COMENTARIOS DE LA LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA III Trimestre de 2015
Misioneros Lección 4 25 de julio de 2015
La epopeya de Jonás Prof. Sikberto Renaldo Marks Versículo para Memorizar: “En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” (Hechos 10:34, 35).
Introducción Jonás, tal como lo informa la lección, fue el único profeta del Antiguo Testamento que Dios envió a otro pueblo para que les hablara acerca de Dios, su condición de pecaminosidad, y el perdón. Era un ser humano, con fallas, con prejuicios, miedoso y que pensaba que muchas cosas debían hacerse a su modo. Había recibido como parte de su herencia judía, el odio hacia otros pueblos, especialmente el asirio, cuya capital era un mal ejemplo de violencia y corrupción. Hoy estamos en la misma situación. Somos muy parecidos a él. Es cierto que luego de haber recibido la advertencia de Jonás, la ciudad no permaneció mucho tiempo siendo fiel a Dios. Pero tampoco él completó su trabajo. Se parece a lo que hoy sucede con las campañas evangelísticas “relámpago”, donde se bautizan muchos, pero pocos quedan. Aun así, seguramente algunos de allí llegaron a ser salvos. Nínive era una ciudad de tradición pagana, y la fuerza de la tradición presionó para el retorno a la vida anterior. “Pero los gobernantes de Asiria, en vez de emplear sus bendiciones extraordinarias para beneficio de la humanidad, llegaron a ser el azote de muchas tierras. Despiadados, sin consideración para Dios ni para sus semejantes, se dedicaron con terquedad a obligar a todas las naciones a reconocer la supremacía de los dioses de Nínive, a los cuales ensalzaban por sobre el Altísimo. Dios les había enviado a Jonás con un mensaje de amonestación, y durante un tiempo se humillaron delante de Jehová de los ejércitos, y procuraron su perdón. Pero pronto volvieron a adorar los ídolos y a tratar de conquistar el mundo” (Profetas y reyes, p. 268).
El profeta con fallas Podemos decir que Jonás era un profeta extraño. Había sido escogido por Dios. Por lo tanto, en él había fidelidad, creía y confiaba en Dios. En caso de que no hubiera sido así, no habría sido escogido como profeta. Incluso se narra al menos un caso en el que Dios reveló, por su intermedio, que una ciudad que había sido tomada por los sirios sería reconquistada. Por lo tanto, Dios lo utilizaba (ver 2 Reyes 14:25). Dios le dio a Jonás una tarea muy importante: ir y alertar a los ninivitas acerca de su futuro en caso de que no se convirtieran. Pero Jonás abominaba a los crueles y sanguinarios ninivitas. Ellos maltrataban a sus cautivos de un modo truculento, los obligaban a hacer trabajos forzados, y los sometían con horribles malos tratos. Eran famosos, por Recursos Escuela Sabática ©
ejemplo, por decapitar a los pueblos vencidos, haciendo pirámides con sus cráneos. Crucificaban o empalaban a sus prisioneros, les arrancaban los ojos y los desollaban vivos. Y pensó: “¿Cómo querría Dios que vaya a aquella ciudad que debía ser destruida para siempre, y le anuncie una oportunidad de salvación?” Temió ir a aquél lugar y ser muerto de manera sanguinaria. Jonás se contrarió. Era una persona que, en ciertas cosas, decidía por sí mismo, aun cuando esto fuera contrario a la voluntad de Dios. Entonces decidió huir. Pagó un pasaje en un barco de Jope (hoy Tel-Aviv), hacia Tarsis, a unos 3.500 kilómetros de distancia, en dirección contraria. Se embargó y se fue. Quería alejarse del lugar al cual debía ir, y tomó un rumbo contrario, y por una vía peligrosa: el mar. Quería escapar de la posibilidad de ir a Nínive, y tal vez creyó que se alejaría tanto de Dios que Él escogería a otro para esa tarea. Tenemos que recordar que los ninivitas se arrepintieron con la advertencia de Jonás, pero aproximadamente unos cien años después, Nahúm, profeta hebreo, avisaría que Nínive sería destruida. Durante el viaje, Dios fue tomando recaudos. Vino una tempestad. El profeta dormía en la bodega, cansado del viaje a pie hasta el puerto. La tempestad debió haberle avisado de que algo estaba mal. El aviso era para Jonás. La tempestad fue arreciando, el mar se volvió furioso. Habiendo aligerado el navío para que no se hundiera, despertaron a Jonás para que colaborara en la lucha contra el naufragio. Dios estaba avisando. Jonás tuvo tiempo de pedir que volvieran, puesto que seguir adelante significaba el naufragio. La situación llegó a un punto desesperante y el pánico cundió en la tripulación. Jonás se identificó y reveló que estaba escapando de Dios, lo que atemorizó aún más a los marineros. Ahora sabían que su fin era la muerte. Pero Jonás, en un acto de buen sentido, y queriendo salvar la vida de ellos, a expensas de su muerte, ordenó que lo tiraran al mar. Una vez muerto, ya no tenía sentido que Dios mantuviera la tempestad. Una vez hecho esto, la tempestad cesó, pero Jonás no murió. Fue salvado por un gran pez, que lo engulló, y no lo digirió. Dentro del vientre del gran pez, Jonás pudo meditar en el milagro, y decidió obedecer a Dios.
Un misionero temprano En el pueblo de Dios, Jonás fue uno de los primeros en recibir el mandato de Dios de salir de su país e ir a una ciudad extranjera para predicar allí. En cierta manera fue comprensible la actitud del profeta de temer, pues no había experiencias anteriores en salir a países extranjeros, especialmente con el tono amenazante del mensaje de Jonás. Por otro lado, la orden no provenía del rey de Israel o de algún ser humano, sino de Dios. Así, Jonás estaba acompañado por el poder del Rey del Universo, así como lo acompañó en su huida. Temiendo ir a Nínive, se fue exactamente en dirección contraria. Odiaba a los ninivitas, deseaba que ellos fueran destruidos. Además, sabía que Dios era misericordioso y en caso de que los ninivitas se arrepintieran, Él los perdonaría con seguridad. Entonces pasaría por un falso profeta, quedaría desacreditado, o al menos eso pensaba. Pesando todo ello, decidió huir, tanto de su misión, como de Dios. Hasta cierto punto, la huida parecía salir bien. Se parece a la actitud de aquél trabajador muy optimista que, cayendo desde el piso 40, al pasar por el 20 exclamó: “Hasta aquí, todo parece ir bien”. Jonás llegó a Jope, el puerto, consiguió un barco que estaba allí para que lo llevara a Tarsis. Seguramente pensó: “Hasta aquí, todo va bien”. Consiguió un pasaje, pagó el viaje, y se embarcó. La navegación parecía ir bien, aunque no sabeRecursos Escuela Sabática ©
mos por cuánto tiempo. Parece que la tempestad comenzó poco tiempo después de iniciar el viaje, puesto que los marineros se esforzaron para alcanzar llegar a tierra en medio de la tormenta (Jonás 1:13). Lo que sabemos es que Jonás se acostó en la bodega del barco, se acomodó a punto tal de quedarse profundamente dormido. Mientras eso sucedía, se armó una tormenta, como diciendo: “Jonás, vuelve, o se hundirán”. Y él podría haber decidido volver. Cuando la tempestad arreciaba, y habiendo decidido los marineros arrojar la carga al mar, la solución era volver, pues ya no tenían nada que llevar a Tarsis. Pero Jonás, ya despierto, y todavía esquivando ir a Nínive, prefirió morir que cumplir la misión: pidió ser arrojado al mar, y morir ahogado, que pedir que volvieran. El capitán incluso llegó a pedirle a Jonás a que orara a su Dios, pero él se resistió, pues para orar tenía que aceptar la orden de Dios, o nada cambiaría. Debió haber pensado: “Moriré, pero no iré”. Ser arrojado al mar fue una decisión de él, no fue una orden divina. Quería morir, tal como – después de la salvación de Nínive y cuando la calabacera que le hacía sombra se secara– otra vez deseó la muerte. Luego de ser arrojado al mar, todos tuvieron sorpresas. Los marineros, porque el mar se calmó repentinamente, por lo que temieron al Dios de Jonás. Y Jonás, porque no se ahogó, sino que fue engullido por un gran pez, y estando en su vientre, no parecía que moriría en ese lugar. Todo indica que Jonás luchó mientras estuvo dentro del pez, y sólo oró al tercer día. Habiendo finalizado su oración, fue vomitado en la playa, y salió del gran pez caminando, y recibiendo nuevamente la orden de ir a Nínive. ¿Qué pez fue el que tragó a Jonás? La Biblia no lo revela, pero para la finalidad de la historia es un detalle sin importancia. Por lo que parece, sobrevivir dentro de una ballena no fue un privilegio único de Jonás. Hay noticias de que en febrero de 1891, cerca de las islas Malvinas, el ballenero Star of the East, circulaba por allí y avistó a una gran ballena a cuatro kilómetros. Atacaron a la ballena, pero ésta hundió uno de los botes, desapareciendo uno de los tripulantes. Luego de cargar la ballena a bordo, después de unas 24 horas encontraron a James Bartley, el marinero desaparecido, en el interior del estómago, desmayado. Él diría más tarde que se había desmayado de miedo, y no por falta de aire. Hay informes de otros dos casos, en 1758 y 1771, de personas que fueron engullidas por ballenas voraces y que luego fueron vomitadas y sobrevivieron. Estos casos, de ser verdaderos, no sirven para confirmar la Biblia (por mi parte, confía en ella porque para Dios, que es capaz de crear y dar vida, le sería mucho más fácil preservarla). Roberio Fernandes, que escribió un artículo sobre este tema, dice haber leído sobre esas curiosidades en el libro ¿Merece confianza el Antiguo Testamento? El libro es publicado en portugués por la editora Vida Nova. Un resumen de este libro se encuentra en Internet. El autor, Gleason L. Archer Jr., afirma que recogió esta información de una obra de octubre de 1927.
En el vientre del gran pez Jonás decididamente no quería ir a Nínive. Cuando el capitán del barco le pidió que orara a su Dios, se rehusó. Podría haber negociado con el capitán para volver, pues la evidencia mostraba que si intentaban volver a tierra firme, eso les habría sido concedido, al fin y al cabo, eso era lo que querían. Si Jonás también lo hubiera deseado, Dios seguramente lo aceptaría, y le ahorraría al profeta pasar largas horas en el vientre de un pez. Pero Jonás no estaba dispuesto a ingresar dentro de los planes de Dios: prefirió la muerte. Recursos Escuela Sabática ©
Pero la muerte no llegó. Tan pronto como comenzó a hundirse en el fondo del mar, sintió un impacto extraño y percibió que estaba siendo engullido. Debió haber pensado que las cosas empeoraban: en lugar de morir ahogado, moriría digerido por un pez. Pero el tiempo fue pasando, y Jonás no moría. Entonces tuvo tiempo para reflexionar acerca de su ministerio, el llamado de Dios, y su responsabilidad. Pasó un día, otro día, y al llegar al tercero, Jonás no podía distinguir el tiempo, pues no tenía un reloj ni podía ver si era de día o de noche. Pero debió haber sido sentido que pasaba mucho tiempo. ¡Cuán lento debe pasar el tiempo dentro de un estómago! Entonces decidió orar. En su oración reconoció que era imposible huir de Dios. Estaba angustiado, y clamó (ver Jonás 2). Temió no poder ver más el templo de Jehová. Si así pensaba, es que no estaba decidido a morir. Reconoció que estaba en lo profundo del mar, en una tumba. Su vida ya estaba desfalleciendo, lentamente. Entonces, agotado, sin poder dormir como lo estaba haciendo en el barco, clamó en oración al Señor, a su Santo Templo. Hizo voto de obedecer al Señor, y declaró que cumpliría con ese voto. Inmediatamente Dios le dio una orden al pez, y éste vomitó a Jonás en la playa. ¡Cómo debió sentirse al estar en tierra firme! ¡Cómo había arruinado las cosas debido a su desobediencia! ¿Quién iba a pagar la cuenta de la mercadería que debió arrojarse al mar por su culpa? ¿Cómo agradecerle al pez desconocido que había obedecido a Dios cuando él, un ser racional, había desobedecido? Y respecto a aquellos marineros, ¿por qué no había orado tan pronto como ellos se lo habían pedido, mientras había tiempo, para que Dios los llevara de vuelta? ¿Cómo es que estaba durmiendo en el fondo del navío, mientras los demás luchaban por su vida? ¡Cuántos errores sucesivos, hasta que cayó en la realidad, reconociendo que es mucho mejor obedecer a Dios que huir de Él, como si esto fuere posible! ¿Por qué tanta decisión de morir, cuando vivir con Dios es mucho mejor? Jonás huyó de Dios en un navío, y regresó a cumplir su deber en un pez. En vez de seguir a Tarsis, ahora decidió ir a Nínive.
La generación de Nínive Jonás finalmente fue a Nínive. De una cosa podemos estar seguros: no fue con el propósito y la intención de salvarla, ni de dar una advertencia que los librara de la muerte. Fue y predicó en un tono grave y amenazante, creyendo que Dios lo protegería de su arrogante proclamación, notificándoles que su fin había llegado. Caminó por las calles gritando que en cuarenta días serían totalmente destruidos por el Dios de Israel, debido a sus maldades e idolatría. Proclamó su mensaje como una sentencia de muerte pronunciada por un Dios infinitamente más poderoso que los que ellos adoraban. De otra cosa podemos estar seguros: Dios había enviado a Jonás, no para condenarlos, sino para evitar su destrucción, y el Espíritu Santo estaba con el mensaje. Ese mismo Espíritu pudo actuar en el corazón de las personas, partiendo del rey de la ciudad. Jonás dijo que pasarían cuarenta días, y la ciudad sería aniquilada. Él no le otorgó ninguna oportunidad al arrepentimiento, lo que deseaba era una condena a muerte. Los ninivitas, al primer día de escuchar el mensaje (Jonás 3:4), creyeron en Dios, y quedaron atónitos. Parece que en ese mismo día la noticia proclamada llegó a oídos del rey, y este se bajó del trono, se vistió de cilicio y se sentó sobre ceniza. Tomó la iniciativa y con un decreto real determinó que todos los ciudadanos de la ciudad hicieran lo mismo. Debían ayunar, incluyendo a los animales, participando del acto de contrición. Me imagino al ganaRecursos Escuela Sabática ©
do mugiendo de hambre, y la lamentación de toda la ciudad por arrepentimiento. El mensaje era de condenación (Jonás 3:4), pero ellos tomaron la iniciativa del arrepentimiento porque, “¿quién sabe, si se volverá y arrepentirá Dios y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos?” (Jonás 3:9). Esto indica que no había en el mensaje ninguna posibilidad para el arrepentimiento. Fueron ellos los que tomaron la iniciativa de la búsqueda de la liberación de la condenación, e intentaron cambiar el designio divino. Imaginemos toda aquella contrición, durante los cuarenta días hasta la fecha fatídica. Y pensemos en lo que habría ocurrido el penúltimo día, el pavor que debieron haber sentido, sin saber lo que Dios efectivamente haría. Y también podemos imaginar a Jonás, fuera de la ciudad, en aquél mismo día, imaginando ver humeando la ciudad, con todos los ciudadanos y los animales muertos por el poder de Dios. Pero, ¿era eso lo que Dios quería? ¿Para eso había sido enviado Jonás a Nínive? ¿Eso es lo que Dios nos envía a proclamar hoy, al enviarnos al mundo y proclamar la Segunda Venida de Jesús a la tierra?
El lamento de Jonás Jonás fue a regañadientes a predicar a Nínive. Debió haber hecho su anuncio con odio en el corazón y con tono amenazador en su mensaje, pronunciando las palabras como si fueran un veredicto final. Ante el grave anuncio, se generó un movimiento de reacción, no contra Jonás, sino a favor del arrepentimiento. No sabemos cómo se inició ese proceso, pero sabemos que el rey lo aceptó, y decretó el arrepentimiento. Todos debían humillarse ante el Dios de Israel. ¿Cómo pudo Jonás desear, aun a pesar de esto, de que fueran destruidos? ¿Qué debió haber hecho Jonás? Debió unirse al clamor de ellos, ayudándolos en su proceso de arrepentimiento, orando por ellos, enseñándoles acerca de la obediencia. Debió haberse presentado delante del rey para instruirlo en las políticas públicas de una nueva Nínive, adecuando la legislación y las políticas de gobierno hacia un cambio definitivo. Al final, Nínive se arrepintió. Y desde ese momento en adelante, ¿dónde estuvo el profeta, que nada más había hecho para ayudarlos a mantenerse en el nuevo camino? Podría haber buscado otras personas en Israel que lo ayudaran a enseñarle a los ninivitas sobre la obediencia a Dios. Se había creado un gran momento favorable a los cambios que Dios deseaba realizar en esa ciudad, y Jonás perdió la oportunidad. La ciudad había madurado para, digamos, convertirse y entonces ser bautizada, pero, ¿dónde quedó el misionero, dónde quedaron los misioneros? ¿Qué hizo Israel para hacer de Nínive una aliada, adorando igual que ellos? Fue una oportunidad perdida, una gigantesca oportunidad para la conversión de ciento veinte mil personas, con rey y todo. Cuando todo estaba saliendo bien, Jonás entendió que estaba saliendo todo mal. Él quería ver a la ciudad destruida, y Dios quería salvarla, a los ciudadanos y también a los animales. A Jonás le faltó comprender los designios de Dios. Por ello, al llegar el cuadragésimo día, se decepcionó a tal punto que otra vez deseó la muerte. Pensó que no valía la pena vivir con un Dios que perdona a las personas (como si él nunca hubiera necesitado de perdón, habiendo sido salvado por un pez). Se decepcionó incluso con la muerte de una planta que lo había protegido durante un día del sol inclemente. Se había apenado por la muerte de una planta, aunque fuera apenas eso, un vegetal. Se entristeció con la planta muerta que deseó también la muerte para sí mismo. Pero no se condolió de ciento veinte mil personas, de sus familias, sus hijos, los ancianos, todos ellos arrepentidos, sin excepción. Quería que aun así fueran destruidos. Y porque eso no ocurrió, también quiso morirse. Recursos Escuela Sabática ©
Creo que por esa falla de Jonás, no mucho tiempo más tarde, la ciudad fue, de hecho, destruida. Le faltó completar la obra de arrepentimiento de los ninivitas. Anunció, pero no los santificó; inició la obra, pero la abandonó. Algo muy parecido ocurre hoy con muchas series evangelísticas: se bautizan decenas de personas, y luego los maestros desaparecen, los conversos se apartan y se van por la puerta del frente para nunca más volver. ¡No sólo Jonás se equivocó!
Resumen y aplicación del estudio I.
Síntesis de los principales puntos de la lección 1. ¿Cuál es el principal enfoque? El principal enfoque de esta semana cabe en una pequeña palabra: “Id”. Dios le dijo a Jonás: “Levántate, y ve…” La secuencia continúa: “Pregona contra ella”. Luego de ser vomitado por el pez, por segunda vez Dios le pide: “Proclama en ella el mensaje que yo te daré”. Dios debió haberle dicho a Jonás que en cuarenta días la ciudad sería destruida, pues eso fue lo que él predicó. Aquí entonces surge una revelación escondida en el mensaje. ¿Por qué Jonás debía anunciar que la destrucción sería en cuarenta días? ¿Por qué no ocurrió como en siglos anteriores, como en el caso de Sodoma y Gomorra, en el que no tuvieron ningún mensaje y en pocas horas todo fue destruido? Fueron dos casos diferentes. Seguramente, en el caso de Nínive, Dios le estaba dando un plazo y oportunidad para el arrepentimiento. Si no había posibilidad de arrepentimiento, entonces tampoco habría plazo. Dios sabe quién está dispuesto a arrepentirse y quién no. Él sabe cuándo cerrar la puerta de la gracia y cuándo mantenerla abierta. En el caso de Sodoma, los hombres de aquella ciudad habían querido abusar de los ángeles, pero en el caso de Nínive, ningún mal le hicieron a Jonás al entrar en la ciudad. Él la pudo recorrer libremente. Aún no habían llegado a ser tan libertinos e inicuos. 2. ¿Cuáles son los tópicos relevantes? Jonás debía ir, predicar la advertencia y, sin duda, brindarles una oportunidad. ¿Tendría Dios que haberle dicho a Jonás que los asistiera en su proceso de arrepentimiento? ¿No sería obvio que, habiéndose arrepentido, como profeta del Señor, inmediatamente fuera y sirviera de maestro, enseñando cómo debía ser el arrepentimiento, cómo adorar a Dios y cómo abandonar la idolatría? ¿Necesita Dios decirnos que a nosotros nos corresponde ayudar a las personas a ser salvas? ¿No está eso implícito en el propósito de servir al prójimo, aún más tratándose de un profeta? 3. ¿Has descubierto otros puntos que podrías añadir? ________________________________________________________________ ________________________________________________________________
II. ¿Qué cosas importantes podemos aprender de esta lección? Debemos anunciar el mensaje al mundo, pero también debemos asistir a las personas durante el proceso del arrepentimiento y por lo menos en los primeros tiempos de adaptaRecursos Escuela Sabática ©
ción a la nueva condición de arrepentidos y recién bautizados. Tal vez estemos trabajando de manera similar a la de Jonás: conduciendo las personas al bautismo, y luego abandonándolas a sus parcos y escasos conocimientos y poca experiencia con Jesús. 1. ¿Qué aspectos puedo agregar a partir de mi estudio? ________________________________________________________________ _________________________________________________________________ 2. ¿Qué medidas debemos tomar a partir de este estudio? Así como Jonás debió arrepentirse primero, también nosotros carecemos de arrepentimiento. En verdad, somos todos pecadores, con la diferencia de que nosotros conocemos la verdad y los demás no. Eso implica una responsabilidad, la de actuar en coherencia con el conocimiento que tenemos. Jonás no lo hizo así. 3. ¿Qué es lo bueno en mi vida que me propongo a reforzar y lo malo para cambiar? _________________________________________________________________ _________________________________________________________________ 4. Comentario de Elena G. de White “Mientras el profeta pensaba en las dificultades e imposibilidades aparentes de lo que se le había encargado, se sintió tentado a poner en duda la prudencia del llamamiento […] Mientras vacilaba y seguía dudando, Satanás le abrumó de desaliento […] El encargo que había recibido imponía a Jonás una pesada responsabilidad; pero el que le había ordenado que fuese podía sostener a su siervo y concederle éxito” (Profetas y reyes, p. 199). 5. Conclusión general “Sin embargo, Jonás reveló que no valoraba a los pobladores de aquella ciudad miserable. Estaba celoso de su reputación y no quería que lo denunciaran como profeta falso... Al ver que el Señor manifestaba su compasión y libraba a esta ciudad que se había corrompido delante de él, Jonás dejó de cooperar con Dios en su propósito de misericordia. No le preocupaban los intereses de ellos. Tampoco lo afligía que pereciera aquella grande muchedumbre que no había sido educada en el bien” (El Cristo triunfante, p. 174). Entonces, conforme la frase final de Elena G. de White, faltó alguien que les enseñara a los ninivitas a hacer lo que es correcto. 6. ¿Cuál es el punto más relevante al que llegué mediante este estudio? _________________________________________________________________ _________________________________________________________________ Prof. Sikberto R. Marks Traducción: Rolando Chuquimia RECURSOS ESCUELA SABÁTICA ©
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