Un paisaje cada vez más sombrío

la de Finanzas se denomina “Eco- nomía”–. En el caso de la Cámara baja, los integrantes son el diputado. Gustavo Marconato, kirchnerista, y Alfonso Prat-Gay, ...
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POLITICA

Jueves 7 de enero de 2010

Crisis institucional

I

7

El futuro del presidente del BCRA EL ESCENARIO

EL ANALISIS

Un paisaje cada vez más sombrío

Lo que empieza mal no termina bien

Continuación de la Pág. 1, Col. 4 desarreglo entre medios y fines? Se podría buscar una explicación sencilla: el kirchnerismo acostumbra, cuando se trata de modales institucionales, a comer sin cubiertos. Pero hay otra razón para el dramatismo con que se intenta doblegar a Redrado. Afectados por los niveles inquietantes de desprestigio que consignan las encuestas, la Presidenta y su esposo necesitan de recursos cada vez más abundantes para obtener el mismo grado de disciplina de la colectividad peronista. Con un Tesoro que debió raspar todas las ollas para cerrar las cuentas a fin de año, el Fondo del Bicentenario es, sobre todo, “una señal a la política”. Es decir, un mensaje a gobernadores, intendentes y sindicalistas de que sigue habiendo caja y, por lo tanto, se sigue reclamando obediencia. Lo dijo el viceministro de Economía, Roberto Feletti: “Ahora se liberarán recursos para sostener la demanda”, es decir, el dinero previsto para pagar deuda se aplicará al gasto corriente. Este problema político está enmascarado por una disputa institucional. Ayer, los radicales Ernesto Sanz, Gerardo Morales, Oscar Aguad y Ricardo Gil Lavedra presentaron un recurso de amparo en el juzgado federal de María José Sarmiento. La jueza debería expedirse en estas horas. No es una funcionaria dócil con el poder: de su tribunal salió la primera disposición contra la ley de medios y, a comienzos de los 90, se hizo famosa por la medida de no innovar que desencadenó el “per saltum” de la Corte en la privatización de Aerolíneas. Redrado agradeció ayer a los radicales. “Pinedo hizo lo mismo, pero se olvidó de pedir habilitación de la feria”, lamentó. Y trató de impulsar

un pronunciamiento de economistas de la oposición en su favor. Si la doctora Sarmiento convalidara el decreto, precipitaría la renuncia de Redrado. Si dictara la cautelar, se abriría un espacio de negociación, con una salida similar, tal vez más civilizada. Un director amigo del presidente del Central admitió a LA NACION: “Podemos conversar todo, pero no en los términos en que lo están proponiendo desde la Casa Rosada”. Desde el oficialismo se anticipaba el escarmiento. Un director alineado con la Presidenta pronosticó: “En la primera reunión de directorio le vamos a sacar a Martín todas las atribuciones delegadas. Va a quedar pintado”. Por la dudas,

desempatar las cámaras. Para desplazar al presidente del Central, Cristina Kirchner debería firmar un decreto después de consultar a una comisión ad hoc, también bicameral. La integran los presidentes de las comisiones de Presupuesto y Hacienda y de Finanzas de Diputados y sus equivalentes del Senado –allí la de Finanzas se denomina “Economía”–. En el caso de la Cámara baja, los integrantes son el diputado Gustavo Marconato, kirchnerista, y Alfonso Prat-Gay, de la Coalición Cívica. En el Senado todavía están sin designar. De todos modos, Presupuesto y Hacienda sería encabezada por el oficialista Eric Calcagno, y Economía, por un radical. Como

Un director amigo del presidente del Central admitió: “Podemos conversar todo, pero no en los términos en que lo están proponiendo desde la Casa Rosada” Redrado decidió ayer no convocar, con la excusa del receso estival, a la sesión habitual de los jueves. Cerca de los Kirchner las amenazas eran más temibles. En caso de acefalía, la conducción del Banco recaería en Miguel Pesce, un radical ligado al oficialismo. El ritual institucional tiene pocas soluciones para esta crisis. En el trámite procesal se han producido, por lo menos, tres empates. En el Central circulan dos dictámenes jurídicos, uno desaconsejando la transferencia de las reservas a Economía y otro avalándola. En la comisión bicameral de control de los DNU del Congreso el oficialismo se pronunció a favor, con ocho votos, y sus adversarios en contra, con otros ocho votos. Como ese comité carece de presidente, sólo podrían

se ve, otro empate. ¿Quién debería resolverlo con su voto? Un experto: Julio Cobos, que como presidente del Senado preside ese equipo, según el artículo 9 de la Carta Orgánica del Banco Central. Comenta un talibán: “También es posible que la Presidenta firme otro decreto, modifique ese artículo y remueva a Redrado sin el Congreso”. Para la mayoría de los observadores, la jugada del presidente del Banco Central obedece a pruritos jurídicos. Pero en ella también hay un descarnado cálculo político. Redrado podría ser recordado como el titular de una política monetaria que permitió una inflación superior al 25%, o como el funcionario que limitó al extremo –por docilidad con Guillermo Moreno– la libertad cambiaria en el país. Sin embargo,

con el duelo que acaba de abrir, podría corregir ese aspecto y salir de la administración envuelto en la bandera de la autonomía del Central. Un ejemplo poco edificante para otros apóstoles del oficialismo mortificados por las encuestas. A los operadores económicos anoche les interesaba más la identidad del eventual sucesor de Redrado. El comunicado de Adeba fue un indicio de que Blejer sigue en la grilla: Brito es muy amigo de ese economista. Blejer tiene, claro, las mismas cautelas judiciales de Redrado. Sabe, por ejemplo, que los abogados del Ministerio de Economía en los Estados Unidos alertaron sobre la posibilidad de embargos. Blejer escuchará un consejo casi inapelable antes de volver al Central: el de Eduardo Elsztain. Los demás nombres que circulaban ayer generaban más preocupación entre los especialistas. Eran el de Feletti (ahijado de Julio De Vido) y el de Sergio Chodos (autor intelectual del DNU del escándalo). No es trivial la incógnita. En el corto plazo, estas designaciones podrían significar una “ochentización” mayor de la economía. En el mediano, el nombramiento es también relevante: aunque el mandato de quien podría asumir en lugar de Redrado termine en septiembre, lo más probable es que para esa fecha se lo renueve por seis años. Es decir: en estas horas se podría estar nombrando al presidente del Banco Central con el que debería convivir –o al que debería echar—el próximo gobierno.

El regulador logró el equilibrio técnico por su habilidad política Tal vez se valore más la gestión por los excesos que evitó que por otros aciertos que tuvo JORGE OVIEDO LA NACION Tal vez a Martín Redrado se le reconozcan más méritos por las cosas que evitó al frente del Banco Central que por otros aspectos de su desempeño. Su manejo político seguramente es lo que le permitió administrar un delicadísimo equilibrio en el que debió moverse, muchas veces con incomodidad, por la permanente tendencia a la intromisión y las decisiones intempestivas del matrimonio presidencial. Siempre ha confiado en que su estrategia de supervivencia debía pasar por “no salirse del metro cuadrado” que le correspondía en el esquema de poder. Ese “metro cuadrado” pareció al menos ser un poco más reducido que el que ocupó su antecesor en el cargo, Alfonso PratGay, a quien el entonces presidente Néstor Kirchner resolvió en 2004 no renovarle el mandato. Redrado fue

designado en comisión y luego obtuvo el respaldo parlamentario, y hubo entonces quienes creyeron que de ese modo se ponía en duda la autonomía de la autoridad monetaria. Nunca quiso aparecer enfrentado a los Kirchner, aunque hubo momentos en que la relación fue extremadamente tensa. Incluso “digirió” enterarse prácticamente por los medios de comunicación sobre el pago con reservas al FMI. Evitó también jugar otros papeles transformándose, como otros funcionarios, en una espada del kirchnerismo para fustigar públicamente a quienes desde el Ejecutivo se designaba como enemigos. Hubo, sin embargo, quienes lo acusaron de dejar caer la cotización del dólar en pleno conflicto con el campo para sumar a las maniobras de presión del oficialismo contra los productores. Desde 2008 era claro que el titular del Central creía que la Argentina debía seguir otras estrategias. Probablemente fue el peor momento de

la relación, mientras la crisis en los Estados Unidos y Europa no dejaba de agravarse y aquí continuaban los planes de expansión del gasto, se batallaba sin cuartel con el campo y se rechazaba públicamente la aplicación de un plan B. Desde la estatización de las jubilaciones y la confiscación de los ahorros en el sistema de capitalización, hasta poco después de las elecciones de medio término de 2009, el Central tuvo que batallar contra una fuga de capitales espectacular. El drenaje había comenzado antes, pero fue en ese período cuando alcanzó su ritmo mayor, completando una sangría de más de 40.000 millones de dólares que la desconfianza se llevó. “El vaso medio lleno es que se pudo montar un esquema que permitió que semejante proceso no generara un desastre”, solía decir, y agregaba que “la mitad medio vacía es que esos dólares no estuvieron disponibles aquí para financiar el crecimiento”.

Golfista, elegante y controlado Surgió como una estrella en los 90 y varias veces estuvo cerca de ser ministro Martín Redrado nació en Buenos Aires el 10 de septiembre de 1961, estudió economía en la Universidad de Buenos Aires y obtuvo un máster en administración de empresas en la Universidad de Harvard. En su modo de vestir, de hablar, de presentarse, Redrado ha sido siempre muy cuidadoso de las formas y de los modales. De fuerte carácter, es más que infrecuente que lo manifieste en público. Suficientemente controlado como para jugar aceptablemente al golf, parece improbable que ventile las intimidades de la gestión. Si fuera su estilo, diría de sí que “tiene códigos”. Llegó al escenario político argentino como un figura rutilante en el equipo de Economía de Domingo Cavallo, cuando fue designado presidente de la Comisión Nacional de Valores (CNV). Era 1991 y tenía sólo 30 años. Había hecho pública su figura con buenos antecedentes en los Estados Unidos el periodista Bernardo Neustadt, lo “compró” Carlos Menem y Cavallo lo aceptó. Fue la época en que volvió a existir después de décadas el mercado de capitales en la Argentina y desde la CNV impulsó una amplia reforma de los mecanismos regulatorios.

Quizá por los profundos cambios de todo tipo de la época, muchos funcionarios tuvieron entonces un perfil muy alto. Cavallo era la estrella rutilante de la economía y muchos lo presentaban como un “presidenciable”, cosa que al cordobés no le disgustaba, pero que enardecía a los menemistas más cercanos al Presidente.

Roces con Cavallo Redrado fue presentado por algunos sectores del menemismo como una especie de estrella capaz de remplazar a Cavallo en caso de necesidad, dejando claro así que el poder era de Menem y que no lo compartía. Los roces de aquellas épocas llevaron al ministro a hacer planteos terminantes, pero Menem tardó mucho en entregar a su golden boy. Pasados los fragores de la gestión de aquellos años, Redrado y Cavallo limaron sus diferencias. El presidente del Banco Central alguna vez se sintió muy satisfecho por ello y porque, según contó, en algunos encuentros casuales que tuvieron había recibido elogios del mediterráneo. Lejos del alto perfil que tuvo en la CNV, Redrado se dedicó desde 1996 a

un trabajo técnico en el Ministerio de Educación, con Susana Decibe, ocupándose de administrar créditos fiscales para capacitación de jóvenes y de implementar sistemas de educación tecnológica. En 1994 había armado su think tank, la Fundación Capital, desde la que trabajó durante el gobierno de la Alianza, y retornó a la función pública en 2002 como secretario de Comercio y Relaciones económicas Internacionales, con Carlos Ruckauf primero y Rafael Bielsa después como canciller. En 2004 Néstor Kirchner lo eligió para remplazar a Alfonso Prat-Gay al frente del Banco Central. Una vez más, desde ese cargo pareció un “ministeriable” y alguna vez estuvo a punto de desembarcar en Economía, cuando el escándalo de la bolsa con dinero oculta en el baño del Palacio de Hacienda obligó a renunciar a Felisa Miceli. No fue así y esta vez su perfil de gestión fue notablemente más bajo que en puestos anteriores. Porque el papel de regulador lo requería y porque no quería arriesgarse a despertar las casi insomnes iras del matrimonio gobernante, lo que sin embargo varias veces ocurrió.

Los esfuerzos por mantener una coherencia del programa monetario y en alguna medida hacer política antiinflacionaria existieron y no fueron menores. Quizá lo más notable de los cinco años al frente de la entidad monetaria sea, precisamente, que no haya habido antes un enfrentamiento terminal con el matrimonio presidencial. Redrado ha defendido lo mejor que ha podido su “metro cuadrado”, haciendo concesiones y logrando que se respetaran algunos límites. Siempre dejó claro en conversaciones privadas que tenía límites. Lo hizo cada vez que se le consultó por proyectos muchas veces temerarios que rondaban en lo más alto del Ejecutivo. Seguramente habrá pesado en este quiebre de lanzas el hecho de que esta vez los Kirchner fueron más lejos y tal vez, sólo tal vez, que el matrimonio ya no goza del respaldo popular que tenía hace dos años.

MARTIN REDRADO PRESIDENTE DEL BANCO CENTRAL

Profesión: economista Edad: 48 años Origen: Argentina Carrera. Tras diplomarse en Harvard desarrolló los primeros pasos de su carrera profesional como miembro del equipo de Jeffrey Sachs en la aplicación de un plan de estabilización en Bolivia. Mercados. Hasta 1991 trabajó en los Estados Unidos en Salomon Brothers, donde asesoró en privatizaciones y colocaciones de acciones como las de British Airways y British Gas. Fue director ejecutivo de Security Pacific Bank. Funcionario. Regresó a la Argentina en 1991 durante la gestión de Carlos Menem para ser presidente de la Comisión Nacional de Valores y fue presidente del Comité de Mercados Emergentes de la Organización Internacional de Comisiones de Valores. Emprendedor. En 1994 creó la Fundación Capital, un think tank del que salieron muchos de los técnicos que lo acompañaron en sus gestiones posteriores, primero en Cancillería y luego en el BCRA y que relanzó en octubre último. Tiene una estrecha relación con la UCA y se descuenta desde hace más de un año que conduciría la carrera de Economía tras alejarse del BCRA en septiembre próximo.

Continuación de la Pág. 1, Col. 3 mediante una ley, cuando el oficialismo aún avasallaba con su mayoría propia en las dos cámaras legislativas. A este pecado original hay que sumar otro. Es un secreto a voces que Martín Redrado no fue consultado para la adopción de esta medida. O que si lo fue, no estuvo de acuerdo debido a sus implicancias jurídicas e institucionales, y no sólo económicas o financieras. La situación hizo cortocircuito esta semana, quizá precipitado por el sugestivo encuentro entre el titular del BCRA y la cúpula de la UCR en el Senado. Pero ya era ostensible desde antes de Navidad: resultaba tan evidente el apuro del ministro Amado Boudou por hacer uso del Fobide para presentarlo como un hecho consumado como la resistencia de Redrado a transferir las reservas, a la espera de un dictamen de la asesoría jurídica del Central cuyo contenido sigue siendo una incógnita. Otro tanto ocurre con la posibilidad de que esos recursos sufran eventuales embargos externos. Mientras tanto, la oposición se dedicó a golpear al Poder Ejecutivo por izquierda y por derecha. Y hasta el propio Redrado quedó como jamón del sándwich, entre el kirchnerismo duro que le exigía el cumplimiento del DNU y la oposición que le reclamaba un aval previo del Congreso, con el aderezo de la Corte Suprema, que admitió el recurso de inconstitucionalidad planteado por San Luis. Con tantas improvisaciones y cabos sueltos, en apenas 20 días no podía terminar bien algo que comenzó tan mal. Mucho menos cuando Néstor Kirchner decidió olvidarse definitivamente de las formas, aplicar la ley del garrote y confinar a Redrado al bando enemigo. Fue tan patético que ayer se anunciara la aceptación de una renuncia que el titular del BCRA

Si el objetivo del Fondo del Bicentenario era transmitir confianza, el resultado fue el contrario no había firmado como que se le ofreciera el cargo a Mario Blejer –actualmente en Suiza– para reemplazar a un funcionario que no puede ser relevado como si fuera un ministro más del Gabinete. También que hubiera un “miniescrache” a las puertas del BCRA, a cargo de un puñado de militantes K cuyo discurso parecía dictado de apuro desde Olivos. Si el objetivo del Fobide fue transmitir confianza (aunque más no fuera a los bonistas privados), el procedimiento seguido logró exactamente el resultado contrario. La pregunta del millón es qué podría ocurrir con el incipiente reflujo de capitales, la baja del riesgo país y el canje con los holdouts si el conflicto de poderes persiste y el Fondo sigue vacío de los dólares del BCRA, aunque ello no implique un riesgo cierto de default para 2010. Pero además de las formas institucionales hay otra cuestión de fondo, que tampoco viene bien. Con el Fobide, el tándem Kirchner-Boudou dejó a la vista que prefiere echar mano a reservas del BCRA para atender pagos externos en lugar de levantar el pie del acelerador con el gasto público para salir del déficit fiscal. Esta idea no es compartida por Redrado, quien siempre hizo hincapié en la necesidad de una política fiscal más prudente y racional como condición para volver a obtener crédito a tasas más bajas y aliviar al Tesoro. Evidentemente, no fue escuchado. Aunque ahora sea presentado por el kirchnerismo como un desacatado rebelde sin causa, lo cierto es que el titular del BCRA vino acompañando hasta donde pudo el financiamiento del explosivo aumento del gasto, ya sea con adelantos transitorios, transferencias de utilidades cambiarias y hasta con los DEG (derechos especiales de giro) que aportó la última capitalización del FMI. Todo esto encubrió la progresiva escasez de recursos del Tesoro para comprar genuinamente dólares destinados a pagos externos. Pero siempre hasta el límite legal fijado por la Carta Orgánica. El Fobide cruzó esa frontera y también abre dudas sobre el destino futuro de otros 10.000 millones de dólares de “reservas excedentes”. A corto plazo, a Redrado se le complica su ilusión de ser el primer presidente del Banco Central que cumpla su mandato legal. A más largo plazo, a la Argentina lo mismo con dejar atrás los planes tipo “viaje ahora y pague después”, que terminan en más endeudamiento o más inflación.