Sonrisas y lágrimas por Robin Williams

bajos para el cine, The Angriest Man in Brooklyn ... de Williams en el cine es una suma de pequeños ... puerta de la casa del actor en Tibu- rón, y también, en la ...
6MB Größe 6 Downloads 74 vistas
4

|

espectáculos

| Miércoles 13 de agosto de 2014

Sonrisas y lágrimas por Robin Williams Dolor. Tras el suicidio del actor, confirmado ayer por la policía, el recuerdo de su mejor versión surgió en todas partes junto

a los homenajes; deja un primer legado de varias películas inéditas, entre ellas la tercera parte de Una noche en el museo cionó como set de filmación de Mork y Mindy, y en la estrella que lleva el nombre de Williams en el Walk of Fame de Hollywood. Muy cerca de allí, en la marquesina del club de comedia The Laugh Factory, se leía ayer: “Robin Williams, descansa en paz y haz reír a Dios”. Ese retrato de comediante único es el que todos querrán guardar, lejos del terrible recuerdo de lo ocurrido el 5 de marzo de 1982, cuando Williams fue testigo directo en el Chateau Marmont del Sunset Strip de los momentos previos a la muerte por sobredosis de John Belushi. “Dios te dice por medio de la cocaína que estás ganando mucho dinero”, confesó años más tarde, cuando se sentía alejado y feliz de aquel infierno de drogas y alcohol. Había luchado muy fuerte para escapar de esa prisión (“Ahora puedo hablar de mi alcoholismo porque estoy del otro lado”, le confesó en Los Angeles a Natalia Trzenko en una entrevista publicada por la nacion en septiembre de 2007), pero tropezó en los últimos tiempos con la misma dependencia, agravada por un persistente cuadro depresivo. Encontró la muerte solo, tan solo como cuando pasaba días enteros de su infancia lejos de sus padres (un ejecutivo de la industria automotriz

Viene de tapa

El fatal desenlace se produjo por asfixia, según la investigación preliminar de la policía del condado de Marin, distante unos 35 kilómetros de San Francisco. Poco antes, según el portal TMZ, Williams habría intentado sin éxito cortarse las venas de las muñecas con una navaja de bolsillo. A última hora de ayer se aguardaba el comienzo de la autopsia. A diferencia de otros casos parecidos, ni el asistente personal del actor (que halló el cuerpo sin vida en el mediodía de anteayer) ni la policía encontraron nota alguna con explicaciones sobre esta tremenda y definitiva decisión. En el final, la ficción volvió a marcar diferencias con la realidad: en uno de sus últimos trabajos para el cine, The Angriest Man in Brooklyn (estrenada a principios de mayo último en Estados Unidos), Williams encarna a un hombre desencantado con el mundo que trata de poner las cosas en orden con sus seres más cercanos después de saber que tiene un aneurisma cerebral y le quedan apenas 90 minutos de vida. La película era apenas una muestra de la opción preferencial que Williams le había dado al último tramo de su carrera, alejado en presencia, éxito y repercusión de sus mejores años. Los que van desde 1987 (Buenos días Vietnam) hasta 1997 (En busca del destino), tan bien recordado ayer en estas páginas por Javier Porta Fouz. La etapa postrera de la carrera de Williams en el cine es una suma de pequeños dramas con toques cómicos (en la inédita Boulevard encarna a un hombre casado y fiel que se enfrenta con su condición de homosexual no asumido), matizada con el regreso a la comedia más taquillera: retoma a Teddy Roosevelt en Una noche en el museo 3, estreno de la próxima Navidad en la Argentina. Por esta última línea transita a la vez el rescate emocionado y cálido que desde anoche emprenden famosos y anónimos de todas partes para despedir a uno de los reyes de la comedia de las últimas décadas. Flores y mensajes espontáneos escritos a mano aparecieron desde las primeras horas de ayer en la puerta de la casa del actor en Tiburón, y también, en la otra punta de los Estados Unidos, en el pequeño banco del Boston Public Garden en el que Williams y Matt Damon protagonizaron una de las escenas más recordadas de En busca del destino. Lo mismo ocurrió en la puerta de la casa de Boulder (Colorado) que fun-

Papá por siempre (Mrs. Doubtfire), uno de sus grandes éxitos de taquilla

y una ex modelo consagrada a la beneficencia) en la mansión familiar de las afueras de Detroit. Hijo único, se entretenía con sus mascotas (un perro y una tortuga) y una infinita colección de soldaditos de plomo. Sólo cuando la familia se mudó a California descubrió, alentado por sus padres, su vocación artística. Un camino que se afianzó todavía más cuando Williams, ya instalado en Nueva York, animaba espectáculos al paso en la calle para pagarse los estudios en la Juilliard School of Arts. Su mentor en esa escuela, el gran John Houseman, le dijo que perdía el tiempo haciendo drama y le aconsejó volcarse al stand up. Williams le hizo caso y multiplicó la apuesta. Con el tiempo demostró que podía interpretar a cualquier personaje con cualquier acento en cualquier lugar, improvisando hasta decir basta. “¿Qué lleva a un payaso a querer convertirse en Hamlet?”, se preguntó ayer el crítico histórico de cine del semanario Time, Richard Corliss. En su mirada, Williams siempre fue “esa alma melancólica que aparecía frente a los demás con un gesto divertido y extraño a la vez”. Basta detenerse unos minutos frente a un retrato del actor para darle toda la razón.ß

La sociedad de los poetas muertos

Mork y Mindy, su debut en la TV

Con su Oscar por En busca del destino

afp

instagram

Con Robert De Niro, en Despertares

Una noche en el museo, su último éxito

b En su cumpleaños, la última imagen Hace tres semanas, Williams subió a su cuenta de Instagram una foto del festejo, el 21 de julio último, sobre la que escribió: “¡Feliz cumpleaños a mí! Me visitó una de mis colegas preferidas, Crystal”

Desde el planeta TV trayectoria. El comediante se hizo conocido haciendo stand up y

cambió la pantalla chica con la inolvidable sitcom Mork & Mindy Natalia Trzenko LA NACiON

Antes de desearle buenos días a Vietnam, de unirse a la sociedad de los poetas muertos, de salir de la jaula de las locas y de ganar un Oscar, Robin Williams fue cómico de stand up. Y, de hecho, siguió siéndolo hasta el final. Cuando otros actores que como él lograron la fama después de años de transitar el circuito de los clubs de comedia le daban la espalda a su pasado pasándole lustre a su condición de estrellas del cine, Williams siempre fue el mismo. Aquel que volvía una y otra vez a los pequeños escenarios, que estrenaba material como si lo disparara con una ametralladora y que aprovechaba cada aparición pública para probarlo, darle forma, descartarlo y volverlo a crear. Era una manía que desarmaba a quien tuviera enfrente –basta con buscar

Williams, en The Crazy Ones en YouTube cualquiera de sus rutinas o recordar su participación en el ciclo Inside de Actor’s Studio–, la misma que, a fines de los años 70, le consiguió el pase de actor invitado en la serie Días felices a protagonista de la indeleble Mork & Mindy. “La televisión fue su cuna y, de alguna manera, su verdadero hogar. El medio le permitía la soltura y la espontaneidad que a veces son desterradas de las películas. La te-

levisión fue el lugar que lo lanzó a la fama y, en tiempos más recientes, fue el espacio al que regresó en busca de estabilidad”, decía ayer Alessandra Stanley, crítica de TV de The New York Times, recordando cómo aquella sitcom protagonizada por una bonita universitaria, Mindy, y un extraterrestre recién aterrizado del planeta Ork, Mork, funcionaba gracias a las legendarias habilidades de Williams para la improvisación. Mork & Mindy era una sitcom moldeada y basada en su stand up, en el personaje que era Robin Williams aun antes de que alguien lo conociera. Antes de la fama que le consiguió la exportación de la serie a todo el mundo y mucho antes del fenómeno que desató en donde se estrenara. Esa ola planetaria que tenía a los chicos de todos lados repitiendo aquello de “nanu-nanu”, vistiendo tiradores de los colores del arco iris y llamando a Orson. Después llegaron el cine y los papeles más o menos memorables en películas mejores o peores, pero que muy pocas veces conseguían hacerle justicia al estilo de Williams como sí lograba la pantalla chica. Tal vez por eso, el año pasado, décadas después de Mork & Mindy, el actor regresó a la TV para encabezar The Crazy Ones, interpretando un papel creado a su medida. La serie de David E. Kelley giraba en torno a Simon Roberts, un publicitario tan exitoso como desequilibrado al que el actor le sacaba todo el provecho posible en los menos de treinta minutos que duraba cada episodio. Claro que, como ya le había sucedido otra veces, los guiones no estuvieron a la altura del talento de Williams, que a pesar de sus dificultades personales siguió transmitiendo hasta su cancelación esa energía de los tiempos del stand up y de aquel extraterrestre aterrizado en el planeta TV.ß