Una deliciosa historia de la India

berga, sin embargo, muchas otras riquezas, aparte de su detallista y preciso retrato de Bombay, de sus multitudes y de los encantadores personajes del cuento.
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espectáculos | 3

| Jueves 3 de Julio de 2014

cine

Una deliciosa historia de la India Amor A lA cArtA (DAbbA the lunchbox, InDIA-AlemAnIAFrAncIA/2003). ★★★★ muy buena . dirección y guión :

Ritesh Batra.

fotografía: Michael Simmonds. música: Max Richter. edición: John Lyons. diseño de producción: elenco :

Shruti Gupte.

Irrfan Khan, Nimrat Kaur,

Nawazuddin Siddiqui, Denzil Smith, Bharati Achrekar, Nakul Vaid. distribuidora: CDI Films. duración: 103

minutos. calificación: apta para mayores de 13 años.

D

e Bollywood sabemos que es la mayor usina de producción cinematográfica del mundo –mucho más prolífica que la norteamericana– y también que sus obras suelen ser sencillas historias desbordantes de romanticismo, color y música, si bien no lo eran las muy pocas películas indias que alcanzaron aquí alguna difusión: un caso excepcional como el de La boda, que convocó a más de 100.000 espectadores, venía respaldada por el prestigio de su realizadora, Mira Nair, y tampoco respondía a los rasgos típicos del cine de aquella factoría. Tampoco lo hace Amor a la carta, si bien pueden hallarse algunos ligeros parentescos entre una y otra. Por ejemplo: que también a Ritesh Batra lo precedía su prestigio como documentalista, aunque fuera en el ámbito más restringido de los festivales de cine, y que como varios trabajos de Nair, tiende en ésta, su primera ficción, a salirse del formato popular de Bollywood y tender un puente hacia el espectador extranjero. Que el film haya sido aplaudido en la Semana de la Crítica en Cannes y se haya abierto camino en otros mercados, incluso el nuestro, habla de su acierto. Y quizá lo más importante es que lo haya logrado hablando de su mundo, de Bombay. En realidad, no pensaba ingresar en la ficción: fue por necesidad expresiva. En el multitudinario y enredado tránsito de la ciudad más poblada de la India (y una de las cinco más pobladas del mundo), es visible el fenómeno de los

Viandas equivocadas, el vehículo del amor dabbawalas, los repartidores de portaviandas que a la hora del almuerzo recogen de las casas o comercios especializados cargados con las comidas que llevarán a los trabajadores de clase media encerrados en sus superpobladas oficinas, para devolverlos, vacíos, horas después. Son miles, pero cada envío está perfectamente identificado, de modo que cada destinatario reciba el suyo: la exactitud del sistema es tanta que hasta ha sido objeto de estudios académicos. Era natural que Batra quisiera dedicarle una investigación. Pero el tema le sugirió una ficción: que ese error improbable sucediera (un menú llega al destino equivocado) y que del equívoco naciera el vínculo amistoso y anónimo entre dos soledades: la de un empleado viudo, solitario y bastante misántropo, a punto de jubilarse y la de una joven esposa que confía en sus progresos como cocinera para reconquistar a un marido desatento, siempre más pendiente del teléfono celular que de ella. Y que ese equívoco, una vez descubierto, derive en un intercambio epistolar, en el que los dabbawalas hacen de involuntarios carteros, y los mensajes –que se expresan también

en el idioma de los sabores– tienen bastante de esos pedidos de ayuda que los náufragos arrojan al mar dentro de una botella. Sin ceder a las tramposas concesiones de las feelgood movies, sencilla y sensible como es, la historia imaginada por el realizador alberga, sin embargo, muchas otras riquezas, aparte de su detallista y preciso retrato de Bombay, de sus multitudes y de los encantadores personajes del cuento. Al reservado señor Saajan Fernandes (Irrfan Khan, el inspector de policía de Slumdog Millionaire y el Pi adulto de Una historia extraordinaria) y a la bella Ila (Nimrat Kaur), que conoce la secreta seducción de los gustos y otros saberes gracias a los consejos de una tía vecina a la que se oye, pero no se ve, hay que sumar a Shaikh (Nawazuddin Siddiqui), el novato colega y futuro reemplazante del protagonista. Él también contribuirá a ilustrar un asunto que, a través de la historia de los tres personajes (digamos de paso que pertenecen a distintos credos), el film quiere subrayar: el poder revitalizador que ejerce sobre el espíritu la simple, sincera conexión humana. Una delicia. No es arriesgado imaginar que cautivará a la mayoría.ß Fernando López

cine

Edulcorada oda a la redención mI grAn oportunIDAD (one chAnce, reIno unIDo-estADos unIDos/2013). ★★ regular. dirección:

David Frankel. guión: Jus-

tin Zackham.

fotografía :

Florian

Ballhaus. música: Theodore Shapiro. edición :

Wendy Greene Bricmont.

diseño de producción: Martin Childs. elenco :

James Corden, Alexandra

Roach, Julie Walters, Colm Meaney, Mackenzie Crook y Valeria Bilello

C

on tragicomedias como El diablo viste a la moda, Marley y yo y ¿Qué voy a hacer con mi marido?, David Frankel se convirtió en uno de los directores más exitosos de la última década en Hollywood. Por eso, el estreno de su más reciente largometraje generaba una inevitable curiosidad. El resultado, sin ser vergonzoso, esta vez es un poco decepcionante. Basada en la historia real de Paul

Potts, un muchacho tímido, obeso y poco agraciado que se convirtió en celebridad tras ganar la primera edición del reality show televisivo Britain’s Got Talent, Mi gran oportunidad arranca como una de esas simpáticas comedias populares inglesas como Tocando el viento, Billy Elliot o Todo o nada: The Full Monty para luego derivar hacia una trama demasiado superficial, subrayada y previsible con enredos musicales y románticos (incluso hay varias secuencias ambientadas a puro pintoresquismo en la hermosa ciudad de Venecia) en un crowd-pleaser que luce demasiado calculado. El antihéroe del film es el mencionado Paul (James Corden), empleado de un negocio de venta de teléfonos celulares. Cantante amateur de ópera, ha sido desde siempre objeto de burlas (y hasta de violentos casos de bullying) por parte de compañeros y vecinos. Hasta su padre (Colm Meany), trabajador de la industria

del acero, lo subestima e intenta reprimir todo el tiempo su veta artística. A pesar del apoyo de su madre (Julie Walters) y de la mejora en su autoestima cuando se pone por primera vez de novio con una chica de un pueblo vecino (Alexandra Roach) y obtiene una beca en Italia, las cosas no resultarán nada fáciles para este joven de clase media baja en el universo de la alta cultura. En esta película sobre las segundas oportunidades, sobre la fuerza de voluntad y la redención, se aprecia muy poco de la acidez, la ironía, la negrura, la sensibilidad y la mirada punzante que caracterizaron hasta ahora al cine de Frankel. El realizador apostó aquí por un relato más clásico y emotivo, pero nunca logra trascender el marco de la corrección política y de las buenas intenciones. Habrá que esperar, entonces, a sus próximos proyectos para ver si recupera sus mejores atributos.ß Diego Batlle

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