Espectáculos
Lunes 3 de diciembre de 2007
LA NACION/Sección 4/Página 3
Regreso: cerca de 60.000 personas disfrutaron con la banda
The Police, la verdadera epopeya del rock Continuación de la Pág. 1, Col. 4
para cumplir con su rol de invitado a pesar del típico sonido “chiquito” con el que debe convivir todo invitado a una fiesta que no es la suya. Más allá de algunas pistas mal disparadas por el tecladista, Beck cumplió con creces con una lista que paseó por varios de sus discos y que logró desperezar a la gente gracias a los tracks más irresistibles de su repertorio: “Pollution”, “Where It’s At” y una versión cabalgada de “Girl”, que se entrelazó con el caos de “Minus”. Hubo otro elemento que atentó contra su set: la luz diurna. Hacia el final y ya con la noche como marco, la “bruja” encontró un mejor ambiente para esparcir su pócima mágica. Una hora exacta se sucedería entre el fin de Beck y el comienzo de The Police, tiempo suficiente para ver cómo se poblaban las plateas, el campo (los dos, el vip y el “obrero”) e, incluso, allá lejos, la popular. Cerca, a unos 30 metros, aguardaba suspendida una cámara móvil, la que seguramente aportará algunas de las imágenes más impactantes del DVD de la gira. Porque de los dos shows porteños saldrá el recuerdo más logrado de la reunión. Pero nadie está dispuesto a esperar por esa edición. Todos quieren su pedacito de la historia. Así es que cuando sale el trío a escena se desatan dos pasiones: la de los fans dispuestos a cantar cada una de las canciones y la de los otros fans, los que sacan sus cámaras y sus celulares para registrar incesantemente imágenes de dudosa calidad. En el campo vip se distingue un público que va de los treinta y pico hasta 40 y tantos. Pero todos se convierten en una masa uniforme, cuando los tres magníficos suben al escenario.
Con algunas arrugas, pero como en los ochenta La estética que el grupo recuperó
Sting, Stewart Copeland y Andy Summers, en un pasaje del show que brindaron anteanoche en el Monumental FABIAN MARELLI
Mensaje a la otra orilla Si durante años se lo interrogó a Sting acerca de una posible reunión de The Police, imaginen la espera de quienes lanzaron imaginarias botellas al mar con sus deseos en el interior. “Message in a Bottle”, sí, marcó el inicio de un viaje en el tiempo que, para sus protagonistas, tiene una época y unas coordenadas precisas, pero no así para los miles que están del otro lado. La música del trío nunca dejó de sonar en estas décadas y supo resistir los embates de los sintetizadores, el grunge, el rock alternativo... Tres pantallas como telón de fondo devolverán en tamaño estadio a Sting, Summers y Copeland. A los costados, las dos pantallas de rigor y un par de paneles gigantes que van del piso al techo del escenario y que se encenderán en varios tramos del concierto. Arriba, una especie de visera curva une esos dos paneles e interactúa con ellos. Abajo están ellos, encerrados en un círculo lumínico, con la voz ubicada a la derecha del tinglado, la guitarra en el centro y la batería atrás. Luego, la manera de vivir el show de cada uno arrojará distintas respuestas de la gente. Sting sólo se aleja de su lugar en los pasajes más intensos, Summers se mantiene imperturbable en su sitio y Copeland despierta elogios en un público que lo ve golpear con energía sus parches y, por momentos, saltar desde su batería hasta
El cantante empuña el bajo viejo que recuerda épocas de esplendor que la banda supo recuperar SOLEDAD AZNAREZ
un set de percusión (metales, tambores y hasta un gong) sin que medien baches. “Qué tal Buenos Aires”, saludará Sting tras el tema inicial y enseguida le pedirá a la gente que se exprese con mayor fuerza. Y eso sucederá inmediatamente: “Synchronicity II” y “Walking On The Moon” no darán respiro y compondrán un comienzo ideal. De allí en más nadie saldrá de la
burbuja. Clásico en varios sentidos, el trío se comunica con la gente a la vieja usanza, incitando a la participación activa y valiéndose de tics balbuceantes, como ese juego de niños que se llama “Do do do da da da” y, más tarde, el “ie io ieooo”, para trazar un puente entre un lado y otro del escenario. Luego de amagar con “Voices Inside My Head”, arremeten con “When The World is
Por Sebastián Espósito
Panorama under ■ Cincuenta años no es nada.
A medio siglo de “Pity Pity”, la banda de punk melódico Boas Teitas (que tiene un disco lanzado: El álbum, y un EP seminal) acaba de editar un simple con su versión del tema con el mismísimo Billy Cafaro como invitado. “Nos matábamos con sus canciones y estuvimos un tiempo tratando de contactarlo para que escuchara nuestra versión. Vino, la escuchó y cantó”, resume Locarnini, voz y guitarra del cuarteto que completan Ema en voces y batería, Petti en coros y bajo, y Nacho en teclados. El simple se puede bajar con su arte de tapa desde www.boas-teitas.blogspot.com e incluye otras dos canciones: “A veces” y “Tan mal”. “No soy una estatua ni un mito. Soy un artista de carne y hueso”, sentencia Cafaro en los créditos que acompañan la edición virtual. *
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Una oración se llama lo nuevo del quinteto Nikita Nipone tarde-noche agradable. Acorde con su paulatino pero constante crecimiento, este año tendrá como sede las adyacencias del Planetario, en los bosque de Palermo. Comenzará a las 14 y participarán Juana Molina, Rosario Bléfari, Los Látigos, Rosal, Amadeo Pasa, Coiffeur, Dr. Trincado, Diosque, Kellies, Klemm y Marianela, entre tantos otros.
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Hecho en Buenos Aires.
Con el fin de recaudar fondos para la revista Hecho en Buenos Aires y la agrupación Inclusivo, entidad que fomenta la escolarización en los sectores más desprotegidos, hoy se realizará un festival de bandas en el teatro ND/Ateneo. Desde las 19.30 se presentarán el ex integrante de Arbol Edu Schmidt (al frente de su flamante banda de nuevas promesas), Los Alamos, Zanahoria y Aztecas Tupro (entrada, desde 15 pesos). En tanto, el grupo de alt country Los Alamos cerrará su temporada el jueves, a las 21, con un show acústico en el espacio íntimo de El Nacional, Estados Unidos 308 (entrada: 10 pesos). *
■ Los
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Boas Teitas con edición virtual
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lunes están de moda.
Un clásico del primer día de la semana (o del segundo, según prefieran). El ciclo de La Cigale ofrece shows en formato acústico los lunes, a las 23, y hoy es el turno del indie-rock de Panorámica, la banda liderada por la cantante y guitarrista Verónica Cid. En 25 de Mayo 722. Gratis.
Aztecas Tupro toca esta noche ■ Se
acerca otro Buen Día.
El sábado 15 del actual se realizará una nueva edición del Festival Buen Día, el clásico palermitano que engloba pop-rock, electrónica, comidas, pilchas y la idea de pasar una
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Enigma nipón. “Algún día
trataré de hacer la mía sin tutor”, canta Lucio de Caro en “Una oración”, el tema que abre el desconcertante y muy buen álbum de Nikita Nipone, que lleva el mismo título de este tema, probable hit del under. Y eso es lo que hace este quinteto que completan Francisco Milne (guitarras, piano y voz), Pablo Valle (bajo y xilofón), Paz Villahoz (piano, sintes y coros) y... un tal Phil Collins en la batería: la suya, y por la de ellos hay que entender un cóctel psicodélico e indiscriminado en el que se filtra la tradición del rock de acá con el indie-rock norteamericano, además de destellos de esas músicas que llegaron a sus oídos casi sin buscarlo: ritmos latinos, music hall y recuerdos del Club del Clan.
Running Down...” y luego con “Don’t Stand So Close To Me”. Ajustado y con su groove intacto, el trío prosigue con “Driven to Tears”, “Hole in My Life” y “Truth Hits Everybody”. Summers no se inmuta, Sting entrega algunas palabras en castellano entre tema y tema, y Copeland parece estar siempre al borde del colapso, con su boca siempre abierta y ojos
enormes contenidos por sus anteojos. Las herramientas son las históricas: el bajo viejo y estropeado de Sting es el de los días de esplendor; el logo de The Police parece haber estado por siempre en la batería, y las imágenes que acompañan la puesta (sobria, por cierto) representan las distintas etapas y discos del trío. Con “Wrapped Around Your Finger” aparece el Copeland todo terreno, que alterna la batería con la percusión y que exagera sus movimientos para brindar esos trazos circenses que debe tener todo megashow que se precie de tal. Así como llega también el momento de la reflexión, el de detenerse a pensar sólo un instante que no todos la están pasando tan bien como nosotros: “Invisible Sun” entrega imágenes de niños con sus ojitos perdidos, quizá mirando hacia un lugar más próspero que el que les tocó habitar. “Roxanne” marca la primera despedida, pero no la última. Tras una extensa y conmovedora versión de “So Lonely”, “Every Breath You Take” calma a las fieras y aporta el pasaje más almibarado del show. Se van, pero ya saben, habrá una más y será “Next To You”. “Argentina, adiós; queridos, muchas gracias”, dirá Sting como corolario y en representación del trío. Si las giras de retorno son las secuelas en la vida de toda gran banda, entonces los regresos son una parte fundamental de sus carreras. Ellos habrán comprobado que aún pueden rockear en estadios colmados; nosotros, que el tiempo no pasó en vano. Se llevó nuestros años, pero nos dejó bastante música como para recordarlos.
Entre lo que más llamó la atención del show de The Police figura el bajo que usó Sting. Estaba todo descascarado, parecía tener más años que su dueño. Con tantos millones de euros y dólares en juego, ¿costaba mucho conseguir un canje publicitario con una casa de instrumentos para aprovisionar al grupo en esta gira? Claro que no. Pero la idea del espectáculo no pasa por las novedades. En realidad, tiene más que ver con conservar una estética y un sonido. Cuando una cara aparece en una pantalla gigantesca, las arrugas no son tan fáciles de disimular. Para el resto, los Police encontraron una buena manera de recuperar esa estética del tiempo en que, como banda, estaban en plena actividad. Aunque los cascos y platillos no sean los mismos, Stewart Copeland sigue eligiendo baterías Tama y platos Paiste. Además, usa tres tambores flotantes de escaso diámetro y cascos largos, y a un costado de la batería un set de percusión con un gran gong. Sting sigue con un bajo Fender de diseño clásico que con los años se transformó en un modelo que lleva su firma. Andy Summers tocó con un par de guitarras Fender. Usó una Stratocaster roja, ésa que hoy se puede ver en algunos videos de la banda de los ochenta, y con una Telecaster un poco descascarada y personalizada con micrófonos de otra marca (esos que entregan el sonido característico de la “guitarra Police”). Y para los más fans, otro guiño a esos años fueron un par de imágenes tomadas desde dentro de uno de los tambores de la percusión de Copeland, típico recurso de videoclip de los ochenta. En cambio, la iluminación se adelanta en el tiempo y se pone a tono de la época actual, y la sobriedad escénica del espectáculo se mantiene de principio a fin. Pocas veces aparecen en las pantallas otras imágenes que no sean las de los tres músicos. La sencillez en la producción sólo les juega en contra cuando no hay nada que anime ese tiempo de ocio que queda entre los grupos soporte y el show de The Police. Durante varias horas, se repiten los mismos videos, se escuchan de fondo las mismas canciones y el público de las plateas no tiene otra cosa más entretenida para hacer que armar la ya clásica ola de los mundiales de fútbol.
Mauro Apicella