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el mundo
| Miércoles 8 de octubre de 2014
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Edición de hoy a cargo de Inés Capdevila www.lanacion.com/mundo | @LNmundo | Facebook.com/lanacion
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LosLos casos casos de Ébola de en ébola el mundo en el mundo Hasta ayer eran 14 los
Curado
En tratamiento
Muerto
casos del mortalestán virus Los registrados conocidos en fuera de África
Países foco de la epidemia
Oslo (Noruega) Londres (G. Bretaña)
EE.UU.
(Alemania)
París (Francia)
Omaha
Dallas
Hamburgo Francfort (Alemania)
Madrid (España)
Atlanta
Guinea Sierra Leona
Un hombre de Liberia comenzó a mostrar síntomas después de cuatro días de su llegada a Dallas
Nigeria Liberia
Una enfermera española contrajo Ébola mientras trataba a un misionero, que murió en un hospital de Madrid
alarma por un brote | el gobierno de rajoy, en problemas
Una Europa con miedo presiona a España para que contenga el Ébola
Martín Rodríguez Yebra CORRESPONSAL EN ESPAñA
La UE reclamó a Madrid que esclarezca de manera urgente las fallas en su sistema de salud que pudieron haber provocado el contagio del virus a una enfermera
Los vecinos de la enfermera, inquietos y ansiosos por noticias frente a su casa
afp
MADRID.– Bajo fuerte presión internacional, el gobierno de España incrementó ayer las medidas de seguridad sanitaria para conjurar el pánico de una propagación del Ébola en Europa después de que una enfermera de un hospital madrileño se convirtió en la primera persona en contagiarse el virus fuera de África occidental. Teresa Romero Ramos, de 44 años, está internada en una sala hermética del hospital Carlos III, el mismo que había atendido el mes pasado a dos sacerdotes españoles repatriados desde Liberia y Sierra Leona que no lograron sobrevivir. A unas habitaciones de distancia fueron alojados preventivamente Javier Limón, esposo de la paciente infectada; un ingeniero que presentó síntomas sospechosos al volver de un viaje a Nigeria, y otra enfermera que había asistido a los misioneros muertos. Además, se ordenó poner bajo vigilancia a 52 médicos y auxiliares que entraron en contacto con Romero en la última semana. El estallido de la crisis sanitaria encendió las alarmas en la Unión Europea (UE), que pidió ayer a España que aclare de manera urgente las fallas en su sistema de salud que pudieron haber provocado el contagio de Ébola. “Hubo evidentemente un problema. Desde hace meses los Estados miembros hacen un seguimiento y coordinan sus procedimientos nacionales a nivel europeo para prevenir el ingreso del virus en el territorio europeo”, informó Frederic Vincent, vocero de la Comisión Europea para temas de salud. Hoy se reunirá en Bruselas para tratar el caso español el Comité de Seguridad Sanitaria de la UE, que reúne a expertos de los 28 países del bloque y de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El riesgo de un brote en Europa todavía se vislumbra como “altamente improbable” según Vincent, pero resulta imprescindible determinar qué pudo haber pasado y aislar el caso detectado. Los españoles vivían entre la angustia y el fastidio el día siguiente de la confirmación del primer contagio de Ébola fuera de la zona caliente del oeste africano, donde ya murieron más de 3400 personas, según la OMS. A la inquietud que empezaba a instalarse en la población se sumaban las protestas del personal médico del hospital donde trataron a los infectados con el virus y las denuncias políticas por errores cometidos en el caso de la enfermera Romero. La mujer trabaja en el hospital Carlos III. Cuando repatriaron de África primero al sacerdote Miguel Pajares y después a Manuel García Viejo ella se ofreció como voluntaria para atenderlos. Los dos llegaron a España en aviones del gobierno, en un intento desesperado de salvarlos. Pajares murió en agosto. García Viejo, el 25 de septiembre. Cinco días después, Romero se presentó
en los servicios de riesgo laboral del hospital porque tenía unas líneas de fiebre. Pero como no llegaba a 38,6º la enviaron a la casa. “Es evidente que hubiera sido mejor ingresarla, teniendo en cuenta que había estado en contacto con dos enfermos de Ébola”, admitió ayer Fernando Simón, del Ministerio de Salud español. El cuadro se agravó y al final a la mujer la trasladaron el lunes a un hospital cercano a su casa, en el municipio madrileño de Alcorcón. Hasta que se confirmó el diagnóstico estuvo en contacto con al menos 30 profesionales que no contaban con los trajes herméticos requeridos para atender un caso de semejante riesgo. “Los protocolos de actuación no han funcionado. No hay suficientes equipos de protección individual ni del nivel de seguridad suficiente para que nuestros profesionales de salud los puedan usar”, denunció Elena Moral, de la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF). Ya lo habían advertido en julio, cuando se dispuso el traslado del cura Pajares. Junto con otros gremialistas pidió la renuncia de la ministra de Salud, Ana Mato, a la que acusan de haber decidido la repatriación de los misioneros en condiciones precarias de seguridad para los trabajadores. Anoche hubo algo de alivio al conocerse que había dado negativo la prueba de Ébola que le habían hecho a la otra enfermera internada con posibles síntomas. Le dieron el alta de inmediato. Todavía no hay información clara sobre el estado del marido de Romero, cuyas posibilidades de contagio se consideran altas. El hombre habló por teléfono con varios medios, dijo que se encontraba bien, sin síntomas. También defendió la forma en que su esposa había actuado con los enfermos de Ébola: “Hizo todo lo que le pidieron”, dijo. A Romero la tratan con anticuerpos de una mujer que tuvo Ébola y se curó. Si fuera necesario se le darán medicamentos experimentales. De todos modos, la enfermera prohibió que se difundiera su parte médico. Las autoridades sanitarias continúan con la reconstrucción de la lista de personas que tuvieron trato con ella en los últimos 15 días. “Existe la posibilidad de que alguno de sus contactos pueda estar infectado. Eso no implica un riesgo para la población, pero tenemos que tomar todos los recaudos”, señaló Simón. De urgencia, el gobierno habilitó para resolver dudas una línea gratuita, que anoche estaba colapsada. Una señal de la psicosis que empieza a sentirse en Madrid.ß
del editor: qué significa. El Ébola en España es el fruto de una sucesión de fallos que deja mal parado al país ante Europa. Es también un peligro al que está expuesto todo el bloque.
Vivir con el fantasma del virus en la puerta de al lado En Alcorcón, los vecinos de la enfermera que contrajo Ébola temen un posible contagio MADRID (De nuestro corresponsal).– María Amelia se envuelve la mano derecha con una manga de la camisa y toca el botón del ascensor. “¡Madre mía! No puedo creer que sea aquí. Tengo que irme ahora mismo.” Detrás de ella, otra vecina con los ojos vidriosos entra deprisa al hall del edificio. “¿Y ahora a quién llamamos, qué hacemos?” Interpela a los periodistas congregados en la puerta. Acaba de descubrir que el bloque de departamentos en el que vive, en una avenida desangelada de Alcorcón, es el epicentro del Ébola en Europa: un piso más abajo del suyo tiene su casa Teresa Romero, la enfermera de 44 años que contrajo el virus mientras atendía a dos sacerdotes españoles repa-
triados desde África Occidental. No hay policías ni personal sanitario a la vista. Casi 20 horas después de que los análisis confirmaran el positivo de Teresa, la puerta de madera lustrada de su departamento permanece sin precintar, anónima. Adentro debe seguir Excalibur, el perro de raza Stanford que para ella y su esposo, Javier Limón, es como el hijo que no tienen. Antes de ser evacuados de emergencia, el lunes por la mañana, con ella ardiendo de fiebre, le dejaron la bañadera llena de agua y una bolsa abierta de 15 kilos de alimento. Los vecinos del edificio se habían despertado alarmados con la noticia de que el primer contagio de Ébola fuera de África había ocurrido en Alcorcón. Pero la preocupación se convirtió en pánico cuando la presencia de cámaras y periodistas les confirmó que habían tenido el virus literalmente en la puerta de su casa. “Compartí el ascensor con ella el viernes. ¿O el sábado? Habremos to-
cado los mismos botones”, rememora Juan José Alba. “La vi deteriorada hace unos días, como rara”, cuenta Yolanda, del tercero. Otro vecino cree haber visto el domingo al marido de Teresa sentado con Excalibur en un banco de las zonas comunes de la urbanización. Sin síntomas de la enfermedad, Javier fue internado en observación en el mismo hospital donde intentan salvar a su esposa. El edificio forma parte de un bloque de viviendas austero, de ladrillo a la vista, a tono con el paisaje suburbano del cordón industrial de Madrid. Tiene una puerta de ingreso y un único ascensor. Ayer, los vecinos preferían la escalera. Algunos se tapaban la boca y la nariz con la ropa. Sólo al caer la tarde llegaría el operativo sanitario encargado de desinfectar las áreas compartidas de la urbanización, además de sellar y limpiar el departamento de la mujer afectada. Ella pasó ahí adentro seis días con síntomas de la enfermedad. El 25 de
La enfermera Romero
efe
septiembre murió de Ébola el misionero Manuel García Viejo, a quien ella había atendido en el hospital Carlos III, en Madrid. Al día siguiente entró en vacaciones. Pensaba ir a Galicia, su tierra. Pero su marido se lesionó una pierna y el viaje se frustró. El martes 30 ella empezó a tener fiebre. Fue a su hospital. La revisaron. Tenía apenas unas décimas y la mandaron a casa. Los síntomas se agravaron el domingo pasado. El lunes a las 6 de la mañana llamó a urgencias. La pasó a buscar una ambulancia convencional. Bajó en camilla por el ascensor del edificio y la trasladaron al hospital universitario, a cinco minutos de distancia. Entró por la guardia. Ayer, ese centro de salud operaba con una normalidad sólo interrumpida por los equipos televisivos. La sala donde estuvo Teresa el lunes antes de ser trasladada al Carlos III fue sellada. Pero durante las horas previas a que se confirmara el diagnóstico la mujer estuvo aislada apenas por un biombo,
según denuncias recogidas por la publicación Diario Enfermero, del gremio de los asistentes sanitarios. Allí se refleja un chat por Whatsapp entre dos enfermeras, en el que una escribe: “Me cago en la puta, hacia el Carlos III. Tengo los pelos como escarpias. Es positivo”. La angustia también se palpaba ayer en el Carlos III, donde enfermeros y médicos protestaron por las condiciones de seguridad en que los mandan a cuidar a enfermos de Ébola. Entraban y salían pacientes como en un día habitual. El foco de todos los miedos es el sexto piso, donde está Teresa, en una sala hermética. Su marido seguía en observación a unas habitaciones de distancia. El hombre rompió el silencio para difundir un ruego a través de un diálogo telefónico con elmundo.es: que las autoridades sanitarias no maten a su perro. “No lo voy a permitir. Que me sacrifiquen a mí, si no saben si estoy infectado.” Sonaba desesperado.ß