenas de graffiti y de manchas espontáneas. En 1974, Damián Bayón, buen conocedor de su trabajo, escribió que Sarah Grilo “fue siempre la representante de la extrema sensibilidad cromática. Inventora de un sistema particular de signos que la situaba a mitad de camino entre lo que entonces empezaba a llamarse «abstracción lírica» y el rigor más descarnado de sus compañeros concretos”. Jorge Romero Brest, por su parte, la calificaba como una pintora “abstracta-intuitiva”, que podía ubicarse entre “los artistas más valiosos hacia 1960, no por los premios locales obtenidos […] sino por la calidad de las obras que hacía”. En 1960, Romero Brest, director del Museo Nacional de Bellas Artes, invitó a Sarah Grilo para integrar, junto con José Antonio Fernández Muro, Clorindo Testa, Miguel Ocampo y Kasuya Sakai, una exposición en el principal museo del país. Marta Traba señaló con firmeza que los cinco artistas constituían “el equipo más serio y responsable con que ha contado la pintura argentina de esa generación”. Sarah Grilo nació en Buenos Aires, en 1919; estudió en el taller de Vicente Puig, un catalán radicado en la Argentina. Su primera exposición individual la presentó en Madrid, en 1949, en la Galería Palma. Las pinturas, aún figurativas, poseían ciertos rasgos cubistas; abundaban los paisajes, los bodegones y las figuras. Pocos años más tarde, derivó hacia una versión sensible y cromática de la abstracción geométrica.

LA REINA DEL COLOR Su pintura figurativa derivó hacia una versión sensible y cromática de la abstracción geométrica

El crítico Aldo Pellegrini la invitó en 1952 para que se integrara a un colectivo de artistas no figurativos (según la denominación de la época) junto con Claudio Girola, Enio Iommi, Alfredo Hlito, Tomás Maldonado, Lidy Prati, José Antonio Fernández Muro, Miguel Ocampo y Hans Aebi. Con el nombre Artistas Modernos de la Argentina se presentaron por primera vez, en junio del mismo año, en la Galería Viau. El texto del catálogo, firmado por Pellegrini, mostraba el entusiasmo de la época por el formalismo o por los “valores visuales”. Luego de varias exposiciones en el país, el grupo se presentó, en 1954, en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro y en el Stedelijk Museum de Ámsterdam. Un año después, con la partida al exterior de varios de sus integrantes, finalizó sus actividades. En 1956, Grilo participó en la Bienal In-

ternacional de Venecia. No mucho después, junto con José Antonio Fernández Muro (su marido desde 1945), se instaló en París, donde asistió al seminario de Pierre Francastel. Regresó a Buenos Aires y en 1961 participó en el Premio Fundación Torcuato Di Tella, cuya segunda edición se exhibió en el Museo Nacional de Bellas Artes. Poco más tarde, con la beca de la John Simon Guggenheim Foundation, se estableció en Nueva York. En este período expuso en Washington (Obelisk Gallery) y en Nueva York (Bianchini Gallery y Byron Gallery). En 1968, obtuvo el Premio Adquisición de la I Bienal Iberoamericana de Pintura de Medellín, Colombia. Grilo se radicó con su marido y sus hijos en España en 1970. Dos años más tarde se presentó en la Galería Juana Mordó, de Madrid; la transformación de su estética era notoria. En Nueva York había

comenzado una serie con la que abandonaba, según sus palabras, “el puro arreglo «formal-cromático-matérico» totalmente abstracto”. Se apropiaba de los graffiti que abundaban en los muros de la ciudad, de las letras tipográficas de los afiches desgarrados, de números y otros trazados espontáneos. Todo en aparente desorden, sobreimpreso, pero siempre con un tono evidentemente refinado. Según Jorge Romero Brest, esta pintura era un desvío “hacia una especie de impresionismo neorrealista con formas ambientales de referencia urbana”. Después de 15 años de ausencia, Grilo expuso sus graffiti en Buenos Aires, en la galería Art, en 1978. La nota de La Nacion que daba cuenta de la muestra finalizaba con la afirmación de que su regreso se había convertido “en un verdadero acontecimiento para nuestra pintura”. © LA NACION

Sábado 15 de septiembre de 2007 I adn I 35