Proceso histórico al conquistador

ros: sigamos la señal de la Santa Cruz verdadera, que con ella venceremos.» Y luego mandó .... ésta se diezmase en escasas décadas no solamente en esta isla, sino ..... toa, le sale airoso de los peligros, se ganan batallas, se obtienen bue-.
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Alianza Universidad

Francisco de Solano, Guillermo Céspedes del Castillo, Enrique Otte, Pilar Sanchiz Ochoa, Pedro A. Vives Azancot, Jacqueline de Durand-Forest, Fernando Silva-Santisteban, Carlos Meléndez Chaverri, Francisco Tomás y Valiente

Proceso histórico al conquistador E d i c i ó n coordinada p o r Francisco de Solano

M92-IW2 QUINTO CENTENARIO

Alianza Editorial

E L CONQUISTADOR HISPANO: SEÑAS D E IDENTIDAD FRANCISCO DE SOLANO

D e entre las cinco naciones de la Europa occidental, invasoras de A m é r i c a , solamente a los e s p a ñ o l e s se les reconoce como conquistadores. Portugueses, ingleses, franceses y holandeses ocuparon tierras en diferentes espacios americanos, teniendo sus soldados y cuerpos defensivos; pero é s t o s , tan guerreros y conquistadores como los soldados de E s p a ñ a , no tienen sustantivo específico que los califique. E l conquistador es figura y definición genuinamente e s p a ñ o l a , y a su hazaña se la conoce por conquista — i n c l u s o en idiomas extranjeros—. Porque una nueva empresa política (ampliación de tierras) e incluso religiosa ( p r o p a g a c i ó n evangélica) venía a suceder en A m é r i c a la concluida en 1492 con la conquista del reino de Granada. Los otros pueblos europeos habían padecido el fantasma de la guerra en sucesivas ocasiones, pero guerra de conquista (o de reconquista) solamente P o r t u gal la había mantenido, por su lado, concluida en la P e n í n s u l a Ibérica en el siglo x i v y renovada en el x v con las conquistas de Ceuta, Tánger y de otras plazas en territorios m a r r o q u í e s . Sin embargo, n i los colonos-soldados de los feudatarios portugueses de Brasil, n i los colonos holandeses, franceses, n i tampoco los ingleses adquieren nombres específicos, d i f u m i n á n d o s e sus acciones como propias de u n tiempo nebuloso y poco preciso. Solamente tiene n o m b r e p r o p i o el colono-soldado e s p a ñ o l que se enrola en una empresa de penetración en el t e r r i t o r i o : empresa concebida bien para ayudar a la definición geográfica o para su ocupación efectiva. Se le conoce p o r conquistador, y posee unas características 15

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propias y singulares, aunque bastantes otras de sus cualidades (negativas y positivas) sean semejantes a las p o s e í d a s por los colonos-soldados de P o r t u g a l , G r a n B r e t a ñ a , Francia y H o l a n d a , y desarrolladas por los espacios americanos por donde se expandieron estas potencias europeas. E l conquistador e s t á , asimismo, delimitado por fechas: desde 1506 (conquista de Puerto Rico) a 1573, en que Felipe I I sanciona unas Nuevas Ordenanzas de Descubrimiento y Población, documento capital por el que se considera concluido el p e r í o d o ocupacional y conquistador para pasar al de pacificación, al de una sistemática colonización: las empresas expansivas que se realizaron a p a r t i r de 1574 ya no estarán encuadradas (o definidas) como conquistas, n i p o r conquistadores, n i sus protagonistas alcanzarían los grados sociales y e c o n ó m i c o s que los conquistadores h a b í a n alcanzado en otras zonas, aunque obtendrían otras recompensas sociales y premios e c o n ó m i c o s . E l conquistador e s p a ñ o l nace entre dos fechas bastante p r ó x i m a s : entre 1460 y 1530. E l grupo conquistador, n u m é r i c a m e n t e corto, se distribuye entre 1460 —fecha del nacimiento de Juan Ponce de L e ó n , el vallisoletano conquistador de Puerto Rico y descubridor de Flor i d a — a 1528, fecha del nacimiento del vasco Juan de Garay, fundador del segundo Buenos A i r e s . E n t r e ambas fechas nacen mayoritariamente en E s p a ñ a los protagonistas de la formidable p e n e t r a c i ó n y ocupación del continente americano. Pero en este grupo participan individuos de otras naciones europeas: en una p r o p o r c i ó n en verdad escasa, pero significativa. Aparecen portugueses, franceses e italianos (genoveses, toscanos) no subditos del rey de E s p a ñ a , t a m b i é n alemanes y flamencos, malteses y griegos que a c o m p a ñ a n a los e s p a ñ o l e s en las m ú l t i p l e s empresas que siguen al descubrimiento en 1492. L a e x p a n s i ó n e s p a ñ o l a se realiza con unas características de rapidez en la o c u p a c i ó n t e r r i t o r i a l que tiene escasos precedentes en la H i s t o r i a Universal. E n menos de una centuria se extiende p o r unos paisajes d i l a t a d í s i m o s , en los que se enraiza con la fundación de n u m e r o s í s i m a s ciudades. Esta o c u p a c i ó n americana se hace siguiendo una g r a d a c i ó n : — — —

A m b i t o de las A n t i l l a s , y m u n d o circumcaribe: 1492-1520. A m b i t o de las grandes culturas americanas (1520-1550). A m b i t o del Cono Sur: Chile ( 1 5 4 0 ) , R í o de la Plata (15361580).

Todas esas ocupaciones derivaron de muchas expediciones y de muchas empresas, a las que se les aplica el mismo nombre genérico de « c o n q u i s t a » , pero que pertenecen a diversos tipos, aunque sus

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comportamientos sean casi i d é n t i c o s . H a y territorios que se ocupan d e s p u é s de conquistas r á p i d a s ( M é x i c o , m u n d o incaico); otros, por el contrario, obedecen a una acción guerrera lenta (como la que procede en Y u c a t á n , a cargo de los salmantinos M o n t e j o ) , y , por ú l t i m o , t a m b i é n hay conquistas m u y prolongadas (como la del reino de Chile, que concluye p r á c t i c a m e n t e en pleno siglo x i x ) .

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LA EMPRESA DE L A CONQUISTA

ESPAÑOLA

Las expediciones e s p a ñ o l a s que operan en u n t e r r i t o r i o americano l o hacen con unos rasgos originales, que tienen sus precedentes en las acciones guerreras de la Reconquista e, inclusive, posee rasgos que le provienen de las armadas'. Estaban, eso sí, sostenidas por el Estado, quien delimitaba funciones y espacios g e o g r á f i c o s ; pero siendo éstos tan imprecisos, la e x p e d i c i ó n ayudaba a dibujarlos y a perfeccionarlos. Los límites de cada jurisdicción resultaban, irremediablemente, inseguros y difuminados, m i l veces m o t i v o de disensiones y enfrentamientos entre jefes de conquista. Corona concedía la exclusiva de una empresa a u n particular, o particulares, por medio de una capitulación, que se la h a b í a n ped i d o . L a gran m a y o r í a de estas expediciones fueron mixtas, con participación conjunta del Estado y de la empresa privada: de ahí que estas características hagan que las expediciones (de descubrimient o , de conquista, de poblamiento) comiencen siempre con el compromiso jurídico de la c o m p o s i c i ó n de la empresa, de pronunciado carácter contractual, obligando a ambas partes (Estado y particulares) y que se reparten cargas y beneficios. E n la capitulación se establecían la exclusiva de la empresa al peticionario, los límites del t e r r i t o r i o que se pretendía ocupar e incorporar a la Corona de E s p a ñ a , impon i é n d o s e igualmente algunas condiciones — f i j a c i ó n de una r u t a , presencia de algunos funcionarios (de hacienda, escribanos) y la obligatoriedad de fundación de núcleos urbanos, ya que s u p o n d r í a el germen de futuras entidades p o l í t i c a s . Ese concesionario quedaba como jefe de la e x p e d i c i ó n , e n c a r g á n d o s e de su o r g a n i z a c i ó n , procurando su financiamiento y recluta de personal. E l g r u p o se formaba con hombres libres, que acudían a la llamada del concesionario, que hacía pregonar su capitulación: o el encargado de una empresa similar por 1 Las armadas, especialmente en caso de guerra, se montaban con una diferente participación de los socios y el Estado, resultando las ganancias proporcionales a lo aportado por cada parte. La forma más usual era la armada equipada totalmente por particulares: en donde toda la ganancia obtenida era para los armadores, pagando al rey la quinta parte.

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la m á x i m a a u t o r i d a d de u n t e r r i t o r i o , como H e r n á n C o r t é s comisionado p o r el gobernador de Cuba, Diego V e l á z q u e z de C u é l l a r . C o r t é s mandó hacer dos estandartes y banderas labrados de oro con las armas reales y una cruz de cada parte con un letrero que decía: «Hermanos y compañeros: sigamos la señal de la Santa Cruz verdadera, que con ella venceremos.» Y luego mandó dar pregones y tocar trompetas y atambores en nombre de Su Magestad y en su real nombre Diego Velázquez, y él por su capitán general, para cualesquier personas que quisiesen ir en su compañía a las tierras nuevamente descubiertas, a las conquistar y poblar, les darían sus partes de oro y plata y riquezas que hubiere, y encomiendas de indios después de pacificadas: y que para ello tenía licencia el Diego Velázquez de Su Magestad2. Con esos justificantes jurídicos e incentivos e c o n ó m i c o s se conformaba el g r u p o , resultando fortalecido si quedaba sostenido p o r algún indicio que justificase unos altos resultados. D e a q u í el gran peso que en la H i s t o r i a de la Conquista de A m é r i c a han tenido los m i t o s : dorados e n s u e ñ o s de riquezas todos ellos. Muchos de ellos, concebidos sobre bases reales, pero bastantes otros resultaron deslumbrantes espejismos en los que se h u n d i e r o n d r a m á t i c a m e n t e las esperanzas de muchos emigrantes, metidos a soldados de conquista para salir de pobres en otros escenarios que n o los de su pueblo natal. Quedaban fuera de estas empresas, como de su paso a A m é r i c a por las restricciones que el Estado impuso a la e m i g r a c i ó n durante el siglo x v i , los penados por la I n q u i s i c i ó n , los conversos y gitanos. Los esclavos p o d í a n ser llevados p o r sus amos, l o mismo negros, armas y caballos, si los tenían o tenían derecho a llevarlos como hidalgos. A s í la participación de los componentes del grupo se hacía a costa y minción, sin cobrar soldada, obteniendo beneficios solamente al t é r m i n o de la empresa, que se le otorgaban a cada expedicionario en razón p r o p o r c i o n a l a su participación. La empresa fue m i x t a , a la vez privada y p ú b l i c a . Sus mecanismos son sencillos: los particulares eran quienes p r o p o n í a n a la Corona la pretensión de ocupar determinado t e r r i t o r i o , que no estuviere ya anteriormente concedido, organizando la empresa mediante la obtención de recursos e c o n ó m i c o s precisos (barcos, bastimentos, armas) y los humanos. E l Estado, p o r su lado, fiscalizaba la empresa y sus resultados, obtenía de ella logros espaciales y u n porcentaje p o r los metales y perlas obtenidos. C o n c e d í a , asimismo, t í t u l o s , privilegios, 2 Bernal DÍAZ DEL CASTILLO, Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, Espasa-Calpe, Colección Austral, Buenos Aires, 1955. La cita, en página 4 8 .

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[ierras, cargos p ú b l i c o s a los vencedores, l o mismo que atendía a las empresas de conquista que fracasaron, sosteniendo a los conquistadores desafortunados o a sus viudas, hijos y nietos. Es inexacto, pues, calificar exclusivamente la empresa de la conquista como predominantemente privada, como suele con cierta frecuencia indicarse, con una persistencia que viene directamente del propio siglo x v i , en donde las voces de los conquistadores —sobre todo de los que habían arriesgado mucho y obtenido unos magros f r u t o s — insistían en el c ó m o d o papel del Estado, que apenas arriesgaba nada y había obtenido mucho a costa del esfuerzo personal de bastantes emigrantes desventurados. A l grupo expedicionario se le llama hoy hueste; durante el siglo x v i , compañía, y sus componentes se consideraban compañeros. E l jefe de la expedición era quien nombraba los capitanes. L a capitanía se c o m p o n í a de quinientos hombres en E s p a ñ a ; de doscientos en I t a l i a y, según Vargas Machuca, de treinta a cincuenta en I n d i a s . Los 508 soldados de la hueste de C o r t é s los r e p a r t i ó entre once capitanes, mientras que en la conquista de P u e r t o Rico cada capitán atendía a 30 soldados. E l jefe de la hueste, el caudillo, se comportaba no solamente como, p r i m e r a a u t o r i d a d , sino que le cabía dar ejemplo en su vida m i l i t a r y en sus comportamientos, l o m i s m o que cuidar a la expedición y a sus componentes. Las obligaciones del jefe para sus c o m p a ñ e r o s las define Pedro de V a l d i v i a en una de sus cartas de relación al emperador Carlos V , cuando relata su conquista de C h i l e : Ser capitán para animarlos en la guerra y ser primero en los peligros, porque así convenía. Padre para los favorecer con lo que pude y dolerme de sus trabajos, ayudándoselos a pasar como de hijos, y amigo en conversar con ellos. Zumétrico en trazar y poblar; alarife en hacer acequias y repartir aguas; labrador y gañan en las sementeras; mayoral y rabadán en hacer criar ganados y, en fin, poblador, criador, sustentador, conquistador y descubridor3. 2.

CONQUISTADORES: NÚMERO, EDAD, PROCEDENCIA

D e los emigrantes que dejaron la vieja Europa no muchos fueron conquistadores. Abandonaban sus entornos con el p r o p ó s i t o determinado de afianzar u n n ú c l e o urbano, casi recién fundado, con la colaboración de su iniciativa. Muchas de é s t a s nacían, precisamente, de la formación de huestes para la p e n e t r a c i ó n en el i n t e r i o r de A m é rica: el poblador, con ciertos posibles e c o n ó m i c o s — o , incluso, sin 3 Pedro de VALDIVIA, Cartas de relación de la Conquista de Chile, edición de José Toribio Medina, Santiago, 1953.

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ellos—, se alistaba en la hueste dispuesto, aunque no tuviese experiencia bélica, a participar en la empresa armada: se enganchaba en la milicia, debiendo obedecer al jefe (nombrado adelantado o gobernador) y obligado a no separarse de ella, sin licencia, so pena de muerte. Por estas características es difícil precisar el n ú m e r o exacto de los conquistadores. Desde luego m u y escaso. Con el gigantismo de las cifras que alcanza la p o b l a c i ó n actual aquellas cifras, incluso el de la emigración t o t a l a la A m é r i c a e s p a ñ o l a de 1492 a 1560, resultan cifras sorprendentes, tan singulares que es obligado recurrir a otras circunstancias para justificar las r á p i d a s victorias europeas y los fracasos continuados de la p o b l a c i ó n indígena, tan n u m é r i c a m e n t e superior: pero con una preparación rudimentaria y con armamento imposibilitado de competir con las armas de fuego. La propia división t r i b a l de las etnias aborígenes c ont ri b u y ó a hacer menos difíciles las operaciones de conquista. A)

De 1492

a

1520

Los emigrantes de 1492 a 1520, es decir, hasta el momento de la conquista de M é x i co -T enoc h t i t l a n, son unos 5.500, s eg ú n los recuentos de Peter B o y d B o w m a n . D e entre ellos se n u t r e n las empresas de exploración desde L a E s p a ñ o l a a Puerto Rico, Cuba, Jamaica, Tierra F i r m e , P a n a m á , Florida y la hueste de H e r n á n C o r t é s a M é xico, lo mismo que la i m p ort a nt e expedición de Pedrarias D á v i l a a Tierra F i r m e , que sale directamente de la P e n í n s u l a 4 . Aquellos emigrantes, pese a la pobreza de su n ú m e r o , ofrecen por sus aportaciones regionales rasgos de decidida importancia: Andalucía es la región que m á s población ofrece ( 2 . 1 7 2 ; el 39,7 por 100), y así seguirá ejerciendo esta primacía durante m á s de ciento cincuenta a ñ o s , seguida por Castilla la Vieja ( 9 8 7 ; el 18 por 100), Extremadura (69; el 14 por 100) y Castilla la Nueva ( 4 8 3 ; el 8 por 100). Son de L e ó n , por su lado, 406 emigrantes (7,5 por 100), siguiéndoles Vascongadas ( 2 5 7 ; el 4,4 por 100), Galicia ( 1 1 1 , con 2 por 100) y el resto de E s p a ñ a , con los extranjeros, supone el 5,5 por 100 (296 emigrantes). E l peso específico de A n d a l u c í a fue notable: primacía que man4 Se toman de Peter BOYD-BOWMAN todas las noticias demográficas de este estudio: 1964, Indice geográfico de 40.000 pobladores españoles de América en el siglo XVI, t. I (1493-1519), Bogotá; t. I I (1520-1539), México, 1968. Así como sus obras publicadas en 1967 («La procedencia de los españoles de América, 1540-1559», Historia Mexicana, vol. 17, núm. 6 5 , México), en 1974 («La emigración española a América, 1560-1579», Studia Hispánica in Honorem R. Lapesa, Madrid, t. I I ) y en 1976 («Patterns of Spanish Emigration to the New World, 1493-1580», The Americas, vol. X X X I I I , 1 , Washington).

III conquistador hispano: señas de identidad

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tuvo durante largo t i e m p o , siendo resaltada por lingüistas y sociólogos: durante el siglo x v i de cada tres colonizadores, u n o , por lo menos, era andaluz; de cada cinco, uno era oriundo de la provincia de Sevilla y de cada seis emigrantes uno era vecino de Sevilla. Esta proporción tan elevada tendrá relieve singular en la divulgación continental de formas de vida, costumbres y maneras de hablar: afirman B o y d B o w m a n y A n g e l R o s e n b l a t 5 . D e ahí que las expresiones y el acento de Sevilla, y no del castellano a la moda de Toledo, Burgos o Vallad o l i d , sea el imperante en A m é r i c a . N o obstante, a pesar de los porcentajes favorables de emigrantes s u r e ñ o s , los cargos directivos procedían de la región central de la Península, en donde permanentemente han estado establecidos los ó r g a n o s directivos de la política, desde los Reyes C a t ó l i c o s , e, incluso, los relacionados con las cuestiones ultramarinas, como el Consejo Supremo de las Indias. D e 1492 a 1520 se cuentan 32 autoridades y 93 capitanes de hueste: de ellas 45 son castellanas, 27 andaluzas, 24 de Extremadura, 17 de L e ó n , siete de Vascongadas, dos gallegos y una autoridad que procede de C a t a l u ñ a . Es decir, que de los 2.172 andaluces sólo el 3,6 por 100 de ellos o c u p ó cargo d i r e c t i v o ; de los 769 e x t r e m e ñ o s , 24 (el 3,1 por 100). Autoridades y funcionarios que, siguiendo sus vocaciones b u r o c r á t i c a s , regresan a E s p a ñ a en su gran mayoría. Durante este p e r í o d o , el centro político y económico de A m é r i c a está en La E s p a ñ o l a , y Santo D o m i n g o se convierte en su capital durante muchos a ñ o s . La isla resulta u n verdadero laboratorio de las relaciones entre los europeos e indígenas americanos, lo mismo que centro de e x p e r i m e n t a c i ó n para la aclimatación del europeo, de sus animales y sus plantas. E l español intentó i n t r o d u c i r las plantas alimenticias que sostenían sus gustos alimenticios; el c u l t i v o del cereal, cepas y olivos, que eran los ingredientes de los h á b i t o s del blanco, j u n t o a materias grasas y productos lá c t eo s . U n r é g i m e n de vientos inestables y u n calor y humedad excesivos arruinaron los intentos por aclimatar algunas de esas plantas. La necesidad o b l i g ó entonces, ante este fracaso, a adaptarse el español a la dieta alimenticia del i n d i o : este entrenamiento culinario, al que asimismo se someten los animales europeos — q u e encuentran amplias zonas de f o r r a j e — , explica el é x i t o de la aculturación del español en suelo antillano, p r ó l o g o indispensable de su invasión del continente. Infelizmente, t a m b i é n La E s p a ñ o l a fue escenario del p r i m e r contagio microbiano entre los indios, con características de c a t á s t r o f e , 5 Idem y Angel ROSENBLAT, La población rica, Buenos Aires, 1954.

indígena y el mestizaje en Amé-

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que unido a la inmunodeficiencia de la p o b l a c i ó n aborigen hizo que ésta se diezmase en escasas d é c a d a s n o solamente en esta isla, sino en las restantes de las A n t i l l a s . De 1492 a 1518 pasan por Santo D o m i n g o la mayor parte de los emigrantes e s p a ñ o l e s : individualidades de gran significación (Fernández de Enciso, Hojeda, Francisco Pizarro, Diego V e l á z q u e z , Vasco N ú ñ e z de Balboa, Juan Ponce de L e ó n , H e r n á n C o r t é s , Ped r o de A l v a r a d o ) y también pobladores que no solamente d e r i v a r o n jefes o soldados de hueste, sino escritores o críticos de la conquista (Las Casas). E n 1518 sale de Cuba la e x p e d i c i ó n C o r t é s para su empresa. Resulta interesante apuntar la regionalidad de sus componentes. Cortés dirige una p r i m e r a hueste de 380 hombres, que resultan 120 andaluces y 95 castellanos. Sus paisanos e x t r e m e ñ o s son 6 2 , mientras las otras regiones españolas aportan porcentajes inferiores: L e ó n , 31 expedicionarios; 2 1 vascos, u n navarro, dos asturianos, dos murcianos, cuatro aragoneses y seis catalanovalencianos, 14 gallegos, once portugueses y nueve italianos y franceses. Como esta amalgama regional es la componente de la población hispanoamericana, que tenía sus enfrentamientos. Gonzalo F e r n á n d e z de O v i e d o , el cronista, alcaide de la fortaleza de Santo D o m i n g o , l o apunta: ¿quién concertará al vizcaíno con el catalán, que son de tan diferentes provinvincias y lenguas?, ¿cómo se avendrán el andaluz con el valenciano, y el de Perpiñán con el cordobés, y el aragonés con el guipuzcoano, y el gallego con el castellano, y el asturiano y montañés con el navarro? Y así, de esta manera no todos los vasallos de la Corona Real de Castilla son de conformes costumbres, ni semejantes lenguajes6. pero a pesar de ello conquistadores provenientes de todas las regiones e s p a ñ o l a s , y por ello se le conoce (y define) como conquistador e s p a ñ o l , que usa del i d i o m a de Castilla, con acento m e r i d i o n a l , como lengua vehicular: por eso el castellano se convierte en e s p a ñ o l al o t r o lado del mar. B)

De 1520 a

1539

La conquista de M é x i c o desenfoca el núcleo antillano, atrayendo a u n i m p o r t a n t e n ú m e r o de los casi 14.000 emigrantes que pasan a A m é r i c a e s p a ñ o l a durante este p e r í o d o . Pero, j u n t o a la llegada de otros destinos, el grupo andaluz sigue siendo m a y o r i t a r i o : 4.247 6 Gonzalo FERNÁNDEZ DE OVIEDO, Historia general y natural de las Indias, Sevilla, 1535, cap. X I I I .

II i niK|iiisludur hispano: señas de identidad

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(el 52 por 100), seguido por los castellanos viejos ( 2 . 3 3 7 ; el 17,6 por 100), los e x t r e m e ñ o s ( 2 . 2 0 4 ; el 16,6 por 100), los castellanos nuevos ( 1 . 5 8 7 ; el 12 p o r 100). M i l cuatro son leoneses (7,6 por 100), 600 vascos (4,5 por 100), 193 gallegos (1,4 por 100), 131 catalanovalencianos, 122 murcianos, 101 aragoneses, 77 asturianos, 7 1 navarros y 31 canarios. D e donde se evidencia que el hecho americano es sostenido por todas las regiones e s p a ñ o l a s . Resulta s i n t o m á t i c o el atractivo, o el peso, de las patrias chicas de los jefes de hueste. Segovianos acuden a la llamada de las Indias, porque son segovianos R o d r i g o de Contreras y Pedrarias D á v i l a quienes l o solicitan. La e x p e d i c i ó n de H e r n a n d o de Soto, por su lado, recluta a su milicia en E s p a ñ a para i r a F l o r i d a , en la que se enganchan numerosos paisanos suyos de Badajoz. Estos veinte años entrañan una m u y f e b r i l actividad expansiva, verificada desde las plataformas de M é x i c o hacia el N o r t e (Nueva Galicia, Guadalajara) y A m é r i c a Central (Guatemala), mientras desde Santa M a r t a , Cartagena de Indias y P a n a m á se procede hacia el sur con preparativos que conducirán a las conquistas y fundaciones de P e r ú y del N u e v o Reino de Granada. E n la formación primera de P e r ú se hallan 297 colonizadores, cuya procedencia regional modifica en algo los porcentajes habituales: la m i t a d de esos emigrantes proceden de s ó l o cinco provincias (Badajoz, 155; Sevilla, 150; C á c e r e s , 1 1 1 ; V a l l a d o l i d , 109, y T o l e d o , 100). La primera L i m a se f o r m a con 247 vecinos de los que 69 son andaluces, 5 1 e x t r e m e ñ o s , 42 castellanos viejos y 28 nuevos, 25 vascos y, j u n t o a otros, están u n alemán y u n inglés. Las huestes formadas en E s p a ñ a , yendo directamente desde ella al destino americano, concluyeron en d r a m á t i c o s fracasos. Las expediciones del granadino Pedro de Mendoza al R í o de la Plata (1535) y de H e r n a n d o de Soto a F l o r i d a y Mississipi ( 1 5 3 8 ) , por ejemplo, aunque los espacios escogidos resultaban de casi despoblada geografía, finalizaron en una ruina t o t a l . La carencia de u n t i e m p o de adaptación y entrenamiento al medio, a la alimentación, a las extremas dificultades, al desconocimiento absoluto de la naturaleza americana, resultaban condiciones casi insuperables para u n colono-soldado recién llegado de Europa. Las mismas dificultades p o d í a n ser mejor resueltas por u n baquiano — u n conocedor, u n e x p e r t o — o por o t r o blanco con años de experiencia indiana. C)

De 1540 a

1560

L a emigración que sigue a 1540 ya conoce una H i s p a n o a m é r i c a consolidada en bastantes zonas. Y hacia ciudades ya en plena ac-

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tividad —aunque fuese precaria su f i s o n o m í a a r q u i t e c t ó n i c a — se proyectan los 9.044 emigrantes contabilizados por B o y d B o w m a n pura 1540-1559, y los sucesivos a p a r t i r de 1560. D e ellos, sigue siendo sintomático el 55 p o r 100, m á s de la m i t a d , procede de una cadena formada por las seis provincias del oeste peninsular —Sevilla, Extremadura (Badajoz, C á c e r e s ) , T o l e d o , Salamanca y Valladol i d . Andaluces son 3.269; e x t r e m e ñ o s , 1.416; castellanos (viejos y nuevos), 2.693; leoneses, 5 5 9 ; los vascos son 3 9 6 ; 73 gallegos y 332 extranjeros, que van masivamente a P a n a m á , M é x i c o y C h i l e ; también a P e r ú y las A n t i l l a s 7 . D e entre é s t o s , y otras muchas sucesivas oleadas de emigrantes, j u n t o a los radicados en A m é r i c a , se proceden las huestes que conquistan lentamente Y u c a t á n , Nueva Vizcaya, N u e v o M é x i c o . Y en el sur, el N u e v o Reino de Granada (Federman, J i m é n e z de Quesada, Belalcázar) y Q u i t o , mientras Pedro de V a l d i v i a , con 152 hombres, enraiza la conquista del Reino de C h i l e .

E l n ú m e r o de los conquistadores, de los factores de la ocupación del t e r r i t o r i o americano, fue escaso. E n t r e las características que se han apuntado para el conquistador —contempladas sus haz a ñ a s — salen su a r r oj o, su o s a d í a , su valentía, su í m p e t u y su empuje aventureros. Por el t a m a ñ o de sus gestas y el fervor p o r la aventura se les presupone hombres j ó v e n e s , en edad no crecida que justifique la capacidad de s u f r i m i e n t o , esfuerzo físico, luchas permanentes y difíciles combates contra una p o b l a c i ó n de la que se ignoraba casi todo. Parece lógico que la conquista fuera obra de j ó v e n e s guerreros, aureolando glorias al final de combates difíciles e insólitos, en paisajes infrecuentes, como escenarios de libros de caballerías —a los que eran tan aficionados— en donde el vencedor recibe la pleitesía de ricos vencidos y el amor de dóciles doncellas. Sin embargo, la Conquista es, p or el contrario, obra de colonos-soldados ya de edad madura: en esa en donde no tienen cabida la irreflexión, n i la f r i volidad, o los impulsos propios de una edad m á s joven que justifique una p a s i ó n p or la aventura y una gran curiosidad p o r l o desconocido. E l conquistador es u n reflexivo hombre ya hecho: en algunos casos, verdadero hombre casi anciano, m e t i d o a peleador p o r u n paisaje erizado de permanentes dificultades. Su participación es, pues, un hecho reflexionado. Y esta actitud n o encaja con el carácter de aventurero, al que siempre le caben apelativos de alocado y atolondrado. 7

BOYD-BOWMAN, en obra citada en nota [ 4 ] .

1(1 ciHH|iii»lmlor hispano: señas de identidad

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l ' i m i el siglo x v i la esperanza de vida calificaba como viejo a un Ilumbre de m á s de cuarenta a ñ o s , y era ya h o m b r e formado el que tenía m á s de veinticinco. E n 1568 cuando Bernal concluía mi obru, a los treinta y seis años de la conquista de Guatemala, de ION m i l soldados de C o r t é s sólo s o b r e v i v í a n seis: incluido el cronista. I,H mayor parte de los conquistadores tiene entre treinta y cuarenta y ( ¡ n e o años al inicio de su aventura. H e r n á n C o r t é s , Pedro de A l varado, Pedro de Mendoza, A l v a r N ú ñ e z Cabeza de Vaca y Panfilo de N a r v á e z , lo mismo que V á z q u e z de Colorado, Diego de Rojas y N ú ñ e z de Balboa. Pero t a m b i é n hay bastantes conquistadores que llenen edades elevadas: Pedrarias D á v i l a empieza sus conquistas con NesentH y cinco; Francisco Pizarro tenía cincuenta y cinco al iniciar mis preparativos de penetración en P e r ú y S e b a s t i á n de Belalcázar tenía m á s de cincuenta cuando se empecina en la conquista de Quito y Popayán. La c o m p o s i c i ó n de una hueste ideal, tomando como ejemplo los conquistadores de C h i l e , se f o r m a r í a con u n 25 por 100 de hombres que tienen de treinta y u n o a cuarenta a ñ o s , superando incluso los promedios de vida de los centros urbanos europeos; el 51 por 100 posee entre veintiuno y treinta a ñ o s , mientras el señuelo de la conquista no obra masivamente entre los j ó v e n e s mozos de dieciséis a veintiún años, ya que alcanza u n 16 por 100 de los 2.691 hombres identificados por Sergio Vergara, en las varias tentativas de la p r i mera conquista de C h i l e 6 . La experiencia fue consolidando el prestigio del conquistador, llegándole el éxito — s i es que le llegaba— d e s p u é s de muchos i n tentos para alcanzarlo. A m é r i c a obligaba — o b l i g a — a u n largo aprendizaje y no son frecuentes las subidas r á p i d a s , los go'pes de suerte, n i las fortunas inmediatas. E l éxito se fue trabajando con apretada paciencia, y constancia, casi como siguiendo u n escalafón, en donde la edad — j u n t o a la experiencia— en la dirección de huestes y en los cargos directivos era, t a m b i é n , factor i m p o r t a n t e . F e r n á n d e z de O v i e d o recomienda como edades i d ó n e a s para tomar parte en una hueste los veinticinco y t r e i n t a ; y para ocupar lugares de mando, Vargas Machuca en su Milicia y descripción de las Indias ( M a d r i d , 1599) precisa que deben detentarlos hombres de edad madura « p o r q u e al mozo se le pierde el respeto y al viejo la f u e r z a » .

Frente a estas escuálidas cifras A m é r i c a ofrecía u n paisaje humano v a r i a d í s i m o , desigualmente d i s t r i b u i d o por su tremenda geo8 Sergio VERGARA, «Edad y vida en el grupo conquistador», Cuadernos de Historia, núm. 1 , Universidad de Chile, Santiago, 1 9 8 1 , pp. 65-86.

r

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grafía y poseedor — i g u a l m e n t e — de m u y variados niveles culturaíes. E l e s p a ñ o l pudo escoger las razones que ubicaban a estos ú l t i m o s pueblos, sobre los que el conquistador se a d e n t r ó i n c o r p o r á n d o l o s a Castilla, d e s p u é s de u n proceso m á s o menos largo. E l n ú m e r o de los conquistadores españoles de A m é r i c a fue bastante escaso, frente al poblador que fue m á s numeroso; y ambos provienen r e g i o n a l m é n t e de todas las provincias e s p a ñ o l a s , aunque mayoritariamente exista u n elevado porcentaje de meridionales, del centro y del oeste de la P e n í n s u l a : regiones de l a t i f u n d i o p o r donde cruzaban las c a ñ a d a s de Mesta —es decir, pueblos m á s ganaderos que agricultores— y zonas dependientes de las Ordenes M i l i t a r e s ( A l c á n t a r a , Santiago, Calatrava) con pueblos de encomienda. E l conquistador, en f i n , actuaba conforme a u n credo bien definido, razón de su e m i g r a c i ó n a las I n d i a s . Abandonaba sus entornos familiares españoles para « s e r v i r a D i o s y a nuestro Rey y señor, y procurar de ganar honra, como los nobles varones deben buscar la vida» 9 con la esperanza puesta en obtener, pues, allá donde mejor se p o d í a , que no en E s p a ñ a , h i d a l g u í a s , tierras e indios que la cultivasen.

3.

GRADOS CULTURALES Y TRATAMIENTOS SOCIALES

La hueste conquistadora y los primeros conquistadores hasta bien entrada la segunda m i t a d del siglo x v i alcanzan, en general, u n grado medio c u l t u r a l , semejante al de la E s p a ñ a urbana de su t i e m p o . H a n sido los l i n g ü i s t a s , sobre todo, quienes, preocupados p o r el idioma u t i lizado por el hombre de H i s p a n o a m é r i c a , se han acercado hasta los mismos corros y reuniones de la m i l i c i a , así como de los primeros núcleos urbanos. Se han interesado por la c o m p o s i c i ó n social de los elementos de la hueste, así como p o r las profesiones y el n ú m e r o de artesanos que pasarían a las Indias para calificar, p o r esos conocimientos, procedencias regionales y diferencias dialectales. Se ha insistido mucho en el analfabetismo — q u e supone pobreza c u l t u r a l — de los conquistadores: no sólo el de algunos principales conquistadores, sino de bastantes del grueso de los componentes de aquellas milicias. A n g e l Rosenblat, Peter B o y d - B o w m a n , I r v i n g Leonard y M a n u e l A l v a r demuestran Ío contrario: es cierto que n i Francisco Pizarro, Diego de A l m a g r o y S e b a s t i á n de Benalcázar sabían escribir, pero la cultura del soldado c o m ú n — p o r venir fundamentalmente de u n á m b i t o u r b a n o — es elevada. A d e m á s de proceder de este grupo u n considerable n ú m e r o de soldados escritores (Bernal

MI itimjuistador hispano: señas de identidad

| ) f « / del Castillo, Pedro Cieza de L e ó n , Francisco de Xerez, Juan de ('.«méllanos, el mismo B a r t o l o m é de Las Casas) en algunos casos Ion r j r m p l o s sobre conocimientos alfabetos son sorprendentes sobre ftqurlhi imagen de u n conquistador ignaro: de los 153 c o m p a ñ e r o s de V a l d i v i a , por ejemplo, 105 saben f i r m a r y 33 saben f i r m a r y esc r i b i r ; y en T u n j a , en 1544, la m a y o r í a de sus vecinos saben f i r m a r , y Md( lo hacen en las cartas que elevan en ese a ñ o al Consejo de Indias. Rasgo que se repite en las actas de cabildo de la mayor parte de IMN ciudades indianas. l'.sta calidad social, y su procedencia regional, es i m p o r t a n t e prec i a r l a para hallar, en algunas expresiones, modismos y pronunciaciones, los antecedentes peninsulares. 1*11 conquistador se considera u n hidalgo de una nueva sociedad hispanoamericana, a la que ha ayudado a conformar, sostenido por contratos y compromisos jurídicos con la Corona. A s í obra como h i dalgo y como t a l se expresa: los cronistas apuntan, con palabras breves aunque certeras, los rasgos de la v i d a cotidiana de la Conquista. Y así, al definir las características humanas de los personajes — d e los de p r i m e r relieve, como los de importancia m e n o r — apuntan asimismo c ó m o hablan y se expresan, y c ó m o es su trato y c o n v e r s a c i ó n . Así, H e r n á n C o r t é s es de buena conversación y apacible. En lo que platicaba decía muy apacible y con muy buena retórica. Cuando juraba, decía «en mi conciencia», y cuando se enojaba con algún soldado de los nuestros, sus amigos, le decía: «Oh, mal pese a vos!», y cuando estaba muy enojado se le hinchaba una vena de la garganta y otra de la írente. Y aún algunas veces, de muy enojado, arrojaba un lamento al cielo, y no decía palabra fea, ni injuriosa, a ningún capitán, ni soldado 1 0 . Francisco Pizarro, p o r su lado, era « n o b l e y generoso, afable y blando de c o n d i c i ó n » , mientras D i e g o de A l m a g r o era hombre muy profano, de muy mala lengua que, en enojándose, trataba muy mal a todos los que con él andaban, aunque fuesen caballeros 1 1 . A Pedro de A l v a r a d o se le describe como « f r a n c o y de buena conv e r s a c i ó n » y al capitán L u i s M a r í n que « c e c e a b a u n poco, como sev i l l a n o , buen jinete y de buena c o n v e r s a c i ó n » . La buena conversación comporta el grado c u l t u r a l p r o p i o de una e d u c a c i ó n , estudios y conocimientos poco dable en otros capitanes 10

DÍAZ DEL CASTILLO, [2], cap.

I.

DÍAZ DEL CASTILLO, [2], cap.

CCIV.

Inca GARCILASO DE LA VEGA, Comentarios reales de los Incas, Biblioteca de Autores Españoles, Madrid, 1953. 11

9

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1U «miJiiliUilor hlipano: teñas de identidad

y soldados de hueste con escasos conocimientos. Pero la hueste se nutre, asimismo, con funcionarios que habían pasado a Indias para desarrollar la vida administrativa oficial. Fue, en efecto, elevado el número de funcionarios que concluyeron dirigiendo milicias de conuista a , notarios, escribanos, licenciados, bachilleres, t a m b i é n juraos, oidores y contadores toman parte en la Conquista, ofreciendo su profesionaíidad con sus rasgos culturales elevados, ayudando a sostener el trato educado y casi cortesano que emplean entre sí los elementos de la hueste, m á s que el lenguaje cuartelero y soldadesco propio de las milicias mercenarias y profesionales. E l conquistador, pues, se tiene por caballero y desea emplear usos y normas caballerescas. Si a eso se añade el boom de los libros de caballería, del que todos los conquistadores, sin excepción, son buenos lectores o buenos escuchas de lecturas de libros de caballerías se comprende que el buen trato sea empleado como fórmula c o m ú n y cotidiana: « N o puede ser caballero quien no se emplea de l e t r a s » , asegura A g u s t í n de Zarate, en 1555, en su Historia y conquista de Perú. Y es de notar, una vez m á s , que el momento álgido de la novela de caballería se produce entre 1501 y 1550, justamente cuando se verifican la mayor parte de las grandes conquistas españolas en I n dias. 157 ediciones se i m p r i m e n en esos a ñ o s , entre novelas originales y reimpresiones: A m a d í s de Gaula conoce 18 ediciones ( 1 5 0 8 / 1650), mientras u n olvidado (aunque esforzado) Oliveros de Castilla no le impide que se edite una docena de veces (entre 1499 y 1650). Por su lado, Espejo de caballerías tiene nueve ediciones y Reinaldos ocho. E l mismo Gonzalo F e r n á n d e z de O v i e d o , primer cronista de Indias, es autor de una novela de caballería, que escribiera en Mad r i d por el 1515, d e s p u é s de dos años de permanencia en P a n a m á : el Libro del muy esforzado e invencible caballero de fortuna propiamente llamado Don Claribalte, que se i m p r i m e en Valencia en 1519, justamente el año en que H e r n á n C o r t é s , con otros invencibles y esforzados caballeros, entraban en México-Tenochtitlán. E n el caso del conquistador no sólo lee, escucha, sino vive el mundo fantasioso y fantástico de la novela caballeresca. Chevalier, ue tanto ha estudiado esta temática, se asombra del éxito insólito e una novela de ficción, caballeresca, cuando el mundo bajomedieval que podría haberlas acogido ya estaba completamente superado por

tt nacimiento y consolidación de los estados modernos 1 3 . La hueste imtrlcanM que es, en tan gran medida, una continuación del mundo Cib»llerc»«>, luchadora en u n medio tan original y casi m á g i c o , propió de Mcrlines y otros misteriosos brujos, es la causante de que se prodli/x H este desfase literario. A s í la novela de caballerías estaría etdlcHilu al colono-soldado español como primer destinatario, lo mismo ijuc al mundo español de donde procede. I'J conquistador así entrevisto, afortunado por hacer palpable • n Indias las ficciones que ha e n s o ñ a d o , y l e í d o , en los libros de Cübullcríus, tiene tanto u n trato caballeresco con sus c o m p a ñ e r o s , Como incentivos, y por t a l , fama permanente. Los conquistadores le tratan entre sí como gentileshombres y caballeros, proceden con hospitalidad señorial y mantienen una cortesía — a l decir de sus cron l i t a i — casi de escenario. Entre iguales usan el vos en vez del vuesa merced: esto es importante: el vos es fórmula habitual de trato entre iguales, así como de superior a inferior M . A s í l o usan C o r t é s y A l magro con sus soldados. E l vuesa merced, por el contrario, procede del siglo x v y era usado en el trato ceremonial, y ceremonioso: de él procede el usted. E l vos, sin embargo, c o m e n z ó , por reacción, a aislarl e , a abandonarse, concluyendo el vuesa merced por imponerse. A m é rica apoyaría a esta supervivencia del a r c a í s m o . Es en A m é r i c a , asimismo, donde se comienza por la vulgarización y la generalización de los tratamientos. La puntillosa y protocolaria sociedad europea daba los tratamientos a aquellas altas personalidades ue, según su rango y categoría, lo merecían: señor, señora, merced, on, doña obedecían a costumbres ceremoniosas españolas avaladas por aristocracia, título de Castilla, rango social. E l uso del don y la hidalguía eran privilegios que otorgaba directamente el monarca, castigándose a aquellos que lo empleaban fraudulentamente. E n América, donde el conquistador enganchado en una hueste, con promesa de ascensos sociales, se consideraba u n hidalgo, el colono-soldado no e s p e r ó a que el monarca le enviara individualmente su p r i v i l e g i o , sino que e m p e z ó a generalizar y abusar del don y de señor. M u y escasos conquistadores llegaron a Indias con el don delante de su nombre p r o p i o . Los m á s , lo vulgarizaron bien p r o n t o . T a n pronto que el Inca Garcilaso de la Vega, a fines del x v i , en sus Comentarios Reales, apunta

ROSENBLAT hace una rápida enumeración en «Base del español de América: Nivel social y cultural de los conquistadores y pobladores», Revista de Indias, núms. 125/126, Madrid, 1971, pp. 13-76: alta proporción que agrupa bachilleres, licenciados, escribanos, médicos, contadores, letrados, etc., como Lucas Vázquez de Ayllón, Hernán Cortés, Gonzalo Jiménez de Quesada, Gil González Dávila, etc.

Francisco Pizarro, a quien adelante llamaremos Don Francisco Pizarro, porque en las provisiones de Su Majestad le añadieron el pronombre Don, no

3

13 Máxime CHEVALIER, Lectura y lectores en la España y XVII, Ed. Turner, Madrid, 1976, especialmente el cap. I. 14 ROSENBLAT, en «Base del español...», [12].

del siglo

XVI

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tan usado entonces por los hombres nobles como ahora, que se ha hecho común a todos: tanto que los indios de mi tierra, nobles y no nobles, se los ponen también a ellos. A Don Diego de Almagro llamaremos asimismo Don Diego, porque fueron compañeros, y es razón que lo sean en todo, pues en nada fueron desiguales l s . E l conquistador, a d e m á s , tiene sentido posesivo. L a tierra indiana es m á s suya que de cualquier o t r o europeo, p o r derecho p r o p i o y por adquirida con su esfuerzo. Esta primacía le otorgaba t a l carácter que a ellos se les denomina como b e n e m é r i t o s , p r i m e r a nobleza de la tierra, capaz de establecer diferencias c o n las sucesivas oleadas de emigrantes. Fueron é s t o s b e n e m é r i t o s hidalgos autonominados, quienes m ot e j aro n a los nuevos como gachupines y chapetones — b i s ó n o s , inexpertos en cosas de I n d i a s — . C o n sentido peyorativo se aplica al inadaptado al paisaje, p r o p i o de recién llegado, pero asimismo a quienes la altura les acaloraba el rostro enrojeciéndoles las mejillas, como chapetas. Entereza y amor p o r la nueva tierra con afectos de siempre de unas generaciones de conquistadores que se califican como « v a l e r o s o s capitanes y fuertes y esforzados sold a d o s » l é , « g e n t e p r i n c i p a l » , « l o s m á s eran h i d a l g o s » , t a l como apuntan los cronistas (Las Casas, L ó p e z de Go mara, Bernal, O v i e d o . . . ) . Se p e n s ó que era una torpe e x a g e r a c i ó n , sociológica en este caso, como quien define la fortaleza d e l enemigo vencido para apuntar la gloria de la gesta. Las investigaciones lingüísticas demuestran que, en efecto, las generaciones de conquistadores se expresan en u n castellano depurado, p r o p i o de personas de ciertos niveles de cultura, sin acopio de arcaísmos que d e m o s t r a r í a n condición inferior o provenientes de zonas rurales. D u r a n t e la mayor parte d e l siglo x v i idiom á t i c a m e n t e hablando las Indias f o r m a n una provincia m á s d e l castellano: es decir, que las diferencias dialectales se iniciaron m á s adelante, con el acopio de otras emigraciones.

4.

CRUZADA Y F I D E L I D A D

La empresa americana se abre, casi teatralmente, con u n golpe de efecto en el mismo año en que se consuma la larga lucha, entablada durante siglos, contra el h i s p a n o m u s u l m á n . Esta coincidencia fue analizada —entonces y d e s p u é s — como u n p r e m i o , como la lógica (y sobrenatural) recompensa a u n esfuerzo perseverante de ochocientos a ñ o s . Granada concluye u n proceso multisecular, que m a n t u v o 15

GARCILASO, [11], 2." parte, lib. I , cap. X I V .

1 6

DÍAZ DEL CASTILLO,

[2], cap C C V .

M NnMllUlM'l'»

liÍKpiino;

señas de identidad

31

__]¡jada» « generaciones en el t r i p l e ejercicio de obtención de tieMpaiwión del cristianismo y de promociones sociales y ecoiéimlcfti) I . " reconquista fue una cruzada, una guerra santa cuyo tfplrltu p n w r l i t i s t a , expansionista y m i l i t a r i s t a se traslada a Indias •On la oportunidad del Descubrimiento. líl roiii|iiisiiitlor no es, sin embargo, semejante a cualquier adalid df la Irniiiera musulmana. Posee rasgos y otras características. E n JWlinrr lugar, es u n v o l u n t a r i o ; su adscripción a la hueste procede de UI1 neto de libérrima v o l u n t a d en el que el expedicionario se incorpora •n una expedición, generalmente poco numerosa, tomando parte activa en ÑU financiación: bien con su propia persona, o llevando adetl\it mi* armas y otros elementos. I'.n las guerras de Granada, y en las de I t a l i a que le siguen, los toldados quedaban encuadrados obligadamente en las huestes formada! por los nobles y por los ejércitos reales, t a l como estaba concebido •n la» costumbres bajomedievales. Pero un mismo espíritu alienta a todos estos m i l i t a r e s : su lealtad y t u religiosidad, a las que unen la esperanza en la recompensa y en t i botín: a veces deseado éste con t a l ansia que la esperanza se modifica en codicia. El conquistador desarrolla en Indias el mismo ideario religioso de la lucha medieval. Los enfrentamientos de la Reconquista entre Ion ejércitos de la cruz frente a los de la media luna se continúan en otra guerra de religión, entre cristianos y paganos, pero el conquistador se transforma, entonces, en el gestor de la e x p a n s i ó n cristiana. F.l gobernador de Cuba Diego V e l á z q u e z de Cuéllar daba a H e r n á n C o r t é s estas precisiones como guías de su e x p e d i c i ó n :

fffl,

Pues sabéis que la principal cosa que Sus Altezas permiten que se descubran nuevas tierras es porque tanto número de ánimas, como de innumerable tiempo acá han estado y están en estas partes perdidas fuera de nuestra «anta fe, trabajaréis cómo conozcan a lo menos haciéndoselo entender, por la mejor orden y vía que pudiéredes, cómo hay un solo Dios creador del cielo y de la tierra, y de las otras cosas que en el cielo y mundo son, y decirléeis todo lo demás 1 7 . en donde la operación m i l i t a r es asimismo una m i s i ó n evangelizadora y el conquistador es u n agente religioso. L a Conquista es, a s í pues, también cruzada, y cruzado el conquistador: porque la cruz es símbolo que a c o m p a ñ a su gesta, se afirma en las tomas de p o s e s i ó n y deja constancia patente en las fundaciones: significativa, pues, la nominación de Veracruz, el primer núcleo urbano fundado en M é x i c o . 17

D Í A Z DEL CASTILLO, [2], cap. X I X .

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32

Los propios conquistadores eran conscientes de este compromiso e, incluso, de esa obligatoriedad, ya que las tierras descubiertas y p o r descubrir las había el pontífice otorgado a Castilla con la condición de que ayudase en ellas a la p r o p a g a c i ó n del Evangelio. E l conquistador será, no obstante, el p r i m e r o en realizarlo: antes que el misionero. Bernal D í a z se encarga de recordarlo: todas estas cosas por mi recontadas quiso Nuestro Señor Jesucristo que con su santa ayuda nosotros, los verdaderos conquistadores..., que lo descubrimos y conquistamos desde el principio..., les dimos a entender la santa doctrina: se nos debe el premio y galardón de todo ello, primero que a otras personas, aunque sean religiosos 1 S . U n o t r o elemento de definición fundamental en el conquistador es su fidelidad a la m o n a r q u í a . Su lealtad es permanente, constantes no sólo en sus compromisos, sino consciente de que los premios y recompensas eran obtenidos a través del monarca, tanto en la E s p a ñ a peninsular como en la u l t r a m a r i n a : tierras y encomiendas, puestos en la administración eran concedidas, en gran medida y cantidad, p o r el rey a los conquistadores y sus descendientes en razón de sus servicios al Estado. A s í el conquistador, desde el jefe al menor de la hueste, actúan « a l servicio de Dios y de Su M a j e s t a d » . E l quebranto a esta lealtad se califica como rebelión, de crimen de lesa majestad. E l poder real nunca se cuestiona, aunque se critiquen las directrices p o l í t i c a s . Por ello son excepcionales las actitudes de abierta oposición que concluyen en declarada rebeldía — L o p e de A g u i r r e , Gonzalo Pizar r o . . . — . Esta f i d e l i d a d al monarca, incuestionable e incuestionada, no se equipara en una integérrima lealtad de los capitanes con sus jefes. Existe una desmedida ansia de poder, provocando a veces una lucha por la dirección de la empresa o p o r desgajarse de ella encabezando secesiones: actitudes que favorece la e n o r m i d a d del espacio geográfico americano abarcado p or la acción de estas huestes. C o r t é s se emancipa del gobernador de Cuba, pero no aprovecha las distancias para que éstas corten, o apaguen, la traición, sino que recurre a subterfugios legales: hace que los miembros de su milicia, constituidos en cabildo abierto en la recién (y ficticia, p o r no edificada) Veracruz, como vecinos y d e m o c r á t i c a m e n t e le confirmarán en la dirección, aunque con independencia de Cuba. T u v o , pues, la h a b i l i d a d de transformar una rebelión en u n servicio 1 9 . 18

DÍAZ DEL CASTILLO, [ 2 ] , cap.

CCVII.

Así lo asegura Beatriz PASTOR, en Discurso narrativo de la Conquista de América. Premio Casa de las Américas, La Habana, 1983.

H ftn^uUlirinr hliptno: tefíu de identidad

33

Hecho que no logró C r i s t ó b a l de O l i d , el andaluz « e s f o r z a d o capitán, un I lector en esfuerzo de combatir persona a p e r s o n a » 3 0 lUMclo llilcntii imitar a C o r t é s i n d e p e n d i z á n d o s e de él en H o n d u r a s . N u m e r ó n o s son los ejemplos de enemistades entre jefes de hueste, 4$ traicionen entre c o m p a ñ e r o s , de r u p t u r a de pactos, cuyas evolucioIWI tifien ION días siguientes a la Conquista. Pedrarias D á v i l a , G o n M I I M Ddvlla, H e r n á n d e z de C ó r d o b a en Nicaragua; Pizarros y A l m a gfQl en P e r ú . . . luchando diferentes categorías de jefes por una redistribución del poder, así como por la obtención de mayor n ú m e r o de VanUJHn territoriales o humanas. En cualquier caso, sólo y en g r u p o , el conquistador es profundamente religioso: es D i o s y con su ayuda como se obtienen los éxitoa, le sale airoso de los peligros, se ganan batallas, se obtienen buena! recompensas, se alcanzan victorias, tierras, encomiendas. Las crónica! cutan repletas del carácter providencialista y del fervor del conuiatador: y no hay en él exageración o disculpa por modos peculiares e hablar del siglo x v i . Es u n convencimiento.

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CRISIS DE CONCIENCIA

Poco tiempo t u v o , no obstante, el conquistador para disfrutar de «us victorias. H a b í a conseguido sólidas posiciones sociales, riqueza y tierras. Alg unos, a d e m á s , o b t e n í a n u n n ú m e r o ( m á s o menos) elevado de indios de encomienda, de los que recibían t r i b u t o y trabajo gratuito. Se le c u m p l í a n así al conquistador los alcances s o ñ a d o s por el soldado D í a z del Castillo: se pasaba a las Indias para servir a Dios y al rey, y d e s p u é s de pagar altos costos de sufrimientos, miedos y luchas sorprendentes se alcanzaban recompensas que se materializaban en honras que ennoblecían su linaje, así como sustantivos beneficios que gozar y dejar a su descendencia. E l conquistador, abridor del Evangelio en cada r e g i ó n , batallador por su patria a la que ofrecía dilatados espacios que la engrandecían y ensanchaban, p o d í a , pues, sentirse plena y justificadamente satisfecho. Sin embargo, bien t e m p r a n o , en 1 5 1 1 , se oyen sermones de una crítica despiadada contra los encomenderos por los malos tratos que daban a sus indios. A estas voces se unirían otras en donde, con una insistencia notable, se cuestionaba no ya la actitud de unos encomenderos, sino la l i c i t u d de la propia Conquista. Estas voces no solamente señalaban los pecados, sino que coaccionaban a los pecadores con la negación de los sacramentos en t a n t o no devolvieran los te-

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D Í A Z DEL CASTILLO,

[ 2 ] , cap.

CCV.

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Francisco de Solano

soros que habían sido repartidos como b o t í n de guerra, que se calificaban como usurpados. U n o de estos oyentes fue B a r t o l o m é de Las Casas, encomendero él mismo, quien abandonando a sus encomendados se entregó a una de las m á s tenaces c a m p a ñ a s en favor d e l aborigen. E l objeto de sus críticas fue el conquistador y el encomendero, a quienes define como pérfidos y les acusa de ser una de las causas de la destrucción de las Indias. C o n sostén y perseverancia Las Casas, y otros críticos, dudan incluso de la validez de la ocupación de las Indias, que h a b í a n sido ocupadas por m é t o d o s culpables y nada justos. Estas preocupantes opiniones alcanzaron las m á s altas esferas políticas, que para solucionarlas se ayudaron de los criterios de juntas y comisiones de teólogos y juristas. La teología se m e t i ó en el Consejo de Indias para d i r i g i r A m é r i c a , y de este organismo salían disposiciones legislativas que fueron atendiendo la defensa de los derechos humanos. A s í en 1512 y en 1523 se dieron instrucciones sobre buen tratamiento a los indios para n o causarles d a ñ o , que se repiten en numerosas ocasiones, hasta alcanzar en 1542, p o r las llamadas leyes nuevas, la limitación a una o dos vidas el tiempo de disfrute de las encomiendas. Pero de estos dichos a los hechos americanos h u b o largos trechos, que fueron sistemática e incansablemente denunciados por Las Casas en A n t i l l a s , A m é r i c a C e n t r a l , en M é x i c o y sobre todo en E s p a ñ a . E s c r i b i ó m u l t i t u d de cartas, informes, tratados en donde se op oní a a la explotación y esclavitud del i n d i o : la encomienda para él era una suerte de p é r d i d a de l i b e r t a d . Y sostenía que deberían negarse los sacramentos a quienes poseyesen esclavos, indios en encomienda, d e b i é n d o s e devolver l o obtenido en encomiendas, así como metales y piedras preciosas del b ot í n de la conquista. Para reforzar estas pautas redactó u n confesonario, que escribe en 1546 y se i m p r i m e en Sevilla en 1552: Avisos y reglas para los confesores que oyesen confesiones de los españoles que son, y han sido, en cargo a los indios de las Indias extremadamente rigorista: exigía que los conquistadores y encomenderos, culpables, o í d o s en confesión, no serían absueltos mientras no devolvieran l o indebidamente o b t e n i d o . Si era dinero del inca, por ejemplo, o no se conocía a q u é i n d i o se le h a b í a arrebatado, o habían m u e r t o estos d u e ñ o s , entonces la devolución se procedería en forma de limosna a la Iglesia. E l pecado no se apagaba con la muerte del pecador, sino que l o heredaban sus descendientes, de-

1(1 miu|ul»iiuloi- hispano: señas de identidad

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Metido éstos indemnizar los estragos realizados por sus gloriosos mayóles. I,n Iglesia, pues, causa de los remordimientos en la conciencia del conquistador, que unos miembros de la Iglesia habían provoi'Kilo, sería la que canalizase las acciones correctoras. E l confeMinurio de Las Casas, al que siguen avisos para confesores de otros obispos - c o m o en 1560, por Loayza, arzobispo de L i m a — insistían en tranquilizar las conciencias dando indicaciones sobre c u á ndo y c ó m o se había de restituir. E l eco de estas críticas y de estas d i rectrices espirituales t u v i e r o n en H i s p a n o a m é r i c a unas importantísimas consecuencias. L a Conquista se hizo por es pa ño les en A m é r i c a , pero por ellos y sus descendientes sufrida y compensada, en unos alcances que aún no han sido t o t a l m e n t e estudiados. Fue u n problema americano, que no peninsular: el p r i m e r gran y decisivo problema moral v i v i d o por la sociedad hispanoamericana, quien se sintió angustiada por aquel brusco giro de pasar al lugar de los prevaricadores abandonando el de los h é r o e s . Porque se debía proceder inmediatamente a la devolución, aunque el pecador resultase empobrecido. Esta devolución no se reducía ú n i c a m e n t e a los que habían tomado parte en la Conquista, como soldados, sino a los mercaderes, criados, factores y funcionarios porque se h a b í a n lucrado, de algún m o d o , con ella. Caso de no devolver, la Iglesia r e s p o n d í a con la coacción de la negativa de la absolución. Y si resultaba difícil encontrar a los d u e ñ o s indios, el problema se solucionaba ofreciendo limosnas a la Iglesia. Las ciudades coloniales conocieron graves divisiones, pues hasta ellas llegaron los fanáticos e s c r ú p u l o s de Las Casas y de los t e ó l o g o s y juristas, d i v i d i é n d o s e entre quienes criticaban la l i c i t u d de la apropiación de los tesoros de los indios como bo t ín de guerra y aquellos que los consideraban perfectamente lícitos. Los remordimientos por los excesos de la guerra p o d í a n remediarse espiritualmente mediante el pago de unas bulas de c o m p o s i c i ó n ante el pontífice: en 1505 se lograba una para las A n t i l l a s , en 1528 para Nueva E s p a ñ a . E l p r o p i o D í a z del Castillo comenta el modo como Clemente V I I enviaba bula para salvarnos la culpa y pena de nuestros pecados y otras indulgencias, y dio por bueno todo lo que Cortés había hecho en la Nueva España 2 1 . pero antes C o r t é s había enviado a Roma « r i c o presente de piedras ricas y joyas de o r o » , quedando el pontífice complacido por la gran extensión de tierra incorporada a Castilla y el n ú m e r o de indios idólatras « q u e se habían v u e l t o c r i s t i a n o s » . 2 1

D Í A Z DEL CASTILLO, [2],

cap.

CXCV.

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Las exigencias de los confesores inquietó t a n angustiosamente a la sociedad indiana que h u b o intención, estudia G a b r i e l G u a r d a 2 , de llevar la cuestión al Concilio de T r e n t o por salir de escrúpulo los conquistadores hicieron pedir perdón universal a todos los indios por lo que les habían agravado... Que, pues el mismo escrúpulo y mayor corría por el Emperador Carlos y los Reyes Católicos que comenzaron aquella conquista es de creer harían alguna diligencia con que descargarse y salir de él: la cual podría ayudar a todos los conquistadores para

Las respuestas a estas inquietudes, remordimientos y amenazas espirituales fueron inmediatas. Y pueden seguirse e, incluso, cuantificarse en cada ciudad hispanoamericana. Los protocolos notariales recogen, en unos alcances a ú n no totalmente estudiados, centenas de testamentos de conquistadores — « e x p r e s i ó n de una p r e o c u p a c i ó n ética j a m á s conocida hasta e n t o n c e s » 3 4 — en donde é s t o s ceden cuantiosas limosnas para hospitales, conventos y otros fines religiosos, a f i n de desvanecer e s c r ú p u l o s . U n f i n a l infeliz en la caballeresca biografía del conquistador.

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22 Gabriel GUARDA, LOS laicos en la cristianización de América, Universidad Católica de Chile, Santiago, 1973, pág. 226. 23 Carta del P. Juan de Bustamante, Sevilla, 1563, al Secretario General de la Compañía de Jesús. Cita tomada de GUARDA, idem, ibidem. 24 Guillermo LOHMANN VIIXENA, «La restitución por conquistadores y encomenderos: un aspecto de la incidencia lascasiana en el Perú», Anuario de

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