RAHAB Por Carlos H. Suárez Usado con permiso
¿Quién podría imaginar que Jesús, el hijo de Dios, tuvo una tatarabuela que fue ramera? Bueno, aunque usted no lo crea, Mateo incluye a una ramera en la genealogía del rey David y de Jesús: “Salmón engendró de Rahab a Booz…” (Mateo 1:5). Pero, ¿Quién fue esta mujer llamada Rahab? Rahab fue una mujer cananea que vivió en Jericó y se dedicaba al desdichado oficio de la prostitución. Su nombre, el cual significaba arrogante, orgullosa, violenta, hablaba elocuentemente de su temperamento. Su historia la encontramos en los capítulos 2 y 6 del libro de Josué. Cuando los israelitas se preparaban para conquistar Canaán, ella mostró inteligencia y fe, al esconder a los espías israelitas en el techo de su casa. Como su casa estaba en los muros de la ciudad, pudo descolgarlos por una ventana y enviarlos a salvo de regreso a su campamento. Por esa acción temeraria, Rahab les hizo prometer a los espías, que tanto ella como su familia, no serían destruidas cuando Israel entrara triunfante sobre la ciudad, y así aconteció: “Así Josué salvó a la prostituta Rahab, a toda su familia y todas sus posesiones, por haber escondido a los mensajeros que él había enviado a Jericó” (Josué 6:25ª). Rahab estaba muy enterada del acontecer mundial y mostró una profunda inquietud teológica al confesar lo siguiente: “Yo sé que el Señor y Dios es Dios de dioses tanto en el cielo como en la tierra” (Josué 2:11). Por eso en el Nuevo Testamento, la epístola a los Hebreos la incluye en el salón de la fama de la fe (Hebreos 11:31). Y el apóstol Santiago destaca que, por su acción audaz, “…fue declarada justa” (Santiago 2:25). Por lo tanto, en esta mujer se conjugaron perfectamente la fe y las obras. Tuvo fe en Dios y esa fe la llevó a actuar en pro de los planes de conquista del pueblo de Israel. ¿Puede Dios cambiar la vida de una prostituta? Rahab es un ejemplo evidente de la gracia salvadora y transformadora de Dios. Ella prefirió renunciar a sus dioses y al futuro de su pueblo, con tal de identificarse con el pueblo de Dios, y Dios la cambió radicalmente. Dios está dispuesto a salvar a cualquier persona sin importar lo sucio que esté su corazón. No importa cuan vergonzoso haya sido tu vida hasta hoy, Jesús dijo “…y al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37b). El que cree en Jesús y le confiesa como su Señor y Salvador, recibirá la vida en abundancia y no será rechazado por el Padre ni será avergonzado por el mundo.
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