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de pasa-página. Si es así, mejor que archives este libro junto a las páginas amarillas. Tú quieres clavar tus iris en cada párrafo; quieres succionar tipografía.
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Joaquín Lorente



PUEDES

Nuevas ideas para potenciar tu talento

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A Ángela Becerra,

autora de la letra y música de mi vida.

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Prólogo

Esto no es un prólogo; es la propuesta de un pacto Nunca acabé de entender el porqué de los prólogos literarios. Exceptuando a aquellos tipos con superego que compran libros para llenar sus estanterías y dárselas de instruidos, doy por supuesto que todo lector es un ser solvente, que compra un libro porque le inte­ resa o se lo regalaron porque alguien creyó que le podía interesar. ¿Y qué es lo que le interesa? Fácil respuesta: su contenido, aquello que un autor determinado intenta transmitir a los demás tras haberle dedicado una buena parte de su vida y la totalidad de su talento. Autor y libro son siameses cerebrales. Durante meses y a veces años, han vivido fundidos noches y amaneceres, palpándose y sintiéndose en ese útero solitario, oscuro y deslumbrante que es la macera­ ción íntima de sentimientos, vivencias, inquietudes y experiencias; ansiando nacer y ser envueltos por esa sábana blanca que aún hoy (mundo digital apar­ te) denominamos «página de papel».

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Los humanos siempre pretendemos algo; y puesto que aparentemente estás dispuesto a dedicar una parte de tu tiempo-vida a este libro, creo que debo confesarte lo que he pretendido al escribirlo. Sin conocerte, confieso que te he imaginado durante once largos meses. No estás conmigo para perder tu tiempo, porque te intuyo inquieto, poten­ te, solvente y con deseos de ser y crecer. Te aseguro que no te hago la pelota: tú no puedes ser un lector de pasa-página. Si es así, mejor que archives este libro junto a las páginas amarillas. Tú quieres clavar tus iris en cada párrafo; quieres succionar tipografía para digerirla y alimentar tus neuronas. Para ani­ mar, despertar, excitar e incluso (¡qué sé yo!) para joder a tu cerebro. Para demostrarle que puede mu­ cho, muchísimo más de lo que ahora te está dando, por mucho que sea lo que ahora te esté dando. Por ahí vamos bien, lector. Y ahora, el pacto.

Yo te doy todo lo que sé. ¿Por qué tendría que guardarme algo? Me ha costado sesenta y siete años aprenderlo, practicarlo, sudarlo, negociarlo, imponerlo, retrocederlo, vivirlo y a ratos incluso morirlo. Ha sido una vida de altísi­ mo voltaje, que no me electrocutó por una sola ra­ zón: constantemente estuve conectado a una toma de tierra llamada «la vida», entendida como esa pa­ cífica y solvente cotidianidad que ansía que su cénit sea el bienestar y el bien. La que el 99,99 por ciento de los humanos pretende, y que todavía hoy, en ex­ cesivas ocasiones y para inmensas poblaciones, es dramáticamente inalcanzable. A cambio, yo te pido tu actitud.

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Si te digo que «tú puedes» es porque, lo creas o no, tú puedes. Estas dos palabras no son el titulito de un libro: son la evidencia y la síntesis de tu po­ tencia cerebral, de tu capacidad para ser, hacer y conseguir. Dificultades las encontrarás todas. Yo empecé a trabajar a los quince haciendo de mensajero. Pero tenía claro que mi energía no estaba en mis bíceps, ni en mis abdominales, ni en mis cartílagos. Estaba en el cerebro, esos cien mil millones de neuronas constantemente pendientes de instrucciones. Por eso ahora te pido tu actitud. Te aviso: si lees en plan ultrasónico, perderás tu tiempo y tu dinero, aunque ése no es mi problema. Sin embargo, si eres capaz de leer lentamente, activando tu cerebro y dándole una orden: «querido, vas a sumergirte y a profundizar en lo que te expli­ can», te aseguro rotundamente que vas a multiplicar su contenido, porque quien lo tiene que completar sólo eres tú. Entre otras cosas, te esperan trece tests. Debo confesarte que todos tienen una parte de buena idea y otra de mala intención. Buena idea porque se trata de que te plantees a ti mismo preguntas y soluciones a tus grandes cau­ sas, alguna de las cuales tal vez jamás te hayas cues­ tionado. Y mala intención por idénticas razones. Se trata, ya ves, de un desafío íntimo y secreto contigo mismo. Bonito, ¿verdad? Última consideración: comparado con todo lo muchísimo que en la vida puedes conseguir, ojalá este libro sea tan sólo una anécdota puntual: una pértiga, un escalón, unos susurros a tu mente o, sim­ plemente, una mano en el hombro. Será formidable que así sea.

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Y eso es todo. Yo ya trabajé. Ahora te toca ha­ cerlo a ti y para ti. Porque Tú Podrás. Porque Tú Puedes.

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Nota del editor

¿Por qué este libro empieza por el principio 86, en lugar de hacerlo por el 1? No hay un solo motivo: hay dos. El primero es que Tú puedes significa una im­ portante progresión respecto a los 85 principios que estructuran la anterior obra de Joaquín Lorente, Piensa, es gratis (Planeta, 2009). Y aunque ambos libros pueden ser leídos con total independencia, existe una continuidad que el autor no ha querido romper. El segundo es que cuando Joaquín nos entregó su manuscrito me argumentó: «Empezar algo nue­ vo siempre nos hace crecer pero, pasado el tiempo, mantener la pasión inicial nos hace rejuvenecer.» Y me convenció.

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Principio 86

Sólo te salvará tu cerebro

Nos guste o no, de cejas para abajo somos unos ani­ males. Lo siento. En lo físico, somos un conjunto de órganos sus­ tentados por un esqueleto y forrados por una piel, con unas aptitudes físicas muy limitadas. A diferencia de otros muchos animales, no po­ demos volar. Nuestra capacidad pulmonar, cuando nos sumergimos en esa inmensa masa de agua que ocupa las cuatro quintas partes del planeta, en el me­ jor de los casos no excede los cuatro minutos. Limi­ tados a la superficie terrestre, el más rápido recorre 10.000 metros a unos veintidós kilómetros por hora: somos muy lentos. Nos cuesta soportar grandes pesos, grandes fríos y calores, grandes déficits de agua. Y por si esto pareciera poco, nuestro desarrollo es desespe­ rante: con suerte empezamos a andar a los diez me­ ses, y durante un mínimo de cinco años nuestra su­ pervivencia depende absolutamente de los adultos. Y sin embargo, y a pesar de tantas deficien­ cias... los humanos somos la imperfección más per­ fecta. Hoy, los casi siete mil millones de personas que poblamos este planeta perdido en un incomprensible y desconocido infinito somos los herederos de una raza de gloriosos homínidos que hace seis millones de años empezaron a evolucionar por un solo hecho: tuvieron la capacidad de formularse ingenuas pre­

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guntas, gracias a las cuales empezaron a encontrar ingenuas respuestas. En nuestro siglo xxi, en su esencia todo sigue igual. Una parte determinante de nuestra vida de­ pende de nuestra capacidad para hacernos preguntas que sólo podemos respondernos de dos maneras: •  Aceptando    las respuestas precocinadas y en­ latadas por otros. •  Poniendo     a  trabajar  nuestra  máxima  y  más  sublime capacidad, la cerebral, para así for­ mularnos nuestras propias respuestas. Conseguirlo, a veces, no es fácil, pero te asegu­ ro que en cualquier caso y circunstancia resulta ma­ ravilloso. •  Tendrás que activar las inquietudes que hoy   te mueven. •  Deberás    exprimir toda la experiencia y la in­ formación de vida y conocimientos —cuales­ quiera que sean— que hasta hoy llevas acu­ muladas. •  Y   todo ello, envuelto en la atmósfera de tu personalísimo e intransferible momento. Quien no se hace sus propias preguntas, no construye su camino: sigue el que otros le trazaron. Todo empieza y todo acaba en nuestro cerebro. Sólo ahí es donde están latiendo nuestras preguntas y nuestras respuestas. Sin embargo, es habitual dedicar mucho tiempo al entretenimiento y poco al discernimiento. Llevamos el cuerpo al gimnasio y, mientras tan­ to, dejamos el cerebro descansando en la taquilla del vestuario.

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Tenemos tiempo para sacar a pasear al perro, pero no lo tenemos para sacar a pasear el cerebro. Lo físico nace, se desarrolla, languidece y acaba. Lo cerebral nace, se hace, se potencia y sus efectos pueden permanecer durante generaciones.

Este libro no es para seguidores continuistas de los dictados de otros. No es un libro para acep­ tadores entregados. Ni tan siquiera es un libro de autoayuda. Tú puedes es un libro de autoconvicción. Sus principios, teorías y visiones del futuro sólo persiguen un fin: agitar y tensar tu cerebro para que puedas mostrarte a ti mismo lo muchísimo de lo que eres capaz. Para que te hagas infinidad de pre­ guntas. Para que cojas conciencia, habilidad y orgu­ llo de que lo que realmente te hace y construye es tu propio cerebro.

Los humanos somos cerebros que llevamos col­ gando un cuerpo.

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Principio 87

Teoría de la oportunidad:

«triunfar es llenar vacíos»

Toda idea tiene un propósito: llenar un vacío. Cuando esta idea se acepta y consolida, se con­ vierte en creencia. Toda creencia lleva incorporada la expectativa de una gratificación o premio. Triunfar es llenar de forma gratificante un vacío.

Al principio de los tiempos, todo era naturaleza vacía de ideas. La evolución del cerebro de un mono hizo que fuera ampliando sus instintos básicos, iniciándose un proceso de generación de ideas que le fueron per­ mitiendo alcanzar una subsistencia superior a la meramente animal: las armas de caza, el fuego, la agricultura y la ganadería... Pasados seis millones de años, en su esencia nada ha cambiado. La vida de los habitantes de cada uno de los te­ rritorios del mundo, con sus gigantescas diferencias, es el resultado de las creencias con las que han ido rellenando sus vacíos. Visiones distintas en las creencias políticas, reli­ giosas, sociales y económicas, con parámetros de liber­ tad e imposición bien distintos, marcan el ritmo vital de los siete mil millones de pobladores de la Tierra.

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Ante tan grandes diferencias, que en ocasiones llegan a radicalizaciones extremas, la pregunta es... ¿cómo y cuándo se implanta una nueva creencia? Todo depende de la densidad de la satisfacción media y del momento en que se quiere penetrar. Todo depende de la oportunidad. No le des más comida al saciado. No le propongas un nuevo amor al enamorado. No le hables de nuevas eternidades al creyente convencido. No es el momento. Cada uno, a su manera, está lleno: su densidad de gratificación es importante y por ello no tiene conciencia de vacío. La oportunidad es saber llenar un vacío en el momento sensible. Triunfar es saber llenar vacíos. Así se generan las grandes conquistas: en las relaciones personales, sociales, políticas y, por su­ puesto, en las comerciales.

Cuestión bien distinta es cuando un vacío sólo está invadido por esa atmósfera asfixiante denomi­ nada «el temor». El temor se genera y crece cuando se produce la ausencia de lo vital. Y cuando este temor se con­ vierte en colectivo, estalla el pánico. Nada favorece más la consolidación de una creen­ cia que el vacío asfixiante; cuando los pensamientos están dominados por la supervivencia, que es el último instinto al que todo ser humano renuncia. Y es entonces y SÓLO ENTONCES cuando se propicia la implantación de nuevas creencias: cuan­ do no existe suficiente densidad personal, política o social que soporte una vivencia mínimamente dig­

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na; cuando el vacío, que es la inseguridad, hunde a los humanos. Es en estas circunstancias cuando se crea el caldo de cultivo para el éxito de los hipotéticos gran­ des salvadores, cuando implosiona la densidad del ámbito y estalla el momento. Precisamente por eso, es en las épocas de crisis colectivas —y también en las personales— cuando más atento se debe estar a los nuevos salvadores, porque mientras los que visualizan como fin máxi­ mo la bondad ayudan a flotar, aquellos que por en­ cima de todo persiguen su efímero poder transitorio, siempre acaban ahogando a sus seguidores. Sabios aquellos que, en los grandes temporales, saben rellenar sus vacíos de subsistencia con su propia entereza, ética y dignidad.

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Principio 88

¿Sólo tienes objetivos?

Aquello en lo que desees

TRIUNFAR conviértelo

en tu PASIÓN

Una importante evidencia de estar mentalmente vivo es el deseo de convertir en realidad determina­ dos objetivos. Desde cumplir un presupuesto de ventas o proyectar un viaje hasta enseñar a un loro a repetir cuatro sandeces, la lista de deseos, además de personal e intransferible, bordea lo infinito. Pero no nos confundamos: tener objetivos es una vulgaridad necesaria para el mantenimiento y la subsistencia cotidianos. Un objetivo es una conveniencia pasajera. Una pasión es el fundamento de nuestra existencia, aquello que nos sostiene y sobre lo que nos cons­ truimos. Objetivo es hacer deporte. Pasión es ser cam­ peón. Objetivo es ser bueno. Pasión es ser el mejor. Objetivo es imitar. Pasión es crear. Objetivo es tener amistades. Pasión es amar. Objetivo es hacer. Pasión es liderar. A un objetivo se le asignan preferencias: en la gestión del tiempo, la absorción de conocimientos y el despliegue de habilidades y control de avances,

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parálisis o retrocesos que acompañan a toda conse­ cución. A una pasión se le transfiere obsesión, que sig­ nifica todo lo acabado de describir pero llevado al límite de nuestra humanidad, allí donde somos conscientes de que no podemos hacer más. Un objetivo se siente en la piel. La pasión penetra e invade el alma, que es como, desde la ignorancia envuelta en poesía, llamamos a la parte más sublime de nuestro cerebro. ¿Cómo se sirve a una pasión? Teniendo constantemente orientados nuestros cinco sentidos-antena (vista, oído, olfato, gusto y tac­ to), más la sexta antena liberada (esa que llamamos «la intuición»), a captar cualquier vibración que, por mínima que sea, entendamos que nos puede servir. Una pasión es una obsesión que acompaña des­ de que uno se levanta hasta que se va a dormir. Pero en el sueño tampoco hay descanso ni demora, por­ que la pasión exige libreta y bolígrafo en la mesita de noche. Vivir para hacer posible una pasión nos pide estar rodeados de apuntes, notas, referencias... por­ que si la carne es débil, el cerebro, en su faceta «ar­ chivo», a veces es olvidadizo. Para acabar, condición indispensable para con­ cretar una pasión es tratar de sintetizarla en las mí­ nimas palabras. Si pueden ser dos, que no sean tres. Y si son tres, habrá que exprimir el cerebro para que no sean cuatro. Cada nueva palabra posibilita un maldito freno, una limitación o una diferente interpretación. Un objetivo puede ser elástico y dúctil. Y a veces conviene que lo sea. La pasión es hermética e innegociable. Y cuando deja de serlo, se transforma en una conveniencia.

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¿Hasta dónde hay que llegar? Cada uno tiene su propia respuesta. Definitiva­ mente única. Definitivamente intransferible.

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¿Por qué no concretar por escrito y ahora

objetivos y pasión?

Por favor, sé muy breve en las descripciones;

cuantas menos palabras, mejor definirás tu

diana. � ¿Cuáles son tus actuales objetivos? .......................................................................................................................

.......................................................................................................................

Y ahora... ¿quieres concretar qué vas a hacer para conseguirlos? .......................................................................................................................

.......................................................................................................................

¿Seguimos? ¿Cuál es tu gran pasión? .......................................................................................................................

.......................................................................................................................

¿Qué estás haciendo o vas a hacer para transformar tu pasión en realidad? .......................................................................................................................

.......................................................................................................................

¿Te comprometes contigo mismo (que en definitiva, es lo máximo que tienes) a releer estas notas al me­ nos una vez al mes? .......................................................................................................................

.......................................................................................................................

¿Y te comprometes a meditar después, al menos du­ rante quince minutos, sobre qué y cómo lo estás ha­ ciendo para conseguirlo? .......................................................................................................................

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¿Te has preguntado por qué los otros tendrían que creer en ti? —Me gusta hablar con Pepe porque...

—Compro en esta tienda porque... � —Iré a ver esta película porque... � —Prefiero este desodorante porque... � Lo descrito (la lista podría ocupar cien páginas) es la hoja de ruta de nuestras pequeñas creencias, esos modestos vuelos de gorrión que nos facilitan la decisión en mil y una cosas cotidianas. Hasta que un día... debemos tomar decisiones superiores, esas que requieren ampliar el paisaje en el que nos movemos. Son los momentos de nuestros vuelos de paloma. —Quiero conocer a fondo a Juan porque me interesa su... —Este año pasaré las vacaciones en la sierra porque... � —Compraré este coche porque... � Aunque todo es rectificable y renovable, cuando nuestras preguntas se mueven a este nivel, superior en lo emocional y a veces en lo económico, por lo general adoptamos una sensata actitud de tratar de

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responde sin ni tan siquiera dar tiempo a formular la pregunta. Gracias a todos los editores y las editoriales de todos los países que han confiado en mi anterior li­ bro, porque me han aportado energías adicionales para seguir amasando. A Juanjo Villalobos por conducir con sabiduría y energía nuestros potentes Cursos y Talleres de Creatividad, a Yago Alonso por ser artífice de nues­ tras comunes inquietudes y futuras realidades a tra­ vés de Internet, a Toni Marín, periodista de perio­ distas, por los muchos amaneceres compartidos desde el micrófono y lo que se tercie, a Daniel Ro­ mero Abreu y a Manuel Dios porque desde Thinking Heads confían en mis aportaciones físicas y virtua­ les, a Luis Ospina por su talento e inquietud en nue­ vas áreas del conocimiento que estamos proyectan­ do. Todos ellos son profundas y vitales fuentes de nuevas energías. Y ahora, el fuego. Gracias a Quim, Patricia, Ángela y María, mis queridísimos hijos, por saber ser y saber estar. Y por encima y sobre todo y todos, a Ángela Becerra, mi mejor amiga, mi gran amante amada y mi inmensa esposa. Como final de finales, quiero darte las gracias a ti, estimado lector, por haber convivido todas estas horas. Estas páginas se amasaron, una a una, con res­ ponsabilidad y a conciencia. Ojalá, en alguna medida, hayan servido de ali­ mento a algunas de tus cien mil millones de neu­ ronas.

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Tú puedes Joaquín Lorente No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal)

© del diseño de la portada, Departamento de Diseño, División editorial del Grupo

Planeta a partir del diseño original de Mario Ezquenazi, 2011

© Voces y Vocales, S. L. / Joaquín Lorente, 2010

© de la ilustración de las páginas 176-177, Ed.

Los números de las páginas se refieren a la edición en papel (n. del e.)

© Editorial Planeta, S. A., 2011

Av. Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona (España)

www.planetadelibros.com

Primera edición en libro electrónico (PDF): mayo de 2011 ISBN: 978-84-08-10459-9 (PDF) Conversión a libro electrónico: Newcomlab, S. L. L. www.newcomlab.com