Lección 9
Un legislador y juez Sábado 22 de noviembre Dios no quiere que nos coloquemos en el tribunal y nos juzguemos unos a otros... Cuando vemos errores en otros, recordemos que tenemos faltas más graves, quizá, a la vista de Dios, que la falta que condenamos en nuestro hermano. En vez de publicar sus defectos, pedid a Dios que lo bendiga, y ayudadlo a vencer su error. Cristo aprobará este espíritu y proceder, y abrirá el camino para que habléis una palabra de sabiduría que fortalecerá y ayudará al que es débil en la fe. La tarea de edificación mutua en la santísima fe es una obra bendita; pero la tarea de derribar es una obra llena de amargura y dolor. Cristo se identifica a sí mismo con sus hijos dolientes; pues dice: “En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:40)... Cada corazón tiene sus propios dolores y desengaños, y debemos procurar aliviarnos mutuamente las cargas manifestando el amor de Jesús a los que nos rodean. Si nuestra conversación fuera sobre el cielo y las cosas celestiales, pronto las malas conversaciones dejarían de atraernos... En vez de encontrar faltas en otros examinémonos a nosotros mismos. La pregunta de cada uno de nosotros debiera ser: ¿Es recto mi corazón delante de Dios? ¿Glorificará a mi Padre celestial este proceder? Si habéis fomentado un mal espíritu, desterradlo del alma. Vuestro deber es desarraigar del corazón todo lo que contamine; debiera arrancarse cada raíz de amargura, para que otros no se contaminen con su perniciosa influencia. No permitáis que quede en el terreno del corazón ninguna planta venenosa. Arrancadla esta misma hora, y plantad en su lugar la planta del amor. Entronícese a Jesús en el alma (A fin de conocerle, p. 189). Domingo 23 de noviembre: ¿Críticas o discernimiento? Si después que uno hizo lo mejor que podía según su criterio, otro cree advertir algún detalle donde podría haber mejorado el asunto, debe dar a su hermano con bondad y paciencia el beneficio de su juicio, pero no puede censurarlo ni poner en duda su integridad de propósito, como no quisiera él tampoco que se sospechara de él o se le censurara injustamente. Si el hermano que toma a pecho la causa de Dios ve que ha fracasado en sus fervorosos esfuerzos para obrar, se afligirá por ello; porque estará RECURSOS ESCUELA SABÁTICA
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inclinado a recelar de sí mismo y a perder la confianza en su propio juicio. Nada debilitará tanto su valor piadoso como el darse cuenta de sus errores en la obra que Dios le señaló y que él ama más que su propia vida. Cuán injusto sería entonces que sus hermanos, al descubrir sus errores, hundieran más y más la espina en su corazón, intensificando su dolor y debilitando con cada golpe su fe y valor y su confianza en sí mismo para trabajar con éxito en la edificación de la causa de Dios. Con frecuencia la verdad y los hechos deben ser presentados claramente a los que yerran para hacerles ver y sentir su error a fin de que se reformen. Pero esto debe hacerse siempre con ternura compasiva, no con dureza o severidad, sino considerando uno mismo las propias debilidades, no sea que también resulte tentado. Cuando el que cometió la falta vea y reconozca su error, en vez de agraviarle y tratar de hacérsela sentir más hondamente, se le debe consolar. Cristo dijo en su sermón del monte: “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados; y con la medida con que medís, os volverán a medir” (Mateo 7:1, 2). Nuestro Salvador reprendió los juicios precipitados. “¿Por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano... y he aquí la viga en tu ojo?” (Mateo 7:3, 4). Sucede con frecuencia que mientras alguien está dispuesto a discernir los errores de sus hermanos, tal vez comete mayores faltas él mismo y, sin embargo, no lo ve. Todos los que seguimos a Cristo debemos tratarnos unos a otros exactamente como deseamos que el Señor nos trate en nuestros errores y debilidades, porque todos erramos y necesitamos su compasión y perdón. Jesús consintió en revestirse de la naturaleza humana, para que supiese compadecerse de los mortales pecaminosos y errantes e interceder ante su Padre en favor de ellos. Se ofreció para ser el abogado del hombre y se humilló para familiarizarse con las tentaciones que asediaban al hombre, a fin de que pudiese socorrer a los que son tentados y fuera un tierno y fiel sumo sacerdote (Joyas de los testimonios, tomo 1, pp. 300, 301). Lunes 24 de noviembre: El Legislador es el Juez El Hijo de Dios habló a Moisés desde la cumbre de la montaña. Dios hizo de las rocas su santuario. Su templo eran las colinas eternas. El divino Legislador descendió sobre la rocosa montaña para pronunciar su ley a oídos de todo el pueblo, a fin de que sus hijos pudieran ser impresionados por la grandiosa y pavorosa exhibición de su poder y gloria, y temiesen transgredir su mandamiento. Dios pronunció su ley en medio de truenos y relámpagos y de la espesa nube que estaba en la cumbre de la montaña, y su voz era como voz de trompeta de gran intensidad. La ley de Jehová no podía ser cambiada, y las tablas en las cuales él escribió la ley eran sólidas rocas, lo cual simbolizaba la inmutabilidad de sus preceptos. El rocoso Horeb llegó a ser un lugar sagrado para todos los que amaban y reverenciaban la ley de Dios (Reflejemos a Jesús, p. 87). 62
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A Cristo le ha sido entregado todo el juicio, porque es el Hijo del Hombre. Nada escapa a su conocimiento. No importa cuán elevada sea la jerarquía y cuán grande sea el poder de los apóstatas espirituales, Uno más alto y mayor ha llevado el pecado de todo el mundo. Es infinito en justicia, en bondad y en verdad. Tiene poder para resistir a los principados, a las potestades y a las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Armado y equipado como el Capitán de las huestes del Señor, viene al frente en defensa de su pueblo. Su justicia cubre a todos los que lo aman y confían en él. Como General de los ejércitos preside a la hueste celestial para que esté como un muro de fuego alrededor de su pueblo. Únicamente él es juez de la justicia de ellos, porque los creó y los redimió a un precio infinito para él. El velará para que la obediencia a los mandamientos de Dios sea recompensada y los transgresores reciban de acuerdo con sus obras (Exaltad a Jesús, p. 342). Y Dios “le ha dado potestad de ejecutar juicio, por cuanto él es Hijo del hombre”. Porque gustó las mismas heces de la aflicción y tentación humanas, y comprende las debilidades y los pecados de los hombres; porque en nuestro favor resistió victoriosamente las tentaciones de Satanás y tratará justa y tiernamente con las almas por cuya salvación fue derramada su sangre, por todo esto, el Hijo del hombre ha sido designado para ejecutar el juicio. Pero la misión de Cristo no era juzgar, sino salvar. “No envió Dios a su Hijo al mundo para que condene al mundo, mas para que el mundo sea salvo por él”. Y delante del Sanedrín, Jesús declaró: “El que oye mi palabra, y cree al que me ha enviado, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas pasó de muerte a vida” (El Deseado de todas las gentes, p. 181). Martes 25 de noviembre: Planes anticipados “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz” (Mateo 6:22). Si el ojo es bueno, si se lo dirige hacia el cielo, la luz del cielo inundará el alma, y las cosas terrenas parecerán insignificantes y sin atractivo. Cambiarán los propósitos del corazón y se atenderá la amonestación de Jesús. Haremos nuestro tesoro en el cielo. Nuestros pensamientos se fijarán en las grandes recompensas de la eternidad. Todos nuestros planes los haremos con referencia a la vida futura e inmortal. Nos sentiremos atraídos hacia nuestro tesoro. No nos ocuparemos de nuestros intereses mundanos, pero en todas nuestras empresas nos formularemos esta pregunta silenciosa: “Señor, ¿qué quieres que haga?” La religión de la Biblia estará entretejida en nuestra vida diaria (Consejos sobre mayordomía cristiana, pp. 356, 357). Muchos son incapaces de idear planes definidos para lo porvenir. Su RECURSOS ESCUELA SABÁTICA
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vida es inestable. No pueden entrever el desenlace de los asuntos, y esto los llena a menudo de ansiedad e inquietud. Recordemos que la vida de los hijos de Dios en este mundo es vida de peregrino. No tenemos sabiduría para planear nuestra vida. No nos incumbe amoldar lo futuro en nuestra existencia. “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir por heredad; y salió sin saber dónde iba.” (Hebreos 11:8.) Cristo, en su vida terrenal, no se trazó planes personales. Aceptó los planes de Dios para él, y día tras día el Padre se los revelaba. Así deberíamos nosotros también depender de Dios, para que nuestras vidas fueran sencillamente el desenvolvimiento de su voluntad. A medida que le encomendemos nuestros caminos, él dirigirá nuestros pasos. Son muchos los que, al idear planes para un brillante porvenir, fracasan completamente. Dejad que Dios haga planes para vosotros. Como niños, confiad en la dirección de Aquel que “guarda los pies de sus santos” (1 Samuel 2:9). Dios no guía jamás a sus hijos de otro modo que el que ellos mismos escogerían, si pudieran ver el fin desde el principio y discernir la gloria del designio que cumplen como colaboradores con Dios (El ministerio de curación, p. 380). Cada mañana consagraos a Dios con vuestros hijos. No contéis con los meses ni los años; no os pertenecen. Solo el día presente es vuestro. Durante sus horas, trabajad por el Maestro, como si fuese vuestro último día en la tierra. Presentad todos vuestro planes a Dios, a fin de que él os ayude a ejecutarlos o abandonarlos según lo indique su Providencia. Aceptad los planes de Dios en lugar de los vuestros, aun cuando esta aceptación exija que renunciéis a proyectos por largo tiempo acariciados. Así, vuestra vida será siempre más y más amoldada conforme al ejemplo divino (Joyas de los testimonios, tomo 3, p. 94). Miércoles 26 de noviembre: Una neblina El tiempo, cargado con preciosas oportunidades de servir al Señor, está pasando rápidamente a la eternidad. Querido lector: ¿estás aprovechando esas oportunidades mientras pasan? No debieras tomarlas ligeramente porque tendremos que dar cuenta de ellas en el juicio, y responder por lo que hemos hecho en el cuerpo. ¿Tus palabras animan y consuelan a los que buscan tu ayuda? ¿Tu influencia fortalece a los que se asocian contigo? ¿Eres fiel al Señor con tus posesiones? Conságrate cada día al servicio de Dios. Recuerda cuan breve es el período de vida que se nos concede. No digas presuntuosamente: “Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos” (Santiago 4:13). Dios puede tener planes diferentes para ti; la vida no te pertenece para procurar cumplir tus propios planes. La vida es una “neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvane64
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ce” (versículo 14). No sabes cuan pronto tu mano perderá su habilidad y tus pasos su firmeza. Pon tu cuidado sobre el Señor y no permitas que las cosas de este mundo te separen de él. Consagra a él todo lo que eres y lo que tienes sin demorarte, porque hay peligro en la demora. Solo tendrás unos pocos años para servir al Maestro y entonces escucharás una voz con el pedido que no podrás dejar de responder: “Da cuenta de tu mayordomía” (Signs of the Times, 21 de enero de 1897). Estamos de viaje aquí; somos peregrinos y extranjeros en esta tierra. Buscamos preparamos para una patria mejor: la celestial. Tenemos que aprender el lenguaje de esa patria y capacitarnos para tener una vida que se mide con la vida de Dios. Nuestra vida en este mundo es una neblina que se desvanece. ¿Dedicaremos, entonces, toda nuestra energía para aseguramos los tesoros de esta tierra para esta corta vida, o pondremos todas nuestras habilidades para ganar la vida futura e inmortal? Cristo nos dice en su Palabra: “Habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6:20) (Signs of the Times, 4 de agosto de 1890). Considerando la brevedad del tiempo, debiéramos, como pueblo, velar y orar, y en ningún caso dejarnos distraer de la solemne obra de preparación para el gran acontecimiento que nos espera. Porque el tiempo se alarga aparentemente, muchos han llegado a ser descuidados e indiferentes acerca de sus palabras y acciones. No comprenden su peligro, y no ven ni entienden la misericordia de nuestro Dios al prolongar su tiempo de gracia a fin de que tengan tiempo para adquirir un carácter digno de la vida futura e inmortal. Cada momento es del más alto valor. Les es concedido tiempo, no para dedicarlo a estudiar sus propias comodidades y ser moradores de la tierra, sino para emplearlo en la obra de vencer todo defecto de su propio carácter, y en ayudar a otros, por su ejemplo y esfuerzo personal, a ver la belleza de la santidad. Dios- tiene en la tierra un pueblo que con fe y santa esperanza, está siguiendo el rollo de la profecía que rápidamente se cumple, y cuyos miembros están tratando de purificar sus almas obedeciendo a la verdad, a fin de no ser hallados sin ropa de boda cuando Cristo aparezca (Testimonios selectos, tomo 1, pp. 305, 306). Jueves 27 de noviembre: Saber y hacer lo bueno La ley de Dios descubre tanto las acciones internas como las externas de los seres humanos; discierne los pensamientos, las intenciones y los propósitos del alma. Se puede ser culpable de pecados que solo Dios conoce, porque él escudriña el corazón. Hay pasiones tenebrosas de celos, venganza, odio, malignidad y lujuria que se esconden de la observación humana, pero el gran YO SOY las conoce. Hay pecados acariciados que RECURSOS ESCUELA SABÁTICA
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no se han realizado porque faltó la oportunidad, pero la ley divina conserva un registro de ellos. Estos pecados secretos forman el carácter. La ley de Dios condena no solamente lo que hemos hecho sino lo que hemos dejado de hacer. En el día final nos encontraremos con un registro de pecados de omisión así como de comisión, y de toda cosa secreta. Nos es suficiente probar que, de acuerdo con nuestra propia regla de medir el carácter, no hemos hecho nada malo; el hecho de que no hayamos hecho lo bueno será suficiente para declararnos siervos malos y negligentes (Manuscript Releases, tomo 6, p. 141). Todo leal y abnegado obrero de Dios tiene la disposición de gastar y ser gastado por causa de otros. Cristo dice: “El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará” (Juan 12:25). Mediante esfuerzos fervientes y reflexivos para ayudar donde sea necesario, el verdadero cristiano muestra su amor a Dios y a sus prójimos. Quizá pierda su vida en el servicio. Pero cuando venga Cristo para reunir sus joyas, la encontrará otra vez. Mis hermanos y hermanas, no gastéis mucho dinero y tiempo en el yo, por causa de la apariencia. Los que hacen esto están obligados a dejar sin hacer muchas cosas que habrían consolado a otros, irradiando un calor reconfortante a sus espíritus cansados. Todos necesitamos aprender a utilizar más fielmente las oportunidades que con tanta frecuencia nos llegan de proporcionar luz y esperanza a las vidas ajenas. ¿Cómo podemos utilizar esas oportunidades, si nuestros pensamientos se concentran en el yo? El que es egocéntrico pierde incontables oportunidades de hacer lo que habría producido bendiciones a otros y a sí mismo. En todas las circunstancias, es el deber del siervo de Cristo preguntarse: “¿Qué puedo hacer para ayudar a otros?” Habiendo hecho lo mejor que pueda, ha de dejar los resultados con Dios. Deseo vivir de tal manera que, en la vida futura, pueda sentir que en esta vida hice todo lo que pude. Dios ha preparado para todos cierta clase de placer que puede ser disfrutado por ricos y pobres por igual: es el placer que se encuentra en cultivar la pureza del pensamiento y la abnegación en las acciones, el placer que proviene de pronunciar palabras de simpatía y efectuar actos de bondad. De los que efectúan un servicio tal brilla la luz de Cristo para alumbrar las vidas oscurecidas por muchas sombras (Mensajes selectos, tomo 1, pp. 100, 101). Dios desea el servicio voluntario de nuestro corazón. Nos ha dotado con la facultad de razonar, con talentos que nos capacitan y con medios e influencia que han de ejercerse para el bien de la humanidad para que podamos manifestar el espíritu de Cristo al mundo. A nuestro alcance se colocan preciosas oportunidades y privilegios, y si los descuidamos, robamos a otros, defraudamos a nuestra propia alma y deshonramos al Maestro. No desearemos afrontar esas oportunidades desatendidas y esos 66
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privilegios descuidados en el día del juicio. Nuestros intereses eternos futuros dependen de nuestra diligencia presente en la realización del deber, en mejorar los talentos que Dios nos ha dado para la salvación de las almas (A fin de conocerle, p. 115). Viernes 28 de noviembre: Para estudiar y meditar Palabras de vida del gran Maestro, pp. 277-281.
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