Espectáculos
Página 4/LA NACION
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Sábado 24 de julio de 2010
TEATR0 Opinión Por Ernesto Schoo
(Platea infantil)
(Piedra libre)
Por Juan Garff
Juegos, sonrisas y respeto El misterioso clavel verde del temible Oscar Wilde En la noche del 20 de febrero bitualmente lucía en sus solapas, de 1892, en el escenario del St. Jaera lo que él llamaba “un señuelo mes Theatre, de Londres, Oscar para cazar bobos”. Precisamente Wilde se adelantó hacia las canen vísperas del estreno de El abadilejas, impecablemente vestido, nico…, le había encomendado al con un clavel verde en el ojal de director y primer actor del Saint su jaquet y el cigarrillo humeante James, Graham Robertson: “Mezen la mano derecha. Esta era una clarás entre el público a varios jóflagrante transgresión, no sólo de venes apuestos que lleven un clala etiqueta mundana vigente envel verde en la solapa: los tiñen en tonces sino también de la más ele- la florería Tal”. “¿Para qué?”, premental precaución en un teatro, guntó Robertson. “Le intrigará al donde abunda el material inflapúblico –respondió Oscar–. En esmable. Pero pocos en el público se cena habrá un joven actor que llelo reprocharían: de pie, entusiasvará un clavel verde, y cuando el mados, los espectadores habían público vea a otros en la sala que exigido la presencia del autor de también lo llevan, pensará que El abanico de lady es el símbolo de Windermere, que una secta mística, acaba de estrenaro algo por el estise esa noche. Y dijo lo, y se preguntará Oscar (con aquella qué significa”. “¿Y “No escribo voz que hasta sus qué significa?”, inobras para enemigos reconoquirió Robertson. cían como musical “Nada en absoluto nadie y única): “Señoras –concluyó Wilde–, y señores, he disfrupero eso es justa–afirmaba–, tado inmensamente mente lo que a nade esta velada. Los die se le ocurrirá.” sino para actores nos han da* * * do una encantado-
divertirme”
ra versión de una obra deliciosa, y la apreciación de ustedes ha sido en extremo inteligente. Los felicito por el gran éxito de la labor de ustedes como espectadores, lo que me lleva a creer que piensan de la obra casi tan alto como yo”. * * *
La insolencia hizo delirar al público y enfureció a los críticos, pero el éxito ya estaba asegurado. Como su gran amiga Sarah Bernhardt, Wilde tenía un especial talento para llamar la atención. El clavel teñido de verde que ha-
Oscar, que era generalmente una persona amable y generosa, no tenía buena relación ni con los actores ni con los críticos. De los primeros, opinaba que eran tan sólo títeres encargados de transmitir su genio al vulgo. “No escribo obras para nadie –afirmaba–, sino para divertirme. Si algunas personas quieren actuar en ellas, a veces les permito que lo hagan”. Y en cuanto a los críticos, en una entrevista previa al estreno de El abanico…, preguntado por la posible reacción de éstos, contestó: “Espero que no la entiendan en absoluto”.
Enrique Federman, Silvina Reinaudi y Carlos Gianni: un terceto de excelencia Muy buena ((((
N Música. La cantante Magdalena Fleitas, autora de Risas de la Tierra, interpreta su popurrí de temas latinoamericanos. Casa del Bicentenario, Riobamba 985. Hoy, a las 16. Entrada libre.
Esto no es serio Libro: Silvina Reinaudi. Intérpretes: Marcelo Albamonte, Denise Cotton, Mariela Kantor y Jorge Maselli. Música: Carlos Gianni. Coreografía: Diego Bros. Vestuario: Mónica Toschi. Dirección: Enrique Federman. En El Cubo, Zelaya 3053. En vacaciones de invierno, todos los días a las 15. Entrada: 40 pesos.
Cada actor con un rollo de cinta de enmascarar, esa que usan los pintores. Y un biombo. Estos elementos bastan para poner en movimiento una singular serie de cuadros de humor y juego. Dos actores y dos actrices, de parejo vestuario negro y peluca azul, asoman al escenario desde detrás del biombo, en una aproximación sin palabras, de apariciones y ocultamientos repentinos e inesperados, que va dibujando sonrisas y primeras carcajadas sueltas en la platea. A partir de allí, planteado el código lúdico, avanza la propuesta de Esto no es serio con transformaciones constantes, guiadas por la calidad actoral de los intérpretes. Y de las cintas, que dibujan sillas, delimitan campos, inclinan el horizonte y hasta se convierten en goma de mascar. Todo se arma y desarma en instantes, sin que al público de no importa qué edad le cueste seguir las variaciones temáticas de la diversión. Mérito sin duda del elenco: Denise Cotton, Mariela Kantor, Marcelo Albamonte y Jorge Maselli, parejos en su disparidad corporal. La sencillez de los recursos escénicos se apoya sin embargo en una gran riqueza de los recursos creativos puestos en juego. Desde el libro de Silvina Reinaudi, pasando por la música de Carlos Gianni y el toque de vestuario de Mónica Toschi, hasta la dirección de Enrique Federman, quien incorpora como puestista la precisión del timing para desencadenar el humor, propia de su formación de clown.
N De Suiza. La Compañía Teatro Dimitri, de Suiza, combina en El jefe de estación y la bailarina música, danza, acrobacia y clown. El Cubo, Zelaya 3053. Viernes 30, a las 20.30; sábado 31, a las 17, y a las 20.30; domingo 1° de agosto, a las 21.30, y lunes 2, a las 20.30. Desde 50 pesos.
N Rock. El grupo Papando Moscas despliega su potencia musical y su humor en la presentación de su último CD, La hora de la pavada. La Trastienda, Balcarce 460. Todos los días, a las 16. $ 45. N Circo. La acrobacia convertida en
lenguaje poético en Grandes éxitos, de la troupe Circo Negro. Club de Trapecistas Estrella del Centenario, Ferrari 252. Jueves, viernes y domingos, a las 19; sábados, a las 19 y a las 21. Desde 20 pesos.
N Dragón. Escrita y dirigida por Enrique Pinti, Mi bello dragón es una comedia musical brillante, plena de humor. En el Maipo, Esmeralda 443. Martes a domingos, a las 17. Desde 30 pesos.
Marcelo Albamonte, Denise Cotton, Jorge Maselli y Mariela Kantor, fantásticos
Es el mismo equipo que despuntó hace unas temporadas con La Fila. En esta nueva obra se alcanza aun mayor fluidez en el paso de una escena a otra, con lo que la estructura en cuadros se convierte en un devenir de situaciones y personajes sin solución de continuidad.
Partitura hermosa El volumen un punto demasiado fuerte en la función de estreno, con un retorno de sonido tal vez no muy nítido para los actores, llevó en algunos pasajes a una afinación un tanto forzada de la bella partitura de Gianni. Pero es un detalle
menor, fácil de ajustar dadas las cualidades vocales puestas en evidencia por el elenco a lo largo de la obra, que tiene atractivos más que suficientes como para animarse a un volumen menos invasivo, como para permitir que la mirada y el oído de los espectadores se dirijan hacia el escenario, ávidos de compartir el placer de jugar. “Historias repetidas que nunca son lo mismo, todo cabe en el juego y no hay tiempo perdido”. La letra de uno de los temas sintetiza un objetivo logrado. La variación sin fin del espíritu lúdico, liberado por las manos expertas de un equipo sin fallas.
N Títeres. Zoquete se libera para encontrarse con Susana Calcetín en El molinete, un clásico de títeres dirigido por Carlos Martínez. En el Cervantes, Libertad 815. Miércoles a domingos, a las 17. $ 25. N Del Litoral. En el ciclo Música pa-
ra Bajitos subirá a escena el trío Fábulas del Monte, con canciones litoraleñas y candomberas sobre sapos, carpinchos y yacarés. Palais de Glace, Posadas 1725. Mañana, a las 12. Entrada libre.
N Topa. El popular conductor de Disney Channel presenta su show en una jornada para chicos en el los parques de Palermo, precedido por talleres de plástica (a las 11) y la representación circense de Ludus (a las 12.15). Rosedal de Palermo. Domingo, a las 13. Gratis.
Panam, una pálida remake de sí misma Apela a personificaciones de las princesas más populares, pero ahora con personajes hipermediáticos Mala (
Panam y sus princesas. De: Laura Franco, Marisé Monteiro y Carlos Tarrío. Dirección: L. Franco. Con: L. Franco (Panam), Matías Alé, Tota Santillán, Paul y Pol, Sabrina Artaza, Federico Mazzei y elenco. Música: Eduardo Frigerio, Sebastián Fucci y Federico Vila. Coreografía: F. Mazzei. Vestuario: Fernando Corona. En el Broadway.
Se hace esperar. Pasa media hora, apenas matizada por las reiteradas ofertas de varitas mágicas luminosas y faldas de tul y vestidos de raso para ser estrella también desde la platea. Y las imágenes de ella en las pantallas al costado del escenario, alternadas por los avisos de los auspiciantes. Pero finalmente sale a escena. Es Panam, en su novena temporada teatral, que entra en escena cual vedette que ha sido. Las princesas que anuncia son personificaciones de ella misma de las heroínas más populares del imaginario de las niñas de 4 y 5 años, nutrido desde el universo Disney: Cenicienta, convertida aquí en Panamcienta, la sirenita Ariel, la Bella (Panambella) que se enamora de la
Bestia, Blancanieves o Panamnieves... Pero no hay una reelaboración teatral de los personajes. Más que nada se distinguen a través de los cambios de vestuario –a lo largo de todo el show cerca de veinte– de Panam y de algún gag con los personajes secundarios que acompañan a la princesa de turno. Matías Alé aporta los roles principescos y su aire de pretendida ingenuidad, Tota Santillán pone el cuerpo a un mago de sencillos recursos y otros papeles que introducen a la estrella, siempre con el resignado revoleo de la mirada hacia el techo que acuñara Jorge Porcel. Los gemelos Paul y Pol, integrados a la troupe de Panam ya desde hace unas temporadas, agregan una cuota de humor. Panam retoma en tanto sus temas clásicos, con los estribillos pegadizos de Cro cro cro y Cuchi cuchi, para rematar con la invocación celestial de Angel de la guarda. Sabrina Artaza es la malvada bruja que, movida por la envidia, intenta sabotear la presentación de las princesas. Su presencia, marcada desde el estereotipo, logra impactar en la platea, donde salta algún llanto de las más pequeñas y el enfervori-
Laura Franco llegó a su novena temporada
zado rechazo de las más grandes. Pero este momento de intensidad casi dramática no encuentra un contrapunto en Panam, quien intenta disipar la tensión con su mera aparición en escena. Para algunos no es suficiente, alguna niña pide irse, asustada. Cada tanto se filtra en los parlamentos algún comentario como (referido a Alé) “¡Lo vi con
cada bagre a éste!”, que remiten a la existencia de los protagonistas como personajes de la movida mediática. Menciones de Marcelo Tinelli, la misma inclusión de Alé y Santillán en el elenco o la referencia a Xuxa como modelo de Panam mantienen la propuesta atada al carro que teóricamente había abandonado Laura Franco al dedicarse casi en exclusividad al público infantil. La propuesta es subsidiaria de la estética revisteril, pero se queda lejos del magnetismo que impuso la brasileña en su época dorada hace ya más de veinte años. La misma Panam ya no arrastra con la misma facilidad que antaño al público infantil, como pone en evidencia la sala llena a medias. No le haría mal seguramente dar un giro más audaz, poniendo la puesta en escena de su show en manos de un director con experiencia, que tome al personaje, pero le pueda dar una vuelta de tuerca y logre atrapar a un público que, por su edad, no está atado a reminiscencias de la fama. Así como está, Panam y sus princesas no es más que una pálida remake de sí misma.